espectáculos | 3
| Sábado 12 de julio de 2014
Pantallas Diego Batlle
Mito y realidad
L Jack Black como Bernie y Shirley MacLaine como Marjorie Nugent
transeuropa sbp
Más extraño que la ficción bernie. La comedia negra de Richard Linklater sobre el final violento
de una relación atípica oculta una historia real aún más sorprendente Alejandro Lingenti PARA LA NACION
En 1999, Bernie Tiede, un singular empleado de una funeraria de Texas, era condenado a cadena perpetua. La justicia de ese estado norteamericano lo encontró culpable del asesinato de Marjorie Nugent, una anciana millonaria que era famosa en Carthage, un pueblito de apenas 6000 habitantes, por su malhumor permanente y las disputas económicas con su propia familia. Heredera de la fortuna de su esposo Rod, Marjorie no tenía amistades conocidas hasta el día del funeral de su marido. Allí se inició la particular relación con Bernie, quien se convirtió en su fiel compañero: la acompañaba a la ópera, salía a cenar y viajaba por el mundo con ella. La primera etapa de ese vínculo amistoso funcionó sorpresivamente bien, sobre todo teniendo en cuenta la diferencia de edad entre ambos y el proverbial mal genio de Marjorie. Pero un día las cosas empezaron a cambiar y Bernie se transformó en otra de las víctimas de la intolerancia de la mujer. En un brote de locura, inesperado hasta para él, la asesinó en el garaje de su man-
sión con un rifle que se utilizaba para ahuyentar animales salvajes que se colaban en el jardín de la vivienda. Fueron cuatro tiros por la espalda. Bernie decidió colocar el cadáver en un freezer de la casa de Marjorie. Durante nueve meses pudo eludir las preguntas de los vecinos con algunos engaños –decía que la anciana estaba internada por un tiempo en un geriátrico y que no tenía permitidas las visitas–, pero finalmente la familia de la señora Nugent resolvió entrar a la casa con la policía y descubrió el cuerpo congelado. Nadie sospechaba de Bernie, un personaje adorado por la gente de Carthage, amable, sonriente, educado, siempre dispuesto a ayudar a los demás con costosas obras de beneficencia financiadas con el dinero de la viuda y encargado de dirigir un grupo amateur de teatro local. Esta es la curiosa historia que atrajo a Richard Linklater, el talentoso director nacido hace 53 años en Houston que se ha lucido con películas como Rebeldes y confundidos, Escuela de rock y la amorosa trilogía integrada por Antes del amanecer, Antes del atardecer y Después de la medianoche, protagonizada por Ethan Hawke y Julie Delpy. Después de una larga investi-
gación y de varios encuentros en prisión con Bernie Tiede en los que también participó Jack Black, elegido para el papel protagónico (la veterana Shirley McLaine encarnó a Marjorie), Linklater filmó Bernie, una excelente película en clave de comedia negra, tan exótica e impactante como el propio caso. Hace unas semanas fue lanzada directo a DVD en la Argentina. Pero la historia no termina ahí. Después de constatar que Bernie Tiede había sufrido abusos sexuales por parte de un familiar en su adolescencia y tomando como referencia su buen comportamiento en la cárcel, una jueza de Texas decidió, en mayo último, dictarle la libertad bajo fianza luego de diecisiete años de encierro. Quien empujó la reapertura del caso fue una abogada que quedó conmovida con la película de Linklater. El director y Jack Black pusieron dinero para pagarle el trabajo. Y finalmente –todavía queda un dato llamativo más– la jueza ordenó que Tiede no pueda salir del área de Austin ni poseer armas, lo obligó a trabajar como ayudante de la abogada y dispuso que viva de manera transitoria en el garaje de la casa de Linklater, quien aceptó gustoso. Increíble pero real. ß
a vida de Nelson Mandela es conocida por muchos y fue además el eje de numerosas películas (sobre todo documentales), pero el cine de ficción le debía un largometraje que pudiera reconstruir y sintetizar la apasionante y contradictoria vida personal y política de uno de los líderes más importantes de la historia. Esa deuda se saldó finalmente con la realización de Mandela, el mito del hombre (Mandela: Long Walk to Freedom es el título original), que el sello Sony lanzó la semana última para el mercado hogareño sin que hubiese pasado previamente por los cines argentinos en una edición pletórica de materiales adicionales.
Con tres artistas ingleses a la cabeza, como el director Justin Chadwick (La otra Bolena), el guionista William Nicholson (Gladiador, Los miserables) y el actor Idris Elba (The Wire, Luther, Titanes del Pacífico), Mandela, el mito del hombre fue recibida con mayoría de buenas críticas, una nominación al Oscar y otras tres a los Globo de Oro. Basada en la autobiografía del propio Mandela, la película arranca en los años 40, cuando empieza a destacarse como abogado defensor de acusados de bajos recursos que generalmente eran condenados sin demasiados miramientos por los jueces. Tras su ingreso en el Congreso Nacional Africano, se va con-
virtiendo en uno de los emblemas de la lucha contra el apartheid que proclamaba (e imponía a sangre y fuego) la supremacía blanca y la absoluta segregación de la mayoría negra. La segunda parte de los 141 minutos del film está dedicada a sus 27 años en prisión (donde sufrió todo tipo de vejámenes), mientras que el desenlace lo encuentra en libertad, asumiendo la presidencia y luchando contra la venganza que tantos le exigían tras tanto tiempo del cruel dominio de la minoría blanca. Más allá de la inevitable veta didáctica y de ciertos lugares comunes de este tipo de biopics, esta cuidada producción de 35 millones de dólares de presupuesto estrenada en el último Festival de Toronto también muestra algunas facetas no tan simpáticas de Mandela, como algunas violentas relaciones contra las mujeres (como fue el caso de su primera esposa, que lo dejó por sus affaires y sus golpizas). La película también exalta el accionar de Winnie (Naomie Harris), aunque no deja de exponer las diferencias que fueron surgiendo entre ellos cuando él estuvo dentro y luego fuera de la cárcel.ß