Nisman impartió órdenes sobre la causa AMIA hasta

dirige Alejandra Gils Carbó, descon- fían de Lagomarsino y cuentan que la UFI-AMIA ya .... Rubén Benítez, el de más confianza con él. Lo invitó a entrar en.
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POLÍTICA | 7

| Domingo 1º De febrero De 2015

POLÍtica

Domingo 18 de enero

Edición de hoy a cargo de Francisco Seminario www.lanacion.com/politica | @politica_LN | Facebook.com/lanacion [email protected] Día 14

Últimas horas Se sabe muy poco de las últimas 24 horas del fiscal y nada de lo ocurrido entre las 20 del sábado 17 y el momento de su muerte, al día siguiente; los nuevos datos que aportan las declaraciones de testigos abonan la idea de que trabajaba sin pausa en su denuncia y, también, que no se sentía seguro

La muerte deL fiscaL | nuevas revelaciones sobre el final

Nisman impartió órdenes sobre la causa AMIA hasta horas antes de morir Hasta el sábado 17 encargó a su gente tareas para la semana siguiente; trabajó sin pausa en la presentación de la denuncia a la Presidenta; era hiperkinético, celoso del secreto de sus datos y manejaba sin intermediarios la relación con los espías Viene de tapa

Quienes trabajaron con él coinciden en el perfil del fiscal. Nisman era hiperkinético, obsesivo, celoso de su trabajo y distante con sus empleados. El último fin de semana había estado trabajando full-time en la presentación del lunes 19, cuando debía ir al Congreso a exponer la denuncia contra la presidenta Cristina Kirchner y su canciller, Héctor Timerman, a quienes acababa de acusar de haber desviado el curso de la investigación por el atentado, causa de la que él era fiscal, para favorecer a los iraníes que estaban comprometidos. En la planta de la fiscalía nadie dijo haber escuchado de Nisman que tuviera miedo o que hubiera recibido nuevas amenazas en los últimos días. Sí lo dijo Diego Lagomarsino, el experto informático que le dio el arma con la que el fiscal apareció muerto. Pero Lagomarsino era un contratado externo. Con la gente de planta Nisman no tenía tanta confianza, explicó un funcionario que conoce la Unidad. Nisman está muy lejos del prototipo del fiscal. Su método particular

de trabajo incluía muchos días en los que no iba a la fiscalía y montaba su oficina en Puerto Madero. Estaba conectado todo el tiempo y pedía cosas a cualquier hora, incluso los fines de semana. Los mensajes de despedida de sus hijas lo ratifican. Hablaban de una vida dedicada al trabajo. Otra característica de su método era que centralizaba él toda la información y se cuidaba mucho de que nada se filtrara. Para eso, dividía las tareas sin darle demasiados detalles a nadie. En el caso de la denuncia contra la Presidenta, sólo un pequeño grupo de colaboradores tenía acceso a todas las pruebas y sabía a quién apuntaba el caso. Los demás trabajaban en medidas concretas –por ejemplo, con las escuchas– a ciegas del mapa total. Fue su grupo más cercano el que ratificó ante la Justicia que Nisman llevaba muchos meses trabajando en su denuncia y que la tenía casi lista cuando se fue a Europa de vacaciones. Muy cerca de partir, el 31 de diciembre el fiscal cambió la fecha de regreso a Buenos Aires. Ya no volvería el 19, sino el 12 de enero. Esto sólo se lo informó de antema-

no a un funcionario de su equipo. Esos primeros días de la feria en la Unidad siguieron trabajando en la denuncia, con indicaciones que recibían del fiscal, pero sin que él les comunicara expresamente que iba a presentarla tan pronto volviera. Tras la muerte de Nisman, la Presidenta sugirió que no había sido él el verdadero autor de esta denuncia, sino que la había recibido ya escrita por una tercera persona cuando volvió de Europa. Deslizó además que ese autor fantasma habría sido el ex agente de la SIDE Antonio Stiusso. Nisman nunca negó su relación con el espía. En una de sus últimas entrevistas dijo que se lo había presentado Néstor Kirchner como la persona que más sabía de la causa AMIA. Dijo que era un “excelente profesional” y relató: “Stiusso me presentaba muchas cosas, pero yo sólo validaba lo que le podía validar jurídicamente”. Su vínculo con Stiusso era otra de las cosas que Nisman mantenía fuera de la órbita de la fiscalía. En su equipo de trabajo, Nisman no tenía una secretaria privada, como cualquier magistrado, sino un grupo de cuatro que cubría ese tra-

bajo. Nadie sabía todo y había cosas de las que se ocupaba sólo él, sin que ninguna secretaria participara. La semana pasada, la fiscal que investiga la muerte pidió que le enviaran todas las agendas de esas secretarias y ya las tiene en su poder. Otra rareza eran los “contratados” que tenía Nisman, que no iban casi nunca a la Unidad y solían reunirse con él en su departamento de Puerto Madero. Uno de ellos es Lagomarsino, un personaje al que el Gobierno acusó de estar ligado en las sombras con servicios de inteligencia. Es una pieza clave de esta historia. Además del dueño del arma, es el último que lo vio con vida de los actores conocidos en el caso. En una entrevista con The Guardian, Lagomarsino dijo ayer: “Le pregunté: «¿Cuándo voy a verte?». Él me contestó: «Después del lunes»”. También en la Procuración, que dirige Alejandra Gils Carbó, desconfían de Lagomarsino y cuentan que la UFI-AMIA ya tenía dos especialistas que se dedicaban exclusivamente a los asuntos informáticos. Nisman, con más de 40 personas a su cargo, tenía un gran poder. “La

Unidad era como una procuración general específica para una sola causa”, la describió un fiscal federal. Tiene un presupuesto anual millonario que Nisman administraba. Eso le daba la posibilidad de contratar a su gente. En igual situación que Lagomarsino había otra persona: el abogado Claudio Rabinovich, que era una suerte de consultor con quien Nisman discutía las presentaciones más sensibles, informó un funcionario con acceso a la causa. Los dos iban muy rara vez a la fiscalía. Rabinovich ya declaró en el expediente. Dijo que estuvo el viernes en el departamento de Nisman y que se encontró a una chica “de rulos” de la fiscalía. Ella es Castro. Del cruce de las declaraciones surge que coincidieron unos minutos en el departamento. Ella llegó primero y cuando se fue, Rabinovich seguía allí. El sábado, Castro volvió a reunir notas y apuntes que Nisman le había pedido. Todos sus últimos diálogos fueron sobre la presentación del lunes; pero además él le adelantó algunas tareas que esperaba que ella hiciera en la semana. Esta vez, Castro le mandó los papeles a través de dos

custodios del fiscal que él envió a la casa de ella a buscarlos. Todo indica que uno de esos policías que ofició de cadete es el que Lagomarsino dice haber visto en el ascensor el mismo sábado, cerca de las 20, cuando fue a llevarle el arma al fiscal. La relación de Nisman con los custodios también era particular; según ellos, por el carácter del fiscal, temían dar pasos en falso. Nisman le había advertido al jefe de estos agentes, el comisario Eduardo Soto, que quería ser él quien organizara los movimientos y horarios de los policías que tenía asignados, y se había negado a que ellos les reportaran a sus superiores lo que hacía. Soto lo declaró ante Asuntos Internos. Si algo pasaba, tenían indicación de llamar a una de las secretarias de Nisman. Así lo hicieron el domingo, cuando el fiscal no atendía y ya no parecía posible que no los escuchara. Con el paso de las horas, cada vez eran más los empleados que se sumaban a una cadena de llamadas desesperadas. De la hiperactividad, al silencio total. Cuando lo encontraron, tirado en el baño, Nisman llevaba varias horas muerto.ß

Las últimas 48 horas El viernes mantuvo reuniones en su casa para trabajar en la presentación de su denuncia ante el Congreso; el sábado, a las 20, recibió su última visita conocida

VierneS Almuerzo Al mediodía Nisman almorzó sushi en el restaurante Itamae, en Puerto Madero, de donde era cliente y sabía que era poco concurrido; eligió una mesa escondida

Visita de secretaria Soledad Castro, una de las secretarias de la fiscalía, fue al departamento de Nisman cerca de las 14 y le llevó papeles que necesitaba para el lunes; estuvo unos minutos

Otro empleado Mientras la secretaria estaba en la casa, llegó el abogado Claudio Rabinovich, un empleado contratado por el fiscal, pero que no cumplía tareas en la oficina de la fiscalía, y se quedó con Nisman

Cortina cerrada Trabajó en la presentación de su denuncia que tenía prevista para el lunes con las cortinas cerradas. De a ratos apagaba el teléfono para poder concentrarse

Llamadas Recibió durante todo el día decenas de llamadas, según contaron las personas que estuvieron con él el viernes

Oferta de otro fiscal El viernes después de haber trabajado con sus empleados, Nisman recibió una llamada de su colega Carlos Stornelli, que le ofreció su ayuda para resguardar documentación de su denuncia

Primera llamada A las 16.25, Diego Lagomarsino, según su declaración, recibió una llamada del fiscal, en la que le pidió que fuera a su departamento de Puerto Madero. Una vez que llegó, Nisman le preguntó si tenía un arma

Comunicaciones Durante la tarde, Nisman intercambió mensajes de texto y WhatsApp y habló por teléfono con distintos periodistas y con la diputada nacional Patricia Bullrich

La última foto A las 18.27, el vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolff, recibió un mensaje de WhatsApp que le envió Nisman con una imagen en la que aparecen los papeles en los que el fiscal estaba trabajando para su presentación en el Congreso

Segunda llamada A las 19.02, cuando Lagomarsino ya estaba en su casa, volvió a recibir una llamada de Nisman. El fiscal, según el imputado, le preguntó: “¿Encontraste eso?” [por el arma]

Última visita Cerca de las 20, Lagormasino volvió al complejo Le Parc para entregarle la pistola calibre 22 a Nisman. Sostuvo que en el ascensor de servicio se encontró con uno de los custodios de Nisman, al que el fiscal le entregó un sobre

Sábado Custodios El sábado por la mañana Nisman llamó a uno de los policías que tenía asignados para su protección, Rubén Benítez, el de más confianza con él. Lo invitó a entrar en su departamento y le pidió asesoramiento para comprarse un arma

Lagomarsino criticó al Gobierno: “Yo era todo lo que tenían y se aprovecharon de mi silencio” El dueño del arma se lo dijo al diario inglés The Guardian; “Empecé a sentir miedo”, agregó Diego Lagomarsino, el dueño del arma hallada junto al cadáver de Alberto Nisman, le respondió por primera vez al Gobierno a raíz de los reiterados intentos de la presidenta Cristina Kirchner de responsabilizarlo por la muerte del fiscal de la causa AMIA. En una entrevista con el diario británico The Guardian, sugirió que se había decidido a hablar en público en los últimos días porque sentía que lo estaban usando como un chivo expiatorio. “Yo era todo lo que tenían y se

aprovecharon de mi silencio –declaró–. Llegó un punto en el que empecé a sentir miedo. La gente está diciendo cosas de mí que no son ciertas.” Dijo además que Nisman “no tenía miedo de terroristas; tenía miedo de que algún fanático pudiera atacar su auto con palos mientras estuviera manejando con sus hijas”. Reiteró que le había contado su desconfianza con la custodia que debía protegerlo. Lagomarsino se presentó el miércoles pasado después de que la fiscal Viviana Fein lo imputara por haberle entregado una Bersa calibre 22 de su propiedad a Nisman, que no tenía permiso para usarla. Aquel día relató ante decenas de periodistas sus últimos contactos

con el fiscal, pero no aceptó preguntas. Evitó referirse a las acusaciones que le dedicó el Gobierno. Ese tema quedó en boca de su abogado, Maximiliano Rusconi. En su diálogo con The Guardian el técnico informático que trabajaba para Nisman se permitió avanzar con una queja por el trato que le dedica la Casa Rosada. Esa ofensiva oficial siguió ayer con una catarata de tuits publicados desde la cuenta @CasaRosada, alimentada desde el kirchnerismo. En esos mensajes se insistió en centrar la atención en Lagomarsino: recordaron que el arma mortal era propiedad de él, que fue la última persona que lo vio con vida hasta donde se sabe y también que era un

duro opositor al Gobierno, como se deduce de opiniones que escribió tiempo atrás en las redes sociales. Rusconi mostró fastidio por la actitud presidencial. “Ella mandó a todos los funcionarios oficiales y a periodistas amigos a presentar a Lagomarsino como un personaje muy oscuro. Están tratando de convertirlo en sospechoso, de decir que es un agente de inteligencia”, sostuvo. Y añadió: “Creo que pronto vamos a ver la tesis de Lagomarsino como otro intento de encubrir la muerte de Nisman”. El informático enfatizó en el diálogo con el diario inglés que no tiene nada que ver con el espionaje. “Decidí no mirar televisión, ni leer los diarios o acceder a Internet. Fue una

forma de autoprotección”, relató. Sobre su trabajo al lado de Nisman, amplió que él solía ir una vez por semana, a veces una vez al mes o cuando el fiscal lo llamara, para ayudarlo con lo que necesitara en materia informática. Su papel era principalmente, explicó, cuidar la seguridad de la red y de las copias de la información. Habló también de su trato con Nisman. “Él podía estar calmo o enojado. Por ejemplo, cuando yo estaba arreglando algo en su casa, a veces se ponía furioso y después me llamaba más tarde para disculparse.” Lagomarsino se lamenta en la nota de haberle prestado el arma a su jefe. “No sé cómo explicar lo que siento. No sé si es culpa o una sensación de responsabilidad moral.” Y cuenta que le hubiera gustado estar en el funeral. “Lo tuve que ver por televisión. Miré al cielo y dije: «Perdón por no estar ahí». Ojalá se se sepa la verdad. Espero que él descanse en paz.”ß

Un duelo que no termina Señalado por el Gobierno La Presidenta habló de Diego Lagomarsino en sus discursos por cadena nacional. Sugirió que podía tener algo que ver con la muerte de Nisman. Ayer siguieron criticándolo desde la cuenta de Twitter de la Casa Rosada “Chivo expiatorio” El abogado de Lagomarsino usó esa expresión para definir a su defendido. Dijo que lo convenció de hablar en público porque el Gobierno lo estaba usando