CUATRO PALABRAS ALTAMENTE SIGNIFICATIVAS: Vida, aspiración, superación, servicio Por Eliseo Hernández Echegoyén Usado con permiso I. VIDA En Job 33:4 encontramos esta declaración: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida”. Dios es el Autor de la vida y la fuente de la salud. Jesús dice: “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10). “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que reusa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn. 3:36). “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24). “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, si no es por mi” (Jn. 14:6). Sí, Dios es el Autor de la vida y la Fuente de la salud espiritual. El ser humano es un ser tripartito: espíritu, alma y cuerpo. Para todo lo material, su centro de gravedad está aquí en la tierra; pero para las cosas del espíritu, su centro de gravedad es en lo alto, en el cielo. Con el cuerpo nos relacionamos con nuestros semejantes; con el espíritu nos relacionamos con Dios y el mundo espiritual. “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Jn. 4:24). Hay tres clases de vida: física, espiritual y eterna. ¿A quién adora usted? Dios es el único ser digno de adoración. No hay otro. II. ASPIRACIÓN Todo ser humano vivo y sano tiene aspiraciones. ¿Qué es aspiración? Es inquietud de espíritu, aleteo de ascenso, impulso de avance, progreso hacia la perfección, todo esto, y más. Es ese fuego potencial que arde en las almas: aspiración—anhelos de elevación espiritual y moral: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por to, oh Dios, el alma mía” (Sal. 42:1). “Llevame a la roca que es más alta que yo...” (Sal 61:2). “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil 3:14). Donde quiera que haya vida humana, allí mismo se manifiesta, sólo que con distinto grado de intensidad. La simiente sembrada, aspira a ser planta: ésta hunde sus raíces en la tierra que le ha de dar vida; hace emerger su tallo, que ha de dar, primero, flores que aromen; y después, el fruto hasta que madure, perpetuando así la especie. Tenemos aquí una aspiración vegetativa. Aspira el gusano cuando se sepulta en el capullo, para ser mariposa. El gusano se arrastra; la mariposa vuela. Sólo los muertos (y los incapacitados mentalmente) no aspiran; tampoco lo inerte—aspirar es vivir. El creyente en Cristo Jesús, participante de la vida en Dios—la vida espiritual y la eternal - también experimenta en su espíritu ese aleteo en su alma. El Espíritu Santo, consciente de la bajeza del pecador, como también de la vida suprema de Dios, obra poderosamente impulsando al creyente a que deje la escoria del pecado y del mundo corrupto, y que se eleve hacia la perfección, para que oremos como el poeta: “No permitas, Señor, que me deslumbre; quiero vivir mis males despreciando, y llegar como el cóndor a la cumbre, ó valiente morir siempre luchando”.
El Espíritu Santo señala en la Palabra divina la meta por alcanzar; pero también es poder que se perfecciona en la flaqueza, y que conquista los ideales que se propone alcansar. El Espíritu es guía y es potencia para el cristiano; en él la aspiración es espontánea, como consecuencia de la vida celestial de que participa — aleteo del alma, impulsos del corazón, elevación del espíritu hacia Dios. III. SUPERACIÓN “La senda del justo es como la luz de la aurora, que van en aumento, hasta que el día es perfecto” (Pr. 4:18). El cristiano victorioso va de cumbre en cumbre, de triunfo en triunfo, de fortaleza en fortaleza, hasta ver a Dios en la Sión celestial. Hoy, mejor que ayer; mañana, mejor que hoy—¡Siempre adelante! En la superación tenemos por delante: Nuevos horizontes, nuevas perspectivas, nuevas esperanzas, nuevos propósitos, nuevos planes, nuevas promesas, nuevos compromisos, nuevas aventuras, nuevas recompensas, nuevos ideales y nuevas cumbres de gloria en el Señor que alcanzar. La vida dirigida por Dios es deleitosa, sublime y dichosa; hay ascenso a la inmortalidad y a la gloria. Como ilustración de estas verdades, el bello poema del ilustre poeta Francisco E. Estrello: La Vida en Dios La vida en Dios es vida de aventura; Vida llena de ensueño y de grandeza; Rumbo heroico que apunta hacia la altura Persiguiendo la gracia y la belleza. La vida en Dios es fe de iluminado, En un perpetuo florecer de cumbre Es ser un siervo de la mar, bañado En el claror intenso de su lumbre. La vida en Dios es ir por los caminos, Ardiendo el corazón, la mano abierta; Y llenar los cánticos divinos, La soledad estéril y desierta. La vida en Dios es fuego y armonía; Es salmo y es poema de ternura Que en la aspereza cruel de cada día, Va dejando la miel de su dulzura. La vida en Dios es ruta dolorosa; Es visión de la cruz, jalón de Gloria; Es pasar por la noche tenebrosa Y despertar en alba de victoria. IV. SERVICIO “Yo y mi casa, serviremos al Señor” (Josué 24:15). “...y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servida, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:28). Podemos decir que, más bienaventurada cosa es servir que ser servido. Dios, por su gracia nos ha salvado para que le sirvamos y que seamos útiles a nuestros semejantes y a su causa. No hay placer más grande ni
satisfacción más profunda que servir al Señor y a nuestros semejantes. Placer verdadero es servir a Jesús, nuestro amante Salvador. La verdadera vida en Dios es una vida de placentero servicio. Ilustramos estos pensamientos que expresan verdades cristianas, con el bello poema del ilustre e iluminado poeta cristiano, Rev. Arturo Borja Anderson de Guatemala: “No es Vivir” (Tuve el privilegio y dicha que fuera mi suegro.) No es Vivir No es vivir el gozar de los placeres Que la existencia nos ofrece ufana; Hay un vivir que de los cielos mana, Y es vivir para el bien de los demás. ¿No es vivir el vivir indiferente, El ideal olvidado de la vida; Hay acaso un dolor, alguna herida Que amorosos pudiéramos curar? No es vivir si el modelo no tomamos De Aquel noble y sublime Nazareno, Quien bebe el cáliz de amargura lleno, Y en dicha cambia nuestro cruel dolor. No es vivir si en el alma no palpita Ese amor que constriñe y nos abnega; No es vivir, no, si al corazón no llega El ajeno gemido del dolor. No es vivir si no se halla en nuestros labios Frase alguna de amor y de ternura Que del prójimo endulce la amargura Y el aliento devuelva al corazón. No es vivir si el altar del sacrificio No consume del todo nuestra ofrenda; Dar la vida, aunque nadie nos entienda, He aquí, lo sublime del vivir. ¡Ojalá que todos tengamos vida abundante, aspiraciones elevadas, superación en todos los órdenes y un buen espíritu de servicio a Dios y a nuestros semejantes! ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.