El colono forjó una raza de tesón y trabajo

gallos tocaban sus clarines y la hi- ja regresaba con el balde de ordeñe rebosante de tibia leche. Los recien- temente desayunados ya iniciaban otra jornada ...
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Campo

Página 10/Sección 5/LA NACION

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Evolución del tiempo para el agro RINCON GAUCHO

Comparación de índices verdes

Por Alberto Allende Iriarte Para LA NACION

El colono forjó una raza de tesón y trabajo

Sin precipitación mm

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DEL 1° AL 18 DE MAYO DE 2011

Sábado 21 de mayo de 2011

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Representa la cantidad y el vigor de la vegetación (actividad fotosintética) -0.1 -0.05 0 0.04 0.14 0.24 0.34 0.44 0.54 0.64 0.74 1 Vegetación densa y vigorosa Agua Nubes Vegetación débil y escasa Nieve

PROMEDIO MAYO 1961-1990 (normal)

DEL 10 AL 19 DE MAYO

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El autor recuerda un escrito de su hermano Jorge Allende Iriarte, que evoca la figura de este inmigrante

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Agrega el escrito de mi hermano que de noche, aún brillando el lucero matutino, se ataban las rastras de dientes y los rolos. “Los perros se desperezaban bajo la galería, los gallos tocaban sus clarines y la hija regresaba con el balde de ordeñe rebosante de tibia leche. Los recientemente desayunados ya iniciaban otra jornada, sueltos los terneros se prendían ávidos a la teta. El sol comenzaba a despuntar en el naciente y nuevamente los veía trabajar en el silencio, roto éste sólo por los graznidos de chimangos y gaviotas en su pelea por gusanos y lombrices”, señala el relato. Recuerda que terminada la rolada vendría la segunda reja y si el tiempo lo permitía la tercera hasta que la tierra quedara como talco sin un solo terrón ni cascote. “Maravillado me bajaba del caballo y tomaba un puñado de ella dejándola resbalar entre los dedos”, señala. Terminada la arada los chacareros se llegaban a la estancia, al escritorio a conversar con Arturo Novillo Cáceres (administrador) pidiéndole un acertado consejo sobre la semilla a comprar. Luego, al otro día, llegaban de Bell Ville los camiones con las semillas. Los sembradores las esperaban con ansias, se cargaban las sembradoras y se llenaban los surcos. Empezaba allí la última faz del primer acto de la agricultura, la germinación. “Terminaba ésta se celebraban las carneadas, pero ya es harina de otro costal”, concluye el escrito de Jorge Allende Iriarte.

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La jornada siguiente

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las mujeres de la casa ya prendían los faroles, mientras otras ponían la mesa para la última comida del día, la botella de vino, embutidos caseros y el pan del día. “Ya encerrados los terneros mugían en el corral, las turcas (palomas) y las torcazas con gorjeos recibían al cielo ya emponchado que se llenaba de estrellas y los tucos brillaban rápidos en el patio”, añade el escrito. Evoca el autor que se encendía la radio a batería, se comía y se hablaba poco. La conversación versaba sobre el campo, la tierra y la próxima jornada y del manchón de sorgo de Alepo que había que extirpar. “Así se terminaba el día”, señala.

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ran parte integrante de la estancia, esforzados piamonteses o sus acriollados hijos. Algunos que conocí, dejaron sus aldeas de Italia y emigraron a esta tierra, afincándose en la estancia Monte Massa, de Bell Ville, Córdoba. Con ellos trajeron su dialecto, su alegría y sus ganas de trabajar. Dejaron tras sí los horrores de guerras, las hambrunas y la promiscuidad de las pequeñas parcelas para entregarse de lleno a la bondad y abundancia de la tierra argentina”. Así evocaba a estos colonos mi hermano, ya fallecido, Jorge Allende Iriarte, escribano, artista plástico, historiador, pero fundamentalmente hombre de campo en un escrito de 1970. Decía en su narración que los colonos se casaron entre ellos o trajeron a sus mujeres desde las aldeas y sus hijas y hermanas se casaron con criollos, naciendo de esta unión una raza de tesón y trabajo. “Los veía trabajar –agregaba– cuando salía a recorrer potreros y chacras, sentados en sus arados masticando tabaco o apretando un Avanti.” Recuerda el escrito que al mediodía, sin que el reloj lo indicara, se veía llegar a las hijas o hijos menores a horcajas del caballo, que generalmente trabajaba también en la noria, les llevaban el frugal almuerzo: pan salido del horno de barro, salame casero, queso de igual factura y una botella de vino enfriada en el aljibe. Cambiada la muda de caballos seguían su trabajo hasta la caída del sol. Agrega el relato que al finalizar la jornada el colono se dirigía a la casa a paso cansino. En el patio ya la madre había preparado la jofaina en el clásico soporte de hierro y jarra con agua fresca, el jabón y una toalla; el chacarero se lavaba despaciosamente y ya limpio se dirigía a la galería donde cambiaba opiniones de la jornada mientras el mate iniciaba su paseo. Los hijos iban llegando y se sentaban en los bancos luego del rito del lavado. “Ya la tarde se iba yendo, las bandadas de patos, cuervillos y distintos pájaros se bordeaban el cielo, unas a las lagunas y otras a los montes, las palomas se arrullaban acomodándose en el palomar, y las gallinas buscaban sus lugares en el sauce del fondo”, señala y apunta que

PROMEDIO MAYO 1961-1990 (normal)

Si comparamos las imágenes de abril y mayo de 2011, en esta última se observa, en general, una disminución de la actividad fotosintéticamente activa. Esto es debido al estado avanzado de la cosecha de los cultivos de verano y, en algunas zonas del este y sur de Buenos Aires, a la falta de agua. MÁXIMA ABRIL

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Fuente: Servicio Meteorológico Nacional

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LA NACION