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Dos grandes damas de la alta sociedad

2 mar. 2013 - Ledesma, el ingenio azucarero más importante ... de heredera de Ledesma –dicen las páginas de .... inspiradora”, comentó Christian. Porta ...
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SÁBADO | 7

| Sábado 2 de marzo de 2013

Personajes

Dos grandes damas de la alta sociedad Las biografías de Amalia Lacroze de Fortabat y de las Blaquier retratan cómo era la vida de una joven en la aristocracia porteña a comienzos del siglo XX Evangelina Himitian LA NACION

Es una práctica social que ha caído en desuso, pero hace algún tiempo era la puerta de entrada al mundo adulto. Poco después de ser presentadas en sociedad, las mujeres jóvenes y en edad de merecer acabarían con un anillo en la mano. Al menos, eso era lo que esperaban de su baile de debutantes las chicas de la alta sociedad porteña, a comienzos del siglo XX. Por estos días se han editado dos libros que retratan cómo era la vida de una joven casadera en la alta sociedad porteña, a comienzos del siglo XX. Amalita, la biografía, de Marina Abiuso y Soledad Vallejos, y Las Blaquier, de Soledad Ferrari, ambos de editorial Sudamericana. Hasta 1993, los bailes de beneficencia con debutantes fueron una tradición en COAS. “De hecho, la nieta de Amalita compartió su presentación en sociedad con Marcela, la hija de Ernestina Herrera de Noble”, cuenta Vallejos. Esta tradición, que parece sacada de los cuentos clásicos, tenía plena vigencia en Buenos Aires a comienzos del siglo XX. “En realidad, en los bailes de debutantes nadie elegía a nadie. Eran las familias las que decidían quién se casaba con quién, en función de los intereses. Tampoco era una presentación en sociedad. Era la crema rebatida de Barrio Norte, que estaba conformada por no más de 100 familias. Todos se conocían –explica Eugenia de Chikoff, hija del conde ruso–. La aristocracia porteña luchaba por mantener su fortuna, tejiendo alianzas que los vincularan con los nuevos ricos, sin resignar apellido.” “Se esperaba que la niña encontrara esposo los primeros seis meses luego de su debut, un año máximo. Si eso no ocurría comenzaban los rumores”, sostiene la escritora uruguaya de novelas históricas Camila Winter. Se refiere a los bailes de debutantes de Londres y París en el siglo XIX. Algo de esa idea perduraba en Buenos Aires a mediados de los 30. La dama del cemento “El debut fue brillante. Como se esperaba, esa noche de fines de pri-

mavera de 1939 resultó uno de los eventos más trascendentes de la temporada porteña: los destellos se debieron a la presentación en sociedad de Amalia Lacroze Reyes y sus amigas –relata el libro–. Todas las chicas se habían preparado con esmero; todas fueron agasajadas como lo que eran: jóvenes de buenas familias que empezaban a buscar marido. En el petit hotel de avenida Alvear, una cena fría precedió al baile. Las niñas deslumbraban.” Entre las debutantes estaban María Rosa Green Devoto hija de los anfitriones, Ana Helena Martínez de Hoz, Martha Bilbao Bullrich, Adela White Lynch, Angélica Mitre de Campillo. Amalita llevaba un vestido de crêpe en fresa y verde sobre fondo blanco. “Las presentaciones en sociedad eran un must de cada temporada. Las jovencitas solían conocerse desde pequeñas con otras de su misma edad en un círculo social. Al promediar el año, al llegar a la mayoría de edad, en grupos pequeños solían acordar una fecha y un hogar anfitrión. Para una familia, convertirse en sede de una fiesta era un honor”, se lee en la biografía. La crónica del mundo elegante recuerda que ese viernes 27 de octubre de 1939 hacía calor. Que el sarao se extendió hasta el alba y alternaron los programas musicales de dos orquestas. “María Amalia Sara estaba lejos de ser un gran partido. Sin ser una beauty, tenía la delgadez de las distinguidas, también apellidos; pero dote, no. Al menos, no en comparación con otras herederas de su generación. Pero había cumplido 18 años y ostentaba algún linaje”, dicen Abiuso y Vallejos. Había varios elementos que no podían faltar en una familia de la aristocracia porteña. “Las mujeres debían aprender a hacer lo que la sociedad esperaba de ellas: tocar un instrumento, saber idiomas y sobre todo, manejar bien el apellido del marido”, cuenta De Chikoff. Cerca de cumplir 18, la joven Amalia se largó a jugar un papel de chica de alta sociedad. Entre fines de los 30 y los 40, la revista El Hogar dedicaba páginas enteras al guardarropa de las damas de sociedad y Amalita logró la suya: “La juvenil personalidad

Amalita posa en su debut social, en 1939; Nelly Blaquier, en el Hipódromo, en 1985

Para saber más de ellas

Autor: Soledad Vallejos y Marina Abiuso Editorial: Sudamericana

Autor: Soledad Ferrari Editorial: Sudamericana

de Amalia Lacroze Reyes imprime a su colección una gracia extraordinaria, destacándose en sus modelos la sobriedad que realza su esbeltez”, decía la crónica. Finalmente, a los 21, se casó con Hernán de Lafuente Sáenz Valiente. “No era un galán, nunca fue uno de los caballeros de la agitada vida de salones. Era hijo de una familia amiga”, detalla Vallejos. Antes de casarse, Amalia y su prometido asistieron a una función en el Colón, organizada por Adela Leloir Unzué de Rodríguez Larreta, abuela del actual jefe de gabinete porteño. El empresario Alfredo Fortabat y su esposa, Elisa, también fueron. “Amalita llevaba un vestido dorado, tapado de piel marrón. Alfredo, con curiosidad, miraba a la jovencita morena que no le desviaba la vista. Amalita siempre dijo que, en el intervalo, él le hizo llegar o le llevó –la historia no se contó igual dos veces– una caja de cerisettes”, dice el libro. Ese fue el primer acercamiento de Amalita al mundo del cemento. La reina del azúcar Nelly Arrieta, ex esposa de Carlos Pedro Blaquier, es la dueña de Ledesma, el ingenio azucarero más importante del país, que factura

fotos de sudamericana y archivo la nación

anualmente 2500 millones de pesos. “Detrás de esa mujer dura y autoritaria hay mucho dolor, un dolor antiguo que siempre le resultaba difícil de poner en palabras. Había sido criada para reemplazar al varón y no quiso defraudar a sus padres. Fue una niña sobreadaptada y sumisa que cumplió todos los mandatos”, escribe Soledad Ferrari. Como muchas de las niñas de su clase social, asistió al Northlands, en Vicente López. “Voy a ser la reina del azúcar”, les decía a sus compañeras de colegio. “En esta institución compartía las clases con hijas de familias que tenían tanto dinero como sus padres. Pero había algo que a los Arrieta les faltaba y que nunca podrían comprar: un apellido de origen patricio o anglosajón, como sus compañeras. Nelly soñaba con portar un apellido que sonara más elegante”, describe el libro. Cuando Carlos Pedro Tadeo Blaquier Estrugamou apareció en su vida, supo que era el hombre que tanto había esperado, el que aprobaría su padre. “El flechazo se produjo en uno de los eventos más exclusivos de Buenos Aires. Un amigo en común había organizado una cena y Nelly era una de las invitadas especiales. Carlos Pedro la había visto a lo lejos en una gala y se propuso conocerla.

No le importó que le advirtieran que era caprichosa y que tenía mal carácter. , le aseguró a un amigo. Le parecía una bella mujer, pero algo más lo atraía. Sabía que detrás de Nelly había una gran empresa y un padre muy severo al que tendría que agradar. Conquistarlos se transformó en un desafío”, plantea Ferrari. “Nelly no tardó en fascinarse con el flamante abogado. , les aseguraba a sus amigas. De novios, la acompañaba a los eventos donde debía asistir en calidad de heredera de Ledesma –dicen las páginas de Las Blaquier–. A los seis meses, Carlos Pedro ya soñaba con casarse. Al menos como novio, tenía la aprobación de su suegro. En poco tiempo se había convertido en el hombre de confianza. , le reclamaba Nelly.” Finalmente se casaron, tuvieron hijos y él se convirtió en uno de los principales empresarios del país. Años más tarde encontró el amor en otros brazos, una mujer mucho más joven que torció su destino. “Aun así, Nelly siguió aferrada al apellido que tanto había deseado cuando era chica”, concluye Ferrari.ß

Estilo de vida

En Palm Beach, el polo es una excusa para el lujo Entre enero y abril, los argentinos se instalan allí para disputar varios torneos inmersos en un ambiente social diferente a Palermo Sara Louzán PARA LA NACION

WELLINGTON, Palm Beach.– Cuando termina del Abierto de Polo de Palermo, el último y más importante torneo mundial en el año, algunos polistas comienzan sus vacaciones, pero muchos otros se embarcan para llevar su talento a lo largo y ancho del planeta. Para ellos el año calendario puede comenzar sobre nieve, arena o césped, pero en febrero los mejores coinciden en el sur de la Florida. Si bien el lugar es la exclusiva zona de Palm Beach, con sus campos de golf y mansiones, el área ecuestre es Wellington, donde se practica equitación y polo. “Esta vez me quedaré todo el año. Llegamos el 1° de enero con Cecilia, mi mujer, y nuestros hijos, Juan (16) y Santos (13); la más grande, Mariana (22), se quedó estudiando en la Argentina”, cuenta Juan Bollini (5 goles), jugador del team Piaget desde hace cuatro años. Bollini jugó por primera vez en Wellington en 1985, en el Country & Polo Club, fundado en 1982, y lo continúa haciendo en el International Polo Club (IPC), que festeja su décimo cumpleaños. Los mejores forman equipo junto a jugadores extranjeros y de distintas partes de los Estados Unidos. En mayo ya comienzan a mudarse a Europa, aunque año tras año se van abriendo nuevos mercados, como Dubai o Malasia. En estos torneos, los polistas cambian sus tradicionales equipos para jugar en otras for-

Facundo Pieres, imagen de whisky Royal Salute maciones a las cuales se incorporan extranjeros de bajo handicap, y en la mayoría de los casos juegan con sus patrones. En Wellington, la temporada presenta una serie de torneos importantes, como la Joe Barry Memorial (Audi 2013), la Ylvisaker Cup (Coca Cola 2013) o la Whitney Cup, cuya final se disputará mañana. Y luego se jugarán la Piaget Gold Cup y Maserati US Open. Las tres últimas, de hasta 26 goles, componen la llamada Triple Corona. Los partidos se juegan durante la semana, con entrada libre y gratuita, y los domingos se realiza el tradicional brunch, cuyo costo depende de la

oui pr

época: desde el 24 de febrero es más caro, al igual que si el menú incluye champagne. Como en la Argentina, hay sectores VIP donde invitan las empresas auspiciantes. Para quienes recuerdan los comienzos de los torneos argentinos, estos partidos se asemejan al Abierto de Tortugas años atrás. La gente se sienta en el pasto, y autos y camionetas de todo tipo y tamaño estacionan a los laterales de la cancha. Es como un día de picnic en familia, lona en el césped, sándwiches, bebidas y mate incluidos. Los norteamericanos son un poco más organizados, llevan sus reposeras y paraguas para cubrirse

del sol. A la hora de comer, si no lo hacen en sus casas, casi todos van a Cilantro’s, que abrió sus puertas en el 2004 y ahora es el punto de encuentro de polistas y amigos. Al resto/almacén van en busca de comida casera, una manera de no extrañar las costumbres argentinas: milanesas, chivitos, dulce de leche forman parte del menú. Su dueño es Germán Moreira, un joyero uruguayo que llegó a Estados Unidos contratado por la casa H. Stern para trabajar en Nueva York, pero su amor por los caballos lo trajeron a Wellington en 1986. Recuerda cuando Tommy Lee Jones, fanático del polo, llegó en busca de milanesas. Los domingos, en el IPC, las mujeres usan sus mejores vestidos y sombreros, y los hombres se dejan ver de traje o elegante sport. Quienes prefieren estar en la tribuna alquilan palcos con anticipación. En la fila de asientos se coloca una placa con su nombre. A diferencia de lo que ocurre en la Argentina, sorprende aquí escuchar una “voz del estadio” relatar el partido o, al finalizar cada chuckker, ver a un DJ poniendo música. Como en Mujer bonita, al finalizar el tercer chuckker la gente entra a la cancha para tapar los agujeros que provocan los caballos, una buena excusa para hacer sociales, mientras les invitan una copa de champagne o un helado. Mientras que Palermo es famoso por su noveno chuckker, en Wellington las sociales se viven y disfrutan durante todo el partido.ß

Facundo Pieres, un embajador del talento WELLINGTON, Palm Beach.– Facundo Pieres (10 goles de handicap) es uno de los dos mejores jugadores de polo del momento y su talento es reconocido en todo el mundo. Asimismo, es la imagen de varias marcas exclusivas que identifican sus productos con la búsqueda de la perfección, lo que, sin dudas, es sello distintivo del número 1 de Ellerstina. Por eso no sorprende que el renombrado whisky escocés Royal Salute, marca integrante del grupo Chivas Brothers, lo haya nombrado recientemente su “embajador” alrededor del mundo. “La familia Pieres es una leyenda del polo. Y la carrera de Facundo representa una pasión, dedicación y prestigio que es verdaderamente inspiradora”, comentó Christian Porta, Charmain y CEO de Chivas Brothers. “Royal Salute ha demostrado un apoyo y compromiso absoluto con el polo desde hace años y, para mí, es un honor representar su programa global y ser parte de este fantástico viaje”, retribuyó Facundo. El acuerdo entre la marca y el polista, que en Palm Beach lidera el equipo Zacara, fue firmado el día en que Ellerstina se consagró campeón del Abierto de Palermo, tras superar a La Dolfina por 12 a 10.

“El polo es mi vida y ha sido parte de mi familia durante décadas. Espero poder compartir esta pasión con el mundo”, dijo Pieres al momento de la firma. Royal Salute es líder en el lujoso mercado de los whiskies escoceses y exclusivamente produce blends madurados por lo menos por 21 años. Desde hace décadas se ha convertido en una marca asociada con “el deporte de los reyes”, ya que auspicia los torneos más importantes alrededor del mundo, desde el Abierto de Palermo hasta la Sentebale Polo Cup, en Inglaterra, pasando por la Royal Salute Maharajá de Jodhpur Golden Jubilee Cup, en Jodphur, la India, o el Royal Salute China Open, en Pekín. Para una empresa tan globalmente asociada al exclusivo mundo del polo y su estilo de vida, la vinculación con Pieres resultó natural, destacaron en Wellington representantes de la marca. “Fue un gran momento para mí firmar el acuerdo con Royal Salute justo el mismo día en que ganamos el Abierto de Palermo”, recordó Pieres, mientras posaba para los fotógrafos de la marca, en una sesión de fotos que intercaló con las prácticas de Zacara, el equipo con el que está liderando la temporada de Palm Beach.ß