Una auténtica hija del rocanrol

1872 como El Dorado y, después de ser rebautizado ... Celebración: la fiesta lo tendrá a Gasalla entre los anfitriones ... titrés años, la Fiesta Nacional del Teatro.
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Espectáculos

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Miércoles 7 de mayo de 2008

MUSICA POPULAR FABIANA CANTILO

Una auténtica hija del rocanrol La cantante sacó un disco autobiográfico que presentará el próximo sábado en el Coliseo. FOTOS DE EVA FISHER

Por Gabriel Plaza De la Redacción de LA NACION Ser Fabiana Cantilo las 24 horas del día debe de ser agotador. Su novio le dice que es un torbellino de emociones. Ella misma lo confiesa y exhala profundamente, cansada de esa intensidad escorpiana y de buscar y buscar su estrella en la vida desde que tiene noción. “Tengo una búsqueda espiritual desde los 15 años y canto desde los 8. Esas dos cosas me acompañan desde siempre”, lanza verborrágica la cantante número uno del rock nacional, la chica que pasó del tributo nac&pop a un increíble disco de canciones, todas, todas, de su puño y letra. En Hija del rigor, su nuevo trabajo, Fabi se encargó de las músicas, letras y el arte conceptual de tapa, donde aparece con el rostro en primer plano y algunos magullones visibles en el cuerpo. “Quería que me vieran tal cual soy. Creo que es uno de mis discos con más personalidad y el más sincero de todos con respecto a la simplicidad del mensaje. El anterior era un éxito de los músicos que compusieron esas canciones y por suerte nadie se ofendió. Yo venía de discos como Información celeste, con cosas que la gente no sabe que puedo hacer; Y de qué se ríen, que no lo escuchó nadie y para mí es genial. No tuvo difusión y no vendió nada, pero no importa, yo me fui al Caribe”, dice sincera, pronta a presentar su nuevo álbum en el teatro Coliseo.

Las nuevas canciones son una sucesión de polaroids de su locura ordinaria, chispazos brillantes de un talento intacto que sobrevivió a los golpes del rock, los momentos cíclicos de su carrera y la vida: “Este es mi disco más autobiográfico. Se podría hacer toda una película sobre mi vida con estas canciones”, confiesa la cantautora. Como un torbellino, Fabiana Cantilo se mueve y salta de un tema a otro sin continuidad. Dice que volvió al psicoanálisis lacaniano. Que está leyendo El secreto y un par de libros de metafísica. Y que lo que más disfruta en la vida es cantar y tocar en los ensayos: “Es un lugar donde no tengo que rendir examen. Cuando se presenta en vivo, el músico tiene el trauma del tomatazo, el temor a equivocarse”. Su personalidad arrolladora esconde una fina capa de sensibilidad. El nuevo disco no es más que un reflejo de esos diferentes ciclos por los que transita esa vida que se debate entre los años de rocanrol y la tranquilidad. “No sé vos, pero yo cambio de estado de ánimo cada tres horas, salvo cuando duermo. No es lo que más quiero. Estoy en busca de la paz... quizá la encuentre –dice, y exhala profundo con una postura de sabia. Entonces prosigue, con un tono calmado, raro en ella–. Para poder componer y grabar mejor, la limpieza del cuerpo y la paz son indispensables. Eso es lo que necesito en este tiempo. Por ahí otras personas necesitan tomarse «toooodo». Aunque no quiere decir que lo haya logrado del todo.”

–¿Te sentís una chica del rock, como dice tu canción? –Eso lo dije porque sonaba bien para el tema, no por cancherear. Pero sí, me siento una chica del rock, aunque no es lo que más me importa. Lo que más me importa es esta búsqueda de paz... inalcanzable (risas). Y que se pone cada vez peor. Te das cuenta de

que la fama y el dinero no tienen nada que ver con esa búsqueda de paz. Podés tenerlos, pero yo estoy en otra búsqueda. Ya me hice famosa, vivo de la música, pero me falta algo. –¿Y qué estás haciendo para remediar eso? –Varias disciplinas, como bioenergética, y también me estoy psicoanalizando. No sé si es algo que quiero que sepa la gente. No quiero ser “sincericida”. Fabi no cumple su palabra y deja que su lengua diga todo lo que piensa. Entonces dispara una sucesión de frases que sólo podrían salir de su boca: “Me suelo olvidar de quién soy”, “diría que todo en la vida es parte de un plan perfecto”, “el 9 es mi número de encarnación: soy una servidora pública a través del arte. Cortámela con eso del rockstar. Somos servidores”; “he desarmado bandas enteras por no animarme a decirle a un guitarrista que tocaba mal la guitarra”. Hay más en el universo de una Fabiana tan hiperkinética como ado-

rable. Habrá que resistirse al vendaval Fabi, porque uno podría quedarse dando vueltas sin parar en ese carrusel por varias horas. “Todo lo hago como si fuera el último momento de mi vida. Me autocanso. Ahhhhhhhh”, dice, y se le cree. Fabi es una auténtica hija del rock. En su primer disco, Detectives (1985), compartió canciones con Luis Alberto Spinetta, Charly García y Fito Páez; vivió un suceso de popularidad en los 90 con el tema “Mi enfermedad”, que Andrés Calamaro grabó con Los Rodríguez, y hace dos años volvió a la masividad con Inconsciente colectivo, tributo al rock nacional. “Ese disco me trajo de vuelta a la masividad y no hay problema con ello. A la gente, por ahí, le gusta escuchar las mismas canciones una y otra vez. Eso es un plomo.” –¿Quedaste contenta con el resultado de ese disco? –Nunca hice nada que no me gustara musicalmente. Por eso no estoy en México ni soy Shakira. Dije muchos no en mi vida. Tampoco hice “Mi enfermedad” segunda parte. Así fue que no me pasaron más por la radio. Después vino Afo Verde y me propuso hacer ese tributo. Pensé que era el momento. Ahora hasta puedo hacer una propaganda como Charly García y comprarme finalmente mi casa propia.

“Es un show que los va a sorprender” Para su nueva presentación en el teatro Coliseo, (Marcelo T. de Alvear 1125), el sábado, a las 21.30, la cantante cuenta que está preparando un recital especial. “Por un lado voy hacer todos los temas del disco nuevo y varios de los hits. En total son 27 canciones que tienen que ver con toda mi historia. Como siempre, habrá cosas que los van a sorprender. Preparamos un vestuario especial, una ambientación y una puesta para que la gente pueda tener una sensación visual y auditiva”, dice Cantilo. En el concierto, la cantante desgranará su oficio de performer junto a otros actores. Una disciplina que incorporó, desde los tiempos de las Baby Scuits, donde estaba entre otras la directora de teatro Vivi Tellas. Fabiana recuerda esos primeros años en el rock con cariño. “En ese momento no me importaba nada. Era muy joven y tenía mucho tiempo por delante. Después te das cuenta de que sólo podés vivir el ahora y la experiencia se transforma en un bien que acumulás con la edad. Ahí empezás a disfrutar los años vividos. No tengo 17, pero ¡sabés la data que tengo!”

TEATRO Celebración: la fiesta lo tendrá a Gasalla entre los anfitriones

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Maipo: cien años de brillo y glamour II Continuación de la Pág. 1, Col. 2

vich, Guillermo Fernández, Eleonora Cassano y Hernán Piquín, y se espera la presencia de Les Luthiers.

Un siglo de historia

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La comedia de Mendoza, en La fiesta de casamiento, uno de los espectáculos más sólidos

Aterrizaron 400 teatristas para la fiesta en Formosa Hubo que lidiar con problemas de infraestructura Por Alejandro Cruz Enviado especial FORMOSA.– Por primera vez en veintitrés años, la Fiesta Nacional del Teatro tiene lugar en una provincia del nordeste argentino. Como en otras oportunidades, el desparejo panorama artístico tiene su espejo en la misma realidad provincial. Por eso mismo, el entusiasmo por recibir a unos 400 teatristas de todo el país debe lidiar con problemas de infraestructura y logística para un evento de esta magnitud. Para Formosa, la fiesta que todos los años organiza el Instituto Nacional del Teatro (INT, organismo que invitó a los medios nacionales a concurrir) es uno de lo grandes acontecimientos del año en materia cultural, un área de gobierno que no ocupa un lugar central. Sin ir más lejos, según un estudio comparativo realizado en 2005 por la Universidad de Tres de Febrero, esta provincia es la que menos porcentaje de su presupuesto anual dedica a cultura (apenas un 0,06 por ciento). Claro que, como contracara, hay una cantidad de obras de infraestructura, como el nuevo centro cultural en donde se cena luego de presenciar una chorrera de entre 3 y 4 espectáculos por jornada, que da cuenta de otra realidad. La versión oficial explicará que ese porcentaje tan ínfimo se debe a que la gestión está apoyada, básicamente, en partidas extraordina-

rias que otorga el Ejecutivo local. Hasta comentan que provincias indiscutiblemente ricas –como Santa Fe, Córdoba y la propia ciudad de Buenos Aires– no aportaron el dinero para el traslado de sus elencos hasta esta ciudad del Norte. Sea una lectura u otra, para la inauguración de esta fiesta teatral que comenzó el viernes pasado estuvo el gobernador Guido Insfrán –quien lleva ya su tercer mandato– acompañado por todo su gabinete ministerial. En esta oportunidad, las autoridades decidieron que las entradas para los espectáculos fueran gratuitas. En ese aspecto, el público está respondiendo de la mejor manera con salas que varias veces quedan chicas. Para este encuentro de carácter federal se destinaron cinco espacios. Algunos de ellos están ubicados en una ex zona portuaria que, siguiendo el canon estético establecido por Puerto Madero, se extrapoló aquí y generó un llamativo contraste entre dicha pretensión cool y los deliciosos chipás que se venden en la calle y los típicos productos de origen dudoso que pueblan esta zona fronteriza. Eso sí, para cruzar al Paraguay a metros de esa zona tan “palermitana”, el sector de inmigraciones es de una precariedad, una austeridad en su infraestructura y variedad de elementos bizarros que cualquier artista con ínfulas de vanguardia adoraría hacer una instalación o una performance en ese sitio.

Tratar de hacer una reseña histórica de este teatro, desde el 7 de mayo de 1908, cuando se llamaba Scala (luego bautizado Esmeralda y en 1922, Maipo), es una invitación para cometer omisiones y olvidos que no serían justos. Eran tiempos de actividad cultural, en que esta sala sólo se anticipó unos días a la inauguración de otra más grande que se dedicaría a la lírica: el Teatro Colón, una joya arquitectónica que deberá celebrar su centenario a puertas cerradas, enmudecido por la inoperancia. Era una época en la que ya brillaba El Nacional, su competencia en materia de revistas, inaugurado en 1906 por Jerónimo Podestá, hasta que en 1982 un atentado quemó su sala. Hubo que esperar 17 años para que se reabriera de la mano de Alejandro Romay. También estaba el Avenida, levantado en 1894, que sucumbió en 1979, a causa de un incendio, y revivió para su centenario en 1994. El Liceo, inaugurado en 1872 como El Dorado y, después de ser rebautizado varias veces, en 1918 adoptó el actual nombre. En 1993, fue rescatado de un destino nefasto por Carlos Rottemberg, quien le devolvió todo su esplendor. También estaba el Opera, que nació en 1871 como teatro lírico y luego, en una nueva reconstrucción en 1935 a causa del ensanche de la avenida Corrientes, se dedicó a todos los géneros bajo la iniciativa de Clemente Lococo, y ni qué hablar del Odeón que tuvo el orgullo de ser en 1896, la primera sala en proyectar películas y que ahora –desde los años 90– yace sepultado bajo una playa de estacionamiento en Corrientes y Esmeralda. ¿Por qué es importante celebrar este aniversario del Maipo? Porque en las paredes de los teatros, en cierta forma, está registrada la historia del país, porque son testigos del pasado, porque son un patrimonio cultural de los porteños y porque son joyas arquitectónicas que dibujan el perfil edilicio y cultural de la ciudad. Y, sobre todo, porque guardan la memoria de lo que fue.

FOTOS/ GENTILEZA TEATRO MAIPO

Centenario Las bataclanas, los cómicos y las tiples de los años 20 hicieron brillar la revista porteña, en el escenario del Maipo (arriba), en un principio llamado Scala (izq.), cuando fue inaugurado en 1908, tal como se ve su fachada en la foto

No sólo de los textos que reflejaron y reflejan el drama cotidiano, sino de aquellos monólogos transformados en ácidas miradas de la situación política imperante, que produjeron más de un dolor de cabeza a los gobernantes de turno y llegaron a provocar la intolerancia de la dictadura militar.

Hacedores Quizás algún testigo de aquella época recuerde en el Maipo los punzantes comentarios de Pepe Arias, Florencio Parravicini, que luego retomaron, sólo para mencionar algunos nombres, Dringue Farías, Adolfo Stray y más cercano a nosotros

Tato Bores, quienes dejaron como heredero de la elocuencia crítica a Enrique Pinti. Fueron también estas paredes las que se regodearon con las figuras de las primerísimas vedettes, que ya forman parte del imaginario porteño y cuya lista de nombres sería tan larga casi como los años que cumple el Maipo, pero no se puede dejar de mencionar a Gloria Guzmán, Nélida Roca, Alicia Márquez, Ethel y Gogó Rojo, Nélida Lobato, Zulma Faiad, Moria Casán y etcétera. ¡Qué artista no soñó con subir a este escenario! Tal como lo hicieron Sofía Bozán, Azucena Maizani, Juan Carlos Thorry, Lola Membri-

ves, Marcos Caplán, Pablo Palitos, Tita Merello, Niní Marshall, Carlos Perciavalle, Carlos Gardel, Alicia Vignoli, Charlo, Elena Lucena, Blackie, Tito Lusiardo, Osvaldo Pacheco, Don Pelele, Norma Aleandro, Alfredo Alcón, Julio Bocca, Susana Rinaldi, Sergio Renán. Diana Maggi, Juan Carlos Mareco, Aída Luz, Carlos Calvo, Luisina Brando, Horacio Lavandera y tantos otros que, desde el escenario o desde la platea, se entregaron al espectáculo. Claro que en esta celebración no pueden omitirse los nombres de los propietarios y empresarios que hicieron posible la continuidad de las actividades, en forma indiscriminada, entre la revista, las obras de texto, la danza, los musicales: José Costa (1915), Lombart y Humberto Cairo (1922), Carlos Seguín (1928), Luis César Amadori (1944), Luis Alberto Amadori (1977) y Lino Patalano (1994). Una raza de hombres que, más allá de los vaivenes económicos que se producen por el éxito o el fracaso de las propuestas, ante cada tropiezo vuelven a levantarse para cumplir con el conocido precepto: el espectáculo debe continuar. Y la sala del Maipo cumplió con todas las de la ley durante 100 años. Por eso, “la juzgo tan eterna como el agua y el aire”.