Enfoques
Domingo 5 de agosto de 2007
LA NACION/Sección 7/Página 3
[ DESDE SAN PABLO ]
[ ENTREVISTA ]
ESCRIBE LUIS ESNAL
En la base de la pirámide social Acá están, éstos son. Según un informe dado a conocer unos días atrás por la consultora The Boston Consulting Group (BCG), son 130.000 los millonarios brasileños. Juntos, tienen 573.000 millones de dólares –es decir, unas 15 veces las reservas públicas argentinas–. Aparentemente sólo en China, entre los países emergentes, hay más millonarios que en Brasil. Como se sabe, Brasil es uno de los países más desiguales del mundo. Cerca del 10% de los brasileños tiene el 80% de las riquezas del país. Eso produce situaciones poco propicias para un régimen de mercado: quien no tiene, no consume; quien tiene, consume con miedo, con vidrios a prueba de bala y agentes de seguridad en sus casas de fin de semana. La clase media, exprimida entre una pobreza congelada a base de subsidios y una riqueza que se beneficia de las altas tasas de interés, es una rara avis. En los últimos días, el caos aéreo generado por la tragedia del avión de TAM –en la que murieron 199 personas– hizo que tomar un avión fuera casi imposible, lo que afectó sobre todo a quienes suelen hacer el viaje entre San Pablo y Río de Janeiro, un “puente aéreo” muy común y rápido (45 minutos). Así, las terminales de micro, reservadas para las clases más bajas, los estudiantes y los mochileros, se poblaron de gente en trajes importados y maletines Samsonite. Forzados por la crisis, muchos de los 130.000 millonarios brasileños debieron hacer una excursión a la base de la pirámide social. ¿Lo que más los sorprendió? Que en los micros pasan películas (cosa que no ocurre en los vuelos internos) y que el sandwich es mejor que en los aviones. Si toda la historia no es surrealista...
“El poder cortó la comunicación con la prensa” GUSTAVO VITTORI
[ DESDE LONDRES ] ESCRIBE JUANA LIBEDINSKY
ANDREA KNIGHT
aminamos siempre por el filo de la navaja”, dijo en una entrevista con LA NACION el presidente de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), Gustavo Vittori. Estima que hay libertad de prensa pero en una atmósfera amenazante, en la que muchos periodistas se sienten marginados o maltratados por el poder, que no contesta preguntas y discrimina a los medios mediante la publicidad. En septiembre, Vittori concluirá tres años al frente de Adepa. Es abogado y desde 1992 integra el consejo de dirección del diario El Litoral, de Santa Fe, en el que ingresó en 1971 como aspirante. Su padre fue subdirector del diario durante 45 años y lo dirigió entre 1987 y 1992. Gustavo Vittori fue cronista, redactor, secretario de redacción. Luego, durante cinco años integró el consejo de administración; allí tuvo la visión empresaria del periodismo. “Están los humanistas y los metálicos”, observa, y él ha estado en las dos partes. –¿Hay libertad de prensa en la Argentina? ¿Qué desafíos afronta? –Adepa sostiene que en la Argentina hay libertad de prensa aunque en una atmósfera un tanto densa y como amenazante, que da la sensación de que caminamos siempre por el filo de la navaja. Hay libertad de prensa porque no se puede hablar de persecuciones y, si uno compara esta época con otras anteriores, encuentra siempre como una historia que se repite: la dificultad de convivencia del poder con la prensa. Se pueden recordar proyectos de ley mordaza, el estado de sitio, intentos legislativos de avanzar sobre la libertad de prensa. Hoy advertimos que, si bien hay libertad de prensa, hay como una situación amenazante, en la que muchos periodistas se sienten limitados, marginados, maltratados, pública o privadamente, por el poder. –¿El poder nacional o provincial? –El poder central, pero el fenómeno se replica en muchas provincias y municipios del país. Por eso hemos advertido el peligro que significa que un presidente traslade a la sociedad una relación tormentosa con la prensa en la que a menudo aparecen incluso señalamientos personales de periodistas a causa de su tarea. Este estilo de relación, acompañado por una gestualidad punitoria, genera un efecto en cadena hacia abajo sobre dirigentes políticos que reproducen estas actitudes amplificando esta relación dura entre el poder político y la prensa. Un presidente que no concede entrevistas, que no habla con el periodismo, lleva a que ministros, gobernadores e intendentes hagan exactamente lo mismo en cada jurisdicción. Esto complica el panorama, tensiona mucho más de lo normal la relación entre los poderes políticos y la prensa. –Una cierta tensión hay siempre... –Una cierta tensión es sana, indica la salud de un sistema democrático bien entendido, en el que cada uno cumple su papel. Estar bajo la lupa periodística genera inevitables rispideces. –¿Pero se está más allá de esa tensión normal? –Sí, máxime hoy en que la actividad política se despliega básicamente en los escenarios de los medios de comunicación. Esto pone a los políticos en una situación de riesgo, porque están siendo observados por la sociedad, y particularmente por el periodismo, que tiene el ojo entrenado para ver cosas que una persona desprevenida no ve; esto aumenta el nivel de tensión. El problema es cuando se cortan los hilos de comunicación entre el poder político y la prensa sencillamente porque
C
Por Jorge Rouillon Próximo a dejar su cargo, el presidente de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) cuestionó la práctica presidencial de no brindar entrevistas y de no dar acceso a los medios argentinos a las conferencias de prensa, tal como ocurrió en los recientes viajes de la primera dama al exterior. ”En una democracia, el periodista es un intermediario”, afirmó no se quiere hablar con la prensa, se la niega. Hemos visto en la reciente gira [de Cristina Kirchner] cómo los periodistas argentinos son excluidos de cualquier posibilidad de contacto, de acceder a la palabra de la pareja presidencial. Las vías de comunicación están cortadas y eso no es bueno. –¿No es bueno para quién? –No es bueno para el país y no es bueno para el Presidente. Para el país, porque el periodista es un intermediario entre lo que el pueblo debería saber en una democracia para actuar como un auténtico ciudadano y lo que el poder tiene para decir acerca del rumbo que le imprime al país. –El secretario de Medios dijo que el Gobierno no necesita que la prensa sea intermediaria. –Es la mediación profesional por gente informada de lo que pasa y formada para preguntar, con recursos para obtener de los poderes públicos la información que el ciudadano necesita, si es que vivimos en una democracia. No es un capricho de los medios que quieren que el Presidente o los ministros hablen con ellos. Visto desde el lado del Presidente tampoco es bueno para él, porque un ejercicio intelectual
“Cualquier país importante tiene entre su poder político y su prensa puentes de diálogo, que cruzan por encima de las tensiones cotidianas y naturales”
constante, en el cual se vea obligado a explicar sus actos, es una exigencia que eleva permanentemente su entrenamiento y su nivel político en función de las respuestas que está obligado a dar en cada momento. Si no hace ese ejercicio, así como se atrofian los músculos del cuerpo cuando no se utilizan, el pensamiento cuando no es sometido a la exigencia de la argumentación también resulta afectado. Creo que él logra una buena comunicación emocional con la gente. Sus discursos son en general malos, y si uno los desgraba, son peores, pero la comunicación emocional que logra con el público es muy buena. Y hasta ahora le da rédito político. Yo diría que él está en un negocio de corto plazo. Como le va bien y le genera un rédito inmediato, lo utiliza, pero al mismo tiempo está perdiendo esa gimnasia que todo hombre de Estado necesita. En el largo plazo, con este sistema le va mal al presidente y le va mal a la sociedad. Y no son caprichos de una prensa que se siente desairada porque, como dijo el secretario de Medios [Enrique Albistur], ya no cumple el papel de intermediaria que antes tenía. Me parece que presentar a la prensa como una amante despechada puede resultar divertido pero no es serio. Y además, no es cierto. Cualquier país importante tiene entre su poder político y su prensa puentes de diálogo, que cruzan por encima de las tensiones cotidianas y naturales. –¿El Presidente fue a alguna reunión de Adepa? –Lo hemos invitado varias veces y jamás ha concurrido. Creo que es el primer presidente que nunca ha ido a Adepa. –Sí fue Cristina Kirchner... –Sí, estuvo hace tres años. Y los ministros, prácticamente todos. También los presidentes de la Corte –éste y el anterior–, y el vicepresidente Scioli. A Kirchner se lo ha invitado muchas veces, porque la prensa argentina no está en guerra con el Presidente. –¿Qué conflictos hay en otros niveles? –El del gobernador Rovira en Misiones, con 230 juicios contra el diario El Territorio, es el más saliente. En Córdoba, hubo muchísimos conflictos entre el gobernador De la Sota y La Voz del Interior; en Neuquén, entre el gobernador Sobisch y el diario Río Negro. En los municipios del conurbano bonaerense hay problemas constantes. Más allá del destrato, se llegó a la agresión física. De todos modos, el problema más importante tiene que ver con el periodismo mismo, cómo responde a una sociedad en cambio de hábitos y costumbres, en un verdadero tsunami cultural. –Cuando dice que el periodismo debe estar a la altura del desafío, ¿coincide con el Presidente, que le pidió una autocrítica? –Más allá de lo que diga el Presidente, el periodismo está obligado a hacer autocrítica. Creo que toda persona consciente está obligada a revisar sus acciones y sus pasos, porque es el modo de ir adelante.
–La misma Adepa cuestionó, sin mencionarlo, el tratamiento periodístico del caso Dalmasso. –Sí, hubo una violación de la intimidad. Mostrar el cuerpo desnudo y putrefacto de una víctima de homicidio va más allá de toda medida. Además, ¿qué agrega eso a la información? Eso estimula el morbo, lo peor de la condición humana; está en la condición humana y, por lo tanto, está en todos. Pero son las cosas que no hay que alentar. Veo con satisfacción en los últimos años, en periodistas y en medios, la actitud de revisar las cosas mal hechas, las que vulneran límites morales, los excesos. Cuando uno se equivoca, hay que tener la dignidad de reconocerlo. –Así como el Gobierno confronta con medios y periodistas que no le son afines, ¿hay otra actitud de la publicidad oficial que invite al acercamiento a las conciencias o a los medios? –Los gobiernos deben comunicar cosas que los ciudadanos deben saber, usando los medios más eficientes. Pero el manejo político de la publicidad implica una distorsión en la institucionalidad republicana; pasa a convertirse en una herramienta del poder para cooptar periodistas, o para castigarlos, e implica una intromisión en el mercado de las empresas periodísticas, que crea ventajas artificiales para unas y perjudica a otras. Es muy peligrosa esa intromisión, que opera como una intervención aunque no se defina como tal. E interfiere en la calidad de la información que recibe el ciudadano para saber de qué se trata. La distorsión mayor está en que los medios de la Capital reciben el 85 por ciento del total de la publicidad oficial para medios gráficos, cuando la mitad de la circulación está en el resto del país. –A varias entidades periodísticas les inquieta la falta de conferencias de prensa en la Casa Rosada. Y también que no se pueda hacer preguntas en las contadas ocasiones en que las hay. –Adepa respalda la iniciativa de un grupo de periodistas que propone un modelo de conferencias de prensa que funciona en Alemania. Los funcionarios, incluido el Canciller, concurren a dar explicaciones de sus actos y sus políticas a un recinto privado, de los medios. Podemos tomar ese buen ejemplo. –¿Es posible que se acepte? –Habría que ver. Uno de los compromisos discursivos del Gobierno es que, si Cristina Fernández resulta elegida, va a haber un salto en cuanto a la calidad institucional. Sería bueno para todos que esta institución tenga un lugar. Hay que reivindicar a la prensa independiente, no alineada, capaz de abrirse a la crítica. En una sociedad abierta, para poder competir en un mundo cada vez más exigente, una prensa independiente es un factor de competitividad de un país. Es importante que la política lo entienda, lo aliente y lo custodie. © ©L LAA NACION ACION
Lo argentino, objeto de deseo La Argentina está cada vez más de moda como destino turístico para los ingleses, y va creciendo una fascinación por todo lo que tenga que ver con el país, ya no atado estrictamente a los productos típicos de exportación. Prueba de esto es que la vidriera más emblemática de Inglaterra –la de la tienda departamental Harrod’s, naturalmente– tiene desde esta semana toda una sección dedicada a la moda argentina. Pero nada de bombachas de campo y camisetas de polo, sino vestidos de fiesta sofisticados. Días atrás, con la nariz pegada contra el vidrio los examinaban varias señoras musulmanas cubiertas de pies a cabeza con la cara tapada y carteras Louis Vuitton; algunas chicas de look “chav” (el favorito de las mujeres de futbolistas famosos, que implica ropa muy corta, apretada y con el estampado escocés Burberry) y un par de muchachos con el saco de club de remo. Más londinense que esa mezcla, imposible, y encima el desfile de presentación será a fin de agosto con un té a las cinco de la tarde. En otra institución emblemática –esta vez el National Theatre– tocó Silvia Demetilla con su banda Alasvals de música “folktrónica”. “Es bastante difícil salir del estereotipo Argentina-tango. Cualquier argentino que venga a cantar tangos podrá sobrevivir en Londres. Para los que intentamos hacer otro tipo de música el camino es más arduo, pero el público británico es abierto”, aclara entusiasmada ante el comienzo de una gira. Y para “compartir la cultura argentina y mostrar que no somos sólo Maradona y fútbol”, según explicó Agustín Rubini, su organizador, se está preparando una gran fiesta en septiembre, llamada apropiadamente “Love Argentina”. El encuentro, que además juntará dinero para caridad transatlántica, será en un buque fondeado en el Támesis. También típico inglés, pero un poco más alternativo.
[ DESDE MONTEVIDEO ] ESCRIBE NELSON FERNÁNDEZ
Un clásico para la nostalgia Una parada clásica de la recorrida por Montevideo es un bar añejo enclavado en la Ciudad Vieja, frente al Teatro Solís, el principal del Uruguay. Se trata del Bar Fun-Fun, casi un pequeño museo con aroma a tango y paredes repletas de recuerdos de tiempos gardelianos y fotos que sacan lágrimas a los memoriosos vecinos. Fundado en 1895, el Fun Fun tiene una atracción especial: la famosa “uvita” que se sirve en copa chica y nadie deja de probar. Es la misma que tomó Carlos Gardel en 1933. Dicen que luego de saborearla cantó una canción a capella y dejó una foto firmada, que hoy se luce en una pared. Para recordar aquel momento, se ha mantenido sin cambios el mostrador de estaño en el que se apoyó “el Mago” para aquel tango íntimo. Los personajes más variados del Río de la Plata y otras geografías han pasado por ese mostrador. Desde Astor Piazzola hasta Bryan Adams; desde Fito Páez hasta Mariano Mores, el “Negro” Rada, Pugliese, Pichuco y Jorge Porcel. En los últimos días, los comentarios sobre el FunFun se concentraron en dos personajes. Por un lado, en un joven al que llaman Gardelito, porque canta el repertorio gardeliano con un reconocimiento creciente. Tabaré Leyton, tal su nombre real, vive con su familia en la frontera con Brasil y viene a la capital cada semana, para probar suerte en el mundo del canto y también para ganarse la vida limpiando piscinas en residencias de la zona más lujosa: Carrasco. El otro caso es el de la ministra del Interior, Daisy Tourné, que no sólo sigue como habitué del Fun-Fun sino que también se ha animado a cantar en público. Cuando interpretó el tango “Como dos extraños”, recibió un enorme aplauso del público. Daisy y “Gardelito” son las nuevas atracciones del centenario bar.