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EXTERIOR
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Miércoles 23 de marzo de 2011
Crisis en el mundo árabe | Se extienden los combates
Recupera Khadafy la iniciativa militar Atacó varias ciudades en el oeste de Libia en manos rebeldes y dejó 40 muertos en Misurata; intensas negociaciones entre los aliados TRIPOLI.– Después de sufrir tres días de fuertes bombardeos, las fuerzas leales al dictador libio, Muammar Khadafy, retomaron ayer la iniciativa y lanzaron nuevos ataques contra los insurgentes en varias ciudades del oeste del país, mientras los aliados (Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña) intentaban acercar posiciones sobre el futuro comando de la operación militar en el país nordafricano. Las fuerzas khadafistas bombardearon la ciudad de Yefren, donde destruyeron varias viviendas y mezquitas, e intentaron entrar en Zintan, 160 kilómetros al este de Trípoli, empleando artillería pesada. También usaron tanques para atacar Misurata, donde dejaron por lo menos 40 muertos, entre ellos cuatro chicos. Mientras seguían las discusiones entre los aliados, Estados Unidos perdió ayer su primer avión de combate en territorio libio. Los dos pilotos del caza F-15E Strike Eagle, que se accidentó por un problema técnico en una zona deshabitada cerca de Benghazi, pudieron eyectarse y están a salvo, informó el Pentágono. Ambos están bien y sólo sufrieron heridas leves, dijeron las fuentes. Uno de los pilotos fue rescatado por los rebeldes y otro fue recogido por un avión de búsqueda y rescate de la marina norteamericana, añadieron. Alentado por los avances de sus fuerzas, Khadafy apareció anoche en su complejo residencial de Bab el-Aziziya, en Trípoli, que el domingo pasado fue impactado por un misil disparado por la coalición. “Al final saldremos victoriosos –dijo, eufórico, el dictador–. Las masas serán más fuertes que las defensas antiaéreas.” El líder libio se dirigió a un grupo de seguidores que formaban un escudo humano para protegerlo. En tanto, los rebeldes se esforzaban ayer por capitalizar los ataques aliados contra tanques y defensas aéreas libias. Sin embargo, seguían estancados en el Este, rodeados por fuerzas khadafistas. Mientras tanto, desde El Salvador, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, habló por teléfono con su par francés, Nicolas Sarkozy, y con el premier británico, David Cameron, quienes afirmaron estar “de acuerdo en que la OTAN debe cumplir un papel clave en la estructura de comando” de las operaciones militares en Libia, según dijo un vocero de la Casa Blanca. De este modo, parecían reducirse anoche las diferencias entre los tres países en torno del futuro de la operación militar, bautizada Odisea del Amanecer, que surgieron luego de que la Casa Blanca anunciara su intención de pasar el comando de la operación a la OTAN en los próximos días. Con el traspaso de mando, Washington busca evitar quedar en el centro de las críticas, tal como sucedió tras la invasión de Irak en 2003, en momentos en que el régimen libio insiste en que la incursión aliada está ocasionando víctimas civiles en lugar de evitarlas. El traspaso a la OTAN es rechazado por Francia con el argumento de que Turquía y los países árabes no ven con buenos ojos la intervención de la alianza atlántica en Libia. “Turquía nunca apuntará un arma al pueblo libio”, dijo el premier turco, Recep Tayyip Erdogan, al justificar el bloqueo de su país a un liderazgo de la OTAN en la operación aliada. En una muestra de que la crisis humanitaria se agravará en breve (ya huyeron del país unas 320.000 personas), la ONU advirtió ayer que los precios de los alimentos básicos se duplicaron, mientras el 95% de los negocios de Zawiya, Misurata y Sirte siguen cerrados. “La situación aquí es muy grave”, dijo un residente de Misurata, y añadió que los enfrentamientos de los dos últimos días han dejado cientos de heridos. Por otra parte, los aliados ampliaron la zona de exclusión aérea creada para que el régimen libio no pueda valerse de su supremacía aérea para bombardear civiles, mediante disparos de una veintena de misiles Tomahawk, según declaró el almirante norteamericano Samuel J. Locklear. Añadió que ya suman 161 los Tomahawks disparados contra objetivos libios. La aviación internacional también golpeó dos bases navales cerca de Trípoli, donde se oyeron intensos disparos de las baterías antiaéreas.
Agencias DPA, Reuters y AP
Un grupo de rebeldes intenta cubrirse en medio de los intensos ataques de las fuerzas de Khadafy, cerca de Ajdabiya AFP
Duelo y lágrimas en el ¿Una rebelión democrática bastión de los insurgentes o una guerra entre tribus? Hospitales y morgues de Benghazi están colapsados por el alto número de bajas entre los rebeldes y la falta de medios MAYTE CARRASCO PARA LA NACION BENGHAZI.– El pequeño Mohammed Asma, de seis años, es el centro de atención en la unidad de cuidados intensivos del hospital Jala, de Benghazi. Se quedó huérfano el sábado al intentar huir con su familia cuando se encontraron con el avance de las tropas de Khadafy en pleno centro de la ciudad. Dispararon contra los civiles sin piedad. Su padre murió el sábado en la cama de al lado y su madre yace en una situación de coma inducido en la esquina de la sala, lejos de donde Mohammed se recupera de las heridas en la espalda. Entre los enfermos, un combatiente está en coma cerebral y otro, con el rostro totalmente quemado, nos llama insistentemente para hacer declaraciones. “No es ni siquiera un diablo, es algo más. Yo he matado a muchos de los suyos, con disparos, y por otros medios, sí”, afirmaa entre lágrimas. En la morgue, colapsada por los cadáveres, algunos yacen en el suelo metidos en bolsas de paño verde. Algunos familiares se empeñan en abrirlas y mostrar a la prensa los cuerpos alcanzados por los tanques del régimen. “¡Miren, miren bien lo que nos hace Khadafy, no es un humano!”, gritaba uno de ellos, obligando a las cámaras a grabar de cerca. Según el responsable de la morgue, con capacidad para sólo 14 cuerpos, unas 300 personas han pasado por sus frigoríficos en la última semana, muchas de ellas cadáveres con las manos atadas que procedían de la ciudad de Ajdabiya. Los heridos llegan aquí por decenas en los últimos días, desde Ajdabiya o incluso desde Brega, de donde las ambulancias trasladaron ayer a una veintena de combatientes. Llegaban tan malheridos que murieron todos, según fuentes del hospital. En el cementerio de la ciudad el estacionamiento estaba ayer a rebosar. En el interior se oían continuos disparos, tradición en Libia cuando finaliza el entierro de un rebelde fallecido en los combates. Los boyscouts participaban como voluntarios cavando a toda velocidad precarias tumbas en fila india, separadas por ladrillos grises. Los rebeldes se entierran de cuatro en cuatro, y ayer las camionetas del cementerio hacían cola para poder llegar hasta donde se congregaban los familiares, todos hombres y en su mayoría compañeros de armas. Las mujeres no pueden participar en el sepelio junto con ellos. Tras sellar la tumba con cemento, lanzaban gritos de alabanza a Alá, mientras un rebelde con un ostentoso sticker del Che Guevara en la solapa lloraba desconsolado,
abrazado por varios amigos. “¡Ganaremos esta guerra, la ganaremos! Dejaremos aquí a nuestros hermanos y a nuestros hijos, pero tenemos que conseguir la victoria”, dijo a LA NACION un miembro de la Cruz Roja tunecina visiblemente afectado.
Combates en Ajdabiya Mientras los familiares lloran a sus muertos, los combates no cesan en el frente este.En Ajdabiya, 150 kilómetros al sur de Benghazi, las tropas del régimen tienen un férreo control del acceso, aunque los rebeldes mantienen la ambigüedad informativa de estos días. Afirman que la ciudad está parcialmente liberada, que el centro está tomado por los rebeldes, pero que las tropas pro Khadafy controlan los accesos sur y este de la ciudad, tal como afirmó ayer el coronel desertor del ejército libio Ahmed Omar Bani en una conferencia de prensa. Según el coronel, el 80% de los soldados enemigos han sido ya neutralizados en esa zona y sólo quedarían una decena de tanques, aislados y sin posibilidad de poder obtener munición ni comunicarse con los suyos en otros puntos del país. Los responsables del Consejo Nacional Libio, autoridad provisional que gobierna el territorio sublevado en el este del país, anunciaron que hoy exhibirán ante la prensa en Benghazi a los 150 miembros de las tropas de Khadafy que fueron capturados en los últimos días “por la juventud rebelde”, en palabras de Omar Bani. La capital rebelde recupera poco a poco la normalidad, aunque muchos comercios continúan cerrados y apenas hay movimiento cuando cae la noche, el momento de mayor peligro, en el que las fuerzas leales al régimen pueden deambular por la ciudad y realizar asesinatos selectivos contra las fuerzas del gobierno revolucionario o los civiles que se atrevan a transitar por las calles cuando cae el sol. Entre combate y combate, a algunos ciudadanos de la zona próxima a Benghazi todavía les dio tiempo a acercarse a fotografiar los restos del avión F-15 de la fuerza aérea norteamericana que perdió el control y cayó ayer unos 50 kilómetros al este de la capital rebelde. Los dos pilotos pudieron saltar antes de que se estrellara la nave (ver aparte). El avión todavía humeaba cuando varios curiosos llegados de los alrededores inmortalizaron la dramática escena con sus mujeres y chicos entre los escombros. Los intrépidos fotógrafos cometieron incluso la imprudencia de mover algunos proyectiles y transportarlos de un lado a otro para mejorar el fondo de la foto, según relataron algunos testigos en la zona del siniestro.
El levantamiento en Libia tiene marcadas diferencias con el de Egipto y el de Túnez; las dudas sobre los opositores DAVID D. KIRKPATRICK THE NEW YORK TIMES TRIPOLI.– La pregunta ha sobrevolado la rebelión en Libia desde el momento en que el primer comandante de un tanque desertó para unirse a los rebeldes que protestaban en las calles de Benghazi: ¿la batalla de Libia es la brutal represión de un dictador contra sus opositores partidarios de la democracia o se trata de una guerra civil entre tribus? La respuesta podría determinar el curso tanto de la rebelión en Libia como del resultado de la intervención occidental. La cadena de acontecimientos preferida por Occidente sería que los ataques aéreos permitieran a los rebeldes reunirse con los residentes todavía pasivos de la región oeste, con la consigna básica de una revolución democrática que logre derrocar a Muammar Khadafy. El líder libio, sin embargo, ha anticipado todo lo contrario: que la revuelta es una guerra tribal entre el Este y el Oeste, que concluirá con su victoria o con un largo período de caos. “Es una pregunta extremadamente importante y casi imposible de responder”, dijo Paul Sullivan, politólogo de la Universidad de Georgetown. “Cuando Khadafy se vaya, podríamos llevarnos una gran sorpresa al ver con quién tenemos que lidiar”, agregó. Hasta el momento, el comportamiento del incipiente gobierno de Benghazi ofrece muy pocas pistas de la idiosincrasia de los rebeldes. El consejo de gobierno está compuesto por profesionales laicos –abogados, académicos, empresarios– que hablan de democracia, transparencia, derechos humanos y el imperio de la ley. Pero su compromiso con esos principios recién ahora está siendo puesto a prueba, cuando deben enfrentarse al fantasma de potenciales espías de Khadafy entre sus mismas filas, ya sea aplicando la despiadada justicia tribal o procesos legales más mesurados. Al igual que el gobierno de Khadafy, el consejo rebelde está plagado de lazos familiares. Y al igual que los jefes de los medios de comunicación oficiales de Libia, los rebeldes no manifiestan ningún apego a la verdad a la hora de hacer propaganda, adjudicándose inexistentes victorias en el campo de batalla, asegurando que seguían luchando en ciertas ciudades muchos días después de que hubiesen caído en manos de Khadafy y exagerando hasta lo impensable la barbarie del líder libio. Los que dudan del compromiso de los rebeldes con la democracia apuntan a la corta y brutal historia libia. Hasta la revolución encabezada por Khadafy en 1969, Libia difícilmente podía ser considerada una nación, dividida como estaba, bajo el antiguo rey, en tres provincias separadas, cada una con sus tribus de pastores rurales seminómadas. Aunque Khadafy trabajó duramente para
forjar un Estado único con esas provincias, hizo poco por apaciguar esa cultura de la violencia, entre otras cosas, ordenando a sus comités revolucionarios que dispararan sobre los “descarriados” de la revolución y colgando en público a sus opositores políticos. Los historiadores aseguran además que Khadafy siempre ha intentado capitalizar la beligerante cultura de las tribus, por ejemplo, suministrándoles armas. El contraste con la situación en los países vecinos de Libia, como Túnez y Egipto, es notable. En Egipto, los jóvenes líderes de la revolución estaban tan comprometidos con la no violencia que, en medio de un diluvio de piedras lanzadas contra las fuerzas leales al gobierno, dos jóvenes declararon que sentían que ya habían perdido, simplemente por haber tenido que recurrir a la violencia. Khadafy tampoco hizo mucho más que maquillar las viejas animosidades que se cocinan entre las tribus desde hace mucho tiempo. La región oriental siempre ha sido un semillero de opositores al coronel, en parte porque las tribus de ese lugar habían disfrutado del favoritismo del rey Idriss I, a quien Khadafy derrocó, mientras que el coronel privilegió a las tribus de la costa central y occidental.
La generación Saif Pero el legado de esas rivalidades tribales en Libia podría estar desvaneciéndose, en parte gracias a los enormes cambios que, a su manera, Khadafy ayudó a concretar. Al llegar al poder justo antes del “boom” del petróleo, destinó la nueva riqueza a construir escuelas, hospitales y otros beneficios para la población libia, hundida en la pobreza más extrema. Paulatinamente, Libia se convirtió en un país urbano, con el 85% de la población abroquelada en torno a los dos principales centro urbanos, Trípoli y Benghazi. Aunque muchos de los que se trasladaron en masa a las ciudades siguieron identificándose con sus tribus de origen, ahora viven mezclados. Es más, después de intentar por un tiempo bloquear toda influencia externa, Khadafy se dio cuenta de que la prosperidad dependía en parte de las lecciones llegadas del extranjero. El resultado podría llamarse la generación Saif, un grupo de ricos jóvenes libios educados en el exterior y que hablan inglés, como su hijo Saif al-Islam Khadafy. Para que la actual rebelión demuestre que implica una verdadera diferencia con el régimen anterior, deberá trascender el telón de fondo de rivalidades tribales, comenzando por la prueba de lograr más apoyo del oeste del país. A eso está apostando Occidente, a que el disparador de la revuelta haya sido un sincero impulso democratizador.
Traducción de Jaime Arrambide
EDICION DEL 23 DE MARZO DE 2011 INDICE 1 Primera
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EDITORIALES
EN
Libia: proteger a los civiles inocentes. Es inaceptable que el improvisado canciller Timerman afirme que no se habían agotado todas las instancias diplomáticas. Pág. 16
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