Una vez me dijeron que el primer paso para superar algo es contarlo ...

Bueno, tampoco sé qué explicaros, la verdad es que ella era una chica muy normal. Tenía el pelo largo, una nariz etrusca y los ojos más bonitos que he visto ...
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Una vez me dijeron que el primer paso para superar algo es contarlo, así que me voy a sincerar: hubo una vez que me enamoré.

Bueno, tampoco sé qué explicaros, la verdad es que ella era una chica muy normal. Tenía el pelo largo, una nariz etrusca y los ojos más bonitos que he visto en mi vida. Sus gustos musicales eran completamente distintos a los míos y escuchaba atentamente lo que yo le decía mientras dibujaba penes en las fotos de las revistas y circulitos en mi espalda desnuda.

A mí me llevó bastante tiempo darme cuenta de que ella me gustaba de una forma distinta a las demás. Mediante ensayo y error empecé a caer en que cuando algo terminaba con cualquier otra persona, terminaba. A veces tardaba más tiempo en hacer la transición y otras menos, pero una vez se acababa ya no había vuelta atrás. Volvías a ver a esa gente que en un momento determinado había significado bastante para ti y veías cómo el tiempo había cauterizado satisfactoriamente las heridas que pudieran haber quedado abiertas a ambos lados del frente.

Con ella esto jamás me sucedió, y es eso lo que la hace diferente. Sigue siendo la persona cuyos mensajes aleatorios consiguen dilatar mis pupilas al nivel de los alcaloides, es la primera a quien me gusta contarle las cosas buenas que me pasan - aunque luego no le diga nada - y tiene una participación oligopolística en el control de mis niveles de serotonina.

En realidad, espero que nada de esto cambie; que nunca se compliquen las cosas entre ella y yo. Aunque lo queramos. Que lo que ha unido la idealización no lo rompa una noche de música rock en un garito suburbial y un par de copas de vino en un sofá de tres plazas. Pero sobre todo que no tengamos que preguntarnos 'qué somos’ o ‘qué haremos’.

Tal vez no quiero que nada cambie porque esa idealización es la que permite que los pequeños fracasos los pueda responder con el socorrido autoengaño de pensar que esta vez tampoco ha cuajado porque ninguna es como ella.

Buah, ojalá siga enamorado de ella mucho más tiempo.