Denuncian a una marca de ropa por trabajo esclavista

17 ene. 2007 - la Justicia a la empresa de ropa para niños Cheeky por presunta violación de las leyes laborales y migratorias vigentes, explotación de ...
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Información general

Miércoles 17 de enero de 2007

LA NACION/Página 15

Contra el trabajo ilegal

Talleres textiles: aportan más pruebas

Intentarán regular el negocio del cartoneo

Denuncian a una marca de ropa por trabajo esclavista

Mueve hasta $ 500 millones por año

El gobierno porteño apunta a Cheeky El gobierno porteño, la Defensoría nes. Otros 500, sostuvo Vera a LA NAdel Pueblo de la Ciudad y la Unión de CION, abandonaron la ciudad. Trabajadores Costureros de Buenos Como en cada taller se desempeñan, Aires (Utcba) denunciaron ayer ante según estimaciones, entre 10 y 15 cosla Justicia a la empresa de ropa para tureros, el número de trabajadores niños Cheeky por presunta violación reducidos a la esclavitud disminuyó de las leyes laborales y migratorias en aproximadamente 10.000. vigentes, explotación de menores y Sin embargo, denunció Vera, todavía quedan 25.000 extranjeros emtráfico de prendas desde China. Así lo confirmaron en conferencia pleados en condiciones inhumanas. de prensa el ministro de Producción y Según el Ministerio de Producción, el subsecretario de Trabajo porteños, dijeron voceros de la cartera, exisEnrique Rodríguez y Ariel Lieutier, ten aún unos 17.000. respectivamente; la defensora del pueEn el caso denunciado ayer, agreblo, Alicia Pierini, y el representante gó Vera, existen “pruebas contundende la Utcba Gustavo Vera. tes” contra la firma Cheeky, avalaLa presentación judidas por testimonios de cial fue el cierre de un costureros y proveedoproceso de investigación res sobre violación de que comenzó con las delos derechos humanos nuncias elevadas por la y tráfico de personas. cooperativa La Alameda Máximo Quispe Nia la Defensoría del Puena, de 28 años; su espoblo. Se trata de la incorsa, Haydée Tola Mamaporación de pruebas a ni, de la misma edad, y un expediente ya abierMilton Olguera Huanca, de 26, denunciaron hato, obtenidas en inspecber sido humillados, exciones realizadas en talleres, que el gobierno plotados y esclavizados asegura que son provee- E. Rodríguez en talleres que trabajan dores de Cheeky. con Cheeky. “Estamos combatiendo un sistema Quispe relató a LA NACION que traproductivo que conduce al trabajo bajó en el taller de Hernán Panoso, esclavista, clandestino y en negro. que fue denunciado por hacer traDetrás de esto hay grandes marcas bajar a los empleados en jornadas que confeccionan sus prendas vio- de hasta 20 horas, en condiciones de lando las normas laborales vigen- hacinamiento y absoluta ausencia tes”, afirmó Rodríguez. de higiene y seguridad. Por su parte, Pierini recordó que La recopilación de otros testimodesde 2004 trabaja con la cooperativa nios, realizada por la Defensoría inLa Alameda en la megacausa de talle- dica que los costureros cobraban cenres clandestinos: “Lamentablemente, tavos por la confección de prendas la investigación viene acumulando luego vendidas al público por más de 30 pesos y que eran empleados mujelas pruebas y nada más”, dijo. res embarazadas y menores. En la mira Conocida la denuncia, los dueños de El Ministerio de Producción puso la empresa sólo emitieron un comula mira en las condiciones de empleo nicado: “La compañìa contrata proen los talleres textiles en abril último, veedores independientes que compleluego de que seis personas de nacio- tan parte del proceso productivo. Si nalidad boliviana –entre ellas, cuatro bien cualquier irregularidad de los chicos– murieran durante un incen- proveedores independientes contradio en un galpón de Caballito, donde tados es ajena a Cheeky, la compañía asume el compromiso público trabajaban y vivían como esclavos. Desde entonces, explicó ayer Rodrí- de cesar en forma inmediata toda guez, la Dirección General de Fisca- relación comercial con todo aquel lización y Control (Dgfyc) clausuró que no cumpla estrictamente con la más de 300 talleres en 3436 inspeccio- normativa vigente”.

MARIANA ARAUJO

Mirta Soto, ex esposa de un tallerista denunciado, muestra el dormitorio de los trabajadores textiles

Explotados en un taller siniestro LA NACION recorrió el lugar denunciado por la Defensoría En el departamento situado en Joaquín V. González 645, en el barrio porteño de Flores, sólo quedan restos de lo que hasta hace menos de dos meses funcionaba como un taller textil. Nueve máquinas, más de 100 carretes de hilo y retazos de tela de jogging quedaron en el galpón en el que trabajaban Máximo Quispe Nina y su esposa, Haydeé Tola Mamani, produciendo ropa, supuestamente para la firma Cheek SA, propietaria de la marca Cheeky. LA NACION ingresó en el lugar donde ahora vive Mirta Soto, ex esposa de Hernán Panoso, dueño del taller, y pudo verificar las condiciones del lugar en el que trabajaban, según los denunciantes, hasta sesenta personas; aunque, según Soto, sólo eran dieciséis. Al final de un pasillo, en estado de ruinas, se encuentra el galpón, de unos dieciséis metros cuadrados, en el que se realizaba la producción textil. Tal como lo describieron los denunciantes, el galpón tiene muy poca ventilación, sólo una ventana en la parte de atrás; las paredes están amarillentas, con manchas de humedad; el techo de chapa, agujereado en

partes y, por el paso del tiempo, lleno de telarañas. En la habitación del primer piso están las cuchetas, en las que, según confirmó la dueña, dormían dos chicas de origen boliviano. En cambio, Quispe y su esposa declararon en la Defensoría del Pueblo que veinte eran las personas que dormían en el lugar y no sólo las dos

En el taller textil que funcionó hasta hace dos meses hoy vive la ex esposa de Hernán Panoso, quien fue denunciado por el gobierno jóvenes que mencionó Soto. Además del galpón, el taller estaba “preparado” como para que los empleados desayunaran, almorzaran y merendaran allí, porque, según dijo Soto, los empleados entraban a las 7 y se retiraban a las 18, y no a las 22, como declararon Quispe y Tola Mamani en la Defensoría. Mientras estuvo con Panoso, Soto

colaboraba en las actividades administrativas del taller. Ella dijo que a los empleados se les pagaba 4,50 pesos la hora, que algunos estaban en blanco y que su ex esposo quería blanquear a otros, pero que algunos no aceptaron porque no pensaban quedarse a vivir en el país. Panoso no quiso recibir a LA NACION en el taller que posee en la calle Cucha Cucha 1580 porque dijo que está muy consternado por lo sucedido. “A partir de los problemas que tuve por las denuncias del empleado, no sé si voy a continuar con la actividad de los talleres”, comentó Panoso en diálogo telefónico. Panoso señaló que les dio a Quispe y a su esposa un lugar para vivir y, cuando se los pidió, lo denunciaron. “Ahora sólo me quedé con un taller, pero si sigo así lo voy a tener que cerrar”, agregó. Según Panoso, se comunicó con representantes de la firma Cheeky. “Ellos -según expresó el denunciado- me hicieron responsable directamente a mí. Pero no tengo mucho más para decir”.

Gabriela Oprandi

“Es un negocio multimillonario que funciona en todos sus eslabones en la ilegalidad absoluta”, así calificaron ayer al circuito ilegal de reciclado de basura el ministro de Gobierno porteño, Diego Gorgal, y el subsecretario de Ingresos Públicos bonaerense, Santiago Montoya. La denominada “mafia del cartón” mueve en la ciudad de Buenos Aires de 400 a 500 millones de pesos al año y expone a los cartoneros a pésimas condiciones de trabajo, a partir de la violación de normas de índole “urbana, laboral, previsional, de seguridad y fiscal”, explicaron los funcionarios, durante una conferencia de prensa. En los dos primeros días de acción conjunta en el conurbano bonaerense se realizaron nueve inspecciones a papeleras, que concluyeron con cuatro clausuras; en tres establecimientos se labraron actas con irregularidades, y sólo dos cumplieron con todas las normativas para operar. Se estima que todos los días transitan por la ciudad unos 12.000 cartoneros, la mayoría de ellos provenientes del Gran Buenos Aires, para recuperar unas 600 toneladas de basura de las casi 5000 que se generan diariamente, según datos que maneja la administración de Jorge Telerman. “En las calles se ve el negocio que se basa en la explotación de personas”, así lo denunciaron al explicar las acciones conjuntas iniciadas por ambos distritos para combatir la denominada “mafia del cartón”. Los controles se suman al operativo que lanzó en noviembre pasado el Ministerio de Gobierno porteño para controlar los vehículos que ingresan en la Capital relacionados con la actividad de los cartoneros. Del relevamiento surgió que el 80 por ciento de la logística que ingresaba no estaba en condiciones de circular. La segunda etapa estuvo dirigida a los galpones o depósitos destinados al acopio del cartón recolectado. De los 39 allanamientos, nueve fueron clausurados preventivamente y se labraron 107 actas por distintas anomalías. “El mensaje del Estado es claro: vamos a estar con un ojo puesto en cada elemento de la cadena”, sostuvo el ministro Gorgal.

Demoras en Buquebús

Danza y música a metros del mar

Odisea de doce horas para cruzar el charco Padecimientos para regresar de Uruguay Por Valeria Shapira De la Redacción de LA NACION

MAURO V. RIZZI

MAR DEL PLATA.- Iñaki Urlezaga, el Ballet Concierto y la banda Ultratango encabezaron ayer, sobre un escenario montado en la playa y a metros del mar, un espectáculo de danza y música que convocó a cientos de personas en Dasani

Art Beach. Esta propuesta gratuita, en una tarde calurosa, sorprendió a muchos de los habitués de este balneario de la zona sur que durante esta temporada funciona como uno de los epicentros locales de la música electrónica.

En el Zoo de Buenos Aires

Nació un oso de anteojos El primer nacimiento de 2007 ocurrido en el Zoológico de Buenos Aires es el de un oso de anteojos, un animal que en la Argentina se haya extinguido en su hábitat natural. Aunque no integra internacionalmente la lista de animales en extinción, en nuestro país esta especie sudamericana ha desaparecido como resultado de la cacería furtiva y de la acelerada deforestación. Apodado Ukuko por las comunidades aborígenes de los Andes, este animal puede alcanzar (parado en dos patas) una altura de 1,80 metros y un peso de 140 kilos. De hábitos alimentarios básicamente vegetarianos, come frutos silvestres, brotes tiernos de palmas, miel y, ocasionalmente, carne. Este animal, una de las especies

de osos menos conocidas del mundo, es de color negro con manchas blanco-amarillentas en los ojos, que se extienden por el borde del hocico y del cuello y a veces por el pecho. Las manchas varían de uno a otro, por lo que es difícil encontrar dos ejemplares iguales. El oso de anteojos habita en las selvas o en los bosques nublados de América del Sur, en cuyos árboles suelen construir nidos para dormir. Se la considera una especie desaparecida en la Argentina, como resultado de la deforestación y de la caza. A partir de ayer comenzó, en el Zoológico de Buenos Aires, la búsqueda de un nombre para este cachorro de oso. Todos los chicos podrán llevar su sugerencia para la votación final.

MIGUEL ACEVEDO RIU

El osezno juega con su madre

El tipo era alto, altísimo. Entró enfurecido en la oficina del check-in, en el puerto de Colonia, a las 22.30 del domingo último: “O me das una respuesta o no respondo por mí”, gritó. Yo había salido de Punta del Este a las 15, con una hora y media de atraso, por cambio de planes; no mío, sino de Buquebús: mi buque rápido, que debía zarpar de Montevideo a las 17, estaba roto. No iríamos a esa ciudad, sino a Colonia: cinco horas de viaje en ómnibus a la caza de otro barco y después “Dios dirá”, según informó oficialmente un empleado vestido de azul. Cuando el hombre alto entró en la oficina, llevábamos horas de vueltas interminables. Era el momento ideal para sostener una única esperanza: que el tipo se pareciera un poco más al Coloso de Rodas, pusiera una pierna en cada orilla del Plata y nos cruzara en brazos para llevarnos a casa. Sólo una ilusión. La historia de esa noche en el puerto no se parecía a ninguna de las maravillas del mundo, ni antiguo ni moderno. Estábamos en la prehistoria de los manuales de atención al cliente, sin boletos para volver al futuro y con un pase a la desazón y la furia. Al Coloso de Colonia lo derribó un terremoto de pasajeros furiosos que entraron también en la oficina con pasajes de otros barcos atrasados. Un señor que iba al velorio de su suegro pedía llegar lo antes posible, “al menos para el entierro”. Un cuarteto de mujeres que se habían conocido allí sufría porque quería regresar para asistir a sendos casamientos. Cuatro bodas y un funeral, con destino incierto. Desde un micrófono digno de kermese, una chica dijo que todos los barcos saldrían tarde “por las demoras correspondientes”. Algo no entendí: ¿correspondientes a qué? ¿Correspondientes del verbo corresponder? ¿De pagar con igualdad, relativa o proporcionalmente, algún beneficio? Imposible. Yo había pagado 430 pesos por un pasaje (ida y vuelta, aclaremos) y estábamos en el fondo del mar.

En el viaje de ida –nobleza obliga– habíamos tenido mejor suerte. Pero a esa hora del domingo la idea más angustiante era pensar en el Río de la Plata como el más ancho del mundo. Los empleados atendían mal. Pero sudaban por falta de instrucciones. Tenían cara de soñar con tomarse el buque. Nosotros también. “¿No ves que estoy con dos criaturas? ¿Cuántas veces me vas a hacer subir y bajar del barco?”, gritaba una mujer. “Bueno, señora, ¿qué quiere que haga? Nosotros no sabemos nada”, respondía una empleada al borde del llanto. Dos chicas menores de edad deambulaban por las oficinas con documentación autorizada para la salida del país, aunque sin suerte de conseguir su ticket de embarque. El señor del velorio ya había desistido hasta del entierro y, redepente... ¡llegaron las medialunas! Nada más propicio para una medianoche caliente. Una hora después, estábamos en la otra orilla. “Qué alivio”, pensé. Y feliz domingo para todos. Falsa alarma. Hubo que salir por la bodega, porque entre tanto barco ya no había lugar para rampas. “¿Ofrecerán un malbec de bienvenida para acompañar las medialunas?”, pregunté. Me sugirieron que me anotara para competir con Nina Peloso en Bailando por un sueño. Ahí nomás comenzó el capítulo del equipaje. Resumamos: sala mínima, con 30 grados de temperatura. Había que pedir permiso para respirar. La estrella era una cinta transportadora de valijas. Una sola para todos los barcos, que giraba espásticamente ante una multitud que pedía pista en algún recetario de ansiolíticos. Aclaremos: nadie tenía certeza acerca de cuál de los barcos había traído su equipaje. Aclaremos bis: nadie controlaba si la gente se llevaba equipaje ajeno. Eran los últimos minutos de El viaje inolvidable. Casi doce horas para llegar a casa. Vi la estación de servicio de Córdoba y Alem ya pasada la 1 del lunes. No tenía combustible interno ni para llorar. Sólo la mirada agotada, clavada en ese lugar del cielo donde Discépolo siempre guiña un ojo y está dispuesto a repetir aquella estrofa del cambalache y del gil.