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CNI: Vamos a echarles a perder su fiesta basada en la muerte Colaboraciónon31 mayo, 2017/1 comment Por Estefanía y Romeo LopCam Fotografía de portada por Brenda Burgoa / Agencia SubVersiones San Cristóbal de las Casas, Chiapas. El 28 de mayo pasado un auditorio repleto celebró con aplausos en el CIDECI-Unitierra, la constitución del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), emanado del Congreso Nacional Indígena (CNI), organización que además nombró como su vocera a María de Jesús Patricio Martínez, una indígena nahua del sur de Jalisco mejor conocida entre sus allegados como Marichuy, quien contenderá en las elecciones presidenciales de 2018.
«No vamos a cuidar urnas, vamos a reconstruir este país» Desde que fue anunciada en octubre del año pasado, esta propuesta ha generado expectativa en buena parte de la sociedad mexicana y causado temores, disfrazados de burlas y desprecios, en toda la clase política. Tanto es así que hasta los medios de comunicación convencionales, que habían dejado de dar cobertura a las propuestas e iniciativas del CNI y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), hicieron acto de presencia, entre corretizas y empujones con cámara en mano. Los 71 hombres y mujeres que conforman dicho concejo afirmaron ante aquellos y ante los medios libres, en una rueda de prensa: «Éste es el alzamiento indígena más grande». Si bien buscarán el registro ante el Instituto Nacional Electoral (INE) para participar en las elecciones, el objetivo en que se enmarca esta iniciativa –explicaron– no se limita a emprender una campaña electoral. Marichuy no será una candidata ordinaria en busca de votos, ya que como ella subrayó «el fin no es sentarse en la silla maliciada». Carlos González, abogado y miembro del CNI afirmó: Las elecciones son por excelencia la fiesta de los de arriba, el espacio y la forma como los finqueros de este mundo construyen y reconstruyen el consenso político que ocupan para seguir acumulando ganancias y poder hasta el infinito. Queremos colarnos en esa fiesta y queremos echárselas a perder. Lo que están haciendo es algo inaudito. Y por tanto, nos dicen, pecan de empecinados quienes a toda costa intentan enmarcar esta propuesta en un asunto electoral. Es imposible entenderlo desde la lógica que nos imponen los poderosos al hacer política. Se trata de abrir un surco, colarse por un resquicio e irrumpir en el escenario mediático y en la agenda del Estado con un propósito propio: difundir el mensaje de los pueblos, invitando a todos los sectores de la sociedad a organizarse y reconstruir este país a través de un plan de lucha anticapitalista. El CNI no está metamorfoseándose, no se está volviendo un partido político, son la representación de decenas de pueblos indígenas organizándose a nivel nacional. No miran las elecciones como camino para la emancipación y tienen claro que desde el poder no se construirá la autonomía. El Profe Filo, integrante del CIG, apuntó en la conferencia de prensa: Estamos hablando de unos 10,000 años de historia, sobre eso es sobre lo que estamos parados todos los que estamos aquí, el Concejo Indígena de Gobierno. No confundan, no es una vulgar lucha por el poder. Es un asunto civilizatorio. En este mismo tenor y ante el cuestionamiento sobre en qué se diferencian del resto de los partidos políticos, el CIG responde que ellos y ellas parten de la colectividad, no del individualismo. Es decir, el concejo tiene la obligación de consultar y transmitir las decisiones tomadas por los pueblos y desde ahí generar propuestas, actuando siempre bajo los siete principios del CNI: servir y no servirse, construir y no destruir, bajar y no subir, representar y no suplantar, proponer y no imponer, convencer y no vencer, obedecer y no mandar.
«Desde el día de hoy tenemos el CIG, ellos son nuestro gobierno» El CIG está compuesto por 71 hombres y mujeres pertenecientes a más de 50 pueblos originarios localizados en 17 estados de la república. Todos y todas tuvieron que ser avalados por sus comunidades con actas de asamblea. Se espera que a partir de ahora se vayan integrando más, de acuerdo con las regiones nombradas en la convocatoria a su asamblea constitutiva, publicada el dos de abril del presente año. En muchos pueblos la consulta continúa. Durante la toma de posesión, sus integrantes declararon que este esfuerzo responde a la situación de guerra de un país «maltratado, dolido y agraviado», en el que es necesaria «la entereza, la valentía, la decisión, la inteligencia y sobre todo el amor». Han jurado respetar la palabra de quienes representan; cuidar y defender con la vida a la tierra, las culturas y a los pueblos; «no venderse, no claudicar, no rendirse». Por último, como es habitual en sus comunidades, aceptaron ser sancionados y removidos de su cargo, de no cumplir con lo anterior. En plenaria abierta se ratificaron los primeros acuerdos del CIG discutidos en tres mesas de trabajo: Propósitos y estrategias, Funcionamiento y organización, y Vinculación con otros sectores y la sociedad civil. Algunos de los acuerdos mencionados fueron: seguir activos en la defensa y recuperación de sus territorios, promover los derechos de los pueblos según lo establecido en los Acuerdos de San Andrés y otros acuerdos internacionales, así como vigilar el respeto a las formas de organización y autonomía de cada pueblo, tribu, comunidad o nación. También se mencionó el rechazo al modelo educativo neoliberal y la propuesta de fortalecer una educación que descolonice el pensamiento, poner un alto a la violencia contra las mujeres y alentar su participación en las asambleas, emprender un proceso de formación para los concejales, apostar por una salud alternativa e involucrar a las generaciones futuras. Estos son apenas los primeros esbozos de un programa de lucha que se irá profundizando y afinando en los próximos meses. Sin embargo, el objetivo queda claro: desmontar el sistema capitalista y apostar por la autodeterminación. Como dice el CNI en su declaratoria, se trata de: (…) ir tallando la flecha que portará la ofensiva de todos los pueblos indígenas y no indígenas, organizados y no organizados, para apuntarla al verdadero enemigo. Para ello planean iniciar, no una campaña electoral, sino «una campaña por la vida, por la organización de los pueblos y la construcción de un poder desde abajo». La estrategia planteada hasta ahora, consistirá en la generación de estructuras, el intercambio de experiencias, el establecimiento de vínculos prácticos y operativos desde lo local a lo nacional «entre los explotados del país», trazando y denunciando la cartografía de los dolores y agravios que suceden en México.
«Nuestra palabra urgente» Con el recorrido por todo el país realizado durante La Otra Campaña en 2006, el análisis de la realidad del zapatismo ha estado advirtiendo que la guerra capitalista se agudiza, describiendo el futuro que se avecina como «la tormenta», la cual viene con horrores cada vez más inimaginables. Lo que hoy se percibe, y que ni siquiera quienes administran el poder pueden negar al menos que sea a través del cinismo, es una devastación que ha dejado más de 170 mil muertos, 30 mil desaparecidos, un narco-gobierno que opera con total impunidad, la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, la destrucción de los recursos naturales y el despojo de la tierra en favor de los grandes capitales. Durante el acto constitutivo del CIG, estuvieron presentes algunos de estos dolores, quienes además de denunciar, se solidarizaron y ratificaron su compromiso con la lucha del EZLN y el CNI. Entre ellos, el comité de padres y madres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos, quienes en su lucha por recuperar a sus hijos han evidenciado que el «Estado [está] decrépito y corrompido hasta la médula», y afirman «nuestra lucha camina abajo y a la izquierda». Aracely Osorio Martínez, madre de Lesvy Berlín Osorio, asesinada en Ciudad Universitaria el pasado 3 de mayo, denunció que el Estado pretendió crearle una vida a su hija, suponiendo que así, el asesinato pasaría desapercibido «no se imaginaban la estupidez ni la torpeza tan grande que estaban cometiendo». Al igual que cuando alzó la voz para exigir un alto a esas mentiras, así también hizo resonar el auditorio al decir: ¡Ya basta!, compañeros, no queremos ni uno más, ni una más. ¡Basta! ¡Se acabó! No les vamos a dar la vida de nadie más. (…) Aquí y ahora tenemos una nueva voz, una voz muy grande, una voz muy amplia, que como dicen: va a retumbar en toda la tierra. Se denunciaron también los asesinatos perpetrados contra defensores de los territorios, como el de los rarámuris Isidro Baldenegro y Juan Ontiveros Ramos, y el de los wirrárikas Miguel y Agustín Vázquez Torres. Ramiro, representante de Nuevo San Andrés Chimalapa, denunció la agresión y amenaza a nueve compañeros por parte de los pistoleros del propietario Carmen Ariel Gómez Jiménez. También se leyeron las palabras de Fernando Sotelo, preso político adherente a La Sexta, y de Fidencio Aldama Pérez, yaqui injustamente encarcelado desde hace siete meses en Sonora. El equipo social pastoral de la Diósesis de Matehuala, San Luis Potosí, envió saludos y refrendó su acompañamiento al CNI en este camino, denunció además los proyectos de basureros tóxicos en Santo Domingo y Guadalcazar. En su carta escribieron: El único camino para defendernos es organización. Estamos con la causa del pueblo, una iglesia comprometida a vivir el evangelio entre los pobres para juntos encontrar caminos de justicia y liberación.
El gobierno tradicional de Cohuirimpo, Sonora, perteneciente a la nación Mayo-Yoreme también envió una carta en la que «como pueblo ancestral que ha tenido presencia desde edades antiguas que datan de tiempos inmemoriales», afirmaron conocer bien del despojo y opresión que distingue al Estado mexicano y el sistema capitalista; proclamaron la recuperación de sus tierras, la soberanía de su pueblo y el acompañamiento en los trabajos por venir del CNI y el CIG. Por último, tomó la palabra Shannon Rivers del pueblo Akimel O’odham situado en Arizona, Estados Unidos, al otro lado de lo que denominó «esa frontera falsa», que divide artificialmente los territorios de los pueblos originarios del norte del continente. En su representación, Rivers entregó a la vocera del CIG, un «paquete diplomático» que significa presencia, solidaridad y compromiso con sus hermanos del sur, quienes –indicó– siempre han estado «más allá de ese concepto llamado América».
«Tenemos con qué y con quién» Casi al finalizar el evento, la comandanta Miriam le entregó a Marichuy dos figuras de una mujer y una niña zapatista, hechas de barro, a nombre del EZLN, «para que siempre lleve en su mente y en su corazón a los indígenas de México». Dichos símbolos representaron el respaldo total del EZLN a los pueblos originarios agrupados en el CNI. No está de más recordar que desde su aparición pública, el EZLN ha promovido la articulación de movimientos sociales y políticos a través de la generación de espacios de diálogo, reconocimiento y organización, tales como la Convención Nacional Democrática y la Convención Nacional Indígena en 1994; el Movimiento para la Liberación Nacional en 1995; el Frente Zapatista para la Liberación Nacional (FZLN) en 1996; y la Otra Campaña en 2006. Si bien las propuestas se diferencian al surgir en un contexto nacional y
condiciones históricas distintas, los esfuerzos se suman y el objetivo se mantiene: la transformación radical del país, el devenir en democracia, libertad y justicia. También cabe señalar que no es la primera vez que la organización rebelde le da a los pueblos indígenas un lugar en los espacios que conquista con su accionar político y militar, por ejemplo, en la Mesa de Derechos y Cultura Indígena en el marco de los Diálogos de San Andrés en 1995, o en su irrupción en el Congreso de la Unión en 2001. Sin embargo, sí es la primera vez que le otorga todo el protagonismo a una estructura que si bien nació y creció durante estos 20 años gracias a su iniciativa, mantiene un caminar propio, trazado por las muchas identidades que lo conforman. La asamblea constitutiva concluyó con muchas caras sonrientes a la salida del auditorio del CIDECI-Unitierra. La siguiente asamblea del CIG se realizará el 12 de octubre de este año, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y en los caracoles autónomos zapatistas. Esto apenas acaba de empezar.