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La Tercera ::: Mujer

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1202 23 \ 10 \ 2005

\ REFORMA PREVISIONAL

¿Deben jubilar más tarde las chilenas? Esta interrogante saca ronchas, por impopular; sin embargo, está muy vigente. La mayor esperanza de vida de la mujer y el precario futuro previsional que, según los estudios, le espera a la mayoría, mantienen en el tapete el debate en torno a la necesidad de elevar de los 60 a los 65 años la edad de la jubilación femenina. "Nunca he pensado en jubilarme", asegura Blanca Zañartu, quien trabaja en el centro de documentación de la Universidad de Chile. Ella tiene 66 años y, de acuerdo a la actual legislación, que sitúa en 60 años la edad de pensionarse para las mujeres, hace seis años que debiera estar viviendo sus años dorados, lejos del mundo laboral. Pero ha echado por tierra esa idea. Con determinación, asevera: "Simplemente no pude jubilarme ni podré hacerlo. Si jubilo me iría sólo con el 30% de mi sueldo, es decir con unos 230 mil pesos, y con una pensión tan escuálida no podría vivir. Por eso, no me queda otra: voy a morir trabajando". La vida laboral de Blanca se extiende ya por 40 años. La inició antes de casarse y luego, con el tiempo, descansó sobre ella la responsabilidad económica de su familia, pues asumió como jefa de hogar, sacando adelante a sus cuatro hijos. En 1981, con la reforma previsional en ciernes, se cambió al sistema de AFP, aunque confiesa que no lo hizo voluntariamente, sino "porque necesitaba trabajar y no me podía estar dando el lujo de presionar, así es que hice lo que hizo la mayoría, aceptando entrar en una AFP". Ese hecho cambió radicalmente su futuro previsional. "Al llegar a los 60 años había hecho todos los esfuerzos que pude para mejorar mi sueldo", cuenta. Miembro de la Asociación de Empleados Públicos contra el Daño Previsional, ha dado en esa instancia una batalla junto a varios cientos de personas que reclaman haber perdido buen porcentaje de sus ahorros previsionales al cambiarse a las AFP. De haberse mantenido en el antiguo esquema, hubiera podido jubilarse a los 60 años con alrededor del 75% de sus últimos salarios. Pero pese a mantenerse activa laboralmente más allá de los 60, ella no comparte la idea de elevar la edad legal de jubilación de las mujeres. "Si una mujer ha de trabajar más tiempo, debe hacerlo por opción personal, no por obligación. Sería escandaloso que a las mujeres nos obliguen a jubilar más tarde, aunque a algunas no nos queda otra que trabajar la vida entera, como lo estoy haciendo yo". Actualmente en Chile son cada vez más las personas que, como Blanca, continúan su vida laboral más allá de la edad legal exigida para pensionarse: 60 años para las mujeres y 65 para los hombres. Algunas lo hacen porque a esa edad están en plenas capacidades, aun con larga expectativa de vida por delante. Pero la mayoría toma esta decisión por necesidad: el dinero con el que se pensionarían sería insuficiente para solventar su nivel de vida y, en no pocos casos, entrarían a la pobreza. Un estudio de la Superintendencia de AFP, que consideró 20 años de comportamiento previsional de 17 mil chilenos, dio luces a fines de 2004 sobre el futuro de los jubilados que se pensionarán mediante la modalidad de capitalización individual de las AFP: en los próximos 30 años, el 40% de los afiliados que egresen del sistema no logrará siquiera una pensión mínima con garantía estatal (actualmente esta alcanza a $ 75.211), y no le quedará más que optar a las pensiones asistenciales, de cupo y presupuesto limitado y de monto bastante inferior a la pensión mínima ($ 38 mil mensuales). Si de la mujer se trata, la situación empeora aún más: el mismo estudio señala que el 60% de las afiliadas deberá recurrir a las pensiones asistenciales. Actualmente el 57% de los que reciben este beneficio son mujeres. ¿Cómo se explica esta desmejorada situación femenina? Por la manera particular en que ellas se relacionan con el mercado laboral. Trabajan menos años que los hombres y sus fondos previsionales deben alcanzarles para una sobrevida por los menos cuatro años mayor que la de los varones. La aplicación de nuevas tablas de mortalidad desde este año, que actualiza el aumento de la esperanza de vida a los 88 años para las mujeres, las perjudica aún más, pues disminuye hasta en 9% las pensiones femeninas. Pero hay más: suelen tener vacíos o lagunas en sus cotizaciones, provocadas por sus salidas del mercado laboral por maternidad, crianza o cesantía; y ganan en promedio el 39% menos que los hombres por un mismo empleo. Total, las desventajas producto de la iniquidad de género son demasiado plausibles. Tan magra situación las conduce a buscar soluciones que aún no registran los estudios, pero que en un simple rastreo periodístico son evidentes: muchas se están jubilando anticipadamente como estrategia de sobrevivencia, con el fin de poder sumar su disminuida pensión de vejez anticipada a los nuevos ingresos que puedan conseguir a partir de su "retiro". Es decir, continuarán trabajando prácticamente hasta el fin de sus días. Datos de la Asociación de AFP señalan que de las actuales 530.397 pensiones que está pagando el sistema previsional, 219.958 corresponden a personas jubiladas antes de cumplir la edad legal. Las mujeres que toman esta opción obtienen su pensión en promedio a los 53 años.

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Es en este contexto que surge -para algunos como solución, para otros sólo como débil paliativo a problemas estructurales del actual sistema de previsión- la idea de elevar la edad de jubilación de la mujer. Como el crecimiento de la expectativa de vida de las personas es hoy un tema planetario, el qué hacer con los más de 20 años de vida improductiva se ha transformado en cuestión de primer orden. Dato no menor es que el envejecimiento de la población junto a la reducción de las tasas de natalidad provocará, según alertan los entendidos, una descapitalización de los sistemas de pensiones y dificultades a los Estados para enfrentar los pagos. Por eso, en muchos países la tendencia es extender la edad de retiro. En EE.UU., al 2027, se aumentará en dos años la edad de retiro, de los 65 a los 67 años. Y en el Reino Unido la edad de egreso del sistema se incrementará en cinco años, entre el 2010 al 2020. Son cambios progresivos por su impacto, pues implican ajustes culturales y del mercado de trabajo. No es raro entonces que recientemente la asesora de George Bush en materias previsionales, Olivia Mitchell, reparara en esta larga y angosta faja de tierra, y lo que considera puntos negros de un sistema de pensiones que la actual administración norteamericana admira y busca replicar como modelo para reemplazar a la Seguridad Social que allí rige. "En muchos países, como Chile, la edad para jubilarse es menor para las mujeres. No en EE.UU. Se debería igualar las edades con los hombres", sentenció. Pero aunque el gobierno chileno, a través de su entonces ministro del Trabajo Ricardo Solari, descartó en 2004 esa posibilidad de reforma ("Las mujeres en Chile tienen doble jornada. Extender su esfuerzo laboral sería injusto", dijo), la idea está presente en todas las mesas de trabajo que estudian cambios al actual sistema de pensiones. Los últimos en traerla a colación fueron los parlamentarios de la Comisión de Hacienda del Senado, el DC Edgardo Boeninger y la UDI Evelyn Matthei, reconociendo que el aumento de expectativas de vida es un problema más que hay que enfrentar al plantearse reformas al sistema actual. "Un tema complejo es la edad de jubilación, sobre todo en un país donde la población envejece y menos personas entran al mercado activo de cotizaciones (…) en la medida en que las proyecciones de vida aumenten, debiéramos pensar en incrementar los años de cotización", señaló Matthei.

\ PROS Y CONTRAS Es que el tema saca ronchas, con entusiastas partidarios y convencidos detractores. Estos últimos esgrimen una razón de peso: la mayoría de los países mantiene tablas diferenciadas de edad de jubilación entre hombres y mujeres para amortizar el desgaste físico que representa para la mujer la tarea de reproducción y crianza. Claro que ello sólo tiene razón de ser en un sistema de pensiones de reparto solidario, como el que hubo en Chile en el pasado y que lentamente se extingue, donde los contribuyentes y el Estado se hacían cargo de la maternidad como una inversión social. En el actual sistema, donde sólo importa el ahorro que cada uno logre, es tema irrisorio. "Un sistema de capitalización individual pone en desventaja a quienes se insertan de manera discontinua en el mercado laboral, lo que se exacerba en el caso de las mujeres por el hecho de que vivimos más años y tenemos una menor edad de jubilación. La brecha de ingresos entre hombres y mujeres crece después de la jubilación, la propuesta de elevar la edad de jubilación intenta disminuirla. Un estudio de la Superintendencia de AFP señala que elevar la edad de retiro de las mujeres aumentaría en más de 30% sus pensiones", opina Andrea Repetto, economista del Centro de Economía Aplicada de la Universidad de Chile. La abogada y asesora del Sernam Fernanda Villegas está de acuerdo, pero añade un matiz: "Una solución así, por sí misma, no nos soluciona el problema de las iniquidades de género que contiene el sistema. El aumento de edad para jubilar tiene sus pros y contras, pero no puede ser una medida aislada de otras, pues distorsionaría, en vez de corregir. Por eso hoy se habla de una modificación más estructural". Pero un escenario de cambio debe considerar otros elementos: el discriminatorio mercado de trabajo chileno, que contrata poco a las mujeres y se resiste a aceptar a las personas mayores. "Si se hiciera una extensión de cinco años, pero sin que hubiera cambios culturales profundos en el mercado laboral, como la aplicación de políticas antidiscriminatorias eficientes, jubilar más tarde se transformaría en un problema más que en una solución. Extender la vida laboral femenina está lejos de ser una panacea, pues puede provocar una tremenda fisura en tu cuenta de capitalización, ya que al no encontrar empleo te empiezas a comer tu capital y generas más lagunas de las que la mujer suele tener", dice Villegas. Un particular punto de vista añade Pilar Romaguera, economista del Centro de Economía Aplicada de la Universidad de Chile y miembro de la corporación Expansiva. "Si deseamos avanzar hacia condiciones más igualitarias del mercado laboral y la sociedad entre hombres y mujeres, también debemos avanzar en condiciones más igualitarias de las normas de jubilación". Quien no comparte en absoluto la adopción de una medida así es el economista Manuel Riesco, miembro de la Fundación para la Superación de la Pobreza. Es tajante: "El problema previsional de la mujer no está en la edad de su jubilación, sino en el sistema de capitalización individual, que no es capaz de dar pensiones a hombres y mujeres. Chile no tiene drama respecto de sus viejos. Los adultos mayores son 1,6 millones, dos tercios de estos corresponden a mujeres. La solución no es disminuir los derechos, sino arreglar el sistema, que bien merecido tiene la mujer el jubilar a los 60". Pero sea cual sea la postura, parece fundamental considerar los diferenciados perfiles de las afectadas. Uno está representado por mujeres que se desempeñan en trabajos de alta responsabilidad, con ingresos más elevados que el promedio, y ven con buenos ojos

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este cambio, pero son minoritarias. En la otra cara de la moneda está una mujer que no siempre realiza un trabajo estimulante, y que incluso a veces llega a deteriorarla físicamente. Es probable que a ellas no les resulte interesante que la meta de la jubilación se distancie. Es el caso de Adriana del Campo, matrona del Hospital Félix Bulnes, con 41 años de servicio. A sus 63 años se resiste a jubilar porque sus ingresos se reducirán en dos tercios. Su historia es la de tantas: cambiarse en 1981 a una AFP perjudicó su previsión y mientras las colegas de su generación que se quedaron en el antiguo sistema ya están jubiladas, y con pensiones que superan los 600 mil pesos, ella sólo puede aspirar a una pensión de 345 mil pesos. Ante ese escenario, Adriana se resiste, pero problemas de salud derivados del tipo de trabajo que ha realizado durante su larga e ininterrumpida vida laboral, con turnos de noche y manteniéndose mucho tiempo de pie, la obligarán a retirarse. "He tenido que prolongar mi trabajo porque necesito mi sueldo, pero mantenerme activa haciendo turnos no me resulta fácil. Por mi salud, ya no puedo trabajar en la sala de parto. Sé que no voy a poder aguantar mucho tiempo más y tendré que jubilar. Sin salud, nadie puede trabajar". \\

\ Por: Pía Rajevic

\ Fotos: Sergio López

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