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16 ene. 2004 - Noruega y la CEPAL (Subsede Regional de México) ... movimiento innovador – sin precedentes en la historia de las organizaciones ...
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Día de Ética y Desarrollo en el BID Organizada por la Iniciativa Interamericana de Capital Social, Ética y Desarrollo y la División de Estado y Sociedad Civil (R1) con la Cooperación del Gobierno de Noruega y la CEPAL (Subsede Regional de México)

“Reanalizando la Relación entre Ética y Desarrollo”

Autor: Amartya Sen

16 de Enero de 2004 Washington, DC

Documento incluido dentro de la Biblioteca Digital de la Iniciativa Interamericana de Capital Social, Etica y Desarrollo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) - www.iadb.org/etica

1 Es maravilloso para nosotros unirnos a otros en el Banco Interamericano de Desarrollo en el Día de Ética y Desarrollo. Centrarse en la importancia de la ética para el desarrollo de esta forma es, de hecho, un movimiento innovador – sin precedentes en la historia de las organizaciones internacionales financieras. Es particularmente asertivo que estas acciones en el BID estén lideradas por el propio presidente Enrique Iglesias, puesto que ha hecho ya tanto por trabajar por una visión del desarrollo amplia. El BID ha sido, bajo su orientación, un actor pionero en ensanchar el alcance del pensamiento y la práctica del desarrollo. También es maravilloso que estemos unidos por el Embajador noruego Knut Vollebaek. Como líder político en Noruega, ha estado muy vinculado con asuntos relacionados con el desarrollo durante largo tiempo; y el país que representa (Noruega) se encuentra en el primer lugar entre todos los países del mundo en cuanto a hacer lo más posible por ayudar en los esfuerzos globales de desarrollo. Nuestro anfitrión en el BID, la Iniciativa Interamericana en Capital Social, Ética y Desarrollo, que está dirigida con remarcable energía y visión por mi amigo Bernardo Kliksberg, ha tenido ya – en un corto período de tiempo – mucho éxito al colocar firmemente los asuntos éticos en la agenda del desarrollo. Los trabajos de la Iniciativa son ampliamente discutidos y extensamente admirados; las reuniones regionales que organiza o promueve son tremendamente bien atendidas; y tengo entendido que el número de visitas a su página web ha empezado a competir con la página web de Jennifer López. Además, he oído personalmente de un gran número de economistas y comentadores sociales de una gran variedad de países acerca de su profundo interés en el trabajo de la Iniciativa de Ética. De hecho, la Iniciativa ha llevado a muchas personas a pensar sobre la ética para el desarrollo, y a considerar caminos y medios para avanzar en el uso del pensamiento ético y el comportamiento normativo en la causa del progreso económico, social y político. A parte de su impacto en el análisis político y las decisiones prácticas, iniciativas como esta han hecho mucho, en años recientes, en ampliar el horizonte intelectual de economistas y otros científicos sociales, algunos de los cuales tienden a presumir que el duro trabajo del desarrollo demanda solamente cuidado y prudencia y no ideales, compromisos o moral. 2 Dados estos logros, y las promesas de logros futuros que uno puede ver más adelante, nos podemos preguntar: ¿por qué preocuparse? ¿Necesitamos discutir los problemas y las dificultades de la ética para el desarrollo en encuentros como esté, más que simplemente aplaudir el éxito que ya ha sido conseguido? ¿No es el “Día de Ética y Desarrollo” una ocasión de celebración, más que un día para tener arduas discusiones sobre “Reanalizando la Relación entre Ética y Desarrollo” – el título de mi conferencia?

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A pesar de los alcances evidentes, el reanalizar es importante por, al menos, tres razones distintas. Primero, existe el caso del “escrutinio disciplinario”, que contiene todas las proposiciones serias a una reexaminación persistente. El progreso del conocimiento y el entendimiento se puede beneficiar en gran parte de la revisión de asuntos complejos, más que de tomar los entendimientos ya establecidos como perfectos e inmejorables. La necesidad por continuar el escrutinio es un punto tan obvio que no me demoraré más en ello. La segunda razón – podemos llamarla el caso del “escrutinio interdisciplinario” – se refiere a la dependencia de la ética para el desarrollo en la comprensión científica en otras disciplinas, tales como: la economía, la política, la sociología, la psicología o la jurisprudencia. Tenemos que ver cómo podemos tomar nota de los nuevos resultados y refrescar la comprensión de los campos vecinos. Para dar simplemente un ejemplo (uno puede pensar en muchos otros), trabajos recientes en teoría de juegos – tanto experimentales como analíticos – han traído a la luz el rol y el alcance de la formación evolucionaria de valores, y hay mucho por decir en la investigación de las implicaciones de esos descubrimientos en el tipo de trabajo que hace la Iniciativa de Ética. El mundo del conocimiento no permanece estacionario, y existe un buen ejemplo para permanecer en alerta sobre las implicaciones del nuevo y creciente conocimiento y comprensión en las disciplinas en las cuales la ética del desarrollo está presente. Una tercera razón – que debo llamar “aplicación y extensión” – hace referencia no tanto a conservar la forma intelectual a través del escrutinio disciplinario e interdisciplinario, sino a ir por delante de lo que ha sido ya establecido, a proposiciones más profundas, tratando particularmente con usos, aplicaciones y extensiones. Es importante investigar las implicaciones – posiblemente bastante complejas – de la comprensión básica de que la ética puede tener una fuerte influencia en el comportamiento y la práctica (en operaciones de negocios, en la conducta familiar, en la utilidad social, en los movimientos políticos). ¿Cómo puede ser utilizada esta aproximación general para hacer del mundo un lugar mejor? Y, en particular, ¿cómo debemos pensar acerca de las instituciones sociales y su conveniencia a la luz de nuestro enfoque? Las conexiones institucionales conllevan variedad de preocupaciones. Ni la naturaleza de nuestros valores, ni sus impactos, pueden ser independientes de las instituciones que nos rodean. Por ejemplo, los valores socializadores de las personas pueden ser formados más fácilmente, y ser trasformados en políticas de forma más plena, si el sistema es democrático y responde a las opiniones y prioridades de los ciudadanos. En este sentido, la fuerza de la conexión valorativa de la ética con el desarrollo depende de las instituciones, y existe un buen caso para probar esos enlaces de forma más profunda.

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Además, algunos de nuestros valores se preocupan de los méritos y “desméritos” de las instituciones por sí mismas, en términos de su proceso de imparcialidad.1 El caso de la democracia, por ejemplo, depende no sólo en que la democracia puede lograrlo instrumentalmente (por ejemplo, en prevenir desastres como la hambruna, en reducir la corrupción, en fomentar la contabilidad pública), pero también en la comprensión de que la democracia por sí misma es un valor muy importante. La importancia intrínseca e instrumental de instituciones como la democracia tienen que ser vistas juntas. Incluso mientras buscamos formas y medios de mejorar el alcance de la democracia (como debemos), tenemos que asegurarnos que esas formas y medios no minan la razón fundacional por la cual la democracia es valorada; respetar la voz y las preocupaciones de las personas. El enlace interno entre los distintos asuntos institucionales está bien destacado en la discusión sobre el papel del estado en el libro de Bernardo Kliksberg Towards an Intelligent State: Es necesario desarrollar una nueva visión del Estado, uno que contribuya a resolver problemas en los que la política pública puede jugar un papel esencial y no pueda ser fácilmente substituido; y uno en el que el Estado tiene la capacidad de pensamiento inteligente, de acción innovadora, de descentralización, de flexibilidad, y que persigue hacer las cosas. Al mismo tiempo, este Estado debe estar realmente codirigido por los ciudadanos; este Estado debe estructurarse en los ciudadanos e integrarse con la sociedad civil para promover esfuerzos de desarrollo.2 Kliksberg está dirigiendo la atención aquí a la necesidad de prestar una atención simultánea a: 1) el papel y la efectividad de la institución en cuestión, en este caso el estado (cómo hacerlos más funcionales de forma eficiente, así como más inteligentes), y 2) las formas institucionales deseables, en particular la necesidad de que el estado sea participativo y democrático (debe ser “codirigido”, como Kliksberg indica, por los ciudadanos). Pueden implicar diferentes tipos de valores, pero tiene que ser dirigidas conjuntamente. 3 Pero ¿qué ocurre con el último asunto que Kliksberg señala: la necesidad de “estructurarse en la ciudadanía” y de “integrarse con la sociedad civil”? La importancia de la idea de ciudadanía y sus implicaciones de participación demandan un mayor análisis del que tiende a tener en la literatura establecida. Diría que existe una considerable necesidad por un reanálisis en este punto. En el resto de mi breve charla, discutiré porqué un escrutinio de las demandas de la ciudadanía puede ser particularmente necesario en este momento. Por concretar, ilustraré mis puntos en términos de un problema específico de ética para el desarrollo, a saber, las formas y los medios de lograr desarrollo sostenible – un asunto momentáneo que está bajo considerable tensión ahora mismo. 1

He intentado investigar algunos de esas conexiones en Rationality and Freedom (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2002).

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La necesidad por ampliar los instrumentos de desarrollo sostenible es ciertamente fuerte; la ética y una ciudadanía participativa son claramente importantes en esta ampliación. Pero la ética no sólo tiene una importancia instrumental – puede cambiar lo que nosotros tenemos razones para valorar. Ver a una persona como un ciudadano es tener una visión particular de la humanidad – no verla como una criatura cuyo bienestar es de relevancia; tenemos que entender a la persona como un ser racional, que piensa, valora, decide y actúa. La idea del desarrollo sostenible fue perseguida en el poderoso y pionero trabajo del Dr. Gro Brundtland (anteriormente Primer Ministro de Noruega y, más tarde, Director General de la Organización Mundial de la Salud, la OMS) en 1980. El trabajo de Brundtland definía el desarrollo sostenible como el requerimiento para encontrar “las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de futuras generaciones para encontrar sus propias necesidades”. El concepto de sostenibilidad de Brundtland ha sido redefinido más a fondo y elegantemente extendido por Robert Solow (uno de los economistas líderes en el mundo contemporáneo), en una monografía llamada Un Paso Casi Práctico Hacia la Sostenibilidad, publicada hace un poco más de una década.3 La formulación de Solow considera la sostenibilidad como el requerimiento de que la próxima generación debe ser dejada con “aquello que sea necesario para lograr un nivel de vida, al menos, tan bueno como el nuestro, y para cuidar de la siguiente generación de forma similar”. No hay duda de que el enfoque Brundtland y Solow ha contribuido tremendamente a la ética del desarrollo, en general, y la ética del medio ambiente, en particular. Pero, ¿es completamente aceptable? Yo discutiré que no es bastante adecuada si vemos a las personas como ciudadanos. ¿Por qué no? El enfoque de Brundtland y Solow considera a las personas como pacientes cuyas necesidades tienen que ser satisfechas y cuyos niveles de vida deben ser preservados, pero debemos ver a las personas también como agentes racionales cuyos juicios y valores y libertades son importantes por sí mismos. No es lo mismo tener niveles de vida sostenibles que sostener las libertades de las personas, lo que ellos valoran y tienen razones para añadir importancia. Nuestra razón para valorar oportunidades particulares no siempre descansa, necesariamente, en la contribución de esas oportunidades a nuestros niveles de vida. 4 Considere nuestro sentido de la responsabilidad hacia el futuro de otras especies, no meramente porque - o no solamente hasta el punto en que – la presencia de esas especies mejora nuestros niveles de vida. Por ejemplo, una persona puede juzgar que debemos hacer lo que podamos por asegurar la preservación de algunas especies animales amenazadas, digamos, un tipo específico de pájaro raro. No 2

Bernardo Kliksberg, Hacia un Estado Inteligente (Ámsterdam, IOS Press, 2001), p. 2.

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habría contradicción si esa persona dijera: “Nuestros niveles de vida no se verían afectados en gran medida – o por completo – por la presencia o la ausencia de ese pájaro, pero creo fuertemente que no debemos dejar que este pájaro se extinga, por razones que no tienen mucho que ver con los niveles de vida”. Gautama Buda usó una analogía para hacer una distinción similar, hace ciento veinticinco años. Señaló en Sutta Nipata que, ya que somos enormemente más poderosos que las otras especies, tenemos una responsabilidad hacia esas otras especies, que enlaza con esta asimetría de poder. Buda continuó ilustrando ese punto a través de una analogía con la responsabilidad de la madre hacia su hijo, no porque dio luz al niño (no nos referimos a esa conexión en este argumento – hay sitio para él en otras partes), sino porque la madre puede hacer cosas para influir la vida de su hijo, positiva o negativamente, que el niño por sí mismo no puede hacer. La razón para cuidar de los hijos, en este razonamiento, no es nuestro nivel de vida (aunque eso también se verá afectado casi con certeza), pero debemos admitir la responsabilidad precisamente por nuestro poder. Podemos tener muchas razones a favor de nuestros esfuerzos conservadores – no todos ellos son parásitos en nuestros propios niveles de vida, y algunos de ellos encienden nuestro sentido de valores y de responsabilidad ética fiduciaria. 5 Existe un asunto más profundo implicado en nuestro papel como ciudadanos o como agentes, e implica el valor de la participación en sí misma. La libertad de participación se encuentra entre las oportunidades que tenemos razones para valorar, y es central para la ciudadanía. Si las deliberaciones participativas fueran a obstaculizarse o debilitarse, entonces algo de valor estaría perdido inmediatamente. Por ejemplo, el reciente debilitamiento en las regulaciones y requerimientos medioambientales de los Estados Unidos, que ha sucedido con poca oportunidad para la discusión pública, no sólo amenaza el futuro (como ha sido ampliamente – y correctamente – señalado), pero también mina la libertad de participación de los ciudadanos americanos. Mientras esto pasa, cuando en el 2001 el presidente George W. Bush abandonó abruptamente el acuerdo medioambiental al que se llegó en Kyoto (el llamado “Protocolo de Kyoto”), una encuesta de opinión de la CNN y Time (publicada en Time, el 9 de abril, 2001), indicaba que, una extensa mayoría del público americano, tuvo una visión diferente del presidente. Y apenas aún hubo una tentativa seria de tomar nota de la opinión pública al hacer política, o dirigir a los ciudadanos hacía discusiones interactivas con los políticos. Más que ampliar el alcance de la discusión pública sobre el medioambiente, los Estados Unidos han experimentado una vuelta a su tratamiento en los últimos pocos años. Para tomar otro ejemplo, el famoso asunto confidencial del Vicepresidente Cheney, el “comité de la industria energética”, que pretendía examinar las pautas de la industria en EEUU, ha mostrado poco interés en la comunicación pública. De hecho, Cheney ha sido bastante reticente a revelar incluso cuáles fueron realmente los 3

Robert Solow, Un Paso Casi Práctico Hacia la Sostenibilidad (Washington, DC: Resources for the Future, 1992). Documento incluido dentro de la Biblioteca Digital de la Iniciativa Interamericana de Capital Social, Etica y Desarrollo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) - www.iadb.org/etica

miembros de esa fuerza de trabajo. Estos y otros casos de distanciamiento de las decisiones de la deliberación pública ilustran que tan extenso ha sido el retiro por buscar la participación pública en un tema medioambiental de vital importancia. Los críticos temen, con razón, que todo esto puede ser muy perjudicial para el futuro, pero a ello debemos añadir el reconocimiento que la desaprobación de la oportunidad de una participación informada es en sí misma, una pérdida significativa de la libertad contemporánea, y esta pérdida ya está ocurriendo en el presente. Algo ha fallado en ser sostenido – en este momento. 6 De esta forma, la ciudadanía tiene relevancia por varias razones diferentes. Puede ayudar a los individuos a comportarse de forma más responsable. Puede proveer razones para un comportamiento “medioambientalmente amistoso” – y, generalmente, más ético. Pero yendo mucho más lejos, la idea de ciudadanía saca a la luz la necesidad de considerar a las personas como agentes racionales, no meramente como seres cuyas necesidades tienen que ser cumplidas o cuyos niveles de vida deben de ser preservados. Además, identifica la importancia de la participación pública, no simplemente por su efectividad social, sino también por el valor de ese proceso en sí mismo. La relación entre ética y desarrollo implica diferentes tipos de valores y preocupaciones. Emprendiendo el reanálisis que los organizadores del Día de Ética y Desarrollo han solicitado, tenemos que ir más allá de los asuntos más obvios, a los más complejos, que hacen mayor justicia a los seres humanos como agentes racionales y como ciudadanos interactivos. Tenemos que tomar nota no sólo de la importancia de la efectividad, sino además, del significado de la agencia y la ciudadanía en sí mismos. Estas no son preocupaciones inútiles.

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