Planos contrapuestos

3 abr. 2010 - tradición se apoya Adriana Bustos (Bahía Blanca,. 1965, vive en Córdoba) ... disfrutan resolviendo palabras cruzadas y sudokus. La mayoría ...
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GEORGIOS KEFALAS/EPA/CORBIS

adnHOLZER (Gallipolis, Ohio, 1950) Artista conceptual estadounidense, ganó el León de Oro en la Bienal de Venecia de 1990. En los inicios de su carrera se dedicó a la abstracción. Comenzó a trabajar con textos provocativos en espacios públicos después de mudarse a Nueva York, en 1977. Allí llegó a usar como soporte la pantalla gigante de Times Square. En los años 80 se hizo conocida por sus referencias al feminismo, aunque también aborda temas como el poder y la guerra. En 2000 expuso en Buenos Aires, invitada por Fundación Proa

FICHA. Jenny Holzer en el Centro Baltic de Arte Contemporáneo (www.balticmill.com), Londres, hasta el 16 de mayo

do intento de ser ingenioso, se dedicaba a la política estudiantil. Es el tipo de comparaciones odiosas a las que uno se expone cuando se topa al azar con las formas artísticas de otra gente. Cosa extraña, estos mismos aforismos pesados, de una serie de Holzer titulada Trivialidades, puede leerse una vez más en Baltic, pero de una forma muy diferente. En estos tiempos trabaja sobre todo con pantallas LED de aspecto costoso, que hacen que sus frases concisas en movimiento continuo recorran a toda velocidad la galería en flujos computacionales, a intervalos precisos. Si Holzer renuncia alguna vez al arte textual, podría ser una brillante operadora de las pantallas electrónicas que anuncian los trenes en los ferrocarriles japoneses. La muestra da la sensación de ser la obra de una obsesiva controladora de tráfico de palabras. Un alfabeto destellante, que trepa la pared en espiral, crea una vertiginosa torre de frases veloces. Otro lanza interminables estallidos de palabrerío digital por el suelo, como los rastreadores que lanza un artillero desde la cola de una nave especial. A su paso, las frases bañan la galería con reflejos electrónicos brumosos y misteriosos. ¿Quién no se deja cautivar por las luces de colores? La muestra también funciona bastante bien como provocación conceptual. Hace trabajar las partes del cerebro que disfrutan resolviendo palabras cruzadas y sudokus. La mayoría de los visitantes de esta muestra en continuo cambio, al igual que yo, pasará gran parte de su tiempo tratando de asir lo inasible, al paso de los textos a velocidad de Fórmula Uno. Pero la gran falla está en las palabras mismas. Que a mis oídos prejuiciados no suenan bien. No son lo suficientemente ingeniosas. Ni suficientemente sabias. Ni suficientemente graciosas. Ni suficientemente serias. Ni suficientemente nada. “Amenazar a alguien sexualmente

es un acto horrible”, dice una frase por allí. “Los hombres no son monógamos por naturaleza”, insiste por allá. “El Estado es una carga para el pueblo”, concluye tediosamente. Sólo un artista textual podría imaginar que cualquiera de esas frases constituye un buen uso de las palabras. Holzer empezó por componer sus propios aforismos. Para ser justos con ella, su ambición inicial fue llenar la galería con una ruidosa multitud de pensamientos diferentes. No se suponía que escucháramos una sola voz, sino muchas. “El dinero crea el gusto”, escupió su oligarca ruso interior. “La propiedad privada crea el crimen”, contestó su Karl Marx interior. Esta muestra logra su mejor efecto cuando la cacofonía de opiniones encontradas lo tironea a uno en distintas direcciones, lo que hace imposible saber qué es lo que Holzer piensa realmente. Pero se queda sin impulso cuando comienza a recurrir a las palabras de otros, en vez de escribir las suyas propias. La segunda mitad de la muestra está llena de fragmentos de textos encontrados en informes del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre la guerra de Irak, o conversaciones transcriptas de Abu Ghraib y cosas por el estilo. La precisión electrónica, que convierte a sus aforismos de obras anteriores en algo sorprendente, rebaja el carácter siniestro de estos tramos oscuros de discurso oficial y los hace aún más aburridos. En los peores momentos de la muestra, Holzer vuelve a la pintura, y en un conjunto de telas horriblemente inertes reproduce los rectángulos negros con los que los censores del gobierno han cubierto los documentos estadounidenses que se refieren a la guerra de Irak. Es algo inesperado, pero el resultado es estruendosamente obvio. Así como es mejor dejar las buenas palabras a los buenos escritores, es mejor dejar el periodismo político a los periodistas políticos.

GENTILEZA C. C. RECOLETA

VARIACIONES. El arte textual de Jenny Holzer (izq.) tuvo diferentes soportes: desde papeles, stickers y remeras hasta carteles en la vía pública y las pantallas LED, que conforman llamativas instalaciones como Purple en el Centro Baltic, en Londres (arriba)

ADRIANA BUSTOS. Jackie y la ilusión de Fátima

Planos contrapuestos POR DELFINA HELGUERA Para La Nacion - Buenos Aires, 2010

E

ra una práctica corriente a fines del siglo XIX que los fotógrafos que tomaban retratos colocaran a sus clientes frente a un telón pintado que, como un trompe l ‘oeil, simulaba un paisaje. En esta tradición se apoya Adriana Bustos (Bahía Blanca, 1965, vive en Córdoba) en su muestra retrospectiva Mulas y caballos en el Centro Cultural Recoleta, curada por Eva Grinstein. Hay dos instancias distintas, como señala el título, aunque unidas. En un caso los retratados son los caballos: comunes, flacos, exhaustos, compañeros insustituibles de los cartoneros que recorren la ciudad de Córdoba. Estos caballos posan frente a “cerritos”, telones pintados que aluden a un famoso pintor cordobés del siglo pasado de apellido Cerrito, donde adivinamos las sierras. La confrontación entre lo artificial del fondo y la cruda realidad del animal produce una sensación inquietante, sostenida por un video que muestra al animal estático. Es una ida y vuelta entre planos contrapuestos que Bustos maneja con soltura: pintura y fotografía, campo y ciudad, retrato y paisaje, arte cortesano europeo y arte popular cordobés. La serie Retratos evoca las clásicas pinturas de caballos de pura sangre, esta vez sin pedigrí. Se llaman Moro, Nena, Rosario, y son las herramientas de trabajo de los recolectores de basura. Primavera se llama la yegua que lleva la cámara en la cabeza y es el título del video, proyectado en grandes dimensiones, que nos permite seguir el derrotero de un cartonero durante la noche. Las mulas, la otra parte del título, fueron animales funcionales al transporte de carga durante la conquista española y la época colonial. Bustos explora la historia de las mulas en América del Sur y traza un paralelismo con las mulas contemporáneas: mujeres usadas como correo, víctimas de las redes del narcotráfico a las que entrevistó en la cárcel. Las retrata de espaldas a la cámara y lo que vemos en el fondo es un telón que la artista pintó con los sueños de cada una: tener una peluquería, operar al hijo, viajar como mochilera. El contraste entre lo real y la ilusión, acentuado por el juego entre la retratada y el telón pintado, sacude al espectador. En contra del prejuicio que agrupa a pintores por un lado y fotógrafos por otro, Bustos utiliza dibujos, objetos, fotografía y video con igual pericia para abordar los temas que la apasionan. © LA NACION

FICHA. Mulas y caballos, dibujos, objetos, fotografía y video de Adriana Bustos, en el C. C. Recoleta (Junín 1930) hasta el 11 de abril

© The Sunday Times y LA NACION [Traducción de Gabriel Zadunaisky]

Sábado 3 de abril de 2010 | adn | 25