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Las elecciones generales que tendrán lugar este año en Alemania centrarán la atención de toda Europa debido al enorme peso de. Berlín en el 'Viejo ...
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POLÍTICA

El incierto liderazgo alemán La férrea imagen atribuida a Angela Merkel difiere de su auténtica personalidad política. En realidad, la canciller es tan impredecible como la dirección que toma Europa en sus manos. salvador martínez mas

Las elecciones generales que tendrán lugar este año en Alemania centrarán la atención de toda Europa debido al enorme peso de Berlín en el ‘Viejo Continente’. En otros países de la Unión, especialmente en los del sur europeo, esos comicios se vivirán como algo propio, pues sus afligidas economías están sometidas a dolorosas curas fundadas en el rigor presupuestario defendido por el Ejecutivo de la canciller germana, Angela Merkel. En realidad, toda la UE tendrá mucho en juego en esa cita con las urnas, dado el decisivo carácter de las posiciones alemanas en la búsqueda de soluciones para la presente crisis económica. No obstante, resulta más que probable que esas elecciones se perciban fuera de Alemania con un importante desfase. De hecho, el debate de la batalla política que se librará en suelo germano obviará en gran medida lo que se recalca en todos los

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foros internacionales. Porque cuando se habla de la crisis de la Eurozona fuera de Alemania se da por hecho que Angela Merkel está imponiendo su agenda económica al resto de la Unión de una forma férrea e insensible que le es muy propia. Si uno se fía de lo apuntado sobre la canciller en los medios de comunicación europeos, la jefa de Gobierno está “enrocada en los recortes”, es una “austero-maniaca” además de encarnar el líder alemán “más peligroso después de Hitler”. Así, Merkel sería una mandataria digna del “Cuarto Reich” que “niega la realidad” y que lleva al ‘Viejo Continente’ a una nueva “Gran Depresión”1. Con esos reproches, la oposición alemana, representada mayormente por el Partido Socialdemócrata (SPD) de Peer Steinbrück, no ganará las elecciones generales frente a Angela Merkel, la personalidad política más popular de su país. Por eso la crítica contra la canciller, atendiendo a los comentarios realizados en Alemania, excluye erosionar la supuesta dureza de sus políticas. Lo que se cuestiona con mayor fundamento es el liderazgo impredecible de la mujer “más poderosa del mundo”2. Hasta en cinco ocasiones en los últimos seis años ha recibido Merkel esa etiqueta, a la que se ha añadido, entre otros, el apodo de “Dama de hierro” que en su día identificara a Margaret Thatcher. Sin embargo, los giros políticos protagonizados por la canciller dan cuenta de que está hecha de un material más moldeable. Esto es algo que se suele dejar de lado, pero, en Alemania, las cambiantes posturas políticas de la canciller no han pasado desapercibidas. Así, Franziska Augstein, editorialista en el periódico progresista Süddeutsche Zeitung, ha descrito a Angela Merkel como “consistentemente inconsistente”, mientras que, por su parte, Nils Minkmar, historiador y periodista del diario conser-

1 Expresiones extraídas de Pérez, Claudi y Gómez, Juan, “Merkel se enroca en los recortes en la UE”, 27/04/2012, El País; Hasan, Mehdi, “Angela Merkel’s mania for austerity is destroying Europe”, Newstatesman, 20/06/2012; SALLUSTI, Alessandro, “Quarto Reich”, Il Giornale, 03/08/2012; “Angela Merkel, Swimming instructor”, The Economist, 09/06/2012 y LORDON, Frédéric, “Peugeot, choc social et point de bascule”, Le Monde Diplomatique, août 2012. 2 Howard, Caroline, “The World’s 100 Most Powerful Women”, Forbes, 22/08/2012.

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vador Frankfurter Allgemeine Zeitung, estima que en los últimos tiempos, la canciller está actuando “a golpe de sorpresas”. Dama de alambre Hay al menos cuatro ámbitos en los que Angela Merkel ha dado cuenta de su impactante flexibilidad política: el aborto, la intervención militar en Libia, el apagón nuclear alemán y la crisis financiera de Grecia3. Ha recordado Augstein que Merkel pasó de estar a favor del “aborto libre” a entender que todo “óvulo fertilizado es sagrado”, respetando así el patrón de su partido, la Unión Democrática Cristiana (CDU). Más recientemente, en 2011, Alemania se abstuvo de votar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la resolución 1973 para proteger a los civiles libios, pese a que la canciller “siempre ha descrito la alianza con Estados Unidos y la OTAN como esencial para la identidad de la República Federal”, según la periodista del Süddeutsche Zeitung. También en 2011, Merkel dio un giro de 180 grados al decidir el cierre de las centrales nucleares alemanas para 2022. Destaca Minkmar que esa determinación supuso una “ruptura con la política energética de la CDU” y acarreó la última derrota electoral de su partido en la región de Baden-Württenberg. Esos comicios los ganaron socialdemócratas y verdes, que dejaron a la CDU como perdedora en ese Land por primera vez en 58 años. Ese varapalo sólo se puede comparar, según los analistas, a la derrota que sufriera en 2005 el SPD en Renania del Norte-Westfalia, un resultado que anticipó el final de la era como canciller de Gerhard Schröder. Carsten Koschmieder, politólogo de la Universidad Libre de Berlín, apunta que el cambio de estrategia nuclear operado por Merkel se explica por el pragmatismo que define el carácter de

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Augstein, Franziska, “Who is Angela Merkel ?”, London Review of Books, 33:14, 14/07/2011.

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la canciller. “Merkel es pragmática. Ella mira lo que la gente quiere en el momento para tomar sus decisiones. Tras el accidente nuclear de Fukushima, en Japón, a la gente dejó de gustarle la energía nuclear, y ella actuó en base a eso”, dice Koschmieder. Seguir en exceso a la opinión pública expone a críticas como las que formula Gertrud Höhler, conocida de Merkel y ex consejera del canciller conservador Helmut Kohl. Esta observadora, autora de un superventas crítico sobre Merkel4, señala que la canciller peca de querer, ante todo, mantenerse en el poder siguiendo sólo los designios de la gran mayoría. Para Minkmar, que en Merkel apenas haya “espacio para la ideología resulta bastante práctico” porque, “si hace falta, cambia de postura”. Por ejemplo, en materia europea, “si se propaga con fuerza la idea de una mayor integración, ella la defenderá”, añade. De ahí que los alemanes “estén habituados a escuchar a Merkel decir una cosa y que luego modifique su posición adoptando una postura más pragmática”, explica Katharina Gnath, investigadora del Consejo Alemán para las Relaciones Internacionales. Hubo un tiempo en que esta actitud se veía como algo ventajoso, pero en el presente contexto de crisis se ha olvidado que gracias a la flexibilidad de la canciller se deshizo el nudo de las negociaciones sobre el presupuesto de la UE entre 2005 y 2013. Ella alcanzó el acuerdo clave que fijó las cuentas de la Unión entre Tony Blair y Jacques Chirac. Tras aquel éxito, se alabó en todo el ‘Viejo Continente’ el talento negociador de la apodada “Miss Europa”5, aunque en Alemania ya hubiera recelo por el aumento de la contribución de Berlín al presupuesto comunitario. La cintura de la que hizo gala Merkel en la defensa de sus posiciones para cerrar el acuerdo fue aplaudida por todos sus socios hace

Höhler, Gertrud (2012), Die Patin. Wie Angela Merkel Deutschalnd Umbaut, Orell Füslli, Freiburg. Observer, “Miss Europe plays Iron Lady”, Finantial Times, 20/12/2005. 6 Alexander, Robin, “Das Gesicht der Krise”, Welt am Sontag, 12/08/2012. 4 5

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ocho años. Ahora, en vista de la desgastada imagen en Europa de la jefa del Gobierno alemán6, parece que ésta ha abusado de su capacidad para modificar sus posturas políticas. Contorsiones ante la deuda griega La gestión germana de la crisis griega ha contribuido a que crezca el número de quienes cuestionan el actual liderazgo europeo de Alemania. En este ámbito, Björn Hacker, experto en cuestiones de integración comunitaria en el think tank Friederich Ebert Stiftung de Berlín, analiza sin contemplaciones: “En 2009, el nuevo Gobierno griego, que acababa de acceder al poder dijo: ‘tenemos un problema con nuestra deuda’. Pero esto se ignoró en Alemania. Recuerdo que Yorgos Papandreu vino a Berlín para visitar a Merkel por aquel entonces y hablaron de todo menos de la crisis. Después, Merkel pasó a decir sobre la crisis que era un problema griego, no de la Eurozona. Y ya en 2010, cuando estaba claro que había que hacer algo, cambió el discurso, aunque fuera tarde”. Incluso en marzo de 2010, cuando faltaban dos meses para que se aprobara el rescate a Grecia, los había en Berlín que invitaban al Ejecutivo heleno a “resolver sus propios problemas”, según los términos del otrora ministro alemán de Economía, Rainer Brüderie. Por su parte, Angela Merkel no salía en esas fechas de su defensa del artículo 125 del Tratado de Lisboa, que prohíbe que la UE pueda rescatar a Estados miembros con dificultades financieras. “Tenemos un tratado según el cual no se puede ayudar a los Estados con dificultades”, recordaba la canciller en febrero de 2010. Ese discurso, mantenido durante meses y que valió a Merkel el apodo de Frau Nein7 se acabó transformado en defensa del rescate griego. Porque, al final, según ella, con la ayuda a Atenas lo que estaba en juego era “el futuro de Europa y el futuro de Alemania en Europa”. Así lo dijo en el Bundestag poco antes de que los diputados aprobaran por 7 “Señora No”, apodo atribuido por el economista estadounidense, premio Nobel de Economía en 2008, Paul Krugman en su artículo “European Crass Warfare”, The New York Times, 15/12/2008.

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primera vez la participación germana en el salvamento financiero a Grecia. Pese a que Merkel terminó por corregirse, el daño ya estaba hecho. Al menos esto es lo que piensa Erik Jones, profesor de Estudios Europeos en la Universidad estadounidense John Hopkins. Para él, la negativa de Merkel a apoyar desde el principio al Estado griego trajo consigo “incertidumbre y metió miedo a los inversores”, pues no sólo “dejó claro que Grecia caería sino también que Alemania no pagaría”8. A su modo de ver, lo peor del zigzagueo del Gobierno alemán en la crisis helena es que “amplió la crisis de confianza en los mercados de deuda soberana y en el euro”. Casi más doliente para los países del sur de Europa es que Merkel caricaturizara sus economías. “Es importante que la gente en países como Grecia, España y Portugal no puedan jubilarse antes que en Alemania” y “no podemos tener una moneda común cuando unos tienen muchas vacaciones y otros muy pocas”9 son las frases menos afortunadas de Merkel sobre los países con problemas, según Hacker. “Esas afirmaciones han acabado creando un estado de opinión en Alemania según el cual la crisis no es culpa nuestra sino de los griegos”, mantiene este investigador. “Luego, debido a la desastrosa gestión de Merkel de la crisis griega, los casos de otros Estados, como Irlanda, Portugal, Italia o España, la gente se los explica como el caso griego”, añade. Ese estado de opinión también lo han generado los medios de comunicación. “Desde la irrupción de la crisis, el cliché de una Europa de holgazanes bebiendo ansiosamente de la teta alemana se ha propagado en la sociedad, desde la élite hasta los bares, pasando por las redacciones”, señala el periodista independiente alemán Olivier Muller-Cyran10. Tanto es así que la prensa “seria” trabaja a contracorriente para explicar las verdaderas causas del

Jones, Erik, “Merkel’s Folly”, Survival: Global Politics and Strategy, 52:3, p.33 Grathmann, Florian y Wittrock, Philipp, “Merkel-Kritik an Schuldensündern Alarm in Club Med”, Der Spiegel, 18/05/2011. 10 Cyran, Olivier, “L’effroi du retraité allemand face à l’épouvantail grec”, Le Monde Diplomatique, juillet 2012. 8 9

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tormento que vive el euro, reconoce Minkmar. “Tratamos de explicar que los países del sur están en crisis por un problema en la construcción del euro, y que no es su culpa”, dice, sabedor de la mayor repercusión de los periódicos amarillistas como Bild, a la vanguardia de la crítica contra los países rescatados. Ese diario, que se vende a razón de 2,67 millones de ejemplares, forma parte de lo que el historiador Bernd Ulrich califica de “prensa populista”, un influyente sector acostumbrado a explicar la crisis como producto “de los déficits de los vagos del sur de Europa”. Sin visión europea Para Ulrich, “el problema del euro es que no hubo unión política antes de que existiera unión monetaria”. Precisamente por ese motivo resulta de especial interés qué idea o ideas se defienden en Berlín sobre los pasos a seguir en la construcción europea. Sin embargo, el discurso sobre Europa de Angela Merkel también ha venido cambiando hasta adoptar su versión actual, según la cual hace falta “más Europa”. Anne-Marie Le Gloannec, investigadora del Instituto de Estudios Políticos de París, subraya que Merkel, en sólo un año, ha pasado de la defensa de un funcionamiento comunitario intergubernamental, como hiciera a finales de 2010, a la promoción de una mayor integración supranacional desde diciembre de 201111. Alteraciones así alimentan un cierto escepticismo en los observadores germanos más críticos. Por ejemplo, Hacker no cree que Merkel tenga prevista una solución. “Si tiene un plan, no se lo ha contado a nadie”, sostiene este investigador. Le acompaña en ese escepticismo Christophe Schöneberger, profesor de la Universidad de Constanza y experto en materia de integración europea12. Schöneberger no tiene constancia de “que exista una estrategia clara” en el Ejecutivo germano. “El Gobierno alemán se muestra a favor de una mayor integración. En Le Gloannec, Anne-Marie, “Un rôle moteur dans la construction européene”, Questions Internationales, Nº 54, mars-avril 2012, p.75. Suyo es un muy debatido artículo en la esfera intelectual internacional sobre el poder de Alemania en Europa publicado en la influyente revista Merkur. Ver Schöneberger, Christophe, “Hegemon wider Willen. Zur Stellung Deutschlands in der Europäischen Union”, Merkur, Januar, 2012, 66:1, pp. 2-8. 11 12

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el fondo, una Europa menos intergubernamental. Esto se identifica claramente con la actitud tradicional de Alemania. Pero, al mismo tiempo, la opinión pública alemana ha pasado a ser muy reticente debido a la crisis económica”, sostiene. Por su parte, Minkmar tiene una opinión idéntica a la de estos dos expertos. “Si Merkel tiene una estrategia, no la manifiesta. No dice dónde quiere ir. No ha manifestado cómo ve el final de la crisis, si será con la creación de unos Estados Unidos de Europa, si será replegándonos a nivel nacional, o con una Europa a dos velocidades. No nos dice dónde nos lleva y, en mi opinión, ni siquiera ella misma lo sabe”, dice este periodista, consternado por cómo el público sufre la falta de contenido de la política para la Unión del Gobierno alemán. “Como hay un vacío de comunicación del Gobierno sobre Europa, se está dando espacio a los populistas, como Thilo Sarrazin”13, advierte Minkmar. Menciona el periodista el nombre de uno de los más populares y controvertidos autores de libros de actualidad política en Alemania. El último ensayo de Sarrazin, ex directivo del Bundesbank, constituye una diatriba contra una Europa en cuyo euro Alemania decidió participar para purgarse de la mala conciencia que carcome al país por los nefastos errores del pasado. El aparente éxito de su libro lleva a preguntarse dónde llega la proporción de alemanes que ha dejado de comulgar con las ideas europeístas que tanto han formado parte de su identidad. En el pasado, cuando los líderes políticos alemanes se salían del consenso proeuropeo que ha venido reinando en el país, eran sancionados electoralmente. Así ocurrió en su día con Gerhard Schröder y Edmund Stoiber, cuando se negaron, respectivamente, a participar como convenía en la Unión Económica Monetaria Europea y a delegar en Bruselas más competencias14. Sin embargo, Merkel se ha dirigido sin remordimientos al público menos europeísta de su país. Tal vez lo

Sarrazin, Thilo (2012), Europa braucht den Euro nicht, Deutsche Verlags Ansalt, Müchen. Banchoff, Thomas, “German Identidy and European Integration”, European Journal of International Relations, May, 1999, 5:3, p.282. 13 14

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haya hecho para llevarlo a una cierta idea de Europa, en lugar de acompañarlo en su antieuropeísmo, según Schöneberger. Porque, de acuerdo con el profesor de la Universidad de Constanza, “el consenso tradicional proeuropeo sigue existiendo en los grandes partidos” alemanes. “Son favorables a la integración europea, pero tienen que lidiar cada vez más con una opinión pública reticente”, añade. Paradoja alemana Además del cambiante carácter político del actual Gobierno germano y su nebulosa visión europea, hay que considerar otras características del liderazgo alemán que no ayudan a esclarecer el futuro del ‘Viejo Continente’. Sin duda, la ausencia de “emoción” que genera Europa en Angela Merkel, según dicen quienes la conocen, como el diputado de la CDU Gunter Krichbaum15, contribuye a generar interrogantes. Ocurre lo mismo con la tendencia de la canciller a “hacer política entre bastidores, sin grandes discursos”, apunta Ulrich. Además, la solidaridad alemana con los socios europeos se ha agotado. De hecho, “otro gesto de solidaridad hacia los socios es algo intolerable para la opinión pública”, afirma Ulrike Guerot, responsable en Berlín del Consejo Europeo para las Relaciones Internacionales. En consecuencia, en Berlín no se busca acabar de inmediato con una crisis continental que se prevé que dure al menos otro lustro. En el mejor de los casos para los países con problemas, Merkel se esfuerza en encontrar soluciones de conjunto en la Unión que sean aceptables por un público germano al que tendrá que pedir el voto a finales de año. De este modo, se está viendo reforzada la contradictoria naturaleza del poder alemán en la esfera internacional. Porque el gran peso de la economía germana en Europa y en el mundo choca con la imposibilidad alemana de

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Citado en Lemaître, Frédéric, “Le Grand dessein d’Angela Merkel”, Le Monde, 8-9/7/2012.

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traducir esa relevancia “en una estrategia política coherente”, según Schöneberger. A su juicio, en esto consiste la “paradoja alemana”. Esta realidad no sólo se nutre del presente curso político y económico. Para Ulrich la tradición alemana demuestra que el poder económico del país “no tiene una dimensión política equivalente”. “Si uno mira las primeras décadas del siglo XX, es una historia de nacionalismo y de antieuropeísmo ideológico. Pero, después de 1945, tras de la Segunda Guerra Mundial, con la reconstrucción de Alemania en dos Estados, la Alemania Occidental se concentró en construir su poder internacional a nivel económico, y no político”, explica el historiador. De ahí que la élite política germana “siempre haya actuado sabiéndose incapaz de dejar su impronta en la política internacional”, añade. Por ello, Gertrud Höhler, la ex consejera de Kohl, afirma que sólo desde la perspectiva de los países que están percibiendo rescates se puede considerar a Merkel la “Reina de Europa”. “Sólo el vigor de la economía germana” hace que se vea así a la canciller, sostiene. Y la economía alemana, deudora de las exportaciones, y en gran medida de las que realiza en el mercado europeo, no está exenta de sufrir consecuencias negativas de la crisis. Prueba de ello es la caída del 0,6% sufrida por el PIB germano en el último trimestre de 2012. Asociado a ese todavía leve traspiés económico vino el revés político sufrido en enero por la CDU de Merkel en Baja Sajonia, donde socialdemócratas y verdes volvieron a ganar a los democristianos en otra elección regional. Aunque derrotas como esa pesen, la canciller sigue sin pedir “esfuerzos a los ciudadanos” que vayan en beneficio de

Salvador Martínez Mas es periodista y escritor.

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