Lección 7
Cómo tratar con las peleas Sábado 7 de febrero La paz de Cristo no puede ser comprada con dinero; el talento brillante no puede disponer de ella; el intelecto no la puede asegurar: es un don de Dios. ¿Cómo podría yo hacer comprender a todos la gran pérdida que experimentan si no siguen los santos principios de la religión de Cristo en la vida diaria? La mansedumbre y la humildad de Cristo constituyen el poder del cristiano. Son a la verdad más preciosas que todo lo que el genio puede crear o las riquezas comprar. De todas las cosas buscadas, apreciadas o cultivadas, no hay nada tan valioso a la vista de Dios como un corazón puro, una disposición rebosante de agradecimiento y paz (Joyas de los testimonios, tomo 1, p. 579). Dios nos ha colocado en este mundo en mutuo compañerismo. Caminemos unidos en amor, dedicando nuestras energías a la obra de salvar almas. Al servir así a Dios en santa camaradería, comprobaremos que somos obreros juntamente con él (Alza tus ojos, p. 364). La verdad, implantada en el corazón por el Espíritu de Dios, desplazará el amor a las riquezas. El amor a Jesús y el amor al dinero no pueden morar en el mismo corazón. El amor a Dios sobrepasa de tal modo al amor al dinero, que su poseedor se aparta de sus riquezas y transfiere sus afectos a Dios. Luego, mediante el amor es inducido a satisfacer las necesidades de los menesterosos y a ayudar a la causa de Dios. Encuentra su satisfacción más intensa en disponer acertadamente de los bienes de su Señor. No considera como suyo todo lo que tiene, de modo que cumple fielmente su deber como mayordomo de Dios. Así puede observar los dos grandes mandamientos de la ley: “Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5); “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18) (Consejos sobre mayordomía cristiana, pp. 163, 164). Domingo 8 de febrero: El pecado y los amigos Podemos obtener las victorias más preciosas en la obra de ayudar a otros. Debiéramos dedicamos con celo incansable, con diligente fidelidad, con abnegación y con paciencia a la obra de ayudar a los que necesitan 48
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mejorar. Las palabras bondadosas y estimulantes realizarán maravillas. Hay muchos que se mostrarán dispuestos a mejorar si se realiza esfuerzo constante y gozoso en favor de ellos, sin criticarlos ni reprenderlos. Cuanto menos critiquemos a otros, tanto mayor será la influencia benéfica que ejerceremos sobre ellos. En el caso de muchos, las amonestaciones frecuentes y categóricas les causarán más daño que beneficio. Tratemos a todos con una bondad como la que Cristo manifestó (El evangelismo, p. 391). “Mas si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Nada puede justificar un espíritu no perdonador. El que no es misericordioso hacia otros, muestra que él mismo no es participante de la gracia perdonadora de Dios. En el perdón de Dios el corazón del que yerra se acerca al gran Corazón de amor infinito. La corriente de compasión divina fluye al alma del pecador, y de él hacia las almas de los demás. La ternura y la misericordia que Cristo ha revelado en su propia vida preciosa se verán en los que llegan a ser participantes de su gracia. Pero “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él”. Está alejado de Dios, listo solamente para la separación eterna de él (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 196). “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con la que medís, os será medido” (Mateo 7:2). Recordad que vuestros hermanos son personas falibles como vosotros mismos, y considerad sus tropiezos y errores con la misma misericordia y paciencia que quisiérais que ellos mostrasen hacia vosotros. No deben ser vigilados ni sus errores exhibidos abiertamente para que el mundo se deleite en ellos. Los que se atreven a hacer esto, se han subido al tribunal y se han constituido en jueces, mientras que han descuidado el huerto de sus propios corazones y permitido que la maleza venenosa crezca en gran abundancia. Cada uno de nosotros, individualmente, tiene un caso pendiente en el tribunal del cielo. El carácter está siendo pesado en las balanzas del Santuario y debiera ser el sincero deseo de todos caminar con humildad y cuidado, no sea que, olvidando dejar brillar su luz ante el mundo no obtengan la gracia de Dios y pierdan todo lo que es de valor. Toda disensión, toda diferencia y crítica debe ser puesta a un lado, junto con toda maledicencia y amargura; deben atesorarse la bondad, el amor y la compasión mutuas, para que la oración de Cristo de que sus discípulos fuesen uno como lo son él y su Padre pueda ser contestada. La armonía y la unidad de la iglesia son las credenciales que ellos presentan ante el mundo demostrando que Jesús es el Hijo de Dios. La conversión genuina siempre conducirá hacia el amor genuino por Jesús y por todos aquellos por quienes él murió. Todo el que hace lo que pueda por Dios, que es leal y celoso por hacer el bien a los que lo rodean, recibirá la bendición de Dios sobre sus esfuerzos. Un hombre puede rendir un servicio eficaz para Dios, aunque no sea la cabeza o el corazón del cuerpo de Cristo. El servició representado en la RECURSOS ESCUELA SABÁTICA
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Palabra de Dios por la mano o el pie, aunque humilde, de todos modos es importante. No es la grandeza de la obra sino el amor con que se hace, el motivo tras la acción, lo que determina su valor. Hay obra que hacer por nuestros vecinos y por aquellos con quienes nos asociamos. No estamos libres para cesar nuestras labores pacientes y dedicadas en favor de las almas, mientras queden algunas fuera del arca de salvación. No hay tregua en esta guerra. Somos soldados de Cristo y estamos bajo la obligación de velar, no sea que el enemigo nos gane la delantera y capte para su servicio almas que pudiéramos haber ganado para Cristo (Testimonios para la iglesia, tomo 5, pp. 259, 260). Lunes 9 de febrero: ¡Sé justo! Dios no nos trata como los hombres se tratan entre sí. Sus pensamientos son pensamientos de misericordia, de amor y de la más tierna compasión. El dice: “¡Deje el malo su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá compasión de él, y a nuestro Dios, porque es grande en perdonar!” “He borrado, como nublado, tus transgresiones, y como una nube tus pecados” (Isaías 55:7; 44:22) (El camino a Cristo, p. 53). El amor divino dirige sus más conmovedores llamamientos al corazón cuando nos pide que manifestemos la misma tierna compasión que Cristo mostró. Solamente el hombre que tiene un amor desinteresado por su hermano, ama verdaderamente a Dios. El verdadero cristiano no permitirá voluntariamente que un alma en peligro y necesidad camine desprevenida y desamparada. No podrá mantenerse apartado del que yerra, dejando que se hunda en la tristeza y desánimo, o que caiga en el campo de batalla de Satanás. Los que nunca experimentaron el tierno y persuasivo amor de Cristo, no pueden guiar a otros a la fuente de la vida. Su amor en el corazón es un poder competente, que induce a los hombres a revelarlo en su conversación, por un espíritu tierno y compasivo, y en la elevación de las vidas de aquellos con quienes se asocian (Los hechos de los apóstoles, p. 439). Tal como el arco iris se forma en las nubes por la unión de los rayos del sol y las gotas de lluvia, el arco iris que rodea el trono representa el poder combinado de la misericordia y la justicia. No solo hay que afirmar la justicia, porque eclipsaría la gloria del arco iris de la promesa que está sobre el trono; los hombres solo verían la condenación de la ley. Si no hubiera justicia ni sanción, el gobierno de Dios carecería de estabilidad. La unión de la justicia y la misericordia perfecciona la salvación... La misericordia nos invita a entrar en la ciudad de Dios a través de sus puertas, y la justicia se complace en otorgar a toda alma obediente los privilegios plenos que le corresponden como miembro de la familia real e hijo del Rey del cielo. Si tuviéramos defectos de carácter, no podríamos franquear las puertas que la misericordia ha abierto para los obedientes; 50
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porque la justicia está en pie junto a la entrada y requiere santidad de todos los que quieran ver a Dios (¡Maranata: El Señor viene!, p. 324). No deberíamos estimular nada más en su caso, pero sí hacer lo mejor dentro de nuestras posibilidades para salvar su alma de la muerte y cubrir una multitud de pecados. A veces me siento muy perpleja, y casi he llegado a la conclusión de que, cuando me presenten casos de error o pecado grave no diré nada a mis hermanos administradores si ellos no han llegado a saber del asunto, sino que trabajaré por el errante. Lo animaré para que confíe en la misericordia de Dios y se aferre a los méritos del Salvador crucificado y resucitado, para que mire al Cordero de Dios en una actitud de arrepentimiento y contrición, y para que viva con la fuerza que procede de él. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueran como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). No existe una combinación de elementos de carácter que pueda conducir a la misericordia, al amor de Dios y a una preciosa armonía. Hay demasiada conversación, demasiadas palabras fuertes y demasiados sentimientos duros con los cuales nada tiene que ver el Señor, y esos sentimientos influyen sobre nuestros buenos hermanos. Me siento compelida a tratar el pecado con franqueza y a censurarlo. Llevo esa carga sobre mi corazón, puesta allí por el Espíritu de Cristo, para trabajar con fe, tierna simpatía y compasión por los errantes. No los abandonaré; no los dejaré para que sean burla a causa de las tentaciones de Satanás. No quisiera hacer el papel del adversario de las almas, como fue representado por Josué y el ángel. Las almas costaron el precio de la sangre de mi Redentor (Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio, pp. 269, 270). Martes 10 de febrero: Otra vez las palabras Cuando las almas pobres, heridas y maltratadas acuden a ustedes en busca de palabras de esperanza, deben hablarles las palabras de Cristo. ¿Rehúsan ustedes dirigirles palabras amables, corteses y bondadosas? Los que hablan como lo hizo Cristo nunca plantarán palabras amargas, como flechas dentadas, en el alma herida. “El Señor escuchó y oyó”. ¿Quisiéramos tener en mente el hecho de que el Señor escucha las palabras que hablamos y que conoce el espíritu que motiva nuestras acciones? Cristo es la defensa de todos los que se esconden en él (Exaltad a Jesús, p. 142). Hemos de acostumbramos a hablar en tonos agradables, a usar un lenguaje puro y correcto, y palabras bondadosas y corteses. Las palabras dulces, amables, son como el rocío y la suave lluvia para el alma. La Escritura dice de Cristo, que la gracia fue derramada en sus labios, para que pudiera “hablar en sazón palabra al cansado”. Y el Señor nos insta: RECURSOS ESCUELA SABÁTICA
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“Sea vuestra palabra siempre con gracia”, “para que dé gracia a los oyentes” (La voz: su educación y uso correcto, p. 192). Querida amiga: Debe producirse en usted una transformación completa, o en caso contrario será pesada en la balanza y hallada falta. En la iglesia de_______, especialmente las mujeres que hablan mucho, tienen una lección que aprender. “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Santiago 1:26). Muchos serán pesados en la balanza y hallados faltos en este asunto de tan gran importancia. ¿Dónde están los cristianos que se van a someter a esta regla: que se van a poner de parte de Dios contra los que practican la maledicencia; que van a complacer a Dios y poner guardia, una guardia continua delante de su boca, y van a guardar la puerta de sus labios? No hable mal de nadie. No escuche ningún mal informe acerca de nadie. Porque si no hubiera oyentes, no habría maledicientes. Si alguien habla mal de otros en su presencia, no se lo permita. Rehúse escucharlo, aunque sus modales sean suaves y su voz dulce. Esa persona puede profesar aprecio, no obstante lo cual puede lanzar insinuaciones encubiertas para apuñalar el carácter en medio de la oscuridad. Evite resueltamente escuchar, aunque el murmurador insista en que se sentirá abrumado hasta que pueda hablar. ¡Abrumado, por cierto! Por un secreto maldito capaz de separar a los mejores amigos. Vayan, ustedes los abrumados, y libérense de su carga en la forma en que Dios lo indicó. Primeramente vayan y hablen con su hermano acerca de su falta entre ustedes y él solos. Si esto falla, lleven a dos amigos y háblenle en su presencia. Si estos pasos no dan resultado, entonces díganlo a la iglesia. Ni un solo incrédulo debe estar al tanto del más mínimo detalle del asunto. Comunicarlo a la iglesia es el último paso que se debe dar. No lo publiquen entre los enemigos de nuestra fe. Estos no tienen derecho a estar enterados de los asuntos de la iglesia, no sea que las debilidades y los errores de los seguidores de Cristo queden en evidencia (Testimonios para la iglesia, tomo 2, p. 50). Miércoles 11 de febrero: Los dos lados de una historia Debéis aprender a mirar con la mente tanto como con los ojos. Debéis educar el juicio para que no sea débil e ineficiente. Debéis orar en busca de dirección y confiar vuestros caminos al Señor. Debéis cerrar el corazón a toda necedad y pecado, y abrirlo a toda influencia celestial. Debéis emplear la mayor parte del tiempo y las oportunidades en el desarrollo de un carácter simétrico... Debemos estar “cumplidos en él”. “De la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él”. Esto significa que debéis estudiar la vida de Cristo. La debéis estudiar con mucho más seriedad de la que se emplea al estudiar los cursos de estudios comunes, ya que los intereses eternos son más importantes que los estudios temporales y terrenos. Si 52
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apreciáis el valor y la santidad de las cosas eternas, aportaréis vuestros pensamientos más claros, vuestras mejores energías a la solución del problema que implica el eterno bienestar; porque cualquier otro interés desaparece en la insignificancia en comparación con ése (Hijos e hijas de Dios, p. 285). El hermano G se vanagloria de su independencia de criterio y juicio, y al mismo tiempo corta el paso a los pecadores con su vida disoluta y su oposición a la obra, combatiendo ciegamente a Cristo en la persona de sus siervos. Se ha engañado respecto de la calidad de la verdadera independencia. La independencia no es obstinación, aunque a menudo ésta se confunda con aquélla. Cuando el hermano G se ha formado una opinión y la expresa en la familia o la iglesia con considerable confianza y de manera pública, está inclinado a hacer que parezca que él tiene la razón valiéndose de todos los argumentos que se le ocurren. Con esa insistencia corre el peligro, el gran peligro, de cerrar los ojos y violar su conciencia; el enemigo lo tienta con fuerza. Su arrogancia en la opinión es difícil de vencer, aun cuando se enfrente a suficientes evidencias para convencerlo, si estuviera dispuesto. Piensa que admitir su error sería una mancha en su juicio y discernimiento. Hermano G, corre el gran peligro de perder su alma. Ansia la preeminencia. A veces cree que es menoscabado. No es feliz. No será feliz si abandona el pueblo de Dios, porque considera una ofensa las palabras claras y los hechos como hicieron muchos de los seguidores de Cristo porque la verdad declarada era demasiado evidente. No será un hombre feliz porque seguirá siendo usted mismo. No está a bien consigo mismo. Su temperamento es su enemigo y, vaya donde vaya, llevará consigo su carga de infelicidad... Hay muchos asuntos relacionados con la obra de Dios en los que usted encuentra faltas; encontrar faltas es cosa natural en usted. Puesto que se ha vuelto contra la luz de Dios que sobre usted se ha revelado, rápidamente pierde su discernimiento y, más que nunca, está pronto a encontrar defectos en todas las cosas. Da su opinión con confianza dictatorial y trata las consultas de los demás al respecto de sus opiniones como una crueldad personal. Ciertamente, la independencia refinada nunca desdeña pedir el consejo de los experimentados y los sabios, y los trata con respeto (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 236). Jueves 12 de febrero: Sé veraz “El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa” (Sofonías 3:13). Los labios mentirosos le son abominación. Declara que en la santa ciudad “no entrará... ninguna cosa sucia, o que hace abominación y mentira” (Apocalipsis 21: 27). Aferrémonos a la veracidad con mano firme, y sea ella parte de nuestra vida. El jugar al tira y afloja con la verdad y RECURSOS ESCUELA SABÁTICA
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disimular para acomodar los planes egoístas de uno, significa provocar el naufragio de la fe. “Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad.” (Efesios 6:14.) El que declara falsedades, vende su alma a bajo precio. Sus mentiras pueden parecerle útiles en casos de apuro; de esta manera le parecerá que adelanta en sus negocios como no podría hacerlo mediante un proceder correcto, pero llega finalmente al punto en que no puede confiar en nadie. Al ser él mismo un falsario, no tiene confianza en la palabra de otros. Ningún hombre puede enorgullecerse de su veracidad, porque no sabe lo que es a menos que haya vencido. Nadie conoce la fuerza de su veracidad y honradez hasta que pase la prueba de fuego que significa la tentación de adquirir fortuna por medios dudosos. Aquel cuyo corazón está henchido del amor que procede de Dios, no admite en su vida la exaltación del yo ni la falta de honradez. El que ha “nacido de nuevo” del Espíritu revela a Cristo en su vida diaria. Es recto en todo lo que emprende. No obra con maña, astucia, ni en secreto. El buen fruto que revela su vida da fe de la situación de su corazón (Meditaciones matinales 1952, p. 341). Viernes 13 de febrero: Para estudiar y meditar Testimonios para la iglesia, t. 4. pp. 185-191.
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