“Yo vivo en música”

29 ago. 2009 - la voz de Osiris Rodríguez Castillo in- terpretando su milonga 'La Galponera'. Elvio Gandolfo escribió que en el cuen- to se percibía algo así ...
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NOTA DE TAPA | LITERATURA

La publicación de un volumen con sus Cuentos completos (Alfaguara) vuelve a poner a Rodolfo Enrique Fogwill en el centro de la escena literaria local. En las páginas que siguen, una entrevista con el autor, un texto de Elvio Gandolfo y un comentario de la novela Vivir afuera, que acaba de reeditar El Ateneo.

POR PABLO GIANERA De la Redacción de La Nacion

E

n cualquier momento de una charla –puede ser en una entrevista o en una comida, no hay diferencia– el escritor Rodolfo Enrique Fogwill canta. Casi siempre canciones alemanas de Robert Schumann o Hugo Wolf. Hasta hace poco, llevaba cargadas en su iPod distintas versiones del Viaje de invierno de Franz Schubert. Bien mirada, esta preferencia musical resultaría en algunos ambientes intelectuales y literarios locales –ajenos casi por completo, y aun refractarios, a esas músicas– más escandalosa y necesaria que sus aparentemente imprevisibles desplantes políticos. “Cuarenta minutos que valieron más que una vida, hoy”, dice antes de empezar la entrevista. A continuación, enumera, con la misma

precisión que aparece en las especulaciones financieras de sus novelas y en sus columnas periodísticas: “Missa Brevis en do mayor K. 259, de Wolfgang Amadeus Mozart: catorce minutos y diecisiete segundos. Y la Sonata para violín y piano nº 2, de Gabriel Fauré: veintitrés minutos y veinte segundos”. Fogwill es acaso el responsable de una confusión que lo implica. Posiblemente, su imagen pública, epítome de la provocación y el descontrol, haya sido cierta alguna vez, quizás en la década de 1980 y también un poco después. Ahora, sin embargo, los horarios, casi de tiempo completo, en los que debe ocuparse de sus hijos, de llevarlos y traerlos de sus clases o del club, vuelven difícil encontrarse con él. El escritor libra una guerra secreta contra el ruido. El ruido en general (“Odio a la canalla del rock”, escribió en

un artículo) y el ruido de fondo que hacen y escuchan algunos de sus colegas. Acaso en ningún lugar se nota su predilección por la música con mayor nitidez que al leer sus Cuentos completos, que publica en los próximos días Alfaguara, volumen que se suma a la reciente reedición por El Ateneo de su novela Vivir afuera, de 1998. Desde la mención insistente de una transcripción para cuarteto de cuerdas de El arte de la fuga de Bach en “Lo Cristalino” hasta Richard Wagner y la soprano Birgit Nilsson como Isolda en “Help a él”, e incluso en el alias del uruguayo, el protagonista del relato “Música”, la música, justamente, tiende a repetirse como asunto y también como procedimiento, en la adaptación que el escritor hizo a la narrativa del principio de Arnold Schönberg de la variación desarrollante, como observó una vez el investigador Pablo Fessel. “Yo vivo en música –explica Fogwill–. De hecho, dedico más horas a la audición que a la lectura de textos literarios, y, por supuesto, que a la escritura. Todos mis textos fueron escritos bajo el influjo de algunas músicas, o de algunos textos que, solamente cantados, revelan el sentido que la lengua tuvo previsto en su articulación. En el caso de ‘Música’, ese cuento fue escrito mientras yo estaba pendiente de

RODOLFO

“Yo vivo en música”

4 | adn | Sábado 29 de agosto de 2009

la voz de Osiris Rodríguez Castillo interpretando su milonga ‘La Galponera’. Elvio Gandolfo escribió que en el cuento se percibía algo así como la melodía del español hablado en Uruguay. Ése fue para mí el mayor elogio recogido por un cuento o una novela.” Cuando se dice que Fogwill canta, no se quiere decir que se limita a tararear más o menos desafinadamente. Aunque décadas de cigarrillos (sigue fumando, poco, pero execra el tabaco y juzga débiles mentales a quienes persisten en la adicción) hayan nublado la voz, tomó en su momento clases de canto con el maestro Jascha Galperin. “Me lo recomendó un cantor de tangos que intentaba vocalizar con él. Estuve yendo durante cuatro años, entre 1972 y 1976. Jascha Galperin era un verdadero maestro de música y de vida a pesar de la distancia de edad, ideologías y modos de vida. Era mucho mayor que mi padre, que ya era viejo. Ojalá que mis hijos alguna vez encuentren un maestro como él, en cualquier plano. –En el cuento “Japonés” aparece un diálogo con el compositor Francisco Kröpfl, que es mencionado otra vez en “Luz mala”. Me gustaría que contara qué relación musical o amistosa tuvo con él y, más en general, con los compositores argentinos.