Dillinger satisface sin emocionar

30 jul. 2009 - de John Dillinger –el de la vertiginosa ... Stephen Dorff, Stephen Lang, John Ortiz, Giovanni. Ribisi. .... tes que Nicolas Cage, Sam Rockwell,.
2MB Größe 11 Downloads 49 vistas
Espectáculos

Página 4/Sección 4/LA NACION

2

3

Jueves 30 de julio de 2009

CINE

Un bello camino para recuperar la dignidad Cous cous, la gran cena es una muestra de humildad Muy buena ((((

Cous cous, la gran cena (La graine et le mulet, Francia/2007). Dirección y guión: Abdellatif Kechiche. Con Habib Boufares, Hafsia Herzi, Farida Benkhetache, Abdelhamid Aktouche y otros. Adaptación y diálogos: Abdellatif Kechiche y Ghalya Lacroix. Fotografía: Lubomir Bakchev. Presentada por Zeta Films. Hablada en francés. Duración: 152 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.

Amor, piedad y compasión son las tres vertientes en que se apoya este tercer largometraje del director tunecino Abdellatif Kechiche quien aquí radiografía la historia de un hombre introvertido dispuesto a escapar de ese micromundo que lo agobia y lo desampara. Beiji, su principal protagonista, es obrero de un astillero de la ciudad de Sete, a orillas del Mediterráneo francés. Tiene 60 años y está desgastado por un trabajo que se le fue haciendo cada día más insoportable, a lo que debe sumar una familia que debe mantener a pesar de estar divorciado. Las dificultades económicas comienzan a agobiarlo y Beiji decide abrir su propio negocio, un restaurante de comida árabe y para ello arrienda un viejo barco que, con la ayuda de sus hijos y de algunos amigos, convierte en un agradable lugar. Pese a las dificultades burocráticas que le imponen las autoridades, Beiji

va concretando su sueño y, al mismo tiempo, va uniendo a su desperdigada familia dentro de ese plan que se transforma para todos en un símbolo de la búsqueda de una vida mejor.

Esclavitud moderna El realizador Abdelhamid Kechiche, de quien se recuerda Juegos de amor esquivo, su anterior producción, logra con Cous cous, la gran cena esa clase de cálida historia acerca de personajes que luchan por escapar de la esclavitud moderna. Aquí el protagonista es alguien ya mayor que deberá luchar para que su camino se abra hacia la esperanza. Es árabe y pobre y desea construir algo grande con el objeto de recuperar su dignidad y ayudar a los suyos. Entre el patetismo de su personaje central y el coro familiar que lo rodea, el realizador logró un emotivo friso por el que transitan todos quienes aparecen en este entramado que habla de comprensión, de humildad y de dolor. Abdelhamid Kechiche se apoyó en la excelente labor de Habib Boufares a quien acompaña un elenco de notables matices dramáticos. Con ellos, sumado a una fotografía de notable calidad y a una música de tenues melodías, el director supo acercarse a esos personajes que ama y a los que dota de la simple pero nunca fácil tarea de infundirles calor y humanidad.

Adolfo C. Martínez

En el film de Abdellatif Kechiche se destacan las actuaciones ZETA

Johnny Depp logra construir a un delincuente que transmite mucha calma y cierto aire cool, y que se caracteriza por un misterio impenetrable y aséptico UIP

Dillinger satisface sin emocionar El film de Michael Mann, Enemigos públicos, es impecable en lo visual y en lo narrativo, pero no conmovedor Muy buena ((((

Enemigos públicos (Public Enemies, EE.UU./2009, color; hablada en inglés). Dirección: Michael Mann. Con Johnny Depp, Christian Bale, Marion Cotillard, Jason Clarke, Rory Cochrane, Billy Crudup, Stephen Dorff, Stephen Lang, John Ortiz, Giovanni Ribisi. Guión: Ronan Bennett, Michael Mann y Ann Biderman, sobre el libro Public Enemies: America’s Greatest Crime Wave and the Birth of the FBI, 193334, de Bryan Burrough. Fotografía: Dante Spinotti. Música: Elliot Goldenthal. Edición: Paul Rubell y Jeffrey Ford. Presenta UIP. 140 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.

Impecable en lo visual, en la construcción narrativa y en la puesta en escena; pulcra y lacónica como su personaje; cerebral en su intención de trabajar con los dobles, los opuestos y los espejos, e imaginativa en la concepción de sus mejores secuencias, Enemigos públicos es una obra que mantiene el interés y produce deleite, pero difícilmente emociona. La minuciosidad estilística de Michael Mann predomina en el retrato del último año de la vida de John Dillinger –el de la vertiginosa trayectoria delictiva que lo convirtió en figura popular y “enemigo público

número 1”–, que quiere ser también el retrato de su contexto histórico. Es la época de la Depresión, de Bonnie & Clyde y de Ma Barker y también el tiempo en que el FBI se consolida como la gran fuerza de policía nacional y el crimen se organiza. Duro y sentimental, Dillinger es –según el film– el gánster independiente que prolonga cierta tradición. Como tal, desafía a la ley pero también es visto con recelo por los futuros mafiosos capitalistas. Su carisma y su modus operandi (robaba a los bancos, no a los clientes), sumados a la desconfianza y el rencor que inspiraban las instituciones financieras en la gente tras la pérdida de sus ahorros (puede hallarse aquí cierta resonancia actual), le valieron la simpatía popular: un fenómeno cultural que el film menciona pero no transmite.

Misterio impenetrable En realidad, no hay en las imágenes huellas de la Depresión. Aquí, Dillinger circula entre clubes sofisticados y bancos imponentes revestidos de mármol. Son pequeñas libertades que se toma la adaptación, que sigue los hechos principales de su trayectoria delictiva hasta el famoso y trágico final a la salida de un cine, pero hace

hincapié en el duelo personal que se establece entre él y Melvin Purvis, el hombre del FBI encargado de su cacería (sector en el cual Mann puede aventurarse por el tema del doble y hacer del enemigo una suerte de alter ego), y en la cuestión sentimental: su relación con la bella y vulnerable Billie Frechette, con la que Marion Cotillard (la actriz de La vida en rosa) aporta la vibración humana que falta en casi todos los restantes personajes. Sin duda el de Dillinger es fascinante y complejo. Mann acierta a revelarlo sólo por momentos, sobre todo en el comienzo –la espectacular secuencia de la fuga de la prisión de Indiana supone una sintética y contundente aproximación al carácter de su protagonista–, pero su misterio permanece tan impenetrable como la segura calma y el aire cool que le impone Johnny Depp con su decir contenido y parsimonioso (detrás del que se adivina, a veces, el deseo o la amenaza). Es el suyo un Dillinger aséptico, como obligado a representar todo el tiempo el papel que lo ha llevado a ser figura pública. Como su rival, Christian Bale exhibe una contención similar, justificada por las características de su personaje. Billy

Crudup (J. Edgar Hoover, entonces al frente del FBI), Jason Clark (Red Hamilton, leal socio del protagonista) y Stephen Graham (Baby Face Nelson) son algunos nombres destacables del extenso elenco. Y aunque no todos los personajes secundarios resultan fácilmente identificables, a Stephen Lang le basta el breve epílogo para conferirle algún espesor al suyo: el agente Charles Winstead, uno de los que dispararon sobre Dillinger. Con su perfeccionismo habitual y su dominio de la puesta en escena, Michael Mann enhebra prolija y algo fríamente la sucesión de episodios que registra la leyenda de Dillinger. El film cobra vida en las escenas de acción y en las que el protagonista comparte con su amante, pero sobre todo deja en la memoria algunas secuencias que hablan de su maestría: la ya citada del comienzo; la muy tensa del ataque nocturno al albergue del bosque donde se han refugiado los delincuentes, y el osado recorrido del gánster más buscado del país por la oficina policial donde contempla, como el visitante de un museo, su propia mitología.

Fernando López

Los cobayos son los nuevos héroes de acción en la película que dirige Hoyt Yeatman WALT DISNEY

Fuerza-G, efectos y adrenalina Este film de animación digital 3D tiene mucho vértigo, pero carece de sutileza Buena (((

Fuerza-G (G-Force, Estados Unidos/2009). Dirección: Hoyt Yeatman. Con Bill Nighy, Will Arnett, Zach Galifianakis, Kelli Garner y las voces de Favio Posca, Eduardo España, Jorge Arvizu y Gloria Estefan. Guión: Cormac Wibberley, Marianne Wibberley, Ted Elliott, Terry Rossio y Tim Firth. Fotografía: Bojan Bazelli. Música: Trevor Rabin. Edición: Mark Goldblatt, Jason Hellmann, Bud S. Smith y M. Scott Smith. Diseño de producción: Deborah Evans. Presentada por Walt Disney en versión doblada al castellano en salas 2D y 3D. Duración: 89 minutos. Apta para todo público.

El vértigo y la adrenalina que el productor Jerry Bruckheimer suele imprimirle a sus tanques de acción (La Roca, Armageddon, Bad Boys, La caída del Halcón Negro, Piratas del Caribe) se trasladan en toda su dimensión a esta primera incursión suya en el cine de animación digital 3D. Lamentablemente, también lo hacen la falta de sutileza y la escasa sensibilidad de sus proyectos. Esta historia sobre unos conejillos de Indias que trabajan como agentes secretos –a los que se suman un topo, una mosca y decenas

de cucarachas– tiene mucho ritmo, algo de humor, una indudable maestría en la animación de las criaturas que “conviven” en pantalla con actores de carne y hueso, pero al mismo tiempo la acumulación de situaciones –varias de ellas no demasiado ingeniosas– y el bombardeo de estímulos primarios (persecuciones, saltos, explosiones) termina por abrumar y –probablemente más entre los adultos que entre los niños– por dejar una sensación de agotamiento.

Héroes de acción Los ratones ya tienen una larga historia en el cine (desde Mickey hasta Jerry, pasando por Bernardo y Bianca, el Stuart de la familia Little, el Remy de Ratatouille, Despereaux y el muy argentino Pérez), pero aquí los cobayos –que compiten con unos cínicos agentes del FBI por desbaratar los planes apocalípticos de un multimillonario dedicado a la venta masiva de artefactos electrónicos– son verdaderos héroes de acción y, por lo tanto, están al servicio de la resolución de una trama con unas cuantas deudas a la saga de Transformers y no –como suele ocurrir en el género de animación infantil– para generar demasiada

identificación, empatía ni emoción en el espectador. El film se estrena en la Argentina, tanto en salas 2D como en las 3D (con lentes especiales), sólo doblada al castellano (se escuchan las voces de, entre otros, Favio Posca, Eduardo España, Jorge Arvizu y Gloria Estefan), por lo que habrá que esperar a la edición en DVD o Blu-ray para disfrutar de los aportes que Nicolas Cage, Sam Rockwell, Jon Favreau, Penélope Cruz y Steve Buscemi hicieron en la versión original norteamericana. El director debutante Hoyt Yeatman –un técnico con tres décadas de trabajo como especialista en efectos visuales– hace lo suyo con la prolijidad y el esmero de un verdadero profesional, pero cuando la animación (con las producciones de Pixar y Aardman, la saga de Shrek o los aportes de Tim Burton y Henry Selick a la cabeza) ha alcanzado una jerarquía artística indiscutible, ya es tiempo de exigirle al género bastante más que un simple producto concebido con solvencia. Ese es el caso de Fuerza-G, un film que no defrauda, pero que tampoco sorprende.

Diego Batlle