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viernes 13 de marzo del 2015 Gestión
Incluye contenido de The Economist
¿Qué tan profundo es su amor? La Alianza del Pacífico es una gran marca en busca de un producto compartido. usi
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E
n los verbosos anales de la integración latinoamericana, la declaración de Lima de abril del 2011 se destaca por su rara combinación de brevedad e impacto. En menos de tres páginas, los presidentes de Chile, Colombia, México y Perú acordaron poner en marcha la Alianza del Pacífico. Sus objetivos eran promover la “profunda integración” de las economías a través de la libre circulación de bienes, servicios, capital y trabajo, y fortalecer los vínculos con el mundo, y en particular, con la región de Asia-Pacífico. Los cuatro miembros han actuado con rapidez, firmando un acuerdo en el 2013 para suprimir los aranceles para el 92% del comercio de mercancías, mientras que el 8% restante se eliminaría para el 2020. También han eliminado los requisitos de visado de turismo para los ciudadanos de los países de la alianza, y se han abierto algunas embajadas compartidas en el extranjero. Las bolsas de valores de Chile, Colombia y Perú acordaron unirse en una bolsa regional llamada MILA, a la que se unió en enero la bolsa de México. En su corta vida, la Alianza del Pacífico ha causado gran revuelo, atrayendo como observadores a 34 países de seis continentes. Este mes, en el Diálogo de Cartagena, una conferencia organizada por el Gobierno de Colombia y el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, un think-tank con sede en Londres, varios funcionarios asiáticos instaron a la Alianza a admitir a sus países como miembros de pleno derecho. Dos cosas han despertado el interés de los foráneos. La primera es que los gobiernos miembros
La Alianza ha admitido hasta la fecha a 34 países observadores.
comparten un compromiso con el libre mercado, el libre comercio y la democracia. Eso los distingue de los gobiernos más proteccionistas, dirigidos por el Estado y, en algunos casos, autoritarios del grupo comercial Mercosur, que incluye a Argentina, Brasil y Venezuela. Y mientras que estos tres países están todos en recesión o cerca de ella, las economías de la alianza siguen creciendo, aunque más lentamente que en el pasado. La segunda atracción de la alianza es su escala. Se compone de 200 millones de personas, representa el 35% del PBI de América Latina y comprende la mitad de sus exportaciones. Es un segundo Brasil, como describen a menudo sus impulsores. Excepto que no lo es. La realidad de la Alianza del Pacífico es que sus miembros, separados por grandes distancias y malas comunicaciones, tienen pocos vín-
“Durante el Diálogo de Cartagena, varios países asiáticos instaron a la Alianza a admitirlos como miembros de pleno derecho”. culos económicos. El comercio dentro del grupo es un pequeño porcentaje –y que cae ligeramente– del comercio total de sus miembros. Si hay un equivalente latinoamericano de la cadena de suministro de producción de Asia Oriental, no está dentro de la alianza sino en la integración de México con Estados Unidos. Incluso el comercio dentro del bloque del Mercosur es más importante como proporción del total del grupo
que el de la alianza (aunque también está cayendo). Y para disgusto de los inversores en los cuatro países, MILA ha sido obstaculizado por la falta de avances en la armonización de normas. Los optimistas dicen que la alianza recién se está desarrollando. “Nos estamos descubriendo entre sí”, dice José Antonio Meade, ministro de Relaciones Exteriores de México, resaltando un aumento en los negocios y en el turismo entre los cuatro países. Mauricio Cárdenas, ministro de Hacienda de Colombia, ve oportunidades para sus agricultores y productores ahora que el auge de los commodities ha terminado y la moneda es más débil. Los cuatro miembros aún podrían beneficiarse del trabajo conjunto en la inteligencia de mercado y la facilitación del comercio (reducción de la burocracia, por ejemplo). Pero el mayor potencial de la alianza puede
estar en la atracción de inversión extranjera, especialmente de Asia, donde los cuatro tienen acuerdos comerciales. En Cartagena, los funcionarios procedentes de Japón, Corea del Sur, los países de la Asean y Australia estaban especialmente entusiastas acerca de los vínculos más estrechos, y en algunos casos veían a la alianza como una forma de competir con la creciente influencia de China en América Latina. La Alianza del Pacífico parece casi sorprendida por su propio éxito diplomático. Sus líderes afirman que tienen que resolver qué es lo que quieren de los países observadores y les pueden ofrecer. Una afirmación de sus valores políticos en común agudizaría la identidad de marca del grupo, ayudando a atraer inversiones. De todo esto, el único signo hasta ahora es una política conjunta sobre el cambio climático. La alianza es una réplica al Mercosur, pero una tácita. Sobre este tema, los cuatro no piensan igual. El Gobierno de centroizquierda de Chile siente afinidad con Brasil, país al que exporta más que a sus pares de la alianza en conjunto. Chile motivó reuniones recientes entre los dos bloques para explorar la “convergencia en la diversidad”, en la extraña formulación de Chile. Funcionarios brasileños señalan que el comercio de su país con Chile, Colombia y Perú estará casi totalmente libre para el 2019. “Las visiones no son totalmente contradictorias, pueden ser complementarias”, argumenta Celso Amorim, quien ha sido canciller y ministro de Defensa de Brasil. De hecho, es así. Pero eso puede dejar de ser el caso si la Alianza del Pacífico respalda su prometedora marca mediante el fortalecimiento de su identidad política.