Convocado por Verónica Gómez, Lux Lindner elige una obra propia. Está inspirada en un personaje contradictorio, hijo de un gran poeta, policía y partidario de la picana eléctrica
El retrato de Polo Lugones L
ux Lindner es alto y algo desgarbado. Sus movimientos, por alguna extraña ley de la física sólo aplicable al universo lindneriano, no desembocan en el despatarro ni en la hecatombe de objetos a su paso. Argentino de pura cepa, ha forjado una inteligencia singular al borde del desastre. Ahí se acerca, contento como un chico estudioso, brillante y delirante, apretando contra el pecho un libro añejo de ediciones Centurión. Es la biografía de Leopoldo Lugones escrita por Leopoldo Lugones (hijo). El título: Mi padre, en rojo sangre seca, el mismo color que prefirió Lux para su Teoría de la Madre, publicado bajo el heterónimo Lux le Fou de la Grammaire (Lux, el Loco de la Gramática). Gran Comisario, Retrato de Polo Lugones es un acrílico sobre tela de un metro de diámetro y también la obra que Lux decidió poner hoy sobre el tapete. –¿Por qué eligió esta obra? – Porque me pareció que formalmente había resistido muy bien el paso del tiempo, la veía y me seguía gustando mucho. –Es de 2008. –Sí, es de 2008. Pero está basada en unos dibujos que hice en los años 90; de hecho, el personaje del comisario ya aparecía en una historieta que salió en la revista Lápiz Japonés. –Cuénteme un poco la historia de Polo Lugones. –Era el hijo de Leopoldo Lugones, el escritor. Este hombre fue muy complicado. Se le atribuye haber introducido la picana, era un comisario con tendencias autoritarias y políticamente bastante antipáticas. Se sospecha que forzó a Lugones a suicidarse. Lugones padre tenía una historia con una chica mucho más joven…
–Emilia… –Claro… y él no aprobaba eso, entonces amenazó a su padre con enviarlo al manicomio si no terminaba el romance. Y casi no le quedó más remedio al pobre Leopoldo Lugones que suicidarse. Y al mismo tiempo Polo escribió un libro sobre su padre. No era una bestia analfabeta, era un hombre que había crecido entre artistas. –¿Hay algo de humor o fascinación en su acercamiento a Polo Lugones? –No es que uno busque el humor… esto no es utilería de una obra cómica. Puedo tener algo de humor en mi obra pero no me gusta la sonrisa sobradora. –Si bien la paleta de colores es tenebrosa, que es un término con el que se suele caracterizar a Polo Lugones, el tipo de dibujo se orienta a la caricatura. ¿Le molesta esa mirada? –Qué sé yo. El dibujo técnico y las representaciones de las divinidades terminan pareciéndose un poco. La divinidad precisa muy pocos signos, que resumen mucho. Acá no sé si es una divinidad o una máquina. De hecho las divinidades son máquinas que construimos para sacar energía de algún lado. En este caso, yo traté de retratar una máquina que mucha gente había construido para tener orden a como diera lugar. Para que en ese mundo negro hubiera un orden gris. El punto es que el hecho de retratar tiene mucha psicología, y para la psicología soy un desastre.
–Es un ejemplar de la sociedad argentina de determinada época… un emblema. –Sí, como un emblema. Una sociedad crea una máquina y yo trato de retratar esa máquina. A la psicología no llego. De hecho en la vida diaria no advierto si alguien está enojado o triste. –¿Retrata a sus conocidos en sus cuadros? –Ha pasado, sí. Los amores van a parar a los cuadros. En general, cuando colapsan. –Polo Lugones fue parte de una familia cuyos integrantes fueron colapsando de maneras trágicas. Su hija desaparece, su nieto se suicida. Él mismo se suicida. Una estirpe trágica. –Bueno, pero en mi cuadro no. Realmente acá no me metí en ese tema. Traté de decir: “Mucha gente asustada construyó una máquina para tener seguridad” –¿Le parece condición ineludible que el espectador sepa quién es Polo Lugones para apreciar su obra? –Sería bueno. Una de mis vocaciones frustradas es la de historiador. Los primeros cuadros que vi no eran los de Picasso sino las pinturas históricas del siglo XIX. –Para llegar a este dibujo simplificado, ¿pasa por varias instancias? –Hay mucho dibujo automático al principio. Después, tengo unas cajas de papeles que casi no me dejan vivir por la cantidad que son. Soy mi propio archivista. Hay una cosa barroca en mi vida y trato de ir hacia la simplificación. Me interesan demasiadas cosas, por eso pienso que soy artista. –Qué quería ser a los diez años, Lux? –A los diez años era una persona llena de odio. Quería matar gente. Estaba muy envenenado.
–¿Tenía un imaginario bélico muy desarrollado? –Bélico-sádico. Odiaba a mis compañeros. Básicamente, era una máquina de odio. Estaba casi seguro de que iba a ir a la cárcel. –Justamente el comisario Lugones tuvo a su cargo la penitenciaría del parque Las Heras. –El padre de Xul Solar trabajaba también en una penitenciaría. –Si bien no es un retrato psicológico, se puede ver cierta congoja del personaje flotando en medio del negro. –Sí, tiene un aspecto frustrado, melancólico. Obviamente no es una persona feliz. Esta especie de trompa o bigote que le sale de la boca y se la tapa… Y está parado sobre un gran falo que se le enrolla en los pies. Tiene dos murciélagos que lo sujetan desde arriba. Me llevó mucho tiempo colocar el personaje en el espacio. No está centrado, está un poquito desfasado. Es un poco gracioso que alguien que introdujo la picana tuviera como sobrenombre “Polo”. El polo eléctrico. –¿Por qué eligió el formato circular para el retrato? –Pensé al personaje como centro de un mundo. Gris sobre negro. Mis grises son colores fuertes que se van destruyendo. Supernovas de colores fuertes que se van transformando en nada. –No tiene brazos el gran comisario. Está un poquito restringido. –Está restringido, sí. Y si camina, tiene que arrastrarse sobre el falo-serpiente. Es también muy importante esta forma sobre la cabeza… como una gran herida. Un tajo en el cuadro de donde sale el gran comisario. –¿Le preocupa que por los temas que aborda le atribuyan cierta empatía con el fascismo? –No. Hago estos cuadros para que la gente discuta. Lo que tratan de decir mis cuadros es que hay cosas que estaría bueno que nos preocuparan. El arte y la política están a veces demasiado alejados. Lux Lindner posa junto a su obra, original retrato de Polo Lugones, que se arrastra, sin brazos ni piernas, sobre un falo-serpiente pág.
23 Viernes 29 de julio de 2011
Arte Palabra de artista
FOTO: MAXIE AMENA