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el escenario
| Jueves 23 de mayo de 2013
Tiger Woods y Sergio García cultivaron una buena relación desde 1999, pero 14 años después se ven enfrentados por múltiples episodios; el español tuvo que pedirle disculpas al N°1 del golf por sus comentarios racistas; el vínculo parece no tener retorno
De aquellas risas a esta enemistad Gastón Saiz
S LA NACiON
1999 En el Masters de Augusta de ese año florecía una buena relación
2013 En The Players quedó bien claro lo mal que se llevan por estos días
ergio García llegó a la elite del golf en 1999 para encarnar el rol de un antiWoods bueno. A los 19 años, el Niño arremetía con un ímpetu desbordante para frenar el efecto de la Tigermanía y mantener bien alta la moral de Europa. El PGA Tour se encargó de construir una rivalidad que este deporte necesitaba, pero entre ellos se generó una corriente de amistad natural, al punto que compartieron clínicas y threesomes en Grand Slams. Basta con recordarlos en el Masters 1999, en donde se prodigaron gestos de buenos amigos durante dos vueltas, García todavía como amateur. Pero no queda nada de aquellos compinches sonrientes: 14 años después, se ven involucrados en un intercambio de acusaciones, reproches y hasta comentarios racistas que por estos días son la comidilla del golf. ¿Qué pasó en la relación durante este largo período? El ego deportivo distorsionó aquel saludable feeling de antaño: mientras que Woods lleva ganados 14 majors, García no pudo conquistar hasta ahora un solo grande, pese a que muchas veces coqueteó con la gloria. La mentada rivalidad quedó hecha trizas y esa frustración trabajó negativamente en la cabeza del oriundo de Castellón, que llegó a reconocer que no era lo suficientemente bueno para ganar un Major. García entró en un espiral autodestructivo, con comentarios que perjudicaron su imagen en un ambiente tan sensible como el del golf. Se recuerdan particularmente aquellas críticas al campo de Augusta. “No es justo, es más bien una lotería. Y si no fuese un Major, lo borraría del calendario”. Tiger también tuvo lo suyo, porque este vínculo vuelve difusa la línea entre el héroe y el villano. Cuando combatía con sus demonios internos, antes de que se revelara el escándalo por sus affaires extramatrimoniales, el N° 1 no era el compañero de juego más querido ni tampoco una seda con el público que lo aclamaba, idea compartida por lo bajo por muchos jugadores. Casi ningún colega en actividad lo criticó abiertamente; sí el sueco Jesper Parnevik, quien le había presentado a su futura esposa, Elin Nordegren, finalmente engañada. Si eran contados aquellos que lo fustiga-
ban a Tiger en su peor momento, nadie se animó a alzar la voz contra él en su exitoso presente. Excepto Sergio García, que criticó con dureza la decisión del californiano de no retirarse del último Masters tras dropear ilegalmente en el hoyo 15. Hace dos semanas, The Players alumbró la batalla final. En el hoyo 2 de la tercera vuelta en TPC Sawgrass, García se molestó por el ruido que generó el público a 49 yardas de distancia, enfervorizado porque Woods había sacado de su bolsa una madera 3 para pegar desde una posición difícil. Fue inocultable la cara de fastidio del castellonense después de desviar su tiro, y luego disparó: “No digo que no me viera, pero hay que tener cuidado y respeto”, a lo que Tiger contestó: “No me sorprende que Sergio se queje por algo”. La polémica siguió hasta la antesala del PGA Championship de Wentworth, que comenzará hoy: “Tiger me llamó llorón. Eso es cierto, pero también lo es que probablemente ésa sea la única verdad que dijo en 15 años. Yo sé cómo es él y ustedes lo están descubriendo. No lo necesito en mi vida para ser feliz”. Pero García patinó después de la cena anual de gala del circuito europeo, cuando un periodista de The Guardian le preguntó si invitaría a comer a Woods en el próximo US Open. El Niño soltó: “Sí, lo invitaría cada noche y serviremos pollo frito”. Esa declaración resultó incendiaria porque en los Estados Unidos es una expresión considerada racista, ya que el pollo era muy popular entre los esclavos negros antes de la Guerra de Secesión, el único alimento que tenían permitido criar para consumo personal. Como tantas otras veces, García tuvo que retractarse y pedir disculpas de manera desesperada (“Me siento fatal por lo que dije, quiero pedirle perdón a Tiger”). Y Woods reaccionó vía Twitter: “No fue un comentario gracioso, sino inapropiado, hiriente y equivocado. Confío en que su arrepentimiento es sincero”. García dijo no tener el teléfono de Tiger en pos de una disculpa directa, pero sí le dejó un mensaje a su agente, Mark Steinberg. También dio marcha atrás ante Tim Finchem, comisionado del PGA Tour, y George O’Grady, director ejecutivo de la gira europea. Así, evitó una posible sanción. Parecen dos almas irreconciliables, dos formas completamente distintas de vivir el golf y ver la vida. Ante los ojos del mundo, García quedó como el instigador de la pelea y Tiger, como la víctima. La paradoja: cuanto más años tienen, más inmaduros parecen.ß