Cuando la convivencia comienza en el baño

10 feb. 2013 - Hernán Lombardi, ministro de Cul- tura porteño, Diego Santilli, minis- tro de Ambiente, y el embajador de. China, quienes, simbólicamente,.
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BUENOS AIRES | 21

| Domingo 10 De febrero De 2013

BuENoS aiRES Edición de hoy a cargo de Luis Moreiro | www.lanacion.com/ciudad

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Tiene 59 años, lo perdió todo con la crisis de 2001, pero lucha para recuperarse

Vivir en un árbol. Durante siete años el hogar de Mario fue plaza Lavalle Texto María Eugenia D’Alessio | Fotos Fabián Marelli

Viene de tapa

Con la mirada un poco esquiva al principio, sus respuestas son monosilábicas. Poco a poco se afloja, toma confianza y empieza a contar. Vivía en el campo, se casó a los 18 con una chica de 16. Tuvo cinco hijos a los que no ve desde hace veinte años, aunque mantiene contacto con su hija mayor, que vive en California. Mario dice que su padre los abandonó a él y a sus hermanos cuando era muy chico. Incluso, él se cambió el apellido y usa el de su madre. Cuando la recuerda, le tiembla la voz y los ojos se le llenan de lágrimas. “Mi vieja me enseñó todo lo que soy, los valores que tengo”, dice. Se separó de su mujer, de la que no quiere hablar, hace muchos años. “Igual me hice cargo de mis hijos”, aclara. Trabajó en varias panaderías, hasta que pudo tener la propia. “Hacía las medialunas de grasa”, cuenta. La crisis de 2001 lo fundió, y en 2002 las deudas terminaron de ahogarlo. “Me quedé con un bolso de ropa y mi perro”, recuerda. “La primera noche que estuve en la calle dormí en la vereda del que había sido mi negocio. Había una tormenta terrible, unos truenos había... no me olvido más”, recuerda. A partir de entonces, su vida pasó por lugares prestados, hasta que construyó un refugio abajo de un árbol en la plaza Lavalle. “Me había armado una carpa con un nylon grande. Adentro, tenía dos

colchones, una garrafa con la que me cocinaba, una radio y un televisor”, dice sobre el que fue su hogar durante siete años. No le pidió ayuda a nadie, ni siquiera a su familia, a la que prefiere no molestar con sus problemas. A pesar de todo, nunca dejó de trabajar. “Seguí buscando laburo, pero cuando me quedé en la calle yo ya estaba grande para el mercado laboral”, explica. Entonces, comenzó a ganarse la vida cuidando los autos que estacionan al frente del Teatro Colón. Allí los conductores le dejan las llaves de su vehículo. “Éste es un estacionamiento judicial, por eso, cuando la gente deja el auto, me da la llave. Así, si viene un juez yo puedo correr el auto y lo ubico en otro lado”, cuenta y muestra el manojo de llaves que guarda celosamente. “Acá todos me conocen; nunca nadie se quejó de mi comportamiento”, asegura. Desde que está en la calle, Mario vive con sus perros; hoy son cuatro que van con él a todos lados. Tanto es así que varias veces desde el gobierno de la ciudad le ofrecieron ir a paradores; se negó porque no quería abandonar a sus mascotas. Judith Windecker es gerenta de Asistencia Integral a los sin techo, del Ministerio de Desarrollo Social del gobierno de la ciudad de Buenos Aires (GCBA), que encabeza Carolina Stanley. Judith es una de las personas que más conocen a Mario. Durante siete meses lo visitó todos los días para acercarse

Mario, sus perros y el árbol que fue su casa durante siete años dentro de plaza Lavalle a él y ayudarlo. “La tenía pegada como una garrapata”, asegura él. Judith rescata el hecho de que Mario es un hombre sano. “No tiene vicios, salvo el cigarrillo”, dice. Él lo reafirma. Windecker lo describe como alguien generoso. “Me marcaba a otras personas que estaban como él para que las ayude”, cuenta ella. Según la funcionaria, muchos sin techo pudieron resolver su problema gracias a este hombre. Después de meses de trabajo, que incluyó ganarse su confianza y conocer sus necesidades, Windecker logró que Mario acepte salir de la calle. En septiembre del año pasado el Ministerio le alquiló una habitación en la villa Rodrigo Bueno, lugar que él eligió. “Le dimos una cama con colchón, porque los que él tenía estaban en malas condiciones; también una mesa, sillas y alimentos como para que empiece”, cuenta la funcionaria. Además le otorgaron un subsi-

dio habitacional para que pudiera pagar el alquiler. Pero al mes de recibir la ayuda renunció a ella, porque dice que con su trabajo puede pagar la habitación. Lo que sí aceptó es que una camioneta lo pasa a buscar de lunes a viernes, entre las 9 y las 9.30, para llevarlo a la esquina de la plaza que fue su casa para trabajar. Mario va y viene con sus perros. Actualmente, Desarrollo Social le tramita el DNI y la libreta sanitaria. Además, desde el organismo proyectan ayudarlo con un crédito para microemprendimientos. Así, Mario podría dedicarse a su oficio de panadero. “Ya estoy grande, pero me queda un poquito así de esperanza”, dice juntando los dedos. Cuando se le pregunta si es feliz, responde con un “sí” rotundo. El hombre, que estaba sentado en el piso, deja la charla y se levanta. Hay alguien que necesita la llave de su auto y él tiene que hacer su trabajo.ß

Las calles de la ciudad, convertidas en casa Viven en veredas y en plazas, solos o con familia; muchos no quieren ir a paradores Son parte del paisaje cotidiano porteño. Se concentran en plazas, recovas y esquinas sobre las que sobresale algún techo. Allí, sobre colchones, mantas o cartones puestos en la vereda comen, duermen, toman. Desde personas solas hasta familias enteras, con niños de meses, pasan sus días a la intemperie. Funcionarios del gobierno porteño aseguran que en muchos casos estas personas se niegan a recibir ayuda y ser trasladadas a alguno de los 31 paradores y hogares destinados a albergarlos. En total suman

1700 plazas disponibles. “Por lo general son personas que vienen del interior o del conurbano”, explicó Santiago López Medrano, subsecretario de Fortalecimiento Familiar y Comunitario, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social del GCBA. Aunque se desconocen todavía las cifras del último censo, desde el gobierno creen que la cantidad de personas que viven en la calle no ha variado con respecto a 2011, cuando había 876 mayores en esa situación. “Si bien no tenemos todavía la cifra precisa, creemos que ésta se mantiene, porque hay migración. Muchas de estas personas se vuleven a su lugar de origen cuando ven que no tienen posibilidades de mejorar”, explicó López Medrano.ß

ciudad oculta | brujería y recelos Los aromas de Buenos Aires, tal vez, nos estén indicando la muerte del pudor a mano de la degradación de las costumbres

Cuando la convivencia comienza en el baño

Por Leonardo Tarfeño | Ilustración Sebastián Dufour

M

i amiga Andrea ya me había dicho que la estación del subte Carlos Gardel huele a pis, pero yo me había resistido a creerle. Parte del encanto de Andrea se basa en su manía de exagerarlo todo con tal de que una conversación resulte divertida. Se ve que esa tarde yo la aburría bastante, porque lo del pis en el subte parecía la típica bomba que hace detonar cuando una charla no la entretiene en lo más mínimo. Poco antes de comentar el olor del transporte público, ella había recordado los dos meses que estuvo internada en un hospital, una época triste que para mí no había durado más de cuatro o cinco días. Como no quería que mis dudas sobre su convalecencia fueran usadas en mi contra, le pregunté por las esencias aromáticas del subte B. “Ya sé que nunca me tomás en serio–dijo, a mitad de camino entre la seguridad y la intimidación–. Pero vas a ver que, cuando menos te lo esperes, te vas a acordar de mí.” Que a mi manera de ver Andrea sea una exagerada no significa que sus amenazas no se cumplan. Una noche de jueves, poco después de las 21, me subí al subte en la estación Leandro Alem y corrí a sentarme apenas vi que había lugares libres en el asiento de una esquina. En el resto del vagón había gente aquí y allá, pero justo en ese rincón no tenía a nadie cerca. Y mientras desenredaba los auriculares, me di cuenta por qué: desde algún lugar entre el asiento y mis pies, el olor denunciado por m amiga la fantasiosa me envolvía en una agria marea de amoníaco. Me levanté de inmediato y vi una mancha oscura, ya seca, en una punta del respaldo, muy cerca

Mientras el smog refrescaba mis pulmones, pensaba en Andrea ¿Y si era una bruja que se vengaba con hechizos de la peor fragancia?

de donde yo me había sentado de lo más tranquilo. Cuando bajé del subte, en la estación Uruguay, sentí que las estelas de la contaminación ambiental me perseguían por el andén y las escaleras, y recién conseguí quitármelas de encima cuando emergí sobre Corrientes. Mientras el horrible smog urbano refrescaba mis pulmones, no pude evitar pensar en Andrea porque, al menos por una vez, tenía toda la razón. Quizá no era ninguna fabuladora y, sí, además de lo que podía afirmar con su nariz, había pasado varios meses postrada en el hospital sin que a mí se me ocurriera visitarla. ¿Y si era una bruja y ahora vengaba mis ausencias con hechizos de la peor fragancia imaginable? Dos noches después del episodio en el subte, llegaba al pub Gibraltar, en San Telmo, cuando vi

que un par de chicos soltaban en la calle lo que debían haber dejado en el baño. El Gibraltar es un bar cervecero y el toilette siempre está más concurrido que los salones, pero con un poco de paciencia y cierto esfuerzo cualquiera puede cumplir con las normas de convivencia cívica sin ningún inconveniente. Esa noche y las siguientes, ya alertado por mi amiga la bruja, empecé a recorrer la ciudad con olfato avizor y lo que olí no me gustó nada. En Leandro Alem, en los alrededores de la plaza Julio Cortázar, en Hipólito Yrigoyen a la altura del Congreso y en Federico Lacroze, entre Chacarita y Colegiales, había huellas de una incontinencia alarmante. ¿El pudor había muerto a manos de la degradación de las costumbres? ¿En la ciudad escaseaban los baños? ¿O estábamos ante un desfogue liberador y urgente en un lugar donde la represión social sólo ha servido para engrosar las cuentas bancarias de miles de psicoanalistas? Di por terminada mi investigación olfativa y busqué a Andrea para preguntarle si lo que olía era cierto o producto de un embrujo. Ella me recibió contenta porque la tomaba en serio, y para aportar más pruebas me puso frente a un video de YouTube en el que un chofer de la línea 101 de colectivos hace pis delante de todos los pasajeros (http://www.youtube.com/ watch?v=FG128sT5dRc). “¿Ahora me creés?”, me preguntó, y para no entrar en polémicas me limité a sugerir que, extrañamente, todos los casos de asquete fisiológico los había registrado después de sus comentarios. Y, como al pasar, me disculpé por no haberla visitado durante sus días en el hospital. Ella primero me miró como se mira a un desquiciado; luego pareció admitir que, aún enloquecido, seguía siendo su amigo. “¡Cómo me subestimás! –dijo, al borde de la irritación–. Si yo fuera bruja, mis hechizos serían mucho más terribles.” En mi rol de aprendiz, le pregunté si no podía embrujarnos a todos para hacer una ciudad más agradable. Y como no respondió, me sentí con permiso de creer que a lo mejor la magia de la convivencia comienza en el baño.ß

Hay que tocar al dragón para tener suerte

diego spivacow/afv

El año nuevo chino convoca multitudes belgrano. Con el tradicional baile del dragón comenzaron los festejos, que seguirán hoy Felicitas Sánchez LA NACION

Un dragón y dos leones orientales marcharon ayer, a las 6 de la tarde, desde las Barrancas de Belgrano hasta el Barrio Chino, en la calle Arribeños. Fueron escoltados por cientos de personas que, tal como dice la creencia y en busca de buena suerte, corrieron junto a ellos, para intentar tocar la cola de la mítica criatura. Desprevenidos conductores acompañaron los tambores y platillos del tradicional festejo con bocinazos que ni a la gente, ni muchos menos al dragón, parecieron preocupar. Así comenzaron ayer en Buenos Aires los festejos organizados por la Asociación Cultural Chino-Argentina para celebrar la llegada del año nuevo 4711. Durante la inauguración del festival hubo una ceremonia budista, en chino, acompañada por un coro y una bendición para la Argentina. Luego hablaron brevemente Hernán Lombardi, ministro de Cultura porteño, Diego Santilli, ministro de Ambiente, y el embajador de China, quienes, simbólicamente, despertaron al dragón pintándole los ojos. La tradicional danza del dragón fue sólo una de las muchas actividades organizadas para recibir el fla-

mante año de la “serpiente de agua”, que continuará hoy con demostraciones musicales, culturales y una feria gastronómica y de artesanías, hasta las 20, en las Barrancas de Belgrano y en el Barrio Chino. “Este festejo en Buenos Aires es el de mayor crecimiento en el mundo de habla hispana, explicó Carola Kuo, directora de la Asociación Cultural Chino Argentina. “Este año estamos esperando que entre el sábado y el domingo vengan 150.000 personas”, dijo la funcionaria. Ayer la barranca entre las calles Echeverría y Sucre estaba llena de visitantes. “Venimos por lo exótico, por el color, y para tocarle la cola al dragón y tener suerte”, dijo Eugenia, una docente de Villa Ballester. Además del escenario donde se realizan demostraciones de música, danza y acrobacia, la celebración incluye una feria con más de 100 puestos, distribuidos entre el barrio chino y las barrancas, donde se pueden encontrar productos gastronómicos típicos, artesanías, lámparas de papel, budas y gatos de la abundancia, entre otras cosas. También hay 10 carpas para presenciar demostraciones de Tai Chi, artes marciales, talleres culturales e, incluso, asistir a una degustación de té, todo gratuito.ß