POR UN PELOTAZO

Había una vez un príncipe a quien le gustaba mucho una princesa. La princesa se llamaba Dulcinea, le encantaba jugar al fútbol y escuchar música. También le gustaba ir los fines de semana a la discoteca y bailar hasta acabar agotada. Pepe, que era el nombre del príncipe, estaba muy enamorado de Dulcinea, pero ella solo pensaba en jugar al fútbol. Una mañana, mientras jugaban un partido, la princesa le dio un pelotazo sin querer al príncipe. Dulcinea fue a pedirle disculpas. Aprovechando la ocasión, el príncipe la invitó a cenar en un restaurante chino. Ella aceptó la invitación y después fueron a bailar. Decidieron quedar al día siguiente para jugar un partido de fútbol. Vieron que tenían muchas cosas en común. Fueron al cine, a pasear, al autochoques, a la feria, hicieron el amor... Pepe quería mucho a Dulcinea y le declaró su amor. Ella también le dijo que lo amaba. Fueron felices y comieron perdices.