De la topadora a la urbanización

villas 3, 6, 15, 17, 19, 20, 21-24, 1-11-14, Calaza,. Calacita y Piletones. Según datos oficiales, se llevan invertidos 300 millones de pesos en estas villas del sur ...
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ENFOQUES

I

Domingo 21 de marzo de 2010

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Sociedad

300 has. Es la superficie que ocupan (aproximadamente) los 30 asentamientos porteños.

170.000 Son los habitantes de las villas del sur de la Ciudad (cifra aproximada)

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Nuevas fachadas y abertura de pasajes en la villa 19, también conocida como Barrio Inta

villas en vías de urbanización. (Ya se están haciendo mejoras en la 3, 6, 15, 17, 19, 20, 21-24, 1-11-14, Calaza-Calacita y Piletones)

$ 300 millones de inversión

es lo que se ha destinado a estas villas del sur de la ciudad.

8 a 10 años es el plazo

en que se completaría el proceso.

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villas urbanizadas a fin de 2010 es lo que promete el gobierno porteño: 6, 17, 19, Calaza y Calacita.

Un centro comercial en Los Piletones. Edificios remodelados y una guardería con todas las comodidades en la villa 19, una de las más avanzadas en su urbanización

De la topadora a la urbanización Continuación de la Pág. 1 villas 3, 6, 15, 17, 19, 20, 21-24, 1-11-14, Calaza, Calacita y Piletones. Según datos oficiales, se llevan invertidos 300 millones de pesos en estas villas del sur de la ciudad. En un plazo de 8 a 10 años, dicen, estarían completando el proceso, que excluye a los asentamientos ubicados fuera del área de la corporación (villa 31, villa Rodrigo Bueno). A nivel urbanístico, a fines de 2010 prometen tener totalmente urbanizadas las villas 6, 17, 19, Calaza y Calacita. Otro enfoque Podría llamar la atención que el gobierno de Macri haya adoptado este enfoque porque en el pasado su espacio político se asociaba más con la relocalización de los habitantes de las villas. El mismo jefe de gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, lo explica: “No hay una solución única, depende de cada caso. Hay zonas que pueden ser urbanizadas y otras que no, como las villas a orillas del Riachuelo. Creemos que la topadora no es una solución, porque la gente está arraigada. No nos aferramos a dogmas”, concluye. El legislador peronista Diego Kravetz subraya las diferencias con el macrismo (“no atacan la cuestión de fondo que son la droga, las relaciones sociales, la falta de acceso a salud y educación”), y explica: “En 2007, Macri se manejaba con el concepto de erradicación, pero es evidente que hoy no hay fuerza política en la ciudad que hable de erradicar. Es un concepto perimido”. Antes, se suponía que los conservadores querían erradicar y trasladar, mientras que los progresistas buscaban construir viviendas populares. Hoy, la urbanización configura un cambio de enfoque que van incorporando todas las fuerzas. Durante los años 70 tuvo lugar el apogeo de la política de erradicación, cuando se mudaba a los pobladores de los asentamientos a complejos de vivienda (Fuerte Apache, Luis Piedrabuena, Soldati, Savio) o se tiraban abajo las casas para construir complejos en las mismas villas. Urbanizar, en lugar de erradicar o relocalizar, implica aceptar que esos trazados informales son parte de la ciudad formal, e implica también reconocer que quienes habitan en ellos son mano de obra esencial de las ciudades y necesitan vivir cerca del mercado de trabajo. Un proceso de urbanización significa llevar el Estado, el espacio público, los servicios, a estos barrios precarios. Para sus habitantes es una “inyección simbólica”, en palabras del arquitecto argentino Jorge Jáuregui, responsable de varios proyectos de urbanización en Río de Janeiro, que sirve para mostrar a los habitantes que “se puede vivir mejor” [ver recuadro]. Es que al no existir espacio público en las villas cada quien dedica sus escasos recursos al interior de su vivienda y el entorno nunca mejora. Según distintas evaluaciones, cuando el Estado da el primer paso, los vecinos reaccionan positivamente, realizando mejoras y cuidando el entorno. Infraestructura (redes de agua, cloacas, electricidad, vial), provisión de equipamiento comunitario (guarderías, centros de salud y deporte, escuelas) y mejoras de las viviendas son tres ejes de la urbanización. Y se incorpora como modelo de gestión la participación de la población

Rosario Hábitat El programa Rosario Hábitat empezó en 2002 y ya ha urbanizado varias de las villas emblemáticas del gran Rosario (Empalme, Villa Corrientes –más conocida como La lata, Las Flores o La Lagunita). Según Adriana Salomón, coordinadora del programa, ya hay varios proyectos terminados y otros en ejecución que permiten evaluar el impacto. “El 60 o 70 % de las familias terminan arreglando su vivienda, introduciendo mejoras al tener la certeza de que se quedan allí.” También se ven mejoras en la seguridad. La reducción de pasillos, que actúan como vías de escape o refugio para delincuentes, ayuda a mejorar las condiciones de seguridad. “Baja el delito al abrir calles, integrar la villa y permitir que actúe la policía. pero el proceso tiene sentido –concluye Salomón– si es posible escriturar. La forma de lograr que una villa deje de ser villa es que sus habitantes se conviertan en propietarios.” a lo largo de todo el proceso, que culmina con la regularización dominial y la incorporación de los adjudicatarios al padrón de servicios públicos e impuestos. En el sur de la ciudad de Buenos Aires se concentra el 90% de las villas, con una población que supera las 40.000 familias y orilla las 200.000 personas. “A Macri le acercás algo lógico y lo acepta. El no tiene prejuicios, de hecho fue Macri quien me insistió en ir a visitar Río para conocer la experiencia del plan Favela Barrio”, explica el misionero Humberto Schiavoni, presidente de la Corporación Buenos Aires Sur. El programa rector en la ciudad –que se llama Pro Sur Hábitat y se inspira en la experiencia brasileña (planes Favela Barrio de Río de Janeiro y Villa Viva de Belo Horizonte)– se monta sobre los esfuerzos de infraestructura hechos en gobiernos anteriores, y en la construcción de viviendas que hace el IVC (Instituto de Vivienda de la Ciudad). También se adoptaron algunos criterios utilizados en Medellín y Guayaquil y, dentro de la Argentina, la modalidad que han emprendido los gobiernos socialistas en Santa Fe con el Rosario Hábitat [ver recuadro]. “El enfoque de la erradicación, carente de un adecuado acompañamiento social, replicó las condiciones de marginalidad y segregación de las villas. Nuestra apuesta es trabajar en programas de mejoramiento integral de barrios, integrando estos asentamientos a la ciudad formal”, dice Schiavoni. No sorprende conocer que las mayores demandas que surgen desde la gente son por infraestructura (agua, cloaca, luz, calles), guardería y centro de salud. También, salones velatorios. “Nos dimos cuenta de que la gente en las villas no tiene donde velar a sus muertos, por el tamaño de las casas. Necesitaban un lugar público”, explica el presidente de la Corporación. Los cambios Al frente del comedor Las Gemelas, en Villa Soldati está Susana, quien alimenta todos los días a unas 220 personas, mayoritariamente madres con niños. Hasta febrero de 2007 estaban instalados en la

villa El Cartón, debajo de la autopista 7, hasta que el 8 de febrero de ese año un incendio destruyó todo. “Ahí teníamos un comedor precario, nada que ver con esto. Era una casa prefabricada, las mesas eran tablones con caballetes y banquitos”, rememora. Tras un paso por el parque Roca, el nuevo comedor se puso en marcha en junio de 2009. Susana recuerda exactamente que la construcción de su nuevo comedor demandó 42 días: “No podía creerlo cuando lo vi, tenía hasta puertas de salida antipánico”. Los menús de cada día cuelgan en la pared, escritos como cartulinas escolares. La alimentación es la puerta de entrada, porque desde allí se disparan otras demandas: si se detecta un niño de bajo peso se lo acerca al médico o se le da ración extra para que se lleve a casa. Detrás del comedor Las Gemelas viven 22 familias que fueron relocalizadas por decisión judicial: son quienes habitaban precariamente en el lago de Piletones. Las viviendas, como el comedor, fueron construidas con el método canadiense, más rápido y económico que la construcción tradicional. Vistas desde afuera las casas parecen de plástico, pero en su interior las paredes llevan hormigón. La ventaja es que son más económicas y de sencillo mantenimiento: no se las pinta, porque no llevan revoque, sino que basta con pasarles un trapo mojado. Las obras en la villa 19 son quizás el mejor ejemplo de la urbanización en la ciudad. Justo en el cruce de la avenida General Paz y la Riccheri, este “barrio” –también conocido como Inta, por la presencia en el pasado de la fábrica textil– luce sus calles abiertas y cuidadas, y sus fachadas

Al no existir espacio público en las villas cada quien dedica sus escasos recursos al interior de su vivienda y el entorno nunca mejora. Cuando el Estado da el primer paso, los vecinos reaccionan positivamente, realizando mejoras y cuidando el entorno

coloridas. En la entrada se observa el centro de salud y la consolidación de las barrancas (con cemento y escaleras), más adentro los pasajes que fueron abiertos y espacios públicos donde juegan los niños. Los frentes hacen realidad el pasaje de villa a barrio popular, gracias a cuidados revoques, consolidación de balcones y pinturas. En este lugar se realizó una inédita votación para que sus habitantes pusieran nombre a las calles: no es un tema menor, dado que es una forma de crear arraigo en el lugar. Se encuentran en la fase final de la urbanización, haciendo talleres participativos para la regularización de las propiedades. Nidia vive allí hace varias décadas y es la responsable del comedor Ositos Cariñosos, donde comen 585 personas por

día. La historia de su labor comunitaria es elocuente: “Hace más de 20 años, debajo de ese árbol –lo señala– pusimos unos cajones, juntamos leña y armamos unas ollas populares. Eran tiempos de saqueos y la gente del barrio quería salir a asaltar supermercados para comer; entonces con mi marido –que era presidente de la junta barrial– pensamos como alternativa ir a pedir alimentos pacíficamente. Así se armó el comedor”. Recorrerlo resume las necesidades de la gente. En la planta baja se da de comer, y se ayuda a la gente del barrio (en una mesa, ordenadas por manzana, las facturas de telefonía celular de los vecinos, que no las pueden recibir por no tener aún numeración), y en la planta alta, funciona la guardería. Colorida y con todas las comodidades, atiende a 120 chicos de entre 45 días y 4 años. “Queremos que no les falte nada a los vecinos, esto no deja de ser una villa, pero estamos mejor organizados. Es otra cosa con la urbanización”, dice Nidia. En la emblemática villa Los Piletones, que tiene unas 1000 casas, sorprende recorrer el tramo debajo de la autopista AU 7, que algunos llaman Recova Villera, porque es conceptualmente parecida a la que se encuentra en la sofisticada calle Posadas, debajo de la autopista, con negocios y un paseo. “Este lugar era espantoso, inseguro, sucio, había un volquete infernal donde la gente tiraba de todo, y abundaba el comercio informal y anárquico –recuerda la arquitecta Graciela Castillo, encargada de Pro Sur Hábitat en el lugar–. Se trata de una zona estratégica, porque es punto de encuentro de cuatro villas: Piletones, Calaza, Calacita y la villa 3. “Nos faltan unos estantes para la biblioteca”, le reclama Marcial Ríos a Schiavoni, durante la recorrida. Ríos es el presidente de la junta del bario, un ex carnicero y albañil que detalla así las necesidades de sus representados: “Luz, calles, servicios, los pibes un lugar para estar, porque no tienen acceso a un club”. Todo se concentra en unas cuadras, a metros de la cancha de Sacachispas. Debajo de la autopista están los negocios, pequeños restaurantes, verdulerías y tiendas, que pagan 250 a 350 pesos por mes de alquiler. En el lugar –asfalto e iluminación de por medio– hay ahora un patio de juegos para niños, una cancha de deportes, locales comerciales y oficinas del Estado. Los servicios en la villa son, por ahora, comunes. La electricidad se carga a una cuenta general que paga el gobierno de la ciudad porque no puede haber usuarios individuales hasta tanto no haya dominios. “La gente quiere tener título, quiere tener servicios y quiere pagarlos”, asegura Marcial. La idea es convertir a los habitantes en propietarios, durante el primer semestre de 2010, en las villas 19, Calaza, Calacita y Piletones. Tras años de políticas erráticas, el nuevo paradigma que al parecer empieza a afianzarse en la Argentina, busca que la vida en los barrios precarios sea tan posible como en el resto de la ciudad. Que los habitantes sean vecinos, que el Estado les provea servicios y que paguen por ellos. Un trabajo sobre la realidad que intenta dejar su huella también en lo simbólico. © LA NACION

FOTOS DE SANTIAGO HAFFORD

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JORGE JAUREGUI Profesión: arquitecto Origen: Argentina Jorge Jáuregui tiene un estudio de arquitectura en Río de Janeiro y es uno de los profesionales que lidera proyectos de urbanización en las populosas favelas cariocas. Gran Premio de la Bienal Internacional de Arquitectura de San Pablo en 1999 y premio de urbanismo de la Universidad de Harvard en 2000, tiene en marcha trabajos en Rocinha, Morro do Alemao y Manguinhas. Conoce, como pocos, los secretos para conectar ciudad formal con ciudad informal.

➼ ¿Cómo se encara en Río el proceso de urbanización? ➺ Buscamos soluciones en la direc-

ción de una ciudad menos esquizofrénica, menos disociada, donde los fragmentos puedan establecer nuevos vínculos. Se busca que la inversión pública sea inductora de transformaciones en las áreas más postergadas de la ciudad. Hay dos enfoques, el PAC (Plan de Aceleración del Crecimiento), que es nacional, y el Plan Favela Barrio, para las más chicas. En el PAC la inversión es mucho mayor y permite hacer obras de trascendencia urbana. Estamos trabajando incluso en zonas críticas, de cara a los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol que organizará Brasil, por ejemplo, en una zona crítica en la que se juntan el Maracaná; la favela de la Mangueira; la Universidad del Estado de Río de Janeiro; el Parque Urbano de la época del Imperio; un importante hospital; numerosas escuelas; el área bohemia, origen del samba carioca (barrio de Vila Isabel), y las trazas del tren y del metro. Una gran oportunidad y una enorme responsabilidad. Alli haremos el Puente de las Inteligencias, un lugar de generación y gestión de proyectos de interés comunitario y de la ciudad, abarcando las áreas de educación, cultura, deporte y trabajo. Este puente real y simbólico será destinado al trabajo conjunto de representantes comunitarios y del poder público.

➼ ¿Cómo se vive en la favela más grande de Río, Rocinha? ➺ Yo la he comparado con Tokio o

Nueva York. La favela es vitalidad, un lugar de infinita potencia e interconexión entre actividades humanas, naturaleza, edificios. Y gente circulando todo el tiempo. Rocinha es un barrio de la ciudad, con 100 mil habitantes.

➼ ¿Cómo se la está urbanizando? ➺ Todo lo que existe en estos lugares

es privado, la calle no es espacio público, sino lo que sobra entre una casa y la otra. En parte, una meta de la urbanización es contribuir a crear lo público en la favela, el PAC o el Favela Barrio buscan elaborar un estado de situación y delimitar lo que es privado con su título de propiedad y lo que es público con su responsabilidad estatal, como ocurre en la ciudad formal.

➼ ¿En qué sentido? ➺ Un proyecto público urbanístico

debe articular las tres cosas. Lo real es lo que existe, lo que está ahí para ser transformado. En lo imaginario también podemos contribuir a modificarlo. Por ejemplo, las favelas, en Río, y las villas, en la Argentina, están asociadas a un imaginario negativo: son el reducto de la violencia, donde vive gente que no quiere trabajar. Es algo que no se sostiene en la realidad, pero construido sobre la base de la desconfianza con el otro. Nuestros proyectos tienen que contribuir a disminuir esa desconfianza. Lo simbólico es el aporte que podemos hacer en reflejar lo mejor de la sociedad, las aspiraciones de progreso, a través de las edificaciones públicas más importantes.

➼ ¿Por qué el Estado debe dar este paso? ➺ Cuando los problemas sociales

llegan a determinado nivel de contradicción, de explosión, como se llegó en Río entre la ciudad formal y la ciudad informal, es el momento en el cual el Estado tiene que hacerse presente, no puede omitir participar, tiene que hacer valer su autoridad, y su poder de conciliación y articulación. El proyecto debe establecer el canal de integración de los excluidos de la urbanidad.