Espectáculos
Miércoles 31 de diciembre de 2008
LA NACION/Sección 4/Página 3
CINE
Vampiro adolescente y enamorado Buena
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PRIMER PLANO
Crepúsculo (Twilight, EE.UU./2008, color; hablada en inglés). Dirección: Catherine Hardwicke. Con Kristen Stewart, Robert Pattinson, Billy Burke, Ashley Greene, Nikki Reed. Guión: Melissa Rosenberg, sobre la novela de Stephenie Meyer. Fotografía: Elliot Davis. Música: Carter Burwell. Edición: Nancy Richardson. Presentada por Alfa. 121 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
El pueblo entero preparado para un aluvión de creyentes que finalmente faltaron al encuentro
Cuando la ilusión falta a la cita Muy buena
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El baño del Papa (Uruguay-Francia-Brasil/2007). Dirección: Enrique Fernández y César Charlone. Con César Troncoso, Virginia Méndez, Virginia Ruiz, Mario Silva y otros. Idea original y guión: Enrique Fernández. Música: Luciano Supervielle y Gabriel Casacuberta. Hablada en español. Duración: 100 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
Corre el año 1988 y el papa Juan Pablo II, en su recorrida por distintos países, llegará a Melo, un pequeño pueblo fronterizo de Uruguay. Sus habitantes calculan que 50.000 personas se acercarán para ver de cerca al Sumo Pontífice y se preparan para recibirlo. Los humildes habitantes estiman que vendiendo comidas y bebidas a esa multitud se harán ricos. Beto, un contrabandista en bicicleta, decide, en cambio, construir un baño en el frente de su casa y alquilar el servicio. Para lograr su objetivo deberá atravesar
una serie de dificultades tragicómicas que pondrán en dificultades a su esposa y a su hija adolescente, que sueña con ser locutora de radio. Todo el pueblo está pendiente de la llegada del Papa. Cada uno de sus pobladores sueña que su suerte cambiará con su llegada y compran enormes cantidades de comida y bebida, en tanto que Beto, en compañía de otros amigos tan optimistas como él, construyen el baño que, piensan, será necesario para quienes se acerquen al poblado. Cuando llega el gran día, sólo unos 8000 fieles concurren a recibir al Papa. Y son fieles sin dinero que no pueden comprar nada de lo que los pobladores habían almacenado con la ilusión de vender. Ante la sorpresa de Beto, únicamente una anciana hace uso del retrete y su sueño se hace trizas, pero a lo largo del sacrificio de su padre, su hija ha llegado a comprenderlo mejor. Tragicomedia, sin dudas, original, El baño del Papa se convierte así en un film coral en el que todo un pueblo ruega por la llegada de
esa personalidad para cambiar la pobreza por la riqueza. Al fin, cuando el fracaso llega, todo volverá a ser como antes. Beto continuará con su ilusión de comprarse una motocicleta para proseguir su labor de contrabandista, su hija proseguirá con el deseo de ser locutora y su mujer comprenderá que los sueños fantásticos nunca se transforman en realidad. Ternura y calidez son los elementos fundamentales de esta historia a la que los directores Enrique Fernández y César Charlone lograron insuflarle tanto la sonrisa pícara como el patetismo que pedía la trama. Un elenco de gran calidad, en el que sobresalen César Troncoso y Virginia Méndez, que apoyan esta historia que habla de sueños frustrados y de ilusiones perdidas. Y habla, también, de la necesidad de dejar la pobreza aun a costa de alocadas fantasías y de una pobreza que, aquí, parece ser el sello de distinción de todos sus protagonistas.
Adolfo C. Martínez
Así en la vida como en los juegos Muy buena
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Ben X (Idem, Bélgica-Holanda/2007). Dirección y guión: Nic Balthazar. Con Greg Timmermans, Marijke Pinoy, Laura Verlinder, Pol Goossen y otros. Fotografía: Lou Berghmans. Música: Praga Khan. Hablada en holandés. Presentada por Distribution Company Argentina. Duración: 90 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 16 años.
Ben es un joven diferente. Su vida es su propio universo, en el que juega apasionadamente con un video, su entretenimiento en red favorito. Su vida cotidiana es un infierno, sobre todo porque en la escuela técnica a la que asiste siempre es objeto de burlas. El muchacho diseña un plan, que se entremezcla con sus fantasías, esos sueños en los que aparecen mujeres
que lo aman apasionadamente. Deambulando por las calles de su barrio, Ben desea lograr lo que otros muchachos de su edad consiguen cada día, pero no logra salir de su lucha interior que lo lleva a imaginaciones delirantes y a torturantes sueños. Entonces aparece Scarlite, una joven que conoció en sus juegos de red, y Ben cree que puede ser comprendido, amado y respetado. Pero su naturaleza patética se impone y no puede dejar de lado sus alocadas fantasías que lo impulsan a tomar una trágica decisión. El film usa inteligentemente aspectos de la cultura de los juegos para contar esta intrigante historia y confrontar al espectador con las dificultades de los problemas sociales. El director y guionista Nic Balthazar, uno de los más importantes de la cinematografía
holandesa, supo narrar este relato con gran fuerza expresiva. Con una cámara manejada con enorme habilidad, el realizador logró un film de gran emotividad. Para encarnar el papel central se necesitaba un actor de gran calidad histriónica, y el director lo halló en Greg Timmermans, quien logra una excelente composición. La fotografía y la música fueron otros acertados elementos que hacen de esta producción un canto a la desesperanza. Quienes esperen de esta obra un mero entretenimiento saldrán, sin duda, decepcionados. Pero aquellos espectadores atentos a la pura emoción hallarán en Ben X una película de gran calidad artística y de sincera y apasionada tensión dramática.
Adolfo C. Martínez
Es una de esas producciones tan certeramente concebidas a la medida de un sector del público (la platea juvenil, preferentemente femenina), que suelen entusiasmar a sus destinatarios tanto como generar desinterés o fastidio en los demás. Dicho de otro modo y teniendo en cuenta el fenómeno desatado por los libros de Stephenie Meyer que ahora se prolonga en la pantalla: mientras unos (adolescentes de todas las edades y géneros) se sentirán fascinados por esta variación moderna de Romeo y Julieta, que mezcla exaltación romántica con vampiros y fantasía con autocontrol y abstención sexual; los otros se tomarán la cabeza tratando de entender cuáles son las razones que explican que una historia tan endeble y tan próxima al absurdo encuentre tamaño eco.
ALFA
Pattinson y Stewart, protagonistas
Quizá la respuesta no esté en uno solo de sus elementos, sino en la superposición de varios. El amor como una fatalidad que justifica cualquier sacrificio; la fantasía siempre seductora del vampiro, que atrae e intimida; la exacerbación del romanticismo; la identificación con una joven protagonista que es capaz de defender sus propias elecciones a despecho de la opinión de los adultos y aún del peligro que ellas impliquen. Y en ese mismo sentido, la idealización que se hace del dominio que cada uno de los personajes puede ejercer sobre sus propias conductas y aún sobre sus impulsos más primarios. Hay, por ejemplo, vampiros malos, los que se dejan llevar por sus apetitos
y siguen con sus clásicas y compulsivas dietas de sangre humana, y hay vampiros buenos –a ellos pertenece el pálido, bello y tenebroso Edward, objeto del amor apasionado de la protagonista–, que han sabido controlar sus instintos y sacian su sed de glóbulos gracias a los animalitos del bosque, aunque nunca queden “del todo satisfechos”. Para quienes no son lectores de Stephenie Meyer, el film (con sus artificios visuales, su clima nocturno y sus módicos aciertos en el retrato del mundo estudiantil o las escenas de intimidad romántica) puede no ofrecer otro interés que el de un objeto de estudio: para orientarlos un poco en la indagación de los gustos y de las necesidades de sus hijos, y quizá para intentar descifrar el porqué de este fenómeno que ha venido a suceder, en cierta medida, al de Harry Potter. A los fans del libro, la película no los decepcionará: la adaptación es fiel y puede disimularse algún bache narrativo en la primera parte antes de que se desate la guerra entre vampiros. Kristen Stewart es una sugestiva y convincente Bella; Billy Burke (su padre) descuella en medio de un elenco que no brilla por su mesura y Robert Pattinson resulta una revelación como el moderno Nosferatu de eternos 17 años.
Fernando López