A
Libros y autores
Viajes alrededor del cuarto pág.
Viernes 25 de mayo de 2012
16
El alemán Bernd Stiegler propone en La quietud en movimiento un género curioso: el viaje sin traslados, y las obras que dejó en la literatura y otras artes POR MARÍA SONIA CRISTOFF Para La Nacion
demás de las prácticas de tinte carcelario a las que los trámites y esperas de aeropuerto suelen someter a los pasajeros, el otro factor que hoy alimenta la cada vez más extendida fobia al viaje es la creencia de que lo conocible ya está en Internet. Pero ni siquiera en una fobia con tanta marca de época se puede ser original: en el siglo XIX, con el surgimiento de la fotografía, fueron muchos los que pensaron que, teniendo acceso a esas imágenes, no valía la pena tomarse el trabajo de viajar. Entre ellos, Oliver Wendell Holmes, quien en su libro Soundings from the Atlantic no sólo detalla hasta qué punto, mirando fotos, repta por los rasgos de Ramsés, visita las tres piedras gigantes del muro de Baalbek y mira la cola escamada de un cocodrilo echado a orillas de un río célebre, sino que también insta a demoler las grandes obras de arquitectura, ya que han pasado a ser innecesarias desde que están materializadas en imágenes. Así lo constata Bernd Stiegler, académico alemán, en La quietud en movimiento. Una breve historia cultural de los viajes en y alrededor del cuarto, un libro que recorre una buena parte de la variada obra que el viaje sin traslados –o al menos sin enormes traslados– ha dado en los terrenos de la literatura, pero también en el lenguaje de otras artes y disciplinas. Ese viaje a través de las imágenes –que además de la fotografía, incluye las postales, los panoramas y dioramas, las transmisiones de televisión, el video, los distintos formatos que circulan por Internet– es una de las categorías que elige Stiegler para organizar los capítulos de su libro, en una sabia decisión que nos libera de la tan mentada cronología a secas como coartada estructural. Otros de los capítulos, aquí llamados etapas, están dedicados a relatos de viajes que se han hecho por el interior de un cuarto, a relatos de lo visto desde una ventana, a peregrinaciones interiores de tinte religioso, a viajes en los que el encierro se lee desde una perspectiva de género –en las etapas iniciales del feminismo– o filosófica –en autores de traza existencialista–, a viajes por el jardín, a relatos de viajes contados a partir de los objetos que guarda un coleccionista, a las aventuras para armchair travelers, al viaje de descubrimiento de las cercanías –por lo cual puede entenderse la propia ciudad, el propio barrio, incluso la propia cuadra–, el viaje por el interior de un cuerpo filmado por una camarita que se engulle. En esa serie, que se va deteniendo en un número profuso de autores, tiene un papel central Xavier de Maistre y su célebre Viaje alrededor de mi cuarto, escrito a fines del siglo XVIII durante una reclusión de cuarenta y dos días a la que su autor fue forzado por haberse batido a duelo. En menos de cien
páginas, dicho libro fundó un género alternativo a la literatura de viajes que entonces, en Europa, había dejado de ser un informe para los poderes y se leía masivamente. En ese gesto inaugural no podía faltar, por cierto, la irónica reapropiación de algunos recursos clásicos del género, como la ubicación exacta en latitud y longitud del cuarto desde el cual escribe el recluso De Maistre. Luego su mente se entrega a una deliciosa digresión en la que se incluyen autores clásicos con los cuales el narrador discute y, fundamentalmente, los objetos de su cuarto, los cuadros que están colgados –uno de los cuales lo remite a la mujer que ama–, las referencias a sus amigos, su perro, su sirviente. Se trata, como apunta Stiegler al hablar de este libro clave y de la línea que propone el suyo, de desarmar la dicotomía que opone el mundo maravilloso de los viajes al aburrimiento de la vida cotidiana. Se trata de lograr la distancia que permita volverlo a ver todo de nuevo, generar el extrañamiento del que hablaba Viktor Shklovksi. Se trata de verlo todo donde solo parece haber un punto, y de verlo desde la inmovilidad, como en “El Aleph” borgeano al que Stiegler también hace referencia. De más está decir que, con una propuesta así, la serie que conforma La quietud en movimiento esté repleta de escritores que a la vez fueron personajes extraordinarios, como Alphonse Karr, quien dedicó las casi setecientas páginas de su Voyage autour de mon jardin (1845) a narrar, desde una perspectiva tan naturalista como imaginaria, el jardín que construyó en su casita ubicada en las colinas de Montmartre, donde vivía con su mono Emmanuel, gesto que repitió en los otros dos lugares de París en los que vivió después, viviendas completamente dislocadas, incrustaciones de Oriente a la vuelta del Palais Royal, como Stiegler deduce de los párrafos que Benjamin le dedica a Karr en el Libro de los pasajes. O como Michel Leiris, el etnógrafo surrelista que se niega a partir en el viaje que daría
LA QUIETUD EN MOVIMIENTO Por Bernd Stiegler Paidós Trad.: Griselda Mársico 244 páginas $ 95