Técnicas de Refinamiento: EL FUEGO COMO MODELADOR DE LOS PASTIZALES Ing. Zoot. Guillermo O. MARTIN (h) Cátedra de Forrajes y Manejo de Pasturas FAZ - UNT
El fuego es una herramienta fácil de implementar, pero de no tan fácil predicción de sus resultados. Desde la antigüedad, ha sido un elemento de modificación del paisaje, sea por acción humana o por acción climática o espontánea. En nuestro caso, lo tomaremos como una acción que podemos emplear, para modelar o cambiar rápidamente la fisonomía de un pastizal o arbustal de uso ganadero. Son variadas las razones por las cuales nos podemos proponer usar el fuego sobre un pastizal; en general, bajo nuestras condiciones, las más frecuentes son remover todo el material foliar muerto de pasturas en estado de latencia inverno - primaveral o frenar una invasión de leñosas arbustivas. En cualquiera de los casos, su empleo exitoso requiere material seco y fino en abundancia y con continuidad espacial. Esto indicaría que es muy pertinente su uso en praderas, sabanas o arbustales densos. A nivel evolutivo, la presencia periódica del fuego determina el incremento en la frecuencia de aparición de especies que se adaptan a él y modifican su estructura, su época de floración, etc. Esto determina que el fuego recurrente es un modelador de la estructura y la diversidad florística del ecosistema. En lo que a nivel de aprovechamiento ganadero se refiere, en nuestra región, el mes de Agosto o la primera quincena de Setiembre son épocas propicias para implementar una quema prescripta (fuego racional controlado) del pastizal. Algunos trabajos al respecto indican que después de esta quema, un pastizal, que generalmente producía entre 3500 y 4000 kgs/FV/ha, origina un pequeño rebrote anticipado a la estación normal de crecimiento, de 700 a 800 kgs/FV/ha. Lo que se busca con este manejo no es la cantidad sino la calidad de ese material, que puede alcanzar un 10 % de Proteína. El rebrote citado se produce porque el suelo después de quemado, queda negro en superficie, lo que lo lleva a comportarse como un “cuerpo negro”; esto significa que durante el día puede subir su T° 4 a 5°C más que el suelo normal (absorsión) y durante la noche disminuir 2 a 3°C más. Las gramíneas C4 aprovechan la mayor T° diurna y el mayor rocío nocturno (por menor temperatura), para crecer a una tasa más rápida que en un suelo no quemado. Este efecto de “cuerpo negro” dura de 20 a 30 días después de la quema. Durante ese período, el suelo tiene gran diferencia de refractancia respecto del suelo normal. Pasado este tiempo, las diferencias se minimizan. Si analizamos el efecto del fuego sobre la vegetación, podemos decir que las especies de zonas húmedas son más tolerantes al fuego que las de zonas secas.
En las sabanas, el fuego se hace por manchones, como resultado de variaciones en las condiciones de viento, topografía, continuidad y densidad del material combustible, etc. Los pastizales de Elionurus (aive) típicos de Sgo. del Estero, Chaco o Santa Fe, se queman todos los años, pero generalmente en parches diferentes cada año. Este efecto tiene que ver con que suele tardarse 2 años o 2 estaciones de crecimiento, recomponer la biomasa combustible necesaria para una buena ignición. La estructura de la vegetación es también otro factor importante en la capacidad de propagación del fuego. Montes o bosques con abras intercaladas de pastizal, en zonas áridas o semiáridas, son muy propensos al quemado pues la ignición se inicia en el pastizal y cuando toma fuerza se introduce al bosque. Selvas tipo Amazonia, con una cubierta vegetal arbórea contínua y clima húmedo, mantienen alta H° ambiental dentro del sistema y poco material combustible seco a nivel del suelo. Esto dificulta la ignición.
•SITUACION EN EL NOA En el NOA, la historia del fuego se remonta a antes de la Conquista, cuando el indígena utilizaba el fuego para comunicarse, cazar, pelear, etc. Esto determinó que grandes áreas de bosque nativo, se transformaran en abras de pastizales. Con la llegada del español y la introducción de ganado en esas áreas abiertas, se interrumpen los fuegos periódicos que mantenían esa condición y comienza la invasión de arbustales al abra. Las especies dominantes: tusca, brea, teatín, talilla, chañar, mistol, etc., conforman arbustales densos (“impenetrables”). Vemos así como la carencia de fuego puede modificar o modelar tanto la estructura de un ecosistema, como su ocurrencia periódica. El fuego también puede usarse como herramienta estratégica para el manejo de áreas de pastizal no quemado. Un ejemplo típico es quemar una superficie determinada de pastizal, producir su rebrote anticipado y colocar allí una mayor carga de ganado durante un cierto tiempo. Esto permite liberar otros potreros, para darles mayor tiempo de descanso y favorecer su rebrote estival normal. El empleo del fuego también tiene efectos sobre el suelo: directos e indirectos. Un efecto directo es la elevación de la temperatura de los 2 o 3 cmts superficiales entre 80 y 200°C, según el tipo de fuego. Si la velocidad de pasaje del fuego es rápida, la microflora del suelo se recupera en pocos días. La velocidad de pasaje o tiempo en que tarde en combustionarse la vegetación en cada mt2 del terreno quemado, depende fundamentalmente, a igual intensidad del fuego y velocidad del viento, de la cantidad, calidad y densidad del material presente. En praderas o pastizales, la fina textura del material deshidratado (no olvidar que la época más propicia suele comprender los meses de Agosto o Setiembre), permite una rápida combustión (segundos o minutos), que impide elevar demasiado la temperatura del suelo. En parcelas de monte, con presencia de ejemplares leñosos (arbóreos o arbustivos) de gran fuste, la combustión de los mismos suele llevar varios días, dando como consecuencia una calcinación total del área de suelo correspondiente. En los troncos quemados, suelen alcanzarse temperaturas cercanas a los 900°C.
Entre los efectos indirectos sobre el suelo están la eliminación de la cubierta vegetal, la reducción de broza en superficie, la deposición de cenizas, la alteración del microclima y la dinámica del agua en superficie, etc. La eliminación de la cubierta vegetal o de broza en superficie, crea mayores problemas en el caso de zonas con pendiente, expuestas a lluvias torrenciales o potreros donde es fundamental la conservación de rastrojo en superficie para siembra directa. La deposición de cenizas, resulta en general en un enriquecimiento de P y K, mientras el C se combustiona totalmente y el N se volatiliza a niveles superiores al 50%. Con referencia a la alteración del microclima, los efectos suelen hacerse evidentes cuando la superficie quemada es de grandes dimensiones (caso de incendios accidentales o espontáneos que afectan toda una región) y la recurrencia es periódica. Esto dificulta la recuperación de la vegetación nativa y fundamentalmente impide el establecimiento de árboles, proceso que se agrava en estos casos, por la inexistencia de ejemplares semilleros cercanos. Con el tiempo, la estructura y diversidad de la vegetación sufren cambios casi irreversibles, lo que provoca alteraciones significativas en la fauna y en el ambiente en general. Debemos tomar conciencia que el uso prescripto o racional del fuego, es una herramienta barata y eficiente a la hora de limpiar campos con objetivos agropecuarios específicos. También debemos saber, que el uso indiscriminado del mismo, puede ocasionar pérdidas económicas y ambientales enormes a los productores y a la sociedad.