Seis señales de una persona regenerada Por J.C. Ryle Usado con permiso 1. Una persona regenerada no tiene el hábito de cometer pecado. Él ya no pecado en su corazón ni en su voluntad, ni en su inclinación, como lo hace una persona no creyente. Seguramente había un tiempo cuando no pensaba en si sus acciones fueran pecado o no, y no se sentía apenado después de cometer algún mal. No había riña entre él y su pecado – eran amigos. Ahora odia el pecado, huye de él, batalla contra él, lo cuenta entre sus plagas más grandes, gime bajo la carga de su presencia, lamenta cuando cae bajo su influencia, y anhela ser librado de él completamente. En una palabra, pecado ya no le complace, ni tampoco es un asunto de indiferencia – ha llegado a ser una cosa abominable que odia. No puede prevenir que viva dentro de él. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos” (1 Juan 1:8) – pero puede decir que lo aborrece profundamente, y el gran deseo de su alma es ya no cometer pecado jamás. No puede prevenir que malos pensamientos entren dentro de su ser, ni que aparezcan faltas, omisiones o defectos, tanto en palabras como en acciones. Él sabe, como dice Santiago, que “todos ofendemos muchas veces” (Santiago 3:2). Pero de buena fe, ante Dios sabe que estas cosas son una pesadumbre diaria y un dolor para él, y que su ser no los aprueba, como lo hace un incrédulo. 2. Una persona regenerada cree que Jesucristo es el único salvador por el cual un alma puede ser perdonada y regenerada; que Jesús es la divina persona designada y ungida por Dios el Padre para este propósito, y aparte de él no hay salvación. En sí mismo no ve nada de valor – pero en Cristo tiene toda la confianza, y confiando en él, cree que sus pecados todos son perdonados y su iniquidades todas borradas. Él cree que por razón de la obra terminada de Cristo en la cruz, él ya es justo ante los ojos de Dios, y puede esperar la muerte y el juicio sin inquietarse. Tal vez tenga sus dudas y temores. Pueda que a veces te diga que no tiene fe. Pero pregúntale si está dispuesto a confiar en cualquier otra cosa o persona además de Cristo, y verás lo que dice. Pregúntale si está confiando en la vida eterna por su propia bondad, o por sus propias reformas, o su oraciones, o mediante su pastor, o sus obras en la iglesia y fuera de la iglesia, y verás lo que contesta. Pregúntale si dejaría, si pondría su confianza en otra manera de salvación. Depende en
lo que diga, que aunque se sienta débil o mal, nunca jamás dejaría a Cristo. Confía en que diría que ha encontrado en Cristo lo más precioso, y que a fuerzas tiene que confiar en él. 3. La persona regenerada es una persona de santidad. Trata de vivir según la voluntad de Dios, a hacer las cosas que le complacen a Dios, a evitar las cosas que Dios odia. Su propósito y deseo de amar a Dios con todo su corazón y alma, con toda su mente y fuerza, y amar a su vecino como a sí mismo. Su deseo es siempre tener la mirada en Cristo tanto como su ejemplo, como su salvador, y mostrarse amigo de Cristo por medio de obedecer sus mandatos. Sin duda no es perfecto. Nadie te dirá eso más rápidamente que él mismo. Gime bajo la carga de la corrupción morador que se le adhiere. Encuentra un principio pecador dentro de su alma, constantemente batallando contra la gracia, y tratando de alejarlo de Dios. Pero no lo consiente, aunque no puede prevenir su presencia. A pesar de todos sus defectos, lo normal de su vida y de sus hechos es santo – sus hechos santos, sus deseos santos sus hábitos santos. A pesar de sus desvíos y los tiempos que se aparta, como un gran barco que va contra el viento, el curso general de su vida va en una dirección – hacia Dios y para Dios. Y aunque a veces se sienta tan bajo que cuestiona si es cristiano, en sus momento más calmados generalmente, con John Newton, “No soy lo que debo ser, ni soy lo que quiero ser, ni soy lo que espero ser en otro mundo – pero tampoco soy lo que una vez era, y por la gracia de Dios, soy lo que soy.” 4. Una persona regenerada tiene un amor especial por todos los discípulos verdaderos de Cristo. Como su Padre en el cielo, ama a todo hombre con una amor genuino – pero tiene un amor especial por los que son de la misma mente que él. Como su Señor y salvador, ama a los peores pecadores, y llora por ellos – pero tiene un amor especial por los que son creyentes. Se siente completamente en casa en su compañía. Nunca se siente más feliz que cuando está con creyentes y los excelentes de la tierra. Otra gente podrá poner valor en el aprendizaje, o en destreza, o en afabilidad, o en riquezas o en rango – en la sociedad que han escogido. Pero la persona regenerada valora la gracia. Los que tienen más gracia, y son más como Cristo, son los que ama más. Siente como si fueran miembros de la misma familia, sus hermanos, sus hermanas, hijos del mismo Padre. Siente como si fueran soldados compañeros peleando bajo el mismo capitán, batallando contra el mismo enemigo. Siente como si fueran compañeros de viaje, viajando por el mismo camino, probados por las mismas dificultades, y pronto listos para descansar con él en el mismo hogar eternal. Los entiende, y ellos le entienden a él. Hay cierta
hermandad espiritual entre ellos. Pueda que sea muy diferente el uno del otro – en rango, en estación, en riqueza. ¿Eso qué importa? Son la gente de Jesucristo. Son los hijos e hijas del Padre. Y no puede dejar de amarlos. 5. Una persona regenerada no deja que la opinión del mundo le rija lo que es bueno y malo. Va contra la corriente de los caminos, las nociones y las costumbres del mundo. Ya no le importa “¿Qué dirán los hombres?” Él vence el amor al mundo. No encuentra placer en las cosas que muchos a su alrededor llaman la felicidad. No puede deleitarse en lo que ellos se deleitan – le cansan; a él parecen ser vanidad, inútiles, indignos de un ser inmortal. Vence el temor al mundo. Está satisfecho con hacer las cosas que muchos a su alrededor piensan innecesarias. Ellos encuentran defectos en él – pero eso no le molesta. Le mofan de él – pero no se da por vencido. Ama los elogios de Dios más que los elogios de hombres. Teme ofender a Dios más que ofender a los hombres. Ha contado en costo. Ha resistido. Es poca cosa para él ahora si se burlan de él o si le elogian. Sus ojos están en el que es invisible. Está resuelto a seguir a Jesús dondequiera que vaya. Puede que sea necesario salir del mundo y separarse. El hombre regenerado no huirá de hacerlo. Dile que no es como otra gente, y que sus creencias no son las creencias de la sociedad en general, y que se está haciendo singular y peculiar – y eso no le molestará. Ya no es siervo de la moda ni de costumbres. Agradar al mundo es una consideración secundaria para él. Su primer objetivo en agradar a Dios. 6. Una persona regenerada vigila cuidadosamente por su propia alma. Trata no solo de mantenerse lejos del pecado – también se aleja de cualquier cosa que lo pueda llevar al pecado. Tiene cuidado de la compañía que guarda. Siente que comunicaciones pecadoras corrupten el corazón, y que la maldad es mucho más contagiosa que lo bueno, igual como una enfermedad contagiosa. Tiene cuidado del uso de su tiempo – su deseo principal en cuanto a su tiempo es usarlo de una manera provechosa. Tiene cuidado de los libros que lee – teme envenenar su mente con lectura mala. Es cuidadoso de las amistades que forma – no es suficiente que la gente sea bondadosa o amable o afable – todo eso es bueno – pero ¿le harán bien a su alma? Tiene cuidado de sus hábitos y su comportamiento diario – trata de recordar si su corazón es engañoso, recuerda que el mundo está lleno de maldad, y que el diablo siempre está obrando para hacerle daño, entonces tiene que estar siempre alerta. Desea vivir como un soldado en el país del enemigo, a llevar su armadura continuamente, y a estar siempre preparado para la tentación.
Encuentra por experiencia que su alma siempre está entre enemigos, y procura siempre estar alerta, humilde y en oración. Lector, te doy estas señales. ¿Qué diría el apóstol de ti? ¿Eres nacido de Dios?
Compuesto por citas célebres de J.C. Ryle.