ESPECTACULOS
Jueves 28 de julio de 2011
I
((((( BUENA TEATRO
ZAPPING POR NATALIA TRZENKO
Adriana Szusterman y los personajes que hacen cantar y jugar a los más chiquititos INFANTIL
Fiesta de disfraces Una nueva propuesta de Cantando con Adriana GUION Y DIRECCION: ADRIANA SZUSTERMAN L COREOGRAFIA: JULI STRAUCH L ESCENOGRAFIA: GUIDO LLONDI L VESTUARIO: MARTHA RIVERO L INTERPRETES: ADRIANA SZUSTERMAN, JULI STRAUCH, FLORENCIA MORALES, MATIAS MESSINA, GASTON BLANCO, CECILIA BASILICA, CECILIA CONDON, FLOR LERER, DANIEL SCIARRONE Y SAUL SZUSTERMAN L TEATRO: ASTRAL L FUNCIONES: TODOS LOS DIAS A LAS 15 Y A LAS 17.30. L
Play. Ver TV a la tarde es más una cuestión de instinto que otra cosa. Es más una cuestión de luchar contra el instinto de apagarla y tirarla por la ventana. Las imáganes de la pelea entre Flavio Mendoza y Ricardo Fort en ShowMatch no ayudan. Clic. Los documentales de Encuentro en Canal 7 suelen ser buenos antídotos contra violentas peleas inventadas en los ciclos chismosos. Pero ésta no es mi tarde: los hábitos de los antílopes africanos para establecer el liderazgo en la manada son bastante sangrientos también. Aunque reales. Clic. “Me gustan las cosas sencillas, me gusta que seamos sólo tres”, dice una de las tres esposas de la serie sobre una familia mormona en Discovery Home & Health, mientras su marido sale con su novia y posible futura esposa. Me volvieron las ganas de intentar el lanzamiento de televisor. Clic. Me contengo a tiempo para ver unas escenas de Pequeñas grandes amigas, con Brittany Murphy, y Escuela de rock, con Jack Black. Si la película de Richard Linklater no te reconcilia con las posibilidades que ofrece la TV, nada lo hará.
Las canciones son en buena medida las mismas de siempre. La escenografía y los muñecotes siguen las pautas convencionales de lo que se supone que refleja el mundo de la primera infancia. El elenco que acompaña con coreografías se desempeña con corrección, pero sin lucimiento espectacular. Y el hilo argumental, apenas esbozado, no es más que una excusa para presentar personajes y canciones. ¿Qué es entonces lo que llevó en estas vacaciones de invierno a más de 30.000 chicos y padres a presenciar el show de Cantando con Adriana? Sin figurar siquiera en televisión, exhibe un poder de convocatoria que envidiaría más de una estrella mediática lanzada a los niños en el receso invernal. Adriana Szusterman, la maestra jardinera que comenzó su carrera artística en 1995 grabando los temas que cantaba en la salita (Cantando en Amapola) para pasar –a partir de 2001– a
presentarlos en vivo sobre el escenario, ha sabido traspasar algunos criterios de su formación como líder de pequeños grupos a una sala con más de un millar de espectadores. Plantada sobre el escenario sin muchos recursos adicionales, sostiene el show sin atisbo de excitación motriz vana, sin volumen subido, sin acelerar el ritmo. Micrófono en mano, con su voz en vivo –algo no tan frecuente en el reino del playback de los grandes escenarios–, se toma el tiempo de dirigirse al público en forma llana y directa, con calma y pausa. La inclusión del padre y de la hija de Adriana en el show subraya el carácter casi intimista en un marco masivo. Sus temas clásicos como “Para dormir un elefante” o “Y vino el ratón Pérez” encuentran un coro multitudinario en la platea, forman parte del repertorio familiar y de los jardines de infantes. Madres –y en menor medida también padres– acompañan sonrientes con sus pequeños a
CINE
(((((
BUENA
DOCUMENTAL
El fin del Potemkin La nostalgia, eje de una reflexión sobre pasado, presente y futuro L EL FIN DEL POTEMKIN (ARGENTINA/2011) L DIRECTOR: MISAEL BUSTOS L GUION: LEONEL D’AGOSTINO L FOTOGRAFIA: GUIDO LUBLINSKY, NICOLAS PUENZO L EDICION: FERNANDO VEGA, MISAEL BUSTOS L MUSICA: GUILLERMO PESOA L DISTRIBUIDORA: HISTORIAS CINEMATOGRAFICAS/MAGOYA FILMS L DURACION: 75 MINUTOS L CALIFICACION: APTA PARA TODO PUBLICO
Viktor Yasinkiy nació en Bielorrusia y, cuando el socialismo en la Unión Soviética entró en crisis, pensó que podía ayudar a su pequeña familia viajando hasta Buenos Aires para trabajar como electricista en barcos pesqueros de la empresa Latar, que cumplían sus rutinas por la costa atlántica. Pero tuvo mala suerte. Como consecuencia de las políticas de glasnost y perestroika, aquellas naves quedaron varadas en Mar del Plata, con una carga que aquellos que las regenteaban prometían como compensatorio por el cese de las actividades. Pero nada de eso ocurrió y los trabajadores quedaron a miles de kilómetros de sus lugares de origen, con documentos de países que dejaron de existir y sin un peso en el bolsillo, más o menos igual que otro Viktor, de apellido Navorski, oriundo de la inexistente Krakosia, personaje del film La terminal, que queda imposibilitado de moverse de un aeropuerto cuando su país se disuelve. Al Viktor del film del debutante cineasta marplatense Misael Bustos las cosas no le fueron tan bien como al imaginado por Ste-
Viktor, el protagonista del trabajo de Misael Bustos HISTORIAS CINEMATOGRAFICAS/MAGOYA
ven Spielberg. La cámara, que también se ocupa de un colega suyo también a la deriva en un país que apenas conocían, establece un paralelo entre aquellos marineros rebeldes del acorzado Potemkin (según el film de Sergei Eisenstein de 1925), pero se ocupa de poner en primer plano al ser humano y su nostalgia por lo que perdió, su sensación de derrota y el intento de salir adelante a pesar de todo. El relato, si bien cobra
emoción en la segunda parte, se resiente en ritmo. No obstante esta observación, Bustos consigue su propósito y pone en boca de Viktor un par de reflexiones memorables. “Nostalgia, sí hay, pero tenés que dominar eso. ¿Mi futuro? Nadie lo sabe, nadie sabe su futuro”, dice en la cubierta de un barco desolado en Comodoro Rivadavia, con el soplido del viento como fondo.
Claudio D. Minghetti
upa, o bien aprovechan el momento para fotografiar a sus hijos en esa enorme sala infantil en que se desarrolla esta Fiesta de disfraces. Los comentarios de la misma Adriana sobre su felicidad sobre el escenario subrayan en exceso la comunión lograda. Pero indudablemente es mérito propio de la cantante el magnetismo que ejerce sin divismo. Así puede salir tras los aplausos y cantar a capella estrofas de “Yo tengo un tallarín” y “La ronda de los conejos” con la platea, como si estuviese en el cierre de un acto del jardín de infantes. La puesta en escena podría ganar con una mirada externa, pero sólo si no busca entrar en el vértigo de efectos tan habitual, sino en valorizar esa relación de la cantante con el ritmo vital de sus pequeños espectadores, en rescatar el clima de jardín de infantes otorgándole, a la vez, un toque de mayor teatralidad.
Juan Garff
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