Espectáculos
Página 2/Sección 4/LA NACION
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El actor en su experimento
Casero
El incendio en la disco Cromagnon, a Casero le cambio la vida. Es más: hubo un antes y un después en la manera de hacer reír desde un escenario. “Un cómico tiene más poder que un político”, dice.
“A Suar le El cómico reflexiona sobre la fugacidad con la que pasó por la TV, su último programa, A todo culorr, con un pensamiento propio del budismo Por Carlos Sanzol Para LA NACION Alfredo Casero decidió que un día se tenía que “morir” para renacer, para convertirse en una nueva persona. La fecha de ese suceso no la eligió, sino que, más bien, el destino se la impuso. Fue el 30 de diciembre de 2004 cuando 193 personas murieron en un incendio en el boliche Cromagnon. “¿Qué estaba haciendo como artista y como ser humano para evitar que hechos insensatos como ése ocurrieran?”, se preguntó al conocer la noticia. Cuando Casero se despertó de su “muerte”, decidió que iba a experimentar con su nueva vida y que iba a emprender una batalla educativa desde donde mejor sabía hacerlo: el humor. Por eso, escribió Un tranvía llamado Vaporeso, el nuevo libro que acaba de editar. Con la misma intención grabará, en abril, un disco que recogerá lo mejor de sus anteriores álbumes y que incluirá nuevas canciones. En el primer piso de un edificio del barrio de Agronomía está Casero. El departamento se sabe suyo porque en la puerta está pegada una calco-
manía que reza: “The Casero Experimendo”. Adentro, en uno de los sillones, está sentado el actor, descalzo. “¿Querés un mate de la puta madre?”, ofrece. Su mujer está por salir y su hija, Minerva, de siete años, juega en una de las habitaciones del fondo. El, circunstancialmente, está de paso por Buenos Aires, para, después volver a Tras las Sierras, en San Luis, donde siembra, cosecha y enfarda alfalfa y tiene una lucha a muerte con las depredadoras hormigas negras. Se convirtió en una suerte de nómade, capaz de vivir fuera de esta ciudad de ruidos, ya sea en ese campo o en Puerto Madryn, de donde escapó cuando, de la noche a la mañana, el silencio se acabó. “Vino todo el mundo a romperme las pelotas”, explica el motivo de su huida. Está por viajar a Japón, en marzo, para visitar amigos. Allí fue donde vendió 300.000 copias de la canción “Shimauta”, cantada íntegramente en japonés, y que se conoció en una fecha bastante oportuna: el Mundial de fútbol de Corea-Japón, en 2002. En ese país, encontró la espiritualidad, materializada en el budismo. Y de esa religión, se adueñó de una idea. “El budismo es tener conmiseración por
el que no entiende, con el necio. Adhiero a la paz mundial, comprendiendo al que en otro momento le hubiera dado un sopapo por boludo”, intenta explicar su nueva filosofía. –¿Adoptaste ritos budistas? – Esa es una cosa personal, no puedo hablar de eso. La cercanía que el cómico tiene con la cultura oriental se la legó a su hija. “Ella va a una escuela japonesa acá porque la educación de ese país es muy fuerte”, señala. Algo de eso se ve en una de las paredes de la cocina del departamento, sobre la que hay pegados unos cuadraditos de cartulina rosa y celeste, que tienen dibujados, cada uno de ellos, unos ideogramas japoneses; una obra de la niña.
La muerte de los cómicos “¿Sabés cuándo un tipo te va a cagar?”, pregunta. El instrumento para conocer el engaño reside en unas porciones de fainá. “Si el tipo te da el pedazo más grande, sólo quiere agradarte, pero si se queda con la mejor parte, es un egoísta.” Con esas palabras, Casero describe lo que denomina “La gestáltica del fainá”, que, según cuenta, será una de las tantas enseñanzas que
formarán parte de un nuevo libro. Pero por el momento, está abocado a hablar de su actual biografía del doctor Ricardo Vaporeso, su álter ego en la ficción. Esta nueva obra del comediante integra lo que llama “The Casero Experimendo”. Según explica es una manera de transformar la vida en una obra de arte. “Experimendo me tiene solo, en el medio de mi manifiesto vivo del carbono, oxígeno y nitrógeno que soy. Declaro que todo lo que es movimiento en mí es arte a partir de ahora”, lee, con entusiasmo, lo que escribió en su blog (www.ca seroexperimendo.blogspot.com) para tratar de cerrar la idea de su nuevo proyecto de vida. Y agrega: “Con lo que hago intento quedar en la cabeza de la gente”.
Desde esa manera de pensar, dice que ya no hay cómicos. “Un cómico tiene más poder que un político. Al romper con un código moral y de costumbres, te ganás el odio y la incomprensión del estadismo [sic] más cerrado y pasás a ser juzgado”, explica.
Los dedos en la guillotina El 17 de enero de 2006 no fue un buen día para Casero. Su nuevo programa, A todo culorr, en Canal 13, marcaba el debut y la despedida con 6,5 puntos de rating del humor a lo Cha Cha Cha, su creación televisiva de 1995, junto con Fabio Alberti y Diego Capusotto. Ahora, a poco más de un año de esa experiencia, al actor parece no preocuparle y ni siquiera lo vive como un fracaso. “A todo… estuvo perfecto”, dice.
Sábado 17 de febrero de 2007
–¿Adrián Suar te propuso hacer A todo…? –Sí. Pero yo le dije que no se podía hacer un programa de humor. Sabía que me iban a salir a matar. –Entonces, ¿pusiste la cabeza en la guillotina? –No, puse los dedos porque los quería poner. Vamos a decirlo de alguna manera: lo único que hice fue usarle la pantalla. Yo ya sabía que me iba a cortar los dedos. –¿No sentiste que te expusiste en vano? –A mí me llamaron para hacer lo que sé hacer. Yo no estaba dispuesto a pelear por levantar el rating. –¿Cómo quedó tu relación con Suar? –Es un tipo al que quiero. A todo… quedó como un negocio que hice. En 15 años de carrera, me gané enemigos y gente envidiosa. No puedo hacer todos goles. Me costó entender eso. –¿No trabajarías más en la televisión? –No, no volvería a hacer un programa mío. Lejos de su campo, en San Luis, y de su tractor, al que llama Marilyn, Casero juega con su hija. “Tengo la suerte de haber criado unos lindos hijos”, cuenta. Uno de ellos es Nazareno, el que siguió los pasos de su papá. Y lo hizo desde niño cuando participó en algunas emisiones de Cha Cha Cha. Y ahora, el joven se pudo sacar el mote de “ser hijo de…”, gracias a su participación en Crónica de una fuga, el film de Israel Caetano, y al premio Sur al actor revelación que la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina le entregó. “El nene tiene una gran suerte de no ser yo. El tipo trabaja desde un despojo, desde una alegría que le envidio”, dice Casero sobre su hijo. El cómico señala que todavía no vio Crónica…, porque pronostica que le va a hacer mal ver cómo a Nazareno lo torturan en la película, que cuenta la historia de la huida de un centro clandestino de detención durante la dictadura. Ni padre ni hijo prestan demasiada atención a los pasos profesionales del otro. “El no me ve en televisión o en cine ni yo lo veo a él”, cuenta Casero. Lo que sí comparten es el hecho de mirar los programas grabados de Cha Cha Cha. “Nos cagamos de risa”, añade el también padre de Guillermina, de 22 años. Así es el nuevo Casero, un hombre que decidió morirse para renacer. “Cada vez más me estoy alejando de mí, pero, al mismo tiempo, no hago más que juntarme conmigo mismo. Llega un momento en que te tenés que morir porque si no te repetís”, concluye.
Por Diego Batlle
Video
Vecino 13 (2005), de Yassuo Inoue. Editora: SBP
Esta ópera prima japonesa incluida dentro de la colección dedicada al cine de género asiático está basada en un célebre manga de Santa Inoue y narra la historia de un tímido muchacho maltratado por sus compañeros de escuela que desarrolla una doble personalidad y se convierte en un sangriento asesino serial. La edición local incluye un excelente detrás de escena de 51 minutos, información sobre la producción, el trailer, escenas borradas de la edición final, galería de fotos y 13 minutos de declaraciones del elenco en conferencias de prensa, entrevistas y apariciones televisivas.
El gigante de Ferrell, un simple mecánico convertido en el campeón de la serie Nascar
Humor negro en cuatro ruedas Loco por la velocidad, film protagonizado por Will Ferrell Ricky Bobby: Loco por la velocidad (Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby es el título original) se convirtió en una de las comedias más veneradas por la crítica y, al mismo tiempo, una de las más exitosas de 2006, ya que sólo tras su paso por las salas estadounidenses recaudó 150 millones de dólares. Sin embargo, esta apuesta por el humor negro y absurdo ambientada en el mundo de las carreras automovilísticas no pasó por los cines locales y fue lanzada aquí el martes último en DVD por el sello LK-Tel. Concebida por el mismo equipo de la no menos lograda El reportero: la leyenda de Ron Burgundy (también editada directamente en video hace dos años), que lideran Adam McKay en la dirección y Will Ferrell en el papel protagónico (ambos compartiendo la autoría del guión), Ricky Bobby se sustenta en dos conceptos irresistibles, por lo menos para el público norteamericano: el universo de la serie Nascar, la categoría automovilística más popular de ese país, y la presencia de Ferrell, uno de los cómicos más exitosos desde sus inicios televisivos en el ciclo Saturday Night Live. Ubicado en el puesto 34 entre las figuras más poderosas de Hollywood, según la lista confeccionada por la revista Première en 2006,
Ferrell tiene uno de los cachets más caros de la industria: 20 millones de dólares por película. Visto últimamente como el autor nazi en Los productores y protagonista de la aún inédita Más extraño que la ficción, Ferrell –integrante de una suerte de cofradía de humoristas amigos, que integra también Jack Black, Ben Stiller, los hermanos Owen y Luke Wilson, Vince Vaughn y Steve Carell– ya tiene varias películas terminadas y en marcha. Uno de los proyectos en preproducción es Step Brothers, otra historia escrita a cuatro manos con McKay, que éste dirigirá, que el astro cómico encabezará con su compinche John C. Reilly y que coproducirán –al igual que Ricky Bobby– junto con otro gran realizador de comedias como Judd Appatow (Virgen a los 40 años).
Una pesadilla mayor Ferrell, un talentoso intérprete de 39 años y 1,92 de altura al que un crítico del prestigioso semanario The Village Voice llegó a comparar con Groucho Marx, encarna al Ricky Bobby del título, un simple mecánico del peor equipo de la serie Nascar que, ante la imprevista deserción del piloto oficial, asume la conducción y se convierte en poco tiempo en la sensación de la categoría. Devenido
en ídolo deportivo y figura mediática, no tardará en mostrar su faceta más oscura y facturar millones de dólares gracias a todo tipo de contratos publicitarios, mientras abusa de su fiel compañero de equipo (John C. Reilly) y conforma una familia disfuncional con una voluptuosa rubia (Leslie Bibb) y dos hijos decididamente desagradables. Pero, tras una seguidilla de triunfos y una tirante relación con el nuevo jefe de equipo (Greg Germann), aparece en escena el francés Jean Girard (Sacha Baron Cohen, la estrella de la inminente Borat), un excéntrico y despiadado piloto gay de Fórmula Uno que se transformará en la pesadilla de un protagonista que, poco a poco, irá perdiendo cada uno de sus privilegios. Molly Shannon, Pat Hingle, Michael Clarke Duncan y Gary Cole completan el elenco principal de un film que tiene, además, cameos de artistas como Elvis Costello y Mos Def. En medio de tantas comedias automovilísticas recientes que no colmaron las expectativas (Herbie a toda marcha, Los duques de Hazzard, Cars), este lanzamiento –aun con su humor elemental y su coqueteo con los estereotipos– resulta un acontecimiento que los seguidores del género no deberían dejar pasar.
Laura / La escalera caracol (1944), de Otto Preminger, y (1945), de Robert Slodmak. Editora: Epoca/Solo Cine
Estas editoras continúan con la modalidad de lanzar dos películas en un solo DVD. En este caso, se trata de dos clásicos de suspenso rodados en Hollywood a mediados de los años 40 por dos grandes realizadores que habían emigrado de Europa: Laura, del austríaco Otto Preminger, con Gene Tierney, Dana Andrews y Vincent Price, y La escalera de caracol, del alemán Robert Siodmak, con Dorothy McGuire, George Brent y Ethel Barrymore.
Nadie sabe (2004), de Hirokazu Kore-eda. Colección: Gativideo
Basado en una conmovedora historia real narrada con sensibilidad y una austeridad que evita cualquier desborde, este nuevo film del talentoso Hirokazu Kore-eda (Maborosi, After Life) reconstruye las vivencias de cuatro chicos de diferentes padres y abandonados por su madre que sobrevivieron durante varios meses dentro de un departamento de Tokio y casi sin dinero. Ganadora del premio al mejor actor en el Festival de Cannes. Extras: trailer, información sobre los creadores y fotos.