Propuesta de ponencia política para la Asamblea Ciudadana de Podemos. “¡Oh, joven (…) bienvenido! Pues no es un hado funesto / quien te ha enviado a andar por este camino (…) sino el Derecho y la Justicia.” (Parménides, s.vi a. C.) “Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.” (Jesús de Nazaret, Mt, 18,18) “El ciudadano es el magistrado indefinido” (Aristóteles, Política, 1275a 33) “Quien quiere vengar las ofensas mediante un odio reciproco, sin duda, vive miserablemente. Quien por el contrario, procura vencer el odio con el amor lucha con alegría y confianza, resiste con igual facilidad a muchos hombres que a uno solo, y apenas necesita la ayuda de la fortuna” (Spinoza, Ética, XLVI, esc.) “Hoy los acontecimientos y las gentes parecen moverse con parsimonia bajo una luz que agoniza. Sin embargo, ese crepúsculo taciturno podría ser también una aurora de renacimiento personal y colectivo, si solo supiéramos despojarnos de la piel muerta de un mundo caduco”. (Luis Fernández‐Galiano, arquitecto, EL PAÍS, 06.02.13) “O sigue la deriva hacia el autoritarismo postdemocrático de un régimen demasiado vertical, o avanzamos hacia una democracia más horizontal, más propia de una sociedad abierta.” (Josep Ramoneda, “Podemos y el soberanismo”, EL PAÍS, 14.09.14)
Resumen. Las tres ideas básicas de nuestra propuesta, son: 1.‐ La crisis es estructural y definitiva, no coyuntural, ni superable desde los mismos mecanismos y valores del sistema vigente: “No es la crisis, es el sistema”. Nuestra opción de cambio estructural, por tanto, no está pillada por los pelos, la ocasión no es fugaz ni precaria. 2.‐ El cambio que propugnamos exige la unión más amplia posible en el pueblo y en la ciudadanía, lo que exige una actitud política amplia, abierta e inclusiva. Y recuperar la unidad cultural que el conservadurismo ha negado manteniendo las dos tradiciones, la greco‐romana y la judeo‐cristiana, separadas. 3.‐ En términos políticos institucionales, lo anterior se traduce en una estrategia de empoderamiento del pueblo y la ciudadanía. No ganar las elecciones para aplicar un programa (que sería, claro, de contenido radical), sino ganar las elecciones para establecer un Gobierno provisional, a) de emergencia social (paralización de los desahucios, ayudas a la dependencia, etc.), y b) que elabore una nueva ley electoral y convoque elecciones generales populares, de 6 meses, llevadas a cabo por los colegios electorales (democratizados) y con rendición de cuentas. I) Situación política. 1.‐ La desigualdad ha llegado a una situación grotesca en la que un reducido número de personas controla la mayor parte de la riqueza y, con el poder económico, los demás poderes de la sociedad. Las clases medias se están hundiendo, y las más desfavorecidas abandonadas a su suerte. El despotismo en el puesto de trabajo, en base al dinero, vuelve a los peores momentos del pasado “capitalismo salvaje”. El Papa Francisco critica “un sistema económico que explota al hombre”. Los parlamentos están secuestrados por esos poderes. Quienes hablan de excelencia y esfuerzo están nivelando por abajo la competencia económica y política, acercando las condiciones socio‐laborales a las de semiesclavitud de otras zonas del planeta, en vez de luchar por condiciones generales dignas para todo el mundo. El pacto que los partidos del sistema suscribieron por el “Estado social” ha sido roto, pero la socialdemocracia parece no haberse enterado, sigue en la misma línea, en vez de dar por roto el pacto, reconocer que, lejos de domesticar al capitalismo, como decía, ha sido ella la domesticada, y buscar una nueva vía al socialismo. El resultado es el hundimiento del PSOE. 1
Se han olvidado de que son los valores de este sistema los que han provocado y provocarán siempre terribles crisis como la actual. La competitividad entre capitalistas (y sus monopolios) por las materias primas –incluidas las fuentes energéticas –y los mercados, lo que, traducido en términos de identidad nacional, llevó a la 1ª Guerra Mundial, y cuyo cierre en falso provocó la 2ª (y no la maldad misteriosa de un individuo, Hitler, como se ha venido recubriendo el asunto); la competitividad entre los agentes económicos (el “capital” y el “trabajo”) que provoca la fractura de la sociedad; el crecimiento indefinido (con su enorme despilfarro –la obsolescencia programada, por ejemplo‐), para lo que no dan más de sí los sistemas ecológicos (se aspira a elevar el nivel, no la calidad de vida), todo lo cual lleva a una política destructiva. Incluso la defensa del sistema, en un mix de cobardía, derrotismo e interés particularista, lo considera malo: “el menos malo”, dicen. Pero hoy se ha alcanzado esa situación prevista históricamente en la que el poder de una minoría enfrentada a la inmensa es abolido, poniéndose las bases de la verdadera democracia. ¡El 99% contra el 1% –Paul Krugman, Nobel de Economía‐ y en EEUU, el aún centro del sistema mundial! ¡Pero eso era el día anterior a la Revolución! El progreso social y la revolución tecnológica han puesto en manos de la sociedad los medios para una democratización y liberación del mundo del trabajo, y una participación efectiva, directa, en la política.
2.‐ ‐La ideología del “mundo libre”, y su superpotencia EEUU, se han revelado con signos inequívocos de totalitarismo contra los que decía luchar. No están protegidos, sino, al contrario, sacrificados, la paz, las libertades individuales, la seguridad colectiva, los derechos humanos en general: Guerra de Irak, cárceles de Abu Ghraib, Guantánamo, Wikileaks, la política de Israel, su aliado, etc. “Destruir y reconstruir” (doctrina Bush): pero destruyen el tejido social convirtiendo a los niños/as al odio; parece evidente que el Estado Islámico es obra de EEUU principalmente (junto con los Estados autocráticos de la región). El Papa Francisco ha denunciado que está en marcha la 3ª Guerra Mundial, lo que se entiende como el modo más radical de que dispone el sistema para llevar a cabo su política reaccionaria. Y ésta no es solo de corte laboral y de prestaciones públicas. Los valores, conceptos, creencias y reglas de funcionamiento de este modelo histórico (un pacto histórico del liberalismo conservador con las fuerzas reaccionarias, como la jerarquía eclesiástica), son rechazados por la mayoría: competitividad, crecimiento ilimitado, militarismo, autoritarismo, tolerancia represiva, la vía dura (proliferación nuclear), religión alienante (“opio del pueblo”), Estado hipernacionalista y religioso, como el de EEUU ‐Dios bendiga a EEUU contra sus enemigos‐ y el de Israel, economicismo, mercantilismo, plutocracia, sofística, partidismo, voluntad de dominio, amigo‐enemigo, particularismo, etc., en definitiva: son antiecológicos, antisociales y antihumanos. Los valores de la mayoría coinciden, aquí en España, con los del 15‐M y los movimientos sociales, que tienen un 75% de apoyo popular (Manuel Castell). Es evidente el progreso constante de la lucha política de los movimientos sociales, 15‐M, mareas (que han mostrado la conciencia profesional cívica), 25‐S (cuya acción, “Rodea el Congreso” tuvo el apoyo del 75%), marchas (que lograron una gran movilización no promovida por los “sindicatos mayoritarios”) etc., lo cual ha tenido la repercusión electoral de Podemos. Ese es el “techo electoral” de Podemos. Así, pues, el cambio y el progreso no necesitan del populismo, quienes lo necesitan son las políticas antipopulares. Vaira Vike‐Freiberga, expresidenta de Letonia, en nombre de los 97 expresidentes y primeros ministros miembros del Club de Madrid, dice desde las páginas del País lo mismo que “los populistas” y “los antisistema” (aunque luego no sea consecuente con ello): “La democracia representativa no parece hoy capaz de dar respuesta a la creciente demanda de participación directa, y el resultado es un desencanto cada vez mayor (...) el eje de la acción de gobierno hoy es la economía, y ésta no puede sustraerse de las peticiones
2
de mayor participación ciudadana (...) El fin de la relación de exclusividad que mantenían el capitalismo y la democracia conlleva una reconsideración del papel del capitalismo en la democracia” (“Una celebración incompleta”, 15.09.14).
3.‐ El carácter antiecológico de este sistema, al tratarse de un régimen separado de los ecosistemas, ha llegado a un punto en el que peligra la vida humana en el planeta. El organismo competente de la ONU al respecto ha dicho que el cambio de sistema económico es urgente, que ha de producirse ya si queremos salvarnos. Por el contrario, la ética y la política nuevas abogan por un sistema armonioso con la Naturaleza. 4.‐ Grandes instituciones del sistema, otrora aceptadas aunque fuese con resignación, los partidos, la banca, la jerarquía de la Iglesia, la Nación una e indivisible, están desprestigiadas. En nuestro país, pero el fenómeno es global, el 95% cree que los partidos del sistema son, por activa o por pasiva, corruptos; el rescate de los bancos y los desahucios han hecho que la ciudadanía le eche la cruz a la institución financiera. Organismos de la ONU acusan a la jerarquía eclesiástica de tortura por el caso de la pederastia y su posición sobre el aborto. Lo dice todo que Benedicto XVI dijese que era “un pastor rodeado de lobos”. El nacionalismo español es cuestionado por potentes movimientos ciudadanos (en los que la motivación de la lucha y expectativa es en buena medida no solo o no tanto la identidad nacional: detrás del eje nacionalista sin Estado está el eje social/político) mientras que el sistema, rígido y carente de ideas, se ve incapaz de ofrecer una salida. La gente hoy no acepta estos megapoderes, y menos si se portan como enemigos de la sociedad. (”Reforma de la Iglesia desde la opción por los pobres” ha sido el lema del Congreso de teólogos y teólogas Juan XXIII). En cambio, otras instituciones, la de profesionales de la salud, la educación, incluso de jueces, y otras, se han enfrentado a la política del sistema, llegando incluso, en algunos casos, a la desobediencia civil. 5.‐La sociedad de la comunicación ya no puede ser dominada como la sociedad anterior en la que prácticamente todos los medios de comunicación estaban monopolizados en manos de la élite dominante. El poder contestatario y alternativo de las redes es evidente. En cuanto poder desmitificador y desvelador del engaño social, que crea comunicación en la sociedad – en la ciudadanía más activa organizada (movimientos sociales)‐ y no es controlable, es ya en sí un poder político portentoso para el cambio. 6.‐ La Historia la escriben “los vencedores” pero no para siempre. Hoy la Historia ha hablado, y todas las tergiversaciones ideológicas están cayendo una tras otra, como no puede ser de otra manera, porque al final es la verdad la que brilla. Así por ejemplo, las mentiras sobre el levantamiento de Franco, la guerra civil, la dictadura franquista y la Transición son hoy de dominio público (Ignacio Sotelo, reconocido sociólogo, del PSOE, lo ha reconocido en un artículo en EL PAÍS). También lo es la naturaleza del fascismo, que había sido desvinculado del capitalismo e identificado con el comunismo. Otro ejemplo: las maravillas y seguridad de la energía nuclear se han revelado también como mentiras, tras los terribles accidentes que han tenido lugar, como el de Japón. Otro: El concepto básico de la Economía política burguesa, “la mano invisible”, ha resultado ser falso. Un grupo ha de ponerse de acuerdo para trabajar en común, y no esperar que el bien común salga de las acciones enfrentadas entre sí. Una enorme nariz de Pinocho les ha crecido a quienes han servido y sirven los intereses del sistema: la mentira de las tres condiciones para entrar en la OTAN (1986), la mentira de las armas de destrucción masiva, razón esgrimida para la invasión de Irak (2003), la mentira sobre la autoría 3
del atentado del 11‐M (2004), y la posterior teoría de la conspiración inventada para encubrirla ¡durante 10 años!, la mentira de que la causa de la crisis la tenemos la misma ciudadanía por vivir por encima de nuestras posibilidades. En fin, el carácter impostor del poder político democrático: la mayoría de la sociedad sufrimos la humillación permanente que supone que las decisiones colectivas de un país sean tomadas por poderes no elegidos. El golpe de Estado de los poderes fácticos es de lo más denigrante que le puede pasar a un país, y más si esa falsa política destruye, como decía Marx, las bases naturales eternas de la Naturaleza y el ser humano. Todas las caretas con las que este sistema ha estado dominando a la inmensa mayoría están cayendo todos los días ante el estupor de la ciudadanía. Entre las falsas interpretaciones sobre Dios y el ser humano que ha provocado la desigualdad, las consecuencias de la misma o el deseo de mantener la sociedad en ella, hay una especialmente dañina para la política y el cambio a mejor, que es el invento de la historia negra de la humanidad, como una ilustración del pesimismo antropológico. Pero basta para refutarla la sola consideración del Paleolítico, el 99% de la historia de la humanidad, donde no hubo desigualdad, ni sus nefastas consecuencias. 7.‐ Globalmente, estamos en la era de la democracia inaugurada por la Revolución Francesa, de la que viene un viento purificador antidespótico (por eso los poderes no democráticos han de disfrazarse de democráticos), pero hay elementos del sistema que no son democráticos, como el que no se respete la voluntad mayoritaria de la ciudadanía ‐legitimidad de ejercicio‐ (Guerra de Irak –había un 90% en contra‐, recortes, etc.), y en que la base del sistema siga siendo la herencia burguesa, sobre todo la del gran capital, cuando ya la sociedad antigua se había enfrentado con éxito al aristocratismo genético –o reaccionario, como el anterior a la Revolución, en el que aún están Nietzsche y Ortega). En la lucha de la democracia contra él encontramos a la Filosofía y al Judeo‐cristianismo originario. “La virtud ni es innata ni se hereda, se hace” (Aristóteles). El “Paraíso” hay que conquistarlo. Hoy esta doctrina es evidente para la inmensa mayoría. El nivel ético‐político medio, o colectivo, ha subido históricamente. El rechazo a la guerra, a la xenofobia, al elitismo, a la corrupción, al fundamentalismo, al machismo, a las actitudes violentas en general, y a la injusticia, ha sido visualizada públicamente, mostrándose el mayor nivel de sensibilidad humana. Al mismo tiempo, el apoyo a la democracia, la opción por la calidad de vida, los buenos productos y los buenos servicios, por una vida solidaria y plena, la búsqueda compartida del sentido, no para de crecer. Los valores y las capacidades sociales y humanas van al alza pero el progreso de la humanidad está bloqueado por las reglas que rigen el sistema a favor de los intereses de la élite (mercado de la energía, de las semillas, el farmacéutico, el “mercado” político, etc.) Nunca el ser humano ha tenido tanta capacidad en potencia, pero se halla con la camisa de fuerza de un sistema obsoleto. La actual situación de éste es un callejón sin más salida que el precipicio, mientras que todo lo que sirve para la alternativa, crece y es compartido. II) ¿Cómo es posible el cambio? Se nos advierte muy severamente, y un sector de la población favorable al cambio lo vive con preocupación, que la alternativa de Podemos, sobre todo la económica, hundiría al país. Se olvida que hay algo previo a una determinada política económica, es más esencial y está a 4
nuestro alcance. La pregunta es: ¿Cuál es la manera de que la alternativa al sistema tenga éxito con el menor sufrimiento posible? Creemos que la idea motriz o generadora de nuestra estrategia está asumida incluso, al menos de palabra, por el liberalismo conservador, a saber, que “los problemas de la democracia solo se resuelven con más democracia”. Ahora bien, el poder democrático, como poder político, radica, desde la historia y teoría políticas hasta el sentido común popular, en la unidad de la “Ciudad”. (En la asamblea de constitución del círculo de la Alpujarra de Granada se planteó la cuestión del cambio que necesitamos. Un compañero –el zapatero del pueblo‐ dijo entonces: “para ese cambio necesitaríamos que el país estuviese unido como una piña”.) De modo que la respuesta a la pregunta apunta al pueblo unido y a la ciudadanía unida. ¿Cómo se logra tal cosa, esa unidad de voluntades? En principio, eso no es nada excepcional, sino la política misma: la voluntad general. Así que para el cambio no necesitamos un estado excepcional, la abolición de la política, como nos atribuye el conservadurismo, sino todo lo contrario. Lo que necesitamos es la política, la política sin más, pero verdadera o auténtica, no una mascarada. ¿Es posible esa unidad popular y ciudadana? Ante todo hemos de constatar que hay gravísimos problemas –medioambientales, de seguridad, etc.‐ que afectan a todo el mundo, no solo a las personas desfavorecidas por este sistema, sino también a las privilegiadas, y a las generaciones venideras. También el 1% es afectado y está en la encrucijada. (Aquí hay “estupidez” ‐en el sentido de Carlo Maria Cipolla‐ de las personas privilegiadas: hacer daño aún haciéndoselo a sí misma; el sentimiento que esto provoca es desprecio o compasión, pero no envidia, como ellas dicen). Los problemas que enfrentamos no afectan solo a la izquierda o a las clases populares. Hay un interés objetivo universal en la situación en la que hemos dado. Además hay un gran movimiento de base; nos hemos referido al apoyo popular al “15M y los movimientos sociales”. Nos parece que el movimiento indignado tiene, por su práctica y cultura política, un significado histórico. Pertenece a la historia de las culturas y movimientos de la libertad o por la libertad: Republicanismo greco‐latino, movimiento cristiano, Renacimiento, Racionalismo, Ilustración; movimientos democrático, republicano, liberal revolucionario, socialista / comunista / anarquista, feminista, de la noviolencia, mayo‐68, hippie, ecologista, indigenista por la dignidad (antiimperialista y anticolonialista), teología de la liberación, altermundista, indignado. (Observad que en el conjunto de culturas y movimientos se neutralizan los errores que hayan podido cometer unos y otros: la violencia con el movimiento de la noviolencia, el desarrollismo con el ecologista, el machismo o patriarcalismo con el feminista, el autoritarismo con el libertario, etc.) Estas son nuestras armas intelectuales y no una ideología determinada. Así, pues, tenemos, en potencia, una gran base para nuestro proyecto. Nos preguntamos de nuevo: ¿Cuál es la estrategia adecuada para impulsar y lograr esa gran unidad popular y ciudadana que necesitamos para el cambio? Con respecto a la unidad de la sociedad, se han hecho dos tipos de planteamientos. Uno –surgido del liberalismo concordante con el capitalismo‐ es renunciar a los contenidos culturales, para atender solo a la forma jurídica y política, el Estado de derecho (Esta es la posición de Savater). El otro es el comunitarista de la tradición y la cultura, de tinte más clásicamente conservador, muy próximo o idéntico al nacionalismo (pero Savater, con UPyD, por ejemplo, puede ser más nacionalista español que el PP). Ambos son planteamientos ideológicos que justifican la desigualdad. El Estado de derecho es necesario pero no suficiente. Quedarse en él no es republicano, como a veces se pretende, sino ideológico: mete en el mismo saco a gentes con condiciones de existencia antitéticas y antagónicas, en vez de hacer justicia superando dicho antagonismo.
5
“Campo de batalla de inacabables disputas” (Kant), así ha sido visto en términos negativos el estado intelectual de nuestra historia. Pero eso desde Heráclito es la esencia de la vida humana. Otra cosa es que falte el acuerdo necesario para la convivencia y la vida plena, o, como ahora, necesario para el cambio de sistema. ¿Cabe pensar alguna posición intelectual, racional, no ideológica, un discurso y una intuición intelectual que respete y aglutine a todas las escuelas filosóficas y culturales en general? Hegel y Ortega dieron aquí un paso importante. Pero ambos lo plantearon desde el conservadurismo, respectivamente, desde el Estado burgués, absolutista monárquico y desde el individualismo y relativismo (de tipo sofístico) de las perspectivas. Creemos que solo desde la historia de la liberación (de la libertad o por la libertad) podemos ver los principios racionales y espirituales idénticos anidando en nuestras dos culturas, la greco‐romana y la judeo‐cristiana. Dos de los mitos que han de ser considerados en la doble fundación de Occidente son el mito del Paraíso, de la Biblia, y el mito de la caverna, de la República platónica. El mito de la caverna expresa el crecimiento humano desde la ignorancia al conocimiento, el paso de las apariencias a la realidad conocida. Es un mito de liberación y universalista. Al contrario de la versión conservadora del platonismo, que lo ve como elitista, monárquico, etc., en el mito no se dice que la persona que se libera tenga que gobernar a todas las demás permaneciendo esclavas, sino que la persona libre ha de “bajar” a la caverna para liberar a las demás. El mito de Paraíso, por su parte, al contrario de lo que ha dicho siempre el conservadurismo, no es un mito de “caída”, perdición o pérdida en el sentido de pecado, mal radical o pesimismo antropológico (=el ser humano es malo o tiende al mal por naturaleza), de definitiva impotencia humana, sino todo lo contrario, es, como el de la caverna, un mito de la libertad humana, de potencia, de Historia y de proyecto. La expresión con la que Lessing define la Ilustración nos parece que borda la interpretación de la salida del Paraíso. Dios tiene en una mano la Verdad (la vida paradisíaca) y en la otra la búsqueda de la Verdad, el conocimiento (“el árbol de la ciencia del bien y del mal”), y Eva vendría a decirle: “Padre, la Verdad es para ti, a mí dame la búsqueda de la Verdad.” Que es lo mismo que lo que dice el poeta: “¿Tu verdad? No, la Verdad,/y ven conmigo a buscarla./La tuya, guárdatela.(Proverbios y cantares, LXXXV). Que viene a ser lo mismo que lo que Aristóteles le dice al “padre Parménides” (como lo llama Platón): No padre, no me des el Ser perfecto, puro y acabado, dame la libertad de la contingencia para conocerlo y elegirlo. Y también lo mismo, en cierto modo, que lo que dice Jesús: “el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 10,39). En el mito, Eva es la primera filósofa y la primera “atea”, que dijo no a Dios. No mata al padre, como en la versión de Freud del origen de la cultura (en la línea del pesimismo antropológico), apoyándose en el mito de Edipo, simplemente le desobedece y el Padre la echa de casa. Y lo que Camus quiso decir en El mito de Sísifo acerca de la felicidad de decir no al Poder divino (aún en el castigo), hay que decirlo de Eva (Sísifo fue condenado por sus acciones egoístas y criminales, no por la libertad, como Eva). El mito de la caverna da cuenta de la conquista de la libertad, y el mito del Paraíso del ejercicio de ésta. La estrenada razón ejerce su crítica contra las leyes que le impidan ser libre. El Paraíso, con su árbol de la Vida y su árbol de la Ciencia del bien y del mal, es la tierra natal de la Verdad, del Ser, de la Felicidad, de la Belleza, que no se dan sin más al ser humano, sino que éste ha de conquistar. El Paraíso = la salida de la caverna = ”El mundo de las Ideas” de Platón = ”El Reino de Dios” de Jesús de Nazaret. Lo “sagrado” no es tanto la concepción o fecundación, como para los señores obispos (lo que se expresa políticamente en la cuestión del aborto), sino una propuesta política racional, correcta o adecuada, que es lo que nos salva.
He aquí algunos principios y conceptos que vienen dados por las dos tradiciones (en la interpretación progresista): 1.‐ Educación. Cuidado de niños/as. La ignorancia es la causa del mal (Sócrates – intelectualismo moral‐ y Jesús ‐“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”‐). Re‐ 6
nacimiento. La medida, el criterio y el fin no están en este mundo fáctico, sino en “otro mundo”. (“Otro mundo es posible”). Autonomía o autodeterminación dada por el crecimiento personal. Desarrollo y armonía de las tres facultades o potencias humanas, la inteligencia, la voluntad y la sensibilidad, y sus tres virtudes (cuya armonía es la Justicia) que, respectivamente son la razón, la valentía, y la sensibilidad (sensibilidad humana, el sentido de humanidad) y la moderación. 2.‐ Lucha no violenta contra la injusticia. El amor es mejor y más fuerte que el odio. 3.‐ Unidad e igualdad (en el pluralismo y la diferencia). Unidad ciudadana como verdadero poder político, siendo la igualdad una condición para ella. Solidaridad. Discriminación positiva. 4.‐ Mantenimiento de los dos polos fundamentales (a lo que apunta Lessing). El error ha consistido en mantener solo uno de ellos: ∙Bien y libertad (no bien y mal, como en el maniqueísmo y el pesimismo antropológico). ∙Verdad y búsqueda de la Verdad. ∙Teología y ateología. ∙Monoteísmo y politeísmo. ∙Justicia y derecho. ∙Justicia y equidad (y discriminación positiva). ∙Ley y desobediencia civil (“El sábado se hizo para el ser humano, no el ser humano para el sábado”. ∙República y democracia (lucha por la igualdad). Etc. 5.‐ Autocreación. La cultura griega no es contraria al creacionismo de la judeocristiana, sino que, ella misma creadora entusiasta, la teoriza junto con la mímesis (imitación). Marx se refiere a “la producción social de su existencia” (del ser humano). El creacionismo habla de un rasgo esencial de la naturaleza humana, pues el ser humano es una especie que tiene la propiedad de la autocreación, de hacerse a sí mismo; puede conformarse como el barro en manos del alfarero, siendo él mismo el barro y el alfarero. No otra cosa significa la soberanía popular y la frase de Jesús de Nazaret “lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”. Evidentemente, la libertad consiste en poder crear, en producir algo nuevo entre otras posibilidades también factibles, y cuando se activa a tope este poder es en el peligro de la crisis, como en la que vivimos. Y ese poder es tanto mayor cuanta más unidad haya en el grupo social. (Ley del crecimiento colectivo: La potencia de un grupo humano crece exponencialmente con el mero aumento de individuos del grupo: Un individuo solo (aislado) no puede hacer nada o casi nada; una pareja puede hacer lo que ambos individuos por separado, más lo que pueden los dos juntos; un trío puede hacer lo que los tres individuos separados, más lo que pueden las dos parejas, más lo que pueden hacer las tres juntos, etc.) Esta es la verdadera política grande, la que logra una gran unidad apoyándose en la síntesis de las tradiciones liberadoras, la de la esencia buena de nuestras culturas. Estando las fuerzas del cambio en el nervio originario de nuestra cultura es imposible que las fuerzas irracionales tengan más poder. Entonces las amenazas y reacciones de los poderes fácticos no harán mella en la opinión pública, y les demostraremos, como nunca en la Historia, lo que puede un pueblo y una ciudadanía unida. (Lo decadente es hablar de “decadencia de Occidente”). 7
III) Estrategia. Objetivo: Que el pueblo y la ciudadanía, o su parte más activa, todas aquellas personas que tienen inquietud y tiempo y ahora están fuera del sistema (de partidos), se involucren políticamente durante el tiempo suficiente para que conozcan los problemas y las posibles soluciones. Procedimiento: Hay, al menos tres propuestas: Una es gobernar inmediatamente realizando el programa electoral, otra plantea, en el corto plazo, un proceso constituyente, y otra, como la que aquí presentamos, deja éste para más adelante y para el presente inmediato plantea unas elecciones generales populares con rendición de cuentas. ¿Gobernar o, antes de ello (aún habiendo ganado las elecciones) impulsar un amplio debate popular y ciudadano? Incluso con mayoría absoluta, las dificultades y peligros que implica llevar a cabo un programa radical serían demasiado grandes. Cuando haya que hacerlo, el pueblo y la ciudadanía han de estar activados y más preparados, tras un proceso de empoderamiento popular y mayor responsabilidad ciudadana. De modo que, después, el cambio tendría más apoyo y los poderes fácticos chocarían contra el muro de una ciudadanía popular unida. Además, gobernar inmediatamente realizando un programa sería darle una legitimidad a este sistema, que venimos negando. ¿Proceso constituyente o elecciones de 6 meses? Nos parece que la situación de emergencia en la que está el país y el cambio que supondrá el triunfo electoral de Podemos no son condiciones adecuadas para un proceso constituyente lo más popular posible. El proceso electoral popular es un medio más republicano y democrático para el cambio que unas elecciones a una Asamblea constituyente, por muy democráticas que hayan sido las elecciones. El proceso electoral popular prepara el camino para un ulterior proceso constituyente lo más popular posible, cuando esté más consolidada la organización del pueblo y la ciudadanía. Nuestra propuesta: Formación de un gobierno provisional: a) de emergencia social (paralización de los desahucios, ayudas a la dependencia, etc.), y b) que elabore una nueva ley electoral (que seguramente habrá de ser ratificada en un referéndum) y convoque elecciones generales populares, de 6 meses, llevadas a cabo por los colegios electorales (democratizados) y con rendición de cuentas. (Habrá que ver el encaje de esta ley con la legislación vigente). En esta campaña electoral el protagonismo no estaría en los partidos sino en las asambleas de los colegios electores y en todas las personas y grupos que quisieran participar en la organización de debates y la rendición de cuentas. Todas las instituciones estarán obligadas a facilitar cuantas aclaraciones y documentos les sean pedidos por los colegios electorales. En 6 meses hemos de conseguir que la mayoría del pueblo y de la ciudadanía conozcamos los problemas del país y las posibles soluciones. De ahí saldremos con las ideas más claras y con mayor unidad para poder sacar al país del atolladero en el que se encuentra. ¡El pueblo unido jamás será vencido! Rafael Tejero Ibancos, Escuela de Filosofía 15M Granada. Fue un exportavoz de la Coordinadora 25‐S. Miembro del círculo de Granada y de la comisión de contenidos y organización de Granada.
8