Política
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ELECCIONES
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Martes 16 de octubre de 2007
Faltan 12 días
Crece el “efecto Borocotó” en las listas Continuación de la Pág. 1, Col. 5
Carlos Melconian. “Al que pudo ser ministro de Economía de Menem: miren cómo se reciclan”, renegó el mandatario. Pero evita hablar de las metamorfosis de sus filas. La Democracia Cristiana porteña coincidió en respaldar la candidatura oficial de Cristina Kirchner aunque sus postulantes tienen orígenes muy heterogéneos. Algunos casos son: Patricia Siracusano, candidata a diputada por la Capital, fue una de las fundadoras de la Ucedé; Raúl Rabanaque Caballero, que aspira a una banca de senador porteño, militó en el Partido Intransigente y en el menemismo, y el músico “Chango” Farías Gómez, un peronista de alma que logró una banca porteña por Pro, ahora es postulante a diputado nacional por los demócratas cristianos. Con la denominada concertación plural, el kirchnerismo captó radicales y socialistas, pero también ganó adhesiones inimaginables. Una es la del ex carapintada Aldo Rico, que se sumó en estos días a la campaña para apoyar al diputado oficialista Carlos Kunkel, que busca renovar su banca. Así, el ex diputado del Modin acompaña a su pareja, Marisa Guilanea, candidata a concejal de San Miguel, y a su ex mano derecha en ese municipio, el intendente Oscar Zilocchi, que busca la reelección; ambos de la mano del Frente para la Victoria. En Escobar, dos de los candidatos a intendente por el Frente para la Victoria tienen un pasado ligado a Luis Patti: el ex concejal Luis Carranza y Raúl Baggioni (“Larry de Clay”), ex subdirector de Cultura de Patti. Un ejemplo extremo de cambios de colores políticos es el de Patricia Bullrich, que buscará una banca de diputada por la Coalición Cívica. Con un pasado en la Juventud Peronista, Bullrich fue diputada menemista. Cuando abandonó el PJ se alió a Gustavo Beliz. Tuvo un acercamiento a Domingo Cavallo y en 2001, asumió como ministra de Trabajo de la Alianza. Y en 2003 fue candidata a jefa de gobierno porteño, aliada con Ricardo López Murphy.
De un lado a otro La Coalición Cívica también reclutó a María Eugenia Estenssoro, otra compañera de ruta de López Murphy (en 2003, con Recrear, logró una banca en la Legislatura porteña), pero en 1997 había integrado la lista de candidatos a diputados nacionales de Acción por la República, el partido de Domingo Cavallo. Hoy aspira a ser senadora por la Capital de la mano de Carrió, una firme enemiga del cavallismo. El ex diputado porteño Jorge Giorno, del Partido de la Ciudad, fue un aliado del destituido jefe de gobierno porteño Aníbal Ibarra. Ahora se unió al neuquino Jorge Sobisch para intentar obtener una banca de diputado nacional. Un reciclaje masivo ocurrió con los ex duhaldistas de la provincia de Buenos Aires que hoy abrazan al presidente Kirchner, a pesar de que en las elecciones legislativas de 2005 eran férreos opositores del Gobierno. Incluso, la mayoría
Expertos lo atribuyen a la crisis de los partidos Coincidencias sobre esta tendencia
El ejemplo de “Borocotó” se multiplica en las listas de distintos partidos en todo el país
de ellos ya habrá quemado las fotos con Menem que exhibían hace 10 años. No obstante, los casos se multiplican por todas las provincias. En Córdoba, Orlando Enrique Sella militó con José Bordón en el Frepaso. Y ahora encabeza por lo menos seis listas afines a Jorge Sobisch, como candidato a diputado nacional. El entrerriano Juan Domingo Zacarías asumió en 1997 como diputado nacional por el PJ y comenzó una fluida relación política con Carrió. Fue el inicio de su extendida carrera como dirigente de ARI. Este año, logró la renovación de su mandato como diputado provincial que había ganado por ARI. Pero asumirá el 10 de diciembre como peronista: volvió al PJ en los últimos comicios. En Corrientes, el ex gobernador Ricardo Colombi rompió con la alianza oficialista para declararle la guerra a su primo y sucesor, Arturo Colombi, y saltó del kirchnerismo al lavagnismo para las elecciones parlamentarias provinciales de septiembre. Pero la suerte no lo acompañó. Con los guarismos desfavorables, Colombi se acercó a Carrió y decidió que la boleta de su Frente no adhiera a la candidatura de Lavagna. En Tierra del Fuego, Luis Augsburger, ex dirigente del Partido Socialista Auténtico (que a nivel nacional apoya a Pino Solanas), lidera la lista de candidatos a senador nacional por Compromiso para el Cambio, fundado por Macri. Son algunos ejemplos de los que se cuentan por decenas en las listas que competirán el próximo 28. Con la colaboración de nuestros corresponsales
El análisis de la noticia
Menos fidelidad, menos ideas Por Martín Dinatale De la Redacción de LA NACION En medio de una campaña apática, ausente de debates y “manejada” por la liga de consumidores del tomate, al electorado parecería no llamarle demasiado la atención el auge de la “borocotización” en la política. Esta falta de reacción ciudadana no implica automáticamente que se trate de un escenario normal y aceptable para una democracia incipiente como la de la Argentina. Más bien, el cuadro revela con mayor claridad el deterioro en aumento de los partidos políticos, la ausencia de ideas fundacionales y la imposición de candidatos presidenciales cargados de personalismo. El fenómeno de la mutación de la dirigencia no es nuevo en la Argentina. Desde el debate entre personalistas y antipersonalistas yrigoyenistas, pasando por el peronismo, que captó a buena parte de la dirigencia del viejo orden conservador, hasta el alfonsinismo, que albergó al desarrollismo residual, y el menemismo, que abrazó a liberales aggiornados a la década del 90, todas las épocas y partidos tuvieron su hora de cambio de camisetas políticas. Pero desde la crisis de 2001 el aumento de los casos de “borocotismo”
parecería contraponerse con mayor énfasis a la indiferencia generalizada de la dirigencia y la aceptación ciudadana de esta fragilidad del sistema de partidos. Ni siquiera el “que se vayan todos” pudo frenar este esquema de fragmentación política. La debacle parecería no haber afectado en lo más mínimo a buena parte de la dirigencia que sigue con los mismos vicios de antaño, sólo que ahora no existe la misma red de contención partidaria que hubo desde el reinicio de la democracia, en 1983. * * * En las elecciones presidenciales de ese año se presentaron 18 partidos, y la UCR y el PJ dominaban la escena. Para los comicios presidenciales de 1989 hubo 21 partidos, y en los de 1995 se presentaron 32 fuerzas y coaliciones. A partir de los comicios de 1999 se vio una fragmentación de los grandes partidos y hubo apenas 10 candidatos presidenciales. La fusión del radicalismo con el Frepaso mostraría lo que luego fue la excesiva fragmentación partidaria con un peronismo que llegó dividido a las elecciones de 2003 y un radicalismo que hoy no aparecerá formalmente en las boletas. Hubo, claro está, hechos políticos como los indultos de Menem, medidas
económicas tomadas por De la Rúa y errores políticos de la Alianza que potenciaron el fenómeno de los “tránsfugas” políticos. El ensayo de extrapartidarios en la política también alimentó el vacío de ideas y de dirigentes con peso partidario detrás. Este no es un ejemplo exclusivo de la viveza criolla, sino que se repite en países como España, Francia, Alemania y, más cerca, Brasil. La diferencia que existe con los países europeos es que el “borocotismo” allí se da en partidos fuertes, como el socialismo, el Partido Popular o la Democracia Cristiana. El debate de ideas sigue descansando en partidos que tienen trayectoria y disciplina. En la Argentina, hoy se conoce hacia las filas de qué candidato emigró un dirigente, pero no se tiene en claro a qué partido o ideas pertenece el candidato que lo abrazó en la foto. Hay siglas y sellos de lo más variados. Pero no hay debate de fondo. El personalismo sigue imperando y se acepta como válida la mutación dirigencial, siempre que haya rédito electoral inmediato. Asimilar este esquema como normal tiene sus riesgos. ¿O, acaso, los partidos debilitados y los “tránsfugas” de la política serán suficientes para sortear una eventual reiteración de una crisis institucional como la de 2001?
“Es una consecuencia de la crisis de los partidos políticos.” Así, con esa frase, coincidieron en explicar el fenómeno de la “borocotización” todos los analistas y politicólogos consultados por LA NACION. “La política se ha territorializado. Hoy, los gobernadores e intendentes han pasado a ser el eje de la política, no los partidos, como lo eran tradicionalmente”, dijo el analista Rosendo Fraga para explicar el auge del “transfuguismo” político. “La gente se identifica hoy con las personas y no con las instituciones, entonces los candidatos hacen su propia marca política”, analizó el politicólogo Gustavo Martínez Pandiani. Ambos analistas coincidieron en que la actual crisis que viven los partidos surge a partir del “que se vayan todos” de fines de 2001. En cambio, para Daniel Sinópoli, doctor en Ciencias de la Comunicación de UADE, el fenómeno más bien responde al marketing político personal que se ha generalizado en los últimos años. “El candidato encarna un rol que no está basado en grandes ideas; basta que sea creíble. Por eso no hay indagación de su pasado político”, consideró. Para otro analista, Sergio Berensztein, los cambios de colores políticos no son nuevos, sino que se han dado en toda la historia política del país. “El fenómeno de la borocotización no es nuevo en la Argentina. En tal caso, hoy se ve con mayor exageración y los medios lo ponen más en evidencia. Pero, a decir verdad, juzgar sólo a Borocotó por este caso sería injusto, cuando vemos en la historia argentina que ya hubo transfuguismo político desde la época de Perón, Menem y Alfonsín”, dijo el politicólogo de la encuestadora Poliarquía. Al igual que Sinópoli, Martínez Pandiani analizó que, para explicar la masificación del fenómeno de “borocotización”, es importante considerar los cambios que ha tenido el electorado argentino. “Hoy se elige por criterios de imagen; no se vota con parámetros ideológicos o partidarios. Por eso no hay sanción electoral para aquellos que se van de un partido”, dijo. “El ciudadano promedio se maneja electoralmente más desde lo emotivo que intelectualmente”, opinó Sinópoli.
Estudio de Poliarquía
Nueva caída en la imagen del Presidente
En descenso
Se redujo un 22% en los últimos 10 meses; desde su asunción, bajó del 83 al 45%
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A 12 días de las elecciones, el oficialismo no recibirá con entusiasmo la noticia de que la imagen positiva del presidente Néstor Kirchner es la más baja desde que asumió, en mayo de 2003. A diferencia del 83 por ciento de aceptación que llegó a tener, hoy alcanza el 45 por ciento. En rigor, si bien la cifra no es catastrófica en términos generales, no ha sido un buen año para el Presidente en cuanto a su aceptación ciudadana: de enero a octubre su imagen descendió un 22 por ciento . Estos datos surgen de la encuesta elaborada en octubre por Poliarquía Consultores, que todos los meses indaga a 800 personas de los núcleos urbanos más importantes del país. Los sondeos se realizaron en residentes en las ciudades de Buenos Ai-
res, el Gran Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza y Tucumán. El margen de error muestral es de +/- 3,5 por ciento, con un nivel de confianza del 95 por ciento. “La imagen del Presidente se ha reducido 22 puntos en los últimos 10 meses de forma constante, lo cual se convierte en una clara tendencia”, explicó Sergio Berensztein, uno de los directivos de la consultora. Con respecto a los números de septiembre, la imagen positiva de Kirchner se redujo un tres por ciento. Otro dato importante para destacar de este estudio es que, en las últimas tres mediciones, el primer mandatario mantenía un índice negativo de 19 puntos, un número alto que no había alcanzado antes. Es más, el jefe del Estado llegó a disfrutar de apenas un 1
por ciento de imagen negativa en junio de 2003. En tanto, el 34 por ciento consideró como regular el desempeño de Kirchner.
Las causas del descenso Los factores que influyeron en esta tendencia negativa de los últimos 10 meses, según Berensztein, son cuatro: la inseguridad, la inflación, una sensación de corrupción y la crisis energética. “Su imagen positiva comienza a bajar en enero, cuando comienza a hablarse de inflación y surge el escándalo del Indec”, afirmó el director de Poliarquía. Frente a la consulta de cómo evaluaría al Presidente, un nueve por ciento de los consultados respondió “muy
bien”, y el 36, “bien”. En cambio, “regular” lo consideró un 34 por ciento; “mal”, un 11, y “muy mal”, el 8%. La imagen presidencial es mejor entre los menores de 29 años y los mayores de 50, con instrucción primaria. En cambio, baja entre quienes tienen de 29 a 49 años, con estudios secundarios o universitarios. Kirchner es uno de los gobernantes que mayor imagen positiva ha alcanzado. A dos meses de asumir en 2003, el 83 por ciento de la ciudadanía consultada lo evaluó positivamente. “Es cierto que con un 45 por ciento de imagen positiva, Kirchner no está tan mal. El tema es que se está viendo una fotografía. Lo importante es ver la película, que nos muestra una clara tendencia negativa, sobre todo, en este último año”, razonó Berensztein.
Positiva
Regular
Negativa
90 80 70 60 50 40 30 20 10 0
J Ag O D F Ab J Ag O D F Ab J Ag O D F Ab J Ag O D F Ab J Ag O
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Fuente: Poliarquía Consultores
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