1905
1930-40
1925
1933 En ese contexto colaboró en 1933 con Siqueiros, Spilimbergo, Lázaro y Castagnino en la realización del tristemente famoso mural Ejercicio plástico en la quinta de Natalio Botana en Don Torcuato
Antonio Berni es el pintor argentino más cotizado en el mundo. Nacido en Rosario en 1905 y fallecido en Buenos Aires en 1981, atragantado por un hueso de pollo, realizó su primera muestra a los 14 años. De inmediato fue considerado “un niño prodigio”
En 1925 viajó becado a Europa, donde frecuentó los talleres de André Lothe y Othon Friesz y descubrió el surrealismo –como lo demuestra la obra La siesta y su sueño, de 1932, Colección Costantini–, la Escuela metafísica, la obra de Giorgio De Chirico y el discurso futurista de Filippo Marinetti
Defensor de las ideas socialistas, y ante el avance del fascismo, en la década del 30 profundizó su compromiso político y se orientó hacia el realismo crítico: la defensa de los marginados invadió sus telas. Su obra Desocupados, de 1934, se convirtió en la más cara del arte argentino al venderse por 800.000 dólares en 1995
De cuestiones artísticas y debates ideológicos POR ROBERTO AMIGO Para La Nacion - Buenos Aires, 2010
L
a exposición Berni: narrativas argentinas propone una lectura no cronológica de un conjunto selecto de la obra de Antonio Berni (19051981) realizada entre los años treinta y su muerte. En el año del Bicentenario, recorrer las grandes pinturas del artista rosarino permite pensar la historia argentina del siglo pasado y sus huellas en el presente, y tratar de indagar cómo las cuestiones artísticas intervinieron en los debates ideológicos centrales, y cómo el artista, desde su mirada atenta a los sectores populares, anatematizó las injusticias del capitalismo y la sociedad de consumo para señalar la pérdida del humanismo trascendente. Realizar una exposición sobre Berni, tal vez el artista más revisitado de la historiografía del arte argentino, obliga a tomar decisiones sobre una producción numerosa, compleja y diversa. En esta ocasión se han privilegiado las obras de gran formato consideradas nudos significativos en su trayectoria. La elección se ha basado tanto en la calidad artística de los trabajos como en la fuerza visual de la relación entre ellas para comprender el corto siglo XX desde la Argentina. Berni fue consciente de
6 | adn | Sábado 10 de julio de 2010
la fortaleza de las imágenes para intervenir en la historia e impedir ser devorado por ella. Su constante renovación formal, homogénea con lo emergente del entorno artístico, fue resultado de adoptar sin rubor en cada coyuntura las herramientas necesarias para resolver la obra, con dos ejes que se entrecruzan: la denuncia y el sentimiento; así, dentro de una línea figurativa constante, supo canalizar los cambios visuales y encontrar la explicación intelectual para justificarlos desde el arte y la política. Aquello que aún nos convoca de Berni es la propuesta de la modernidad llevada a su límite, con la convicción de aquel que se consideraba capaz de actuar en el proceso de transformación social desde el arte. Berni fue también un sujeto que no renunció a su individualismo, por ello su hacer está marcado tanto por la condición de compañero de ruta del comunismo como por la autonomía que le permitía modificar estilos y lenguajes con libertad. En el guión de la exhibición, la política no es una referencia contextual sino la estructura del relato, pero siempre teniendo presente una frase de John Berger: “El arte sale de apuros mucho más rápido que la política”. © LA NACION [El autor es curador de la exposición]
PESADILLA DE LOS INJUSTOS. Óleo y acrílico sobre tela, 300 x 405 cm, 1961, col. MNBA
Antonio Berni queda ubicado dentro de los figurativos por su actitud y formación: “lotheista” (nombre aplicado a los representantes de la Escuela de París formados en el taller de André Lothe). Aunque había colaborado con el Partido Comunista –en las versiones surrealistas y muralistas mexicanas–, su obra es tildada de burguesa, falsa y anticuada. Tiempo después, en el catálogo de la exposición de 1955, Louis Aragon, referente cultural de la Internacional Comunista, con quien traba estrecha amistad en Francia, insiste en el carácter realista de la obra de Berni y, desde esa perspectiva, interpreta la etapa surrealista como la profundización de las cuestiones que plantea el realismo. La apreciación sería exacta si hubiera agregado que, como consecuencia de esa radicalización, en la etapa surrealista-metafísica irrumpe lo maravilloso moderno. El surrealismo al que adhiere Berni evoca el momento germinal de acuñación –Los pechos de Tiresias, de Poulenc, en 1917– e incluye fundamentalmente el rechazo al
pasado y la alteración de las costumbres a través de juegos de palabras, transformaciones de lo natural y variaciones de tono. Como temple de ánimo, cualquiera de las variantes formales son líneas de fuga y no preceptivas de representación. Si bien las crónicas señalan que Max Jacob introdujo a Berni en los secretos de la litografía, se estima que el núcleo de la enseñanza se encuentra en un plano anterior a lo técnico y que aparece magníficamente sintetizado en un poema en prosa, “La mendiga de Nápoles”, donde queda en claro la ambigüedad de lo real: Cuando yo vivía en Nápoles, había en la puerta de mi palacio una mendiga a la que yo arrojaba monedas antes de subir al coche. Un día, sorprendido de que no me diera nunca las gracias, miré a la mendiga; entonces vi que lo que había tomado por una mendiga más bien era un cajón de madera, pintado de verde, que contenía tierra colorada y algunas bananas medio podridas.
Rosa María Ravera propone atender a las presencias y creencias que instalaban el fin de la armonía clásica y la belleza