Corintios

Seguidamente Daniel Iruzquiza, SJ, nos regala su estudio sobre “Vidas ...... of marginalised people or people at risk. In other words, what invisibilisation mecha-.
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Revista de teología y pastoral de la caridad

CELEBRAR DESDE LA CARIDAD EL AÑO EUROPEO CONTRA LA POBREZA Y LA EXCLUSIÓN SOCIAL

Julio-Septiembre 2010 / nº 135

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Revista de teología y pastoral de la caridad

Celebrar desde la caridad el año europeo contra la pobreza y la exclusión social

Julio-Septiembre 2010 / n.º 135

Director: Ángel Galindo García Consejero Delegado: Vicente Altaba Garballo Coordinador: Juan Antonio García-Almonacid Consejo redacción: Jose Bullón Hernández Fernando García Cadiñanos Juan Manuel Díaz Sánchez Fernando Fuentes Alcántara Santiago Madrigal Terrazas Agustín Domingo Moratalla Miguel Anxo Pena Víctor Renes Ayala Santiago Soro Roca Antonio Jesús Martín de Lera Consejo asesor: Emmo. Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga. Cardenal Arzobispo de    Tegucigalpa y Presidente de Cáritas Internationalis Emmo. Agustín García Gasco Vicente. Cardenal Arzobispo emérito    de Valencia Excmo. Mons. Elías Yanes. Obispo emérito de Zaragoza Excmo. Mons. Fernando Sebastián. Obispo, Presidente Fundación    Pablo VI Excmo. Mons. Vicente Jiménez. Obispo de Santander, Miembro de    la CEPS SER Mons. Giampaolo Crepaldi. Arzobispo de Trieste. Italia D. Sebastián Alós Latorre. Delegado Episcopal de Cáritas Diocesana    de Valencia D. Eloy Bueno de la Fuente. Profesor, Facultad de Burgos Dña. Miriam García Abrisqueta. Presidenta de Manos Unidas D. Eduard Ibáñez. Presidente Nacional de Justicia y Paz D. José Román Flecha Andrés. Director del Instituto de Estudios    Europeos y Derechos Humanos D. Luis González Carvajal. Profesor, Universidad Comillas D. Aldo Giordano. Secretario de las Conferencias Episcopales    Europeas D. Pedro Jaramillo Rivas. Misionero en Guatemala D. Carlos Marcilla Gutiérrez. Director Departamento Misión y    Cooperación CONFER D. Don Manuel Pizarro Moreno D. Segundo Pérez. Catedrático Instituto Teológico de Galicia D. José Luis Segovia Bernabé. Profesor Instituto de Pastoral de    Madrid D. Manuel Gómez. Director de IMDOSOC, México D.F. D. Oscar Seco Revilla. Diputado por Vizcaya en el Congreso de los    Diputados. G. P. Socialista D. Francisco González de Posada. Ex presidente de Cáritas    Española fundador de Corintios XIII edacción de la Revista: San Bernardo, 99 bis. 28015 Madrid. Tel. 914 441 000/019 – Fax 915 934 882 R [email protected] © Cáritas Española. Editores ISSN: 0210-1858

ISBN: 978-84-8440-454-5

Depósito Legal: M. 7.206-1997

reimpresión e impresión:   Advantia, S.A. P   Formación, 16, P.I. Los Olivos - 28906 Getafe - Madrid

Los artículos publicados en la Revista Corintios XIII no pueden ser reproducidos total ni parcialmente sin citar su procedencia. La Revista Corintios XIII no se identifica necesariamente con los juicios de los autores que colaboran en ella.

Presentación Índice

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Índice Presentación.  Ángel Galindo García ..................................................... 5 1. Lo que la crisis revela en el fondo para poder comprender lo que está en juego.  Víctor Renes Ayala ......... 13 2. La pastoral de la iglesia ante la exclusión social. Francisco Maya Maya ................................................................................ 33 3. Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres. Jorge García Gómez ................................................................................. 59 4. Comunidades cristianas y exclusión social. Agustín Rodríguez Teso ........................................................................... 81 5. Exclusión social, crisis y Doctrina Social de la Iglesia. Ángel Galindo García ............................................................................... 103 6. Vidas silenciadas, vidas ocultas. Daniel Izuzquiza ....................................................................................... 133 7. Estaba en la cárcel y fuisteis a verme (Mt. 25,36). Silvestre Valero Segovia ............................................................................ 161 2

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Índice

8. Pastoral en contextos de cuarto mundo: cristificar a las criaturas.  Toni Catalá, SJ ..................................... 189 9. Los márgenes como lugar de salvación. Maricarmen Martín ................................................................................... 203 10.  Jesús, esperanza y salvación de los excluidos. Gabriel Leal Salazar ................................................................................. 217

Grandes testigos de la caridad 11.  Monseñor Óscar Romero. Emilio Martínez Navarro y José Manuel Mira Ros .......................... 235

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Presentación

Presentación

Ángel Galindo García Director

Una vez más nos encontramos con los lectores de la revista Corintios XIII conscientes de que todos estamos en la misma tierra en la que existen gozos y esperanzas vividas desde el dolor y la miseria, desde la integración y la exclusión, desde la libertad y la esclavitud. Esta mirada al futuro con esperanza nos la ofrece hoy la celebración desde la caridad del “Año europeo contra la pobreza y la exclusión social”. El presente número, por tanto, toma como punto de referencia este aconteimiento. Corintios XIII quiere ofrecer una aportación propia desde la teología y pastoral de la caridad al problema de la exclusión social, manifestación de un tipo concreto de pobreza. Sin duda, es una oportunidad para unir esfuerzos, reflexión y propuestas desde diferentes ámbitos sociales, disciplinares… En definitiva, para poder avanzar en esta lucha tan nuestra hacia un mundo diferente. 4

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Ángel Galindo García

Como nos recordaba hace tiempo Kofi Annan, quien fue Secretario General de la ONU, “Aún tenemos tiempo para alcanzar los objetivos, en todo el mundo y en la mayoría de los países, si no en todos, pero sólo si logramos romper con la rutina. El éxito no se logrará de la noche a la mañana, sino que requerirá trabajar de manera continua durante todo el decenio, desde ahora hasta que termine el plazo. Se necesita tiempo para formar a maestros, enfermeros e ingenieros; lleva tiempo construir carreteras, escuelas y hospitales, así como fomentar empresas grandes y pequeñas que puedan generar los empleos e ingresos necesarios. Por consiguiente, hay que poner manos a la obra desde ahora. También debemos aumentar la asistencia para el desarrollo a nivel mundial en más del doble durante los próximos años, pues sólo así se podrá contribuir al logro de los objetivos”. Asimismo, Mons. Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, en la XLIV Sesión de la Comisión de Desarrollo Social del ECOSOC (10.2.06) señalaba tres acciones fundamentales que necesitan los países en vías de desarrollo: mejorar los términos de intercambio, duplicar la asistencia de ayuda y aligerar en mayor medida la deuda1. Teniendo en cuenta el amplio abanico de los objetivos del milenio, estas tres propuestas, algunas orientaciones que aparecen en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) y centrándonos en el primer objetivo, presentaremos, en este número de la revista Corintios XIII, una oferta de reflexión en torno a diez cuestiones indispensables para llevar a cabo esta propuesta: la lucha contra la pobreza y la exclusión social. Para ello, respecto a las relaciones entre la erradicación de la pobreza y la exclusión social, las desigualdades entre norte y sur, ricos y pobres, socialdemócratas y sociedad participativa, considero que además de tener en cuenta los bajos niveles de ingreso, deberá prestarse más atención a las desigualdades internas de las sociedades y pueblos. Estas diferencias hacen que muchas personas busquen en otros lugares un trabajo mejor retribuido y como consecuencia se causa la fuga de capitales humanos y de cerebros a pesar de que beneficien a sus países a través del envío de remesas. Para que esto no ocurra y se pueda erradicar la pobreza en estos países y conseguir un mayor desarrollo, son necesarios medios capaces de atraer y retener mano de obra tanto cualificada como no cualificada. A pesar de los avances alcanzados desde 1996, como puede deducirse del examen del primer decenio de las Naciones Unidas para la erradicación de la pobreza, aún existen muchos países lejos de alcanzar el objetivo deseado. Como subraya dicho examen, la reducción de 1.  Cf. Mons. Celestino Migliore, “primer objetivo: erradicar la pobreza y el hambre”, en Ecclesia n. 3298, 25 de febrero de 2006.

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la pobreza y la supresión de la exclusión social no han alcanzado el nivel deseado y requerido, especialmente en los países más pobres, debido en gran parte a una aplicación insuficiente. Para corregir estos defectos se requiere una especial atención por parte de la comunidad internacional, un aumento de la capacidad necesaria, humana y técnica, en los países en vías de desarrollo, y una puesta por obra eficaz de programas de inversión pública para alcanzar los objetivos de erradicación de la pobreza y de la integración, sin olvidar el apoyo de las instancias intermedias, el desarrollo del tercer sector y la potenciación de la sociedad participativa. Aunque nos centremos en el primer objetivo, es preciso no olvidar la relación entre los ocho objetivos: erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el sida, el paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; lograr la integración intercultural y fomentar una asociación mundial para el desarrollo. Son varias las razones, según el Secretario de Naciones Unidas, de la importancia de los objetivos del milenio: están centrados en el ser humano. Espero que lo estén también en el hombre como persona y no sólo como individuo. Están basados en la alianza mundial. Espero que esta alianza no se asiente en la ley de veto y se fomente la responsabilidad de los países en desarrollo de poner en orden sus propios asuntos y en que los países desarrollados no se interpongan en esta tarea. Cuentan con apoyo político de los países desarrollados. Espero que ese apoyo se haga desde una sociedad civil integradora y no fragmentaria y no sólo la sociedad política de manera que se garantice el desarrollo de la sociedad participativa. Por último debemos partir de algunas constataciones generales como punto de partida en nuestra presentación. No es nuestra intención ser exhaustivos en la exposición de la situación de hambre y de exclusión por las que pasan millones de personas. Exponemos brevemente un panorama general del problema de manera que nos ayuden a hacer las propuestas y bases de solución objeto de nuestro trabajo: Los lectores pueden darse cuenta de que estamos ante la esperanza de los pobres y marginados del momento actual. Todo esto puede contemplarse en algunos datos que manifiestan no sólo una pobreza relativa y una desigualdad creciente sino también una situación alarmante de pobreza y una creciente exclusión en las sociedades ricas. 6

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Ángel Galindo García

Para llevar a cabo esta reflexión teológica hemos elegido a un equipo de especialistas que trabajan en diversos ámbitos de la reflexión social, teológica y pastoral. Los lectores podrán ver que sus sugerencias y el fondo de sus reflexiones son eminentemente antropológicas y teológicas, tienen en cuenta la importancia de la persona humana más que del individuo-ciudadano, la sociedad civil participativa más que al Estado paternalista e impositivo, la colaboración frente al enfrentamiento o lucha de clase, a la verdad frente al engaño, crear puentes frente a los muros de quienes tienen miedo. Les aseguro que todo está expuesto con gratuidad y con la esperanza de que entre todos podemos hacer un mundo en el que todos podamos habitar. Víctor Renes Ayala, técnico de Cáritas Española, nos presenta un trabajo sobre “Lo que la crisis rebela en el fondo para poder comprender lo que esta en juego”. Es necesaria una mirada en profundidad que ayude a comprender y desvelar el sentido de las medidas que se están tomando ante la crisis y las que se debieran tomar. El artículo analiza tendencias fundamentales “un proceso social en cambio” geopolítico, económico y social; una segunda tendencia identificada como “el desbordamiento económico de nuestra sociedad”, continúa con “la pérdida de la dimensión social del Modelo Europeo” y “crisis en la cohesión social: se agrava la precariedad y exclusión”. En cada una de las tendencias aporta elementos de discernimiento para finalizar con un último apartado sobre “¿hacia dónde orientar nuestras propuestas?” en el que plantea la necesidad de un nuevo modelo social, un nuevo concepto de lo económico que no se base en la desigualdad y la oportunidad para una nueva visión desde la ética y los valores de equidad global. “La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social” es el título de la aportación de Francisco Maya Maya, Profesor del Instituto Superior de Ciencias Religiosas y del Seminario Archidiocesano de Mérida, Badajoz. Según él, la significatividad y credibilidad de la iglesia en el contexto actual le vendrá de la compasión, el amor y la solidaridad con el pobre. Esto será posible si se apuesta por una pastoral de conjunto cuyo eje central se proyecte “hacia la práctica de un amor activo y concreto con cada ser humano”. A partir de esta presentación, el autor expone qué es la pastoral social en sus diferentes vertientes para, en una segunda parte, presentar principios y líneas de acción a desarrollar en los tiempos actuales: una pastoral organizada y desplegada desde los infiernos del mundo. Concluye afirmando que la pastoral de la diaconía implica una Iglesia en diálogo y servicio gratuito al mundo; Iglesia samaritana, profética y de mediación, pobre, libre y liberadora; Iglesia de fraternidad. La opción por los pobres podrá quedar en mero discurso si no se plasma en una pastoral de la diaconía inserta en la estructura, organización y funcionamiento de la misma Iglesia. Corintios XIII nº 135

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“Caritas, expresión del amor preferencial por los pobres” es el título de la propuesta que nos hace Jorge García Gómez, Párroco de Jesús Obrero de Salamanca. Según este joven y comprometido sacerdote, la vivencia de la caridad es lo único que nos identifica con Cristo y al mismo tiempo lo que le hace presente en medio del mundo. Si realmente esta es nuestra identidad como cristianos: ¿Cómo vivirla dentro de la Iglesia? Y desde esta comunidad a la que pertenece: ¿Cómo vivirla en medio del mundo? Según él, para responder a estas preguntas, tenemos que adentrarnos en el lugar donde Jesús ha querido dejar perpetuado el acto de entrega, la Eucaristía, para lo cual, el autor reflexiona cinco momentos eucarísticos: el acto penitencial, la palabra, la liturgia eucarística, la comunión y podéis ir en paz. Si obramos desde el dinamismo eucarístico nuestro actuar irá transformando la realidad de pobreza y muerte en realidad de vida.Y hacer de nuestra vida una vida eucarística pasa por vivir la comunión dentro de la comunidad: la caridad en comunión, segundo apartado del artículo. La comunión que lleva a todos sus miembros a ser testigos de lo que celebra anunciándolo con la palabra y la vida en medio del mundo. La articulación entre anuncio y acción, entre palabra y obra será posible en la medida en que la Iglesia sea una auténtica casa y escuela de comunión Finalmente, Cáritas no es en las diócesis una organización carismática optativa que, desde fuera, se pone al servicio; ni una sucursal de una organización supra diocesana. Es, más bien, un ministerio pastoral con el que el obispo promueve y garantiza autorizadamente la responsabilidad de su Iglesia particular en la promoción, armonización y actualización de un dinamismo irrenunciable de la Iglesia que preside: la acción socio-caritativa, como parte esencial de la acción evangelizadora junto al ministerio de la Palabra y la acción Litúrgica. Agustín Rodríguez Teso, Cura de San Fermín y la Cañada Real de Madrid, aporta un trabajo con un título eminentemente eclesial, “Comunidades Cristianas y Exclusión Social”. La Iglesia como comunidad de comunidades ha de tener como referente último la exclusión, por fidelidad al evangelio, con una fe práctica que sea buena noticia y una presencia con tiempo para discernir y ser testigos. Una comunidad con dimensión política y profética que necesita una mística en medio de la exclusión para ser capaz de situarse ante la pobreza, que es víctima, sin concesiones a la violencia y el mal. Una comunidad eucarística donde no elegimos a los que se sientan en la mesa sino que somos elegidos. Ángel Galindo García, profesor de la Universidad Pontifica de Salamanca, nos envía una reflexión sobre “Exclusión social, crisis y Doctrina Social de la Iglesia”. El artículo plantea como objetivo y horizonte la inclusión social ante la crisis actual. Desde la Doctrina Social de la Iglesia propone la lógica de la solidaridad y la subsidiariedad en los instrumentos adecuados como son la cooperación internacional, el 8

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diálogo Norte – Sur y el abordaje de los problemas desde una dimensión planetaria. Continúa con una “nueva estructura de la sociedad para la inclusión” a partir de los objetivos del milenio y diferentes aportaciones de la Santa Sede ante la ONU, y propone como cuestiones indispensables la lucha contra la pobreza, la mejora del intercambio y el análisis de las causas de la deuda. En un tercer apartado, analiza el “horizonte antropológico de la exclusión” desde tres dimensiones fundamentales del ser humano: Dios, el hombre y la naturaleza, y finaliza con un “Modelo y principios para la inclusión”, proponiendo desde el horizonte moral la necesidad de una ética ante lo imposible y una nueva mentalidad, enumera principios éticos generales para finalmente plantear la solidaridad, la racionalidad como contemplación ética de la inclusión y el ejercicio de la justicia social. Seguidamente Daniel Iruzquiza, SJ, nos regala su estudio sobre “Vidas silenciadas, vidas ocultas”. Frente a la especulación sobre las innumerables causas económicas de la crisis, el autor se pregunta dónde quedan las personas y si han sido en realidad el centro de los desvelos, estudios, propuestas y decisiones de estos meses. Comienza con un momento narrativo, que nos acerca a siete historias vitales para adentrarse en el impacto de la crisis en la vida de las gentes. En una segunda parte, el momento reflexivo, ofrece una relectura teológica y social, espiritual y comprometida de la crisis y sus historias desde dos claves concretas: el silencio y la ocultación. En la última parte, siete visiones de la (in)visibilización, nos preguntamos cómo gestiona nuestra sociedad la visibilidad de las personas marginadas o precarizadas. Dicho de otro modo, qué mecanismos de invisibilización emplea el sistema para que la crisis no lo haga saltar por los aires. “Estaba en la cárcel y fuisteis a verme (Mt 25,36)” es el título de la reflexión de Silvestre Valero Segovia, Capellán del Centro Penitenciario de Cuenca y Delegado de Pastoral Social y Director de Cáritas Diocesana de Cuenca. Los presos constituyen el último eslabón de la exclusión. A través de su experiencia personal y con diferentes testimonios de reclusos y voluntarios, el autor descubre desde el andamiaje que proporciona el programa de intervención del Centro Penitenciario de Cuenca, diferentes dimensiones de la exclusión desde la privación de libertad y ausencia de sentido. Posteriormente, plasma la aportación específica de un Dios que se manifiesta en el sufrimiento de los presos y da sentido a la existencia humana. A continuación el lector encontrará el título “Pastoral en contextos del cuarto mundo: cristificar a las criaturas” de Toni Catalá sj, perteneciente al Centro Arrupe de Valencia. A través de una serie de apartados, el artículo profundiza en la Buena Noticia en los contextos del “cuarto mundo” (la pobreza en el primer mundo), descubriendo que son contextos no creyentes en los que ha habido una fractura de la simbólica cristiana; que esta fractura lejos de provocar el bloqueo y el lamento, nos tienen que remitir a lo fundamental: que son criaturas de Dios, y ayudarnos a revisar nuestro modo de estar en la vida; plantea que antes de transmitir la Palabra Corintios XIII nº 135

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en realidades en las que no cabe, hemos de plantearnos y cuestionarnos qué nos dice a nosotros el Evangelio, no a ellos. Evangelizar, no es sólo hacer cristianos sino cuidar a las criaturas y aliviarles el dolor desde la compasión gratuita, cristificar a las criaturas es que empiecen a percibir que son importantes, sólo desde el desinterés y gratuidad se puede evangelizar y generar espacios de Buena Noticia. Nosotros no somos ellos, excluidos, hemos de partir de un respeto profundo al otro para no arrebatarle lo poco que les queda: la dignidad de Hijos del Padre. La teóloga Maricarmen Martín nos ofrece su trabajo que lleva por título “Los márgenes como lugar de salvación”. El acompañamiento brota de opciones personales fruto de la experiencia del Dios de la vida y, concretamente, desde la experiencia de los márgenes: ver, tocar y escuchar a Jesús en las afueras. La autora plasma las características de los márgenes como son la infrahumanidad misma de los márgenes, el que son resultado de este modelo social: no hay pobres por mala suerte, son la cruz de la moneda social que se reproduce y la propia invisibilidad y ocultación de la pobreza. A partir de los hitos de su experiencia personal, la autora plantea cómo el acompañamiento desde el respeto hace que entremos en dinámicas de solidaridad muy poco eficientes y cómo la compasión acaba siendo vivida como obediencia a la autoridad de las víctimas. Finalmente, los márgenes revelan la verdad y la vida de lo que existe ante los poderosos mecanismos de ocultación así como la propia ternura y debilidad de Dios a la vez que su fuerza en el amor. La salvación y curación de nuestra sociedad pasa por la salida a los márgenes, la vida de Jesús nos invita siempre a pasar al otro lado. Finalmente, Gabriel Leal Salazar, Vicario Episcopal de Acción Caritativa y Social, Diócesis de Málaga y profesor de Nuevo Testamento del Seminario Diocesano, desarrolla “Jesús, esperanza y salvación de los excluidos”, en el cual plantea cómo el núcleo central de la predicación de Jesús es el anuncio del reinado de Dios. Él ha venido a dar esta buena noticia a los excluidos de su tiempo. La evangelización de los pobres avala la credibilidad de Jesús y revela su identidad como Mesías. Plantea uno de los aspectos más singulares y sorprendentes, el modo en que Jesús ha llevado a cabo su misión: compartiendo las condiciones de vida de los pobres y acercándose a los pecadores, acogiéndolos, y por ello, arriesgando su credibilidad como enviado de Dios y su buena fama. Propone que este modo de realizar la misión necesita ser actualizado hoy en el servicio a los excluidos ofreciéndoles la mejor de las noticias: la dicha de saber que Dios les ama como a sus hijos y que están invitados a formar parte de su familia. El lector encontrará en el apartado dedicado a los testigos una aportación sobre un obispo comprometido con la liberación-salvación del hombre en Latinoamérica como es “Monseñor Oscar Romero”, escrita por Emilio Martínez Navarro, 10

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Profesor en la Universidad de Murcia y José Manuel Mira Ros, profesor en la misma Universidad, Comités Óscar Romero. A través de diez relatos, el artículo desarrolla en detalle los principales acontecimientos que tuvieron lugar en la vida de Monseñor Romero, para comprender cómo se produjo su evolución desde una vivencia de la caridad como asistencialismo hacia una vivencia profética de la caridad. Una caridad que fue despertando en él de manera paulatina a medida que fue siendo cada vez más consciente de la gravedad de la situación de injusticia que se había instalado desde hacía muchos años en su pequeño país centroamericano. Esta forma de comprender la caridad como denuncia de los abusos y de las estructuras socio-económicas que amparan y mantienen impune la injusticia fue la causa de su muerte. Después de leer estas ricas aportaciones, sugiero a los lectores que desde sus propios lugares de trabajo y de experiencia vital piensen en personas concretas, con sus nombres y apellidos, que se encuentran en situación de hambre o de exclusión social. Al pensar y traerles a su memoria, musiten un recuerdo oracional al Dios de su fe o al Dios desconocido. Desde estas dos dimensiones proyecten un compromiso real, para realizar hoy mejor que mañana, a favor del hermano que espera su acompañamiento. Juntos y de la mano del pobre vayamos construyendo nuestros futuros sin anular sus capacidades. Como es de bien nacidos ser agradecidos, agradezco a los colaboradores de este número de la revista Corintios XIII su generosidad y reflexiones y a quienes organizan, maquetan, estructuran y envían la revista a sus destinatarios. Gracias a ellos, podemos compartir nuestros “quereres” y nuestros favores. No olvido a Juan Antonio García Almonacid, secretario de la misma, y en su nombre a la noble familia de Cáritas Española que se desvive en nombre del Señor, Buen Samaritano, a favor del “caído en la vera del camino”.

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I. Lo que la crisis revela en el fondo para poder comprender lo que está en juego Víctor Renes Ayala Técnico de Cáritas Española

Resumen: Es necesaria una mirada en profundidad que ayude a comprender y desvelar el sentido de las medidas que se están tomando ante la crisis y las que se debieran tomar. El artículo analiza como tendencias fundamentales “un proceso social en cambio” geopolítico, económico y social; una segunda tendencia identificada como “el desbordamiento económico de nuestra sociedad”, continúa con “la pérdida de la dimensión social del Modelo Europeo” y “crisis en la cohesión social: se agrava la precariedad y exclusión”. En cada una de las tendencias aporta elementos de discernimiento para finalizar con un último apartado sobre ¿hacia dónde orientar nuestras propuestas?, en el que plantea la necesidad de un nuevo Modelo Social, un nuevo concepto de lo económico que no se base en la desigualdad y la oportunidad para una nueva visión desde la ética y los valores de equidad global. 12

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10  Gabriel 1 Víctor Renes LealAyala

Palabras clave: Modelo Social Europeo, tendencias de fondo, cambio, desbordamiento económico, dimensión social, exclusión. Abstract: An in-depth analysis is necessary to help to understand and reveal the direction the measures that are being and should be taken to address the recession are taking. As basic trends, the paper looks at “a social process in geopolitical, economic and social change”; a second trend identified as “the economic overflow of our society”, together with “the loss of the social dimension from the European Model” and “crisis in social cohesion: risk and exclusion are worsening”. In each of these trends elements of discernment are provided, to end with a final section on where our proposals should be focused, considering the need for a new Social Model, a new concept of economics that is not based on inequality and the opportunity for a new vision from ethics and values of global equity. Key words: European Social Model, basic trends, change, economic overflow, social dimension, exclusion

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Lo que la crisis revela en el fondo para poder comprender lo que está en juego

Introducción. Una mirada larga para ver lo que tenemos cerca “Mirar la complejidad para ver lo cotidiano”, podría ser otra manera de decir lo mismo. Y esto, que parece contradictorio en sí mismo, no lo es al menos cuando queremos ver en profundidad (es decir, cuando queremos entender) la realidad social, la realidad de hombres y mujeres concretos. Quedarnos en lo que “aparece”, en lo que “sucede”, como suele ser frecuentemente, puede llevarnos a no ver lo que “acontece”, lo que lo produce. Y cuando esto ocurre, y es lo que suele ocurrir, podemos olvidar que no siempre “lo que es” es lo que parece y aparece. Las urgentes necesidades que esta crisis está manifestando, evidentemente están sucediendo; más aun, en sí mismas son un “acontecimiento”.Y hacerlas frente es algo más que urgente, pues es de justicia. De ello podemos dar fe fehaciente, o sea, una “Fe que hace lo que dice”, a través de los compromisos concretos de acción que Cáritas viene desarrollando desde el inicio de la crisis, de lo que los “Informes del Observatorio de Cáritas de los efectos de la crisis” son testigos, iniciados a mediados de 2008. ¿Por qué, pues, necesitamos una “mirada larga para ver de cerca”, por qué hay que “mirar lo que acontece para ver –entender– lo que sucede”, si ya estamos actuando? ¿No será, incluso, contraproducente, pues una mirada larga es un mirar a largo plazo, es “ver lo de lejos” de forma compleja y global, y perder así la perspectiva de lo cercano, del hombre y mujer concreto que está sufriendo? No. Esta es la gran ventaja de la “opción por los pobres”, pues son ellos los que nos acompañan, siempre presentes, en nuestro recorrido, en la mirada. Más aún, son ellos el criterio de discernimiento, quienes nos ayudan a entender lo que miramos, para así ver lo que está sucediendo e ir más allá de las apariencias, para ver lo que está aconteciendo cuando es poco visible en lo que está sucediendo. Y de ello también podemos dar fe fehaciente. La mirada larga del VI Informe Foessa, no sólo no nos despistó de lo que estaba ocurriendo sino que nos ayudó a ver mejor, imprescindible para actuar adecuada y eficientemente. De ello somos conscientes y testigos, juntos a muchos otros hombres y mujeres que han visto en este Informe una imprescindible referencia para entender la pobreza y la exclusión de hoy, y también los efectos de la crisis1. 1.  Cfr. Una exposición sintética de los resultados más destacados de este Informe en: Abril, Ana: “Hacia un nuevo modelo social: situación de partida desde los datos que aporta el VI Informe Foessa”; ponencia de las XV Jornadas de Teología de la caridad, organizadas por Cáritas –todas sus ponencias están publicadas en: Corintios XIII, nº 133. Madrid, enero-marzo 2010–.

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1 Víctor Renes Ayala

¿Por qué, entonces, reiterarnos en lo ya insistido? Estamos en el Año Europeo contra la Pobreza, y estamos igualmente en el eje de cambio de década que, a nivel europeo, es el final de la Estrategia de Lisboa (2000) para Europa, y la definición, la decisión y el inicio de una nueva estrategia, ya denominada “Europa 2020”.Y el nivel de decisiones que se han tomado es claramente decisivo para la lucha contra la pobreza y la exclusión social. Si se observa, incluso a primera vista, ninguna de las decisiones adoptadas de urgencia ante la crisis están al margen de lo que se consideran opciones prioritarias para esta estrategia. Están conformando un modelo social europeo de claro corte economicista, a pesar de la ya más que reiterada confirmación de que crecimiento económico y desarrollo social llevan décadas divorciados, en el que todas las decisiones y medidas “están al servicio de” ese crecimiento, también las referidas a la lucha contra pobreza y la exclusión pues ésta forma parte de la “estrategia de empleo”, y éste al servicio del crecimiento económico. No es éste el lugar para hacer un análisis de esta estrategia2, pero es el marco imprescindible para ver nuestro presente y nuestro futuro en un modelo europeo más que tibio en lo que afecta a la cohesión social, con unas bases de arena para que la justicia social construya sociedades basadas en la dignidad de las personas. La cuestión es que lo que está en juego es un proceso que configurará no sólo lo económico, sino las opciones, los valores y las estructuras que condicionarán las sociedades en cuanto a su cohesión y su justicia social. Esto quiere decir que la propia crisis y las medidas adoptadas y que se adoptarán para hacerla frente (incluidas las que se refieran a pobreza y exclusión social), van a ir construyendo un modelo cuyos parámetros no se reducen a las medidas que se aplican en un momento de coyuntura. Son medidas que no están sólo pensadas para hacer frente a la crisis financiero-económica como una situación coyuntural, sino como la base de una salida de la crisis que nos fortalezcan “económicamente”. Y, por ello, son medidas adoptadas en el presente pero que definen el futuro. Porque ya es conciencia común que el punto de llegada no será retornar al punto de partida después del paréntesis al que nos hemos visto obligados por la crisis. Por tanto, para desvelar el sentido y significado de las medidas que ahora se están tomando, de lo que ahora se está construyendo como estrategia a medio plazo (Europa 2020), debemos tomar en cuenta las tendencias que nos pueden ayudar a entender el proceso global que está aconteciendo. Así podremos entender la relación de estas medidas con los cuestionamientos que las tendencias más de fondo están produciendo y con las opciones que configuran el modelo de sociedad y sus opciones de cómo hacer frente a la pobreza y la exclusión social. Así pues, el 2.  Cfr. Número monográfico de la revista Documentación Social, nº 157, Madrid, abril-junio 2010: “Nueva estrategia europea: ¿hacia qué modelo social?”.

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Lo que la crisis revela en el fondo para poder comprender lo que está en juego

objetivo de estas reflexiones tiene que ver con lo que “configura sociedades”, con sus opciones, bases y fundamentos. Por eso deben ser identificadas y más; es decir, deben ser discernidas para poder establecer líneas estratégicas de acción que darán mayor sentido y eficacia a las acciones concretas.

1. Un proceso social en cambio Tomar conciencia de las tendencias que “configuran sociedades” tiene sus exigencias, fundamentalmente la exigencia de tomar conciencia de que estamos en un momento de cambio. No sólo de cambios, sino de cambio, y ello desde la incertidumbre pues no está definido su proyecto. Por lo que podríamos decir que se trata de “un proceso en cambio”, al menos del mismo rango que el producido a mediados de la década de los setenta del pasado siglo, momento en que se suele situar el final de los denominados “30 gloriosos”, o sea, los 30 años de constitución del modelo de “Estado de Bienestar”. Este cambio dio pie a la reconfiguración del modelo económico y laboral, pero también del rol de los Estados en su función protectora y de su propio papel en la economía y en las sociedades, y que ha generado el proceso de crecimiento económico que ha llegado hasta la crisis del año 2008. Pero que también reconfiguró los valores cada vez más destacados del individualismo, consumismo, privatización, y redefinió valores claves como el propio concepto de bienestar social, asociacionismo y solidaridad, etc.3 Nuestro punto de partida va a ser detectar este “proceso en cambio” a través de sus manifestaciones que nos pongan en dirección a lo más consistente de este proceso en cambio. Aunque de todo ello, aquí y ahora, sólo pueda realizarse su enunciación.

1.1. En el proceso (¿orden?) mundial El primer cambio a tomar conciencia es que la crisis financiero-económica no es de escasez de capital, sino de confianza; quién presta a quién, en qué condiciones, etc. Y eso está haciendo que se reestructuren cuestiones de fondo, referidas al gasto de los estados y a su déficit, a su inversión y a la deuda pública y privada, al control y disminución de las prestaciones sociales. Ahora bien, lo que llama la atención es que justamente no se están adoptando medidas referidas a lo que ha generado la crisis, es decir, a las transacciones financieras, etc., sobre las que muy tímidamente 3.  Cfr. Cap. V del VI Informe Foessa (2008) sobre la evolución y procesos de reforma del Estado del Bienestar (en el que se continua la línea de análisis iniciada en el V Informe Foessa (1994).

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se están proponiendo alguna medida que aún no se ha puesto en práctica. Lo que está ocurriendo es justamente lo contrario, pues son los mercados (¿quiénes son “los mercados”?), los que están decidiendo las medidas de ajuste y recorte que están recayendo “en la parte social y salarial”. El segundo es que de la actual crisis financiero-económica no es la única, pues antes de su explosión existían al menos otras dos: la crisis alimentaria, y sus cambios en el comercio mundial y en el consumo; y la crisis energética y medioambiental, y sus cambios en el acceso y uso de las fuentes de energía y de materias primas, y los concomitantes cambios en emisiones, clima, etc. Y la cuestión es que no se va a salir de una sin que eso afecte a las otras dos crisis que le son concomitantes. Ya, de hecho, se anuncia que la crisis alimentaria (de la que apenas se habla) se va a agravar en esta próxima década pues los precios de los alimentos van aumentar en una escala muy importante. Y, una vez más, es la dimensión social la prácticamente inexistente, como lo muestra que el hambre crece así como la relación entre pobreza y medio ambiente y energía4. El tercero es un cambio en la geopolítica, que influirá decisivamente en la gestión de las crisis económica y financiera, alimentaria, energética y medioambiental, pues China, India y Brasil, y su tirón en las economías de Asia y de Latinoamérica, modifican las relaciones entre países desarrollados y los llamados “países emergentes”. Lo que, evidentemente, generará cambios importantes en los polos de poder mundiales, y en el propio orden comercial, especialmente de las materias primas, y también de los bienes de consumo con efectos en los grupos y sectores de los llamados “países ricos” acostumbrados al exceso y al sobreconsumo como la crisis ha dejado patente.

1.2. En la estructuración del nivel económico Estos cambios hacen referencia a estructuras claves del proceso mundial, pero no definen todo lo que significa “proceso en cambio”, pues estos cambios están plenamente permeados y entrelazados con los cambios en la estructuración del nivel económico como nivel preponderante en la sociedad. El cuarto es el cambio en el modelo productivo, desde la tan traída y llevada inversión en I+D+i que persigue una economía basada en el conocimiento, lo que implica una serie de efectos en cascada que modificarán la relación entre forma-

4.  Cfr. “Hacia una nueva gobernanza de la seguridad alimentaria”; publicado por la Campaña “Derecho a la alimentación” –promovida por Cáritas, Prosalus, etc.– Madrid 2010. Cfr. Cáritas. “Justicia climática. En busca de una ética global”. Vatican City: Cáritas Internationalis, 2009.

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ción – empleo – protección – ciclos vitales. Es un cambio de nivel mundial, pues los países están “compitiendo en productividad” que depende del valor añadido, hoy claramente dependiente del conocimiento. Y esto estructurará sociedades no sólo en el orden mundial, sino en la propia estructura social en la que los grupos no capacitados para este tipo de competición quedarán “al margen”, “fuera de“ las posibilidades económicas, sociales y culturales. El quinto tiene que ver con la relación entre lo económico y lo social que, habiendo configurado el modelo social previo a la crisis como “sociedad del crecimiento” (Cfr. VI Informe Foessa), está definiendo el conjunto de estructuras sociales en la nueva estrategia europea como “opción de sociedad”. Y esa relación se construye desde el crecimiento al que se le apellida como inteligente, sostenible e integrador. De modo que estas dimensiones dejan de ser sustantivas para ser puramente funcionales al crecimiento económico. Todo lo que implica el conocimiento (y la educación, la formación), el medio ambiente, y la integración social toman su sentido de ser dimensiones y contribuyentes del mismo. Y se ha convertido en el patrón de referencia no sólo de las decisiones económicas, sino políticas y culturales, y de ética social. El sexto hace referencia a la redefinición de las relaciones laborales y sus consecuencias, pues la cada vez mayor adaptabilidad a los cambios económicos y de modelo productivo, la mayor flexibilidad en los contratos, y los efectos en las transiciones entre empleo – desempleo – formación – empleo, se está configurando como flexiseguridad sin las condiciones para la Inclusión Activa, que debe incluir la relación entre flexibilidad y seguridad, o sea, las garantías de continuidad entre empleo – formación – protección y servicios de calidad5.

1.3. En la estructuración social Además de los claros efectos de los cambios señalados en la estructuración social, hay que señalar los que de forma más significativa están afectando a relaciones sociales fundamentales de la sociedad6:

5.  LORENZO, F. Flexiseguridad: oportunidades y riesgos en el actual mercado de trabajo en la revista: “Lan Harremanak”, nº 16. Bilbao: Universidad del País Vasco. 2008 6.  “En la perspectiva relacional, la sociedad y los singulares subsistemas están constituidos por redes de relaciones sociales en los que la intencionalidad y el vínculo están presentes en formas, proporciones y contenidos diversos. En concreto, los ligámenes pueden ser de naturaleza estructural o de naturaleza personal. En todo caso, una genuina perspectiva relacional no renuncia a considerar las relaciones sociales como hechos sociales totales”. Manuel Herrera Gómez: “El Tercer Sector en los sistemas de bienestar”; Edita: Tirant lo blanc. Valencia 1998; pág. 253.

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El séptimo es un cambio que podemos llamar institucional, o sea, hace referencia a la función de la Institución pública en particular; lo que se denomina la “desafección de la democracia” por decepción, ¿incluso descrédito? Y ello es debido a una conjunción de hechos: los fenómenos ocurridos de corrupción; la distancia sobre la práctica de la democracia en nuestras sociedades –dada la constatación de la dimensión de los problemas y el bajo nivel de compromisos y de actuaciones de las instituciones (multilaterales, mundiales y nacionales)–; la cada vez mayor “remisión a lo privado” de actuaciones que corresponden a la esfera de lo público, con la remisión al individuo y a la acción privada de responsabilidades de función pública cada vez más regidas por las leyes del mercado, y esta tendencia “in crescendo”; y el “descreimiento” y desvalorización de lo público y la política. El octavo, está referido al cambio poblacional dado el proceso de envejecimiento que recorre las sociedades. Y esto tiene un problema de base. Se trata de que el cambio generacional se dé en los dos polos. En el polo de la juventud que, además de su pérdida de peso de los inactivos en relación con los activos y con el recambio poblacional, la precariedad e incertidumbre que recorre las sociedades especialmente en el mercado laboral ha hecho que se amplíe la edad de cierre del periodo “joven”. Y en el polo de la población post periodo de actividad laboral y envejecida, lo que además de lo que puede suponer como coste del peso de la población en pensiones y en dependencia, plantea un problema de crisis intergeneracional. La ampliación de la edad joven y el alargamiento de la vida post laboral, ha reducido el número de años y el número de personas que, en la edad adulta, debe soportar el peso de los inactivos, pues la población adulta en activo se ha estrechado y no tiene suficiente peso. Lo que supone la crisis del pacto intergeneracional anterior: los jóvenes pasaban pronto a población adulta, y así podían soportar el peso de la población poslaboral y envejecida, que tenía menos esperanza y tiempo de vida. Y esto hoy ha sufrido un giro radical. El noveno, es el cambio y el paso de sociedades con una amplia, o total, presencia de una cultura común y de historias compartidas, a unas sociedades con multiculturalidad y con historias de compleja, lenta y difícil tránsito a la interculturalidad.Y esto, que tiene expresiones muy potentes en el plano de un mundo global, lo tiene de forma muy significativa en el interior de sociedades desarrolladas, o mejor, ricas, con graves problemas de sustitución de la población activa, etc. Y plantea el problema de un proceso histórico en el que se juega qué integración y qué cohesión social, o qué proceso de confrontación.

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2. El "desbordamiento económico" de nuestra sociedad Este trío de tríos sólo es un aguafuerte impresionista que nos pone en la pista de que no se trata de unas simples turbulencias, sino de algo más profundo, pues ninguno de esos cambios actúa al margen de los demás, sino que interactúan entre sí. Debemos tomar nota de que la actual crisis, sus supuestos, el modo de hacerla frente, la situación en que actualmente nos encontramos y el futuro que con ello estamos construyendo, se fragua en este nuevo contexto y abona este tipo de “proceso en cambio”. Pero no llegaremos a la profundidad de este proceso, si no percibimos que la crisis económica y el proceso de construcción social que con la post-crisis estamos proyectando, puede estar invisibilizando y dejando intocado el problema fundamental que subyace a nuestro modelo social, y es “el desbordamiento económico” en nuestra sociedad7, que se sustenta en la manera en que el marco de valores que la configura opera bloqueando nuestra responsabilidad. Un bloqueo que opera a manera de muro de contención “intangible”8 pero no por ello menos consistente, y que se manifiesta en los “no-cambios”, por así llamarlos; o sea, en los cambios “frustrados” que, al principio de la crisis, parecía darse por descontado que deberían producirse. En primer lugar, la ausencia de responsabilidad colectiva ante la crisis. Nadie ha asumido los costes, salvo los presupuestos públicos, pero sin haber redefinido la función de los Estados que parecía que debía ser una consecuencia obligada del compromiso de los estados en su imprescindible presencia para afrontar la desregulación generadora de la crisis financiera. Los intentos de revisar determinados elementos del modelo económico, de controlar los flujos financieros, etc., han dejado de tener vigencia. Incluso ya se puede hacer la pregunta de si, dada esta inacción, no se están generando las condiciones de la siguiente crisis financiera. En segundo lugar, la nula experiencia del fracaso del “modelo de crecimiento medido por el PIB”, pues todo parece reducirse a volver a detectar los brotes verdes de repunte del crecimiento económico, sin revisar ni en qué, ni para qué, ni cómo. A pesar de haber constatado que el sistema económico no tenía capacidad de autorregularse pese a la fe ciega que se tenía en ello, y de haber constatado que el crecimiento estaba desligado de la reducción de las desigualdades y la po7.  Cfr. Ponencia de Luis Ayala en las XV Jornadas de Teología de la Caridad: “Hacia un nuevo modelo social: repensar el bienestar y el crecimiento”, en Revista Corintios XIII nº 133; enero-marzo 2010. 8.  Cfr. Peru Sasia: “La crisis de lo económico”, en Revista Acontecimiento, nº 93, 2009/4.

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breza, rápidamente se está olvidando de todo ello a medida que los indicadores macroeconómicos empiezan a corregirse. En tercer lugar, el vaciamiento de contenido del “necesario” cambio de valores que afloró en los momentos álgidos de la crisis9. No sólo no se han tocado, sino que se consideran intocables valores tan arraigados en nuestra cultura como la propiedad individual, sin otra referencia al bien común; o como el crecimiento continuo en el consumo pues en estos momentos vuelve a tener auge la necesidad de retomar la senda del consumo como medida imprescindible de salida de la crisis; o los “derechos” centrados en el individuo de disfrute de algunos componentes del bienestar a los que sólo tenemos acceso los países más favorecidos y, dentro de ellos, los más favorecidos. Sin la asunción de responsabilidades y de cambio de valores, no es posible deshacer el muro que nos bloquea: –Muro hecho de aspiraciones creadas artificialmente, de modelos de éxito social, de falsedades convertidas en verdades por su machacona difusión. –Muro que nos aísla de valores como la comunicación interpersonal, el compromiso a favor de terceros, la piedad, la austeridad, el reconocimiento del débil o la solidaridad. –Muro que despliega toda su eficacia en la construcción de una individualidad que ignora al otro y nos lanza a consumir desactivando toda tentación de preguntarnos por las consecuencias de nuestras opciones de consumo y de modelo de bienestar. Por ello, las condiciones de la pobreza y la exclusión no son sólo causaefecto de las estructuras económicas, sino también de este muro de bloqueo que genera unas relaciones sociales de rechazo e intolerancia ante los graves e intolerables efectos y situaciones sociales generadas por este modelo. Los que disfrutan del crecimiento se consideran los dueños sin límite del mismo y consideran a los excluidos del crecimiento como sospechosos de querer atrapar su bien-tener del que se consideran los dueños sin límite. Al llegar a la profundidad de este proceso, la crisis económica se ha convertido en crisis antropológica. Es decir, estamos fraguando un proceso de presente y de futuro en un contexto que algunos plantean, al menos como pregunta, como crisis de civilización, pues los supuestos en los que se asienta no sólo no están resolviendo 9.  Cfr. Ponencia de Pedro J. Gómez Serrano, en las XV Jornadas de Teología de la Caridad: “¿Crisis de valores o valores en crisis?”, en Revista Corintios XIII nº 133; enero-marzo 2010.

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los problemas sociales que recorren nuestras sociedades, sino que tampoco se están resolviendo los propios problemas económicos, políticos; en definitiva, se están poniendo en evidencia cuestiones referidas al modelo de sociedad. “Los aspectos de la crisis y sus soluciones, así como la posibilidad de un futuro de nuevo desarrollo, están cada vez más interrelacionados, se implican recíprocamente, requieren nuevos esfuerzos de comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista”10.

3. La pérdida de la dimensión social del modelo social europeo Son fuertes las presiones para estructurar todas las decisiones en torno al crecimiento económico, impulsando aún más el “desbordamiento económico” de nuestras sociedades. Pero esto tiene graves efectos para la lucha contra la pobreza y la exclusión social, pues desnaturaliza lo no económico, obvia los déficits estructurales de la cohesión y la justicia social anteriores y consecutivos a la actual crisis, que han puesto de manifiesto problemas estructurales de la sociedad y no sólo de su economía: la fragilidad y la precariedad en el empleo, la fuerte desigualdad social, la baja intensidad protectora en los distintos ámbitos. De hecho, y previamente a la crisis, las tendencias entre pobreza, desigualdad, privación y crecimiento económico, se habían mantenido estables en los momentos álgidos del crecimiento en clara ruptura con la tendencia de décadas anteriores. Además, contrasta la ausencia de cambios significativos en los indicadores de pobreza a pesar del notable crecimiento registrado por la actividad económica y el empleo. Lo que ha hecho que la crisis tenga efectos sociales más graves. Las decisiones adoptadas, por tanto, deberían ir a las causas que se arraigan en las propias estructuras sociales, en la cultura social y en los comportamientos sociales y ciudadanos. Pero la estrategia aprobada por los Estados, denominada “Europa 2020”, no plantea ningún cambio en el modelo social basado en crecimiento del PIB y determinado por las necesidades del mercado. Es decir: –No plantea una transformación real en las actuaciones de los mercados financieros, y en las relaciones de poder entre capital financiero y sociedad en su conjunto. –No plantea la (re)distribución de recursos ni objetivos de reducción de las desigualdades (por ejemplo mediante el índice GINI).

10.  Caritas in Veritate, nº 21.

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–Los avances sociales que plantea están inmediatamente contrarrestados por los planes de austeridad fiscal de los Estados miembros, implementados de manera coordinada para reconfortar a los mercados financieros. –Prácticamente no hace referencia a las personas ni a los colectivos más vulnerables, con o sin empleo. La idea dominante que se propone como objetivo colectivo, es el de la construcción de los “mercados”, más que el de las “sociedades”; y el individuo como “consumidor”, en lugar del de “ciudadano/a”. Con esta visión, lo social queda reducido al “empleo” y la inclusión social se reduce a la empleabilidad, siendo el que da sentido a la propia educación. Y si bien el acceso al empleo “de calidad” es factor clave para combatir la pobreza y la exclusión, y el desarrollo de aptitudes y la formación es una condición importante para la creación de mercados laborales más integradores, reducir la agenda social y de inclusión a estas dimensiones representa un paso atrás. En esencia, no ofrece respuesta a las tendencias estructurales claves ya mencionadas: crecimiento de las desigualdades sociales y territoriales, retos demográficos, quiebra de la idea de servicios universales, políticas fiscalizadoras y represivas, e indirectamente, consolida algunas de ellas. Esta visión limitada no reconoce que la pobreza y la exclusión social sigan siendo uno de los principales desafíos a los que debe enfrentarse nuestras sociedades, así como tampoco reconoce el impacto que tiene en las personas el hecho de vivir en sociedades con desigualdades notables –incluso crecientes–, ni la quiebra de integración social de una sociedad multicultural, ni el déficit de acogida e integración de los inmigrantes a los que reclamamos en tiempos de bonanza y pretendemos expulsar cuando no son necesarios para el modelo de crecimiento que ahora ha quebrado, ni el impacto que todo ello tiene sobre el bienestar de la sociedad en su conjunto. Esto necesita algunos elementos de discernimiento: Primero, ¿no se había dicho que esta crisis ponía en cuestión el sólo crecimiento económico “a toda costa” como lo único deseable? ¿No se había concluido en que esta crisis no era sólo financiera y económica, sino también DE VALORES? ¿De qué valores? ¿Sólo los de la bolsa y banca? ¿Dónde está la economía centrada en la persona? ¿Cuáles son las nuevas propuestas para una distribución equitativa y justa? ¿Y sus relaciones con el desarrollo del mundo pobre y globalizado? Segundo, ¿no se trataba de una UE que debería liderar cuestiones de futuro, como el “cambio climático”? Cierto que se habla de una economía “verde”, pero sólo como un input del crecimiento y del empleo.Y aquí se trata no sólo de utilizar Corintios XIII nº 135

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mejor y de forma más eficiente los recursos, sino que se trata de cambiar de modelo económico – ecológico. Tercero, ¿por qué no aparecen otros elementos del modelo europeo que no sean los de corte económico del crecimiento? Y en esta misma medida, ¿por qué no aparecen elementos que constituyan a “lo social” en elementos fundantes del modelo europeo? No sólo ha desaparecido la Inclusión Activa sino que la sola preocupación se reduce a “las transiciones” de la anterior economía a la nueva economía en la que, en vez de proclamar la Inclusión Activa como “la estrategia” para esta transición, es expresamente evitada. Y lo que propone queda reducido a “medidas para el trabajo”, confirmando que todo queda subordinado a las inevitables adaptaciones a las nuevas formas del crecimiento económico. Cuarto, la lucha contra la pobreza ha desaparecido, por lo que la “estrategia por la cohesión y la inclusión social”, ¿es cuestión de luego, de más tarde? Y dado que esta estrategia no forma parte de las bases del modelo europeo, sólo le queda ser subordinada al mismo, incluso su función pasa a ser potenciadora de “este modelo”. Por lo que se invierten los términos, o sea, de ser eje del modelo europeo, pasa a ser un apéndice que no debe distorsionar dicho modelo.

4. Crisis en la cohesión social: se agrava la precariedad y la exclusión 4.1. Aumento de la precariedad y la vulnerabilidad En el año 2008 el VI Informe Foessa publicó los resultados de una encuesta sobre el perfil de la exclusión en España. Dado que fue realizada en el último cuatrimestre de 2007 describe una situación precrisis. Una de las aportaciones más destacadas de este estudio fue el diagnóstico elaborado sobre el espacio de la exclusión en España. En este sentido, dicha encuesta nos permitió establecer la existencia de cuatro grupos que iban de la integración plena a las situaciones de grave exclusión (Integración - Integración precaria - Exclusión compensada o moderada - Exclusión severa). Tras dos años de crisis económico-financiera, para tener una mirada no centrada únicamente en la dimensión laboral o económica de los hogares españoles, se ha realizado de nuevo la encuesta en el último cuatrimestre de 2009 con el propósito de conocer el impacto real de la crisis en la cohesión social en España. Y los resultados obtenidos ponen de relieve algunos procesos desencadenados 24

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recientemente que, aún vinculados especialmente con la pérdida de empleo, van más allá11. En primer lugar cabría destacar que, en comparación con los datos de 2007, el 36,1% de la población ha “empeorado” su situación. Esto no significa que todos estos hogares hayan pasado de una situación de Integración a otra de Exclusión severa. De hecho, la mayor parte de los hogares que han experimentado este empeoramiento, lo ha hecho de forma moderada; pero sí podemos constatar un proceso en el que se ha incrementado la vulnerabilidad, es decir, la situación de fragilidad o riesgo para muchos hogares de nuestro país. A partir del análisis de esta encuesta, se observa un aumento tanto de la pobreza como de la exclusión social en estos dos primeros años de la crisis. El aumento de 2,2 puntos de hogares excluidos y de 3,4 de pobreza relativa es muy significativo al tratarse de un periodo corto (a la vista de la evolución de estos parámetros en los últimos 25 años). Los problemas más severos en términos económicos y de integración social no parecen haber aumentado mucho “todavía” en este tiempo. Sin embargo, sí han aumentado muy significativamente los hogares situados en posiciones de precariedad y de exclusión moderada. En su conjunto, la exclusión social (sumada la exclusión moderada y la severa) habría aumentado un 13,5% en estos dos años.

4.2. Los efectos en las dimensiones de la exclusión En su conjunto se da un aumento muy notable, como cabía esperar, de los problemas de exclusión del mercado de trabajo que tienen un reflejo significativo, aunque menor, en cuanto a la participación en el consumo básico. Igualmente es destacable la tendencia al asilamiento en algunos grupos sociales, afectados posiblemente por la crisis, marca en ciertos casos la diferencia entre posiciones de integración, aunque sean precarias y situaciones de exclusión social. Los integrados de hoy son un poco más pobres que los de hace dos años, pero eso no tiene apenas consecuencias en una sólida posición de integración social. El espacio de la integración precaria ve aumentar significativamente sus problemas económicos y de desempleo, que se traducen en un mayor descreimiento del sistema político, así como en ciertos problemas de aislamiento social. Estos pro-

11.  Se puede consultar un análisis provisional y parcial de estas encuestas en: “El primer impacto de la crisis económica en la cohesión social de España”; Foessa-Cáritas, Madrid 2010.

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blemas parecen compensarse con ciertas mejoras en las redes sociales y familiares, mucho menos conflictivas. La exclusión moderada experimenta también un fuerte impacto del desempleo y de formas de empleo de exclusión, incluso en el sustentador. A pesar de ello, la situación parece bastante estable en términos de pobreza (que disminuye algo) y de exclusión social (que aumenta ligeramente). Aumentan significativamente los problemas de aislamiento social. La exclusión severa experimenta algunos cambios demográficos rápidos (aumento de tamaño de los hogares, aumento de los polinucleares, etc.) posiblemente como adaptación a la crisis. Este grupo empeora menos en términos relativos, pero sigue experimentando un empeoramiento general, tanto en términos económicos como sociales. Es significativa la intensificación de las situaciones de exclusión extremas que están todavía un 26% peor que hace dos años. ¿Este empeoramiento ha afectado a todos los grupos sociales por igual? Se observan algunos cambios significativos en cuanto a la incidencia de la exclusión social: •  L a crisis ha acentuado el perfil femenino de la exclusión social, especialmente en algunas de sus formas más severas, pero sobre todo ha afectado a los hogares más jóvenes. •  P  or el contrario, tanto los hogares encabezados por personas mayores de 65 como aquellos en los que hay alguna otra persona anciana no parecen haber experimentado una gran incidencia en este proceso de endurecimiento de las tensiones exclusógenas, siendo el grupo que mejor parece estar soportando los efectos sociales de la crisis. •  T  anto los hogares de estructura más compleja como los monoparentales también se han visto especialmente afectados. •  L os grupos étnicos que más se veían afectados por la exclusión en tiempos de bonanza, no parece que hayan visto aumentar aún más sus problemas especialmente, sino que siguen estables en la gravedad de sus problemas. •  P  or el contrario, la variable territorial, el tipo de barrio, que aparecía con una alta significación en 2007, se muestra cada vez más relevante y los barrios más deteriorados ven ampliarse más proporcionalmente los procesos de exclusión. 26

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•  E l desempleo, en la medida que se ha extendido a grupos muy amplios de la población, también se ha “normalizado”: hay muchos más hogares con parados en el espacio social de la exclusión, pero también los hay en otros sectores sociales más integrados socialmente.

4.3. Los efectos en la movilidad social: los que suben y los que bajan Del análisis de la encuesta sorprende en primer lugar la intensidad del movimiento de los hogares entre las distintas situaciones sociales: un 58% de los hogares de la muestra experimentan algún cambio significativo entre los cuatro espacios de la integración a la exclusión. Es una alta movilidad social que tan sólo se ve reflejada en pequeños incrementos en el balance conjunto del nivel de integración general. Esto supone que muchos hogares han visto aparecer en estos años determinados problemas sociales que antes no tenían (un 36% pasa a posiciones peores) y que, al revés, también muchos han resuelto, a pesar de la crisis, los problemas que antes limitaban su participación en la sociedad (el 22% mejora la situación y pasa de un intervalo a otro mejor). Este proceso de fluctuaciones tan amplio ha debido transmitir al conjunto de la población española una sensación intensa de vulnerabilidad, de que los logros sociales alcanzados y los éxitos conseguidos pueden diluirse fácilmente, lo que se une a una característica ya señalada anteriormente para el conjunto de la sociedad española: una incidencia amplia de los problemas sociales que configuran lo que hemos denominado como precariedad integrada (o integración precaria), sin llegar a constituir bolsas de grupos excluidos en la mayoría de los casos. En segundo lugar, la intensidad de las fluctuaciones nos indicaría la importancia de las políticas activas, del desarrollo de los diversos servicios que traten de prevenir en lo posible los procesos de caída (principal causa del empeoramiento) y que ayuden a superar estos problemas de integración social, reforzando los procesos de mejora que también son importantes cuantitativamente, incluso en contextos en los que el mercado de trabajo se presenta especialmente poco dinámico. ¿Qué itinerarios se han producido? Como un breve apunte se pueden apuntar a los procesos que pueden explicar (o describir) estos cambios.

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–La integración estable Los sectores integrados que se mantienen en esa situación se ven también afectados por el desempleo (el 9% de estos hogares tienen todos los activos parados) y su situación económica empeora en ciertos casos, generando algún déficit de equipamiento y reducción del consumo general. Experimentan sin embargo ciertas mejoras al resolverse algunos casos de vivienda inadecuada. La pobreza relativa en este grupo pasa del 14,4% al 19,1%, más cercana a la media del conjunto de la población. Esta mayor presencia de problemas económicos puede explicar el alejamiento de las instituciones políticas que se manifiesta en una reducción de la participación ciudadana (6 puntos menos). Este tipo de itinerarios han sido protagonizados preferentemente por los hogares encabezados por varones de edades medias altas, con una formación superior a los otros grupos y que están ocupados o son pensionistas. Son hogares de tamaño intermedio y de estructura más simple, que viven en barrios en buenas condiciones y pertenecen a la etnia mayoritaria. –Las caídas a la exclusión En una parte de los sectores integrados antes de la crisis se experimenta un impacto brutal del desempleo, que desencadena otros problemas económicos para pagar la vivienda (en uno de cada 5 casos) y un empeoramiento general de las condiciones de vida. Aquí, además, el desempleo va de la mano con un aumento de los empleos de exclusión (9% de las personas sustentadoras principales trabajan sin cobertura de la Seguridad Social). La tasa de pobreza, similar en el punto de partida a la del grupo anterior, se multiplica por más de 3 y llega a alcanzar el 39,5%. Esta transición hacia situaciones de exclusión genera efectos negativos en el ámbito de las relaciones sociales, aumentando las conductas conflictivas y el aislamiento social en uno de cada cuatro de estos hogares. El aislamiento social en este grupo es el más elevado: los procesos de caída en la exclusión social van ligados a la ruptura de las redes sociales que venían funcionando antes. El perfil de este grupo es bastante parecido al anterior, aunque aquí están significativamente más presentes los hogares encabezados por mujeres, con más ocupados y menos pensionistas. Estos itinerarios negativos han afectado proporcionalmente más a los hogares monoparentales, a las personas solas o a los hogares más amplios y de estructura más compleja, así como o a los encabezados por personas sin formación o inactivas no pensionistas. Sobre todas estas características destaca especialmente la incidencia en la variable étnica a la hora de distribuir las probabilidades de recorrer estos itinerarios negativos. 28

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–Los procesos de integración social positiva Estos procesos experimentados por hogares que estaban en situaciones de exclusión social, parecen deberse a diversos factores. En primer lugar, los procesos de exclusión que les afectaban tenían menor entidad (su índice de exclusión es un punto inferior al de los hogares atrapados en la exclusión y una tasa de pobreza relativa que, siendo elevada, del 40,5%, era, en 2007, 11 puntos inferior en éstos respecto a los que no cambiaron su situación de exclusión). Sobre este punto de partida más adecuado, se superan ciertos problemas de salud y se consiguen mejoras en el empleo, posiblemente en una retroalimentación positiva (disminuye por ejemplo 14 puntos la privación de medicamentos y dietas) y en el consumo, lo que conjuntamente hace que mejoren las relaciones sociales en el ámbito familiar y vecinal, cuyos problemas pasan a ser residuales. Aunque esta disminución estadística de los problemas relacionales (conflicto social, aislamiento) pueda deberse en parte a que ha habido un mayor ocultamiento en ciertos casos, la reducción es muy significativa en la comparación con los otros grupos. En términos de pobreza relativa, la tasa se reduce hasta menos de la mitad para situarse en el 18%. Este itinerario nos indica que la estructura social y la coyuntura económica constriñen, pero que es posible superar las situaciones complicadas de exclusión social y que, por ello, los procesos de intervención social tienen sentido también en contextos difíciles. Aunque son una minoría (mayoritaria: del 38,4%) destaca, con una dinámica distinta a la que hemos descrito antes, el grupo de hogares encabezados por mayores de 65 años en buena medida viviendo solos o en hogares pequeños, en los que el bajo nivel formativo tiene menores implicaciones por su alejamiento del mercado de trabajo. Nuevamente aquí nos aparece este grupo de edad sorteando la crisis mejor que otros grupos sociales. –Los sectores excluidos que no logran superar su situación El 5,8% de los hogares en España se encuentra atrapado en el espacio de la exclusión social sin llegar a solucionar sus problemas. Más bien al contrario, en estos hogares se produce un empeoramiento claro de la situación: “lo que no mejora empeora”. Aunque la tasa de pobreza presenta una ligera reducción (puede ser una mera desviación estadística) sigue afectando a la mitad de estos hogares y el índice de exclusión aumenta un 5,8%. Su situación sigue siendo claramente peor que la de los nuevos excluidos (10 puntos más de pobreza relativa y un 20% más en el índice de exclusión). La situación cambia menos en términos relativos en este grupo porque ya estaban bastante mal. Aumentan los problemas de empleo y el recurso a los oficios de exclusión es tan importante como el desempleo en el sustentador principal. Incluso ven reducirse la actividad irregular, sin cobertura de la Seguridad Social. Se mantienen los niveles de conflictividad social (en casi uno de cada tres hogares) y un cierto aislamiento social. Corintios XIII nº 135

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Este grupo que es el que más riesgo presenta de cronificarse en la exclusión en el futuro, haciendo más difíciles procesos posteriores de intervención social, está formado más por hogares jóvenes, de mayor tamaño y de estructura más compleja, y también por hogares monoparentales. Destacan especialmente aquí como frenos para la promoción social en este periodo de crisis la importancia del grupo étnico, del barrio y del nivel de estudios. Todos estos factores multiplican los riesgos de cronificación en el futuro.

5. ¿Hacia dónde orientar nuestras propuestas? Para la “nueva síntesis humanista”, necesaria para hacer frente a las rupturas y crisis de la cohesión social, en coherencia con nuestra opción por los pobres, debemos reafirmar algunos principios fundamentales, particularmente dos de ellos: la exigencia de la defensa y la promoción de la justicia y del bien común en nuestras sociedades. Sabemos que “quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos”12. Por ello “desear el bien común y esforzarse por ello es exigencia de justicia y caridad”13. El encuentro directo con el prójimo, el servicio próximo y cercano a las personas, especialmente a los pobres y excluidos, exigen la realización de la justicia y el bien común como “vía institucional –también política, podríamos decir– de la caridad”14. Por ello, la dignidad de la persona como sujeto y fin de las instituciones, el destino universal de los bienes para un desarrollo integral y solidario de todas las personas, y la construcción de la justicia y el bien común, están mutuamente implicados15. Principios que, en esta situación y ante los retos analizados, deben traducirse en unas opciones fundamentales: 1. Es necesario hacer hincapié en la necesidad de avanzar en un nuevo Modelo Social que contemple, entre sus objetivos prioritarios, los desafíos que la lucha contra las situaciones de pobreza y exclusión social hacen ineludibles, y sin los que las medidas adoptadas ante las urgencias de la crisis, no llegan a alcanzar a todas ������������������������������ .  Cáaritas in Veritate, nº 6. ����������������������������� .  Caritas in Veritate, nº 7. 14.  Caritas in Veritate, nº 7. 15.  Compendio DSI, nº 98 y 175.

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las personas que las necesitan, ni resuelven los problemas, paliándolos tan sólo momentáneamente. 2. La crisis ha puesto de manifiesto la debilidad de un modelo económico que ha promovido el crecimiento económico e incrementado el consumismo a expensas de la cohesión social. La competencia y el libre mercado han prevalecido sobre la defensa de los derechos fundamentales, y el crecimiento no ha tenido como resultado una menor pobreza, sino que ha incrementado las desigualdades entre regiones, así como entre ricos y pobres. Esto ha convertido la desigualdad en el motor principal de una economía inestable e insostenible a nivel global. 3. La crisis es también una oportunidad y un desafío para perfilar una nueva visión. Es necesario promover enérgicamente la visión ética y los valores. Hay que tomar como punto de partida el fracaso del actual modelo de crecimiento y empleo para distribuir riqueza y bienestar de forma eficaz, combatir la discriminación y promover la cohesión y la justicia social. Para lograr un “modelo de crecimiento ético y sostenible”, son necesarias una nueva visión de desarrollo sostenible y una equidad global. Este nuevo modelo social debe: –Poner la economía al servicio de las necesidades sociales (tanto para el medioambiente como para las personas), anteponiendo las personas y el planeta a los beneficios. –Poner la economía al servicio de la persona y de su desarrollo integral y solidario basado en un desarrollo social y sostenible. –Reducir activamente las desigualdades y la pobreza, basándose en un enfoque fundamentado en los derechos y que reconozca tanto la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la exclusión social como la defensa de los derechos fundamentales, como retos prioritarios y requisitos esenciales a nivel global.

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Presentación

2. La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social Francisco Maya Maya Profesor del Instituto Superior de Ciencias Religiosas y del Seminario Archidiocesano de Mérida (Badajoz)

Resumen: La significatividad y credibilidad de la Iglesia en el contexto actual le vendrá de la compasión, el amor y la solidaridad con el pobre. Esto será posible si se apuesta por una pastoral de conjunto cuyo eje central se proyecte “hacia la práctica de un amor activo y concreto con cada ser humano”. A partir de esta presentación, el autor expone qué es la pastoral social en sus diferentes vertientes para, en una segunda parte, presentar principios y líneas de acción a desarrollar en los tiempos actuales: una pastoral organizada y desplegada desde los infiernos del mundo. Concluye afirmando que la pastoral de la diaconía implica una Iglesia en diálogo y servicio gratuito al mundo; Iglesia samaritana, profética y de mediación, pobre, libre y liberadora; Iglesia de fraternidad. La opción por los pobres podrá quedar en mero 32

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discurso si no se plasma en una pastoral de la diaconía inserta en la estructura, organización y funcionamiento de la misma Iglesia. Palabras clave: Credibilidad, Pastoral social, Pastoral de servicio, Principios de acción. Abstract: The Church’s significance and credibility in the current context will come from compassion, love and solidarity with the poor. This will be possible if a commitment is made towards joint pastoral work that is focused “towards the practice of active, specific love for each human being”. Following this presentation, the author sets out what the various elements of social pastoral work consist of, before going on to present action principles and approaches to be taken in current times: pastoral work that is organised and deployed from the world’s hells.The paper concludes by stating that Diakonia-based pastoral work means a Church in dialogue with and freely serving the world, a Samaritan, prophetic and mediating Church, that is poor, free and liberating; a Church of fraternity. Opting for the poor may be reduced to mere discourse unless it takes the form of Diakonia-based pastoral work inserted into the structure, organisation and functioning of the Church itself. Key words: Credibility, Pastoral social work, Pastoral service work, Action principles.

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La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social

La teología pastoral es una teología historizada, lee los signos de los tiempos narrando la presencia o ausencia de Dios en la historia, discerniendo a la luz de la Palabra y del Magisterio qué es lo que debe ser y hacer la Iglesia aquí y ahora. Es una eclesiología en acción, planteando no tanto cuál es la identidad de la eclesiología, sino cómo esa identidad se manifiesta y expresa en la realidad histórica. La teología pastoral no es un conjunto de exhortaciones, de experiencias, de recetas; posee plena dignidad teológica porque recibe de la fe los principios desde los que ha de planificar la acción pastoral1. La teología pastoral o práctica tiene como objetivo: “dar cuenta de la fe y del Dios que ella confiesa en el contexto de las prácticas sociales y culturales contemporáneas”2. Si la Iglesia “existe para evangelizar” su preocupación más profunda debe ser comprobar cómo la salvación se hace realidad en cada comunidad, lugar y situación. Es la sacramentalidad lo que caracteriza a la pastoral. Es una teología del quehacer o de la autorrealización de la Iglesia, concebida a partir de su sacramentalidad. Ser Iglesia sacramento –signo eficaz– del Reino implica no sólo interpretar (ver, juzgar), sino también cuestionar y transformar desde dentro (conversión, denuncia, compromiso) los “signos de los tiempos” para que se conviertan en “signos del Reino”. Desde su ser sacramental la Iglesia está llamada a “significar y actualizar el amor gratuito del Señor en el servicio pobre y humilde al mundo. En su Cuerpo, que es la Iglesia, Cristo prosigue su existencia entregada a favor de las muchedumbres hambrientas de pan, de justicia y, en última instancia, del Dios de la esperanza”3. Hablamos de una Iglesia encarnada en el mundo, “sacramento de fraternidad universal” y “sacramento universal de salvación”4; Iglesia que se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de la historia5, hermanada e impulsora de la gran familia humana; Iglesia del diálogo6, que afirma la secularidad del mundo, su autonomía incuestionable y propia. Y esta Iglesia “ha sido enviada por Cristo para manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos”7, la caridad ha de ser verdaderamente

1.  Cf. Juan Pablo II, Pastoris Dabo Vobis 57; Presbiterorum ordinis 19. 2.  J. Audinet, ¿Qué es la teología práctica?, en B. Lauret-F. Refoulé (eds), Iniciación a la práctica de la teología V, Madrid, 1986, 91. 3.  CEE, La caridad de Cristo nos apremia, 5. 4.  Cf. GS 42. 5.  GS 1. 6.  Cf. Pablo VI, Ecclesian suam, 49. 7.  AG 10.

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su corazón8, y en la búsqueda de la significatividad, credibilidad y autenticidad en el contexto actual, tiene que ser una Iglesia de la compasión, del amor y solidaridad con el pobre: “Una Iglesia auténtica consiste en ser, aparecer y actuar como una Iglesia misericordia; una Iglesia que siempre y en todo es, dice y ejercita el amor compasivo y misericordioso hacia el miserable y el perdido, para liberarle de su miseria y de su perdición”9. Pero ello no será posible sin una apuesta decidida por la caridad en el seno de las Iglesias particulares, apuesta por una pastoral de conjunto (integración y coordinación de todas la fuerzas de la Iglesia particular y de sus instituciones) cuyo eje vertebral, su objetivo general o meta a conseguir, sea la proyección “hacia la práctica de un amor activo y concreto con cada ser humano. Éste es un ámbito que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral”10. A partir de estas pinceladas sobre la teología pastoral, la eclesiología que la fundamenta, y su concreción en la teología de la caridad, haremos una reflexión en dos partes. En la primera, expondremos qué es la pastoral social en sus diferentes vertientes, y en la segunda, presentaremos los principios, criterios y líneas de acción que esta pastoral ha de desarrollar en los tiempos actuales.

I. La pastoral social Es una pastoral al servicio del Reino de Dios. En continuidad con la misión de Jesús (cf. Mt 28,18; LG 5), la acción evangelizadora de la Iglesia consiste en anunciar el Reino de Dios, un anuncio que no es sólo verbal, sino también real y anticipativo (cf. Mc 3,14).Visibiliza y hace significativo y eficaz el amor de Dios al mundo viviendo en comunión y en solidaridad entre y con todos los que sufren explotación, exclusión e injusticia. “La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la “Iglesia de los pobres”11. Comprometida en la historia, desde el lugar teológico de los pobres12, la Iglesia desarrolla su pastoral social como “la expresión viva y concreta de una Iglesia plenamente consciente de su misión de evangelizar las realidades sociales, econó8.  Cf. Juan Pablo II, Novo Millenio Ineunte, 42. 9.  Comisión Episcopal Pastoral Social, La iglesia y los pobres, 11. 10.  Cf. Novo Millenio Ineunte, 49. 11.  Juan Pablo II, Laborem Exercens, 8. 12.  “Estar al lado del pobre luchando contra la pobreza, autoexcluirse del sistema para situarse al lado de los que son marginados por el mismo, es el lugar social desde el que iniciar cualquier teología”.

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micas, culturales y políticas del mundo”13. Anuncia la Buena Nueva de Jesucristo con el testimonio de la pobreza y de la acción a favor de los excluidos, y, desde el respeto a la autonomía de lo temporal, busca la progresiva transformación de la sociedad a través de la promoción y el desarrollo integral del hombre, cuyo centro ha de ser la caridad14.

1.1.  La pastoral social prolonga la acción liberadora de Cristo Nuestra fe cristológica es la que lleva a los cristianos, como discípulos, a contemplar en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo, que nos llama a servirlo en ellos. “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo”15. Los pobres son sacramento de Cristo. “En la persona de los pobres hay una presencia especial suya, que impone a la Iglesia una opción preferencia por ellos”16. El servicio a los pobres es una manera de hacer presente a Jesús “a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40 ss). Su invitación a saberlo descubrir en el rostro de aquellos que pasan hambre, sed, o que no tienen hogar, etc. (cf. Mt 25,35-36) “no es una simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo. Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia”17. La llamada “diaconía”, o servicio de la caridad, se hace así parte integrante del anuncio de la obra salvadora y liberadora de Jesús18. Este servicio constituye una de las manifestaciones más importantes y necesarias de la acción del Espíritu en los seguidores de Jesús. Esta acción puede ser realizada de múltiples formas, pero siempre debe inspirarse en la acción de Cristo como servidor de Dios y liberador de los hombres (Mc 10,45; Jn 13,15). La pastoral social hace presente y prolonga la acción liberadora y renovadora de Cristo: “El Espíritu de Dios está sobre mí, porque él me ha ungido para que José Laguna, ¿De la Liberación a la Inclusión?, en Cuadernos Cristianisme i Justícia, 127 (Septiembre 2004), 11. 13.  Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, n. 524. 14.  Cf. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 19. 15.  V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Aparecida, n. 393. 16.  Novo Millennio Ineunte, 49. 17.  Novo Millenio Ineunte, 49. 18.  CEE. La caridad en la vida de la Iglesia, Introducción a las propuestas.

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dé la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor… Hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido este mensaje” (Lc 4,18-21). La presencia de Jesús representa ya el comienzo del Reino de Dios. Los pobres oyen el mensaje del Reino de Dios y con ello su situación cambia, igual que la de los ciegos curados por el milagro de Jesús: “Id a contarle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la Buena Noticia” (Lc 7,22). El Reino de Dios se promete como un acontecimiento futuro (los hambrientos saciarán su hambre), pero es también una realidad presente, porque se pueden sentir sus efectos. “Al anunciar el Reino, los cristianos tenemos que hacerlo ya realidad entre nosotros y con todos los hombres, especialmente con los más pobres y necesitados, de manera que aparezcan signos reales de la presencia del amor y de los dones de Dios como invitación a la fe, estímulo para la esperanza, anticipo de la paz y de la felicidad eterna que Dios ha preparado para todos (cf. Mc 16,20)”19. La Iglesia, continuadora de la misión de Jesucristo20, comparte la vida, las esperanzas y las angustias de su pueblo, y muestra, por el testimonio, que Él es el Cristo creído, proclamado y celebrado por ella21.

1.2. Pertenece a la misión de la Iglesia La pastoral social carece de razón, si no se la fundamenta en el anuncio y testimonio del amor-ágape o caridad evangélica. “Si Dios nos ha amado tanto, es deber nuestro amarnos unos a otros; a Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos mutuamente, Dios está en nosotros y su amor está realizado en nosotros”22. “El que diga ‘yo amo a Dios’ mientras odia a su hermano, es un embustero, porque quien no ama a su hermano a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo. Y éste es precisamente el mandamiento que hemos recibido de él: quien ama a Dios, ame también a su hermano”23.

19.  CEE, Testigos del Dios vivo, 55. 20.  Cf. Mt 28,18; LG 5. 21.  Cf. Documento de Puebla, 177. 22.  1 Jn 4,11-12. 23.  1 Jn 4,20.21.

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Es una pastoral que, ejercida por todo el pueblo de Dios, pone de manifiesto el amor trinitario de Dios24. El Concilio Vaticano II nos ha presentado a la Iglesia como “imagen” del Dios Trino y Uno (cf. UR 2; LG 4). La vida íntima de Dios, que se nos ha revelado en Jesucristo como Trinidad Santa de Padre, Hijo y Espíritu Santo, es la vida del Amor. Y la Iglesia sólo será verdadera Iglesia cuando se empeñe en ir realizando cada vez más esa condición suya de ser imagen de la Trinidad. Por tanto, toda la actividad de la Iglesia ha de ser expresión de ese amor trinitario que busca el bien integral del ser humano. Luego la acción caritativa y social no le viene exigida a la Iglesia desde fuera; es inherente a su misma identidad, le arranca de dentro. “La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerigma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia25. La pastoral social pertenece a la misión de la Iglesia, ya que “el amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad”26. El testimonio de la caridad no puede dejarse exclusivamente a la iniciativa privada o a la buena voluntad de algunas personas. Toda la comunidad eclesial debe sentirse sujeto responsable de la diaconía, sin excluir la participación de grupos o miembros “especializados”. “La Iglesia y los cristianos de todos los tiempos, como seguidores de Cristo, hemos recibido el encargo primordial de servir por amor a Dios y a los hombres, con entrañas de misericordia especialmente hacia los más débiles y necesitados”27, por ello “la misión de la Iglesia es ser la Iglesia de los pobres en un doble sentido: en el de una Iglesia pobre, y una Iglesia para los pobres”28. El empeño por la promoción, la liberación y el desarrollo integral del hombre y de todos los hombres “es un imperativo para todos y cada uno de los hombres

24.  Cf. Deus Caritas est, 19. Caritas in veritate, 5. 25.  Deus caritas est, 25 a. 26.  Deus Caritas est, 20. 27.  CEPS, La Iglesia y los pobres, 13. 28.  Ibíd., 25.

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y mujeres, para las sociedades y las naciones, en particular para la Iglesia católica”29. “Esta misión fundamental de la Iglesia hacia los pobres supone una permanente conversión, volcarnos, vaciarnos-todos-juntos hacia el lugar teológico de los pobres, donde nos espera Cristo para darnos todo aquello que necesitamos para ser verdaderamente su Iglesia, la Iglesia santa de los pobres y para los pobres. De aquí la necesidad de conocer, vivir y compartir el mundo de los pobres”30. La Iglesia ha de solidarizarse con los pobres, servirlos, e implicarse en la transformación de las relaciones sociales, según las exigencias del Reino de Dios. Está llamada a ser en la sociedad sacramento de la no exclusión. O afirmado positivamente: está llamada a ser sacramento de amor y fraternidad, mesa compartida, igualitaria y abierta, signo del banquete fraternal que celebra la vida nueva del Reino sin dejar a nadie fuera, expresión comunitaria de una forma distinta y disidente de vivir, siguiendo las huellas de su único Maestro. Toda acción caritativa-social ha de tener siempre una dimensión eclesial y ha de tener necesariamente una referencia a la Iglesia, ya que es ella el sujeto al que el Señor confió la misión de evangelizar. “No basta con afirmar que es la Iglesia donde se realiza –en diversas formas– la Pastoral de la Caridad. Hay que llegar a descubrir que es la misma Iglesia la que la realiza, en la pluralidad de sus sujetos individuales, colectivos e institucionales”31. A la luz de estos fundamentos cristológicos y eclesiológicos, el compromiso comunitario hacia los más pobres debe mostrar su específica inspiración cristiana32. Cuando intervenimos en lo social, no lo hacemos como una institución cualquiera de beneficencia o desarrollo social, sino queriendo ser Iglesia, actuando en nombre y por mandato de la Iglesia Es esta perspectiva, la que, al mismo tiempo trascendente y encarnada, nos distingue de otros organismos de filantropía y desarrollo socio-económico. El trabajo de Pastoral Social presupone la fe, tiene un sentido misionero y es parte de la evangelización. Aquellos que colaboraran con la acción socio-caritativa de la Iglesia “no han de inspirarse en los esquemas que pretenden mejorar el mundo siguiendo una ideología, sino dejarse guiar por la fe que actúa por el amor de Cristo”33. Esto excluye cualquier actividad no coherente con el Evangelio y lleva a caracterizar la acción de los cristianos, no tanto por el temor de las obras realizadas (que pueden ser comunes con los no cristianos), cuanto por 29.  Juan Pablo II, Sollicitudo rei Socialis, 32. 30.  La Iglesia y los pobres, n. 28. 31.  CEE. La caridad en la vida de la Iglesia, introducción a las propuestas.. 32.  “La expresión del amor tiene formas y modalidades variables en la historia, pero en todas ellas debe reflejarse con claridad su “ser eclesial” (CEEE, La caridad de Cristo nos apremia, 17). 33.  Deus caritas est, 33.

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las motivaciones e ideales que la inspiran y la función critico-profética de la fe en el interior de la praxis histórica. Todo esto respetando la autonomía de lo temporal y la variedad de las competencias, en un clima de diálogo y colaboración. “El ejercicio de la caridad, realizado en esta óptica, se convierte en confesión de fe”34.

1.3. Es la pastoral de la diaconía insertada en la pastoral orgánica La acción caritativa y social, como parte constituyente de la misión evangelizadora de la Iglesia, tiene que ser mediadora del modo de ser de Dios; colaborando así en hacer visible y creíble el rostro del Dios amor, que anunciamos35, asumiendo los desafíos y los medios que ofrecen los avances históricos del mundo actual, y aportando la nueva savia a la sociedad, desde los valores de la caridad interpersonal y de la caridad social o política. La caridad ha de ser el principio de la vida y del hacer de la comunidad cristiana en el mundo; tiene que ser el corazón de toda auténtica evangelización, y el motivo único y fundamental de la presencia de la Iglesia en la sociedad36. Se trata de un servicio diaconal que lleva a la Iglesia a estimular el crecimiento del mundo, haciéndolo más humano y más conforme con el proyecto liberador de Dios37. La diaconía con su riqueza de expresiones (amor, servicio, promoción, liberación, solidaridad, compartir, denuncia…), responde al deseo de hallar una alternativa desde el Reino del amor de Dios a la lógica de dominio, afán de ganancia y de poder, individualismo y egoísmo que envenenan la convivencia humana, y que provocan exclusión y desigualdad en el mundo. El Reino de Dios implica una apuesta por la defensa de la dignidad del hombre, y “la mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor”38. A través del amor interpersonal y de aquel que está organizado comunitariamente estamos dando a conocer a Dios, estamos haciendo presente su Reino. Por eso, la acción caritativa y social viene a ser como un sacramento para los no creyentes, nos decían los obispos españoles: (la misión) “no se reduce solamente a la predicación y los sacramentos, sino que se extiende también al mandamiento de la caridad, en especial a los más pobres y necesitados. Con San Agustín podríamos decir que así 34.  CEE, La caridad de Cristo nos apremia, 15. 35.  Cf. CEPS, La Iglesia y los pobres. 18-25. 36.  Cf. CEE, La caridad de Cristo nos apremia, 5, 45. 37.  Cf. GS 40 c. 38.  Deus caritas est, 31.

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como los sacramentos manifiestan la presencia salvífica de Cristo dentro de la comunidad de los creyentes, la acción caritativa y social es como el sacramento para los no creyentes”39. La pastoral de la diaconía da credibilidad y autenticidad a las otras mediaciones eclesiales, pues la caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras40, siendo el eje transversal de toda la acción evangelizadora de nuestra Iglesia41. Así, el anuncio, la catequesis, la liturgia y los sacramentos deben enraizarse en la caridad, deben empaparse de misericordia, deben alimentarse de amor y deben orientarse hacia el compromiso liberador. “Toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del hombre”42. La pastoral global es incompleta sin la pastoral social; y ésta no alcanzará plenamente sus objetivos aislada de las otras dimensiones de la evangelización. No se trata de que la proclamación de la Palabra y la Liturgia pierdan su identidad y se diluyan en una acción social, sino de que se articulen y obren de tal modo bajo un mismo espíritu que se alcance en su integridad y con mayor fidelidad a Cristo, a la Iglesia y al Hombre, la finalidad última de la evangelización. Hay que integrar coherentemente la pastoral caritativa y social en la pastoral general de todas nuestras comunidades cristianas, no contentándonos con que ésta aparezca en los organigramas de la pastoral de conjunto o con que esté representada en los organismos de participación y coordinación pastoral, sino procurando una atención efectiva a esta dimensión pastoral (agentes, recursos, acciones…) que equilibre y cohesione definitivamente la acción pastoral diaria de nuestras Iglesia, más volcada a la celebración y a la transmisión de la fe que a su verificación en el ejercicio cotidiano del amor.

1.4. Aplica el pensamiento social de la Iglesia a la evangelización en el contexto actual “La pastoral social es la aplicación del pensamiento social (de la Iglesia) a la Evangelización de la sociedad concreta en que vivimos”43. El objetivo de la pastoral social de la Iglesia no es sólo intelectual o cognitivo, sino eminentemente práxico. 39.  CEPS, La Iglesia y los pobres. n. 110. 40.  Cf. Novo Millennio Ineunte, 50. 41.  La caridad de Cristo nos apremia, 42. 42.  Caritas in veritate, 11. 43.  CELAM, Fe cristiana y compromiso social, p. 463.

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La doctrina social dicta los criterios fundamentales de la acción pastoral en el campo social, confrontando el mensaje con las realidades sociales44, y la pastoral social proyecta, planifica y lleva a cabo esas acciones, a fin de cambiar nuestras vidas y ayudarnos a asumir nuestras propias responsabilidades con respecto a la defensa de la dignidad de la persona humana, al bien común, al destino universal de los bienes, y a la opción preferencial por los pobres. “La doctrina social traza los caminos que hay que recorrer para edificar una sociedad reconciliada y armonizada en la justicia y en el amor, que anticipa en la historia, de modo incipiente y prefigurado, los ‘nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia’ (2 Pe 3,13)”45. La pastoral social hace que la comunidad eclesial no se mueva solo en el campo de los principios, sino en los de la acción, implicándose en la transformación progresiva de esta sociedad, luchando por la inserción de los excluidos, y ofertando un modelo alternativo de hombre y sociedad. La pastoral caritativa y social pretende y propone que la Palabra anunciada y celebrada llegue a plasmarse en la vida de los cristianos; primero al interior de la comunidad eclesial, única forma de que ésta se constituya en testimonio de Jesús; y en segundo lugar, fuera de ella, impregnando las estructuras sociales y adelantando así el advenimiento del Reino. Así lo expresaba la V Conferencia Latinoamericana: “las Conferencias Episcopales y las Iglesias locales tienen la misión de promover renovados esfuerzos para fortalecer una pastoral social estructurada, orgánica e integral que, con la asistencia, la promoción humana, se haga presente en las nuevas realidades de exclusión y marginación que viven los grupos más vulnerables, donde toda la vida está amenazada. En el centro de esta pastoral está cada persona, que es acogida y servida con calidez cristiana. En esta actividad a favor de la vida de nuestros pueblos, la Iglesia católica apoya la colaboración mutua con otras comunidades cristianas”46. La pastoral social quiere contextualizar en el momento actual la misión llevada a cabo por Jesús.Y el aquí y ahora de esta pastoral es el de un mundo globalizado47, con sus riesgos y oportunidades, un mundo de interrelaciones sorprendentes, y al mismo tiempo, un mundo donde la codicia de unos pocos deja a la mayoría en la cuneta de la historia. Más que en un mundo global, estamos en un mundo que continúa fuertemente dividido entre aquellos que pueden gozar de las opor-

44.  Cf. Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, n. 526. 45.  CDSI, 82. 46.  V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe, Documento Aparecida, n. 401. 47.  La novedad principal en el mundo a partir de la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI ha sido “el estallido de la interdependencia planetaria, ya comúnmente llamada globalización” (Benedicto XVI, Caritas in veritate, 33).

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tunidades que la globalización aporta y aquellos otros que quedan al margen. “La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades. En los países ricos, nuevas categorías sociales se empobrecen y nacen nuevas pobrezas”48. Nos encontramos ante la lógica de un sistema que genera la exclusión social, que constituye una realidad compleja, en la que no es posible trazar límites entre terrenos económicos, sociales y políticos. Pero también hay que reconocer que la globalización ha creado condiciones para universalizar el paradigma de los derechos humanos, la interculturalidad, la preocupación ambiental, el diálogo ecuménico, de género, la búsqueda de la equidad y de la justicia, el sentimiento de corresponsabilidad y de solidaridad. Por primera vez en la historia, el desarrollo científico y tecnológico nos puede permitir crear condiciones de vida digna para todos. En definitiva, la globalización nos ha brindado la posibilidad de sabernos y sentirnos una humanidad viviendo y conviviendo en una casa común, el planeta tierra.

2. Una pastoral organizada y desplegada desde los infiernos del mundo El primer principio específico de la doctrina social de la Iglesia es el de la dignidad de la persona humana, que proporciona el fundamento para los derechos humanos. Para pensar correctamente sobre la sociedad, la política, la economía y la cultura debemos primero entender qué es el ser humano y cuál es su verdadero bien. Cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad inalienable y, por tanto, debe ser tratada siempre como un fin y no como un medio. Sin embargo, nos encontramos en una sociedad que está condenando a muchos hermanos a la exclusión, al abandono, a los infiernos de este mundo. Hoy el infierno tiene muchos nombres, muchos rostros y lugares concretos, donde las personas se encuentran con el hambre, la violencia, el sin sentido, la soledad, el fracaso, la humillación, la explotación, el dolor sin límites. La bajada a los infiernos de la exclusión nos habla no sólo de carencias sino fundamentalmente de injusticias. Y como Jesús, nosotros hemos de tomar con decisión el destino trágico de los hombres, acompañarlos allí donde están abandonados y expoliados; ya que descender a los infiernos fue para Jesús descender el último peldaño en su experiencia de “su caída sin fondo”49 en su amor a los más débiles, pobres, indefensos y pecadores del mundo.

48.  Caritas in veritate, 22. 49.  Rahner, K.: Escritos de Teología, Ed. Taurus, Madrid, 1967, VII, 163.

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La pastoral de la Iglesia ante la exclusión social

Hemos de descender a los “infiernos” con amor, con compasión, con solidaridad y justicia, para sacar (“ascender”) a los hermanos que se encuentran atrapados en ese mundo de noche, de impotencia, de muerte, y hacer que puedan gozar de la vida del Resucitado, para que experimenten y saboreen la vida, quitándoles las losas que hoy les imposibilitan poder vivir como personas con dignidad y con derechos reales en este mundo globalizado. Ésta es la misión de la pastoral social: bajar a los infiernos desde el amor y la gratuidad, para desde allí iniciar todo un proceso de reconstrucción de las personas, de sanación de las heridas, de liberación de las ataduras económico-sociales-culturales, que les imposibilitan poder gozar de los dones de la creación, que Dios ha querido ofrecer para todos (el destino universal de los bienes50). Y desde ese lugar teológico en el que se encuentran los pobres y excluidos poder articular nuevos modelos de vida, de sociedad, de personas, de organización social y eclesial. Así lo expresaban los obispos españoles de la comisión de pastoral social: “La Iglesia de Jesús debe ser aquella que en su constitución social, sus costumbres y su organización, sus medios de vida y su ubicación, está marcada preferentemente por el mundo de los pobres, y su preocupación, su dedicación y su planificación esté orientada principalmente por su misión de servicio a los pobres”51. Para llevar a cabo esta misión de la caridad, que se modula en función de los excluidos, la Iglesia, alentada por el Espíritu, ha de organizarse y estructurarse. “Es la Iglesia, inspirada por el Espíritu, la que crea las instituciones y estructuras necesarias para la vida de la Iglesia. El desarrollo institucional es, por tanto, el resultado de la conjunción entre el Espíritu que guía a la Iglesia en la historia y la comunidad que sigue los dictados del Espíritu (…) La institución no puede verse como el ‘elemento humano’ de la Iglesia prescindiendo de su inspiración divina, sino como obra humana querida y asumida por Dios. Dios no intervine en el mundo y en la historia prescindiendo del hombre, sino a través de él”52. Debe quedar claro que las instituciones son medios (necesarios y sustanciales) al servicio de la comunidad cristiana, y que toda la organización eclesial debe estar al servicio de la evangelización, al servicio del Reino de Dios, haciendo que la Iglesia como sacramento de amor sea “eficaz” en el contexto social en el que nos movemos. Esta eficacia al servicio de los pobres, pedida por la sacramentalidad de esta pastoral, es la que debe llevar a una organización de la acción caritativo-social de la Iglesia, que no excluye la caridad individual de cada creyente: “La Iglesia nunca puede sentirse dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de 50.  Cf, GS, 69. 51.  CEPS, La Iglesia y los pobres, n. 25. 52.  Estrada, J. A.: La Iglesia: ¿Institución o Carisma? Sígueme, Salamanca, 1984, 229.

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los creyentes y, por otro lado, nunca habrá situaciones en las que no haga falta la caridad de cada cristiano individualmente, porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y tendrá siempre necesidad de amor”53. Será necesario organizar la caridad en cada Iglesia particular, y dentro de ella en cada parroquia, buscando en su dimensión sacramental la eficacia de la misma en beneficio de los más pobres.

2.1. Una pastoral comunitaria católica (universal), organizada al servicio del Reino de Dios Decíamos anteriormente que la Iglesia como icono de la Trinidad está llamada a significar y actualizar, en la historia, la reciprocidad existente entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. Es todo el pueblo de Dios el que ha de implicarse en el servicio de los pobres, articulando en el seno de la Iglesia local, en nuestras parroquias y movimientos, una pastoral que vaya suscitando una comunidad eclesial accesible; comunidad católica, abierta a todos, sin distinciones ni discriminaciones; comunidad participativa, sensible y crítica ante el modelo social vigente; crear comunidades abiertas a los excluidos que no forman parte de ellas, es decir comunidades con capacidad permanente de acogida y de integración, informadas por la convicción de que sólo hermanándose con los pobres y excluidos, y reconociéndolos como sujetos es posible lograr la realización personal de todos, afirmar la presencia de Dios en la historia y acoger su salvación. Hemos de suscitar comunidades sanantes que sepan relacionarse y convivir desde la pluralidad, que vivan la comunión desde la diversidad, optando por una filosofía social en la que trabajar con los excluidos no sea equivalente a buscar la adaptación y acomodación de los mismos al modelo social vigente, sino favorecer un modelo social constituido desde el protagonismo y la participación de todos. Y esto no será posible sin comunidades fundamentadas en la fraternidad, la gratuidad, la igualdad y la reconciliación54. Hay que educar y formar en la diversidad, en la 53.  Deus caritas est, 29. 54.  Fernando Vidal defiende que “salida de la exclusión no es la inclusión sino la reconciliación, la construcción de la tercera búsqueda que no está en la línea inclusión-exclusión; una tercera sociedad que no refuerza la lógica que aleja o acerca a las personas al centro de la ciudad. La solución a la exclusión no es ir a lo tuyo o lo mío, sino converger en un tercero que nos acoge a ambos… la salida de la exclusión no es la integración de los excluidos sino la alteración de los exclusores” (Fernando Vidal Fernández. Pan y Rosas. Fundamento de exclusión social y empoderamiento. Fundación Foessa, Madrid, 2009, 44 ss.

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pluralidad, en la comunión. A través de las diferentes mediaciones eclesiales hemos de incidir para que en nuestras comunidades vayamos asumiendo los valores de la catolicidad, la diversidad y la pluralidad, unidos a los de la comunión, el amor, la tolerancia, el diálogo y la solidaridad. Deberemos edificar comunidades que sepan jerarquizar sus acciones pastorales en orden a la acogida de los excluidos y la lucha contra la pobreza; comunidades en las que se impliquen los niños, los jóvenes, los adultos, y los diferentes grupos y movimientos de las mismas, para que se vayan articulando nuevas relaciones fraternales y gratuitas, que no estén mediatizadas por la lógica del mercado del beneficio, y para que en cada curso pastoral se planifique comunitariamente un proyecto de intervención en la acción caritativo-social, que incida tanto hacia el interior de la comunidad como hacia fuera de ella. De esta manera, estamos animando a todo el pueblo de Dios a que sirva a los pobres de forma integrada. Para llevar a cabo la planificación, coordinación, ejecución y evaluación de este proyecto se requiere un equipo en cada comunidad (el equipo de Cáritas), que sepa acompañar, formar, sensibilizar y alentar a la comunidad para poder lograr lo programado. La articulación y planificación de esta pastoral hay que hacerla desde la inserción y conocimiento de la realidad; es decir, vivir y desarrollar la catolicidad desde lo particular y concreto. Por eso, son muy necesarias las comunidades parroquiales como expresión de la diaconía de la Iglesia local en lo inmediato. “Dado que la Iglesia local a veces queda lejos para los hombres y mujeres, la parroquia aparece como el oído, la boca y el corazón de la Iglesia en la inmediatez, la proximidad, la cercanía y la humanidad. Es el oído atento que escucha el clamor de su pueblo, es la boca que anuncia o denuncia la esperanza o la injusticia, es el corazón que comparte los desgarros y se siente movido a la solidaridad… La parroquia es la diaconía eclesial que unas veces vive el martirio y otras la profecía; que anuncia la reconciliación, se hace samaritana y expresa la solidaridad; y que siempre mira más allá, hacia su meta escatológica”55. El desafío que tenemos al articular la pastoral caritativo-social desde lo concreto es el de saber conjugar la atención a lo particular, la encarnación en el territorio, el respeto a las distintas identidades raciales, culturales, políticas con el horizonte de la mundialidad. Pensar globalmente, actuar localmente. Tendremos que planificar esta pastoral desde una ética global que abrace a toda la humanidad, dentro del respeto a las legítimas y necesarias diferencias. Plantear la acción contra la pobreza más allá de los límites del propio lugar donde vivimos la fe, es decir, plantearse la

55.  E. Bueno de la Fuente. R. Calvo Pérez, La Iglesia local. San Pablo, Madrid 2000, 146.

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pobreza tal como existe a lo largo y ancho del mundo. No podemos permanecer impasibles ante la situación de los países en vías de desarrollo, nuestras Iglesias deben vivir en comunión y solidaridad con las Iglesias y pueblos más pobres. Y en lo particular y concreto se nos exige “convivir con” y “estar entre” las personas a quienes servimos. Pero la sola inmersión no basta. No sólo hay que “estar con”; también hay que “estar para” hacer propia la causa de los excluidos. Esto significa que hay que mirar la realidad social con los ojos del pobre; que hay que organizar la propia vida y la vida social “desde el lugar del pobre”. La Sollicitudo Rei Socialis nos recuerda que “nuestra vida diaria, así como nuestras decisiones en el campo político y económico, deben estar marcadas por la realidad de la pobreza”56.

2.2. Una pastoral caritativa humanizadora y gratuita57 Entre los elementos que constituyen la esencia de la caridad cristiana y eclesial, el Papa Benedicto XVI, plantea como primer requisito fundamental “la competencia profesional, pero por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial”58. Ciertamente la caridad es un hábito del corazón que comienza su andadura en el simple hecho de prestar atención desde el corazón59, dejarse afectar, interesarse por los otros, cargar con la realidad para poder encargarse de ella. No actuamos sólo como buenos profesionales, actuamos desde el amor, con ternura, con delicadeza y respeto, dejándonos afectar por los rostros concretos de las personas a las que acogemos en las comunidades. Este hábito del corazón nos lleva a conocer la situación del otro con sus sentimientos, y a ponernos en su lugar, reconociéndole su dignidad y buscando el bien del otro. La solidaridad no es sólo compasiva, sino que es dignificadora, rompe el anonimato. Los que sufren tienen nombre, tienen historia, tienen vida. Y al entrar en el mundo del sufrimiento, se observa que está habitado por personas concretas. No son números, ni clientes o simples beneficiarios, son personas a las que la exclusión les ha impactado en lo más profundo de su persona.

56.  Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, 42,4. 57.  Cf. Deus caritas est, 31. La caridad de Cristo nos apremia, 16. 58.  Deus caritas est, 31, a. 59.  Cf. Deus caritas est, 31, a.

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Este salir al encuentro de los pobres y excluidos es un camino diferente al que estamos acostumbrados en exceso, quizá ambientados en el sentir posmoderno, a que sólo encontremos a Dios en lo bonito y en lo bello, perdiendo de esta manera la posibilidad de encontrarlo en el hombre roto pendiente de una cruz, a contemplarlo y mirarlo en la cruz. “El programa del buen Samaritano, el programa de Jesús, es un ´corazón que ve´. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia”60. Quien es capaz de hacer este ejercicio de contemplación sabe que lo estéticamente feo, puede ser lo más bello-existencial. Y no es que se trate de dejarnos fascinar, sin más, por lo roto del mundo. Eso podría constituir un sentimiento de morbosidad malsana, que incluso podría rayar en la idolatría. Se trata de redescubrir, tal cual, “el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Cuando nos situamos ante las personas excluidas desde esta dimensión contemplativa, vemos a personas con problemas y no problemas de personas, pues, detrás de lo que la persona pide y necesita, está, como comentaba anteriormente, una historia personal y familiar, una trayectoria de vida, un entorno familiar, social, económico, relacional, instituciones por las que ha pasado… Por esta razón hay que escuchar no sólo la demanda que plantea y qué ayudas recibe de otras instituciones, sino sobre todo ¿cuáles son sus “heridas”?, es decir, lo que más sufrimiento le está produciendo, ¿cómo vive esa situación?, ¿cuáles son sus sentimientos? Se requiere el respeto hacia el otro, valorando al otro como a uno mismo, acogiéndolo “sin condiciones”, acogiendo su presente, su pasado y su futuro, su modo de expresarse y de vivir. Esto implica no hacer juicios moralizantes, ni tener prejuicios ante el otro, sabiendo centrarnos más en lo positivo que en lo negativo de cada persona, detectando las posibilidades que posee para poder salir de la situación en la que se encuentra. Todo ello, hay que realizarlo con comprensión y empatía, que significa “ponerse en el lugar del otro”, lo cual supone un esfuerzo por comprender cómo piensa y cómo siente la otra persona, poniéndose en su lugar61. Por eso, como se dijo en la 60ª Asamblea de Cáritas Española: “la meta de nuestros procesos de acogida y acompañamiento no es tanto resolver los problemas de los pobres, cuanto darles confianza en sí mismos para que desarrollen su personalidad”62. La lucha contra la exclusión no podrá hacerse sin un trabajo desde lo más profundo de lo humano. Detrás de la exclusión siempre nos vamos a encontrar con personas que tienen una autoestima muy dañada, han perdido la confianza que es necesario restaurar. Trabajar con la exclusión y sus efectos requiere la reconstrucción de la comunidad y de parte del tejido más personal, ya que entre las medidas 60.  Deus caritas est, 31 b. 61.  Cf. Caritas Diocesana de Mérida-Badajoz, Cuadernos de Formación, La Acogida, Badajoz, 2009. 62.  Cáritas Española. 60ª Asamblea General. Cáritas en el proceso evangelizador de la Iglesia. p. 31.

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más urgentes –además de garantizar la renta mínima– está la reforma del modelo de intervención social para que incluya estas dimensiones63. Un modelo de intervención que ha de hacerse desde la ternura, valorando las riquezas de los pobres, haciendo que ellos se sitúen como receptores y donantes, a fin de que puedan desarrollar los dones que les han sido dados. Tarea inmensa la que poseemos pastoralmente en este campo de la exclusión, desarrollando una acogida humanizadora, totalmente gratuita y sin proselitismo. Benedicto XVI ha querido resaltar la gratuidad del amor tanto en su encíclica Deus caritas est como en Caritas in veritate. “El amor es gratuito; no se practica para obtener objetivos… Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar”64. “La ciudad del hombre no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión”65. La diaconía no debe reducirse a mero instrumento en función de otros objetivos pastorales considerados más importantes (como la catequesis o la frecuencia de los sacramentos). Pertenece de por sí a la misión pastoral de la Iglesia, y es signo y testimonio del Reino: “el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos, y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuando es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre él, dejando que hable sólo el amor”66. Hemos de recordar aquellas palabras de Pablo “si me falta el amor, nada me aprovecha”67. Si nos falta el amor, nuestras instituciones serán frías, sin alma, nos faltará entrega, ternura, paciencia y generosidad. Podremos conseguir una buena organización y planificación social, pero caeremos en la pura burocracia, en el “profesionalismo” sin motivación ni hondura cristiana. Deberemos vivir con una mística de la gratuidad, que tan bellamente se encuentra sintonizada por la expresión de Tagore: “La vida se nos dio y la merecemos dándola”.

63.  Fernando Vidal Fernández, en Fundación Foessa, Necesidades en red y políticas de presencia social, “Actuar ante la exclusión. Análisis, políticas y herramientas para la inclusión social”. Madrid, 2009. p. 275. 64.  Deus caritas est, 31 c. 65.  Caritas in veritate, 6. 66.  Deus caritas est, 31c. 67.  1 Cor. 13,3.

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2.3. Una pastoral profética, eficaz, libre y con encarnación en lo público El carácter de inmediatez de la pastoral de la caridad, del que habla el Papa en Deus caritas est68, no exime de una caridad, que ha de estar fundamentada en la verdad, en su compromiso por la justicia y el bien común, como expresa el mismo Benedicto XVI en Caritas in veritate: “Sólo en la verdad resplandece la caridad y puede ser vivida auténticamente. La verdad es luz que da sentido y valor a la caridad (…) Sin verdad, la caridad cae en un mero sentimentalismo”69. “El que está animado de una verdadera caridad es ingenioso para descubrir las causas de la miseria, para encontrar los medios para combatirla, para vencerla con intrepidez”70. Hay que diseñar y apostar por una sociedad alternativa. Cuando la caridad pierde su dimensión social o política tendemos a dar respuestas a la exclusión pero sin llegarnos a preguntar por ella. Ofrecemos respuestas asistenciales, itinerarios de inserción, prestaciones sociales, etc.; pero suelen ser acciones con un carácter muy paliativo71, desde una perspectiva muy asistencial centrada en el sujeto como paciente, sin plantearnos ni incidir en el tipo de modelo social y económico que sustenta y hace que la exclusión permanezca y crezca entre nosotros. Sin perder esa dimensión de atención inmediata el cristiano no puede limitarse a ejerce un papel de “tapagujeros” y de simple “reparador”; no se ha de quedar solamente en aliviar las contradicciones del sistema social, es necesario crear estructuras solidarias y remover las causas del sufrimiento, implicándose en la transformación de los mecanismos estructurales que producen marginación72. La caridad política promueve el bien común a través de la acción en las estructuras e instituciones. Su finalidad no es otra que el desarrollo del Reino de Dios en la historia, la búsqueda de la justicia, la paz y el bien común de cada una de las personas y de la sociedad. Con palabras de los obispos españoles, “se trata más bien de un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás

68.  “La caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación” 31 a. 69.  Caritas in veritate, 3. 70.  Caritas in veritate, 30. 71.  Cf. José Lagua, ¿De la liberación a la inclusión? Cuadernos Cristianisme i Justicia, 127, (Septiembre 2004). 72.  Cf. Joaquín García Roca, Solidaridad y Voluntariado. Sal Terrae. Presencia Social. Santander, 1994, 69-72.

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hombres, considerados como hermanos, a favor de un mundo más justo y más fraterno con especial atención a las necesidades de los más pobres”73. En nuestras comunidades hemos de formar laicos con una opción clara por la dimensión socio-política de su fe, laicos más reflexivos y críticos, con competencia profesional y, con buena formación. La pastoral de la diaconía necesita hoy de un laicado organizado, capaz de estar en el mundo con una identidad cristiana y eclesial, con capacidad crítica, desarrollando la caridad en su vertiente social o política74. Se requiere un laicado que no privatice la fe, reduciéndola al puro ámbito de lo privado e íntimo. Ciertamente la fe no se agota totalmente en lo social, sino que lo atraviesa, proyectando un sentido último del hombre y de la historia. Pero no es legítimo privatizar la fe separándola de la política (el bien común), posición que se está adoptando tanto desde sectores de la derecha como de la izquierda, posición que ha llegado a mantenerse en otros tiempos a partir de una errónea fundamentación teológica. En orden a la formación de la conciencia política de los cristianos, la Iglesia no puede ni debe proponer un proyecto político, ni una filosofía política, ni unas estrategias políticas de cristianos y para cristianos. Tal cosa estaría en contra de su razón de ser y del Evangelio, así como la autonomía política de cada cristiano. La Iglesia propone y aporta lo que le es propio: la fe, las actitudes que ella genera y los criterios de discernimiento que en ella están implícitos, para que sea el propio cristiano, en el seno de la comunidad, el que valore, desde ellos, todo aquello que se le ofrece en la sociedad, y sea el mismo quien, con la ayuda de la Iglesia, establezca su propia coherencia. De lo que se trata, es de que el cristiano ponga en armonía su fe con su proyecto y actuación política, sin partir de un proyecto político cristiano, que no existe, sino estudiando si, desde el punto de vista cristiano, los planteamientos y programas políticos de la sociedad son acordes (o en qué sí y en qué no) o no con la fe. Y esto nadie lo puede hacer por uno. Es cada cristiano, eso sí, eclesialmente, el que construye y desarrolla su conciencia cristiana. La pastoral de la diaconía no deberá articularse ni organizarse, por tanto, al margen de la formación de un laicado, que asuma como propio y peculiar suyo lo secular75, que conciba lo temporal como lugar teológico, siendo “Iglesia en el mundo”. En este sentido, deberemos preguntarnos cómo se estructuran, se forman y se educan los laicos en los grupos cristianos de nuestras comunidades a fin de 73.  CEE, Los católicos en la vida pública, 61. 74.  Cf. ibíd., 60. 75.  Cf. LG 31.

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que ejerzan su actividad evangelizadora en la vida pública, es decir, “en el dilatado y complejo mundo de la política, de la realidad social, de la economía; así como también de la cultura, de la ciencia y de las artes, de la vida institucional, de los órganos de comunicación social; y también de otras realidades particularmente abiertas a la evangelización: como el amor, la familia, la educación de los niños y de los adolescentes, el trabajo profesional, el sufrimiento”76. La Comisión Episcopal Española, en su guía-marco de formación de laicos, nos plantea la necesidad de hacer una opción por un laicado adulto y militante, un laicado que integre y conecte fe-vida, que desarrolle la secularidad, viviendo el carácter ciudadano y social de la persona: familia, trabajo, política, economía, cultura…, y todo a través de una pedagogía de la acción, que ponga en relación lo que se vive y se hace con la fe y ésta con la vida, de modo que se pretenda dar forma cristiana a nuestra conciencia y existencia humanas y lograr un proyecto de personas libres y solidarias. Ahora bien, la formación del laicado deberá tener muy presente desde qué concepción de la sociedad y de la persona se parte, pues la concepción de exclusión viene asociada también al modo contemporáneo de entender la sociedad y la persona. Será necesario redescubrir la dimensión ética y el parámetro humano interior de todo progreso y de todo desarrollo, como nos ha puesto de manifiesto Caritas in veritate. El auténtico desarrollo debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Se necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo, sobre los cuales construir un futuro mejor, subrayando que no basta progresar sólo desde el punto de vista económico y tecnológico, ya que el desarrollo necesita ser ante todo auténtico e integral. Las medidas de intervención con respecto a la exclusión desde una pastoral de la caridad han de responder, por tanto, a dos registros básicos. Por una parte, las que se orientan desde la gratuidad a capacitar al individuo para asumir un papel propio y autónomo en su contexto vital; su finalidad es crear individuos autónomos e independientes, y las medidas se dirigen a apoyar al individuo. Por otro, las que se orientan a modificar tanto la sociedad, para hacerla accesible, como sus reglas de juego económico y social, a fin de aprovechar todas las energías de los miembros que la componen. Su finalidad básica es crear una sociedad accesible, adaptada al individuo, una sociedad reconciliada, que sepa vivir en la interculturalidad, y vaya creando una globalización solidaria, en la que “el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad. Pues el hombre es al autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”77. Son medidas en las 76.  Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 70. Cf. CEE, Cristianos laicos, Iglesia en el mundo, 45. 77.  Caritas in veritate, 25.

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que será necesario conjugar la asistencia inmediata (no el asistencialismo) con la promoción, liberación e intervención social, medidas que requieren de una caridad en el ámbito personal y en el político o social. De esta manera, esta pastoral posee una fuerte dimensión profética en cuanto propone, anuncia, un nuevo modelo de sociedad, una nueva humanidad, y denuncia las estructuras de pecado que hoy están sustentando la exclusión y las desigualdades existentes. Propone el nuevo proyecto del Reino de Jesús de Nazaret, el proyecto del Padre Dios, queriendo crear una nueva fraternidad basada en la filiación. Hacer posible una nueva creación sin muros ni desigualdades, sin exclusiones ni pobrezas. Soñamos con esa nueva utopía, y trabajamos para que la utopía se haga topía. Y nos arriesgamos a denunciar las barreras y obstáculos que impiden hoy crear esta nueva humanidad, a sabiendas de las incomprensiones y rechazos que hemos de afrontar. Eso sí, nuestra denuncia no será demagógica, la haremos con las actitudes, medios y fines propios del Evangelio. Es una denuncia realizada a través del propio ser, estilo de vida y acción de la misma comunidad.

2.4. Una pastoral de procesos, orgánica e integral No todas nuestras comunidades están formadas lo suficientemente para poder desarrollar en toda su amplitud esta pastoral. Tenemos grandes déficits en el campo de la concepción de esta pastoral, en la transversalidad e interrelación de esta mediación pastoral con las otras mediaciones eclesiales, en la formación del laicado en su dimensión más propia y específica, en la organización de esta pastoral, y en la falta de voluntarios, que integren un grupo de animación y coordinación de la diaconía eclesial. Deberemos ir dando pasos en dos direcciones concretas. La primera hacia el interior de la comunidad: –En el plan pastoral de la Iglesia diocesana, y más en concreto, en la parroquia, deberá quedar muy bien perfilado cómo se va a integrar y relacionar esta pastoral con las otras mediaciones pastorales, y cuáles van a ser los criterios de esta pastoral, así como los objetivos y las acciones a conseguir en el desarrollo de esta pastoral de la diaconía. –Sensibilizar a los cristianos, a través de todas las mediaciones eclesiales, respecto a la dimensión social del Evangelio. Hay que superar el intimismo religioso, y la dualidad fe-vida. Como anteriormente hemos expuesto, deberemos revisar los contenidos de la iniciación cristiana, y los proyectos de formación del laicado, para ver cómo esta dimensión social está plan-

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teada en los contenidos de los diferentes planes formativos. Los obispos españoles en su documento Los católicos en la vida pública y en Cristianos laicos, Iglesia en el mundo, insisten sobremanera en la formación social de los cristianos, en la vertiente pública de la fe. Plantean que “la ayuda que las comunidades cristianas ofrece de manera general para vivir la dimensión social y pública de su compromiso no es suficiente. Es necesario ofrecerles otras oportunidades de formación y acompañamiento más especializadas que respondan a las características propias de los ambientes, profesiones u otras peculiaridades socio-culturales”78. Por eso ven que “sería especialmente útil la promoción de cursos de formación básica para la capacitación de seglares vocacionados a la vida pública”79. –Informar, y dar a conocer a la comunidad de la situación concreta de los pobres de nuestro entorno, y de aquellos que se encuentran fuera de nuestro territorio, ya sea en otros barrios o pueblos, o en otros países y continentes. Ayudar a ver y descubrir las formas clásicas y las formas nuevas de pobreza o exclusión. García Roca hablando del déficit de fraternidad en la cultura satisfecha, plantea la triple fragilidad que vive la solidaridad en nuestros días: “Es débil la solidaridad espacial que afecta a los que están físicamente lejos, pertenecen a otras nacionalidades o viven en otros países; es débil la solidaridad temporal que afectan a los que están ausentes o pertenecen a otras generaciones; asimismo, es débil la solidaridad social que afecta a los perdedores o a las victimas. En el imaginario social vigente, la experiencia del Dios de Jesús sangra por la desafección con los lejanos, con los ausentes y con las víctimas”80. Será necesario cultivar una espiritualidad de la comunión, que nos permita salir de nosotros, e integrar y acompañar a aquellos que han sido orillados por la sociedad. –Sensibilizar a los cristianos en la obligación que tenemos de compartir: lo que somos y lo que tenemos; tiempo, trabajo, cultura, dinero, bienestar, etc.; nuestra esperanza y nuestra disponibilidad. Se trata de llevar a cabo una revolución antropológica y cultural, sembrando en el corazón humano y en la convivencia social los valores de la gratuidad, la paz, el amor, la misericordia, la solidaridad, la justicia, el perdón, la libertad, el compartir… frente a los del afán de tener, ganar, poder, etc. Es entrar en la lógica de la gratuidad, como expresa Benedicto XVI. Y una de las maneras concretas de ir educando en la “puesta en común de bienes” es que cada comunidad, en coordinación 78.  C.V.P. 184. 79.  Ibíd., 188. 80.  Joaquín García Roca, Exclusión social y contracultura de la solidaridad. Ed. HOAC, Madrid, 1998, 263.

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con Cáritas Diocesana, asuma, en la medida de sus posibilidades, el presupuesto de un proyecto social. En cuanto a la colecta litúrgica hay que decir que la colecta sigue teniendo sentido, sobre todo si se plantea como se hizo en los inicios de la Iglesia: junto a la Palabra que se proclama, junto al misterio de la actualización o presencialización de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, la comunidad que vive la eucaristía entrega algo de su vida para los que son “sacramento de Cristo”. De esta manera se puede dar a la liturgia su sentido último de solidaridad de los cristianos con los necesitados, a la luz de la entrega de Cristo, del Señor que da su vida por nosotros, por todos los hombres, por el perdón de nuestros pecados. “Puesto que la eucaristía es comunión con el Cristo total, el que se acerca al banquete sagrado se compromete a recrear la fraternidad entre los hombres. Fraternidad imposible, si cada uno permanece encerrado en sus cosas e intereses… Los comensales de la cena del Señor estamos llamados a vivir y actuar de acuerdo con lo que celebramos. Y esto supone desarrollar una verdadera espiritualidad de la comunión”81. –Diseñar y desarrollar, a partir de un análisis certero de las nuevas pobrezas o exclusión, algún proyecto social que responda a las necesidades detectadas, cuidando su carácter significativo, con acciones planteadas con calidad, y sin excesivo tecnicismo, huyendo de la frialdad organizativa. Se trata de tejer en el hoy, a través de compromisos concretos y de procesos concretos, la escatología del mañana. Vinculamos así la propuesta con la protesta. –Para llevar a cabo la organización, animación y coordinación de la pastoral caritativo-social es necesario crear una Cáritas, que sea una auténtica “diaconía” de la caridad. Una Cáritas que se estructure rompiendo los esquemas tradicionales de una caridad de pura beneficencia, y se desarrolle desde las estrategias y líneas de acción, asumidas en los últimos años por la Confederación de Cáritas Española. En segundo lugar, hemos de dar pasos hacia el exterior de la comunidad: –Crear un buen servicio de acogida en la comunidad, con los planteamientos anteriormente expuestos. Servicio en el cual los excluidos sean protagonistas de la misma acción social, y lleven a cabo medidas que se orienten a capacitar al individuo para asumir un papel propio y autónomo en su contexto vital; su finalidad básica es crear individuos autónomos e independientes. La acción con los pobres y excluidos quiere ser, aunque aún nos queda un largo camino por recorrer, una acción integral, cuyo sujeto fundamental sea siem-

81.  La caridad de Cristo nos apremia, 9.

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pre la persona humana, no sólo en su dimensión individual, sino sobre todo en su potencialidad participativa y en su capacidad de actuar en grupo. –Colaborar y trabajar con las redes sociales existentes, asociaciones y organismos públicos y privados, reconociendo cuanto de bueno se halla en el actual dinamismo social82. Las “redes” son formas de interacción social, definida como un intercambio dinámico entre personas, grupos e instituciones en contextos de complejidad. Un sistema abierto y en construcción permanente que involucra a conjuntos que se identifican en las mismas necesidades y problemáticas y que se organizan para potenciar sus recursos. A través de las redes se permite abordar y desarrollar mejor la solución para los problemas comunes, se crean lazos de cooperación, se potencian los recursos y se divulga la información. La coordinación y colaboración con las redes hemos de hacerla sin perder la identidad que nos moviliza y que nos hace situarnos desde unos criterios concretos de acción. –Denunciar las situaciones de injusticia, ya que nuestro Dios es el defensor de los débiles, un Dios que ante la crueldad y el abuso de los fuertes siempre nos está preguntando: “¿Dónde está tu hermano?”. La denuncia tiene una doble finalidad: defender al inocente y convertir al culpable. Sin demagogias ni identificaciones partidistas, y desde un profetismo sencillo y evangélico, pero no ingenuo ni simplista83. Hemos de defender la inviolable dignidad de la persona humana, y denunciar cuanto va contra el respeto de la dignidad de la persona humana; la libertad y la igualdad de las personas, y cuanto va contra los derechos humanos84. Denunciar las consecuencias de la lógica de un mercado salvaje, la exclusión y pobreza existentes, las situaciones que vulneran la dignidad del trabajador, como el paro, la economía sumergida, el empleo precario, etc. y todo cuanto vaya contra los derechos individuales y sociales; y la explotación tecnológica desenfrenada de la tierra. Denunciar el modelo económico, antropológico y cultural, que está generando una sociedad desigual e insolidaria. Por eso, hemos de apostar por un modelo social nuevo, recreando el sentido profético de la vida en el interior de la comunidad, con el fin de inducir alternativas que reviertan la historia, promover procesos liberadores y crear resistencias ante el modelo social vigente. Siempre hemos de preferir el anuncio a la denuncia, y ésta no puede prescindir de aquél, que le brinda su verdadera consistencia y la fuerza de su motivación más alta85. 82.  Cf. GS 42. 83.  Cf. La Iglesia y los pobres, 53. 84.  Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Madrid, 2005, p. 13-79. 85.  Cf. SRS, 41.

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3.  Conclusión La pastoral de la diaconía, de la que hemos hablado en este artículo, no podrá realizarse sin una concepción de la Iglesia en diálogo y servicio gratuito al mundo; Iglesia que compadece y se hace samaritana; Iglesia profética y de mediación; Iglesia secular, pobre, casa acogedora para los pobres; Iglesia libre, con capacidad para resistir ante los poderes económicos, políticos y sociales, y liberadora (apostando por el desarrollo y la liberación integral de todo el hombre y de todos los hombres); Iglesia de la fraternidad y la filiación. Es la Iglesia que nos dibujaba la Lumen Gentium y la Gaudium et Spes al presentárnosla como Iglesia Pueblo de Dios, sacramento universal de salvación. La pastoral de la diaconía necesita de una nueva evangelización, necesita de una Iglesia metida en el mundo al servicio del Reino de Dios, que evangeliza desde los signos de la compasión, la sanación, la vida y la solidaridad del Reino; una Iglesia que evangeliza desde unos cristianos empeñados en transformar la humanidad desde las claves del Reino, convirtiéndose en conciencia de la humanidad, denunciando fracasos y anunciando esperanzas; una Iglesia en la que los cristianos viven con identidad cristiana y eclesial en sus propios ambientes, celebran su fe comunitariamente, y caminan por la vida con los ojos bien abiertos, para detectar dónde están los más pequeños, los más pobres y excluidos, con los que hay que estar en permanente comunión y solidaridad; una Iglesia que se organiza para servir y amar eficazmente; una Iglesia que evangeliza desde el testimonio, en apertura y referencia total a la persona de Jesucristo, al que anuncia como portador de la Buena Noticia de salvación y liberación de la humanidad; una Iglesia que evangeliza con esperanza y no deja de soñar por anticipar en el hoy el proyecto del Reino de Dios; una Iglesia que construye una historia esperanzada en un mundo amenazado. La opción preferencial por los pobres podrá quedarse en un discurso tranquilizador de conciencias que luego se olvida, si esta opción no se plasma en una pastoral de la diaconía, inserta en la estructura, organización y funcionamiento de la misma Iglesia.

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3. Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres Jorge García Gómez Párroco de Jesús Obrero (Salamanca)

Resumen: La vivencia de la caridad es lo único que nos identifica con Cristo y al mismo tiempo lo que le hace presente en medio del mundo. Si realmente esta es nuestra identidad como cristianos: ¿Cómo vivirla dentro de la Iglesia? Y desde esta comunidad a la que pertenezco: ¿Cómo vivirla en medio del Mundo? Para responder a estas preguntas tenemos que adentrarnos en el lugar donde Jesús ha querido dejar perpetuado el acto de entrega, la eucaristía, para lo cual, el autor reflexiona cinco momentos eucarísticos: el acto penitencial, la palabra, la liturgia eucarística, la comunión y podéis ir en paz. Si obramos desde el dinamismo eucarístico nuestro actuar irá transformando la realidad de pobreza y muerte en realidad de vida. Y hacer de nuestra vida una vida eucarística pasa por vivir la comunión dentro de la comunidad: la caridad en comunión, segundo apartado del artículo. La comunión que lleva a todos sus miembros a ser testigo de lo que celebra anunciándolo 58

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con la palabra y la vida en medio del mundo. La articulación entre anuncio y acción, entre palabra y obra será posible en la medida en que la Iglesia sea una auténtica casa y escuela de comunión Finalmente, Cáritas no es en la diócesis una organización carismática optativa que, desde fuera, se pone al servicio; ni una sucursal de una organización supradiocesana. Es, más bien, un ministerio pastoral con el que el obispo promueve y garantiza autorizadamente la responsabilidad de su Iglesia particular en la promoción, armonización y actualización de un dinamismo irrenunciable de la Iglesia que preside: La acción socio-caritativa, como parte esencial de la acción evangelizadora junto al ministerio de la Palabra y la acción Litúrgica. Palabras clave: caridad, eucaristía, comunión, ministerio pastoral. Abstract: The experience of charity is all that identifies us with Christ, while making Him present in today’s World. If this is truly our identity as Christians, how can it be experienced within the Church? And from this community to which I belong, how can it be experienced in today’s world? To answer these questions we must enter the place where Jesus chose to perpetuate the act of deliverance, the Eucharist, for which the author considers five Eucharistic moments: the act of penitence, the word, the Eucharistic liturgy, the communion and go in peace. If we operate from the dynamics of the Eucharist our actions will transform the reality of poverty and death into the reality of life. And making our life a Eucharistic life means experiencing communion within the community: charity in communion, the second section of the paper. Communion that makes all its members witnesses of what is being celebrated, announcing it with the word and life in today’s world. The link between announcement and action, between word and works will be possible to the extent that the Church is a true house and school of communion. Finally, Cáritas at the diocese level is not an optional charismatic organisation made available from outside; nor is it a branch of a supra-diocesan organisation. Rather, it is a pastoral ministry with which the bishop promotes and safeguards with his authority the role of his own Church in promoting, harmonising and updating a nonrenounceable dynamic of the Church that he presides: social and charity action as an essential part of the spreading of the Gospel together with the ministry of the Word and liturgical action. Key words: charity, eucharist, communion, pastoral ministry.

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1. Jesús permaneciendo en el amor del Padre es fuente de amor “En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor’. Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: ‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.’ ”1 La finalidad de la obra de Lucas es recordar a los creyentes de las comunidades de lengua griega sus raíces y su referencia a Jesús. En este texto en concreto, Lucas va a presentar el programa que Jesús se propone realizar en medio de los hombres, como una propuesta de liberación dirigida a todos los oprimidos. El punto de partida es la lectura del texto de Is 61,1-2. Ese texto presenta a un profeta anónimo que, en Jerusalén, consuela a los exiliados, como un “ungido de Dios”, que posee el Espíritu de Dios; su misión consiste en gritar la “buena noticia” de que la liberación ha llegado al corazón y a la vida de todos los prisioneros del sufrimiento, de la opresión, de la injusticia, del desánimo, del miedo. Lo que es más significativo, sin embargo, es la “actualización” que Jesús hace de esta profecía: él se presenta como el “profeta” que Dios ungió con su Espíritu, para realizar esa misión liberadora. El proyecto liberador de Dios va dirigido a los hombres prisioneros del egoísmo, de la injusticia y del pecado; comienza, por tanto, y se realiza a través de la acción de Jesús (“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”, v. 21). A continuación, Lucas va a describir la actividad de Jesús en Galilea como el anuncio (con palabras y gestos) de la “buena noticia” dirigida preferentemente a los pobres y marginados (a los leprosos, a los enfermos, a los publicanos, a las mujeres), anunciándoles que ha llegado el fin de todas las esclavitudes y un tiempo nuevo de vida y de libertad para todos. Lucas anuncia también, en este texto programático, el camino futuro de la Iglesia y las condiciones de su fidelidad a Cristo. La comunidad creyente ha de 1.  Lc.4 16-21.

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tomar conciencia de que su misión es la misma que la de Cristo, que consiste en llevar la “buena noticia” de la liberación a los más pobres, débiles y marginados del mundo. Ungida por el Espíritu para llevar a cabo esta misión, la Iglesia realiza el seguimiento de Jesús. Cáritas nos recuerda la fidelidad de la comunidad a esta misión liberadora ya que la última razón de su existencia es ser expresión del amor preferencial por los pobres. Para esto surge en la Iglesia del encuentro de dos motivaciones: la histórica y la teológica: –Hay Cáritas junto a los pobres y personas que sufren: motivación histórica –Hay Cáritas, ante todo, porque el Espíritu del Padre, que ungió al Hijo para anunciar el evangelio a los pobres, sigue suscitando en la Iglesia el amor a los pobres: motivación teológica. En Jesucristo coinciden lo histórico y lo teológico. El cristianismo supera el dilema permanente y el drama de todos los tiempos: o Dios o el ser humano. Cáritas está llamada a superar en Cristo la disociación entre el amor a Dios, invisible, y el amor a los pobres, excluidos e ignorados, que ha de ser visible e inteligible para todos los seres humanos.2 Para hacer realidad esta afirmación hemos de contemplar el amor que Dios ha manifestado al hombre por medio de su hijo quien permaneciendo en el amor del Padre es fuente de amor, así el discípulo de Jesús permaneciendo en el amor es fuente de amor para los demás. Aquí se unen los dos polos el amor a Dios al que no vemos y el amor a los hermanos a los que podemos ver. En la introducción de Deus Caritas Est, Benedicto XVI deja claro que el amor es una manifestación de Dios, que, en la persona de Jesús, se convierte en don para el hombre. Hablamos, por tanto, de un amor que no es puro sentimiento, ni tampoco se puede resumir en pura solidaridad, aun sabiendo todo el desarrollo que Juan Pablo II hace de esta palabra en sus muchos escritos. Es una realidad que encierra en sí toda una pedagogía que hace salir al hombre de sí mismo hacia la liberación en la entrega del Sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aun, hacia el descubrimiento de Dios3. Cuando Cristo resucita no es reconocido por su físico. Se hace presente en medio de la comunidad y todos parecen haber visto un fantasma hasta que él 2.  Documento “La Identidad de Cáritas” Aprobado en la 52 Asamblea de Caritas Española. (Pg. 16). 3.  Deus Caritas Est (DCE) Nº 6.

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revela su identidad. En el capítulo 20 versículo 20 de San Juan leemos: “les enseño las manos y el costado”. Estas son las señales de su amor y entrega, de caridad y donación por las que la comunidad reconoce a Jesús vivo y presente en medio de ella. Hacerle presente en el mundo pasa por la experiencia de amor y donación de mi yo respecto a la comunidad y de la comunidad respecto al mundo para que el otro tenga vida y la tenga en abundancia. Ser cristiano significa encontrarse con una persona concreta que es Cristo, Camino que nos lleva a la verdad de la vida en Dios, que nos ha recreado desde el amor, dándose a sí mismo, situándonos en el mundo para dar respuesta a ese don con el que él sale a nuestro encuentro.4 Así responderemos cuando estemos ante el Padre a la única pregunta que nos hará: ¿cuánto has amado? Nos dirá venid benditos de mi padre y sentaros a la mesa que he preparado para vosotros, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me distes de beber, fui forastero y me hospedaste, estuve desnudo y me vestiste, en la cárcel y viniste a visitarme. ¿Pero cuándo señor? Cada vez que lo hiciste con uno de estos tus hermanos lo hiciste conmigo5. La vivencia de la caridad es lo único que nos identifica con Cristo y al mismo tiempo lo que le hace presente en medio del mundo. Si realmente esta es nuestra identidad como cristianos: ¿Cómo vivirla dentro de la Iglesia? Y desde esta comunidad a la que pertenezco: ¿Cómo vivirla en medio del Mundo? Para responder a estas preguntas tenemos que adentrarnos en el lugar donde Jesús ha querido dejar perpetuado el acto de entrega, me refiero al sacramento de la eucaristía. Si entendemos bien lo que en ese sacramento acontece y anticipa, nos va a dar las claves para realizar nuestra vida desde la identidad que nos fue dada en el bautismo y que es recreada cada vez que nos sentamos en la mesa del Reino.

4.  DCE, nº 1: “Hemos creído en el amor: Así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva”. “Y, puesto que Dios nos ha amado primero (Cf. 1 Jn. 4,10) ahora el amor ya no es sólo un mandamiento, sino la respuesta al don de amor, con el cual viene a nuestro encuentro”. 5.  Mt 25, 31-46: En este texto Mateo expresa el juicio de Dios fundamentado en las obras de misericordia y no desde acciones excepcionales.

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2.  Cinco momentos eucarísticos 2.1. Acto penitencial Reconocer el pecado es reconocer las propias limitaciones a la hora de hacer realidad el don que he recibido del Padre. Es reconocer las dificultades existentes para vivir los valores del Reino y al mismo tiempo la esclavitud que parte de las estructuras del mundo. Pero también es reconocer las limitaciones de poder salir por uno mismo de esa situación en la que me veo envuelto por el pecado desde su triple dimensión: estructural, existencial y moral. Es cierto que el pecado tiene una gran carga moral, pero no es menos cierto que el actuar desde una moral determinada define mi existencia en el mundo en el cual estoy insertado y en el que participo en sus estructuras que generan pobreza, exclusión y sufrimiento. Si admitimos que la gran consecuencia del pecado es la esclavitud que nos lleva a la muerte, lo que nos tenemos que plantear es cómo encaminar la vida desde la libertad que el hombre recibe gratuitamente. Cuando nosotros (mi generación) fuimos educados en la escuela se nos decía que la libertad de uno termina cuando comienza la libertad del otro. Para nosotros esto, por así decirlo, se convirtió en un principio moral por el que ejercíamos el respeto al otro que tiene el derecho a su libertad. Ahora bien, si nos fijamos en lo que Jesús revela en la escritura, esto no es tan cierto. Dios no pone límites a la libertad. Fijémonos en la parábola del hijo prodigo y nos daremos cuenta rápidamente que en el reparto que el padre hace de la herencia a petición del hijo, el padre está respetando la voluntad del hijo, de alguna manera le está dando la libertad que el hijo pide al padre. Pero, ¿de qué libertad hablamos? La libertad que el hijo quiere vivir es la del puro arbitrio, aquello que permite hacer lo que uno quiere con su ser y con lo que tiene sin dar cuentas a nadie. En la parábola vemos como esta ansia de libertad le lleva a vivir sólo para sí mismo y esto tiene una consecuencia trágica ya que en el fondo vive una gran mentira que le lleva a la soledad más radical y a poner en juego la dignidad de ser persona6.

6.  Lc 15,15-17: Para los judíos, el cerdo es un animal impuro; ser cuidador de cerdos es la expresión de la máxima alienación y el mayor empobrecimiento del hombre. El que era totalmente libre se convierte en un esclavo miserable (comentario tomado de Jesus de Nazaret; Benedicto XVI; Pag. 246).

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En este intento de búsqueda de la felicidad desde una mala concepción de la libertad, se encuentra con el sufrimiento que brota de sus propios actos. Aquí se enmarca la consecuencia del pecado producido por una ruptura, la de la filiación, que conlleva una doble dimensión. Por una parte la del hijo que rompe con el ser hijo para vivir desde el yo y esto provoca en el padre no poder ejercer la paternidad para con su hijo. Este aspecto es importante porque como veremos más adelante el amor que estamos llamados a vivir es el mismo amor del Padre: “Amaos como yo os he amado”. Esto no es posible sin la dimensión de filiación por la que el padre manifiesta su amor a través de sus hijos. La verdadera libertad, por tanto, no está en poner límites ya que no termina en el otro si no que realmente toma su dimensión verdadera cuando se adhiere a la del otro y juntos disciernen la verdad que les lleva a la libertad.Yo no seré verdaderamente libre mientras mi hermano no lo sea. En esta parte de la misa se nos hace una invitación a volver la mirada a la Cruz de Cristo que es el acto de redención en el que se restablece la unidad que se refleja en la comunidad mundial de los creyentes7. En ella se rompe el círculo en el que la persona se ve envuelta y del cual no puede salir por sus propias fuerzas. Es la mirada dirigida a la verdad del amor como acto oblativo para trasformar la realidad de muerte en vida: contemplamos así la realidad de lo que es Dios para sus hijos: “Dios es amor” y desde esta mirada el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar8. Se produce por tanto una vuelta a Dios, al Padre que sale al encuentro para ponernos de nuevo el “mejor traje” que es el vestido de hijos. Pero al mismo tiempo se produce una vuelta al prójimo y desde el perdón de las ofensas y las deudas se abre un amplísimo y dramático campo de trabajo para trasformar las deudas en perdón, las ofensas en abrazo, el hambre en pan, la violencia en paz…9

2.2. La palabra Pues bien, esa vida que ha sido vestida con el traje de la gracia por la misericordia del Padre, y de nuevo es situada en la unidad con los hermanos, es iluminada por la palabra de Dios para encaminarla desde la comunidad a la felicidad a la que 7.  Sepe Salvi Nº 14. 8.  DCE Nº 8. 9  Is 1, 16-18: “Aprended a hacer el bien: buscad la justicia, restituid al agraviado, escuchad al huérfano, amparad a la viuda.Y después venid luego, dice Yavé, y haremos cuentas: aunque vuestros pecados fueran como la grana, como la nieve blanquearán”.

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está llamada. El texto de los dos discípulos que iban camino de Emaús me parece que refleja muy bien lo que quiero trasmitiros en esta parte de la liturgia. La escena nos sitúa delante de dos discípulos que se encuentran claramente tristes y desanimados. Abandonan la comunidad, que, de aquí en adelante, no parece tener ningún sentido y regresan a su pueblo dispuestos a olvidar el sueño que han vivido, a poner los pies en el suelo y afrontar de nuevo una vida dura y sin esperanza. En la secuencia vemos como entra un nuevo personaje: Jesús. Él se hace compañero de camino y se pone a conversar con ellos. El diálogo que se establece parte de un acontecimiento que Jesús explica desde la palabra de Dios. Cuando deja solos de nuevo a los discípulos se preguntan uno a otro: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino y nos explicaba las escrituras?” Esto es lo que acontece. El mismo Señor viene al encuentro para iluminar la vida de todos los que se han sentado a la mesa, para hacer que arda el corazón. Es, en esta parte de la misa, donde el yo queda interrogado por lo que estoy escuchando. Se establece una relación dialógica entre la palabra de vida que acojo y la vida personal que al mismo tiempo es vivida en relación con el otro. Es desde aquí desde donde uno ha de formularse las preguntas de su existencia y buscar las respuestas ante las situaciones trascendentes que afectan tanto a la persona como al pueblo al que pertenece. El acertar con la respuesta pasa por la actitud de María a la hora de dar respuesta al ángel cuando le anunció que iba a concebir al hijo de Dios: “Hágase en mí según tu palabra”. Esta actitud de acogida es la del ser orante que se deja interpelar por el amor para abrir su espíritu al otro dejando que Él siga haciéndose prójimo, para que nosotros podamos a su vez ser prójimos de los tirados al borde del camino. De este modo encarnar la palabra que recibo significa actuar desde la entrega y amor tomando el camino del servicio: “no he venido a ser servido sino a servir”. Significa ceñirme la toalla, llenar la jofaina de agua y ponerme a lavar los pies a todo aquel que se acerca dándole dignidad y libertad por el amor. He de salir al cruce de caminos para indicar al otro el camino de esperanza al cual está llamado. He de acercarme a los lugares de oscuridad y muerte para iluminarlos y pueda el Señor transformarlos en vida.

2.3. Litúrgia Eucarística “Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le fuerzan diciéndole: quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado. Y entró a quedarse con

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ellos. Y sucedió que cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron10.” No sólo reconocen que el compañero de camino es el Señor, es el momento en el que se les abre el entendimiento de todo lo que han escuchado. Es en la fracción del pan donde contemplamos a Cristo roto, colgado en el madero y atravesado por una lanza, pero al mismo tiempo, al Cristo vivo en medio de la comunidad, hacia el que todas las miradas se dirigen. Es aquí donde somos capaces de entender la gracia que Dios ha tenido con el hombre. Si en la muerte de Jesús todos estamos representados, en su resurrección hemos resucitado todos11. El asume mi yo y le da la oportunidad de salir por la puerta del aprisco, siguiendo al buen pastor que se pone delante y me conduce, por pura misericordia, al lugar que mi padre me tenía preparado. Se produce, pues, una trasformación de la persona. Dios por medio de su hijo nos capacita poder ser hijo de Dios. Es importante caer en la cuenta que lo que está aconteciendo no es algo del pasado, Dios sigue haciéndolo, el sacrificio que existió de una vez para siempre, se perpetúa en el tiempo y se realiza plenamente. La respuesta a este amor no puede ser otra que la de tomar el camino de Jerusalén, el camino de Galilea, para reintegrarme en la comunidad y encontrarme con el resucitado.

2.4. La Comunión “Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: es verdad, ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”12. La figura de Simón es la piedra sobre la que Jesús edifica la Iglesia que después será definida por San Pablo como un cuerpo. Es el cuerpo nuevo del resucitado, que anuncia al pueblo el tiempo nuevo que se inaugura en la resurrección.

10.  Lc 24, 28-32. 11.  Palabras tomadas de San Pablo que recitamos como acción de gracias en el prefacio II de Pascua. 12.  Lc 24, 33-34.

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Una vez que me he reencontrado con la comunidad, estoy capacitado para, junto con todos los que la forman, levantar la voz en alabanza al Padre como el mismo Jesús nos dijo que lo hiciéramos. Mi profesor de sagrada escritura, cuando estudiábamos el texto del Padre Nuestro, en plan de broma, nos decía que los discípulos cuando le piden a Jesús que les enseñara a orar es porque ven como el pueblo de Israel tenía el semá que les identificaba como pueblo de Dios, incluso los discípulos de Juan sabían cómo tenían que hacerlo y ellos no tenían nada que les identificara como comunidad de discípulos. No sé si es cierto pero es muy sugerente para empezar una catequesis sobre el Padre Nuestro como oración que nos identifica con un pueblo. Fijémonos que se utiliza durante toda la oración la primera persona del plural mostrando así toda una dimensión comunitaria ya que sólo formando parte del “nosotros”, de los hijos de Dios, podemos traspasar los límites de este mundo y elevarnos hasta Dios13. Sólo formando parte de la comunidad y viviendo en ella la comunión reaviva lo más íntimo de mi persona y sólo desde ese cuerpo nuevo me convierto en alabanza al Padre. En esa alabanza pedimos el pan necesario para todos y no sólo para mí. Después de habernos reunido en un cuerpo nadie de la comunidad pude pasar hambre. El pan se nos da como alimento del cuerpo y todos lo formamos, todos participamos de él por la gracia que el Padre ha tenido para con el hombre por medio de su hijo. Por eso aquellos que tienen lo deben compartir con el que carece de él, no por solidaridad, sino por justicia ya que no me pertenece a mí sólo. Después de la oración Jesús se nos da como pan de vida. Un pan que nos convierte en miembros de su cuerpo, en una sola cosa con Él. Así todos somos arrancados de nuestra identidad individual cerrada y somos colocados en otra más grande. Ya no estamos junto al otro, cada uno individualmente separado del otro, sino que ahora cada uno de los otros que comulga es para mí, por decirlo de alguna manera, “hueso de mis hueso y carne de mi carne”. Por esto Benedicto XVI en el Nº 14 de DCE dice: “La mística de este sacramento tiene un carácter social, porque en la comunión sacramental yo quedo unido al Señor como todos los demás que comulgan. La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega”.

13.  Benedicto XI, Jesús de Nazaret, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 2007. Pág. 161.

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2.5. Podéis ir en paz Estas palabras casi siempre son entendidas como que la misa ha terminado y a otra cosa, pero no es cierto, es un envío a hacer realidad por medio de nuestra vida lo que hemos celebrado en medio del mundo. Si la eucaristía es donación amorosa de Cristo mismo yo en la comunión le recibo a Él para que actúe por medio de mí. Nuestra respuesta a esta invitación no puede ser otra que la de entregar nuestra vida para que Él pueda, por medio de mi existencia, seguir encarnando la palabra de Dios en la historia. Es importante tener claro que el participar en la eucaristía implica una respuesta libre y consciente, a una invitación que se nos hace al encontrarnos con Cristo, que encarna la Palabra y que, por tanto, es acontecimiento salvífico, noticia que yo acojo.Y esa respuesta no es otra que la respuesta de amor al don del amor que sale a mi encuentro14. Participar en la eucaristía no se trata simplemente de acercarnos a un rito con más o menos implicación en la dinámica del mismo. Se trata de dejar que Cristo mismo transforme mi vida, es decir, que mi yo pueda morir a la realidad del pecado para que surja en mí una vida renovada a la luz de la gracia. Esta transformación me proporciona una identidad nueva y concreta con la cual yo entro en diálogo con el mundo y, por tanto, me sitúa de una manera concreta con la realidad con la que me encuentro a lo largo del camino de la vida. De esta manera, en el después, por medio de mi testimonio es como yo puedo hacer partícipes a los demás de lo que he celebrado en el rito. Así pues, si obramos desde el dinamismo eucarístico nuestro actuar irá transformando la realidad de muerte en realidad de vida. Si la pobreza surge por causa del pecado y éste lleva al hombre a la muerte nuestra tarea es entrar en diálogo con esa realidad para que el Señor la asuma y por medio de nuestro servicio la transforme y haga resurgir el yo de la persona y la sitúe de nuevo en el camino que le lleva a la vida. Así resurgirá la divinidad perdida, no del encuentro con mi persona, mero instrumento, sino del encuentro con el único que es capaz de hacer realidad aquello que nos parece imposible. Nuestro hacer reflejará aquello que somos y participa del hacer del otro que busca un bien común en el que todos nos vemos involucrados en procesos mutuos de crecimiento e interdependencia.

14.  DCE, Nº 1; “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.”

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3. La caridad en la Comunión Hemos visto como la eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. En ella no sólo recibimos de modo pasivo el “logos” encarnado, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega15. De este modo somos capacitados para vivir la caridad desde la comunión (Koinonía). Así encontramos la respuesta a la primera pregunta que nos hacíamos que no es otra que hacer de mi vida una vida eucarística y esto pasa por vivir la comunión dentro de la comunidad. Es desde esta comunión en Cristo como el yo se une al tú formando la Iglesia, y por consiguiente, la comunidad parroquial es expresión de esa Iglesia en el ámbito local. La comunidad parroquial ha de ser expresión de la comunión que lleva a todos sus miembros a ser testigos de lo que celebra anunciándolo con la palabra y la vida en medio del mundo. La articulación entre anuncio y acción, entre palabra y obra será posible en la medida en que la Iglesia sea una auténtica casa y escuela de comunión. De otra forma, la palabra y la acción tienden a cortarse de su hontanar divino y siguen caminos autónomos y paralelos. El anuncio y la acción brotan del amor divino. Así lo recuerda la palabra y la acción del enviado del Padre; así lo atestigua Corintios XIII. En el numero 20 de la encíclica Deus Caritas Est el Papa nos pone el ejemplo de las primeras comunidades tomando el texto de Hech. 2,44-45 donde se narra cómo se organizaron: entorno a las enseñanzas de los apóstoles, de la fracción del pan, de la oración y la comunión que se hacía práctica poniendo todos los bienes en común de tal manera que no hubiera ni ricos ni pobres. De este modo nos plantea el camino para resituar las comunidades parroquiales en la dinámica de la caridad como tarea imprescindible para hacer realidad el amor al prójimo enraizado en el amor a Dios. El mismo, es consciente de que en la situación actual llevar esto a la práctica al pie de la letra es imposible, pero es necesario que permanezca el espíritu que impulsó a los primeros cristianos de tal modo que en la familia de Dios en medio del mundo, que es la Iglesia, nadie sufra por falta de lo necesario: “en la comunidad de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa”.16

15.  DCE, Nº 13. 16.  DCE, Nº 20.

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Si entendemos la Iglesia como casa de comunión17 debe permanecer abierta a cuantos se acerquen a ella. Más aún tiene que impulsar a los suyos para que salgan a los caminos e inviten a los cansados y desvalidos a entrar en la fiesta del Señor. A los pobres debe darles un puesto de honor en la mesa de la fraternidad. En ella se compartirá no sólo los bienes materiales sino también los bienes de la fe. La comunidad parroquial debe ensanchar sin cesar el espacio de su comunión, a fin de que todos encuentren en ella el puesto que le corresponde. Desde esta perspectiva La llamada opción preferencial por los pobres aparece como consecuencia ineludible de la comunión con Aquél que vive en el pobre y lo integra en su carne trasfigurada. La evangelización, que como afirmó con claridad Pablo VI, “constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda”, toma así el verdadero dinamismo de la Misión. Las comunidades parroquiales han de ser testigos del amor de Cristo y los miembros que la forman “han de ser personas movidas ante todo por ese amor, personas cuyo amor ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo”18. La cuestión ahora es la de cómo hacerlo en medio del mundo. La preocupación de Benedicto XI cuando escribe Deus Caritas Est es al mismo tiempo pastoral y cultural. El desea entrar en diálogo con la modernidad y la postmodernidad para mostrarle méritos y límites. Entre los objetivos previos que el Papa se fija no está sólo el de afirmar que el cristianismo es, en su esencia, algo más que una idea o una doctrina ética. Tiene sobre todo, el objetivo de evangelizar la cultura de hoy, de anunciar– haciéndolo principalmente visible–, el amor ilimitado de Dios con cada hombre, dejando claro, cómo éste, encarnado por Jesús, hecho accesible a todos, representa la esperanza del mundo. Si uno de los objetivos es la evangelización de la cultura de hoy, hemos de volver a mirar a nuestras comunidades parroquiales y plantearnos cómo se tienen que situar en el mundo. A partir del Concilio Vaticano II, y sobre todo, a mi entender, con las encíclicas de Juan Pablo II: –Redemtor Hominis. –Dives in misericordia.

17.  NMI, Nº 43; “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo.” 18.  DCE, Nº 33.

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–Redemtor missio. Se empieza a crear una conciencia en la que la comunidad eclesial está constituida como una comunidad al servicio del “evangelio de la caridad”. A la luz de estas encíclicas nos damos cuenta que en Cristo, con Cristo, la humanidad entera revive de forma ejemplar la propia vocación originaria al amor; responde por último, al amor del Padre. El programa mesiánico de Jesucristo es el programa mesiánico de la Iglesia, comunidad de vida de verdad y de caridad19: para profesar y celebrar el amor misericordioso de Dios con el hombre y con lo creado; para introducirlo y encarnarlo, mediante el anuncio y testimonio en la vida de sus fieles, como dentro de lo posible, en los hombres de buena voluntad; para implorarlo.20 En este marco y después de dos acontecimientos importantes para la Iglesia como fueron el Jubileo y el comienzo del nuevo milenio con la exhortación apostólica Novo Millennio Ineunte y la publicación del compendio de la Doctrina Social de la Iglesia es como aparece la primera encíclica de Benedicto XVI. En el número 25 DCE se nos dice cuáles son las tres tareas imprescindibles para la evangelización: anuncio de la palabra de Dios, celebración de los sacramentos (liturgia) y servicio de la caridad ( Diakonia ). Lo importante no está en recordarnos esa triple tarea sino en lo que el Papa afirma después: “son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otras. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad, de asistencia social, que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”. Esto nos permite plantear que la caridad no es simplemente acción social como instrumento que permite desarrollar una de las tareas de la triple dimensión que conforma la misión a la que la iglesia está llamada, es, desde su origen, manifestación del amor trinitario, que convierte a la Iglesia en una verdadera comunidad de amor. El espíritu armoniza el corazón de los creyentes con el corazón de Cristo y los mueve a amar a los hermanos como Él los amó; trasformando así el corazón de la misma comunidad eclesial. Toda la actividad de la Iglesia es expresión de un amor que busca el bien integral del hombre21.

��������������������������� .  Redemtor hominis, Nº 9. ����������������������������������� .  Dives in misericordia, Nº 13-15. 21.  Esta idea está tomada del Nº 19 de DCE.

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Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres

Desde esta concepción, Cáritas es expresión del amor fraterno de la comunidad cristiana, y también es portadora de aquellos elementos específicos de nuestra tradición religiosa y espiritual que han hecho posible sociedades más justas e igualitarias. Actualizar el vigor de los valores y principios que han inspirado una configuración equitativa del espacio político y legal es una tarea siempre renovada en el objetivo último de desactivar los condicionantes culturales que siguen provocando a día de hoy pobreza y exclusión. Vivir y actuar con los valores propios de la identidad de Cáritas tiene una dimensión contracultural innegable. Es preciso hacer una lectura lúcida y crítica de la realidad social para descubrir los contra-valores hegemónicos en nuestra cultura. La razón instrumental, el ethos consumista, el individualismo, la superficialidad materialista, la atomización, la competitividad, el mercantilismo, los fundamentalismos… son algunos de los que se pueden acometer. Desde Cáritas, proponemos el programa de vida que trasluce el Buen Samaritano que sabe “ver con el corazón”. El camino a recorrer es el del Buen Samaritano como criterio de comportamiento y muestra de universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado encontrado casualmente. Así la caridad es vivida no sólo entre los creyentes sino que la comunidad se abre a todo hombre que pasa necesidad22. Cáritas como institución tiene el deber de reforzar esta conciencia en los miembros de la comunidad de modo que a través de su actuación –así como por su hablar y su silencio– sean testigos creíbles de Cristo23.

4.  Cáritas como ministerio pastoral Como hemos visto en todo lo expuesto Cáritas nace de las entrañas de la misma Iglesia como cuerpo de Cristo resucitado en medio del mundo que sigue manifestando su amor preferente a los pobres. Por ello, Cáritas no es en la diócesis una organización carismática optativa que, desde fuera, se pone al servicio; ni una sucursal de una organización supra diocesana. Es, más bien, un ministerio pastoral con el que el obispo promueve y garantiza autorizadamente la responsabilidad de su Iglesia particular en la promoción, armonización y actualización de un dinamismo irrenunciable de la Iglesia que preside: la acción socio-caritativa, como parte esencial de la acción evangelizadora junto al ministerio de la Palabra y la acción Litúrgica24. ���������������� .  DCE, Nº 25 b. ���������������� .  DCE, Nº 31 c. 24.  Documento: “La identidad de Cáritas” (página 29).

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Cáritas está llamada a realizar en nombre del Obispo este ministerio que es la expresión de la diaconía. Para cumplir su misión desde su identidad Cáritas ha de conjugar en torno a la caridad la solidaridad que se manifiesta en primer lugar en la distribución de los bienes y la remuneración del trabajo. Supone también el esfuerzo en favor de un orden social más justo en el que las tensiones pueden ser mejor resueltas, y donde los conflictos encuentren más fácilmente su salida negociada25. Esta ha de ser entendida como virtud eminentemente cristiana que va más allá de los bienes materiales: “es ejercicio de comunicación de bienes espirituales aun más que comunicación de los bienes materiales”26. Y la justicia que es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. “Para con el hombre, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer En las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común”27. Desde este tríptico Cáritas ha de organizarse para ser eficaz en el mandato que le ha sido encomendado. Ha de hacer lo posible para poner los medios necesarios, y sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñen estos cometidos. Por lo que se refiere al servicio que se ofrece a los que sufren, es preciso que sean competentes profesionalmente28. Esta organización nos lleva, en ocasiones, a tener que asumir formas jurídicas para situarnos en la sociedad y así poder desarrollar la actividad y esto, a veces, nos puede llevar a equívocos. Nos pueden entrar fisuras a las que tendremos que estar siempre muy atentos. No son pocos los miembros de la comunidad cristiana que definen a Cáritas como ONG de la Iglesia. Esta concepción puede disipar a los fieles y hacerles creer que la caridad no es una parte integrante de la misión de la Iglesia. Más bien es entendida como un sentimiento filantrópico muy loable que tienen algunas personas.Y no como algo que muestra la identidad de la comunidad que desarrolla toda una serie de acciones socio pastorales que intentan paliar el sufrimiento del hombre mostrando el abrazo de la Iglesia a todos los afligidos por la debilidad humana. La Iglesia descubre en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador pobre y sufriente, se preocupa de aliviar su miseria y busca servir a Cristo en ellos29. Considerar a Cáritas como institución, desde esta concepción simplista, conlleva el riesgo de reducir a la Iglesia en ONG. Para evitar este riesgo hemos de te25.  Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1940. 26.  Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1948. 27.  Id. Nº 1807. 28.  DCE, Nº 31. 29.  LG, Nº 8.

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ner muy en cuenta lo que Benedicto XVI dice en el numero 31 de Deus caritas Est: “Los agentes de Cáritas, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una formación del corazón: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad”. Considerar a Cáritas como institución, desde una concepción más amplia y real, podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que Cáritas es la comunidad parroquial como hogar abierto a todos y al servicio de todos, o como le gustaba decir a Juan XXIII: “es la fuente del pueblo a donde todos acuden para apagar su sed”. Para que esto sea posible la comunidad se organiza delegando en algunos miembros las diferentes tareas que hemos de realizar para cumplir con la misión que le ha sido encomendada. Esta delegación no conlleva el desentendimiento de la comunidad de las diferentes encomiendas pastorales que se desarrollan en la misma es, más bien, un modo de actuar en corresponsabilidad de modo que todos los miembros de la comunidad se sientan responsables y protagonistas, junto con el párroco, del anuncio de la buena noticia allí donde está ubicada territorialmente la parroquia. Es aquí donde se sitúa el grupo de la Cáritas parroquial con la encomienda de coordinar las iniciativas y actividades que derivan del compromiso que asume la comunidad cristiana para trabajar en el servicio de la caridad y organizar la comunidad cristiana de bienes en favor de los más pobres. Es bueno en este momento que nos preguntemos cómo ha de ser el servicio de la caridad para que sea auténtico e irreprochable: Me voy a limitar a enumerar sólo algunas: –Ver en el prójimo la imagen de Dios, aunque esté a menudo desfigurada. La escritura nos dice que el ser humano ha sido creado a imagen de Dios. –Respetar, con el máximo cuidado, la libertad y la dignidad de la persona que acude a nosotros en demanda de ayuda. –Intentar satisfacer las exigencias de la justicia para no ofrecer como don de caridad aquello que es debido a título de justicia.30

30.  Benedicto XVI, en su encíclica Deus, cáritas est nos dice en el nº 28 que “la construcción de la justicia es una tarea fundamental que debe afrontar cada generación y esto exige, a su vez, trabajar para suprimir las causas de los males y no solamente sus efectos”.

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–Encaminar la ayuda de tal manera que los que la reciban, poco a poco se vayan liberando de la dependencia externa y lleguen a ser suficientes por sí mismos.31 –Ser conscientes de que un buen servicio a los pobres requiere muchas veces la intervención de profesionales coordinada con la acción de los voluntarios. –Tener el coraje de asumir el riesgo necesario (económico y de imaginación creadora) sin caer en irresponsabilidades, cuando se trata de planificar y realizar un servicio. Cáritas en todos sus niveles: diocesano, parroquial, nacional e internacional han de hacer lo posible para poner a disposición los medios necesarios y, sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñen esas tareas. –Denunciar, cuando sea necesario, las situaciones de pobreza que tengan un relieve especial en la demarcación donde se actúa, en la misma medida que se trabaja para superarlas. –Ofrecer un campo común de encuentro a cuantos desde diferentes puntos de vista, dentro de un mismo territorio, quieran trabajar por la defensa de los derechos de la persona humana. En el nº 31 b, al final del punto Benedicto XVI nos dice que cuando la actividad caritativa es asumida por la Iglesia, por la comunidad cristiana como iniciativa comunitaria frente a la espontaneidad del individuo debe añadirse la programación, la previsión y la colaboración con otras instituciones similares y, en el nº 30 b la necesaria colaboración entre instituciones eclesiales y estatales y nos expresa que la encíclica Ut unum sint de Juan Pablo II ya indicaba que, para un mejor desarrollo del mundo es necesaria la voz común de los cristianos, su compromiso para que triunfe el respeto de los derechos y de las necesidades de todos, especialmente de los pobres, los indefensos, los marginados. –Y finalmente la ORACIÓN. En el nº 36 y 37 de Deus cáritas est, el Papa remarca de manera especial esta característica concreta. Quien ora, dice, no desprecia su tiempo, aunque todo impulsa a una situación de emergencia e impulsa sólo a la acción. Ha llegado el momento, nº 37, de reafirmar la importancia de la oración ante el activismo y secularismo reinante en muchos cristianos comprometidos. La familiaridad con el Dios personal y el abandono a su voluntad impiden la degradación del hombre.

31.  El Decreto sobre el apostolado de los laicos 4,8 del Vaticano II, ya nos lo recordaba..

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Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres

Este servicio que el equipo de Cáritas, como todo grupo constituido, tiene el deber de hacer visible, lo ha de desarrollar desde las siguientes funciones: 1. Sensibilizar a la comunidad cristiana en la caridad y la justicia. • Estimular a vivir los valores del evangelio para que con el testimonio personal se configure una comunidad fraterna y solidaria. Se trata de abrir los oídos y corazones a personas concretas, más o menos desfiguradas por el dolor y la pobreza, los que encarnan la “zarza” incombustible desde la que sigue hablando Dios. • Dar a conocer las necesidades sociales y los problemas humanos del entorno. • Proponer formas prácticas de participar en acciones y proyectos a favor de los más pobres. 2. Realizar una tarea de asistencia y promoción. • Ir más allá de la ayuda de urgencia, a menudo económica, ofreciendo, siempre que sea posible, un tratamiento global que favorezca la promoción de la persona que le ayude a vivir de manera autónoma, es decir, que no tenga que depender de las instituciones y de los servicios sociales. • Promover iniciativas para detectar las necesidades no conocidas del propio entorno. • Planificar las acciones que se lleven a cabo y evaluarlas periódicamente. 3.  Fomentar la coordinación junto con la diocesana. • En coordinación con la diocesana conocer los proyectos sociales que se realizan en la diócesis en las Cáritas. • Establecer canales de información con las diversas instituciones y grupos que existen. • Promover la colaboración de otros grupos de las parroquias para tareas y acciones concretas. 76

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4. Denunciar las injusticias. • Ayudar a que tengan voz los que no la tienen. • Unir las acciones a favor de los que sufren, acciones de denuncia de las situaciones de injusticia. Si el ser de Cáritas es la comunidad parroquia no podemos olvidar que la parroquia esta insertada en una realidad más amplia que es la diócesis. Es por esto por lo que en cada diócesis existen las delegaciones por las que el Obispo ejerce esta dimensión pastoral cuando asume el ser pastor de una diócesis. Las Cáritas diocesanas, al modo como hemos visto en la parroquia, deben mantener una generosa participación en la vida de la Iglesia: • Animando, junto con los párrocos que presiden las comunidades, la dinamización del acercamiento de las comunidades parroquiales a las realidades de sufrimiento y pobreza que se viven en los territorios concretos. • Promoviendo la búsqueda de respuestas integradoras a esas necesidades nuevas que surgen en las personas concretas que viven en la comunidad o alrededor de ella, dejando traslucir el amor del padre para con sus hijos. • Relacionando a Cáritas con otras organizaciones de la Iglesia que se dedican a tareas similares y trabajan en ambientes semejantes. Debe ser constructora de la comunidad colaborando en cuestiones eclesiales concernientes a la estructura y las actividades de la institución. • Fomentando que las Cáritas se integren en la pastoral de conjunto de sus respectivas comunidades según las características y los objetivos propios. Debe dinamizar la formación en materias de fe y de doctrina social cumpliendo tareas de animación y de orientación teológica, espiritual y pastoral según el espíritu “Cáritas” que tiene la misión y mandato de irradiar la justicia, la solidaridad y la caridad en el mundo. • Respondiendo a las diferentes necesidades de carácter apostólico y evangélico. • Colaborando en el esfuerzo común de preservarla de un sectarismo estrecho, de mantenerla abierta a la universalidad de la Iglesia y ubicada en Corintios XIII nº 135

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frontera de las relaciones Iglesia-Mundo donde Cáritas tiene inscrito el mandato y misión.

5. A modo de conclusión Benedicto XVI, al final del texto de Deus, Cáritas est, decía (nº 39) que “Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo”, es a lo que nos invitaba con la encíclica. Creo que nosotros, familia Cáritas nos tenemos que seguir invitando, ayudando y animando a ser como una parábola de Jesús en nuestro mundo secularizado y duro. • Parábola clara de la misericordia, del amor y de la justicia de Dios. • Parábola de una fe humilde y confesante que renuncia a las herramientas de dominación y de poder. • Parábola en la creación y sanación de los tejidos sociales, de diálogo y coordinación con todas las instituciones eclesiales. • Parábola de los “noes” que han de resonar por las calles contra todas las exclusiones. • Parábola de todos los pequeños relatos que buscan hilvanarse en el “gran relato” de la filiación y de la fraternidad universal. • Parábola que ayude a superar los ídolos de nuestro tiempo: tener, poder, saber. • Parábola de ese Dios Padre cuya pasión no es él mismo, sino sus hijos y cuyo sueño más querido es la inclusión en la vida, en el amor y la dignidad de todos los excluidos. • Parábola del Espíritu de Jesús que nos abra a la sorpresa, al asombro de seguir introduciendo esfuerzo, dinamismo, creatividad, esperanza, de que algo nuevo y distinto es posible: “Mirad voy a crear algo nuevo, de lo pasado no habrá recuerdo” (Is 65,17). 78

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Agustín Rodríguez Teso Cura de San Fermín y la Cañada Real de Madrid

Resumen: La Iglesia como comunidad de comunidades ha de tener como referente último la exclusión, por fidelidad al evangelio, con una fe práctica que sea Buena Noticia y una presencia con tiempo para discernir y ser testigos. Una comunidad con dimensión política y profética que necesita una mística en medio de la exclusión para ser capaz de situarse ante la pobreza, que es víctima, sin concesiones a la violencia y el mal. Una comunidad eucarística donde no elegimos a los que se sientan en la mesa sino que somos elegidos. Palabras clave: Comunidad, Exclusión, Discernimiento, Mística, Comunidad ������������������ eucarística.

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Abstract: The Church, as a community of communities, must take exclusion as its ultimate point of reference, in order to be faithful to the Gospels, with practical faith that is Good News and a presence over time in order to discern and witness. A community with a political and prophetic dimension that calls for mysticism amid exclusion in order to be able to position itself to address poverty, which is a victim, with no concessions to violence or evil. A Eucharistic community where we do not choose who sits at the table but rather are chosen. Key words: Community, Exclusion, Discernment, Mysticism, Eucharistic community.

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Comunidades cristianas y exclusión social

1. Iglesia: comunidad de comunidades La exclusión, muchas veces, la entendemos como el lugar de la frontera. Es el sitio límite donde se juega lo que somos. Especialmente es el lugar de los lugares de la Iglesia. Porque la frontera de la exclusión es el límite de la misión. Y una Iglesia que no tiene lugares claros y visuales de misión deja de ser Iglesia. La exclusión se ubica en “los confines de la tierra” y ahí es donde la Iglesia que no se conforma con mantener lo que es, arriesga y está. A lo largo de toda su historia, la Iglesia ha reconocido esos lugares de misión con una cierta admiración. Los misioneros y misioneras, esos hombres y mujeres que dejan sus seguridades y se arriesgan a los límites, muchas veces poniendo en juego no sólo sus esquemas de entendimiento, no sólo sus cosas, sino también sus vidas, han ido tomando con el tiempo un cierto perfil épico donde gusta mirarse. La Iglesia sabe que sin ellos no es: los necesita para autentificarse. Pero sin embargo, eso no termina siendo tan fácil. Porque la Iglesia no sólo está en el lugar de la misión: también está en el confort de sus seguridades. Y la misión, en la mayoría de los casos, desestabiliza. Seguridad y misión no casan bien. La primera coarta a la segunda, y la segunda, por definición, rompe el equilibrio de la primera. De ahí los constantes conflictos que a lo largo de la historia ha habido entre quienes han de velar en la Iglesia por su estabilidad y quiénes necesitan romper los moldes para poder adecuarse a las nuevas situaciones. Así planteado, parece que la situación se aboca a una confrontación sin demasiados visos de solución. Necesariamente surge la tensión y esta en muchos casos lleva al dolor, al reproche y a la violencia.Y esto, siendo llamados a formar una unidad. Será cuestión de escudriñar si hay otros caminos. Cuando andamos por los caminos de las definiciones formales, la Iglesia se entiende como pluralidad y pluriformidad. Ya en el Nuevo Testamento se recoge con los símiles del cuerpo con muchos miembros. Si algo nos ha caracterizado siempre es que nos entendemos como dispares y además, decimos que esa diferencia es riqueza. Sólo nuestra dignidad nos iguala. Y ya en el Nuevo Testamento aparecen los conflictos por ello. Que si de Pedro, que si de Pablo, que si de Apolo… En el fondo las confrontaciones obedecen a una lógica interna que es totalmente entendible.Todas las opciones sobre lo que una comunidad termina siendo se debe a la búsqueda de lo más noble: ser capaces de responder a la exigencia de fidelidad al Evangelio que hemos recibido. Es algo que nos impela desde lo más hondo, y precisamente por ello nos parece poco “negociable”. Y cuando dos modelos que 82

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no se pueden negociar coinciden en el tiempo y el espacio… es normal que haya confrontación. Sin embargo, la confrontación tampoco tenemos por qué entenderla como la peor de las situaciones posibles si somos capaces de enfocarlas desde el prisma de la riqueza común. Cada vez termino estando más convencido de que si la Iglesia tiene que dar respuesta a una situación compleja en el marco social en el que vive, tendrá asimismo que ofrecer esquemas de respuesta a lo vital también distintas. No puede ser de otra manera si quiere llegar a todos. Eso que decimos de que somos una comunidad de comunidades, por tanto, no sólo es una consecuencia a la que nos vemos abocados, sino que es algo connatural a nuestra misión y nuestro estar en el mundo. Sin embargo, sí hay algo que considero que tiene que quedar presente y marcado. Creo que cuando una Iglesia se preocupa por las distintas realidades que tiene delante, tiene que tener una estructura interna de pensamiento desde dónde establecer las estrategias y las acciones que pretende desarrollar para ser fiel a su misión.Y a la hora de escoger esa estructura interna, el lugar de la exclusión debiera constituirse en el referente último. Es desde ahí desde donde habría que articular todo lo demás. Sin embargo, generalmente nos movemos al revés. Descubrimos el calor del lugar en el que la respuesta es más afectuosa, donde da la sensación de que “triunfamos”, donde se nos llenan los templos y los salones de catequesis, y desde ahí pensamos el conjunto. Elaboramos planes catequéticos, estrategias pastorales, itinerarios de matrimonios y bautizos, pero desde esa realidad, desde la situación estable de una burguesía que tradicionalmente se siente cerca de Dios y de la Iglesia y que responde a los intereses de nuestras propias estructuras.Y los más pobres vuelven a quedar fuera. Fuera de la sociedad, y fuera del ámbito desde el que se piensa cómo actualizar la respuesta del Evangelio a este tiempo y en este mundo. Si tuviésemos la audacia de invertir el itinerario… otro gallo cantaría. Porque ser “comunidad de comunidades” asumir la diferencia tiene que tener unos límites, pero hay que buscar la dirección en la que establecerlos. Si los que se nos quedan fuera de nuestros diseños son los más pobres… algo falla, y falla de raíz. No basta, simplemente, con que nuestros obispos toleren, incluso con cariño, a veces, los desarrollos de los lugares más extremos, porque además, en un mundo donde la comunicación es tan inmediata, los más pobres se siguen quedando al margen. Los del margen no nos ven sólo en lo inmediato. También ven la televisión y descubren las contradicciones. La comunidad cristiana que está a su lado, que es concreta y se materializa, no es, para ellos, la Iglesia. La Iglesia son los otros, los que salen por la tele diciendo que no a todo, los que condenan, los que viven en grandes casas y hasta palacios (porque digo yo que un palacio episcopal, por muy episcopal que sea, no deja de ser un palacio). Y todo ello les hace sentirse lejos. Corintios XIII nº 135

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Sin embargo no tiene por qué ser así. Es posible cambiar, pero también sin estupideces. Muchas veces la gente de muchas comunidades pregunta cómo ayudar a los lugares de exclusión, qué hacer para mejorar las condiciones de vida de los otros. No sé si con simpleza, pero muchas veces me planteo que simplemente se trata, en esta vida, de “ser decente”. En ocasiones a uno le entra el fervorín que le lleva a buscar los límites de la frontera en los lugares de pobreza, pero no está preparado para ello. Va, se asusta y se marcha. Porque los lugares de pobreza son todo menos paradisíacos. Son duros y sobre todo vulnerables. En ocasiones, hasta son perfectos para que podamos encontrar en ellos lo que los fuertes nos han vedado en nuestras vidas. El mundo de los pobres nos sitúa siempre ante la tentación. Cada uno de nosotros andamos por la vida con muchas carencias, y hay veces en las que cuando encontramos personas tan vulnerables, rellenar nuestros huecos nos satisface por demás. A poquito que uno haga en el mundo de los pobres genera por su parte cariño y respeto. Se nos vuelcan en lo afectivo… y qué bien nos viene eso para rellenar los más escondidos huecos de nuestras necesidades más íntimas. Nuestras soledades se colmatan, nuestras aspiraciones toman sentido. Incluso, cuando nos “rayamos” un poco más de la cuenta, nos sentimos como los verdaderos salvadores de esas situaciones. Decidimos por ellos, establecemos el orden de sus necesidades y prioridades, y ya no nos hace falta ni escucharlos. Porque lo tenemos claro. Pero al final somos nosotros quienes lo hacemos todo. Es tramposo estar ahí. Por tanto, ser comunidad de comunidades es algo que somos, no algo que elegimos, pero hemos de velar porque responda a los intereses del Evangelio no a nuestras seguridades ni a nuestras necesidades. El Evangelio, lo que tiene de ventaja, es que toma las iniciativas desde fuera de nosotros. Si no, resultará que Freud y Marx tenían razón y a fin de cuentas la religión no es más que el escape de la búsqueda de la satisfacción de nuestras necesidades: las de seguridad estructural organizándolo todo desde los que nos son más fieles, o las de hacernos sentir las piedras angulares de toda la creación, convirtiéndonos en los divos de la militancia radical de la opción por los pobres. Tenemos mucho que aprender y trabajar en los dos sentidos.

2.  Lo esencial de la presencia Ahora bien. Lo de los obispos, lo tendrán que hacer ellos, que para eso lo son. A mí, como un pobre cura destinado en un vertedero, no me corresponde establecer ni los planes pastorales ni las estructuras diocesanas, sino buscar en lo posible la autenticidad de la presencia de la Iglesia en los lugares de la exclusión. 84

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Y dicho sea de paso, bastante tengo con lo mío como para pretender resolver lo que se me queda tan fuera de mi alcance. Hacía referencia antes a la precariedad y vulnerabilidad de los espacios de pobreza. Ahí todo son carencias. Y en medio de todas esas carencias, el corazón se nos mueve directamente al qué podemos hacer para mitigar los efectos de tanta injusticia imperante. En ocasiones, todo es tan dramático que permanentemente se juega en terrenos de la vida y la muerte. En el límite de lo humano, en la frontera, no hay lugar para demasiados discursos vacíos. Todo está mal. Y generalmente está así porque no se ha intervenido antes. No se ha previsto el deterioro de las personas, y porque molestaban en donde estaban se les ha ido arrinconando en los espacios que molesten menos. Y así han terminado donde están. Pero además hay que sujetarlos. Se derriban sus casas, se les acosa policialmente, se vuelca sobre ellos todo el peso de la Ley de los “normales” y la cosa se deteriora y empeora, y sigue empeorando… Cuando te encuentras con todo eso, la pregunta imperiosa tiende a inclinarse por el lado de qué cosas hacer y se nos termina casi olvidando lo que somos. Y obviamente, cosas, digo yo que habrá que hacer, porque si la fe no lleva obras, no se ve, no es noticia, y mucho menos, buena noticia. La profundidad de la fe realiza signos que indican algo. Una fe sin obras está muerta. Sólo si somos capaces de hacer que Dios se haga presente, se historifique y se concrete en la mejora de la dignidad de la vida de sus hijos, el Evangelio se habrá hecho presente. Si no, será como una campana que resuena pero que no sirve para nada. Dejará de ser Buena Noticia y lo que es peor, dará la sensación de que Dios se burla de sus vidas. Pero hacer cosas no es la esencia de lo que somos. Lo que somos va mucho más allá de lo que hacemos, y esto no será sino una consecuencia de aquello. El mundo de los pobres se caracteriza, entre otras cosas, porque todo es tremendamente urgente. Cada vez que detectamos una necesidad esta es imperiosa y se tiene que resolver ya. Hoy es tarde. Habría que haber hecho algo ayer. Y eso nos come. Toda nuestra capacidad de atención se vuelca hacia ahí. No hay tiempo para otras cosas. Sobre todo, perdemos el tiempo de estar juntos, de hablar juntos, de pensar juntos… las cuestiones “prácticas” se imponen: hay que resolver, tomar decisiones, pero no tenemos muchas veces un fondo desde dónde hacerlo. O al menos, un fondo común. La vida comunitaria es una carrera vertiginosa, y porque lo que está en juego es tan sagrado como la vida de las personas, surge la pasión y en ocasiones el conflicto. Todo es vertiginoso y se nos olvida lo más preciado: que somos testigos de Otro, que si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Y para que el Señor construya la casa, hay que sentarse con Él para que diga cómo van los planos. El discernimiento común es la única respuesta posible. Ya saCorintios XIII nº 135

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bemos, ninguno somos nuevos en esto, que discernir no es tarea fácil y nunca jamás estaremos seguros de que nuestros discernimientos hayan sido acertados. Pero es lo único que tenemos. Es más importante discernir que discutir. Cuando discutimos, nuestros intereses, nuestras ideas, son las que se ponen encima de la mesa. Es la mejor manera de caer en nuestras propias trampas. Cuando discernimos, nos salimos fuera de nosotros mismos y buscamos las respuestas en aquél que las tiene. Acertaremos en encontrarlas o no, pero la cosa siempre se distiende porque lo que está en juego no es lo que pensamos o creemos mejor, sino aquello que Dios quiere. Y cuando hay gente que está ubicada en los márgenes, jamás dudo de que su voluntad de hacer lo de Dios esté en cuestión. Quizás por eso, creo que el camino del acierto de la presencia evangelizadora en los contextos más radicales de la exclusión comienza por romper el juego de las prisas. Eso sí, sin pausa, pero sobre todo sin prisas.

3.  La dimensión “política” y profética Lo político está tan denostado que terminamos teniendo la sensación de que no es recomendable meterse en política, como si eso fuera posible. No lo creo. Cualquier presencia es política, porque la política no es sino la articulación del juego de relaciones que se establecen entre los ciudadanos de la polis. Por eso no hay acción, posicionamiento o presencia eclesial que no sea política. Cuando decimos que no la hay, es que ya la hay de una determinada manera, de esa en la que lo que se busca y se consiente, es que todo siga como está. Una comunidad, por tanto, en un contexto de exclusión, tiene una dimensión tan política como cualquier afirmación del presidente de una Conferencia Episcopal o de un obispo en su diócesis. Sólo por estar ahí. Antes, incluso de que haga o diga nada. Ahora la cuestión, será la de decidir qué tipo de política queremos hacer, es decir, como queremos que se estructure la relación entre los ciudadanos. En los contextos de la exclusión los ciudadanos son mayoritariamente víctimas: víctimas de una situación injusta que ha roto el orden establecido por Dios de que todos sus hijos sean iguales y todos gocen de la misma dignidad que les confiere su condición de hijos en el Hijo. Cuando esta condición se rompe, no cabe otra cosa más que buscar que se haga Justicia, pero así, con mayúsculas, porque es la Justicia de Dios la que buscamos y no cualquier otra. Nuestra justicia, la de las minúsculas, suele tender a lo retributivo: el que la hace la paga. Es en la que se apoyan todos aquellos que entienden que la vida de 86

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los pobres es la consecuencia de sus propias decisiones: están así porque han elegido hacerlo, porque no han aprovechado las oportunidades que se les han dado, porque en el fondo prefieren seguir viviendo en esas condiciones. Sin embargo, la Justicia con mayúsculas, la de Dios, no se mueve en esos baremos. Ni de lejos. Basta recordar la parábola de los trabajadores de la hora undécima. Desde nuestra justicia ¿es justo que quien trabaje menos cobre lo mismo que quien trabaja más? Cualquier sindicato, por mediocre que sea, pondría el grito en el cielo. Pero en la lógica de Dios las cosas se mueven de otra manera. Lo que está en juego no es lo que nosotros pensamos, sino su propia libertad. Da trabajo a unos y a otros porque quiere y para que trabajen en lo suyo. Porque la viña es suya, y el trabajo, también. Así las cosas, la Justicia de Dios no es en ningún caso retributiva y nuestra política no puede sin más buscar eso. Cuando el Hijo Pródigo regresa a casa, su hermano se molesta, pero el padre también le invita a él a sentarse a la mesa. Porque esa mesa es para los dos hijos, no sólo para el que vuelve. No se trata de que el otro pierda, sino de que aquel que marchó vuelva a tener sitio, a sentirse como hijo. Nunca a costa del que se quedó. Cada cual tiene su sitio y está uno junto al otro. Esto nos cuesta mucho porque es un juego difícil. Buscamos responsables de las situaciones que vivimos y no queremos que estos se sienten en la misma mesa que nosotros y los nuestros. A ellos los vivimos como ajenos, como distantes y distintos. No son de los que nos tenemos que preocupar. Y para que esto sea posible, una comunidad ubicada en los contextos de la exclusión tiene que desarrollar una mística y una ascesis muy profundas. Porque tiene que renunciar a muchas cosas. Tiene que renunciar a la arrogancia y tiene que ser humilde. Tiene que saber renunciar al protagonismo para que otros crezcan. Tiene que saber entender a quien no lo hace mejor. Tiene que saber escuchar y dialogar… Demasiados “tiene”, ¿no? Los “tener que” o los “hay que” son fruto de la ascesis. Es aquello a lo que nos obligamos. Supone una opción y un acto volitivo, moral. Pero mi experiencia, aprendida en los contextos de la vida de los pobres, me muestra que no porque queramos, seremos capaces de hacer algo. Por eso estoy firmemente convencido de que la ascesis no se puede sostener sin una buena mística. Si no, corremos el riesgo del desequilibrio psicológico.Y bastante tienen los pobres con lo suyo como para encima tener que cargar con nuestros desequilibrios.

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4. Comunidades místicas en medio de la exclusión La mística cristiana tiene tantos siglos de recorrido, tantas variantes, tantos “caminos de perfección” que al final uno se termina haciendo un lío. Yo creo que todo cristiano que lo intenta, en el fondo termina siendo un sincretista de las místicas de otros. Supongo que esto no sólo no es malo, sino que es el mejor de los caminos. No lo sé, pero en todo caso, puede que lo importante sea que el fruto de esa mística sea coherente en su estructura interna y que eso posibilite ubicarse y situarse de una manera estable en el contexto en el que uno se encuentra. A fin de cuentas, sea cual sea la mística que se desarrolle, el resultado no puede ser otro que el de experimentar los frutos del Espíritu: amor, alegría, paz, pacien­cia, afabili­dad, bon­dad, fideli­dad, mansedumbre, dominio de sí (vamos, lo de la carta a los Gálatas). En el fondo esto nos sirve de criterio de discernimiento. Si en nuestras vidas esto no se da, si en nuestra comunidad esto no se diera, entonces nuestra mística no es fruto del Señor de Jesús, y nuestra ascesis no es sino el intento desesperado de nuestra propia autoafirmación. Ahora bien, como siempre la dificultad estriba en cómo llevarlo a cabo. Por eso quiero aportar lo que a mí se me ocurre, lo que de alguna manera me vale, aún a sabiendas que no tiene por qué ser el único camino y que lo que a mí me parece bueno puede no serlo para otro. Entiendo yo que una comunidad que busca la mística en los contextos de exclusión debiera, cuando menos, trabajar los siguientes rasgos:

4.1. Espiritualidad contemplativa En los contextos de exclusión parece que siempre la acción y sobre todo la inmediata, ha de imponerse sobre cualquier otra manera de estar. Hablar en esos espacios de “contemplación” resulta extraño y en ocasiones se percibe incluso como ofensivo. Sin embargo, cada vez estoy más convencido de que sin una buena contemplación, no sirve de nada lo que hacemos. La contemplación tiende hacia ese estado permanente en la vida de ver con los ojos de Jesús y sentir con su propio corazón. Era lo que planteaba Carlos de Foucould. No es una mera cuestión de pasar horas y horas ante el sagrario, sino de aprender a cambiar la mirada. De esa forma, aquella bonita experiencia que incesantemente buscaba El Peregrino Ruso (esa obra de espiritualidad que durante años fue libro de cabecera para muchos) de la “oración constante”, se hace realidad. 88

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Cuando aprendo a mirar de esa manera, todo lo que veo y todo lo que siento está directamente relacionado con la experiencia más profunda del Señor Jesús. Se trata, por tanto, de aprender a mirar de nuevo con unos ojos y un corazón distinto del nuestro. Buscamos aquello que decía San Pablo de que “es Cristo quien vive en mí”, en nosotros. Pero para ello es preciso pertrecharse con un cierto bagaje de conocimiento íntimo de Jesús. No bastan cuatro tonterías leídas o escuchadas sobre Él. Se trata de buscar a fondo, de olvidarse de sí para conocer y sobre todo “gustar internamente” que dijera San Ignacio, lo que le movía Jesús, lo que le afectaba, lo que le arrastraba. Y hay que volver aquí a lo que señalábamos más atrás sobre la necesidad de discernir, aunque en este caso tenga más de aprendizaje, quién es Jesús, cómo siente, cómo actúa. Y ese aprendizaje-discernimiento no puede hacerse sino con otros. Podemos aprender juntos porque es la única posibilidad de que no falseemos lo que buscamos. Cuando la dirección de la igualdad con los sentimientos de Jesús parte de mí y terminan en él, coincidiendo siempre, algo está yendo mal. Es justo al revés. Parte de él y llega a nosotros. Nos configura, nos modela. Los contextos de exclusión, y de esto me voy convenciendo cada día más, no necesitan de nosotros. Los pobres han podido subsistir sin nosotros mucho tiempo, y en ocasiones, lo han hecho a pesar nuestro. Quién realmente hace falta en esos contextos no somos nosotros sino Cristo, aunque sea a través nuestro. Y esto hay que saberlo diferenciar.

4.2. Espiritualidad de sanación: el corazón herido Los espacios de exclusión son un lugar ideal para saber quiénes somos. Cuando las cosas se llevan al extremo y las vemos en sus límites, aparecen como más claras y por tanto nos enseñan más. Por eso, en ese lugar infernal donde lo humano se acaba y comienza lo inhumano, es más fácil percibir lo que realmente somos. Hay cosas que nos pertenecen por esencia y de las que no podemos huir, aunque no nos gusten: así nuestra capacidad de fracasar, nuestros miedos, nuestras angustias, nuestra fragilidad, nuestra impotencia y hasta nuestra muerte. No podemos pretender vivir sin nada de todo ello porque todo eso es nuestro, radica en lo más íntimo de lo que somos. Como criaturas de Dios, eso es nuestro. Podemos pretender vivir sin ello o aprender a colocarlo para poder vivir con todo ello. La experiencia de la exclusión, la contemplación del límite de lo humano, visto desde Dios, nos muestra nuestras heridas, las del propio corazón. Nos hace descubrir ese corazón herido que nos enseñaba H. Noewen y que todos llevamos Corintios XIII nº 135

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dentro, cargándolo en silencio y sin saber qué hacer con él. Todo empieza por descubrir que lo que les ocurre a ellos, a los que viven las situaciones más límites de la fractura de lo humano, también me ocurre a mí, aunque hayan cambiado las circunstancias y donde nuestras capacidades personales, aprendidas y elaboradas, nos pueden hacer a nosotros subsistir de otra manera. Pero en el fondo son las mismas. Los pobres mienten, igual que yo, se escaquean de los esfuerzos, igual que yo, agraden como respuesta a sus propios miedos, igual que yo. Ríen y lloran, igual que yo, y en el fondo no hay nada que nos diferencie tanto: en los límites de lo que somos, nada de lo humano me resulta ni extraño ni ajeno. Tomar en serio la existencia en nuestro interior de un corazón herido, nos lanza a la búsqueda de la sanación, porque en el fondo, toda herida necesita y quiere ser curada. Es posible entonces descubrir qué bálsamos son los precisos. Qué cosas alivian y cuáles no hacen más que gravar nuestra propia situación. Por eso podemos aprender cómo sanar otros corazones igual de rotos que el nuestro. Si nos damos cuenta, en la intervención social se habla mucho de empatía y congruencia. Un corazón herido, que se sabe herido y que busca curarse, es el mejor camino de la empatía, y sin ésta es difícil trazar caminos que realmente puedan ayudar al otro. También el corazón herido nos facilita lo que llamamos el trabajo en red, porque nos permite trabajar con otros sin arrogancias. Porque nosotros nos equivocamos en nuestras actuaciones, también podemos aceptar que otros lo hagan. No se trata de desresponsabilizar a nadie de sus errores, sino de aprender a subsanarlos desde la experiencia profunda de que quizás el otro, el que se equivoca, también quiere lo mejor, como nosotros mismos, aunque en ocasiones no acierte en sus estrategias o sus intervenciones.

4.3. Espiritualidad de la donación: ofrecer, dar, más que pedir Como a casi todo el mundo, hace ya mucho tiempo que la figura de Francisco de Asís me tocó el corazón y lo llenó de admiración. Le tocó vivir una época bien compleja, donde muchos hijos de la Iglesia se habían entregado al lujo y al olvido sobre todo de los más pobres. Él, como otros, sintió en lo más profundo del corazón la necesidad de volverse hacia los que se habían quedado fuera, especialmente los más apestados, los leprosos. Pero a diferencia de otros, optó por no juzgar. Cuando fue a ver a Inocencio III, este pensaba que Francisco le recriminaría, pero sólo le pidió su bendición. No sé si Inocencio se convertiría o no al mundo de los pobres, pero al menos nos dejó a Francisco como un paradigma de lo que supone ser Iglesia entre los pobres. Otros, no creo que más radicales que Francisco en absoluto, fueron más feroces con el Papa y los obispos, y terminaron siendo 90

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herejes. Hoy, siete siglos después, albigenses, cátaros y valdenses, no nos dicen nada. Su esfuerzo y su ilusión, que no dudo que tuvieran, no construyó mucho y se perdió en la sombra de los tiempos. En Francisco descubro su capacidad de ofrecer más que de exigir o pedir. Me cuestan estos términos cuando contemplo al pobre de Asís. Es curioso, porque no por no alzar la voz su vida fue menos denuncia. No por su ser callado y humilde pasó indiferente. Marcó, desde luego, el curso de la historia. Hoy no seríamos lo mismo sin Francisco.

4.4. Espiritualidad de la paciencia Es verdad que en el camino uno aprende muchas cosas. Aprendes que tú no eres mejor que aquellos a los que la vida ha colocado en un lugar tan distinto. Aprendes a salpicarte de barro y mierda hasta las orejas y tienes que asumir que la contradicción forme parte de tu vida.Y eso te va marcando, porque aprendes a no juzgar, a tener un corazón herido como el suyo, a intentar ser cada día un poco más humilde, a encajar el fracaso y hasta la muerte, a querer renunciar a convertirte en dios… Sí, se aprenden muchas cosas… a su costa. Encima de lo mal que anda todo, me siento muchas veces como un colonizador implacable que todavía me llevo cada noche a mi casa la valija encontrada, la única minucia de vida que es posible desenfangar en medio de tanto lodo. Lo poco que hay de vida en esos lugares, es para mí, aunque es verdad que todo este andar no se hace solo. Si se recorre, se hace en grupo, con otros de la mano, o no se hace más que una pantomima. Pero, dicho sea de paso, andar con otros no es que otros anden por ti ni que tú hagas el camino de los otros. Cuando este se vuelve duro, aprendes a descubrir que es codo con codo, pero no vida sobre vida. No puedes vivir la vida de otro por mucho que te empeñes. Y muchos van dejando el camino y quedan fuera de él, disimulando que no ocurre nada, que sólo fue una mala etapa fruto del entusiasmo juvenil. Y cada vez hay menos codos con los que juntar el tuyo. Y aún así, sigues caminando. ¿Hacia dónde? Llega un momento en el que no lo sabes, pero sigues. Miras el horizonte y parece que siempre es el mismo. Pero además, cuando diriges la mirada a los lados ves que los pobres siguen muriendo, tal cual o en vida, y que los que se aventuran a su lado se queman. Y el horizonte no ha llegado aún. Sigue igual de lejos, allá por donde se difumina con el cielo. Asquerosamente lejos. No llega la salvación. No nos llega. Intuyes que algún retazo se te adelanta hasta donde estás, pero no deja de ser efímero y vuelves a tragar y a llorar. No llega. Y un día, de repente, lees: Corintios XIII nº 135

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Después se levantó un nuevo rey en Egipto que no había conocido a José, el cual dijo a su pueblo: “He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros. Procedamos astutamente con él para que no se multiplique; no suceda que, en caso de guerra, también se una a nuestros enemigos, luche contra nosotros y se vaya del país.” Entonces les impusieron jefes de tributo laboral que los oprimiesen con sus cargas, y edificaron para el faraón las ciudades almacenes de Pitón y Ramesés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y se propagaban, de manera que los egipcios se alarmaron a causa de los hijos de Israel. Entonces los egipcios los hicieron trabajar con dureza, y amargaron sus vidas con el pesado trabajo de hacer barro y adobes, aparte de todo trabajo en el campo; y en todos los tipos de trabajo les trataban con dureza. (Ex 1,8-14). Y la cosa, por lo visto, duró durante cuatrocientos años. Luego llegó Dios y dijo aquello de: –Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus sufrimientos. Yo he descendido para librarlos de la mano de los egipcios y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y amplia, una tierra que fluye leche y miel, al lugar de los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos.Y ahora, he aquí que el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí; también he visto la opresión con que los oprimen los egipcios. Pero ahora, ve, pues yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel. (Ex 3,7-10). Y que digo yo que está bien, pero… ¿después de cuatrocientos años? Si tenemos presente que cada generación tenía una media de vida de unos 40 años… ¡estamos hablando de diez generaciones! Vale que la primera conoció la libertad, aunque la perdió, y que la última la alcanzó, cuando menos de manera inicial, si bien tuvo que vivir por otros cuarenta años en el desierto. Pero ¿y las otras ocho generaciones? Se dice pronto. Toda una vida en medio de la esclavitud y sin ver futuro. Como este no es artículo de teología sino algo más vivencial, me puedo permitir el lujo de prescindir de la construcción del relato y de discutir si lo que Moisés escuchó fue exactamente aquello y lo de que quién era él para ir al faraón y esas cosas. Me sitúo más en lo que yo le habría respondido a Dios: “¿Ahora, después de tantos años?, ¿cuántos han tenido que morir para que des señales de que estás ahí?, ¿cuántas vidas han recorrido su camino sin vislumbrar ni un rayito de luz de futuro?”. Sí, supongo que desde las tripas habría respondido con esos patrones del ateísmo 92

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o del agnosticismo que buscan su raíz en la injusticia para poner a Dios en duda o a parir, según se mire. Pero en el fondo, amén de mi sarcasmo, sigo siendo un creyente convencido. El principio y fundamento de la fe se basa en que Dios tiene razón aunque yo no le entienda. Dicho más cortésmente, se trata de reconocer el lugar de Dios como sólo correspondiente a él, no querer emularlo, no caer en la tentación de querer ocupar su puesto para determinar lo que es justo y lo que no, lo que ha de ocurrir y lo que no, lo que es deseable y lo que no. El creyente se fía de Dios. Si Dios es Dios, él sabe más que yo lo que conviene, lo que es bueno para mí y para el resto. Se trata, por tanto, de buscar desde él. En la Iglesia tenemos la mala costumbre de no pensar a Dios desde lo que vivimos, sino desde lo que vivieron otros antes que nosotros. Craso error, donde los haya, porque entonces matamos a Dios (supongo que nos convertimos en teocidas). Pero desde el fango de la pobreza, o se piensa en Dios desde él, o lo que se piensa y sabe de Dios no sirve para nada. Si Dios no vive, nosotros tampoco. No hay otra salida porque el horizonte, como decía antes, sigue estando donde estaba. No hay atajos para llegar a él. Pero, ¿y para Dios? Le he dado mil vueltas a esto. Al final, me imagino que la cosa debe ir, más o menos, por una cuestión de comprensión del tiempo y de la relación. Lo del tiempo, últimamente, me tiene como muy cogido. Puede que sea por la afición nacional que hemos tomado a las carreras de Formula I, pero me impacta sobremanera que seamos capaces de definir el triunfo o el fracaso fraccionando el tiempo en milésimas de segundo. La diferencia entre la gloria y el ostracismo se mide así. Da la sensación de que hemos dominado por completo el tiempo. Lo podemos reducir a lo mínimo. Y para una humanidad que vive de esta forma, tan rápido, tan deprisa, apurando hasta las milésimas de segundo, ¿qué son cuatrocientos años?, ¿qué es toda una vida?, ¿qué son años de existencia? Desde luego cuatrocientos años es una quimera, porque nuestra vida, al menos de momento, no llega más que hasta los cien (un poco menos, pero da igual). Una vida, un montón de años… demasiado. Si acaso merece la pena contemplar “unos pocos años”, algunos meses, unas semanas, un par de días. Da la sensación de que nuestra vida se juega en algo “terriblemente” inmediato en el tiempo. Lo que nos sale de las tripas, eso del “sentir” que dicen los listos, nos conduce de manera veloz a un futuro próximo. Se vive para el dentro de muy poco e incluso para el ya. Pero lo de toda una vida, y sobre todo, lo de los cuatrocientos años… ¡es una pasada! Y quizás no pueda ser de otra forma porque somos lo que somos y llegamos hasta donde llegamos. Siempre he pensado que si el futuro puede ser mejor y yo no llego, pues me parece bien, pero vamos, que tampoco es que me entusiasme.Yo, cuando menos, quiero pillar algo de cacho de ese futuro de libertad, de tierra de Corintios XIII nº 135

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leche y miel, de levantarme por las mañanas sin agobios, sin eso que ahora se llama estrés y que nos tiene matados. Y en ese estar ahí, donde estamos, uno se siente un poco frustrado, porque no parece que vaya mucho más allá con nada. Como que se nos acaba, y termina agobiando. Quizás muchos estamos cansados de mirar para adelante y no ver nada. Por mucho que me ponga de puntillas, sigo sin ver demasiado lejos, y lo que sigo viendo, se parece mucho al más de lo mismo al que estamos no sé si abocados o si condenados. Pero la cuestión es que lo mismo hay otro sitio desde el que mirar. Hay una cosa que me llama mucho la atención. Cuando Dios habla a Moisés, no le comenta nada de que “hay que ver lo mal que lo estás pasando”. Dios no dice “he visto tu aflicción”, sino “la de mi pueblo”. “Pueblo”: curioso vocablo. Tengo la triste sensación de que eso de “pueblo” se limita a definir ese lugar donde en el mes de septiembre suele haber fiestas (alrededor del día del Cristo) y que hay que escaparse allí para disfrutar un rato. Pero no sé por qué me da que cuando Dios habla de “ su pueblo” está hablando de otra cosa. Parece que lo de “pueblo” en boca de Dios, tiene más que ver con esos juegos de relaciones que se entablan entre unas personas y otras y que hacen de ellos una identidad. Pueblo es un vocablo de esos que es un sujeto necesariamente plural y comunitario. Algo así como el mismo término Dios. Hay sustantivos que por definición se refiere a varias personas: pareja, trío, equipo, grupo, pueblo… Dios (si se explicase así lo de la Trinidad lo mismo no era tan complicado de entender). Visto de esta forma, y sin meternos en disquisiciones sesudas, a bote pronto da la sensación de que lo que implica un sustantivo comunitario, es precisamente la existencia de un cierto grado de vinculación que, dependiendo, puede ir ganando en profundidad. Así las cosas, ‘pueblo’ parece hacer referencia a un conjunto de relaciones que estabilizan la vida del grupo, que le hace tener una identidad definida, caminar junto y le aboca a un horizonte común. Es lo que se llama el proceso de institucionalización. Un pueblo es una institución. Sí, parece que así se entiende bien. Si desde esta perspectiva de pueblo uno mira hacia delante, parece que se es más alto. Como que hay más mira. Un persona individual es más bajita, tiene menos horizonte, ve desde más abajo, es mucho más pequeña. Un pueblo tiene otras posibilidades. Porque ¿cuánto es la vida de un pueblo? Difícil de determinar esta cuestión, cuando menos. Pero en todo caso parece que apunta mucho más lejos, porque una de las características de toda institución, y por supuesto de un pueblo, es la perdurabilidad a sus miembros. La persona muere mucho antes que el pueblo porque el pueblo implica necesariamente una sucesión de generaciones conformadas por personas. 94

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Quizás, y sólo quizás, si entendemos el pasaje del Éxodo desde la categoría de pueblo, resulta que cuatrocientos años tampoco es para tanto. El pueblo de Israel, en concreto, tiene una vida, hasta el momento, de unos cuatro mil años (más los que le queden, que de seguir como ha venido siendo hasta ahora, tienen carrete para largo). Aún así, cuatrocientos sigue siendo un tiempo significativo, pero ya tan sólo alcanza al 10%. Y es que podríamos ir más allá. Porque según decimos los cristianos, el nuevo pueblo de Dios alcanza a la humanidad entera. El sentido de pueblo rompe los límites de los nacionalismos reduccionistas y nos lanza a una comprensión universal de Humanidad. Y así, para la Humanidad ¿qué son cuatrocientos años? Pues una miseria, mire usted. Para el conjunto de la Historia de la Humanidad, hablar de cuatrocientos años es un ayer que pasó, un momento fugaz en una historia que es mucho más larga. Desde esta perspectiva, posiblemente Dios no llegó tarde a liberar a su pueblo, sino que incluso fue una pequeña concreción de lo que aún está por venir, de algo más pleno hacia donde nos encaminamos. De esto resulta que el lugar de los pobres es un lugar común de relaciones que o se entiende como pueblo o no nos deja sitio para sobrevivir. Formar parte de un pueblo te da futuro, mucho más del que tú puedas llegar a tener. Formar parte de un pueblo y tener futuro nos da historia, nos hace partícipes de lo que está por venir aunque nosotros no estemos aquí para contemplarlo cuando llegue. Y sin embargo, a pesar de ser pueblo seguimos siendo nosotros, con nuestra pequeñez. O reforzamos los vínculos de pueblo, o no veremos mucho más allá de nuestras narices y las cosas seguirán como están. Nos toca un papel importante que jugar en todo esto: avivar y mantener la esperanza. Puede que al estar sumidos en esa guarrería de cultura individualista que el neoliberalismo nos brinda, perdamos la perspectiva, por purito cansancio, de que nuestra vocación fundamental sea la de conformar un pueblo que camina y sigue esperando más allá de sí mismo. Y eso supone una ingente tarea. Porque para que un pueblo perdure, sólo pueden darse relaciones de confianza entre sus miembros. La cultura dominante intenta decirnos que no, que no nos podemos fiar de nadie, que hay que vivir a la defensiva hasta la locura de liar una guerra preventiva por si acaso tienes pensado sacudirme. En lo inmediato, la verdad es que tengo la sensación de que con todo nuestro pavoneo democrático, ni con Franco había tantas prohibiciones (Díos mío, qué estoy diciendo): prohibido fumar, prohibido comer, prohibido hablar, prohibido hasta pensar, prohibido hacer tus propios programas de dinámica social, prohibido todo. Estoy hasta las narices de que me prohíban cosas porque no se fíen de que no voy a romper nada ni a destrozar a nadie. No. Este mundo nuestro, desde luego, no va por esos derroteros de conformar un pueblo que pueda llamarse tal. Pero tampoco estoy dispuesto a aceptar Corintios XIII nº 135

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que las cosas sigan así. No sé si la estrategia actual será de la de refugiarse en catacumbas y cuevas hasta que deje de caer este chaparrón, pero lo que sí que está claro es que quiero seguir luchando por hacer pueblo, aunque sea de manera clandestina. Me niego a dejar de fiarme del resto. No me da la gana. Quiero construir un mundo donde unos se puedan fiar de los otros, porque es la única forma de ser pueblo. Eso quiere decir que estoy seguro de que hay muchos espacios desde donde poder seguir librando la batalla del “nosotros” frente al “yo” taciturno que ve que su horizonte no llega. Además, porque creo en la vida eterna, quiero vivir la gozada de que cuando nuestro pueblo llegue a donde tenga que llegar (a donde Dios le lleva) podré tomarme una cervecita (también eterna por demás) para celebrar que yo también participé en ello: con mis contradicciones, con mis errores y, sobre todo, con mi esperanza. A nosotros, creo yo, nos ha tocado una parte dura del camino (por eso el tono irónico de este escrito), pero no estamos haciendo más que nuestro trabajo de recorrerlo y andarlo con otros. No es inútil. Es lo que nos toca históricamente. Pero la eternidad a la que estamos llamados, supera la historia, y podremos seguir disfrutando de ello ahora (en nuestro tiempo como esperanza confiada) y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

4.5. Espiritualidad comunitaria Como ya hemos ido viendo, la idea de que nuestra espiritualidad tenga necesariamente que ser comunitaria atraviesa todo lo demás, pero merece la pena insistir sobre ello porque en el fondo es lo que nos va a dar autenticidad a que lo que queremos ser y hacer está en consonancia con Jesús mismo y no con nuestras necesidades de autoafirmación “poniendo a Dios por testigo”. La dimensión comunitaria de toda espiritualidad siempre va a ser la más compleja porque en el fondo nos aboca a entendernos necesariamente con otros… ¡y esto es tan difícil! Buscar una experiencia comunitaria saca lo mejor de nosotros mismos, pero no resulta fácil. Quizás, porque lo mejor de nosotros mismos sea nuestra capacidad de renuncia: la renuncia inexcusable, en el mundo de los pobres, a no ser el protagonista. En los contextos de exclusión esto no resulta nada fácil, y en el ambiente eclesial, menos. Estar al lado de los pobres mueve alrededor nuestro toda una maraña de imágenes. Los pobres, se convierten en un escaparate en el que nosotros siempre salimos como los buenos, los que estamos ahí, contra viento y marea 96

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luchando por los derechos de los otros. Puede o no ser nuestra intención, y aún siéndola, puede que no sea consciente. La dimensión comunitaria nos cierra la posibilidad de ser así, aunque los medios lo manipulen y lo llenen de morbo social. La dimensión comunitaria nos autoafirma en las renuncias. Nos esclarece, nos define… Y también, y quizás sobre todo, nos hace fuertes. Sin comunidad no somos nada. Y sin el resto de la Iglesia, por mal que anden las cosas, tampoco. Los mesianismos quedan fuera del alcance porque Mesías sólo hay uno “y a ti te encontré en la calle”. La comunidad, y sólo la comunidad, hace presente al Dios que en sí mismo es Comunidad. No hay otro camino. Cuando la comunidad se resquebraja en la tensión y el desencuentro, dejamos de serla para convertirnos sin más en un “montón de gente”, con mejores o peores ideas, pero a fin de cuentas, terminamos siendo algo lejano a que lo definimos que queremos ser. Por eso la comunidad nos obliga a ceder, a renunciar a nuestras ideas buscando con otros las ideas del otro, del importante, del que salva y también nos salva, incluso de nosotros mismos. Y sin embargo la sangrante necesidad que tenemos de que sea Dios el centro, nos potencia, nos alienta, nos sostiene y nos lanza a la consecución de un futuro lleno de esperanza y de justicia.

5. Barro en los pies… sin concederle nada al mal Ubicarse al lado de los pobres es situarse en muy mal lugar. Junto al vertedero, respirando el aire nauseabundo de las incineradoras, nuestros pies se manchan de barro. ¿O qué esperábamos?, ¿salir limpios e inmaculados de tanta depravación como existe en esos suelos por sagrados que sean? Estar en medio de la pobreza implica, necesariamente dejarse salpicar por el barro del pecado. No se puede ir de purista en esos contextos. Pero eso tampoco nos justifica para concederle al mal ni la más remota posibilidad de que se adueñe de nosotros. Volvemos a lo comunitario. Muchas cabezas pensando a la vez, nos enfrían los ánimos y nos capacitan para ver un poco mejor lo que nos rodea y cuáles son los caminos que nos llevan a un buen fin. Un ejemplo de esta historia es la violencia que se desata en estos contextos. El mundo de los pobres es un lugar violento por definición. No puede ser de otra forma. Y no me refiero con ello a que los pobres sean unos maleducados y se peguen o se disparen entre sí o al resto de los mortales de la sociedad “normalizada”. No, no me refiero a eso sino a algo más profundo: a la violencia estructural y Corintios XIII nº 135

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estructurada a la que parece que nos empuja cada vez más la cultura neoliberal dominante. El propio sistema económico y social en el que vivimos, genera violencia: una violencia que aparece claramente en la vida de los pobres y de la que ellos, en primer lugar son víctimas. El problema es que a la violencia ellos también responden con violencia: es la que definimos como violencia reactiva. Y ni que decir tiene, que los que estamos a su alrededor también la hacemos nuestra, y la justificamos y la apoyamos, y en ocasiones, la lideramos. Hay quien dice que esto no puede ser de otra manera, aunque, personalmente, estoy convencido de que sí. La violencia reactiva termina siendo épica en la mayoría de los casos. El otro día estuve viendo en el cine Robin Hood, uno de los paradigmas de esa violencia reactiva. Me descubro ante la pantalla alentando la lucha de los justos. Pero si me apuras, la épica de la violencia reactiva quizás ya estaba presente incluso cuando, en mi infancia, el cabo Rusty lanzaba a Rin Tin Tin en contra de los malos: ¡muérdelos…! Sí, yo creo que en lenguaje coloquial, la violencia reactiva…. nos pone. Y posiblemente nos “ponga” tanto porque en cualquier caso es una violencia legítima. La misma Iglesia lo ha reconocido así en numerosas ocasiones. Y ni que decir tiene, ese sector de la Iglesia más abocado a estar junto a los pobres. Testigos de tanta injusticia, cualquier medio para la defensa de los débiles se hace absolutamente necesaria. Desde la teología se ha hablado mucho de este tema, y no voy a entrar yo a hacer ahora un estudio sobre eso. Ni de lejos. Pero sí querría comentar como veo algunas cosas de lo de Jesús en relación con la violencia porque si no al final nos perdemos por demás. Al menos en ciertos sectores eclesiales, nos encanta hablar de que la vida de Jesús es un camino de aprendizaje, de encuentro con su propia identidad y con su propia vocación. Un Jesús que tiene que ir aprendiendo “sufriendo” a obedecer, es decir a ponerse en la línea de mira del Padre para descubrir lo que sí y lo que no. Es verdad que en el Jesús del Evangelio hay un camino de progresión, o al menos yo lo entiendo así.Y es verdad que aunque hay retazos de violencia en sus acciones, el culmen de todo se da después de Getsemaní. Tal y como yo lo veo, Jesús tiene que ir descubriendo que al final, enfrentarse como lo había hecho en ocasiones, tampoco conduce a nada. A la postre sólo le queda la entrega radical de la vida en el silencio, “como cordero llevado al matadero”. Supongo, pues, que si ese es el culmen, entonces ese, y no otro, es el paradigma. No podemos colocarlo en el pasaje de la expulsión de los vendedores del templo (y no sólo porque parezca que el relato no sea histórico), ni en la imprecaciones de Mt 23 (que parecen responder más a los intereses de Mateo que a la historicidad del discurso). No. El referente es la ausencia absoluta de cualquier tipo de violencia: incluso de la que está justificada y no es posible calificar como inmoral. 98

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Y quien habla de esto, puede hablar también del mundo fiscal: estar con los pobres no quiere decir que podamos no repercutir el IVA y hacer las actividades sin factura. Ni tampoco que debamos andar mintiendo a otros sobre las cosas que ocurren, aunque a veces un poco de silencio sobre muchas cosas no sólo no viene mal sino que ayuda. Pero en cualquier caso y aun a sabiendas de que no podemos ser perfectos y de que nuestros pies se van a manchar de barro, no podemos concederle nada al mal: ni siquiera una miajita. Cuando caigamos, nos levantaremos, pero no puede ser el ideal. Me niego. El pecado al final no resuelve nada. Sólo Dios es esperanza y futuro. Me lo creo a pies juntillas, aunque mi corazón herido no sea capaz de aplicarlo hasta las últimas consecuencias, porque yo también soy presa del miedo.

6. Una comunidad eucarística El centro de la comunidad es la eucaristía porque en ella se esconde todo el misterio del Señor de la historia. Siempre me ha parecido algo impresionante: Dios se hace realmente presente en el lugar donde la eucaristía se comparte. Por eso, ser comunidad eucarística nos define, nos da identidad en lo que somos, seguidores de Aquél que nos invitó a perpetuar el gesto en su memoria. Me desborda esta capacidad de Dios por hacerse presente en los lugares donde tan sólo hace falta que unos cuantos se reúnan en su nombre. Y en ese hacerse presente, nos despropia de la posesión de la propia eucaristía: no es nuestra, es suya. No somos nosotros, es él quien se hace presente y se manifiesta: ¡impresionante! Pero lo más de todo esto es que una comunidad reunida que celebra la eucaristía se transforma en su transcurso en Cristo mismo historificado en nuestra pequeñez y hasta en nuestra mediocridad. Somos Cuerpo de Cristo Partido y Sangre Derramada. Alrededor de la mesa Él nos va aglutinando. Este es un factor que también me parece importante. En la mesa de la eucaristía no soy yo quien decide quién se sienta, sino que es el Señor el que va agregando a los que él quiere. Esa capacidad de no elegir mis compañeros de viaje, me parece fundamental. En el fondo nos pone delante de nuestra imagen de quién es el capitán del barco, si nosotros, yo, o Él. Y esto es fundamental para comprender mi eclesialidad. Cuando planifico un viaje de vacaciones, elijo con quién lo hago. Busco a mis amigos, aquellos con los que comparto una visión de las cosas para poder disfrutar Corintios XIII nº 135

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juntos de lo que vamos a hacer, porque para eso estoy de vacaciones. Pero cuando soy invitado a sentarme a una mesa, no soy yo quién decide quién sí y quién no. Eso lo tiene que hacer el anfitrión. A veces esto nos cuesta trabajo, porque es mucho más preferible poder tener una mesa de amigos, de compañeros entrañables con los que comparto lo mejor de mis ilusiones. Pero la eucaristía nos devuelve a una mesa donde nosotros no elegimos, sino que somos elegidos. Será por eso que en ocasiones nos encontremos con situaciones un tanto confusas. A veces, como en el caso de la parroquia en la que estoy ahora, el Señor ha ido llamando a muchos desde lejos, mientras que los que viven cerca no se hayan sentido, en su mayoría, invitados a participar de este banquete que no es sino el lugar desde el que servir otra mesa mucho amplia, mucho más universal: la mesa del Reino. La de la eucaristía tiene invitación acotada (aunque yo no sé porqué Dios se empeña en llamar a unos y no a otros), pero la del Reino es de entrada libre. Como en otras tantas cosas, Dios, que es el que invita, sabrá por qué.

7.  Conclusión Así las cosas, la comunidad que se reúne en torno a la eucaristía termina siendo lo que realmente está llamada a ser y que se ha ido desgranando, lo que yo intuyo, a lo largo de todo este escrito. Es verdad que las cosas igual van por otros derroteros, que incluso mis intuiciones sean tan poco válidas que no ayuden demasiado. Pero a fin de cuentas o seguimos pensando juntos cómo poder vivir todas estas cosas, o al final seremos aglutinaciones de gente que buscan hacer su propio camino y no el del Dios de Jesús.

8. Resumen de pocas líneas Ser comunidad cristiana en terrenos de exclusión es tanto una aventura apasionante como una tentación aterradora. Nos jugamos la autenticidad de la propia vida y es necesario introducir en ella elementos que nos ayuden a encontrarnos con nosotros mismos para ser fieles al Señor que nos convoca. Es necesario tomar conciencia de la realidad que somos y nos rodea sin necesidad de disfrazarla, porque con el Dios que tenemos no nos hace falta. Y, a la vez, habrá que dotarse de una mística que nos capacite para ser verdaderos testigos de quien nos convoca, haciéndoles presente en medio de una ubicación política y desafiante que busca ir siempre más allá, buscando que los lugares en los que estamos inmersos no sólo dejen de existir, sino que jamás puedan volver a crearse. 100

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5. Exclusión social, crisis y Doctrina Social de la Iglesia Ángel Galindo García Universidad Pontificia de Salamanca

Resumen: El artículo plantea como objetivo y horizonte la inclusión social ante la crisis actual. Desde la Doctrina Social de la Iglesia propone la lógica de la solidaridad y la subsidiariedad en los instrumentos adecuados como son la cooperación internacional, el diálogo Norte – Sur y el abordaje de los problemas desde una dimensión planetaria. Continúa con una “nueva estructura de la sociedad para la inclusión” a partir de los objetivos del milenio y diferentes aportaciones de la Santa Sede ante la ONU, y propone como cuestiones indispensables la lucha contra la pobreza, la mejora del intercambio y el análisis de las causas de la deuda. En un tercer apartado, analiza el “horizonte antropológico de la exclusión” desde tres dimensiones fundamentales del ser humano: Dios, el hombre y la naturaleza, y finaliza con un “Modelo y principios para la inclusión”, proponiendo desde el horizonte moral la necesidad de una ética ante lo imposible y una nueva mentalidad, enumera principios éticos generales 102

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5  Ángel Galindo García

para finalmente plantear la solidaridad, la racionalidad como contemplación ética de la inclusión y el ejercicio de la justicia social. Palabras clave: Doctrina Social de la Iglesia, lucha contra la pobreza, inclusión social, solidaridad, subsidiariedad, horizonte antropológico de la exclusión, ética. Abstract: The article considers social inclusion as the objective and horizon in the current recession. From the Church’s Social Doctrine, the logic of solidarity is proposed, supported by appropriate instruments such as international aid, North–South dialogue and tackling problems from a planetary dimension. The paper continues with a “new structure of society for inclusion” based on the Millennium goals and various contributions made to the UN by the Holy See, proposing as essential issues combating poverty, improving exchange and studying the causes of debt. A third section analyses the “anthropological horizon of exclusion” from three key dimensions of human beings: God, mankind and nature, to end with a “model and principles for inclusion”, proposing from the moral horizon the need for ethics to face the impossible and a new mentality, setting out general ethical principles and finally considering solidarity, rationality as an ethical way to view inclusion and the exercise of social justice. Key words: Social Doctrine of the Church, combating poverty, social inclusion, solidarity, subsidies, anthropological horizon of exclusion, ethics.

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Exclusión social, crisis y Doctrina Social de la Iglesia

1. Introducción El observador permanente de la Santa Sede ante la ONU dijo, sobre la necesidad de aplicar los principios de solidaridad y de subsidiaridad a la integración social, que el informe del secretario general de aquella reunión “señala que su ausencia lleva a la exclusión social, que está difundida tanto en las regiones desarrolladas como en las no desarrolladas y tiene causas comunes, como la pobreza, la desigualdad y la discriminación en todos los niveles". Esta afirmación y las que nacen de los textos siguientes del pensamiento social cristiano nos sirven de preámbulo para encauzar nuestra reflexión. En este sentido, la Plenaria de la Conferencia episcopal en su sesión de Noviembre de 2009 manifiesta, al hablar de la crisis que excluye a los más pobres del acceso a los bienes sociales, que “es el momento de reflexionar sobre los orígenes morales de la crisis, examinando si el relativismo moral no ha fomentado conductas no orientadas por criterios objetivos de servicio al bien común y al interés general; si la vida económica no se ha visto dominada por la avaricia de la ganancia rápida y desproporcionada a los bienes producidos; si el derroche y la ostentación, privada y pública, no han sido presentados con demasiada frecuencia como supuesta prueba de efectividad económica y social”. Por ello, a la luz de las reflexiones, que nacen de la Doctrina Social de la Iglesia y en concreto de Caritas in veritate, enunciaremos en este trabajo algunas propuestas éticas ante esta crisis, que excluye a los más pobres, en las que se descubre que todos estamos implicados en la crisis pero no todos de la misma manera y en donde podremos encontrar alguna de las causas de la exclusión social. En el mismo contexto, con una llamada a la globalización de la solidaridad, la Conferencia del Episcopado Latinoamericano expresaba en su documento de Aparecida (2007) su preocupación por un nuevo fenómeno, peor que la opresión y la explotación: “la exclusión social”. Con este fenómeno “queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está afuera” (n. 65). Los excluidos, se añade,  no son solamente “explotados”, sino “sobrantes” y “desechables”. El documento se refiere repetidamente al hecho de la exclusión, como refuerzo de la renovada “opción por los pobres”, que Benedicto XVI ratificó en su discurso inaugural de conferencia en Aparecida, el 13 de mayo de 2007: “La opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (Cf 2 Co 8,9)”. A este propósito, en un congreso de la Academia Internacional de Teología Práctica, celebrado recientemente en Chicago, un colega alemán recordaba que los 104

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evangelios fueron escritos en un tiempo en el que había muchos “excluidos”, es decir, personas que quedaban “fuera” de la sociedad, por ejemplo, a causa de algunas enfermedades, o de las relaciones con el Imperio Romano, o por comportamientos que se consideraban reprensibles, etc. Jesús rompió estas barreras, inaugurando el Reino de Dios. Un mensaje y una realidad de salvación, plena y verdadera, que incluye a todos y no excluye a nadie. En la tercera encíclica de Benedicto XVI no se emplea la expresión “exclusión social”, pero se habla de ella y también, análogamente, de alguna otra “cara” de la exclusión. Tres pasajes de la encíclica iluminan con claridad y fuerza la cuestión de la “exclusión”. • El Papa se refiere concretamente a “los países excluidos o marginados de la los circuitos de la economía global” (CV 47), que deberían beneficiarse de iniciativas empresariales que contribuyan a la humanización del mercado y de la sociedad y “donde es muy importante proceder con proyectos de subsidiaridad convenientemente diseñados y gestionados”. • En un plano diverso, se habla de “la exclusión de la religión –particularmente la cristiana, pero no exclusivamente– del ámbito público” (CV 56). Esa exclusión, junto con el fundamentalismo religioso “impiden el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad”. Como consecuencia, “la vida pública se empobrece de motivaciones y la política adquiere un aspecto opresor y agresivo. Se corre el riesgo de que no se respeten los derechos humanos, bien porque se les priva de su fundamento trascendente, bien porque no se reconoce la libertad personal”. Resumiendo, en el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa; ésta pérdida comporta un alto coste para el desarrollo de la humanidad. • Por último, en la conclusión de la encíclica, se subraya: “El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano”, pues “sin Dios el hombre no sabe donde ir ni tampoco logra entender quién es”. Al reconocer que Dios llama a cada persona a formar parte de su familia como hijos suyos, se abre la capacidad de forjar un pensamiento nuevo y concitar nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero. “Por tanto, la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano” (CV 78)1. 1.  Con el fin de facilitar la comprensión a los lectores enuncio las abreviaturas más usadas en este escrito: CV: Caritas in veritate; CDSI: Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia; SRS: Solicitudo rei socialis; PT: Pacem in Terris.

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Con otras palabras del mismo pasaje, “El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos”. Así se puede ver cómo la exclusión de los pobres –tanto de las personas singulares como de los pueblos y culturas insuficientemente desarrolladas– no es independiente de la exclusión de Dios de la esfera pública. La religión, y concretamente la religión cristiana, afecta a la vida de las personas y de los pueblos. Es una dimensión esencial que enriquece las otras dimensiones: la cultural y la social, y también la económica y la política. Excluir a Dios no es una buena estrategia2. El horizonte de trabajo ante la exclusión ha de tener en cuenta la dimensión cultural occidental y la función del estado y de la sociedad civil. “Forastero y advenedizo soy entre vosotros”. Estas son las primeras palabras que la Sagrada Escritura coloca en boca de Abraham, cuando, a la muerte de Sara, trata de adquirir un trozo de terreno con el fin de sepultar a su esposa en la tierra a la que ha llegado de lejos como forastero (Gn 23,4). Esta conciencia de pertenencia a un pueblo advenedizo, nunca bien y definitivamente recibido, se funde en el credo israelita con el recuerdo de la emigración y larga esclavitud y marginación padecida en Egipto (Dt 26, 5-10). Por eso, se proclama y recuerda con frecuencia: “No molestarás al forastero, ni lo oprimirás, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto”, acogerás al huérfano y a la viuda, es decir, a los excluidos y expulsados de la ‘ciudad’”. Con este sabor bíblico y el propio de la encíclica Caritas in veritate, agradezco la posibilidad de colaborar con esta aportación en la revista Corintios XIII, en la que me toca hacer una propuesta de reflexión en torno al doble núcleo “exclusión y Doctrina Social de la Iglesia”. Aunque la DSI no suele utilizar el término ‘exclusión’ sí relaciona el contenido con términos como ‘marginación’, ‘emigración’, acogida del pobre. Es cierto que casi nadie se atreve a negar, hoy, al menos en público y explícitamente, que es preciso recuperar socialmente a los excluidos, a los marginados, a los más pobres, que el sistema produce. Por ello, siguiendo a las instancias antropológicas más elementales y el espíritu de mensaje bíblico junto con la Doctrina Social de la Iglesia, conviene, sin embargo, hacer una reflexión sobre el tema de los excluidos desde las propuestas del pensamiento social en una época de crisis financiera y especialmente crisis ética de la sociedad. Lo haremos viendo, desde el horizonte de la crisis actual, la necesidad de una estructuración de la sociedad con el objeto de potenciar la inclusión basándonos en la situación antropológica en que se encuentran los excluidos. Terminamos nuestra reflexión ofreciendo a los lectores una síntesis de los principios éticos, ofertados por la Doctrina Social de la Iglesia, en orden a favorecer la inclusión.

2.  R. Pellitero, Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad de Navarra (publicado en www.religionconfidencial.com, 17-VIII-2009).

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2.  Objetivo y horizonte: inclusión social y crisis actual No debemos olvidar que son los pobres, estén en los países en vías de desarrollo o en los países desarrollados, los que sufren las consecuencias de la exclusión y son menos capaces de su impacto. La pérdida de puestos de trabajo y la carencia de acceso a un empleo, a la comida, a la asistencia sanitaria y a las estructuras educativas básicas son una triste realidad diaria3. Al contrario, en la solución de la crisis, causa y efecto de la exclusión, habrá que contar, dice el Papa, con la fuerza que nace de los países pobres que ahora se han convertido en emergentes: “En efecto, la participación de países emergentes o en vías de desarrollo permite hoy gestionar mejor la crisis. La transición que el proceso de globalización comporta, conlleva grandes dificultades y peligros, que sólo se podrán superar si se toma conciencia del espíritu antropológico y ético que en el fondo impulsa la globalización hacia metas de humanización solidaria” (CV 42). Para ello se han de apoyar regulaciones prácticas de forma que no se repitan crisis de este tipo en el futuro, donde se asegure la transparencia global y el control de todos los niveles del sistema financiero. En la base de esta crisis económica existe una ideología que coloca al individuo y a los deseos individuales en el centro de todas las decisiones económicas de manera que aquellos que no pueden acceder o son incapaces de no tener deseos se quedan a la intemperie. La práctica económica occidental, desde un objetivo ideológico, ha intentado borrar los valores y la moralidad en el debate económico en vez de esforzarse por integrar tales preocupaciones éticas en la realización de un sistema financiero más eficaz y justo4. “Es importante destacar, además, que la vía solidaria hacia el desarrollo de los países pobres puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual, como lo han intuido en los últimos tiempos hombres políticos y responsables de instituciones internacionales. Apoyando a los países económicamente pobres mediante planes de financiación inspirados en la solidaridad, con el fin de que ellos mismos puedan satisfacer las necesidades de bienes de consumo y desarrollo de los propios ciudadanos, no sólo se puede producir un verdadero crecimiento económico,

3.  Intervención de la Santa Sede en la conferencia sobre la crisis financiera y la economía mundial con el título “Un camino de desarrollo sostenible para los países pobres”. El lector puede acercarse a las actas de Cáritas Española y Cáritas Europa sobre “Congreso Europeo sobre Pobreza y Exclusión Social” celebrado en Madrid del 4-5 junio 2010 [email protected]. 4.  Cf.AA. VV., La exclusión social, CEME, Salamanca 2004.

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sino que se puede contribuir también a sostener la capacidad productiva de los países ricos, que corre peligro de quedar comprometida por la crisis” (CV 27). En este sentido, el marco del desarrollo, afirmó el observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, “se caracteriza por la convicción de que la lógica de la solidaridad y de la subsidiariedad es el instrumento más adecuado para superar la pobreza y asegurar la participación de todas las personas y grupos sociales en los niveles sociales, económicos, civiles y culturales”5. La cooperación para el desarrollo a través de la mejora de los términos del intercambio cuenta con una tarea urgente, según la DSI: El sufrimiento de personas concretas interpela continuamente al hombre sensible a la situación de los pobres. Se trata de la “lucha contra la pobreza”. En el comienzo del nuevo milenio, la pobreza y la exclusión de millones de seres humanos es “la cuestión que más interpela a nuestra conciencia humana y cristiana6. En este ámbito de acciones concertadas se han de garantizar, mediante la cooperación internacional, la solución de la pobreza y del subdesarrollo. En este sentido el CDSI (nº 449) reclama algunos de los campos donde se encuentran los principales factores que influyen en esta grave situación: el desarrollo colectivo como presupuesto para el desarrollo individual, la erradicación de la deuda externa y de la pobreza, la relación ambiente-desarrollo, la definición de un nuevo modelo de desarrollo. En segundo lugar, al imponerse una dimensión planetaria de los problemas sociales, se subraya la importancia de una cooperación que se impone casi como deber a cada una de las comunidades políticas que son conscientes de que sólo a través del desarrollo de otras pueden conseguir el desarrollo individual (SRS 32). El presupuesto del desarrollo colectivo hace de la cooperación un imperativo de orden ético (SRS 22) que supone la renuncia a toda forma de egoísmo e intereses de una parte (SRS 26). Por otra parte, el diálogo Norte-Sur, la lucha en contra de la pobreza y a favor de la inclusión se desarrollan en un marco conflictivo. Los conflictos existirán siempre en las rela­ciones humanas. Hoy, la gran división existente entre las naciones separa a las desarrolladas que poseen una economía industrial avanzada de las subdesarrolladas que luchan por la superviven­cia7. La cuestión antropológica a plantear es cómo vivir humana­mente dentro del conflicto económico. Para ello, no 5.  Cf. C. Maggiore, o.c. Ciudad del Vaticano, 6 de febrero de 2009. 6.  Juan Pablo II, Mensaje para la jornada mundial de la paz (1993)1 y (2000)14. 7.  Cf. M. Bedjaoui, Hacia un nuevo orden económico internacional, Salamanca 1979, 30.

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deben olvidarse las dos tendencias o vías históricas que explican la vida conflic­tiva propuesta por algunos pensadores8. Con la crisis de la economía internacional, ocasionada prin­cipalmente con la caída del precio de las materias primas9, cambia el sistema económico y se potencia, a instancias de la ONU, el diálogo entre el Norte y el Sur, apareciendo posturas cerradas en algunos países con los efectos siguientes10: hay menor activi­ dad económica y la crisis produce recesión, es decir, las inver­siones son menores. Esto origina una menor producción, el cierre de fábricas, la reducción de actividad y, como consecuen­cia, el paro, la exclusión y el regreso de los emigrantes a sus países de origen11. Este primer efecto está asegurado con una segunda causa de la crisis: la revolución de las tecnologías. En realidad, está en crisis la misma ley de consumo que exige mayor producción con menor coste para hacer frente a las competencias. Este problema intenta resolverse con el desarrollo de las tecnologías. En favor de una mayor productividad, la tecnología sustituye al hombre por la máquina. Ante esto, será urgente valorar el trabajo como riqueza, ya que la materia exportada por un país es lo que el país pierde, el precio del trabajo exportado es lo que el país gana12. En tercer lugar, la lucha en contra de la pobreza está bloqueada por una crisis económica programada y producida por un sistema liberal y socialdemócrata de tipo intervencionista13. El desarrollo económico, reorganizado a partir de la segunda guerra mundial, se derrumba durante los años 1969 y 1970, dejando al descubierto las contradicciones internas de un sistema económi­co basado en la ley del mercado y en la hegemonía de los podero­sos. Para entender las razones profundas de esta crisis se han de analizar el origen del planteamiento económico moderno: Desde el ámbito social y eclesial se ha de crear conciencia de que la responsabilidad de la crisis está en personas concretas, aunque desde la técnica económica 8.  Cf. T. Hobbes y Aristóteles, respectivamente. 9.  Cf. D. Velasco, Norte-Sur. La lógica de la dominación y el desarrollo Ed. Sal Térrea, Santander 1986, 873 ss. 10.  Cf. Sesión 42, resolución 41/73 de las Naciones Unidas sobre “El progreso, desarrollo de los principios y normas relati­vas a la ley internacional para un nuevo orden económico interna­cio­nal”. Se abstienen 23 países, algunos con derecho a veto. 11.  UNIAPAC, Informe de actividades abril 1987, p. 20. 12.  Cf. J. Stewart, The Works Political, Metaphisical and Chronological of sir James Stewart, vol. II, Londres 1803, 2. 13.  J. Iguiñiz, “Deuda externa, orden económico y responsabi­lidad moral”, en Páginas 75 (1985) 10.

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todos estemos implicados, es decir, dado que el mercado va por delante de la regulación es importante ver la responsabilidad de todos. •  E s preciso reflexionar sobre lo que significa “destruir la confianza”, ya que es bueno en economía buscar áreas de confianza y en la vida económica concreta no existen tantas diferencias como en la vida política. •  E s importante el apoyo crítico que pueda provenir de la Doctrina Social de la Iglesia hacia el mundo empresarial ya que la DSI aporta una gran fuerza ética con fundamento antropológico. •  U  na de las grandes preocupaciones de esta crisis, dentro del debate interno y en el campo empresarial, es la “responsabilidad personal” y “el paternalismo estatal” o la llamada “japonización de la economía”. •  P  robablemente no se vean todavía los límites de la crisis. Una de las razones radica en la falta de confianza entre los bancos para prestarse dinero mutuamente. •  E sta crisis no viene sola: se trata de una crisis económica en relación con otras crisis, ética, social, financiera… Por ello hay que contemplarla de forma interdependiente con la crisis de valores, de confianza, etc. •  E l valor ético está presente tanto en quienes la provocan la crisis, en quienes la padecen y en quienes luchan por erradicarla. Creemos que existe una gran dificultad en gobernar el mundo económico sin principios éticos. •  H  ay necesidad de revisar el modelo de crecimiento. Este favorece el espíritu creativo pero hay que analizar no sólo los efectos sino también el cómo crecer. •  E s importante que la población sepa a quien elige políticamente o como dirigentes políticos ya que estos influyen en las decisiones económicas, de lo contrario nos convertiríamos en “cómplices indolentes”. •  E l análisis de la crisis económica no será correcto si se desvincula de otras extorsiones como el blanqueo de dinero, los paraísos fiscales, la venta de armas, etc. •  E s necesario buscar la responsabilidad diferenciada, especialmente en lo que se refiere a la creación artificial de necesidades, en la potenciación 110

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del consumo, en la influencia de los medios de Comunicación en la “desconcienciación” de la población. •  D  ebemos estar preocupados cuando se trasladan los problemas a las pequeñas empresas y los efectos negativos de la crisis a los más pobres. Viendo estas razones, nace rápidamente un interrogante moral, ¿es justo un sistema económico que causa la ruina de tantas naciones, crea deuda exter­na y enriquece a unos pocos?, ¿se debe buscar un NOEI o una nueva forma de organizar la economía y la propiedad? Juan Pablo II sugiere que las cuestiones que aquí se afrontan son ante todo morales y en el análisis del problema del desarrollo no se puede prescindir de esta dimensión esencial (SRS 41), pues la opción prefe­ren­cial por los pobres lleva consigo la exigencia de una valora­ción y una denuncia ética de las estructuras injustas. En todo este proceso se ha ido creando una nueva forma de entender al hombre. Aparece la concepción del hombre productivo o aquel que desea producir para tener más y consumir más. Como resultado nace el hombre-consumo, insensible a las desigualdades e impotente ante los problemas que sufren los más desfavorecidos. Como consecuencia de esta crisis antropológi­ca y económica aparecerá otro de los conflictos graves que originan pobreza: el armamentismo o el comercio de armas.

3. Una nueva estructuración de la sociedad para la inclusión El representante de la Santa Sede ante la ONU sigue presentando la dimensión estructural de la exclusión. Añade que “es necesario responder mediante las estructuras jurídicas, sociales e institucionales apropiadas a las necesidades de las familias, mujeres, jóvenes, personas que no han recibido una educación adecuada, parados, indígenas, ancianos, emigrantes y todos los demás grupos que son más vulnerables a la exclusión social”14. Esta afirmación se fortalece con la siguiente propuesta de Kofi A. Annan: “Aún tenemos tiempo para alcanzar los objetivos, en todo el mundo y en la mayoría de los países, si no en todos, pero sólo si logramos romper con la rutina. El 14.  Mons. C. Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU durante la XLVII sesión de la Comisión para el desarrollo del Consejo Económico y Social, solidaridad y subsidiaridad contra exclusión social, Ciudad del Vaticano 6 de febrero 2009.

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éxito no se logrará de la noche a la mañana, sino que requerirá trabajar de manera continua durante todo el decenio, desde ahora hasta que termine el plazo. Se necesita tiempo para formar a maestros, enfermeros e ingenieros; lleva tiempo construir carreteras, escuelas y hospitales, así como fomentar empresas grandes y pequeñas que puedan generar los empleos e ingresos necesarios. Por consiguiente, hay que poner manos a la obra desde ahora. También debemos aumentar la asistencia para el desarrollo a nivel mundial en más del doble durante los próximos años, pues sólo así se podrá contribuir al logro de los objetivos”15. Mons. Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, en la XLIV Sesión de la Comisión de Desarrollo Social del ECOSOC (10.2.06) señala tres acciones fundamentales que necesitan los países en vías de desarrollo: mejorar los términos de intercambio; duplicar la asistencia de ayuda; y aligerar en mayor medida la deuda16. En este contexto más tarde, el seis de febrero de 2009, hablando de la solidaridad y subsidiaridad contra la exclusión social ante la XLVII sesión de la Comisión para el desarrollo social del Consejo Económico y Social y tratando sobre el tema de la integración social, el nuncio apostólico dijo que el informe del secretario general “señala que su ausencia lleva a la exclusión social, que está difundida tanto en las regiones desarrolladas como en las no desarrolladas y tiene causas comunes, como la pobreza, la desigualdad y la discriminación en todos los niveles". El marco del desarrollo, afirmó, “se caracteriza por la convicción de que la lógica de la solidaridad y de la subsidiariedad es el instrumento más adecuado para superar la pobreza y asegurar la participación de todas las personas y grupos sociales en los niveles sociales, económicos, civiles y culturales”. “Ha habido un amplio consenso en la última década, subrayó, sobre el compromiso en promover el desarrollo en la lucha contra la pobreza y en la inclusión y la participación de todas las personas y grupos sociales”. Tras poner de relieve que “el logro de los objetivos, y en definitiva, del desarrollo y la cohesión social requiere no sólo ayuda financiera, sino la participación concreta de las personas”, recordó unas palabras de Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2009: “Los problemas del desarrollo, de las ayudas y de la cooperación internacional se afrontan a veces como meras cuestiones técnicas, que se agotan en establecer estructuras, poner a punto acuerdos sobre precios y cuotas, en asignar subvenciones anónimas, sin que las personas se

15.  Kofi A. Annan, Secretario General de la ONU. 16.  Cf. Mons. Celestino Migliore, “primer objetivo: erradicar la pobreza y el hambre”, en Ecclesia n. 3298, 25 de febrero de 2006.

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involucren verdaderamente. En cambio, la lucha contra la pobreza necesita hombres y mujeres que vivan en profundidad la fraternidad y sean capaces de acompañar a las personas, familias y comunidades en el camino de un auténtico desarrollo humano”. El arzobispo Migliore concluyó afirmando que “es necesario responder mediante las estructuras jurídicas, sociales e institucionales apropiadas a las necesidades de las familias, mujeres, jóvenes, personas que no han recibido una educación adecuada, parados, indígenas, ancianos, emigrantes y todos los demás grupos que son más vulnerables a la exclusión social". Teniendo en cuenta el amplio abanico de los objetivos del milenio, estas propuestas del arzobispo Migliore, algunas orientaciones que aparecen en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) y centrándome en el primer objetivo haré una oferta de reflexión en torno a algunas cuestiones indispensables para llevar a cabo esta propuesta de inclusión que se concreta en: la lucha contra la pobreza, mejorar el intercambio y el análisis de las causas de la deuda. Para ello conviene adelantar algunas propuestas de este trabajo: •  R  especto a las relaciones entre la erradicación de la pobreza y las desigualdades entre norte y sur, ricos y pobres, socialdemócratas y sociedad participativa, considero que además de tener en cuenta los bajos niveles de ingreso, deberá prestarse más atención a las desigualdades internas de las sociedades y pueblos. •  E stas diferencias hacen que muchas personas busquen en otros lugares un trabajo mejor retribuido y como consecuencia se causa la fuga de capitales humanos y de cerebros a pesar de que beneficien a sus países a través del envío de remesas. •  P  ara que esto no ocurra y se pueda erradicar la pobreza en estos países y conseguir un mayor desarrollo, son necesarios medios capaces de atraer y retener mano de obra tanto cualificada como no cualificada. •  A  pesar de los avances alcanzados desde 1996 como puede deducirse del examen del primer decenio de las Naciones Unidas para la erradicación de la pobreza, aún existen muchos países lejos de alcanzar el objetivo deseado. Como subraya dicho examen, la reducción de la pobreza no ha alcanzado el nivel deseado y requerido, especialmente en los países más pobres, debido en gran parte a una aplicación insuficiente. •  P  ara corregir estos defectos se requiere una especial atención por parte de la comunidad internacional, un aumento de la capacidad necesaria, Corintios XIII nº 135

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humana y técnica, en los países en vías de desarrollo, y una puesta por obra eficaz de programas de inversión pública para alcanzar los objetivos de erradicación de la pobreza, sin olvidar el apoyo de las instancias intermedias, el desarrollo del tercer sector y la potenciación de la sociedad participativa. •  A  unque nos referimos al primer objetivo, es preciso no olvidar la relación entre los ocho objetivos del milenio para contemplar el lugar justo de la exclusión: erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el sida, el paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; y fomentar una asociación mundial para el desarrollo. Son varias las razones, según el Secretario de Naciones Unidas, de la importancia de los objetivos del milenio. Nosotros los tendremos en cuenta en nuestra aportación sobre la exclusión: •  E stán centrados en el ser humano. Esperamos que lo estén también en el hombre como persona y no solo como individuo. •  E stán basados en la alianza mundial. Es de desear que esta alianza no se asiente en la ley de veto y se fomente la responsabilidad de los países en desarrollo de poner en orden sus propios asuntos y en que los países desarrollados no se interpongan en esta tarea. •  C  uentan con apoyo político de los países desarrollados. El objetivo es que ese apoyo se haga desde la sociedad civil y no sólo la sociedad política de manera que se garantice la participación de la sociedad participativa. Por otra parte, es preciso constatar, en el ámbito del primer objetivo, que las tasas mundiales de pobreza se están reduciendo, principalmente en Asia, pero millones de personas han caído en la pobreza extrema en África, donde los pobres son cada vez más pobres. En algunas regiones se ha producido un retroceso debido al lento aumento de la producción agrícola y al crecimiento de la población. Seguidamente debemos partir de algunas constataciones generales como punto de partida de nuestra reflexión con el fin de situarnos en algunas referencias que manifiestan la gravedad y la realidad de la exclusión. No es nuestra intención ser exhaustivos en la exposición de la situación de la exclusión en relación con el hambre por la que pasan millones de personas. Exponemos brevemente un pano114

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rama general del problema de manera que nos ayuden a hacer las propuestas y bases de solución objeto de nuestro trabajo17: •  A  sia encabeza la reducción de las tasas de pobreza. La tasa de pobreza aumentó en África, disminuyó en Asia y se redujo lentamente en Iberoamérica. Por ello, se puede decir que la pobreza extrema sigue siendo una realidad para más de mil millones de personas que subsisten con menos de un dólar por día. Existen ochocientos millones de personas cuya alimentación no es suficiente para satisfacer las necesidades energéticas diarias. En el caso de los niños de corta edad la falta de alimentos es peligrosa ya que retarda su desarrollo físico y mental. Más de la cuarta parte de los niños menores de cinco años de los países en desarrollo sufren malnutrición. •  D  ecrece el ritmo de reducción del hambre. Se está reduciendo el hambre crónico: fue menos en el periodo 2000-2002 que en 1990-1992. Sin embargo este impulso reductivo ha ido perdiendo peso en los últimos años, de tal manera que los países pobres son cada vez más pobres. •  L os retrocesos casi superan los avances en la lucha contra el hambre. En 2002, en el mundo en desarrollo padecían hambre ochocientos quince millones de personas, es decir nueve millones menos que en 1990. Sin embargo en las regiones más afectadas (África subsahariana y Asia meridional) el número de personas que padecen hambre ha aumentado en decenas de millones. El crecimiento de la población y la escasa productividad han sido los principales factores de escasez unido a la distancia producida por los pueblos en desarrollo. La mayoría de las personas que padecen hambre viven en zonas rurales y tanto sus ingresos como su alimentación dependen del consumo y la venta de productos naturales. Pasan hambre los que no tienen tierras y con poca extensión de terreno para trabajar y cubrir sus necesidades. •  M  ás de una cuarta parte de los niños del mundo en desarrollo padece de malnutrición. La nutrición infantil es un factor importante en más de la mitad de las muertes de niños. Es causada tanto por la privación de alimentos como por la debilidad que provocan enfermedades infecciosas y la falta de cuidados. En el mundo en desarrollo, más de ciento cincuenta millones de niños menores de cinco años tienen un peso inferior al normal; entre ellos se cuenta casi la mitad de los niños de Asia meridional. 17.  Puede consultarse el análisis de Cáritas Europa, Zero Poverty, Parte A: Un enfoque analítico y Parte B: Un enfoque empírico, Bruselas 2010. www.caritas-europa.org Cf. A. Aganzo, “Globalización y exclusión”, en AA. VV. La exclusión social, CEME, Salamanca 2004, 145-176.

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En África Subsahariana el numero de niños con peso inferior al normal aumentó de veintinueve a treinta y siete millones entre 1990 y 2003. •  L os conflictos y los desastres exacerban la pobreza y el hambre. Los conflictos y los desastres naturales impiden realizar una ayuda eficaz y aumenta los problemas en contra de los esfuerzos por erradicar la pobreza y el hambre. De los trece millones de muertes provocadas por conflictos a gran escala entre 1994 y 2003 más de doce millones se produjeron en África subsahariana, Asia occidental y Asia meridional. En estas regiones están los treinta y siete millones de refugiados y desplazados. En este mismo periodo murieron 669.000 personas debido a los desastres naturales. Ante todo habría que afirmar que la erradicación de las exclusiones exige el compromiso activo de los Estados, los cuales tendrían que entrar en juego con todos sus dispositivos legales y presupuestarios. Un Estado maduro, ante la exclusión social, debe hacer más cosas que defender el orden público y la propiedad, y está obligado a paliar los estragos sociales del imperio del dinero y de los poderes no democráticos. El problema no es, como algunos dicen, de “más Estado” o de “menos Estado”, sino de un Estado diferente: si se es Estado desde la prepotencia o desde la colaboración; desde la lejanía o desde la implicación; desde el dominio o desde el servicio; desde el interés o desde la redistribución. El Estado moderno puede y debe realizar la cohesión social. Pero es un hecho que está mal dotado para ejecutar medidas de inserción del excluido, ya que es el propio Estado quien más ha contribuido a fragilizar el tejido y el contexto social y ha sido un factor importante en la aparición del individualismo actual. El Estadoprovidencia es, de hecho, un potente productor de individualismo, ya que sitúa al individuo en una relación directa con la lógica de la sociedad salarial, sin intermediarios ni solidaridades locales. El Estado moderno se convierte, así, en el máximo creador del individualismo, puesto que crea el convencimiento de que la única solución para el excluido es que el propio Estado le ayude, al margen de los demás ciudadanos y sin que estos tengan obligación alguna de solidarizarse, especialmente desde la política y la economía, con dicho excluido18. Pero la erradicación de la exclusión también exige la colaboración de toda la sociedad y no sólo del Estado. Por eso, el problema se hace más complejo puesto que el concepto de “sociedad” activa se ha convertido en la necesaria referencia de las políticas sociales, tanto liberales como socialdemócratas, especialmente con el nacimiento de la nueva sociedad participativa y el llamado “tercer sector” o la

18.  R. Echarren, conferencia pública sobre “Bien Común”, Gran Canaria 2001.

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propuesta lubichiana de la “Economía de Comunión”19. En la situación actual, la respuesta a los problemas de los excluidos y marginados frente a la prepotencia de los poderes liberales deberá contar con la sociedad participativa a través tanto de la acción individual como de los grupos intermedios.

4. Horizonte antropológico de la exclusión Ahora nos referiremos a tres niveles de exclusión que tienen relación con tres dimensiones fundamentales del ser humano en el horizonte antropológico de la exclusión: Dios, el hombre y la naturaleza. En la relación con Dios no podemos olvidar que en la creación todos los bienes tienen un horizonte universal: las cosas han sido creadas para todos los hombres. En la dimensión antropológica se tendrá en cuenta la dimensión intrínsecamente social del ser humano. Y en la relación con la naturaleza se valorará la importancia del medio ambiente en su conexión con Dios y con el hombre20.

4.1. Exclusión y la relación con Dios Ha surgido durante los últimos decenios una política económica que busca llegar a tiempo con las medidas económicas exigidas para incorporarse a alguno de los tres focos económicos mundiales (EE.UU., Europa, El Pacífico). Este proceso “carreril” o el llamado de las “velocidades” va configurando un lenguaje y la manera de entenderse a sí mismo y a los demás. La uniformidad del lenguaje y la aplicación del mismo a la orientación aportada por las necesidades y la experiencia de los países industrializados entran dentro de la condena del Génesis, máxime si, como afirma Alain Touraine, “el mundo parece encaminarse hacia una trilateralización de los tres grandes boques, más que hacia una globalización”21. Ya Pablo VI vio con lucidez que es preciso distinguir progreso y desarrollo. No existe progreso si no va encaminado a adquirir el desarrollo integral del hombre (PP 14-21), y no existe auténtico sentido cristiano del amor en aquel que excluye al 19.  Cf. C. Lubich L’Economia di comunione. Storia e profecía, Ed. Città Nuova, Roma 2001. L. Bruni – V. Pelligra (Ed.), Economia como impegno civile. Relazionalita, benessere ed Economia di Cmunione, Ed Città Nuova, Roma 2002. 20.  Cf. A. Galindo García, “Exclusión y política neoliberal”, en AA. VV., La exclusión social, o.c., 177ss 21.  A. Touraine, La globalización como Ideología, en El País, 29.9.1996.

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hermano aunque afirme que cree en Dios. En este mismo ámbito se sitúa Juan Pablo II en la encíclica Solicitudo rei socialis (SRS 7; 15; 27)22 y Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate23. Por eso, decir que la economía juega un papel muy importante en el proceso de globalización es algo indudable siempre que no abandone el elemento antropológico vertebrador: que el bienestar alcance a todos y no existan seres humanos obligados a vivir en la pobreza, en la indignidad o en la exclusión24. Pero las propuestas de la política neoliberal y socialdemócrata orientan el llamado progreso hacia la exclusión. Estamos asistiendo a la última expresión del colonialismo, o del imperialismo económico, utilizando palabras de Juan Pablo II (SRS 14-16), que es el proceso de exclusión. Hay en el mundo personas, como recuerdan los obispos iberoamericanos en La Aparecida, que no tienen siquiera el privilegio de ser explotadas porque están excluidas y en un sistema con altísimos niveles de acumulación de riqueza25. El crecimiento económico no es un síntoma de progreso y menos de desarrollo integral. Por el contrario “el reconocimiento de los intereses de los otros, así como la capacidad de entendimiento en la construcción de un lenguaje que nos permita descubrir y atender las necesidades de quienes se encuentren en situaciones de mayor carencia, son requisitos básicos para la concepción del fenómeno de la modernización en el camino hacia una verdadera mundialización”26. En este sentido, el concepto neoliberal de globalización está suponiendo que existen unas civilizaciones más perfectas que otras. Pero, aunque es verdad que las culturas han de ser vistas de forma jerarquizada, lo que no parece procedente es la exclusión de la cultura menos dominante, a iniciativa de la parte dominante, en base a una información mejor, por suponerle una visión más global de todo el conjunto. La occidentalización sin más de toda discusión convierte a unos, en detrimento de otros, en parte y juez de la solución. La exclusión se ha identificado con “los agujeros negros del capitalismo informal”27. 22.  A. Galindo García, Dimensión moral del desarrollo, en Corintios XIII, 47 (1988). 23.  Enuncio algunos de los lugares de la encíclica Caritas in veritate en los que el lector puede encontrar referencias sobre la exclusión y la inclusión: 11: expulsión de la Iglesia de la sociedad; 14 y 17: obstáculos para frenar el desarrollo; 21: caminos de integración; 22 y 26: nuevas pobrezas y exclusión en el ámbito cultural; 28: exclusión en el campo de la bioética; 29: exclusión y libertad religiosa; 32 y 35: los pobres no son un fardo pesado; 41 y 59: inclusión y ayudas al desarrollo; 51 y 53: acaparamiento de recursos y alienación; 61, 62 y 63: exclusión de la educación, del trabajo y en la emigración. 24.  J. R. López de la Osa, Globalización y responsabilidad moral, en Estudios filosóficos 130 (1996) 521. 25.  L. Boff, entrevista, en El Mundo del siglo XXI, 1.9.1996. 26.  J. R. López de la Osa, o. c., 521. 27.  J. F. M. Serrano, La globalización… o. c. 22. M. Castells, La era de la información. Economía, Sociedad y cultural vol. 3. Fin del milenio, Ed. Alianza 4, Madrid 1997, 188-191.

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Todo esto responde a la constatación de algunos datos que manifiestan no solo una pobreza relativa y una desigualdad creciente sino también una situación alarmante de pobreza: alrededor de un tercio de la humanidad (dos mil millones de habitantes) viven con un ingreso inferior a un dólar diario. “De los seis mil millones de habitantes del mundo en desarrollo, casi tres quintas partes carecen de saneamiento básico. Casi un tercio no tiene acceso a agua limpia. La cuarta parte no tiene vivienda adecuada. Un quinto no tiene acceso a servicios modernos de salud. La quinta parte de los niños no asiste a la escuela hasta el quinto grado”28.Todos estos datos que no quieren ser exhaustivos indican: la desigualdad entre zonas rurales y urbanas, entre hombres y mujeres, entre regiones dentro de los mismos países, entre adultos y niños. Por ello, es preciso atender a los procesos de diferenciación social: “por una parte, desigualdad, polarización, pobreza y miseria pertenecen al ámbito de las relaciones de distribución/ consumo o de la apropiación diferencial de la riqueza generada por el esfuerzo colectivo. Por otra parte, individualización del trabajo, sobreexplotación de los trabajadores, exclusión social e integración perversa son características de cuatro procesos específicos respecto a las relaciones de producción”29.

4.2. Destrucción del medio ambiente o relación con la naturaleza El hombre, en su relación con la naturaleza, se siente creador y por consiguiente desarrolla su creatividad. En este ámbito, otro de los problemas que no pueden quedar al lado en el análisis de la política neoliberal y la exclusión es el de la destrucción del medio ambiente que esta situación está provocando. Los informes del Club de Roma han puesto de manifiesto tanto los límites de los recursos como los residuos producidos por el exceso de consumo en los países ricos. Lo constatable por tanto es que no todos contaminamos igual ni de la misma manera30. Apelar, por tanto, al universalismo del deterioro del medio ambiente y al posible interés común por hacerle frente no puede ocultar las diferencias existentes en cuanto a la contribución a ese exterior, como a la diversa capacidad de respuesta al mismo. “Los pobres se ven obligados a agotar los recursos para sobrevivir; esta degradación del medio ambiente los empobrece todavía más”31.

28.  PNUD, Informe 1998, 2. 29.  M. Castells, La era de la información. Economía, sociedad y cultura, vol 3: el fin del milenio, Ed. Alianza, Madrid 1998, 96. 30.  B. Schneider, La revolución de los desheredados, Ed. Alambra, Madrid 1986. 31.  PNUD, Informe 1998, p 5.

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“Una vez más es evidente que el desarrollo, así como la voluntad de planificación que lo dirige, el uso de los recursos y el modo de utilizarlos no están exentos de respetar las exigencias morales” (SRS 34). Por esto, creemos que el horizonte de tratamiento de la cuestión ecológica es práctico, filosófico y ético. En este caso, se trata de una opción ética no sólo secular, sino también religiosa, ya que el planteamiento se hace desde una actitud de fe que no excluye los caminos de la racionalidad. Como afirma Pablo VI “el horizonte del hombre se va modificando partiendo de las imágenes que para él se seleccionan. En este dinamismo selectivo y humano hay una transformación continuada, consecuencia de la actividad humana que, en ocasiones, pone en peligro el auténtico desarrollo del hombre. Nos referimos a la explotación considerada de la naturaleza” (OA 21). Esta reflexión ecológica hoy se enmarca en el ámbito de la mundialización de una sociedad que está en crisis y a la vez es causa del desequilibrio ecológico. En este caso “debemos aprender que nuestra felicidad y nuestra salud no dependen tanto de los bienes materiales cuanto de los dones de la naturaleza y de las demás criaturas, de las relaciones humanas y de nuestra relación con Dios”32.

4.3. Amenaza de la diversidad cultural o la relación con los otros33 La globalización neoliberal y la exclusión afectan de forma especial a la relación del hombre con los hombres, es decir, a la dimensión socio-antropológica del ser humano. Por ello, el lenguaje de la globalización no surge del reconocimiento mutuo y plural de las diversas culturas, sino de una lengua única, de un pensamiento único, que acuñen conceptos dominantes para los campos preferenciales a los que se aplican, y cuyo uso es más controlable por parte de quienes crean los medios, su sentido y su significado. En este sentido la palabra “desarrollo” está siendo sustituida por la de “mercado”. El desarrollo y la modernización pasan por integrarse en el mercado mundial, lo cual no está en las posibilidades de todos. La unificación de la cultura anulando la diversidad es a raíz de la exclusión. Consciente de que la globalización de la economía neoliberal influye en la cultural surgen interrogantes como los siguientes: ¿se está produciendo un proceso de homogeneización cultural vía globalización?, ¿conlleva la globalización necesaria32.  Asamblea de Basilea 1989, Documento final, Madrid 1990. 33.  J. Martín, La globalización desde una perspectiva cultural, en Letra 58 (1998). R. Sarro, “Cultura y metacultura: más allá de la diversidad y de la homogeneización”, en Revista de libros, Madrid 1999.

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mente una eliminación progresiva de diferencias locales y temporales significativas en el ámbito cultural?, ¿se puede considerar la industria trasnacional de la cultura como el vehículo privilegiado de las multinacionales para la conquista empresarial del mundo, es decir, para imponer determinados modos de vida que faciliten su expansión?, ¿se está creando una cultural global o imponiendo la americana? Aunque se pueda afirmar que la pluralidad y diversidad de identidades culturales pertenece a la forma esencial de ser hombre y que se encuentran en constante transformación, esto no debe impulsarnos a minimizar las consecuencias de las tomas hegemónicas del contacto cultural. Como respuesta a nuestros interrogantes se puede afirmar que en la actualidad la industria cultural se encuentra sometida al mismo proceso de globalización y de exclusión que afecta al mercado mundial34.Todo está sometido a la tecnóloga de la información. “A lo dicho hay que añadir todavía las diferencias de cultura y de los sistemas de valores entre los distintos grupos de población, que no coinciden siempre con el grado de desarrollo económico, sino que contribuyen a crear distancias. Son estos los elementos y los aspectos que hacen mucho más compleja la cuestión social, debido a que ha asumido una dimensión mundial” (SRS 14). Junto a esto, la irrupción de los inputs virtuales en un momento de crisis de los grandes ideales ha provocado al mismo tiempo un aumento de las ofertas de tiempo libre y tal vez el fortalecimiento del relativismo y la pasividad. Las relaciones humanas virtuales han ganado importancia e inducen a veces a la confusión entre realidad y ficción con repercusiones graves en el campo de la moral. Por tanto, resumiendo en vistas a la elaboración de algunas implicaciones éticas que se derivan de la ética racional en el ámbito de la repercusión de la ideología y praxis neoliberal en la exclusión presente en la legislación de los países europeos y en los elementos éticos propios de la antropología filosófica, los que se han expresado en la praxis cristiana principalmente manifestada en la enseñanza de los Santos Padres y aquellos que se han expresado en la Doctrina Social de la Iglesia, podríamos resumirlas en las siguientes: •  L a dignidad de la persona humana aparece como el valor absoluto y primero dentro de la escala de valores. •  C  ada nación y la misma Europa es el resultado de un cúmulo de movimientos migratorios. De lo que resulta que el hombre es un ser inmi-

34.  Cf. AA.VV., Exclusión social y cristianismo, Nueva utopía, Madrid 1996; J.A. Martínez Díaz, “Visión cristiana de la Inmigración”, Sociedad y utopía 16 (2000) 767-777; S. Nogalito, “La Iglesia y los emigrantes”, en Razón y fe 245 (2002) 355-366.

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grante por naturaleza. Y, en cuanto ser pecador, tiende a excluir a unos favoreciendo a otros. •  C  omo consecuencia, cada nación y sociedad tiene el deber de acoger y preparar la acogida que respete tanto la dignidad del que acoge como el acogido en el ámbito de la marginación social. •  E l marginado tiene los deberes que se derivan de su respeto a la cultura y tradiciones de quien le acoge de cara a una integración. El excluido también tiene deberes y capacidad para tenerlos. •  L as sociedades han de crear unas leyes abiertas y dinámicas que, basándose en los valores éticos, fundamenten la convivencia entre todos y fomente la igualdad en la pluralidad. •  L a ética cristiana propone el respeto y la acogida al excluido fundándose en sus orígenes y en la naturaleza y en el talante solidario de su fundador, Cristo. •  E ntre los valores más significativos que están en la base de este proceso de atención al excluido señalamos: la hospitalidad, la solidaridad, y la atención al marginado, la equidad y la justicia, la laboriosidad, el intercambio de bienes. •  E l neoliberalismo y la socialdemocracia crean individuos pero no personas. •  E l mercado, considerado en sí mismo, no es un mal ya que favorece el intercambio. El mal está en los sistemas liberales y en la ideología que fomentan la competencia, como competitividad, y crean exclusión. •  H  ay que prestar especial atención a los excluidos que se convierten en “excluidores” de sus hermanos amparándose en las mafias existentes. En ocasiones, el mayor enemigo del excluido es un hermano perteneciente al mismo grupo. “Estamos asistiendo a un cambio profundo en la manera de pensar y de vivir, que no deja de presentar, junto a elementos positivos, también aspectos ambiguos. El sentido de lo provisional invita, por ejemplo, a preferir las novedades, a veces en menoscabo de la estabilidad y de una clara jerarquía de valores; al mismo tiempo, el espíritu se hace más curioso y disponible, más sensible y listo al diálogo. En este clima, el hombre puede verse llevado a profundizar las propias convicciones, pero también a caer en un fácil relativismo. La movilidad implica siempre un desarraigo 122

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del ambiente originario, que se traduce con frecuencia en una experiencia de gran soledad, con el peligro de perderse en el anonimato… A veces incluso aflora la disponibilidad de actualizarse pasivamente, lo que es una fácil fuente de alienación cultural y social. Los movimientos humanos implican múltiples posibilidades de apertura, encuentro y agregación, pero no se puede ignorar que también suscitan manifestaciones de rechazo individual y colectivo, fruto de esas mentalidades cerradas que se hallan en las sociedades afectadas por desequilibrios y temores”35.

5. Modelo a proponer y principios para la inclusión El interrogante fundamental es ver cuál es el modelo a proponer por los países y los pueblos que viven en la miseria de cara al auténtico progreso económico y social que fomente el que nadie quede excluido y todos tengan acceso al uso de los bienes y a su producción (CA 42). El CDSI indica que se ha de proponer un modelo que sea portador de un desarrollo endógeno, capaz de utilizar el máximo de recursos de los pueblos beneficiarios en cualquier acción de promoción de su crecimiento (PT). Al mismo tiempo, ha de ser un modelo capaz de crear la conciencia de un progreso que sea necesario para resolver la situación de aquellos pueblos que se sitúan en el campo de miseria material y moral. Se trata de garantizar a través de la cooperación internacional un modelo de desarrollo que mire a realizar modelos capaces de condicionar y orientar el bien común y el funcionamiento de los mecanismos económicos y del mercado (CA 52). De la reflexión desde el CDSI pueden deducirse algunos principios generales en lo que se refiere a los efectos de la cooperación internacional para la integración: un aumento de confianza en las capacidades del pobre y de los países pobres (la lucha contra la pobreza), una distribución favorable de los recursos que permita a todos los pueblos de la tierra poder disponer suficientemente de ellos (bienes patrimonios de la humanidad), y una equitativa concertación mundial para el desarrollo capaz de superar las posiciones de marginación y hacer unas economías más desarrolladas (se trata de la financiación del desarrollo). El problema es político y económico, por ello, la solución ética ha de atender a los dos niveles humanos y sociales. La solución no está únicamente en acoger al emigrante y al excluido, movido por una fuerza altruista y generosa sino que a la vez hay que estudiar y promover a largo plazo una reforma de las instituciones monetarias

35.  Juan Pablo II, Mensaje en la Jornada de la paz de 1987, 2.

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y financieras que favorezcan la integración y la inclusión. No se pueden pagar altos intereses a costa del sacrificio del desarrollo y del bienestar de los más pobres. Lo que en definitiva está en juego es la vida de millones de personas. Por tanto, con los derechos humanos que exigen respuestas concretas manteniendo la independencia de los países en desarrollo, deben desaparecer la ingerencia de terceros países y las medidas expoliadoras de las relaciones de comercio internacional. Aquí ocupan un lugar de acción los monopolios y las multinacionales que por su regulación interna del mercado a veces escapan al control de los Estados. Por otra parte, desde el problema político y económico nace la cuestión jurídica. Es necesaria una autoridad internacional capaz de regular jurídicamente los tratados comerciales ya que los acreedores tienen derecho a que se respeten los contratos y capaz de hacer respetar las leyes y los derechos de todos los seres humanos. Está abierta la respuesta a la pregunta, ¿cuáles son los límites de la licitud de las relaciones internacionales? La respuesta primera nace de la moral. Esta respuesta exigirá una nueva regulación jurídica. Para diseñar esta respuesta ética es preciso tener encuentra dos de sus aspectos: el horizonte moral con “la ética ante lo imposible”, algunos principios éticos generales y la aplicación concreta de esos principios:

5.1.  Horizonte moral La ética ante lo imposible. Siguiendo tanto la DSI como la enseñanza de los obispos españoles en la exhortación “Crisis económica y responsabilidad moral”, reconoce­mos que es la ética de los tiempos difíciles la que nos llama a la solidaridad y responsabilidad a todos los implicados en la crisis, en este caso, la crisis internacional que provoca y crea exclusión. Por otra parte, se ha de tener en cuenta que a nadie se le puede exigir lo imposible y es negativo el estancamiento económico permanente y por ello la comunidad internacional ha de compar­tir responsabilidades. En caso de urgencia, ante la gravedad de la exclusión y de la falta de participación y reconociendo la participación de unos y otros en las causas de la crisis señaladas anteriormente, será necesario seguir los siguientes caminos de actuación: suscitar el diálogo, provocar la cooperación de todos de cara a una ayuda inmedia­ta, evitar la ruptura entre acreedores y deudores, respetar al deudor insolvente, potenciar la capacidad de iniciativa de emigrantes y marginados, aceptar las moratorias e incluso perdonar la deuda, si se planteara una actitud evangélica, y confiar en las estructuras de coordinación como pueden ser el FMI y las instituciones propias de la sociedad civil. 124

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Sin olvidar este camino ético y utópico no deben de olvidarse las causas que rebasan las posibilidades de cada país y de cada persona, las fluctuaciones de moneda con las que se hacen los acuerdos internacio­nales, la regulación política de los acuerdos económicos internacionales, las variaciones de los precios de las materias primas y las rápidas fluctuaciones del precio de petróleo y del dólar. Principios éticos generales. Enumeramos alguno de los principios éticos universales desde los que puede abrirse una solución humana del problema de la exclusión, según el CDSI. Estos principios necesitan de respuestas concretas por parte de los países industrializados, subdesarrollados, de la relación acreedor-deudor y financieros: •  E s necesaria una autoridad internacional, con capacidad de consenso y de concertación que regule las relaciones políticas y económicas a través de otros organismos como la ONU, el FMI o las estructuras de la sociedad civil. •  S iempre ha de buscarse el bien común internacional. Esta búsqueda llevará consigo la eliminación de los gastos competiti­vos (los gastos bélicos) y se luchará a favor de los bienes de necesidad primaria. •  E s necesaria una nueva mentalidad creada por la potencia­ción de un nuevo orden de valores que descanse en la interdepen­dencia e independencia de los países, sobre el poder de la concer­tación internacional y en pro de la creación de la reforma de instituciones monetarias y financieras. •  S e ha de privilegiar el principio de subsidiaridad frente al intervencionismo estatal y el internacional dominado por las grandes potencias multinacionales. •  L a justicia y la responsabilidad de todos los participan­tes en la crisis y en la exclusión se expresará a través de la solidaridad de todos, incluidos los no afectados directamente por la crisis o por la exclusión. Hacia una nueva mentalidad. Durante la década de los años sesenta del siglo XX la sociedad de consumo manifestó una postura paternalista en la ayuda al desarrollo. Hoy el problema es el del reparto de los bienes. No se trata sólo de crear más riqueza y repartirla justamente, sino de distribuir­la racionalmente con una visión global que incluya, además de la instauración de una nueva mentalidad entre los hombres, los nuevos planteamientos sociales y culturales, la complementa­ riedad, la comunicación, la austeridad, la participación y la solidari­dad36.

36.  Cf. J. Lebret, L’economia al servizio de gli uomini, Ro­ma 1969.

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La verdadera cooperación para el desarrollo exige una planificación real y global del futuro, una distribución más justa de los recursos de la tierra dirigida primeramente a la satisfacción de los equipamientos base como la vivienda, la sanidad, los transportes, un cambio de valores en la sociedad mundial que dé preferencia a la libertad, a la calidad de vida, al respeto a la naturaleza, a la seguridad frente al peligro nuclear. Esta tarea ha de ser fruto del esfuerzo coordinado de gobiernos, grupos, organismos a escala mundial. Esta cooperación y esfuerzo por sacar de la exclusión a los pobres han de ser entendidos como un derecho inalienable de los países y pueblos más pobres al progreso cultural y económico. Para esto, ha de profundizarse en los valores democráticos y en la defensa de los derechos humanos reconocidos por todos como prueba de la disponibili­dad. Se ha de acudir a los principios morales fundamentales en la solución de los problemas concretos. En el problema que anali­zamos, inclusión frente a la exclusión en el ámbito de la crisis, la integración de todos en los procesos sociales, cooperación para el desarrollo, hay necesidad de una autoridad internacional con capacidad de consenso y de concerta­ción que regule las relaciones políticas y económicas. Se ha de buscar el bien común internacional (GS 83-90). Esto llevará consigo la eliminación de gastos competitivos en favor de aquellos que van dirigidos a la satisfacción de las necesidades básicas. Se ha de crear una nueva mentalidad y potenciar un nuevo orden de valores que descanse sobre la interdependencia y la independencia de los países. Ha de potenciarse la praxis del principio de subsidiari­dad frente al intervencionismo estatal. Con ello se ha de buscar la justicia y la responsabilidad de todos los causantes de la crisis y la solidaridad de todos los hombres que se concreta en actitudes y acciones como las siguientes: el hombre como centro de toda responsabilidad, la necesidad de una conversión colectiva corrigiendo las insolidari­ dades, potenciar el reparto justo de todos los costes sociales internacionales, la solidaridad efectiva con todos los países con necesidades básicas y elementa­les, la negociación frente a la confrontación en todos los niveles, la participación real en todos los países en las decisiones de política económica y la redistribución más justa de los bienes de al tierra.

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5.2. Principios éticos para la inclusión Mons. C. Migliore sigue diciendo, en el texto citado más arriba, que la lucha contra la pobreza necesita hombres y mujeres que vivan en profundidad la fraternidad y sean capaces de acompañar a las personas, familias y comunidades en el camino de un auténtico desarrollo humano. Por ello, será preciso recorrer el camino de la solidaridad guiados por la racionalidad en el ejercicio de la justicia social. Esta ruta tiene como horizonte otros principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia que enunciamos a continuación. El camino de la solidaridad Recogiendo el elemento amor-cuidado en las relaciones con el otro (las personas) y con lo otro (el cosmos), sin olvidar y sin absolutizar los otros dos elementos –el interés y la cooperación– propios de los tres niveles antropológicos enunciados más arriba, aparece la opción por la fraternidad-solidaridad. Seguir este camino exige considerar en la inclusión frente a la exclusión que la persona humana está en una superioridad evidente sobre la economía. La economía es el tratado de la “casa pequeña” y la inclusión es un efecto de la naturaleza social del ser humano. En las relacio­nes vitales de las especies y del medio hay toda una serie de normas que están por encima de las que los hombres hemos dado a través de la economía, de la política y del derecho. La ventana de la solidaridad nos introduce en la ética como espacio y como lectura de la cuestión social a nivel global. Sin esta solidaridad aumentarán las desigualdades y las injusticias, la opresión y otros males sociales como la miseria, el hambre y la muerte37. Estas exigencias de solidaridad se expresan mediante la emancipación y la independencia-autonomía de los pueblos en lucha contra del subdesarrollo y la liberación política. En este sentido esta liberación ha de ser diacrónica, es decir, ha de mirar a las generaciones presente y futuras. Lo que nuestros padres nos dejaron lo hemos recibido en usufructo y hemos de transferirlo a las generaciones futuras. Esta solidari­dad será el asiento de los derechos sociales como derechos propios de toda la sociedad38. Todo ello es un signo de responsabilidad común39. Es una acción creadora del hombre cuyo ejercicio solidario y responsa­ble ha de realizarse mediante el reconocimiento de los otros como personas, mediante la afirmación pública de cada persona en el ámbito nacional y las consideraciones de las relaciones interna­ 37. 

Juan Pablo II, SRS 38-39. A. Galindo García, Hacia una nueva mentalidad, o.c., 321-344.

38.  J. Gutiérrez, “La alternativa ecologista. El arte de la impotencia” en AA.VV., Ecología y culturas, o.c.,231 ss. 39.  Cf. Juan Pablo II, Jornada sobre la paz, Enero 1990.

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cionales de que los bienes están fundacionalmente destinados a todos los hombres. La racionalidad como contemplación ética de la inclusión La ética se asienta y necesita de la razón para contemplar la amplitud y la profundidad de su discurso. Su cosmovisión afecta a los elementos fundamentales de la existencia en los que el hombre es el sujeto de la relación con el otro a nivel de igualdad. En este sentido la calidad de vida en el proceso de humanización ha de insertarse en una auténtica antropología social40. Esta calidad de vida ha de fundarse en una formación y en un aumento de la conciencia ética que tengan su origen y referen­cia en la responsabilidad, tanto en política social y económica como en enfrentamientos a estructuras básicas y a problemas de políti­ca social de tipo nacional e internacional41. Ante una ciencia y una técnica que a veces pueden provocar la destrucción de la convivencia, es la mediación humana la única que puede hacernos cambiar. En una cultura en la que el hombre se instituye de forma mecanicista como el sujeto de un mundo transformado en puro objeto, en un mundo en el que encontramos enormes desafíos, una crisis del sujeto, una crisis de conciencia, una crisis de valores éticos, a pesar de todo esto, es necesario creer, aunque no se tenga otro apoyo que una decidida convicción nacida de la mediación humana, “que todo lo salvado tiene que ser de esencia superior a lo amenazado”42. En definitiva la relación fe y razón darán sentido antropológico a las aspiraciones espirituales del ser humano. El ejercicio de la justicia social El hombre vive en tensión dentro de una doble dimensión43. Por una parte, con la ciencia desea avanzar en el dominio de la naturaleza. Por otra, intenta progresar en la esfera sociopolí­tica en la relación entre los hombres. En este ambiente, como exigencia de la regulación ética de la crisis ética actual nace la aspiración general hacia la justicia social entre individuos, clases y naciones. La idea misma de justicia no tiene sentido si no es por la regulación de la convivencia. Esta llamada al ejercicio de la justicia social se funda sobre la persuasión de que cada ser humano y cada pueblo tienen derecho estricto a desarrollarse y a usar aquellos bienes que le 40.  Cf. D.L. Hardest, Antropología ecológica, Barcelona 1979. 41.  F. Quesada Castro, Ética y ecología, en Lai 63(1983) 47-55. 42.  AA.VV., Ecología y culturas, o.c., 142 y ss. 43.  E. Menéndez Ureña, “Trabajo y cultura como formas de humanización”, en AA-VV., La calidad de la vida en el proceso de humanización.

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son necesarios. Nos estamos refiriendo a la enseñanza de la Doctrina Social sobre el destino universal de los bienes. Esta exigencia de regulación ética va más allá de la justicia cuando aparece no como algo facultativo sino como rigurosa­mente necesario. Así aparecerá como un ideal político, ideal de liberación y de respeto religioso. Para percibir que toda decisión ética es respuesta a la llamada desde la justi­cia, se debe tener en cuenta aquello que tiene su origen en la ciencia positiva res­pecto a lo físico, a biológico y humano, y el uso de una escala de valores teniendo presente la visión global sobre el destino del hombre y su relación con la naturaleza. El problema suele estar en la radical y cuestionable separación entre el hombre-sujeto de la acción y del conocimiento donde las cosas están y pueden ser manipulables por el sujeto. Principios éticos concretos La ética es luz y es estilo, es camino y es sentido. Es la vida del hombre adulto, síntesis de la ética de la convicción y de la responsabilidad44. Es la convicción que nace de lo humano ­más genuino y es la responsabilidad del sentido cristiano propio del hombre-Cristo que con su redención se hizo responsa­ble de la humanidad. Una dimensión ética humana aporta a la cuestión sobre la integración de todos unos principios que sirven “para guiar a los hombres para que ellos mismos den respuesta, con la ayuda de la razón y de las ciencias humanas a su vocación de constructores responsa­bles de la sociedad terrena” (SRS 1). •  L a búsqueda del bien común. La convivencia humana y los bienes de la naturaleza tienen un destino universal entendido en sentido temporal y espacial. Desde la concepción que aparece del bien común se comprende la convivencia sin excluidos ya que no existe bien común mientras exista individuos que no tengan las condiciones necesa­rias para lograr con plenitud y facilidad su propia perfección. •  L a justicia distributiva. Del principio del destino univer­sal de los bienes también nace la necesidad de la búsqueda de una justa distribución de los mismos. Para ello ha de poten­ciarse la interdependencia y la solidaridad entre los pueblos (SRS 38) y ha de fomentarse la concien­cia de que la superviven­cia de la humanidad no será realidad sin la justicia distributi­ va. La razón está en la igualdad de todos en cuanto hay el derecho a los bienes para cubrir las necesidades. Por tanto, la exclusión niega la praxis de la justicia.

44.  M. Weber, El político y el científico, Ma­drid 1979, 163. G.B. Guzzetei - Gentile, o.c.

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•  A  ctitud de coraje y de esfuerzo. Frente a las estructuras de pecado es necesaria una actitud de fe-coraje y vivir con una ascética de supervivencia. Es la mística del sacrificio que hace de la necesidad una virtud. Se impone una metanoia lai­ca45. Acoger al excluido ofreciéndole la posibilidad de ser “él mismo” exige la actitud de encarnación propia del cristiano. Por eso, el modelo de ascesis es Cristo que no alardeó de su rango sino que se presentó como el creador solidario con toda la humanidad que recapituló en sí mismo. Su señorío sobre el mundo consistió en promover el mundo, alimentar, curar y liberar al hombre. •  R  esponsabilidad y participación. Por último, este principio nace del ámbito de la interioridad orientado al exterior desde la libertad responsable de la especie humana. La crisis nos revela que no hay buena ciencia sin buena concien­cia. ­Fren­te a los problemas sociales de hoy la solidaridad exige el reto de sentirse responsable de todos, a ejemplo de Aquél que recapituló todo en sí mismo pasando por la encarnación y el anonadamiento.

45.  AA.VV., Questione energetica e questione morale, EDB, Bolonia 1990, 86 y ss.

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6. Vidas silenciadas, vidas ocultas

Daniel Izuzquiza SJ*

Resumen: Frente a la especulación sobre las innumerables causas económicas de la crisis, el autor se pregunta dónde quedan las personas y si han sido en realidad el centro de los desvelos, estudios, propuestas y decisiones de estos meses. Comienza con un momento narrativo, que nos acerca a siete historias vitales para adentrarse en el impacto de la crisis en la vida de las gentes. En una segunda parte, el momento reflexivo, ofrece una relectura teológica y social, espiritual y comprometida de la crisis y sus historias desde dos claves concretas: el silencio y la ocultación. En la última parte, siete visiones de la (in)-visibilización, nos preguntamos cómo gestiona nuestra sociedad la visibilidad de las personas marginadas o precarizadas. Dicho de otro modo, qué mecanismos de invisibilización emplea el sistema para que la crisis no lo haga saltar por los aires. 132

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Palabras clave: impacto de la crisis en las personas, lectura teológica y social, invisibilidad. Abstract: Given the speculation about the many different causes of the recession, the author asks where this leaves people and whether they have actually been at the heart of the revelations, Studies, proposals and decision-making in recent months.The paper begins with a narrative section that tells seven life stories, before going on to explore the impact of the recession on people’s lives. In a second, reflexive section, a theological and social, spiritual and committed re-reading of the recession and its stories is provided from two specific keys: silence and hiding. In the final section, seven visions of (in)visibilisation, we ask how our society manages the visibility of marginalised people or people at risk. In other words, what invisibilisation mechanisms the system uses in order to hold the recession in check. Key words: impact of the recession on people, theological and social reading, invisibility.

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Primero fueron meses discutiendo sobre palabras. Que si “desaceleración”, que si “crisis”, que si “recesión”, que si “brotes verdes”, que si “repuntes”, que si… Después han venido otros largos meses porfiando sobre números: porcentajes, cifras absolutas, euros, Ibex, millones de déficit, puntos básicos en las primas de riesgo… Pero, en uno y otro caso, parece que nos hemos olvidado de que, detrás de las palabras y de los números, siempre hay personas. Y quizá tengamos ahí la primera conclusión del debate y de la gestión de estos largos meses de crisis: en todo este proceso, ¿dónde quedan las personas?, ¿han sido en realidad el centro de los desvelos, estudios, propuestas y decisiones de estos meses? Este artículo, situado al final de un monográfico sobre pobreza y exclusión social en el contexto de la crisis actual, quiere ser una ayuda para descifrar las cifras y rastrear los rostros. Mirando a las personas, sus historias y sus vidas, podemos ver que cada rostro indica un rastro de la crisis. En cada rostro vemos un zarpazo, quizá una cicatriz, más bien una herida aún abierta por la crisis. Es decir, en cada rostro se nos revela un efecto o una consecuencia de la misma. Ahora bien, en segundo lugar, podremos ver también en ese mismo rostro un rastro, un camino por el que seguir buscando una causa. Si seguimos el rastro de los rostros golpeados por la crisis podemos ir más allá del mero sufrimiento. El nivel personal (rostro) nos abre a la dimensión estructural (rastro), pues sabemos que los efectos en las personas tienen causas provenientes de las estructuras. Las decisiones políticas y económicas tienen consecuencias en las vidas concretas de las personas y las familias.Y los sufrimientos de la gente tampoco ocurren por casualidad, sino que muchas veces están anclados en mecanismos sistémicos de nuestra sociedad. Con este enfoque, el plan del artículo será sencillo. Empezamos con un momento narrativo, que nos acercará a siete historias vitales, que son otros tantos rostros, perspectivas o aspectos, siete retazos de la crisis. En un segundo momento, adoptaremos un tono más reflexivo, que nos ayude a hacer una lectura teológica y social, espiritual y comprometida de la crisis y sus historias, a partir de estas vidas ocultadas, silenciadas, excluidas.

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1.  Momento narrativo: Siete vidas Comenzamos, pues, con un ejercicio narrativo. He seleccionado siete historias, entendidas como siete ventanas para asomarse o siete puertas para adentrarse en el impacto de la crisis en la vida de las gentes1. Siete nombres que ayuden a enfocar siete aspectos. Podríamos seleccionar otros muchos y recorrer así la realidad “de la A a la Z”. Pero nos quedamos con siete, número simbólico. Conoceremos un poco a Andrés, Ana, Ángeles, Ahmed, Abdul, Alberto y Amina. Y nos adentraremos en la angustia, los anhelos, la ambigüedad, la atracción, la adversidad, la armonía y las aspiraciones de estas personas, que bien pueden ser las nuestras. Este “Ah!” inicial deberá llevarnos posteriormente a una reflexión más sosegada.

1.1. Andrés o la angustia Allá por los años 80, cuando la crisis económica y la reconversión industrial, yo estaba saliendo de la infancia y adentrándome en la adolescencia, con muy poca experiencia vital y muy limitada conciencia de lo que significaban esas palabras, de lo que implicaba aquella crisis. Recuerdo que, con frecuencia, en las misas de mi parroquia se leían peticiones “por los parados”, a las que yo me sumaba con interés pero con distancia. En aquel momento no tenía experiencia directa de lo que suponía estar desempleado ni podía hacerme cargo de las implicaciones que eso podía tener. Exagerando un poco, casi podría decir que era una palabra hueca, sin verdaderas resonancias interiores. Mucho me temo que, en estos momentos, algo semejante puede estar pasando en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad. Los parados empiezan a ser simplemente una “categoría mental”, un concepto. Quizá un número. En el fondo, da igual que ese número sea absoluto (4.142.425 personas desempleadas inscritas en las oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal, en abril de 2010) o porcentual (20,05% de la población activa está desempleada según la Encuesta de Población Activa del primer trimestre de 2010); que se refiera a dinero (los 420 euros de subsidio) o a “casos atendidos” (en 2009, Cáritas Española atendió a 95.695 personas desempleadas). En el mejor de los casos, el parado parece ser un problema que intentamos resolver. En el peor de los casos, se convierte en arma arrojadiza para uso de políticos al servicio de sus intereses partidistas.

1.  Se trata de siete vidas reales, trabajadas literariamente a partir de muchos encuentros cotidianos. La historia de Ana se basa en una narración que mi amiga Carmela, hermanita de Jesús, quiso compartir conmigo. A todas estas personas, muchas gracias.

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La gran limitación y el error de este enfoque me lo mostró Andrés, un parado. O, mejor dicho, un vecino del barrio que está desempleado. En realidad, Andrés ha sido un currante toda su vida, un buen mecánico que se ha ganado el pan con el sudor de su frente… hasta hace año y medio. Ya antes había empezado para él un proceso que los sociólogos llamarían “movilidad laboral descendente” y los cristianos consideraríamos un via crucis o un auténtico “calvario”. Primero fueron rumores e incertidumbres, noticias de prensa y preocupación ambiental difusa. Luego llegaron los retrasos en el sueldo y los despidos de compañeros de trabajo. En realidad, fue más bien que no se renovaron los contratos temporales, lo que golpeó primero a las personas más jóvenes y a las de origen extranjero. Finalmente le llegó el turno a Andrés. Desde el punto de vista económico, pudo aguantar al principio con los 750 euros que le quedaron del subsidio de desempleo. Pero, pasados nueve meses se acabó el cobro y hubo que ajustarse a la ayuda de los famosos 420 euros. Lo peor fue que, en ese momento, su mujer perdió también su trabajo en la empresa de limpieza. A partir de entonces, Andrés y Aurora, junto con sus tres hijos, pasaron a engrosar una nueva estadística: ya forman parte del grupo de 1.298.500 familias en las que todos sus miembros están en paro, según la Encuesta de Población Activa del primer trimestre de 2010. Con Andrés he ido viendo que la limitación de ingresos económicos conlleva toda una serie de consecuencias prácticas en diversos ámbitos de la realidad cotidiana que se van haciendo más y más cuesta arriba: pago del alquiler del piso, compra de ropa a los niños, hacer frente a los recibos de gas o de electricidad, los libros del colegio… Incluso la beca de comedor se hace problemática, pues sólo les concedieron media beca, ¿y cómo hacer frente al resto del pago? Nuevos verbos empiezan a formar parte del vocabulario familiar y a ser conjugados con creatividad: ahorrar, pedir prestado, buscar apoyos familiares y de vecinos, dilatar gastos y sobre todo pagos… Nuevos espacios comienzan a ser habitados por Andrés: oficinas de empleo, empresas de trabajo temporal, entidades que ofrecen cursos y cursillos, el despacho de Cáritas, roperos, los servicios sociales de zona, unas monjas que reparten bolsas de alimentos y, en ocasiones que el hambre puede más que la vergüenza, incluso un comedor social. Y es que con Andrés he ido descubriendo, también, que la carestía económica tiene un efecto aún más duro que los anteriormente mencionados. El paro y la pobreza golpean en niveles aún más hondos. La autoestima cae por los suelos, los mensajes negativos dominan el panorama, aparece la culpabilidad, se agudizan las tensiones familiares, disminuye el apetito, crecen las dificultades para dormir, se deteriora el tejido social de apoyo, el impacto psicológico es innegable. A veces no quiere salir de la habitación, otras vaga por las calles sin mucho sentido y con menos esperanza. El propio Andrés reconoce que “tiene la depre”, sin necesidad de ningún psicodiagnóstico. 136

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En definitiva, con Andrés he recordado (reconocido con el corazón) que un parado no es un número. Que “ser excluido” no es una categoría fija sino que las personas pueden estar “en situación de exclusión” Que los procesos de exclusión social son eso, procesos. Que la vulnerabilidad se agudiza al combinar recursos económicos escasos, tejido relacional frágil e insignificancia vital2. Que la angustia puede paralizar más que el paro. Que la angustia es tangible, se puede palpar. Y, también, que se puede abrazar a una persona angustiada.

1.2. Ana o los anhelos Cuando se tienen cincuenta años y una hipoteca no se puede soñar, pero a mí me gustaría… y Ana se pone a enumerar los viajes que le encantaría hacer “por cultura, ¿sabes? En esta vida hay que viajar para aprender, para conocer… yo me he pasado media vida sin coger otro transporte que el autobús para ir a trabajar, pero quiero salir, tengo sueños ¿sabes?”. Ana trabaja como dependienta en la pastelería del barrio. Es de esas que dan conversación al cliente, de las que se saben los nombres de las clientas y hacen que cuando se entra en el comercio se tenga la sensación de llegar a casa de una amiga, de las que te dicen “no te lleves eso hoy, que tienes el estómago malo, llévate de esto otro que acaba de llegar”. Yo no suelo ir mucho por la pastelería, pero me impresionaron sus ojeras la primera vez que la vi, tanto que me dejó cavilando. Ana creció en una barriada marginal, a la sombra de una madre tirana y posesiva, que la puso a trabajar a los trece años, y la quitó de estudiar porque, según ella “no valía”. Trabajaba toda la jornada y, aun así, de noche se sacó los estudios, sin decírselo a nadie, sin dejar que su madre lo estropeara porque, según ella, si se llega a enterar la saca de los pelos de la escuela de adultos. Siempre ha soñado con saber, con leer, con estudiar… y enumera con pasión sus últimas lecturas, libros cuanto más gordos mejor, que lleva y trae de su casa para leer en el bus o en cualquier rato de descanso. El anhelo de crecer por dentro le llevó a aprender alemán, por lo del turismo y, veinte años después, todavía recuerda algo que utiliza cuando los extranjeros entran en la tienda para comprar. Qué alegría si pudiera saber inglés, pero claro, el comercio es tan esclavo… y cómo voy a encontrar algo diferente con la edad que tengo y lo trabajá que estoy ya. Se casó joven, escapando de su madre y del barrio que la asfixiaban, y se encontró con que su príncipe azul era más bien un sapo con la mano muy larga y pocas ganas de trabajar… ella que había soñado con poder crear una familia, se

2.  Joaquín García Roca, Contra la exclusión. Responsabilidad política e iniciativa social, Sal Terrae, Santander 1995, pp. 9-10.

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encontró con que los mismos insultos que llevaba recibiendo desde pequeña los seguía escuchando de boca de su marido. Y se separó. Se separó hace 25 años, cuando todavía no se llevaba, y las mujeres morían a manos de sus maridos en silencio y con mucha más impunidad que ahora. Pero Ana no, ella quería para su hijita de año y medio algo diferente. No podía soportar el pensar que en su bebé se repitiera su propia historia y prefirió matarse a trabajar y criarla sola a negarle la capacidad de soñar y de crecer que a ella se le había negado. A lo largo de las horas de trabajo enumera con detalle todos los lugares por los que ella ha pasado, todos los contratos de meses, de días incluso, que le han hecho, y todas las horas que ha pasado en las paradas del autobús. Es una luchadora. Porque sueña, porque nunca ha dejado de soñar, de querer crecer por dentro, como ella dice. Aunque ahora gane mil euros y la hipoteca se lleve más de seiscientos (639,24 repite a quien quiera escuchar). Es admirable su profunda fe en la VIDA, en que merece la pena seguir adelante, su sólida bondad. Me impacta descubrir que los golpes no la han endurecido y que no hay amargura en su mirada, sólo unas profundas ojeras fruto de tantos años de cansancio. Comparte lo que no tiene y pasa hambre para llegar a fin de mes y poder pagar la hipoteca, la luz, el agua, la contribución… porque mil euros se te van, se te van antes de pasar por el Mercadona… y es que el banco no entiende de hambre. Y sigue soñando. Sueña con una vejez tranquila, en la que haya ya terminado de pagar su diminuto apartamento. Quiere ir a la universidad de mayores y leer, y seguir viajando… porque hay que crecer, crecer por dentro. Eso es lo que quiere ofrecer a sus dos nietos, sus sueños, sus inquietudes, que aprendan de ella a no dejarse vencer por la realidad, por dura que sea y que sueñen siempre… pero, sobre todo, que sean buenos. Su vida es el trabajo y alrededor de la jornada de diez o doce horas gira todo lo demás. Sin embargo, no cae en la crítica, en la caricatura ni en la amargura. Y yo creo que es porque mira más allá. De una forma misteriosa vive una vida completamente gris, monótona y algunos dirían hasta deprimente, pero ella descubre un horizonte bello que hace que su rostro se adorne con una sonrisa, incluso con sus ojeras y en medio del cansancio del final del día. Quizá son los viajes que espera hacer, o los libros que quiere leer… o el profundo anhelo de crecer, crecer por dentro, lo que le hace levantar la cabeza y seguir adelante.

1.3.  Ángeles o la ambigüedad La familia de Ángeles vive a caballo entre dos mundos. Ella en Madrid, sus cuatro angelitos en Cochabamba (Bolivia). En medio, un océano inmenso… y el locutorio. A veces, Ángeles piensa cómo sería la vida de las familias inmigrantes 138

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antes de que hubiera teléfonos móviles, internet, empresas de envío de dinero y todas esas cosas. El locutorio es un espacio público y de orientación práctica; pero, con el tiempo, ha ido adquiriendo un componente afectivo muy importante y, de hecho, tiene ya algo de espacio privado. No sólo se envía dinero o se trasmiten informaciones, sino que se canalizan presencias, se expresan afectos, se intentan ofrecer pautas educativas, se teje relación en la distancia, se construye identidad. El locutorio es, a la vez, lo que en términos del sociólogo Manuel Castells, se podría llamar un espacio de flujos (económicos e informativos) y un espacio de identidad (afectiva, relacional, vital).Ya intuye el lector lo complicado que es esto, bien lo sabe Ángeles. Educar desde el locutorio es el reto a este lado del océano, mientras que madurar sin padres es el desafío que afrontan quienes se quedan allá3. Para Ángeles, esta realidad la coloca en una situación muy ambigua. Su proyecto migratorio se formula de manera sencilla y directa: “dar un futuro a mis hijos”. Eso es lo que le llevó a endeudarse en Bolivia para poder pagar el pasaje de avión; a abandonar su trabajo como contable en una empresa local; a trabajar como interna durante más de un año; a vivir en situación de irregularidad administrativa (de ilegal, suelen decir) durante cuatro años, hasta que consiguió los papeles por arraigo social. El dar un futuro a sus hijos es lo que le ha llevado a soportar humillaciones, a sufrir explotación laboral, a sentirse desarraigada, a llorar en soledad por las noches. Con el tiempo ha ido constatando que aquello que más quería y lo que motivaba el proyecto migratorio (los hijos) se resentía precisamente por la distancia de la migración. A veces siente que no tiene ningún sentido, que fue un error, que no midieron bien las consecuencias, que a los críos les faltan referentes cercanos de autoridad y cariño; otras veces constata que el esfuerzo merece la pena, que el hijo mayor está a punto de terminar la secundaria, que el mediano pudo brillar en la escuela de informática gracias al ordenador que le pudo enviar desde España, que ahora que tiene papeles puede ir a visitarlos e incluso empezar a soñar con una posible reagrupación familiar… La ambivalencia en los sentimientos, la confusión mental, los altibajos de ánimo, la ambigüedad vital habitan su vida, aunque gracias a Dios, no la paralizan. Con cierta frecuencia, Ángeles piensa en volver a su país. Lo pensó, por ejemplo, la primera vez que le pidieron los papeles dentro del locutorio; o la primera vez que pasó la noche en comisaría; o muchas veces que, tras hablar con los hijos, quedaban llorando unos y otra. Ahora ya sólo piensa en volver de visita. Por eso le irrita que el gobierno plantee el retorno voluntario como una salida o solución a la crisis. Una cosa es que una persona libremente sopese, plantee o decida regresar a su 3.  Tomo estas expresiones de dos publicaciones recientes: Fe y Alegría Bolivia, Madurar sin padres: Los efectos de la migración de los progenitores en el desempeño escolar de los niños y adolescentes en Bolivia, Entreculturas, Madrid 2010 y Nora Rodríguez, Educar desde el locutorio. Ayuda a que tus hijos sigan creciendo contigo, Plataforma Editorial, Barcelona 2008.

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país; y otra muy distinta que un gobierno diseñe planes para empujar a la población de origen migrante a sus países de origen. Más aún, Ángeles piensa que el gobierno engaña, porque identifica migración con crisis, y lanza la idea de que la crisis se resolvería si los migrantes volviesen. Además de falso, le parece que eso es inhumano y responde a una mirada utilitarista, que se limita considerar a la población inmigrante como mano de obra. Es una mirada estrecha, injusta y peligrosa. Estrecha, porque olvida otras dimensiones reales e importantes: sociales, culturales, familiares, relacionales, cívico-participativas, humanitarias… antropológicas, en definitiva. Injusta, porque hace recaer sobre los inmigrantes la responsabilidad de la crisis, olvidando su ingente papel en la década de mayor crecimiento económico de toda la historia española. Peligrosa, porque dificulta la verdadera cohesión social y porque prepara el ambiente para la xenofobia y el uso populista de los conflictos sociales. Sea como fuere, Ángeles piensa a veces en regresar, pero de fondo sabe que se quedará. Su corazón sufre y titubea. Pero su cabeza le dice que, a pesar de todas las dificultades, la situación está mejor aquí que en su Bolivia querida. Allí viven en crisis permanente, acá espera que se supere esta crisis y las cosas mejoren un poquito. Y ya empieza a plantearse cuándo podrá reunirse con sus hijos y darles una educación en Europa.

1.4. Ahmed o la atracción Cuando yo era pequeño, veíamos en dibujos animados la historia de Marco, con su viaje de los Apeninos a los Andes. En estos momentos, en su aldea del Atlas marroquí, Ahmed piensa en Ámsterdam. Lo ve por la parabólica o por youtube, se lo cuenta su primo en facebook o cuando viene de vacaciones en verano. Europa forma parte de su vida cotidiana, aunque nunca ha estado allí. Lo que más le gusta es el fútbol, hasta convertirse un verdadero hincha del Ajax, sobre todo desde que este equipo fichó al jugador marroquí Boussouffa en su época de juvenil.Yo creo, sin embargo, que en el nivel inconsciente hay otra realidad que pesa aún más: quiera o no quiera, Ahmed compara a diario las sufridas y escuálidas ovejas de su pueblo con las rollizas vacas holandesas; el aceite de oliva con la mantequilla; la jara silvestre con los tulipanes.Y no puede por menos que identificar Holanda con el éxito, el confort y la riqueza. No he dicho que Ahmed tiene 14 años y toda una vida por delante. La familia de Ahmed, como tantas otras de la zona, combina el trabajo agrícola con la actividad comercial en la pequeña tienda que gestionan en su pueblo. Con esto sacan adelante una economía frágil y muy ajustada, que les permite subsistir con normalidad. Parecería que, en esta situación relativamente estable, alguien como Ahmed no “debería emigrar”. ¿Por qué sueña en ello, pues? Yo creo que es sobre todo por los primos. Me explico. 140

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El primo pequeño de Ahmed está enfermo desde hace más de un año. Ha tenido que ir varias veces a los médicos en Meknes, la capital de la región. Viajes, comida, pago por la visita, medicinas, alojamiento… un dineral para una economía tan precaria. Los resultados amenazan ahora con una posible operación quirúrgica y eso significa ir a Fes, quizá incluso a Casablanca o Rabat. ¿Quién puede pagar todo eso? Ni la tienda ni la huerta dan para esos gastos, básicos como la salud de un niño, pero excepcionales y desmesurados para la economía familiar. Otro de los primos de Ahmed, uno de los mayores, vive en Ámsterdam. Trabaja en los almacenes del puerto desde hace cinco años y sólo viene a pasar las vacaciones, un año sí y otro no. No se ha olvidado del pueblo, llama o chatea con frecuencia, sigue enviando algo de dinero (mucho menos que hace unos años, eso sí) y, sobre todo, se puede contar con él para cuando surge alguna emergencia o gasto excepcional. Fue él quien asumió los costes médicos en Meknes, o los gastos del entierro de la abuela, o buena parte de la última fiesta del cordero. La familia de Ahmed muestra, por tanto, que no es cierto que todas las personas que migran lo hagan huyendo de la miseria. Pero sí es cierto que muy pocas personas abandonarían su país de origen si allí mismo pudiesen desarrollar plenamente sus capacidades, cubrir sus necesidades, desplegar su proyecto vital. Hay factores que empujan a salir de un determinado país; y hay, al mismo tiempo, factores económicos y demográficos en los países receptores que les hacen necesitar mano de obra extranjera. Factores de expulsión y factores de atracción (push-and-pull) los ha llamado la literatura académica sobre migraciones. A sus 14 años, Ahmed sueña con Europa. Sabe, por un lado, que vivir y trabajar allí sería un seguro de vida para él, pero sobre todo para su familia. Supondría un colchón con el que hacer frente a los sucesivos golpes y sorpresas de la vida: la enfermedad del primo, los gastos escolares, poder comprar una pequeña cámara frigorífica para la tienda familiar, la vejez de sus padres… nada de eso se sostiene con las ovejas, los melones o la venta de dulces. Ahmed sabe, por otro lado, que en Ámsterdam hay muchos trabajos disponibles que los propios holandeses no quieren coger, por duros, mal pagados y peor considerados. En este tiempo, he descubierto que la palabra “crisis” tiene, al menos, tres significados diferentes. Los podríamos llamar el sentido nigeriano, marroquí y europeo de las crisis. El primero se refiere directamente a episodios de violencia, ya sea por cuestiones étnicas, de control de tierras o a propósito del petróleo: en el idioma inglés de Nigeria (pero también de Sierra Leona o Liberia) hay una crisis cuando hay un estallido de violencia física, generalmente con muertos. En el sentido marroquí de la familia de Ahmed (que podría ser también latinoamericano, africano o asiático en general), crisis significa una vida cotidiana de carestía, incertidumbre y privación. “En nuestros países vivimos en crisis permanente”, oigo Corintios XIII nº 135

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decir con frecuencia a los amigos migrantes de otras latitudes. Y, en tercer lugar, está lo que aquí hemos venido a llamar, desde hace unos años, crisis. Son cosas parecidas, pero distintas. Con esta realidad de crisis diversas, no puede extrañar que Ahmed viva atraído por el sueño de marchar del Atlas a Ámsterdam. Justo como Marco, de los Apeninos a los Andes.

1.5. Abdul o la adversidad “Pobre pero honrado”. Qué expresión tan injusta y tan hiriente. Abdul ha sido siempre pobre, para qué nos vamos a engañar. Pero ciertamente ha sido siempre, y mucho más, honrado. El sexto de una familia de siete hermanos, Abdul nació en la zona rural del este de Mali. Pudo asistir a la escuela pública y a la coránica, pero su escolarización se truncó con la muerte de su padre, cuando él tenía apenas diez años, de modo que no maneja con soltura ni francés ni árabe. A esa edad empezó a trabajar cuidando las cabras de unos vecinos, que también tenían unas pocas ovejas. Y hasta hoy, esa ha sido su vida: trabajo incesante, horizontes amplios, tierra reseca. Así transcurrieron los diez años siguientes en Mali. El trabajo fue sobre todo como pastor. Los horizontes eran amplios: tanto los físicos, con la inmensa planicie del río Níger, como los virtuales de la idílica vida que llegaba a su pantalla a través de la antena parabólica. Pero la tierra seguía reseca, por dentro y por fuera. Así pues, a los veinte años de edad, Abdul decidió iniciar una nueva etapa en su vida. De nuevo encontró trabajo incesante, horizontes amplios y tierra reseca. Atravesar Mali, Níger, Libia, Argelia y Marruecos le llevó unos tres años de trabajos, sufrimientos y penurias. Trabajos esporádicos que le dieron oportunidad de sentir en carne propia la explotación más fuerte, pero también la generosidad solidaria de la gente; trabajos siempre precarios que le descubrieron nuevas dimensiones de la providencia divina y de la sumisión (islam) a su voluntad. Los horizontes seguían siendo amplios, sobre todo en su corazón, pero también en el paisaje: primero el desierto del Sahara, luego el mar, que pasó a dominar sus sueños desde Nador. Y la tierra reseca. Reseca seguía la tierra que pisó en Málaga, por fin Europa. Reseca y empapada de lágrimas cuando, por primera vez, pudo rezar en suelo español, postrado y orientado a la Meca. Una tierra que durante siglos ha acogido los rezos pobres y honrados de los frailes capuchinos, y que ahora se ve convertida en una cárcel para personas “pobres pero honradas” bajo el eufemismo de Centro de Internamien142

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to para Extranjeros (CIE). Postrado en tierra, en una tierra que le iba a pisotear; postrado para adorar al único Dios verdadero, el Clemente y Compasivo. Allí fue descubriendo horizontes inmensos (¡Europa!, la realización de los sueños de años) que son, paradójicamente, horizontes truncados por los muros que encierran a Abdul y a cientos de personas como él. Ahí lo tenemos: un hombre joven y deseoso de trabajar que se ve forzado a no hacer nada durante cuarenta días. Se agudizan las paradojas: trabajo incesante sin poder trabajar, horizontes amplios y truncados, tierra opulenta y reseca. Abdul, pobre y honrado, salió del CIE de Málaga en octubre de 2007. En esa época de “vacas gordas” aún era fácil encontrar trabajo en la construcción, incluso sin papeles. Bastantes empresarios (poco honrados pero ricos) se aprovechaban de la situación de personas como Abdul, pobres y deshonrados. Con su trabajo incesante, Abdul descubrió lo que los estudiosos llaman las tres P’s: una ubicación laboral penosa, peligrosa y precaria. Sufrió también la estratificación étnica, es decir, la concentración de los trabajadores migrantes en determinados segmentos del sistema productivo, generalmente bajo condiciones más duras y de explotación extrema. Sucesivamente, pasó por la construcción, la agricultura intensiva y la hostelería. Trabajó, por ejemplo, en un restaurante que Abdul y sus amigos llamaban “El infierno del jamón”: jornadas de doce horas diarias, siete días por semana, por un sueldo de 610 euros. Luego llegó la crisis con una pinza perversa que atrapó y retorció a Abdul. Por un lado, el desempleo y la falta de ingresos económicos: se acabó el trabajo incesante. Por otro lado, la criminalización de las personas migrantes, las redadas policiales (masivas y étnicamente orientadas)4, la generalización del miedo y la amenaza permanente del CIE5: se cercenaron los horizontes vitales. La tierra se tornó aún más reseca. Abdul sigue siendo pobre, pero muchos de sus convecinos ya no creen que sea honrado. Parece que algunos querrían hacerle responsable de la crisis, por su trabajo incesante, sus horizontes ilimitados, su tierra reseca. Y aquí sigue: pobre y honrado.

1.6. Alberto o la armonía Todos pasamos por momentos altos y bajos, tenemos perspectivas cambiantes sobre la realidad, experimentamos ambivalencia (y contradicción) en nuestras 4.  Sólo en Madrid y en el año 2009, se han producido 445.000 registros de identidad, lo cual significa una media de más de 1219 cada día. Fuente: Migration News Sheet (abril de 2010), p. 7. 5.  Véase Daniel Izuzquiza SJ, “El hipergueto global”: Papeles de Cristianismo y Justicia n. 197 (junio 2009) y Giulio Tinessa, “Marginados, minorías e inmigrantes: criminalización de la pobreza y encarcelamiento masivo en las sociedades capitalistas avanzadas”: Documentación Social 148 (2008) 163-187.

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impresiones, sabemos que la vida es compleja y reconocemos sus múltiples facetas. Lo que ya no es tan normal es que esas distintas percepciones se agolpen en apenas unas horas. Es lo que le ha pasado a Alberto esta semana. Digamos, antes de seguir, que Alberto es un vecino de Valladolid, ya jubilado, con 72 años. El lunes tenía que ir al centro de salud y, luego, hacer una gestión para su hija (en realidad, para los nietos). Así pues, se presentó en el ambulatorio a la hora citada, las diez de la mañana. La sala de espera estaba llena; se iban acumulando retrasos en el reloj y agobios en el corazón; el malestar crecía en intensidad y en extensión; la cosa explotó cuando la enfermera hizo pasar a una mujer con su bebé, aparentemente saltándose algún turno. Vaya usted a saber si realmente era así o cuáles eran los motivos para ello. El caso es que la mujer llevaba un pañuelo alrededor de su cara y hablaba castellano con acento árabe. El enfado se convirtió, más que en quejas definidas, en comentarios xenófobos. Alberto pensaba en sus nietos y en los agobios que él mismo sentía cuando tenían que ir al médico, pero no se veía con fuerza para oponerse a los comentarios de la sala de espera. Callado por fuera y rumiando estas cosas por dentro, marchó al colegio para descubrir que su nieto Albertico había quedado sin plaza en la guardería, y que a su hermana mayor sólo le habían concedido media beca de comedor. Esta “primera escena”, pues, acaba con sentimientos de frustración, enfado, sensación de maltrato, incluso algo parecido a miedo (“¿nos quitan lo nuestro?”). La “escena 2” nos sitúa en el parque del barrio, dos días después. Alberto disfruta de los nietos, casi tanto como ellos mismos: paseos, juegos, nuevos amigos, conversaciones, árboles, flores, pájaros y perros. El parque en primavera se convierte en el corazón del barrio, el espacio en que se juntan diversas generaciones y distintos orígenes étnicos con un mismo deseo de ser felices y disfrutar de lo sencillo de la vida. Alberto tarda un poco en ver a la mujer del centro de salud del lunes y de reconocer que su hija mayor es quien está jugando en la arena con su nieto Albertico. Los niños juegan y se relacionan sin hacer caso a las categorías de las personas adultas: españoles, marroquíes, ecuatorianos, búlgaros, gitanos, con o sin papeles… a la hora del columpio no hay diferencias.Y eso mismo llena de alegría el corazón de Alberto, que descubre ahí un motivo de esperanza para un barrio que, de otro modo, sería más envejecido y apático. El parque suele ofrecer estos regalos de convivencia cotidiana, de gozo discreto, de alegría de fondo, de sentido vital. Tercera escena. Los jueves hay reunión de la asociación de vecinos. El tema de hoy es la nueva tasa de basuras que quiere introducir el ayuntamiento. Alberto acude a la convocatoria porque le parece una cuestión seria e injusta. Como suele ocurrir, la discusión abre nuevos temas y el grupo divaga un poco. Acaban hablando de los recursos del barrio y de las inversiones en los últimos años. Hacen memoria y alguno saca números: lo cierto es que desde hace diez años la población del barrio ha aumentado bastante, pero siguen exactamente igual las plazas de guardería, 144

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los profesionales del centro de salud, los agentes de empleo y los trabajadores sociales del centro cívico. Con esta situación no es de extrañar que se produzcan conflictos en el barrio. No es que los nuevos vecinos de origen extranjero “se lleven lo nuestro” sino que hay una competencia por recursos escasos, a los que todos tenemos igual derecho. No sé si es posible una armonía idílica, creo que no. Pero sí me parece que podemos trabajar por una armonía creativa y fecunda. Una armonía entre lo que ocurre en el centro de salud, en la guardería, en el parque y en el local de la asociación de vecinos. Una armonía que dé sentido y unifique lo visceral, lo afectivo, lo racional. Una armonía que permita integrar nuestros miedos, nuestro cariño, nuestro análisis y propuestas. Armonía personal, armonía social y comunitaria, armonía intercultural.

1.7. Amina o las aspiraciones Amina es una joven barcelonesa que habla seis idiomas (castellano, catalán, árabe, tamazig, francés e inglés), acaba de empezar la universidad, tiene un futuro tan prometedor como incierto y, desde hace tiempo, pasea por las calles de su ciudad con un pañuelo que cubre su cabeza. Amina decidió ponerse el hiyab cuando cumplió los 16 años. Sweet sixteen. Nunca ha tenido problemas por ello, ni en el instituto ni en otro sitio. Sigue notando que la gente se fija en ella al pasar por la calle o por el metro, pero de momento no ha sentido que esa “discriminación difusa”se transforme en actos discriminatorios directos. En realidad, no se puede decir que Amina lleve “pañuelo” sino “pañuelos”, así en plural. Es difícil saber cuántos tiene, pero está claro que tiene muchos y de muy diversos colores. Los lleva siempre conjuntados con el color de la blusa, con los zapatos, con el bolso, a veces incluso con la pulsera. Es un canto precioso a la belleza cotidiana y sobria, al arte de combinar la ropa y sacar partido a los complementos. Debo reconocer que, al verla llevar su hiyab, me brotan los prejuicios. Pienso que una joven tan elegante debe ser persa o jordana; parece como si me costase admitir el estilo y la belleza de las jóvenes barcelonesas de origen marroquí. Claro que otras personas tienen otros prejuicios. Por ejemplo, las hay que piensan que Amina es, por el hecho de llevar pañuelo, una mujer sumisa que ha cedido a la presión religiosa, social, cultural o familiar. Los hay también que opinan que toda mujer joven musulmana deber llevar siempre tapada la cabeza, independientemente de lo que ella piense o sienta. Hay voces que quieren imponer esa prenda y otras posturas que buscan prohibirla.

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Por su parte, Amina vive lo que algunos autores han llamado “el principio de indeterminación de la juventud”6, marcado por un lugar inseguro y una trayectoria incierta. Como toda joven en sociedades complejas, batalla por labrarse una identidad propia, entre lo vivido en casa, lo visto en la televisión o por internet, lo rezado en la mezquita, lo compartido con la pandilla de amigas y amigos, lo estudiado en los libros, lo experimentado en su Cornellá natal, lo conocido en los viajes por Europa o en su Marruecos familiar… Si le preguntásemos porqué lleva el hiyab, es posible que no supiese responder nítidamente. Algunas de sus amigas también se lo ponen, otras no. Podría también hablar de Rihab, una chica pakistaní de su instituto, que suele pelear con su padre por este motivo; tiene que salir de casa con el pañuelo, pero con frecuencia se lo quita cuando sabe que nadie de su familia se va a enterar. Claro que más tensa fue la bronca que tuvo en casa la mejor amiga de Amina, una joven dominicana llamada Jacqueline, cuando se hizo el tatuaje y se puso un piercing en el labio.Tampoco fue cómoda la temporada que a Carla, española, le dio por ir de “gótica”; o la época en que la estética de Rosa, también catalana pero de origen ecuatoriano, mostraba que salía con un joven miembro de los latin kings. En fin, que no está claro cómo surgen ni qué significan los diversos signos externos que llevan las jóvenes de hoy. Las aspiraciones de Amina son igual de confusas e igual de reales que las de sus compañeras: encontrar su lugar en el mundo, desplegar sus capacidades, desarrollarse profesionalmente, formar una familia, realizar sus sueños. Lo que no sería justo es que su hiyab se convierta para ella, por los motivos que fuesen, en un paño de lágrimas. Que el estigma se uniese a las amplias dificultades de su generación para castigar particularmente a Amina. Que el agravio cultural se sumase a la crisis económica. Que la discriminación cercenase sus legítimas aspiraciones. Que la diferencia llevase a la exclusión.

2. Momento reflexivo: silencio y ocultación Entramos ahora en la segunda parte del artículo, que ofrece una relectura de las historias anteriores desde dos claves concretas: el silencio y la ocultación. Las vidas excluidas son, entre otras cosas, vidas silenciadas y vidas ocultadas. Podemos hablar de la crisis durante meses y, sin embargo, nunca dar la palabra a las personas que sufren sus consecuencias ni tampoco mirar los rostros ocultos tras los titulares 6.  Jesús Labrador y Mª Rosa Blanco, Nadie debe perder. Hijos de inmigrantes en su camino a la vida adulta, Universidad Pontificia Comillas, Madrid 2008, pp. 23-34.

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de prensa y los datos económicos. Así pues, las páginas que siguen son una invitación a afinar nuestro oído para escuchar la palabra de las vidas silenciadas y a aguzar nuestra vista para captar los rostros de las vidas ocultadas.

3. Siete palabras de vidas silenciadas A las siete historias vitales que hemos presentado en la primera parte –tomadas en bloque– les corresponden ahora “siete palabras” que están directamente inspiradas en las siete palabras que los evangelios y la tradición ponen en labios de Jesús crucificado. De este modo, queremos caer en la cuenta de la profundidad del asunto que nos concierne; intentamos adentrarnos en las entretelas de la condición humana afectada por la crisis; y buscamos llevar la reflexión a un nivel más explícitamente espiritual y teológico. Estas palabras afectan a dinamismos humanos básicos como perdonar, estar, acoger, sentirse abandonado, gritar, continuar y confiar. Vamos allá.

3.1.  “Perdónales porque no saben lo que hacen” Cuando miramos la crisis económica, nos invade una sensación de ambivalencia. Por un lado, vemos burbujas inmobiliarias, especulación bursátil, enriquecimiento acelerado, corrupción generalizada, intereses ocultos y manifiestos… y brota la pregunta indignada: ¿acaso no sabían los poderosos lo que estaba ocurriendo, más aún, lo que ellos mismos estaban haciendo? Por otro lado, vemos también ineptitud gubernamental (y de la oposición) a la hora de proponer medidas eficaces y creativas; hubo palabras, hace ya meses, que hablaban de modificar el sistema económico que nos estaba llevando a la ruina, pero la realidad es que la gestión política de la crisis está suponiendo, simplemente, mantener el sistema económico del capitalismo globalizado. Quizá no saben hacer otra cosa. En uno y otro caso, de fondo podemos decir que “no saben lo que hacen”: en realidad, lo que está ocurriendo es que están matando a Dios mismo. Y eso no lo saben. Ni los poderosos ni la sociedad en su conjunto saben (¿lo sabemos nosotros?) que, desde la encarnación de Jesús, Dios mismo se ha identificado plena y radicalmente con los seres humanos, de una manera particularmente entrañable con las personas sufrientes. Por eso, la crisis no sólo está truncando el plan de Dios para la humanidad, sino que está pisoteando la propia gloria divina, reflejada en la gloria y dignidad de todo ser humano. Corintios XIII nº 135

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En este contexto, se hace llamativa y dura la invitación al perdón. Conviene recordar que perdonar no significa olvidar, justificar, disculpar o excusar. En el fondo, perdonar significa romper la dinámica de la violencia y de la degradación humana. Quien perdona mantiene y defiende la propia dignidad: se resiste a ser considerada como mano de obra explotada o sobrante y se resiste a ver al otro como mero explotador. Quien perdona indica que no quiere caer en la victimización, en la impotencia, en el abandono. Quien perdona sí sabe lo que hace, pues reconoce que hay un Dios justo y compasivo, que busca un cambio radical en nuestra historia, y que con el perdón nos da un nuevo impulso para realizarlo.

3.2.  “Hoy estarás conmigo en el paraíso” La crisis que vivimos tiene mucho de crucificante y está llevando a muchas personas a sentirse parte de un pueblo crucificado. Y es que la cruz, como realidad y como símbolo, es un lugar de dolor y de soledad. Escuchar esta palabra que comentamos ahora tiene, por tanto, algo de provocador. ¿Cómo hablar de “paraíso” en medio del sufrimiento y del sinsentido? ¿Cómo hacerlo sin que resulte hiriente? ¿Cómo afirmarlo para “hoy” y no para un futuro idílico o nebuloso? Creo que la respuesta a estas preguntas sólo puede encontrarse desde la presencia y el acompañamiento: “estarás conmigo”, que es tanto como decir “estaré contigo”, pues las relaciones humanas tienen siempre un componente de reciprocidad. Esto, que así formulado parece bastante básico, tiene más profundidad de lo que pudiera parecer. Se ha llegado incluso a formular una sociología de la presencia para comprender mejor la exclusión social de nuestros días7. Fernando Vidal considera el “estar” como una de las cuatro necesidades radicales del ser humano, que entronca con el sustento, el cuerpo, el lugar. La crisis actual “nos saca” de las casillas, nos saca del propio cuerpo, nos expulsa del territorio. En este sentido, quizá el icono más gráfico y tremendo sea la exclusión del padrón municipal de las personas extranjeras en situación irregular (no se les permite “estar” en la ciudad en la que viven) con las graves consecuencias que ello conlleva para el cuidado del propio cuerpo (se les excluye de la atención sanitaria universal). Por ello es tan importante lo que en otro lugar hemos llamado la teo-política de la hospitalidad8, de la presencia, del estar junto al otro. Si, como decía Sartre, el infierno son los otros, la situación actual nos lleva a estar con los otros para que la vida sea un poco más llevadera; quizá la cercanía nos haga estar un poco más cerca del paraíso. 7.  Fernando Vidal, “La exclusión social remodernizada. Repensar la exclusión social desde una sociología de la presencia” en Fernando Vidal (ed.), La exclusión social y el estado de Bienestar en España. V Informe FUHEM de políticas sociales, FUHEM / Icaria, Madrid / Barcelona 2006, pp. 629-739. 8.  Daniel Izuzquiza SJ, “Teología política de la hospitalidad”: Éxodo 102 (febrero 2010) 48-54.

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3.3. “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre” La tercera palabra que comentamos enlaza con la anterior porque subraya la dimensión de la acogida, el encuentro y la reciprocidad, que son otros tantos aspectos fundamentales de la presencia y del estar (más aun, del “saber estar”). En la lucha contra la exclusión social, todas ellas pueden agruparse bajo el concepto y la praxis del acompañamiento9. Y, posiblemente, la crisis actual ha agudizado su relevancia, por varios motivos: primero, porque la carestía de medios nos hace fijarnos más en las capacidades personales; segundo, porque los procesos son lentos y es preciso acompañarlos; tercero, porque la dureza de la situación pone en primer plano las necesidades básicas, tanto en lo material como en lo afectivo y relacional, con el reto de reducir o contrarrestar tanta impotencia y frustración. Además, esta palabra nos ayuda a reconocer el papel de la mujer en esta realidad: la feminización de la pobreza, por un lado, y la feminización de la lucha contra la exclusión, por otro. Tanto en el ámbito formal (trabajadoras sociales, psicólogas, técnicas de intervención social y otras profesionales) como en el ámbito no formal (madres, vecinas, amigas, religiosas, compañeras…) las mujeres son maestras del acompañamiento, del cuidado, de la cercanía y de la acción eficaz junto a las personas que sufren los golpes de la vida. Esta crisis lo está volviendo a poner de manifiesto. Y eso por no hablar de las “cadenas de cuidado”, mecanismo por el que las mujeres migrantes dejan a sus hijos e hijas en sus países de origen al cuidado de otras mujeres (abuelas, tías, hermanas…) para marchar a otros países en los que cuidar a los hijos, hijas o personas ancianas o dependientes de otras familias. No podemos desarrollar esta cuestión ahora, pero valga esta alusión para reconocer la importancia y el dramatismo de una realidad que muestra la inequidad en las relaciones de género, agravada por las migraciones contemporáneas y la crisis global del momento.

3.4.  “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” La realidad es tozuda.Y dura, muy dura. A pesar de la presencia y del acompañamiento, en medio del “estar” y del “cuidar”, continúa la impotencia y puede brotar el sinsentido. Aparece el grito que da forma (aunque sea informe) al sentimiento de 9.  Cf. Begoña Pérez Eransus, “El acompañamiento social como herramienta de lucha contra la exclusión”: Documentación Social 135 (2004) 89-107 y diversos documentos recientes de Cáritas Española al respecto.

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abandono. Decíamos antes que el “estar” supone tener raíces, estar ubicado, habitar un lugar. Pero, ¿qué ocurre cuando la persona se siente o se sabe desarraigada, desubicada socialmente, desplazada y sin lugar en el mundo? ¿Cómo vivir cuando el soporte vital que le sostenía parece haber desaparecido? Me refiero al soporte material (trabajo, vivienda, comida, ropa…) y también al soporte afectivo y relacional. En esos momentos surge el grito, desgarrador y angustiado: “¿por qué me has abandonado?” Dios es, para cualquier tradición religiosa, el suelo nutricio que nos sostiene y el horizonte que nos permite caminar. La persona desesperada –y son muchas entre nosotros ahora– siente que desaparece el sostén que le amparaba, constituido por múltiples factores entretejidos de vínculos, afectos, apoyo material, actividad con sentido, ingresos económicos… y a ese “dios” le puede gritar “¿por qué abandonas?” ¿Por qué me toca vivir esta soledad tan atroz e impotente? ¿Por qué se resquebrajan los valores y apoyos que antes consideraba sólidos? ¿Hasta dónde tengo que caer? ¿Qué sentido tiene tanto sufrimiento? ¿Cuál es el horizonte que se me abre (o se me cierra) a mi paso? ¿Cuánto durará esto? Estas preguntas y otras semejantes dominan los pensamientos y desvelos de numerosas personas afectadas por la crisis, quizá sobre todo de personas que han pasado de una situación más o menos estable en su precariedad a una situación de verdadera pobreza y exclusión.

3.5.  “Tengo sed” El grito de abandono que acabamos de considerar apunta especialmente al mundo relacional que parece haberse desmoronado bajo los pies de la persona que sufre. Este otro grito (“tengo sed”) apunta a las necesidades más básicas, relacionadas con la subsistencia y la protección. Se trata de uno de los efectos más sangrantes y descorazonadores de la crisis en nuestras sociedades opulentas: volvemos a convivir con la pobreza más cruda y con la dificultad para cubrir necesidades elementales. Reaparece el nivel más primario de la intervención y de la asistencia. Es algo tan sencillo y contundente como “tengo sed”. Algo que pide una respuesta tan básica como agua. Por supuesto, ya sabemos que la pobreza no había desaparecido de nuestro entorno, tampoco en época de bonanza económica. De hecho, los estudios seguían hablando de unos ocho millones de personas pobres en España; pero también es cierto que los criterios para medir la pobreza tienen un elemento comparativo con la renta media disponible de un país y que nos es lo mismo pobreza moderada que pobreza severa. Lo que está ocurriendo es que hay un corrimiento hacia los estratos más bajos de la escala social y que está resurgiendo con fuerza la pobreza extrema. Es decir, la cantidad de personas que gritan, desde lo hondo de sus entrañas, “tengo sed”. La experiencia cotidiana y los datos de entidades como Cáritas o 150

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el Banco de Alimentos hablan por sí mismos. El reto está en plantear una asistencia que no sea asistencialista sino transformadora.

3.6.  “Todo está cumplido” Tal como están las cosas, no puede sorprender que en ocasiones nos venga la desesperación y nos entren ganas de tirar la toalla. Hemos hecho muchos esfuerzos, pero todos parecen infructuosos. Cursos de formación, gestiones, papeleos, entrevistas de trabajo, solicitudes varias, iniciativas de autoempleo… parece que nada da el resultado esperado. ¿Todo está cumplido, todo está acabado? La situación se agrava, se profundiza y se prolonga en el tiempo. El agotamiento, la desesperación y la falta de resultados parecen indicar que ‘todo está cumplido’, invitándonos a la resignación. Pero hay otra parte de nosotros mismos que se mantiene firme, que se niega a admitir que esto sea el final, invitándonos así a la resistencia. Si “todo está cumplido” significa que se agotan las posibilidades, que nos estancamos en el sufrimiento, que hemos llegado al fin de la historia o que esta crisis marca el triunfo (!?) del capitalismo global, entonces se habrían cumplido los peores augurios que nos temíamos. Pero el aliento vital sigue resoplando y aleteando. Nos dice que no todo está acabado, que esto no es el final, que tenemos un horizonte por delante. Primero, porque en medio de dureza de la situación, descubrimos pequeñas victorias y avances: unos chavales jóvenes que aprovechan el tiempo de estancia en un piso de acogida para realizar un serio itinerario de incorporación a la sociedad; otra persona que consigue los papeles por arraigo social; un trabajillo aunque sea esporádico que permite tirar “p’alante” al menos un par de meses; una pequeña cooperativa de servicios que se pone en marcha con tanta ilusión como dificultades… no, todo no está cumplido: seguimos avanzando. Mientras hay vida, hay esperanza. Y, más allá de estos intentos personales o de pequeños grupos, se abre tímidamente la puerta de iniciativas algo más globales: movimiento asociativo, redes de apoyo, cajas de resistencia, protestas que canalizan la indignación social, alternativas a la globalización… tampoco aquí está todo cumplido, aunque debemos reconocer que se trata de un movimiento aún escuálido.

3.7.  “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” Esta crisis es ancha, profunda, intensa, prolongada. Ancha porque afecta a millones de personas y a amplias capas de la sociedad; profunda porque no es sólo económica, sino también social, política, cultural, de valores; intensa porque está golpeando con dureza en diversos ámbitos vitales; prolongada, porque vemos que Corintios XIII nº 135

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pasa el tiempo, la situación no mejora y, al estancarse, se agudiza. Ya hemos dicho que no podemos caer en el derrotismo, en el abandono. Pero tampoco sería sensato un voluntarismo que pretendiese resolver la crisis a base de puños y esfuerzos propios. Entonces, ¿en qué podemos confiar, a quién podemos encomendar nuestra vida? Si pusiésemos nuestra confianza última en el mercado o en los estados, hace tiempo que habríamos perdido el horizonte. Si confiásemos en nuestras propias iniciativas o esfuerzos, quizá el cansancio o la impotencia los habrían barrido hace meses. Si encomendásemos nuestro espíritu a la bondad y la solidaridad humanas, sabríamos ya de muchas decepciones y claroscuros. A lo mejor, el hecho de que esta crisis sea “ancha y ajena”, como la novela de Ciro Alegría, nos permita descubrir que nuestro Dios es “ancho y propio”. La anchura de Su amor es tal que puede abarcar todas nuestras vidas, con su fragilidad y sus anhelos. Su cercanía entrañable hace que nada ni nadie le resulte ajeno. Su paternidad inclusiva, su compasión ilimitada, su creatividad desbordante, la fuerza revolucionaria de su amor… todo ello permiten decir, con verdad y con confianza: “en tus manos (y no en otras) encomiendo mi espíritu”.

4.  Siete visiones de la (in)-visibilización En este último apartado del artículo presentamos siete miradas a las vidas excluidas desde una óptica particular. Nos preguntamos cómo gestiona nuestra sociedad la visibilidad de las personas marginadas o precarizadas. Dicho de otro modo, qué mecanismos de invisibilización emplea el sistema para que la crisis no lo haga saltar por los aires. Al mismo tiempo, veremos cómo las propias personas excluidas emplean dinámicas de ocultamiento, camuflaje, visibilización o metamorfosis, según los casos. Nos parece éste un complemento necesario, y quizá sugerente, para adentrarnos en la contemplación de estas vidas ocultadas.

4.1. Ocultarse Desde hace ya más de un año, la policía viene realizando redadas masivas, controles de identidad étnicamente orientados y detenciones preventivas de personas migrantes en situación de irregularidad administrativa. De poco han servido las denuncias de los propios sindicatos policiales, los informes jurídicos que apuntan a la ilegalidad de estas prácticas o las protestas ciudadanas. El Ministerio de Interior 152

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niega los hechos, aunque son visibles cada día, a plena luz: estaciones de metro, locutorios, plazas y calles de nuestras ciudades son los escenarios cotidianos de esta persecución y criminalización de las personas migrantes. Empezó siendo una práctica habitual de policías uniformados (por ejemplo, pertenecientes a brigadas especializadas en la lucha contra el hurto en los espacios públicos) pero cada vez más lo realizan policías de paisano. No hace falta estar en Arizona. La sensación de persecución y de inseguridad se extiende poco a poco entre los ciudadanos de origen extranjero, sobre todo si tienen rasgos étnicos visiblemente diferenciadores (africanos, indígenas latinoamericanos, marroquíes…). ¿Qué hacer entonces? La estrategia de supervivencia que muchos de ellos han ido desarrollando espontáneamente, a partir de la propia experiencia, consiste en ocultarse en la ciudad. Por supuesto, evitar los lugares más peligrosos (en cada ciudad hay puntos e itinerarios donde se concentran las detenciones). Segundo, estar permanentemente atentos a la presencia policial, incluso detectando a distancia a los que actúan de paisano. Tercero, y más básico, “camuflarse” entre el gentío sobre todo moviéndose en horarios, itinerarios y vestimenta que muestren claramente que se va a trabajar (aunque, por desgracia, la mayoría de las personas sin papeles también viven ahora sin trabajo). Tengo un amigo que siempre viaja en el metro con su uniforme de trabajo, sus herramientas, la mochila del almuerzo y las manos manchadas: es decir, camuflado de pintor de brocha gorda. De momento le funciona: evita controles, le da un poco de seguridad e incluso le ayuda a reforzar la autoestima. Pero, ciertamente, es tremendo haber convertido nuestras ciudades en una jaula10.

4.2. Salir a la luz Según datos del INE, hay unas 754.500 personas trabajando en el empleo del hogar en España, pero según las cifras de afiliación al régimen especial de trabajadoras del hogar, apenas llegan a unas 300.000 personas. Esto que supone que hay unas 450.000 trabajadoras (el 60%) en situación irregular. Podemos decir que el trabajo como empleada de hogar se ubica mayoritariamente en la economía informal, sumergida. Además, se trata de una actividad que se circunscribe al entorno privado, con un único empleador, donde el equipo de trabajo es uno mismo con dicho empleador, y la “oficina o local” es el hogar de una familia o una persona. Todo ellos sitúa a este trabajo en el espacio de lo íntimo y privado, con el resultado de que las personas que en él trabajan sean invisibilizadas. En tercer lugar, el empleo de hogar 10.  He hablado sólo de la estrategia utilizada por las personas migrantes en situación irregular, pero sería interesante también mencionar otras cosas que pueden hacer los autóctonos o migrantes regulares. Hay ya algunas iniciativas ciudadanas en este sentido, que buscan precisamente visibilizar lo invisible.

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en régimen interno, agudiza esta invisibilización de la relación laboral, e incrementa el aislamiento social y relacional de la persona trabajadora, habitualmente mujer. En este contexto, es especialmente valioso y significativo el movimiento de autoorganización de las trabajadoras domésticas que se ha ido desarrollando en España en los últimos meses. Las manifestaciones celebradas en el mes de abril de 2010 reivindicaron la equiparación con el régimen general de los trabajadores, abandonando la regulación especial y discriminatoria de las empleadas de hogar. Más allá de esto, el mérito de esta movilización consiste en visibilizar lo invisibilizado, en salir a la luz pública, en pasar de la casa a la calle y a la mesa de diálogo social.

4.3. Invisibles En este apartado, voy a limitarme a seleccionar algunos párrafos de un espléndido artículo en el que José Ignacio Torreblanca hace un ejercicio de imaginación política11. Titulado ¿Dónde están los inmigrantes?, dice así: “Fue una agradable sorpresa ver que el nuevo presentador del telediario de la noche fuera de origen marroquí; al fin y al cabo, hay casi tres cuartos de millón de ellos en España. Dice mucho del nuevo director general de Televisión Española que haya entendido que lo que es invisible no existe y que haya apostado decisivamente porque la parrilla de los telediarios refleje la diversidad de este país.También fue interesante pasear por Lavapiés y ver unas patrullas de policía tan mixtas como el propio barrio: un policía llevaba turbante e incluso había una mujer policía que llevaba un pañuelo cubriéndole la cabeza. En el barrio todo el mundo está muy contento; por fin tienen la sensación de que la policía es parte de la comunidad que tiene que proteger. Se acabó también lo de pedir la documentación en función del color de la piel o el aspecto extranjero. El recién nombrado fiscal general del Estado (de origen dominicano) ha sido tajante al respecto: al menos el bochorno que causó su detención cuando paseaba pacíficamente por la Gran Vía una noche de sábado ha servido para poner fin a una práctica tan inaceptable. Lo que nos lleva al Tribunal Constitucional: la llegada de una jurista de origen saharaui al máximo tribunal ha sido un paso sumamente importante y ha puesto fin a las absurdas discriminaciones en cuanto a la vestimenta que imperaban en el mundo judicial”. Y, tras enumerar otros ejemplos, continúa la reflexión del periodista: “Evidentemente, todo lo anterior es ficción, un presente que no sólo no existe, sino que, al paso que vamos, camina exactamente en dirección contraria. Así, se nos pre11.  José Ignacio Torreblanca, “¿Dónde están los inmigrantes?”: El País, 25 de enero de 2010. Accesible en http://www.elpais.com/articulo/internacional/estan/inmigrantes/elpepuint/20100125elpepiint_13/ Tes.

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tende hacer entrar en un supuesto debate que tiene un método original (“sin complejos”); que predefine la inmigración (en lugar de la xenofobia) como problema; que antes de comenzar ya nos anuncia la conclusión (“aquí no cabemos todos”) y, sobre todo, que esconde con todo descaro las verdaderas motivaciones (electorales) de los que lo patrocinan. (…) Hablamos mucho estos días de cómo crear una economía sostenible, pero muy poco de cómo crear una sociedad sostenible. Los inmigrantes son más de cinco millones, pero son invisibles en la vida pública. Hay países en nuestro entorno que ya han pasado por lo mismo que nosotros (incrementos importantes de la inmigración coincidentes con crisis económicas): ¿de verdad vamos a repetir los mismos errores? ¿Y si, en lugar de aislar, criminalizar y deportar tenemos visión de futuro y construimos una historia de éxito de la que estar orgullosos?”

4.4.  Camuflarse En las sociedades modernas no sabemos cómo relacionarnos bien con “los pobres”. El ejemplo quizá más claro sea el de las personas que ejercen la mendicidad en la calle.Vamos paseando por la calle y nos encontramos con alguien que nos pide ayuda, generalmente económica. Entonces se agolpan en nosotros sentimientos, reflexiones, dudas, inquietudes, incomodidades, decisiones… ¿qué hacemos?, ¿damos limosna o no? Si doy limosna, me siento mal porqué no sé quién es esa persona, si me está engañando, si utilizará bien el dinero; si no doy, me siento mal porque rompo ese impulso de bondad que todos llevamos dentro. No podemos quedarnos tranquilos dando dinero en la calle, pero tampoco si decidimos no darlo… A poco que nos descuidemos, nos olvidamos de dónde empezó todo (el otro en situación de necesidad) y nos encontramos discutiendo con nosotros mismos y nuestros sentimientos: convirtiendo el problema de la ayuda en un asunto del yo. Al final, damos o no damos, para sentirnos bien, para no sentirnos mal, para justificarnos a nosotros mismos. Este mecanismo se podría llamar la “instrumentalización del pobre”, porque utiliza al otro para mi propio bienestar. Y no ocurre sólo en el terreno personal, sino también en entidades sociales e incluso en la administración pública. Como el donante usa al pobre (al concebir su ayuda unidireccionalmente y no considerar al otro como un sujeto sino como un objeto) el pobre acaba usando al donante en un sentido parecido. Más tarde o más temprano, el pobre usará al Estado, a la ONG o al voluntario del mismo modo que éstos usan al pobre. Se produce una instrumentalización mutua. Es lo que en otro lugar hemos llamado “la venganza de la limosna”. Es decir, que la persona que ejerce la mendicidad decide “camuflarse de mendigo”, aparecer en público sólo con un determinado aspecto. Oculta, por Corintios XIII nº 135

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así decir, sus capacidades, sueños e historias, para visibilizar sólo aquellos elementos que pueden suscitar compasión y movilizar ayudas puntuales12.

4.5. Visible y radiante Uno de los efectos de la crisis es que ha aumentado el número de artistas callejeros que intentan lograr algunos ingresos económicos con los que seguir adelante. Constituyen otra de las expresiones visibles de la situación en que vivimos, de la precarización y vulnerabilidad. Las guitarras, acordeones, quenas y altavoces itinerantes coexisten con los mp3 y los iPod para mostrarnos la complejidad de lo real, la asimetría de la globalización capitalista, los sonidos de la desigualdad. Son ritmos urbanos, en todo caso: la mayoría de estos músicos callejeros ajustan sus actuaciones al tiempo entre dos estaciones de metro. Pero a veces hay sorpresas que rompen esta dinámica. El otro día, por ejemplo, me encontré con uno de esos verdaderos artistas. No es sólo que el cantor tuviera una espléndida voz, sino que siguió cantando durante tres o cuatro estaciones. Al hacerlo, rompió la dinámica de lo esperado; superó el estigma del músicomendigo para mostrar la realidad de un músico-artista; abrió nuevos horizontes en el rutinario vagón de metro. Los rostros de los viajeros cambiaron su tedio en sonrisa, apareció la conversación, se generó otro ambiente, se humanizó el vagón; incluso alguien pidió otra canción, un tema concreto de su cantautor favorito. El artista callejero, bien visible, iluminó el metro con su música. Radiante él, nos devolvió a la vida más luminosos.

4.6.  Máscaras Conozco una asociación de apoyo a la población inmigrante que, hace algo más de un año, entró en crisis a propósito de la crisis. Una parte de la asociación pensaba que el énfasis debía ponerse en reforzar los servicios de formación, empleo e incluso apoyo asistencial a las necesidades básicas, dada la durísima situación que sufren las personas migrantes; otra parte de la misma asociación quería impulsar los programas de encuentro intercultural y de ocio creativo e integrador. El primer grupo sospechaba del segundo, como si dedicarse a bailar fuese una frivolidad, sobre todo en tiempos tan recios; el segundo grupo argumentaba que centrarse sólo en el trabajo era considerar a la persona migrante como mera mano de obra y, además, significaba reforzar la angustia y la impotencia de la gente, dada la gran di12.  Todo este apartado está directamente inspirado en Juan A. Guerrero y Daniel Izuzquiza, Vidas que sobran. Los excluidos de un mundo en quiebra, Sal Terrae, Santander 2005, pp. 63-76.

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ficultad para encontrar empleo con efectividad. Finalmente, optaron por mantener ambas líneas de acción y por buscar modos de conectarlas entre sí. El ejemplo apunta a la necesidad de combinar cultura y economía, lo simbólico y lo material, la redistribución y el reconocimiento, “el pan y las rosas”. El hecho de que haya un grupo de baile o de música formado por personas excluidas significa que la crisis y la desesperación asociada no tienen la última palabra. Hay vida más allá del desempleo. Hay personas, con su vida, sus anhelos, sus historias, su dignidad, sus capacidades. Como en el teatro clásico griego, la máscara expresa la persona (persona: altavoz). Numerosas iniciativas de teatro social o de grupos musicales de personas sin papeles, exposiciones de pintura o certámenes literarios en los que participan personas “excluidas” son otras tantas vías para que estas personas puedan alzar su voz. Claro se que puede desenfocar esta propuesta y limitarse a una mera expresión emotiva o folklórica, pero también puede ser un modo de participar en la esfera pública, de ganar en espacios de representación, de impulsar la ciudadanía plural en sociedades complejas.

4.7. Espejo tóxico Para terminar, volvemos a mirar a las segundas generaciones, esto es, los hijos de migrantes ya nacidos en nuestro suelo. Se trata de un caso en el que se ve muy caramente cómo influye la percepción social y el reconocimiento distorsionado en las posibilidades efectivas de integrarse con normalidad en la nueva sociedad. En un estudio ya clásico, Carola y Marcelo Suárez-Orozco, acuñaron el término inglés poisoned mirror (que podría traducirse como “espejo tóxico” o “reflejo envenenado”) para referirse al conjunto de estereotipos y prejuicios que la sociedad lanza sobre estas segundas generaciones, con el efecto de generar identidades reactivas, marginales y de oposición activa a la sociedad mayoritaria13. Evidentemente no todas las trayectorias de configuración identitaria y de incorporación social de los jóvenes pertenecientes a familias de origen migrante siguen este patrón conflictivo y marginal, pero sí es cierto que estas personas sufren mayor discriminación y se encuentran con mayores dificultades para desplegar su propio proyecto vital. Sin entrar en detalles, lo que nos interesa destacar aquí es el hecho de que estos mecanismos distorsionadores hacia los hijos de los inmigrantes tienen efectos perniciosos, no sólo para ellos sino para el conjunto de la sociedad, tanto en el aspecto funcional como en el aspecto de los valores y principios.

13.  Carola y Marcelo Suárez-Orozco, Children of Immigration, Harvard University Press, Cambridge, MA, 2002, p. 107. En la traducción española, La infancia de la inmigración, Morata, Madrid 2003, se lee “envenenado reflejo” (p. 185).

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Vidas silenciadas, vidas ocultas

Terminamos ya. En este artículo no hemos buscado el enfoque analítico o sistemático sobre la exclusión social, sino más bien una aproximación narrativa y reflexiva. Por ello, es normal que muchos elementos queden fuera de nuestra presentación. Lo que se pretendía era, en este caso, favorecer un acercamiento humano, concreto y real al impacto de la crisis en las vidas de las personas.Y subrayar que los mecanismos de exclusión social están afectando intensamente no sólo a las personas que llevaban años en situación de vulnerabilidad, sino también a otras más “normalizadas” que están viendo cómo en los últimos meses se va deteriorando y desmoronando su frágil equilibrio vital. Es preciso escuchar estas vidas silenciadas y contemplar estas vidas ocultadas.

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7. Estaba en la cárcel y fuisteis a verme (Mt, 25,36) Silvestre Valero Segovia Capellán del Centro Penitenciario de Cuenca. Delegado de Pastoral Social. Director de Cáritas Diocesana de Cuenca

Resumen Los presos constituyen el último eslabón de la exclusión. A través de su experiencia personal y con diferentes testimonios de reclusos y voluntarios, el autor descubre desde el andamiaje que proporciona el programa de intervención del Centro Penitenciario de Cuenca, diferentes dimensiones de la exclusión desde la privación de libertad y ausencia de sentido. Posteriormente, plasma la aportación específica de un Dios que se manifiesta en el sufrimiento de los presos y da sentido a la existencia humana. Palabras clave: Exclusión, Cárcel, Sentido, Experiencia de fe, Encarnación.

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Abstract: Prisoners are the last link in exclusion.Through his personal experience and various testimonies from inmates and volunteers, the author uses the scaffolding provided by the action programme at Cuenca Prison to reveal different dimensions of exclusion, from the deprivation of liberty and lack of meaning. He goes on to plasma the specific contribution of a God who shows Himself in the prisoner’s suffering and gives meaning to human existence. Key words: Exclusion, Prison, Sense, Experience of faith, Incarnation.

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Introducción Cuando me pidieron colaborar en Corintios XIII en un número especial sobre exclusión, no dudé: los presos constituyen una población en situación, casi podríamos decir, de exclusión integral. El último eslabón de la falta de sentido. De inmediato vinieron a mi mente tantos amigos… Vida, sonrisas, lágrimas, dolor y esperanza, gritos y silencios compartidos de mis compañeros de viaje. Es mucho lo que hemos aprendido juntos y, en agradecimiento, no puedo menos que intentar plasmarlo en estas páginas, donde también tendrán cabida sus palabras. Es muy difícil dejar sólo en palabras tantas vivencias del alma, es imposible plasmar la belleza de una sonrisa o el dolor desesperado de un rostro, no se puede traer la mirada de esperanza más allá de las rejas y la nostalgia de los seres queridos, cuesta mucho poner al desnudo sus vidas rotas a jirones por las mil y una circunstancias de la vida que, en muchos casos, les ha abocado a ello. Como verá el lector, junto a mi experiencia personal, intercalo textos, experiencias, narraciones de personas reales que se han ido cruzando en el camino y dan cuenta y dan cuenta del trayecto.

1.  Comienzos 1.1. Encuentro Andaba yo por entonces llevando la Parroquia de Motilla del Palancar, unos 6000 habitantes, junto con un anejo, Gabaldón, de 200, metido de lleno en las tareas pastorales intentando romper estructuras de siglos y anunciar la buena noticia del Reino, atendiendo los tres pilares fundamentales de la evangelización: catequesis, culto y caridad. Pero una religiosidad cargada de siglos, de tradición, de costumbres que no siempre facilita el terreno a la semilla del Evangelio, va distrayendo mi vida y está a punto, con el tiempo, de burocratizarla. Después de once años en esta Comunidad el Sr. Obispo me llama a Cáritas Diocesana y, como un añadido sin demasiada importancia, me pide que asuma la capellanía de la Prisión de Cuenca. Es pequeña. Construida para unos 60 preventivos, ahora alberga masivamente unos 130 presos entre condenados y preventivos. 162

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Aquí mi vocación se renueva y mi vida cobra nueva intensidad. Tras las interminables puertas de la cárcel me voy encontrando, cada día, con el rostro de hombres y mujeres que, poco a poco, voy poniendo nombre y van desvelando el mío. Junto al grupo de voluntarios existente empezamos a elaborar un Programa de Intervención que ponemos en marcha el año 2001. Presento el esquema de este Programa de Intervención que nos ha servido, a presos y voluntarios, para hacer el camino juntos hasta hoy. Es sólo un esqueleto al que vamos poniendo vida, día a día, al comunicar y compartir nuestras experiencias. Así, poco a poco va surgiendo el yo más profundo que anida en nosotros. Poco a poco nos vamos conociendo. Poco a poco nos vamos poniendo nombre. Poco a poco nos vamos queriendo y van despertando en nosotros las ganas de vivir, las ansias de libertad ante tanta esclavitud que ha ido manejando nuestras vidas. Juntos vamos dando forma al esqueleto, sin prisas. Este programa sólo ha sido una ayuda que nunca ha determinado el curso de nuestros encuentros y vivencias. Pero considero importante traerlo aquí para comprender mejor el esquema básico con que vamos haciendo el camino.

1.2. Programa de Intervención en el Centro Penitenciario de Cuenca Identidad personal. Búsqueda de valores. Programa de reinserción social Contando con la experiencia positiva de varios años, el Voluntariado de Cáritas Diocesana de Cuenca elabora, en el 2001, un programa sencillo que ayuda en la búsqueda de la “identidad personal” con el descubrimiento de unos valores éticos, de validez universal, de cara a la reinserción social. Esta universalidad, que cada día se busca más en todas las culturas, permite la participación en este programa de todos los reclusos que lo deseen sin que sea impedimento la religión, la cultura o la raza. La presencia y labor del voluntariado de Cáritas en el Centro Penitenciario tiene continuidad en la calle con un piso de acogida de reclusos y exreclusos, “Vía Libre”, con capacidad para ocho personas, con un programa propio de inserción socio-laboral que no abordaremos en este momento. El Objetivo General del Programa de Intervención en el Centro Penitenciarios de Cuenca es reforzar la identidad personal con el descubrimiento Corintios XIII nº 135

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de valores humanos y éticos, que forman parte de la misma esencia del ser humano, de cara a la inserción en la sociedad con un talante solidario. El tipo de programa y las líneas de actuación están determinados por el objetivo general que requiere distintas y variadas intervenciones. Dado el carácter social de todo individuo, y las influencias determinantes que recibe del medio, todo el programa se sustenta sobre tres pilares fundamentales: 1.– Experiencia personal. El presente de cada persona viene determinado por un cúmulo de circunstancias del pasado que es necesario asumir para entender y orientar bien nuestra vida de hoy. Teniendo esto en cuenta analizamos juntos: •  La situación familiar. •  La situación social. •  La situación personal. •  Las consecuencias positivas y negativas que se desprenden de cada situación en el momento presente. 2.– Otras experiencias y formas de vida que pueden reestructurar nuestra personalidad y dar un sentido válido a nuestra vida. No somos islas sino seres humanos que vivimos en sociedad y que nos vamos edificando como personas en “relación” y “diálogo”. Por ello es importante ver otras maneras de vivir, otros valores y experiencias, de las que podamos aprender nosotros. •  Hombres y mujeres del pasado y del presente que son ejemplo. •  Testimonios de vida. •  Nuestra experiencia personal. •  Jesús de Nazaret, un ejemplo de vida para todo el mundo. •  La Buena Noticia de Jesús. Su mensaje. 3.– Reinserción social. Otra forma de vida. El gozo y la alegría de vivir. Compromiso de vida aquí y ahora. 164

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•  La vida como diálogo creativo. –Con uno mismo. –Con los demás. –Con la sociedad. –Con la naturaleza. –Con Dios. Procuramos que la metodología empleada en cada encuentro suponga la participación activa de todos. Partir de la situación personal, de nuestra experiencia compartida, y traer a nuestra reflexión otras maneras de ver la vida y actuar, nos ayuda a cuestionar nuestra realidad. Para ello nos ayudamos de dinámicas y técnicas de grupo, utilizamos los medios audiovisuales e informáticos, realizamos actividades deportivas y culturales, salidas terapéuticas, contactos con personas y grupos del exterior, convivencias en fiestas religiosas o populares y participación en Cáritas Diocesana colaborando en la revista. El Programa se lleva a cabo durante todo el año, viernes y domingos, con una duración aproximada de dos horas cada día. Los objetivos más concretos son: •  Salir de una dinámica de exclusión social. •  Identidad personal. Reflexionar sobre el sentido de la vida. •  Encontrar motivos válidos para vivir en sociedad. •  Fomentar el diálogo, la comunicación y la convivencia. •  Despertar el espíritu crítico. •  Buscar la autoestima. •  Compartir experiencias. •  S uscitar los valores profundos de cada persona que hacen más humana la vida: solidaridad, respeto mutuo, amistad, perdón generosidad… Corintios XIII nº 135

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2. Experiencias 2.1. La cárcel y los presos Ya hay muchas y muy buenas reflexiones sobre la cárcel y los presos. Yo intentaré transmitir tan solo mi experiencia, lo que he visto, oído y vivido. Cuando uno entra en la cárcel por primera vez tiene la sensación de haber sido arrancado de cuajo de su medio. Queda desnudo de amigos, familia, trabajo, espacio social y, en definitiva, de todo aquello con lo que ha ido configurando su existencia. De una manera traumática, en un abrir y cerrar de ojos, tiene que situarse en un espacio extraño y desconocido. La frialdad e indiferencia de unos rostros le reciben y, en breve tiempo, habiéndole explicado lo más elemental de su nueva situación, se encuentra en la mayor de las soledades, en el mayor de los vacíos, perdido entre cuatro paredes y muchas rejas. El ruido monótono y chirriante de una y otra puerta lleva al preso a su nuevo destino. En el silencio, con el dolor todavía fresco de las esposas, sólo escuchas el tic tac acelerado de tu cerebro. Solo, con su tristeza y sus lágrimas, tiene que encontrar en su interior la fuerza, los valores, los esquemas vitales que le ayuden a afrontar su nueva situación. Es entonces cuando sirve de mucho los valores sobre los que se sustenta la vida y los lazos que se han ido creando con los que te rodean y con el medio. Dios también tiene mucho que ver en esos momentos. Poco a poco, desde el vacío y la soledad de los primeros días, vas descubriendo el medio donde se va a desarrollar tu vida y la gran variedad de personas con que te vas a encontrar. Desde el funcionario, educador social, médico… que verás con cierta frecuencia hasta el trabajador social, jurista, psicólogo y equipo directivo que verás muy de tarde en tarde y con escaso interés por tu situación personal. Pero siempre tendrás a tu lado algún compañero que te ayude a iniciar una nueva andadura. Normalmente las cárceles son lugares sin horizonte. Demasiadas paredes y alambradas espinosas impiden que tu visión pueda recorrer el espacio deseado. Después de un largo tiempo en prisión, cuando sales a la calle, tienes que aprender a vivir de nuevo, te sientes extraño, hasta te cuesta trabajo andar con normalidad. Me decía un preso, no se si de su propia cosecha, de 32 años, privado 166

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de libertad 12 de ellos, que para él “ser libre era sentirse como un marinero que, acostumbrado a la mar, al mecer de las olas, al olor de la sal, a los espacios cortos, a pasear tranquilo por cubierta, a la soledad de su camarote, a ver atardecer desde su barco, a la belleza de la luna reflejada en el mar, llega un día a tierra y descubre que la gente le agobia, que el mundo es muy grande, los edificios muy altos y el sol no se ve y la luna se esconde en la noche. Y por eso el marinero tiene miedo y quiere volver al mar, porque aun en la prisión de su barco se siente libre y, sin embargo en la libertad de la tierra se siente preso”. No obstante su sueño es la libertad. En prisión tu mirada no tiene lejanía, siempre chocará con una pared, con unos barrotes, con algún compañero que ocupa el espacio que necesitas para respirar. Cuando los permisos se limitan y la cárcel tiene que asumir el 210 % de su capacidad el ambiente se nota tenso. No hay espacio para vivir con dignidad. Solo, a través de los barrotes de tu celda, si tienes suerte, podrás mirar la lejanía y respirar un aire limpio. Será ese espacio íntimo donde das vueltas y más vueltas a tu vida sin hallar respuesta alguna, será espacio de sueños y esperanza, será también, en muchos casos, aire fresco para tus sienes embotadas por la confusión de tu vida y, generalmente, por la droga. Pero la celda, compartida, te deja poco tiempo y espacio para la intimidad. Abrir y cerrar de viejos cerrojos, murmullo constante, TV con un volumen muy alto, notas de guitarra, fichas de dominó, pasos rápidos… serán tu sonido de compañía cada día. Poco a poco vas viendo la singularidad de cada preso. En sus rostros llevan escrita parte de su vida, su mirada refleja parte de su historia y de su drama personal. Droga, pobreza, enfermedad mental, sida… son los faraones de la prisión que mantienen en la esclavitud a más del 70% de los presos que provienen de las capas más humildes de la sociedad. Una sociedad que en sus presos, 72.215 en enero del presente año según el Ministerio del Interior, se está condenando a sí misma pero que no quiere ver lo que ella misma ha generado y lo aleja y oculta lo más posible. Con la condena del otro justifico mi culpa. Es la postura hipócrita de nuestra sociedad que vive dando culto a los viejos dioses del tener, del poder y del placer. “Una 4/5 parte de la población penitenciaria, desde el punto de vista de su origen social, proceden de barriadas y ambiente de marginación” (Campaña contra la exclusión social. Informe del año 2007 de la Asociación Pro derechos humanos de Andalucía). La cárcel es el último eslabón de la cadena de exclusión. Sin derechos antes, presos ahora. Corintios XIII nº 135

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La fragilidad de muchas personas por condicionamientos sociales, culturales y económicos, es caldo de cultivo para caer en la tentación de estos dioses a los que quieren servir manejados por la sociedad de consumo. En la mayoría de los casos los presos han tenido unas carencias familiares importantes. La ausencia de una familia estructurada y estable, donde estén presentes valores fundamentales presididos por el amor, es el origen de muchas carreras delictivas. Sin familia estable, sin cultura, sin trabajo, la delincuencia aparece como única alternativa. El hombre es como la tierra. Si labras bien la tierra, la abonas y riegas, la semilla sembrada germina. Si no se labra y abona, la tierra se va endureciendo y la semilla no puede sentir el frescor de la lluvia y germinar. Es el caso triste de muchas personas que han crecido entre dificultades y carencias de todo tipo. No ha tenido la oportunidad de ser “cultivados”. Como diría el Principito “no se han creado lazos”. Poco a poco se va nublando la mirada, uno va dejando de ser realista, no afronta sus errores y los actos delictivos le van creando una coraza difícil de franquear. Su mundo interior, su alma, la imagen de Dios grabada en lo más intimo de su ser se va ocultando y anulando. Pero la tierra está ahí, siempre lista para ser labrada y abonada, dispuesta a dejar brotar la semilla. El Padre, cada amanecer, otea el horizonte esperando con ilusión la vuelta del hijo. “Me llamo Antonia, tengo 40 años y tres hijos, aunque me gusta que me llamen Toñi. Con este artículo tengo la oportunidad de hablar sobre mi vida, que es una bendición de Dios. Por desgracia yo no conocí mi infancia, ya que desde muy pequeñita me quedé sin madre, sólo tenía nueve años cuando me hice cargo de seis hermanos. Mi abuelo abusaba de mí. Mi padre era alcohólico. Pero fue él quien me enseño a cocinar, a coser un botón… Lo perdí en el año 1998, estando en prisión, y no pude salir 168

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al entierro porque estaba preventiva y no tenía derecho a nada. Para mí fue muy duro. Ahora para el 19 de Agosto hace nueve años. También perdí a un hermano, que se suicidó en Herrera de la Mancha. Era más pequeño que yo. Estaba cumpliendo condena, pero él fue muy débil y no lo soportó. Cuando yo entré en prisión entré muy mal, con depresión, anémica perdida, comida por la droga, pero tuve que echarle mucho coraje, porque mi vida no acababa ahí, aunque las cárceles sean parte del infierno. Pero me ha servido mucho, me ha servido para saber, sobre todo, a decir que no a las drogas, que no te dejan valorarte a ti misma, ni quererte. En siete años que me he tirado en prisión he aprendido mucho. Ahora estoy en tercer grado, viviendo en Cáritas gracias al padre Silvestre, que me tendió su mano como un padre; también todas las chicas responsables del Piso de Acogida, “Vía Libre”, que me ayudan día tras día. En Cáritas me encuentro muy bien, no me falta cariño. Les estoy muy agradecida. Ahora estoy esperando la condicional para poder empezar a trabajar en la hostelería o en la limpieza, que me gusta. Ahora estoy haciendo cursillos en Cáritas y estoy aprendiendo cosas nuevas que me gustan. Estoy aprendiendo a vivir de otra manera y me siento muy feliz”. Toñi

2.2. La cárcel, un camino sin retorno para muchos En cada encuentro que tenemos los que trabajamos en prisión, desde la pastoral penitenciaria y el voluntariado, llegamos a la misma conclusión: el sistema penitenciario, tal como está concebido, no responde, lo más mínimo, a su razón de ser plasmado en el artículo 25.2 de la Constitución Española, “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas a la reeducación y la reinserción social”. Desde el primer día que el preso entra en prisión queda limitado en sus derechos humanos más allá de la privación de libertad. El carácter punitivo y la seguridad carcelaria serán casi único objetivo de toda la estructura y personal de la prisión (funcionarios de vigilancia, técnicos de los equipos de tratamiento, administrativos, directivos…), quedando bastante restringido el objetivo final de la prisión que es la reinserción del preso en la sociedad. Para ello el diálogo, la convivencia, el Corintios XIII nº 135

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trato personalizado, el trabajo legal en el medio carcelario, la cultura, la intimidad, las relaciones familiares, la comunicación con el medio social…, deberían ser objetivos fundamentales de la prisión. Pero no es así. Sirva como ejemplo un estudio de la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, que expresaba la opinión de los presos, “el 78% de los encuestados dice tener problemas en la comunicación con los funcionarios de vigilancia y los equipos de tratamiento. El tiempo medio que el Equipo de Tratamiento ha utilizado durante el tiempo de condena que llevan cumplido las personas encuestadas es de 80 minutos, cuando estamos hablando de personas que están condenadas a un media de 13,5 años (más de siete millones de minutos de condena). Unos cinco minutos al año. A mi madre Mamá cuéntame un cuento, acúname en tus brazos igual que cuando era pequeño. Se que fui muy malo, que no fui bueno que puse un muro por medio para que no me llegaran tus brazos y no me rozaran tus besos. Cogí un caballo y corrí mucho más, mucho más que el viento. Me parecía todo mejor, que era un mundo nuevo, todo me parecía bueno. Sí, de ti estaba muy lejos. A galope en mi desenfreno, ya nadie podía parar aquello, había ido demasiado lejos en aquella carrera dulce y amarga. Y caí como un torbellino, mal herido y sediento. Ya fue tarde para mi. ¡Dios, como te recuerdo en mi lecho enfermo y sin aliento! 170

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Ya apenas me queda voz, mi cuerpo ya está seco, mis venas ya no son venas, parecen de esparto seco, y en ese hilo de voz, ya sin aliento y sin vida, te pido, mamá, que tú me cuentes un cuento, que me acunes en tus brazos y que tus labios me besen. Y pídele a Dios para mí un poco sitio en cielo, donde te espero, mamá. Poesía de un joven de 18 años dedicada a su madre, desde el hospital, días antes de morir. La remite M. Collado La masificación (más del 150% en todas las cárceles españolas); el ambiente agresivo; la inactividad; el correr de la droga (muchos afirman que se han iniciado en la cárcel); el tiempo vacío; el desarraigo del medio; la lejanía de los familiares; la ausencia de familia en otros; las enfermedades mentales y la falta de tratamiento (según la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria el 40% de los presos sufre trastornos mentales y de la personalidad); el futuro incierto y la falta de perspectiva y preparación para la libertad y un largo etcétera hacen de la cárcel un camino sin retorno. Una vez que salen en libertad, sin haber llegado a las causas que les llevaron a delinquir y poner el remedio necesario, la poca preparación (el 61% engloba a personas analfabetas, que mínimamente saben leer o únicamente tienen certificado de escolaridad, sin que hayan alcanzado el nivel de graduado), les lleva de nuevo a delinquir en más del 60% de los casos. Un nuevo delito, la escasez de medios económicos y un abogado de oficio son camino rápido para ingresar de nuevo en prisión. La cárcel viene a ser para muchos su espacio habitual. En consecuencia, el sistema penitenciario, tal como hoy se está llevando a cabo, demuestra, en la mayoría de los casos, su ineficacia hasta el punto de ser gravoso para la administración por el coste elevadísimo que supone, peligroso para

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la ciudadanía que no confía en la reeducación y reinserción del preso y prejudicial para el preso que ha perdido un tiempo precioso y sale, por lo general, en peores condiciones que entró. Por tanto, para muchos, la cárcel, tal como está funcionando hoy, es un camino sin final y es apremiante buscar alternativas a la prisión. Al mismo tiempo es urgente una política social adecuada, basada en la prevención, en igualar oportunidades y en eliminar los factores que generan la exclusión social.

2.3. Mi experiencia en prisión. Alfredo García Mi primera noche en la cárcel Precedido del funcionario entré en un espacio sumergido en penumbra, donde pude ver una litera, un camastro sobre otro, una ventana que daba a un patio, unas espumas que querían alcanzar el grado de colchones, un reborde que hacía las veces de mesa, y un habitáculo donde había un lavamanos minúsculo y un inodoro sin tapa, todo ello con el denominador común de una suciedad amenazante. El funcionario, te extiende una bolsa con enseres (cepillo de dientes, crema dentrífica, toalla, cubiertos de plástico, dos sábanas y cuatro preservativos cuya visión me dejo preocupado), te hace firmar una hoja como recibo de los mismos y después de hacerte un minucioso reconocimiento corporal y ver que no llevas nada que no sea lo que él te acababa de obsequiar, se va con un aire de autosuficiencia y lo rubrica con un mayúsculo portazo y posterior golpe de cerradura, sonidos, que por otro lado, me acompañarán a partir de ese instante en todo momento. Aquí comienza mi confrontación con la soledad, tengo sed, y me siento empapado. Haciendo caso omiso de la suciedad, bebo agua del grifo y me lavo como puedo. Al cabo de tres horas de incertidumbre, angustia y sobretodo con la presión de la soledad, me salta la alarma de mis instintos al oír de nuevo esos ruidos, llave que da la vuelta, cerrojo que se desplaza y puerta que se abre con un golpe de esa pesada llave en la chapa como propina. Mi reacción fue irme al fondo de la celda y… veo a otro recluso que me trae la cena. Creo reconocer a este preso y eso me alivia, lo confirmo cuando también él me saluda y me pregunta si necesito algo. En ese momento, con un nudo en la garganta, le dije que cigarrillos, papel y boli. Al rato por debajo de la puerta me llegan 10 cigarrillos, un mechero, 2 hojas blancas y un bolígrafo. Creo que este amigo no sabrá nunca lo que este acto supuso para mí… o quizás porque lo sabia, lo hizo. 172

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Puse la sábana encima de la espuma que consideré que estaba menos manchada de círculos sospechosos y con la ropa que llevaba me tumbé encima evitando el contacto directo con el jergón y me quedé dormido. De vez en cuando me despertaba el ruido del funcionario que levantando sin miramientos la mirilla, después de observarme, la dejaba caer dando a entender que aquí solo se dormía cuando el quería. Hacia la madrugada, ignoro la hora por no tener reloj desde el día anterior, vuelvo a oír los pasos del funcionario y sus juegos con las llaves, así que, perturbado sin cesar en mi sueño, acabé por dejar de dormir. Perdido en la contemplación de las telarañas que decoraban los rincones y en las cañerías que iban de un extremo a otro de la pared, empecé a tomar conciencia de que esta atmósfera y este paisaje debían ser mi ambiente durante un periodo largo. Nunca he sido particularmente piadoso, sin embargo, caí de rodillas junto al lecho y murmuré: ¡Dios mío! Sácame de aquí, no permitas que esto esté pasándome. A continuación le hice promesas si lo conseguía. Después mi conciencia me recordó cuanto tiempo llevaba sin dirigirme a Él y caí en la cuenta que, al prometerle a cambio de que me sacara de ahí, estaba haciéndole chantaje, entonces aún me sentí peor.

Mi primer día Por la mañana comienzan a sonar las voces que durante el día se oirán para todo: ¡Rápido señores, recuento! ¡Rápido señores, a desayunar! ¡Rápido señores al patio! ¡Rápido señores arriba! ¡Rápido señores, abajo! La bajada al comedor produce la formación de un grupo de 30 presos, les miro, les observo, descubro que todos están pendientes de mí. Me doy cuenta que la población penal aquí está reclutada entre las capas sociales mas bajas. Estoy intentando decidirme entre si ir a por leche o buscar un sitio donde sentarme, cuando una voz me saca de tal disquisición, proponiéndome sentarme en su mesa, era el recluso que me trajo la cena. Sentí un gran alivio pues aún no era capaz de saber si las miradas que estaban acechándome, desde el principio, eran curiosas o algo peor. Reconozco que todas las películas de cine y televisión acerca de prisiones se me amontonaban en la cabeza, me hacían estar alerta. Mi amigo, así lo bautice desde ese momento, me puso al corriente de todo: horarios, turnos, presos, funcionarios, comidas, economato, trabajos, premios, castigos, caprichos… fue una clase intensiva de la que tenía que tomar buena nota para no meterme en problemas. Más tarde toda esta amabilidad la devolví en productos del economato. Como era sábado, se disfrutaba de un recreo continuado consistente en paseos por un patio grande donde era posible mezclarse con condenados y en el que contemCorintios XIII nº 135

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plé por primera vez una crisis de epilepsia, a personas en mal estado físico con ojos desorbitados y caras pálidas, son los toxicómanos. No están aquí para ser desintoxicados, sino para ser castigados. Como colofón, asistí a una reyerta, donde se esgrimieron armas hechas a mano de lo más inverosímil, con lo que pude ver que existían clanes y bandas. Al llegar a mi celda para pasar la noche de nuevo, me sentía soliviantado con tantas sensaciones nuevas, mi estrés era enorme, mi preocupación creciente, estaba entrando en un estado de derrumbe porque sabía que no tendría fuerzas para aguantar muchos días como éste. No podía integrarme, ni hacerme a la idea de que formaba parte de un universo así. Esa noche me hundí y de nuevo acudí a la oración, ya no pedía que me sacase de allí sino tener fuerzas para soportarlo. Evoqué pasajes del Evangelio, recordé que Jesús también pidió librarse del cáliz amargo de la pasión. Un horizonte de esperanza surgió en mí, necesitaba saber si había misas o un cura con quien hablar. Con este pensamiento y un mar de lágrimas acabé por dormirme.

7 meses La vida dentro es la misma que la del primer día, pero ahora soy yo el que ha cambiado, acepté que mi familia viniese a verme, pues la vergüenza no me dejaba antes, y ellos han sido uno de mis pilares para salir adelante, para dejar a un lado la soledad. Sus visitas a través de unos cristales los domingos, son de lo más esperado en la semana, es mi desahogo, y me siento querido. También reforzábamos estos lazos con unas increíbles cartas que nos escribíamos semanalmente. Aprendí de ellos que la vía del AMOR es la solución a todo tipo de problemas. Esta práctica fui capaz de llevarla dentro de la prisión tal y como sentía que mi familia me la daba a mí. Conocí al sacerdote, el Padre Silvestre, ¡qué gran descubrimiento!, me sentí escuchado, que interesaba a alguien, que no me señalaba, ¡caramba! ¡Incluso me confesé! Y muy a gusto. Recuerdo esa sensación, ese alivio, esa descarga. Algo me decía que iba por buen camino, participaba enormemente en sus homilías, incluso le pedí un Nuevo Testamento en donde leía lo que después oiríamos en la misa. Empezaba a disfrutar, disfrutar… sí, esa palabra la tenía olvidada desde que entré. Comenzamos a tener conversaciones más profundas, entendí palabras como el Amor, el Sacrificio, la Paciencia. Incluso trabajé como ayudante del profesor de la escuela para ayudar a otros, sobretodo inmigrantes que no dominaban el idioma. Notaba como día a día, iba creciendo, aceptaba todo lo que me venía y el domingo él era mi válvula, le contaba mis progresos. Llegué a escribir en una revista de Cáritas porque quería que mi testimonio llegase a más gente, tanto fuera como dentro de la prisión. 174

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Fue entonces cuando hice un gran descubrimiento: la Providencia. Ahora entendí qué grande es la sabiduría del Señor. No me otorgó la libertad que le pedía de rodillas ese primer día, porque lo que realmente necesitaba era la libertad de mi alma, la libertad que, aun estando entre cuatro paredes, ya sentía. Utilizó a la Providencia para hacerme buscar en lo más profundo de mí, de manera que cada acto tenía un significado, era una pista para dar un paso más hacia delante, me estaba guiando hacia la paz conmigo mismo y a aprender a escuchar su mensaje, el mensaje de su silencio. ¡Cómo había cambiado todo!, pasé de tener como única compañía a la soledad a disfrutar del amor que en muy diversas facetas se me presentaba: la unión como una piña de mi familia y su constancia, el incondicionalismo de mi mujer, el derroche de humanidad del Padre Silvestre, el buen quehacer del voluntariado de Cáritas, las visitas impregnadas de espiritualidad de mis abogadas… incluso los atípicos pero sinceros brindis de confianza de algún funcionario o interno del Centro Penitenciario. Todos ellos formaban para mí un conjunto de calidad máxima a quienes no debía fallar. Me di cuenta que no podía asistir a ver mi vida como quien observa un día de lluvia. Tomé la decisión de vivirla.

Salida Hoy en día, estoy fuera, esperando el juicio, pero no salí con las manos vacías, mi alma está fortalecida, sé que no fallaré, mi Fe está renovada y siento que Dios es mi aliado. Todo esto junto con el apoyo de mi familia hace que mi caso sea algo atípico en el que se ha producido una reinserción, pero no por lo que me metieron en la cárcel sino por la reinserción moral que viví. Y sin embargo… ¿Basta haber cumplido la pena para convertirse de nuevo en un ser libre? Todavía siento el frío de la prisión. Se diría que una frontera invisible me separa de los demás y de la persona que fui. Antes la libertad me parecía tan natural como el aire que respiro. Era algo que se daba por supuesto. Ahora, en cambio, la siento como un don continuamente amenazado. Toda mañana es una fiesta para mí, todo paisaje es un regalo, todo trabajo es bienvenido; pero no hay día que no me asalte, de pronto, un miedo repentino, como si hubiese sido sorprendido en flagrante delito de distracción y estuviese a punto de dejar escapar mi libertad por no pensar lo suficiente en ella. Veo entonces los rostros de los que abandoné detrás de mi, ¿Qué harían ahora ellos? ¿Qué haría yo si estuviese allí? Creo que pasaré el resto de mi vida, en cierta manera, en prisión. Corintios XIII nº 135

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Todo el que, en alguna ocasión, la ha conocido nunca vuelve a reintegrarse del todo en la sociedad. Entre aquél y ésta se interpone siempre el recuerdo de lo que se ha sufrido y el peso de lo que se ha de callar, porque un expreso es un mutilado que no tiene el derecho de enseñar las heridas, sino que, todo lo contrario, debe disimularlas si quiere hacerse con el modo de no volver más al lugar de donde vino. El mundo de la prisión lo ha marcado con su sello. ¿Contará con la fuerza interior suficiente para borrarlo? No lo conseguirá porque, ante los demás, tendrá el terror continuo de delatarse. Entonces, como es natural, volverá a buscar la compañía de los que han sufrido las mismas pruebas que él.Y de ese modo, aun fuera de la cárcel, la prisión se apodera de él… No tengo la pretensión de cambiar las cosas, sino simplemente de aportar mi grano de arena y favorecer una toma de conciencia. Porque si algo le debo a la cárcel es un sentimiento de solidaridad, con todas las responsabilidades que esto implica. No me siento cualificado para decir si las cárceles son o no necesarias, pero tengo, en cambio, el deber de decir que las nuestras se basan en un sistema aberrante, el cual engendra una realidad insoportable. Doy gracias a Dios y a su providencia por haberme dado las pistas suficientes para ponerme en camino.

2.4. Mi experiencia personal en la cárcel La cárcel: delincuentes, drogadictos, asesinos, maltratadores, mafiosos, inmigrantes…, en fin, gente de mala ralea. Esta es la idea que la mayoría de la gente tiene todavía de la cárcel, a pesar de la presencia del voluntariado y de nuevos programas de Instituciones Penitenciarias. Recuerdo que en mis años de estudiante de filosofía en el Seminario de Cuenca, finales de los sesenta, pidieron voluntarios para ir a la cárcel. Por entonces acudía a la Beneficencia, los domingos por la tarde, a visitar a personas enfermas, que, por una u otra razón, terminaban solas y abandonadas. Me cautivó la posibilidad de una nueva experiencia. ¡La cárcel! La idea que se me trasmitió de los presos fue tal que yo iba bastante asustado, tendría la oportunidad de conocer el rostro del mal en aquellos hombres que habían metido en prisión. Pero no fue así. Aún recuerdo aquella primera partida de frontón con un preso. El que estaba a mi lado, jugando conmigo, era un hombre de mediana 176

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edad y por cierto bastante agradable. Por todos los medios intentó normalizar la situación ante mi visible nerviosismo. Enseguida se rompieron mis miedos. Pasados los años, mi vivencia en prisión es muy diferente, pero está en la misma línea de aquella primera experiencia. Sigue siendo un encuentro donde yo soy el más beneficiado. Lo primero que tengo que afirmar es que mi presencia en prisión como capellán y voluntario es una bendición del cielo que siempre agradeceré al Dios de la vida y al Sr. Obispo Don Ramón del Hoyo. En segundo lugar nunca encontraré palabras para manifestar mi agradecimiento a todas las personas que he conocido en prisión y me han ayudado a situarme en el sendero de la vida y en la confirmación, día a día, de la razón de mi existencia. Poco a poco, reunión tras reunión, siguiendo el esquema del programa, hemos ido sacando a flote nuestra experiencia, desde la infancia a nuestros días, viendo nuestras carencias, nuestras limitaciones, las circunstancias adversas desde la niñez, los tremendos errores cometidos, el daño que nos han hecho y el que hemos hecho nosotros. Hemos descubierto que no nos han enseñado bien las primeras lecciones de la vida: no hemos tenido una mano cariñosa que nos advirtiera del bien y del mal, nos ha faltado el reproche y el castigo cariñoso que podara las ramas feas del árbol de nuestra vida, hemos crecido sin rumbo, a la deriva. En otros casos hemos sido atrapados por el sendero fácil, por los amigos de turno, por experiencias novedosas, por la huida cómoda. Por una u otra senda equivocada hemos llegado hasta aquí. En muchos encuentros hemos analizado nuestro pasado viendo los momentos fundamentales y las causas que han ido modelando nuestra vida tal cual es hoy. Preso en la vida y preso en la cárcel. Experiencias y más experiencias compartidas. Y tras ellas un hombre, una mujer, que, habiendo sufrido la amargura del camino, quiere vivir, necesita vivir, necesita amar y ser amado. Es ahí en esa profundidad, en lo más intimo de nuestro ser donde empezamos a mirar de nuevo y oír sonidos nunca escuchados. Corintios XIII nº 135

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Un hombre nuevo quiere nacer en mí. Con ellos, desde su corazón, he ido llegando al mío, desde su vida a mi vida, desde su amor a mi amor. Desde su Dios, en muchos casos sin nombre, a mi Dios con el nombre de Jesús. Con ellos he aprendido, he vivido, la experiencia más gratificante de mi vida: que Dios es amor. En ellos me he visto a mí y he comprobado que su dios y mi Dios es el mismo y que tiene el mismo nombre: “el que es”, “el que está” a mi lado llamándome a la vida y a la libertad. Así, poco a poco, con ellos y desde ellos, voy aprendiendo a vivir, voy descubriendo la figura de Jesús y su buena noticia, y voy comprendiendo, cada día más, la maravillosa Historia de Salvación de Dios con los hombres y la Alianza eterna con su pueblo. Queridos amigos del Centro Penitenciario de Cuenca: Soy Aurelia, voluntaria por un tiempo, tres años más o menos. Momentos compartidos, muchas horas con vosotros, mucha vida. A todos os llevo en el corazón. No os he olvidado. Confío en que tampoco os hayáis olvidado de mí. Muchas risas, muchos cantes y bailes, inolvidables viajes a Priego y Albarracín y, sobre todo, inolvidables vosotros, vuestros testimonios, vuestras experiencias, vuestras palabras llenas de sabiduría tantas veces, y profundas. ¡Gracias amigos por ello! No todo el mundo tiene la suerte de conoceros y escucharos. Las mejores misas de mi vida, las que compartí con vosotros en la cárcel. ¡Son los misterios de la vida, y de Dios! Ahora doy clases de religión en Altea (Alicante), y a mis alumnos les hablo con mucho cariño de vosotros, de las cosas tan importantes que me habéis enseñado, seguro que sin daros cuenta, porque sois humildes, y por eso sois los preferidos de Dios. Los chavales alucinan con mis historias de la cárcel y yo les enseño a no tener prejuicios, a no marginar a nadie, a ser comprensivos con todos, porque todos somos buenos y malos a ratos. Somos débiles. Y hasta el más malvado tiene corazón, porque a pesar de nuestras malas acciones, seguimos siendo hijos de Dios, creados por Él a su imagen y semejanza, y esto está siempre por encima de todas nuestras maldades juntas. Dios nos sigue queriendo seamos como seamos.Y cuando peores somos, más nos quiere. Porque más falta nos hace, porque más bajo hemos caído. Y ahí está. 178

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Él, tendiéndonos la mano para levantarnos, porque Él nos quiere de pie, a su lado, para que seamos felices. ¡Qué hermoso e impresionante es tener un Dios que nos quiere siempre! Gracias por todo, amigos. Un abrazo a cada uno.

3. Mi experiencia personal 3.1. Mi experiencia, como la de muchos presos, es una experiencia de fe Desde mi experiencia de cada día voy leyendo la Biblia. Desde la Biblia voy leyendo cada día mi experiencia. El libro del Éxodo, de manera especial, va marcando mis pasos de libertad. Ya desde las primeras páginas de la Biblia veo a Dios, lleno de amor, creando todas las cosas, creando al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Dios crea un paraíso donde pasea a la hora de la brisa. Dios paseaba por el jardín del Paraíso a la hora de la brisa (Gn3, 8). Pero a los hombres y mujeres de todos los tiempos nos cuesta descubrir nuestra identidad, nuestra razón de ser. No aceptamos ser creados con referencia a la naturaleza, a Dios y al hermano y rompemos la armonía. Adán y Eva (Gn. 3), Caín y Abel (Gn. 4), La Torre de Babel (Gn. 11). Es la historia de entonces y la historia de hoy. Sin la referencia al Amor, el hombre, nacido para vivir en fidelidad al único Dios, abandona su origen y su destino. Se queda sin horizonte y se pierde en la espesura de su egoísmo. Surge el dolor, la injusticia y la muerte. Surge la pobreza, la miseria y el hambre. Éste será el drama del hombre de todos los tiempos. Pero Dios, recordando su Alianza, siempre tenderá su mano al hombre, de manera especial donde el egoísmo causa un daño mayor: los pobres, los humildes, Corintios XIII nº 135

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los excluidos. Dios ya nunca abandonará a su pueblo sino que le tenderá siempre su mano salvadora. Los gritos de auxilio de los esclavos llegaron a Dios; Dios escuchó sus quejas y se acordó del pacto hecho con Abraham, Isaac y Jacob; Dios se fijó en los israelitas y se ocupó de ellos (Ex. 2,23-25). El hombre se lamenta de su situación y eleva al cielo una súplica de liberación. La presencia amorosa de Dios es siempre liberadora. … El Señor le dijo (a Moisés): He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a liberarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel… (3, 7-11). Es el libro del Éxodo, la historia de cada hombre y de cada pueblo que, liberándose de la esclavitud, busca, a través del desierto, la tierra prometida. Esta experiencia se hace realidad, cada día, en la cárcel. La cárcel es un lugar donde se grita pidiendo auxilio, donde se llora de amargura, donde uno se siente una piltrafa, donde hay una gran impotencia y debilidad, donde uno no es nadie. Y surge la plegaria de todos los tiempos: “¡Sálvame, oh Dios, que estoy con el agua al cuello! Estoy hundido en un cenagal sin fondo, no puedo hacer pie; estoy metido en aguas profundas, me arrastra la corriente. Estoy agotado de gritar, tengo la garganta ronca, mis ojos se consumen de esperar a mi Dios… Oh Dios, tú sabes lo necio que he sido, no se te ocultan mis pecados… Pero yo dirijo mi oración a ti, Señor, en el tiempo propicio; por tu inmenso amor respóndeme, sálvame, oh Dios, pues eres fiel…” (Sal. 69). En la cárcel, con los presos, revives constantemente la experiencia del Éxodo. Cuando tocamos fondo sentimos el dolor de la esclavitud. Los faraones de turno nos hacen pasar mil calamidades y añoramos el paraíso. 180

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A través del tiempo, Dios ha escuchado el dolor de los pobres. El Señor ha puesto a su pueblo en camino hacia una Tierra Nueva. Ha enviado mensajeros y profetas que recordaran al pueblo el paraíso y la alianza. Pero en el camino hacia la libertad, la tierra prometida, el pueblo se encuentra en el desierto buscando siempre salidas fáciles ante las dificultades, creando dioses falsos y soluciones mágicas. Pero Dios no se cansa. Siempre está ahí. Con el pueblo. Delante del pueblo. Haciendo camino con el pueblo. En muchos momentos, reuniones de grupo, celebraciones litúrgicas, encuentros personales, sientes la presencia salvadora de Dios. Una presencia que te manifiesta el gran amor que Dios nos tiene más allá de nuestros grandes errores, una presencia que te invita a seguir adelante, a salir de la esclavitud hacia una vida nueva. Esta fuerza de Dios la ves en muchos presos que están pasando situaciones límites y buscan con sinceridad, y en la medida de sus fuerzas, un camino se salvación. A ti, Señor, me dirijo suplicante; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado… Muéstrame, Señor, tus camino, instrúyeme en tus sendas. Guíame en tu verdad; instrúyeme, pues tu eres el Dios que me salva: en ti espero todo el día. Acuérdate, Señor, de que tu ternura y tu amor son eternos. No recuerdes los pecados ni las maldades de mi juventud; acuérdate de mí, por tu amor, por tu bondad, Señor. El señor es bueno y recto; enseña el camino a los pecadores, guía por la senda del bien a los humildes, instruye a lo humildes en su camino (Sal. 25). Dios siempre sale en defensa del humilde, del pobre, del desvalido… No pongáis vuestra confianza en los poderosos, seres humanos que no pueden salvar… Dichoso el que se apoya en el Dios de Jacob, y pone su esperanza en el Señor, su Dios… Él hace justicia a los oprimidos, Corintios XIII nº 135

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y da pan a los hambrientos. El Señor da libertad a los cautivos, el Señor abre los ojos a los ciegos, el Señor levanta a los humillados, el Señor ama a los justos. El Señor protege al emigrante, sostiene a la viuda y al huérfano… (Sal. 146) El Señor no justifica el mal comportamiento del hombre sino que, sintiendo el dolor que su actuar le produce, le trae una buena noticia de salvación. El espíritu del Señor está sobre mí, porque el señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena nueva a los pobres, para curar los corazones desagarrados y anunciar la liberación a los cautivos, a los prisioneros la libertad… Esta buena noticia es la presencia de Dios, es un sentimiento profundo de que Dios te quiere, que no te condena, que está contigo, que forma parte de ti y quiere que vivas, quiere que seas tú mismo, que seas su imagen y te liberes de toda esclavitud. Esta experiencia profunda te ayuda a vivir en la cárcel y a recomponer tu vida. Inicias, entonces, un camino nuevo, largo y difícil. Ha empezado tu liberación por el camino del desierto. Tu vida y tantas circunstancias adversas, tus errores, tus fracasos, la droga, tu soledad, la estructura inhumana de la cárcel, los jueces, la sociedad, el futuro incierto, serán etapas del desierto en el camino de la tierra prometida. La cárcel es un lugar donde se sueña, donde se añora un mundo mejor, sin injusticias, donde se anhela el paraíso perdido. Pero la dureza de experiencias vividas ha creado falsas defensas en nuestra vida y hace difícil ilusionarse con un camino nuevo. Por eso el camino de la libertad en prisión es lento, muy lento. Como nos dice Juan Pablo II en su mensaje para el Jubileo en las Cárceles: “Cada uno está llamado a sincronizar el tiempo del propio corazón, único e irrepetible, con el tiempo del corazón misericordioso de Dios, siempre dispuesto a acompañar a cada uno a su propio ritmo hacia la salvación”. El horizonte de tu identidad, como imagen de Dios, nuevo cada día, es la fuerza que guiará siempre tus pasos. Pero para ello necesitas quitarte ropajes que con el tiempo han ido desfigurando tu imagen: ideas, normas, leyes y doctrinas 182

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sin vida, liturgias cargadas de siglos y vacías de sentido, dioses elaborados según criterios humanos, Dioses sin amor, y enemigos del hombre, que han creado a su alrededor estructuras rígidas, siempre de poder, donde el hombre, de manera especial el pobre e indigente, nunca ha ocupado el lugar que le corresponde como preferido del Dios verdadero. El ayuno que yo quiero es éste: que abras las prisiones injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes con todas las tiranías, que compartas tu pan con el hambriento, que albergues a los pobres sin techo, que proporciones vestido al desnudo y que no te desentiendas de tus semejantes. Entonces brillará tu luz como la aurora y tus heridas sanarán enseguida, tu recto proceder caminará ante ti y te seguirá la gloria del Señor… (Is. 58, 6-9). En la cárcel aprendes a dejar de mirarte a ti mismo, a salir de tu cómoda instalación espiritual y humana, para centrarte mejor en el Dios que se revela desde las entrañas de los presos. La cárcel es un lugar que la presencia de Dios y del hombre hace sagrado, donde tenemos que entrar con los pies descalzos, como Moisés en el monte Sinaí, sin seguridades, sin esquemas previos, sin doctrinas elaboras en fríos conceptos. Para ello es necesario el silencio, la oración, escuchar el murmullo de Dios en la vida, en el preso y en ti. ¡Cuántas veces hemos sentido juntos tu presencia, Señor, y hemos dejado largos silencios para escucharte! ¡Cuántas veces hemos sonreído con tu sonrisa, Señor, y hemos llorado con tus lágrimas! ¡Cuántas veces nos has visto tan frágiles y pequeños, Señor, que, lleno de ternura y amor, has tomado la decisión de venir con nosotros! Y te has hecho uno de los nuestros.

3.2. Viernes santo desde la cárcel Es Viernes Santo. Estamos reunidos en la capilla de la cárcel unas 25 personas. Hay un ambiente tranquilo. Elevamos al cielo una oración universal por la paz, por la justicia, por los hombres y mujeres de nuestro mundo sembradores de esperanza, por nuestras familias, por nosotros… Leemos la Pasión y dialogamos Corintios XIII nº 135

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sobre la muerte de Jesús, las causas que le llevaron a la cruz y los responsables de su muerte según el relato de San Juan. Se hace un gran silencio. Besamos la cruz, la cruz de Cristo, nuestra cruz. Sentimos el dolor de las víctimas inocentes de todos los tiempos. Sentimos con dolor nuestra culpa. Lamentamos el daño que hemos hecho. Recordamos la comida fraterna del Jueves Santo donde sentíamos el amor de Dios que se derramaba en pan y vino y penetraba nuestro corazón despertando, en nosotros, sentimientos de agradecimiento a Dios, nuestro Padre, que tanto nos ama. Sentados a su mesa nos hablaba con palabras de amigo, como si siempre nos hubiera amado, y olvidamos nuestros delitos y nos sentíamos hombres nuevos recuperando nuestra dignidad. El silencio del Viernes Santo nos hablaba de tristeza, de soledad familiar, de cansancio, de una vida sin sentido, de arrepentimiento, de miedo, de lágrimas, de ausencia de esperanza, de falta de confianza en uno mismo para salir del atolladero donde hemos caído casi irremediablemente. Cristo en la Cruz por nosotros, por nuestros errores, tomando nuestro pecado. Nosotros junto a Él con las cruces amargas de nuestra vida sin sentido. Mirándole. Mirándonos. Sintiendo su amor, sintiendo su perdón. “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Hoy te doy la mano para que te levantes y camines por el sendero de la vida. Con lágrimas en los ojos, un poco silenciadas por la vergüenza, recordaba aquellas palabras de Jesús: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde el principio del mundo. Porque estuve preso y vinisteis a verme. Comprendí, como nunca antes lo había hecho, que Jesús estaba allí. Recordaba las palabras de Juan Pablo II: “En la persona de los pobres hay una presencia especial suya (de Cristo) que impone a la Iglesia una opción preferencial por ellos” (NMI 49). Mis lágrimas se trasformaron en manifestación de una emoción indescriptible. Donde los pobres están es un lugar sagrado porque allí está Cristo. Ellos son el mejor camino para encontrarnos con Él. En calma y en silencio terminamos. Quedamos para el Domingo de Pascua. Necesitábamos resucitar, dejar brotar la esperanza en nuestras vidas. En lo más profundo del corazón veíamos amanecer un nuevo sol que iluminará nuestras entrañas. Te queremos a nuestro lado, Señor, te necesitamos a nuestro lado. La noche nos cerca y el camino es oscuro. Sólo tu presencia, Señor, iluminará nuestra vida. Mañana te veremos, Señor, resucitado. 184

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3.3. Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre Él mismo, lo acompaña incluso a la muerte (dce nº 10). La Historia de Salvación, de liberación, que es una historia de amor de Dios con el hombre, llega a su plenitud en la Encarnación. El mismo Dios ha querido venir a salvarnos. Quiere salvar al ser humano, a la persona. No tan sólo el alma. Ya es tiempo de superar la dicotomía cuerpo y alma. En Jesucristo, el propio Dios va tras la oveja perdida, la humanidad doliente y extraviada… En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical… (DCE nº 12). Por tanto con la Encarnación ya no hay lugares sagrados en la tierra. Sólo el hombre, imagen de Dios, es sagrado. Por eso el culto que Dios quiere es en espíritu y en verdad. “Ha llegado la hora en que para dar culto al Padre no tendréis que subir a este monte ni ir a Jerusalén…Ha llegado la hora en que los que rinden verdadero culto al Padre, lo adoran en espíritu y en verdad” (Jn 4, 21-23). El verdadero culto ha de estar dirigido, inseparablemente, al encuentro con Dios y con el hombre. Este es el “sentido del mundo y de la existencia humana” que Jesús vino a desvelarnos: Que Dios es nuestro Padre y que los hombres somos hermanos. Y el amor de Dios se sitúa de manera real, como nos lo enseñó el Maestro, entre y desde las personas más excluidas y necesitadas de la sociedad. No hay misión más sagrada que esta sobre la tierra. Esto es hacer realidad el Reino de Dios. Esta es la respuesta que dio Jesús a los discípulos de Juan: ¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro? Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia… (Lc. 7, 19-23). Y con parecidas palabras comenzó Jesús su ministerio en Nazaret (Lc. 4, 1819) leyendo el texto de profeta Isaías que anteriormente hemos recogido. Su misión es hacer presente el Reino de Dios: Desde entonces empezó Jesús a predicar diciendo: ¡arrepentíos, porque está llegando el Reino de Dios (Mt 4-17). Corintios XIII nº 135

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Poco a poco, en diferentes ocasiones y, sobre todo, en la eucaristía de cada domingo vas experimentando un significado nuevo de la Encarnación y de la misión de Jesús, de su vida, de su muerte y Resurrección. El preso, encarcelado por su destino, es un espejo nítido de lo que Dios no quiere para el hombre. En él vemos la triste realidad de nuestro mundo y nuestra parte de culpa. Sientes su pecado y tu pecado y se desprende en ti un sentimiento de tristeza y ternura. Tristeza por rechazar constantemente el regalo de la vida que Dios te da, y ternura porque ves en ellos y en ti las ganas de enmendar errores, de vivir, de seguir adelante. Ves entre ellos, con ellos, dentro de ellos, caminando, a Jesús. Por eso en cada eucaristía que celebramos el espacio se hace sagrado por la presencia de Dios. Nos vamos quitando las sandalias y el ropaje adherido y quedamos desnudos. Nunca antes lo había sentido así. La Palabra de Jesús va calando nuestra tierra reseca que algún día florecerá, y dialogamos, compartimos, comulgamos, soñamos… y dejamos tiempo al silencio. La realidad de la vida nos despertará. Es entonces cuando veo una sociedad, llena de hipocresía, que cierra sus puertas y condena a quien reproduce su misma imagen. Es entonces cuando veo, tristemente, la rutina de nuestras celebraciones, el espectáculo vacío de muchas manifestaciones religiosas, el puro folklore…, en definitiva, una religión sin vida, una religión sin cristianismo, sin el alma del amor a Dios y al prójimo. Es entonces cuando veo parte de mi Iglesia más preocupada por mantener su vieja estructura que trabajar por hacer realidad la novedad del Reino de Dios. Es entonces cuando veo una Iglesia que, mirándose demasiado a sí misma, no ve la dura problemática en que vive el hombre de hoy. Se echa de menos una Iglesia samaritana, atenta “al gozo y la esperanza, a la tristeza y angustia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y afligidos” (GS 1). “Si supierais lo que significa misericordia quiero y no sacrificios”. Poco a poco, desde la experiencia diaria, vas viendo y comprendiendo que Cristo fue enviado por el Padre a sanar a los de corazón destrozado (Lc 4.18), a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 9,10). 186

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Y así, cuando a Jesús le pregunta un maestro de la ley: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? El maestro de la ley respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás. Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús le contó la parábola del Buen Samaritano…” (Lc 10,25-37) que termina con estas significativas palabras: “Vete y haz tú lo mismo”. Llevando a cabo el amor al prójimo descubres y amas a Dios. Entonces tendrás la vida. El amor a Dios y al prójimo van unidos para tener la vida, par alcanzar la vida eterna.

3.4.  Conclusión Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparada para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me distéis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me alojasteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y fuisteis a verme… (Mt. 25, 34-37). Ateniéndonos a las indiscutibles palabras del Evangelio, en la persona de los pobres hay una presencia especial suya, que impone a la Iglesia una opción preferencial por ellos (NMI nº 49).

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8. Pastoral en contextos de cuarto mundo: cristificar a las criaturas Toni Catalá, SJ Centro Arrupe Valencia

Resumen: A través de una serie de apartados, el artículo profundiza en la Buena Noticia en los contextos del “cuarto mundo” (la pobreza en el primer mundo) descubriendo que son contextos no creyentes en los que ha habido una fractura de la simbólica cristiana; que esta fractura lejos de provocar el bloqueo y el lamento, nos tienen que remitir a lo fundamental: que son criaturas de Dios, y ayudarnos a revisar nuestro modo de estar en la vida; plantea que antes de transmitir la Palabra en realidades en las que no cabe, hemos de plantearnos y cuestionarnos qué nos dice a nosotros el Evangelio, no a ellos. Evangelizar, no es sólo hacer cristianos sino cuidar a las criaturas y aliviarles el dolor desde la compasión gratuita, cristificar a las criaturas es que empiecen a percibir que son importantes, sólo desde el desinterés y gratuidad se puede evangelizar y generar espacios de Buena Noticia. Nosotros no somos ellos, excluidos, hemos de partir de un respeto profundo al otro para no arrebatarle lo poco que les queda: la dignidad de Hijos del Padre. 188

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8 Toni Catalá

Palabras clave: Contextos no creyentes, Buena Noticia, Evangelizar, Compasión Gratuita. Cristificar, Dignidad, Pastoral. Abstract: Divided into several sections, the paper explores Good News in the contexts of the “fourth world” (first-world poverty), discovering that they are contexts of nonbelievers where Christian symbolism has become fractured; that this fracture, far from causing blockage and lament, brings us to the core issue: that they are God’s creatures, and help us to review the way we live. The paper argues that before transmitting the Word is in situations where there is no place for it, we must consider and question what the Gospels tell us, not them. Spreading the Gospel is not just about making Christians of people but about caring for God’s creatures and relieving their pain from Free Compassion, Christifying people means they begin to realise that they are important. The Gospel can be spread and Good News spaces can be created only from disinterest with no charge. We are not them, the excluded ones; we must begin with deep respect for others in order not to strip them of the little they have left: the dignity of the Father’s children. Key words: Non-believer contexts, Good News, Evangelisation, Free compassion, Christification, Dignity, Pastoral work.

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Pastoral en contextos de cuarto mundo: cristificar a las criaturas

1.  Contextos no creyentes Hace unos años, en contextos educativos de menores en situación de marginación, ya se constataba la ruptura de la simbólica cristiana. Los padres habían dejado de ser trasmisores de la fe, en el sentido de que ya no incorporaban a sus hijos a un ámbito de tradición creyente. Los desarraigos provocados por la emigración forzosa, y malograda en la nueva ubicación, suponían rupturas personales y pérdidas de sentido. La ruptura con un sistema de creencias y su simbólica generaba nuevas percepciones y ubicaciones en el mundo de la vida que no pasaban ya por lo cristiano y lo religioso, sólo algunas abuelas lo seguían haciendo porque tenían referencias vividas a contextos de tradición cristiana en sus respectivos pueblos de origen. Querer evangelizar en un mundo tan resistente era causa de tensión y de frustración. Daba la impresión que si los chavales no "entraban” en el ámbito de la celebración y la incorporación a la comunidad cristiana, el trabajo educativo carecía de sentido o, por lo menos, de pleno sentido. Veamos unos cuantos rasgos de esta situación, que en verdad llevaban a la imposibilidad de evangelizar en el sentido corriente de la expresión. Recuerdo cuando Adolfo me decía: “Toni, en el colegio donde estaba antes los curas estaban locos, ¿sabes lo que hacían?: por la noche paseaban con una cuerdecita con bolitas hablando solos y cuando se aburrían se iban a dormir”. Cuando lo contaba a compañeros y compañeras de trabajo la respuesta normal era: “¡Qué ocurrencias tiene Adolfo, qué gracioso es!”. Para mí, era un indicador claro de lo que se nos venía encima, de nuestra cultura: que la ruptura en la trasmisión de toda una simbólica cristiana estaba a las puertas. Se estaba abriendo una fisura muy grande y de consecuencias insospechadas. Tomás, un chaval apaleado por la vida y con conductas de las llamadas para delincuentes, me viene un día llorando auténticamente compungido. Yo creía que algo gordo había pasado en su familia o que se encontraba en una situación de conflicto sin salida. Cuando consigo serenarlo, me dice que se había enterado que me quería “meter a cura”, y pedía por favor que no me metiera (llevaba yo quince años de jesuita y tres viviendo con él en el mismo centro), por lo que más quisiera que no me metiera cura. Es evidente que lo que Tomás me estaba diciendo es: Si te metes cura, te pierdo”. Francisco era un chaval que había vivido con su familia en una cueva durante catorce años, con una bondad como pocas veces he encontrado en una criatura, que se le abría el mundo cuando a esa edad empezaba a leer y a escribir. Un día, 190

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me dice con un cierto apuro: “Lo que no entiendo, Toni, es por qué tienes en tu habitación a un señor desnudo clavado en una madera; ¿quieres que te haga un dibujo más bonito y lo pones?”. Sin comentarios. Lolo y Belo, después de convivir juntos en el mismo piso en el barrio, se empiezan a hacer cristianos; después volveré sobre qué quiere decir “empiezan a ser cristianos”. Un miércoles santo, me dicen que quieren ir a una Pascua porque eso de Jesús les va; también me dicen que no quieren ir a la que yo voy a celebrar con “pijos y pijas” (sic), quieren ir a otra más de su rollo. Se me ocurre una idea feliz (¿?), y les digo que en el barrio de al lado hay una comunidad que celebra la Pascua más comunitariamente y, además, conocen a algunos amigos y amigas míos que han venido por el piso (eso de un jesuita viviendo en un piso, en el barrio y con chavales “marginados”, siempre resultaba un tanto exótico, hasta el día que ellos pintaron a la puerta: “Esto no es un zoológico, gracias por las visitas”). Y allí se fueron a celebrar la Pascua. El jueves santo por la noche me dicen que no vuelven, que aquello no es para ellos, que los llenaron de besos al llegar, que en la paz los volvieron a llenar de besos y abrazos, que se pusieron todos a “largar” después del evangelio y que se hacía interminable tanto rollo… Parece ser que esa simbólica celebrativa tan de “empaste afectivo” no sólo no les decía sino que les echó para atrás. Son muchas las historias que podría seguir narrando, historias que llevan a plantearse qué es eso de evangelizar y hacer pastoral, y por supuesto no sólo en un ambiente marginal, en una cultura en la que se ha dado una fractura de la simbólica cristiana para casi toda la gente joven y no tan joven.

2.  Más allá de las anécdotas Cuando se da una fractura simbólica, los seguidores y seguidoras de Jesús tenemos que caer en la cuenta que vivimos un auténtico tiempo de Gracia, que hoy sigue siendo tiempo de Salvación. Cuando se dan estas fracturas, muchos seguidores y seguidoras del señor Jesús ven lo contrario: en un mundo roto y sin salida, parece que al desaparecer las simbólicas en que se expresaba lo cristiano ha desaparecido todo, cuando lo que no ha desaparecido es lo más importante: las criaturas de Dios. Lo que pasa, es que aparecen con una mayor desnudez y con más indefensión ante los ídolos invasores de nuestra cultura, aparecen como más rotas y por eso como más necesitadas de compasión.

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Pastoral en contextos de cuarto mundo: cristificar a las criaturas

Esta percepción de la realidad fracturada provoca la tendencia al abandono y al bloqueo y entonces o se abandona o lo que es peor: se entra en dinámicas de lamento persistente y mortecino. No hay cosa más deprimente, que percibir en personas que dicen que siguen al Jesús de la Buena Noticia, fustigar continuamente al mundo desolado. El seguidor y la seguidora de Jesús son aquéllos que saben que donde hay hombres y mujeres hay criaturas de Dios, y donde hay criaturas de Dios siempre hay tarea y no cabe la desolación. Vivimos un tiempo que nos pide una depuración fundamental. Se trata de depurar una pretensión inconsciente y muy arraigada, que se da en aquellos que queremos generar ámbitos de Buena Noticia, para que nuestra gente pueda conocer a Jesús de Nazaret y al Dios que invocó como ¡Abba!: la pretensión de que nosotros portamos a las espaldas, o en nuestro interior, a Dios, a Jesús, el Evangelio, la Salvación… para llevarlo y entregarlo a los demás. Lo de Dios y su Buena Noticia no es “un producto a colocar”, sino lo que radicalmente nos descoloca ante los ídolos y diosecillos que en nuestra cultura nos dicen qué es lo correcto. Nos cargamos con la pretensión, que lleva al engreimiento, de creer que Dios y su Buena Noticia, la “Buena Noticia de Dios” que anuncia Jesús (Mc 1,14), dependen últimamente de nosotros. No acabamos de estar persuadidos de que nuestra fe es vivir en el ámbito del Viviente, que su Espíritu se nos ha dado y que en este mundo nuestro, no en otro, aunque sigue “gimiendo con dolores de parto” (Rom 8), ya se nos está anticipando el don definitivo del Dios de la misericordia y de la ternura, que nos hace posible vivir como criaturas arraigadas y agraciadas, viviendo compasivamente con las otras criaturas. Esta pretensión supone una confusión de planos, tremenda y de consecuencias nefastas: confundir el generar ámbitos en los que emerja la Buena Noticia, que es siempre un don, con la transmisión de la Buena Noticia como transmisión de conceptos, doctrinas, símbolos… que necesitan ser traducidos. En el momento que hemos de traducir simbólicas, algo empieza a fallar. No se trata de precipitarse en traducciones sino en dejarnos interpretar una vez más por la Buena Noticia. Esta confusión es bastante nefasta por las tensiones y agobios que conlleva; es inhumano creer que el Creador depende de la criatura y el Padre de los hijos, cuando es precisamente el Espíritu del Padre y del Hijo –en el que nos movemos, existimos y somos– el que nos hace sensibles a interpretar nuestra existencia para que suene a Buena Noticia. Es nuestro modo de estar en la vida, el que urge revisar para que todo él sea música de Buena Noticia en un mundo tan ruidoso y tan saturado de todo.

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3. Dejarse interpretar por la Palabra para que el Evangelio siga siendo Buena Noticia Vivimos un tiempo de Gracia, porque es un tiempo privilegiado para volvernos a situar en la raíz de la Buena Noticia de Jesús. Cuando nos resituamos, caemos en la cuenta de que urge liberarnos de toda precipitación en la trasmisión de la Buena Noticia; más que de una urgencia por la trasmisión, se trata de volver a dejarnos no sólo interpelar sino interpretar por el Evangelio. En una cultura tan funcionalista, parece que lo urgente es la técnica pastoral, los materiales que solucionen la convivencia y la clase… No podemos olvidar el momento de verdad que tiene una de las dimensiones del planteamiento teológico de Bultmann, y que consiste en que la Palabra de Salvación interprete nuestra existencia antes de precipitarnos en querer trasmitirla. Nuestra tarea como educadores en ambientes marginales fue precisamente ésta: ante una realidad en la que no cabe la Palabra explícita, porque se está en otro código cultural, plantearnos, cuestionarnos qué nos dice el evangelio a nosotros, no a ellos; cómo interpreta nuestra existencia, nuestra ubicación en la vida, nuestra misión evangelizadora. Sólo en la medida en que nos situamos así, se descubren unas dimensiones evangélicas sorprendentes; dimensiones que, cuando se está con excesiva preocupación en la tarea de cómo transmitir, se nos puede escapar el qué trasmitir, y lo que tenemos que trasmitir vuelven a ser contenidos doctrinales y éticos que no necesariamente llevan a un ámbito de Buena Noticia. Hace unos años, en un momento de cambio de paradigma teológico (crisis de la teología liberal), estas cuestiones se plantearon y siempre podemos aprender de ellas. El diálogo entre R. Bultmann y K. Barth es orientativo para no precipitarnos en querer trasmitir lo que no siempre tenemos claro vitalmente. El recibir la Palabra del Evangelio como Palabra de salvación existencial no supone instrumentalizarla, no es un puro asunto de trasmitir traduciendo, se trata de algo más hondo. Da la impresión que, urgidos por la evidencia sangrante de la injusticia de este mundo, estamos otra vez reduciendo el Evangelio a un mero soporte ético y no dejamos que aflore la dimensión sanante del Dios de la misericordia y de la ternura que nos revela el compasivo. La traducción no consiste en cómo hacer accesible la palabra a los oyentes para que la entiendan en la predicación dominical, decía Bultmann, sino que Corintios XIII nº 135

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supone un momento previo fundamental y fundante: el que la Palabra interpreta hondamente nuestra existencia. Este aspecto de la existencia cristiana es uno de los descubrimientos que siempre hemos de agradecer a Bultmann. La aportación de Bultmann –“creer es comprender”– es fundamental. No se trata de un comprender racional o puramente intelectual, se trata de comprerderme delante de la Palabra que me llega y que me pone en crisis, me juzga, me desenmascara. Palabra de la Cruz que pone en cuestión la propia afirmación orgullosa de mi existencia. Éste es, para Bultmann, el momento de verdad que sigue estando vigente en una cultura como la nuestra –de instrumentalización y de funcionalización de todo– y, por lo tanto, en el cristianismo. El “interés” fundamental del estudiante de teología, del catequista, del pastoralista y del agente de pastoral da la impresión que sigue siendo cómo la palabra que se escucha, la Buena Noticia de Jesucristo muerto y Resucitado, ha de contarse en la catequesis o en la homilía del domingo. Sigue Bultmann en el diálogo con Barth: “Todavía si se entendiera ‘el trabajo de traducción’ como aplicación práctica, pero tal como la entiendo se realiza juntamente con la comprensión del mensaje. La traducción no responde a la pregunta: ‘¿cómo se lo digo a mi hijo?’ sino que está en cuestión: ‘¿qué me digo a mí mismo?’, o todavía: ‘¿cómo oigo yo mismo?’ Puedo entender solamente el Nuevo Testamento como una Palabra que me sale al encuentro, si la entiendo como dicha a mi existencia, y al entenderla la traduzco”. Se trata de dejarse “interpretar” por la Palabra. El oír la palabra, que me sale al encuentro en el Kerigma, no es solamente un asunto de “interpelación” para el compromiso práctico cristiano; se trata de percibir la liberación de la angustia y de la frustración, a la que estamos abocados porque el Dios de Jesucristo nos abre al futuro de una vida agraciada. No se trata de un ejercicio de traducción, exterior a mí; de una palabra que me llega, pero que no me atañe existencial y vitalmente. No puede haber ya un lenguaje de trasmisión de la fe que no sea implicativo: si el que quiere evangelizar no se implica vitalmente en sus afirmaciones y no es capaz de narrar su historia a vueltas con la Buena Noticia, su palabra será totalmente irrelevante en una cultura saturada de mensajes; sólo lo que tiene el sabor de lo vivido implica al oyente. Hoy, en la pastoral, es necesario recuperar esa dimensión para sacar adelante la posibilidad de que el Evangelio aparezca como portador de Vida en nuestra cultura. En un mundo que cobra “intereses” por todo y lleno de personas “interesadas”, es necesario descubrir la gratuidad como dimensión fundante de la evangelización. 194

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No hay modo de entender la Buena Noticia de Jesús, si no es desde la gratuidad; toda la vida de Jesús consistió en desenmascarar la relación interesada con la divinidad; el fariseísmo no es gratuito porque continuamente está diciendo a Dios cómo tiene que corresponder al “buen comportamiento” del fariseo. Dios es aquél que puede hacer con lo suyo lo que quiera (parábola de los viñadores de Mt 20); nosotros no obligamos a Dios: nos amó primero, por pura gracia, cuando éramos pecadores.

4. Una palabra sobre la gratuidad Cuando tenemos “interés” por algo, en nuestro caso tenemos “interés” por evangelizar, tenemos que andar con mucho cuidado. Interés y gratuidad pueden entrar en colisión. Los intereses pueden enmascarar muchas cosas: supervivencia institucional, clientelismo que no me lleve a quedarme sin trabajo, resultados que presentar ante cualquier instancia que legitime mi trabajo… En cambio, la gratuidad siempre tiene presente al otro/Otro en su propia identidad y misterio inefable. Para configurar nuestra vida desde la gratuidad es necesario ser personas apasionadas por Jesús de Nazaret y su Buena Noticia, y dejar que él nos configure, que nos contagie sus propios sentimientos. Vamos a ver, pues, cómo no es posible entender la Buena Noticia sino desde la total y radical gratuidad. Jesús percibe al Dios de Israel en su cercanía, no necesita pasar por las instituciones –que cosifican a Dios como legitimador de un orden (ley) – y regulador de los mecanismos de expiación de la culpa –que provoca la infracción de dicho orden perdonando o anatematizando (templo)–. Jesús percibe al Dios de los padres de Israel como Padre y Creador. Esta cercanía inmediata no supone en Jesús una ausencia de radical alteridad con el Dios de su pueblo, para Jesús es el Padre “del cielo”. La cercanía que Jesús siente es una cercanía fundante de su propia existencia, y su propia vida queda configurada desde el Padre, desde la voluntad amorosa del Padre; y, por estar su vida fundada en el amor, Jesús no utiliza a Dios en su propio provecho, sino que vive compasivamente desde Él. La relación de Jesús con Dios, en el contexto del judaísmo del siglo I, es la negación de las mediaciones institucionales de la ley y del templo. Esta relación no supone la manipulación de la divinidad, ni pérdida de identidad propia. Jesús no queda Corintios XIII nº 135

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fusionado y absorbido por la divinidad, sino que encuentra en Ella su consistencia y la de las criaturas. La inmediatez se entiende en cuanto cambia radicalmente las mediaciones de acceso a Dios; ya no son instancias exteriores a las criaturas. Al convertir las criaturas en mediación y ser criaturas “de Dios”, la mediación termina en ellas. No hay equivalencia e intercambiabilidad entre mediación leytemplo y la mediación criatura. La criatura ya no es una alternativa de mediación a la ley y al templo. No se cambia la criatura por la ley y el templo; sería cosificar a la criatura para convertirla en un “pretexto” para estar a bien con Dios, sino que la criatura se convierte en fin: “a mí me lo hicisteis” (Mt 25). El intercambio sería aterrador: las criaturas de Dios convertidas en moneda de cambio para la salvación de aquellos que siempre necesitan acumular méritos ante un dios que no es gratuidad sino el gran mercader, el gran contable legitimador de tanto destrozo histórico pasado y presente. En nuestra evangelización, hay que tomar en serio a las criaturas que tenemos delante, son criaturas de Dios, no las hacemos nosotros criaturas de Dios. Sigue funcionando una deficiente antropología teológica que, en el fondo, está persuadida que criaturas de Dios de verdad, hijos e hijas de Dios de verdad, sólo son verdaderamente aquéllas que entran en el ámbito cristiano. Hace falta una mirada muy limpia para ver que, antes que posibles cristianos y cristianas, lo que tenemos delante son ya criaturas del Dios que nos revela Jesús como Padre y Creador. Las prácticas que esta mirada genera son impresionantes, porque evangelizar no es sólo hacer cristianos y cristianas sino cuidar a las criaturas y aliviarlas desde la compasión gratuita; cuando las criaturas perciben esto, muchas empiezan a “hacerse cristianas”. Cristificar a las criaturas, más que cristianizar, en nuestra cultura, consiste en que empiecen a notar que valen la pena y que se las toma en serio, no como posibles objetos para otras cosas. En un mundo tan interesado, sólo el desinterés puede ser evangelizador. La mediación siempre es interesada, se cobra intereses y se lleva comisiones. La “riqueza” espiritual siempre ha entendido de contabilidad. Gracias a ti, Juan de la Cruz, que nos enseñaste en la “noche oscura” a sospechar de la riqueza espiritual. Cuántos proyectos pastorales se diluyen porque, de hecho, lo que está en juego no es el servicio a las criaturas sino otras cosas: prestigio, número, etc. Volviendo la mirada a Jesús, vemos cómo su percibir a las criaturas como lugar –que no medio– inmediato para percibir a Dios, supone en Jesús que nunca las utiliza en su propio provecho. Nunca cura y alivia sufrimiento para tener seguidores, no fomenta clientelismo, su itinerancia es pura desinstalación, no quiere “reinos”, ni grupos, ni comunidades –según el orden de este mundo, que oprimen y pisan (“que 196

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no sea así entre vosotros”)–. Al ir, en la percepción de las criaturas, de medio a lugar, el acceso pasa por espacio y tiempo, pasa por modos de estar en la vida. Este situarse de Jesús de cara al Dios de Israel percibido como “Abba” termina en la cruz. La ejecución de Jesús en la Cruz es consecuencia histórica de su modo de vivir. Al anular las mediaciones opresoras para la inmensa mayoría de los hijos y las hijas de Israel, en las que no cabe otra alternativa más que el sometimiento, ha “expuesto” su vida a la muerte. “Siendo hombre se ha hecho Dios” y debe morir. Jesús ha subvertido el orden, lo normal y natural querido por Dios ha sido desvelado como opresor y estigmatizador para la inmensa mayoría de las criaturas de Israel. Al no utilizar a las criaturas como causa de su propia justificación, al Buen Pastor las ovejas le importan y, como le importan, no las utiliza para ganar un salario ante un dios amo; Jesús no puede exponer delante de Dios nada que no sea él mismo en su puro y total despojo. La cruz es la radicalización de una percepción de Dios que no exige méritos ni necesita mediadores interesados. El abandono de los suyos es consecuencia de un seguimiento que no ha dado beneficios: ni primeros puestos en el Reino, ni tan siquiera la posibilidad de administrar las nuevas mediaciones alternativas que podían esperar de Jesús como un hacedor de milagros. Este momento es de depuración radical de la percepción de Dios: sólo en la medida en que las criaturas nos importen por sí mismas y no porque nos reporten beneficio, por santo y bueno que sea, habrá evangelización, se generarán espacios de Buena Noticia: la Buena Noticia de que somos amigos y no siervos del Señor. La cruz será el lugar de toda negación de mediaciones. El velo del templo se rasgó de arriba a abajo. La cruz y los crucificados serán el lugar de acceso a la divinidad, precisamente por ser lo que no interesa. En un mundo que tanto entiende de intereses, sólo en lugares desinteresados y por desinteresados se podrá encontrar el espíritu del viviente. Viviente que es el Crucificado. Jesús es el que vive con Dios para siempre. Jesús no quedó para siempre en el lugar de la muerte sino que el Padre lo resucitó de entre los muertos constituyéndolo ungido y Señor. El vivir hasta desvivirse de Jesús ha resultado ser la expresión de la humanidad querida por Dios, la manifestación de la humanidad de Dios: Jesús es el Hijo de Dios. En la cruz se expira el Espíritu que hace posible dar culto a Dios en Espíritu y verdad.

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5.  Cristificar a las criaturas Cuando se depuran motivaciones y cuando la gratuidad nos configura, entonces las criaturas que nos rodean pueden empezar a “hacerse cristianas”, pueden empezar a entrar en el ámbito de la Buena Noticia, comienzan a cristificarse. No podemos dudar nunca de las potencias y latencias que el Creador ha puesto en sus criaturas, evangelizar supone que pueda emerger lo que las criaturas son. No es una emergencia mágica sino acompañada, pero acompañada por testigos que continuamente están bendiciéndolas (diciendo bien de ellas) y no maldiciéndolas; de esto último ya se encarga nuestro desquiciado y desquiciante mundo. Este decir con el gesto y la palabra es proceso, proceso en el que las criaturas van experimentando que todo lo que van sintiendo y procesando les lleva a ser un poco más felices y sólo desde ahí se barrunta que la felicidad que se experimenta no la da el mundo; esto es hoy lento, desesperadamente lento muchas veces, pero vale la pena. Urge seguir desclericalizando la pastoral y poner la eclesialidad en su justo lugar. Las criaturas de Dios, hoy, necesitan experimentar que valen la pena porque este mundo nuestro las maltrata, las convierte en meros objetos en función del dios omnipresente: el mercado. Este experimentar que valen la pena, supone una persuasión honda por parte del que se acerca a ellas. Esta persuasión sólo puede proceder del Tú Misericordioso y Creador que nos afianza confiadamente en la vida. Poner la eclesialidad en su justo lugar supone que una tarea evangelizadora es evidente que se hace desde la Iglesia –para nosotros no hay otro Cristo que el que se nos ha entregado–, pero no siempre ni necesariamente la tarea evangelizadora termina en la Iglesia. Jesús llamó a unos para que estuvieran con él y, a otros después de haber sido perdonados, dignificados y aliviados por lo tanto cristificados, los mandó a casa para que los disfrutaran los suyos. Sólo recuperando la dimensión de creaturidad hondamente, podemos ser hoy portadores de Buena Noticia, sin exclusiones e integrando todas las dimensiones de la condición humana: en unos contextos, evangelizar será el crecimiento comunitario en el seguimiento del Señor, en la oración y en el conocimiento vital de la Palabra; y, en otros, será ayudar a que un terminal de sida muera con dignidad de criatura o que una criaturita de Dios coma y sea aliviada en su sufrimiento inocente.

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Nuestros contextos de pobreza y marginación no son creyentes. Este aspecto es fundamental tenerlo presente por que intuimos que está aquí la diferencia notable con otros contextos del tercer mundo generadores de vida y de reflexión cristiana. Entendemos que en otros contextos se apele a “nuestro pueblo creyente y pobre” (G.Gutiérrez), nosotros no podemos. El creyente, en el aspecto sociológico y comunitario, participa de universos simbólicos que confieren, con más o menos ambigüedad, sentido al vivir y morir. Es decir, orientan la vida en la totalidad de lo real y con más o menos fortuna dan respuesta a muchos de los por qué. Desde y en esa situación es posible reconstruir con ellos un discurso cristiano que tenga significado profundamente liberador.

6. Nosotros no somos ellos Una lección duramente aprendida es que nosotros cristianos poseedores de la palabra no somos ellos. Esta afirmación la consideramos decisiva para clarificar nuestra aproximación a los contextos de cuarto mundo. Es una afirmación polémica y que se presta a mil utilizaciones, puede ser utilizada como encubridora de faltas de compromiso y de sensibilidad, puede ser paralizante por aquello de que “como nunca vamos a ser como ellos…” mejor seguir como estamos, todo lo más podemos ayudar “caritativamente”… A pesar de todos los riesgos es necesario decirlo, es un problema de honradez con la realidad, supone el respeto profundo a los “otros”, el no utilizarlos como propia justificación y en absoluto paraliza el largo camino de implicación con los excluidos sino que lo sanea evitando falsas conciencias e identificaciones precipitadas que molestan profundamente “al otro”. Desde lo anteriormente dicho esta afirmación (“nosotros no somos ellos”) es teológica: desde el excluido con los excluidos no se da simetría entre nosotros y ellos de cara al Padre. Quedan desenmascaradas nuestras falsas conciencias, tan sólo cabe desde la gratuidad aliviar sufrimiento y sabiendo siempre que nuestras “obras” si no son discernidas no sólo no nos “justifican” sino que pueden ser un culto a los ídolos. Ídolos que tienen al propio yo (personal, comunitario e institucional) como principal jerarquía dominadora de toda la realidad. Se trata de tener una relación de alteridad con la realidad, cuando se pierde esta relación de alteridad se entran en dinámicas depredadoras y entonces sí que es mejor no adentrarse en la exclusión. La exclusión como lugar de presencia del viviente exige, como ya queda dicho anteriormente, que nos descalcemos antes de entrar en ella. Descalzarnos supone abnegación y mortificación: ir muriendo para que otros tengan vida. Corintios XIII nº 135

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7.  “Pastoral” en el cuarto mundo La vida de seguimiento nos lleva a muy pocas palabras para potenciar y pedirnos actitudes prácticas de ternura, cariño y acogida. No podemos considerar la “pastoral” en los contextos de cuarto mundo como un asunto de humanización para después llegar a lo cristiano. La “pastoral” en contextos de cuarto mundo pide una seria reflexión sobre los “milagros” como prácticas del Reino. “Pastoral” en estos contextos es aliviar sufrimiento y crear espacios en los que emerja la dignidad expoliada. Cuando unos padres cuidan, acunan, dan de comer, acogen y quieren a su hijo pequeño, que aún no ha llegado a la palabra, están evangelizando (no terminamos de sacar todas las consecuencias antropológicas de la encarnación). Cuando nosotros intentamos reconstruir lo que está roto en los contextos de cuarto mundo estamos haciendo que aflore la dignidad. Estamos no “haciendo cristianos” sino hombres y mujeres que son personas e Hijos de Dios y necesitan descubrirse como tales. Jesús terminaba los milagros con un “vete en paz”, después de este proceso… ¡Dios dirá! Evangelizar es algo más profundo que lograr pertenencias eclesiales. Es tomarse radicalmente en serio al Dios Trinidad personalmente implicado en la historia de sufrimiento. Antes de llegar a la Palabra explícita hay mucha tarea, muchísima, por hacer. Hay que acoger, cuidar, crear dinámicas de dignificación personal, fomentar contextos en los que se pueda llegar a poseer la palabra, también conseguir el pan de cada día, querer y esto son prácticas del Reino. Estamos demasiado condicionados por una concepción evangelizadora catequética y doctrinal, y como queda dicho, en los contextos en los que no se puede pronunciar la palabra siempre queda el gesto. Por lo tanto, nos tenemos que pedir a nosotros tiempo. Tiempo para vencer la tentación de que pastoral es nuestra pobre “explicitación” de lo cristiano. Pastoral, por ejemplo, con aquellos que la historia les ha negado la simbólica profunda del padre con todo lo que supone de arraigo, afecto, acogida, seguridad, autoestima es crear espacios de vida y acogida. Este proceso nos pide por lo tanto no arrebatar a los excluidos lo poco que les queda y que a ellos sólo pertenece: su dignidad de Hijos del Padre que antes de que la puedan hacer palabra tiene que ser vivida. Es difícil hacerlo todo al mismo tiempo, es más urgente que se viva la dignidad que pronunciar palabras inadecuadas. La Buena Noticia de Jesús es clarificadora. Jesús elige a unos cuantos para que le sigan (“opción seducida”), estos no “optan” por él, son seducidos por su 200

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persona y proyecto de vida. Estos van a conocer el Reino por cercanía e intimidad con Jesús. Después encontramos a “los otros”: cojos, ciegos, leprosos, tullidos, endemoniados… éstos son los que experimentan la misericordia que hace justicia por medio de los primeros. A todos les diremos: vete a casa con los tuyos en paz, no hemos trabajado contigo para que nos sigas sino para que “se manifieste la gloria de Dios”. Se trata de vivir desde la gratuidad.

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9. Los márgenes como lugar de salvación

Maricarmen Martín Teóloga

Resumen: El acompañamiento brota de opciones personales fruto de la experiencia del Dios de la vida y, concretamente, desde la experiencia de los márgenes: ver, tocar y escuchar a Jesús en las afueras. La autora plasma las características de los márgenes como son la infrahumanidad misma de los márgenes, el que son resultado de este modelo social: no hay pobres por mala suerte, son la cruz de la moneda social que se reproduce y la propia invisibilidad y ocultación de la pobreza. A partir de los hitos de su experiencia personal, la autora plantea cómo el acompañamiento desde el respeto hace que entremos en dinámicas de solidaridad muy poco eficientes y cómo la compasión acaba siendo vivida como obediencia a la autoridad de las víctimas. Finalmente, los márgenes revelan la verdad y la vida de lo que existe ante los poderosos mecanismos de ocultación así como la propia ternura y debilidad de Dios a la vez que su fuerza en el amor. La salvación y curación 202

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de nuestra sociedad pasa por la salida a los márgenes, la vida de Jesús nos invita siempre a pasar al otro lado. Palabras clave: acompañamiento, márgenes de la sociedad, ocultamiento, salvación. Abstract: Accompaniment stems from personal options that are the fruit of experience of the God of Life and, specifically, from the experience of life’s margins: seeing, touching and hearing Jesus on the outskirts. The author considers the characteristics of the margins, such as their subhuman nature, as the result of this social model: nobody is poor just because they are unlucky; they are the flip-side of the social coin that is reproduced and the invisibility and hiding of poverty. Based on the landmarks of her personal experience, the author considers how accompaniment from respect leads us into dynamics of solidarity that are highly inefficient, and how compassion ends up taking the form of obedience to the victims’ authority. Finally, the margins reveal the truth and life of what exists in contrast with the powerful hiding mechanisms and the tenderness and weakness of God together with His strength in love. Saving and healing our society means going out to the margins; the life of Jesus invites us to cross over to the other side. Key words: accompaniment, margins of society, hiding, salvation.

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Los márgenes como lugar de salvación

No he tenido conciencia de haber elegido en mi vida ser acompañante de otras personas, sin embargo, me he sentido metida de lleno en este quehacer, empujada sin previa elección pero, una vez colocada ante esta realidad, la he asumido y la he hecho propia como un regalo que se me ofrecía. Sin ser muy consciente de ello me he ido convirtiendo a lo largo de mi vida en compañera. Compañera como actitud vital, no como una acción esporádica o una técnica puntual sino como un modo permanente de existir que, junto con mis limitaciones y carencias, forma parte ya de mi propia personalidad. Ser compañera es un modo ordinario de ser, que se expresa de manera especial, en la tarea de ser acompañante. Esta actitud brota de grandes opciones personales. Brota de la opción por la vida y brota del contacto con el Dios de la vida. Y poco a poco mi vida se fue perfilando como acompañante en los márgenes… Esto tampoco fue, en primera instancia, una elección clara y personal, sino que fui empujada a ello fruto de la experiencia de ese Dios de la vida revelado como Madre-Padre y que me ha llevado a percibir a la otra y al otro como hermana y hermano. Era otro regalo hermoso que se me ofrecía y el cual yo aceptaba con agradecimiento. Como no estaba en mi horizonte, no me había preparado profesionalmente para el trabajo social sino que mis preferencias se habían canalizado por el mundo de la reflexión teológica. Y, claro, no es indiferente el lugar desde donde se reflexiona y se escribe teología. No es lo mismo el ámbito académico, cultual, la plaza pública o los márgenes sociales. Pues bien, mi vida la sitúo desde la experiencia de los márgenes, de ver, tocar y escuchar día a día a Jesús en la afueras. Con nombres propios. Con historias reales. Con sufrimientos compartidos. En estos rostros concretos reconozco los rasgos sufrientes de Cristo que me cuestiona e interpela. Los márgenes son lugares donde bulle la vida, para algunas personas la mala vida: drogadictos, presos, prostitutas, personas con sida o con otras enfermedades de igual gravedad, ancianos en soledad, indigentes que viven en la calle, sin techo, inmigrantes…; se viven situaciones muy dolorosas ya que se trata de minorías míseras que viven en un medio de opulencia, es decir, en grandes ciudades modernas, donde la actividad económica, productiva y cultural es enorme, pero con la que ellas o ellos no tienen ningún contacto; a menudo se trata de situaciones desesperadas, aparentemente sin solución, predomina el anonimato, el silencio, el desconocimiento de unos respecto a otros; abunda la tristeza, la suciedad… Viven el presente y tienen una escasa conciencia de historia. Prolifera la agresividad, a veces desde edades muy tempranas. Nada que ver con el tópico “pobres, pero alegres”. Hay dos elementos graves en esta situación: el primero es el fenómeno en sí, el hecho de que haya personas que vivan de manera tan infrahumana. El segundo es que ese fenómeno sea fruto de esta sociedad y no del resultado de una 204

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coyuntura desfavorable; nuestra sociedad produce esta marginación. No se trata de personas con mala suerte o que han sufrido un accidente, sino productos de esta estructura económica en la que nos hallamos inmersas. La persona marginada no es un abandonado en la puerta de la iglesia sino un fruto de nuestro “vientre social”1. Pueden considerarse la cruz de la moneda de nuestra sociedad: si la cara son los ejecutivos decididos, las grandes casas, las bellas mujeres sobre una pasarela de modas, los flamantes coches; la cruz son las mujeres y los hombres que agonizan en las aceras de nuestras calles con el frío del invierno, o que se pudren en la celda de una cárcel, lejos de su país, o que venden el placer que da su cuerpo a precios cada año más bajos… La situación no deja de ser paradójica, como hemos dicho, se trata de situaciones de miseria en un medio social de opulencia. Los grados de infrahumanidad llegan a situaciones extremas que sólo son creíbles cuando se contemplan con los propios ojos. En la mayor parte de los casos nos encontramos ante una mise­ria sin retorno. Muchas personas están definitivamente rotas, desestructuradas, quebradas en la médula de su existencia. Por otra parte, se trata de una miseria que no tiende a estancarse (muerta esta generación, acabado el problema), sino a reproducirse. El problema continuará y crecerá si no se corrige la tendencia. Las hijas de prostitu­tas se prostituyen, los hijos de alcohólicos beben, los hermanos menores de delincuentes se lanzan al robo y a la droga. Y, además, en esas fami­lias el número de hijos acostumbra a ser notablemente superior al de la media de nuestra sociedad. La brecha entre los márgenes y el centro se profundiza cada vez más y se va volviendo infranqueable. El mundo de los marginados es silencioso y está silenciado. Lo que predomina es el silencio. Ellos no hablan y de ellos no se habla. Es particularmente llamativo el silencio reiterado de los medios de comunicación social. También el silencio en nuestra Iglesia. Y no es difícil intuir el significado de este silencio nuestro, tal vez, escondemos un sentimiento de culpa colectiva. Callamos porque en el fondo sabemos que somos corresponsables de este drama. Por acción o por omisión. De ahí la importancia de alzar la voz en foros como éste y la importancia de poner nombres, no sólo de formular teorías sobre la marginación. Por todo ello concluimos que nuestra sociedad está enferma. Los marginados son las personas que han quedado descolgadas del progreso veloz de la modernidad, aparcadas en los márgenes de una autopista en la que los coches corren cada año a mayor velocidad. Y cuanto mayor es la velocidad del progreso, de los cambios técnicos y culturales, mayor es la dificultad que tiene la persona marginada para reinte­grarse en el sistema social. La sola existencia de personas marginadas 1.  VV.AA. Pobreza y exclusión social. Teología de la marginación. PPC Cátedra Chaminade. Madrid 1999. 78.

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pone en cuestión este sistema porque la realidad de la marginación es síntoma de una enfermedad que padece todo nuestro sistema social. Esta es una dura batalla de mentalización a realizar, ya que tenemos tendencia a pensar que el problema de la marginación es de los margi­nados (“no han tenido suerte en la vida” o “ellos se lo han buscado” decimos), cuando verdadera­ mente es un problema de toda la sociedad. Todo el cuerpo está enfermo pero las llagas aparecen únicamente en algunos puntos concretos. Las personas excluidas son las llagas del sistema y no tenemos que conformarnos con poner sólo tiritas o dar una aspirina, tenemos la obligación moral de guardar en la memoria todas sus heridas, todas sus esperanzas truncadas. Además, descubrimos que el margen no es lugar para el optimismo sino para la esperanza. La persona optimista confía en que la realidad le será favorable, la esperanzada aguarda a que se cumpla la promesa anunciada de que el dolor no tiene la última palabra; la última palabra es de vida y es del Dios de la vida. Y desde esa esperanza me siento una mujer privilegiada porque tengo cada día la oportunidad de ver, tocar y escuchar al Dios de la vida encarnado en los márgenes sociales. Acompañar y trabajar con personas excluidas es convivir cotidianamente con la ternura, la violencia y la muerte; es tocar de cerca el dolor y el sufrimiento humano y es, a la vez, crecer en esperanza y en resistencia.Y, creo firmemente que son estos rostros los que continúan entre nosotras y nosotros la revelación y presencia de Dios, Dios impotente y débil, excluido y crucificado. Y son ellos y ellas quienes nos acercan la salvación. Esta es la gran experiencia de quienes nos aproximamos a la marginación. Como ésta es una comunicación desde la experiencia personal, evoco diferentes momentos y lugares donde he ido viviendo y desarrollando el acompañamiento en distintos márgenes: Todo comenzó con la opción de vida. Nunca me había planteado ser monja, ni consagrarme, ni nada por el estilo… mi vida parecía que caminaba por otros derroteros: una pareja, un trabajo, una familia… pero en la búsqueda y encuentro de todo eso algo había dentro de mí de insatisfacción honda, de nostalgia de “no sé qué”… Hasta que poco a poco fui desandando el camino recorrido y me situé en el kilómetro cero de mi vida. Desde ahí empecé a vislumbrar la vida como vocación, como invitación de Dios, empecé a descubrir otro proyecto para mí, el proyecto de la consagración. Pero una consagración estando en medio del mundo, en medio del trabajo, en medio de la cotidianidad… así conocí los Institutos Seculares y, en concreto, conocí Vida y Paz (Vita et Pax). Me gustó mucho este grupo de mujeres que caminaban con un proyecto común ilusionante y arriesgado, en el que ponían en el centro a Jesús y querían ser 206

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para las gentes transmisoras de su Vida y tejedoras de su Paz. Con ellas encontré “mi lugar en el mundo”. De todo esto hace más de 20 años. Hoy vuelvo a renovar mi opción por este estilo de vida y por el Instituto Secular Vida y Paz; agradecida a Dios que me sostiene y acompaña y a Vida y Paz que canaliza y posibilita la vocación. De esta época quiero destacar especialmente la presencia de dos grandes mujeres, Rosamary y Maialen. Su acompañamiento en estos momentos iniciales de mi nueva andadura posibilitó mi tránsito por otros caminos más desconocidos y periféricos. Dentro de la formación inicial en Vida y Paz se incluye la formación teológica. Y ahí fue donde la teología entró en mi vida. Primero en Madrid y después en Salamanca. Estudiar teología en Salamanca fue un sueño que ni siquiera me había atrevido a soñar y que se hizo realidad. Ante mí se abrió un gran mundo a colores… Supuso un abrir horizontes y poder contactar con tantas personas que habían reflexionado y reflexionaban con hondura la experiencia de Dios. Salamanca fue el impulso para mi propia reflexión y pensar a Dios y su historia de amor con la humanidad dio alas a mi ser. Esta época de mi vida tiene un nombre propio Juan L. Ruiz de la Peña, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca. Recuerdo la excelencia de sus clases y, sobre todo, recuerdo su hondura de fe. Estábamos en el aula cuando se despidió porque estaba enfermo… ya no pudo regresar. Pero no todo fueron colores, el estudio de la teología me produjo tal crisis de fe que dividió mi vida en un antes y un después. Creo que aún estoy convaleciente… Todo se originó porque en el estudio y en las aulas sentía dos grandes ausencias: las mujeres y los pobres. Empecé a dudar de lo transmitido, después de los transmisores y terminé dudando de Dios… Después fui a Suiza, al mundo de la emigración. Acompañando a españolas y españoles de la segunda generación, donde vivían la adaptación pero no la integración a una sociedad que los seguía viendo “ciudadanos de segunda”. Y acompañando, también, el mundo de la clandestinidad: las personas sin “papeles”. Con ellas pudimos comprobar que no tener papeles era no ser ciudadano o ciudadana y, por lo tanto, sencillamente, no ser. Recuerdo, sobre todo, el miedo y la humillación que sufrían. Su actividad la desarrollaban, sobre todo, por la noche, cuando la soledad acompaña a las ciudades. Traigo a la memoria, especialmente, a Margarita una mujer colombiana sin papeles que llorando en la calle, humillada hasta la médula por las personas de la casa donde trabajaba, me decía “no soy tonta Maricarmen, lo que ocurre es que no sé francés”. Toda esta vivencia y acompañamiento en Suiza me ayudó a “vomitar” la teología asimilada y a repensar fuera de las aulas lo aprendido en Salamanca. Darle otra vuelta desde esa situación de primer mundo privilegiado y excluyente, al cual, otras Corintios XIII nº 135

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personas menos favorecidas querían pertenecer. Poco a poco iba encontrando a quienes me faltaron en las aulas, en este caso, los pobres. La teología se iba haciendo vida en mi vida y se iban perfilando dos pilares en ella: la opción por las mujeres y la opción por las gentes más empobrecidas. Y desde allí volé a Guatemala. Ser compañera exige encarnarse. Significó el contacto directo con la pobreza más cruda, con el dolor a escala insospechada. Y me topé de bruces con el Dios de los pobres, ese Dios misericordioso y, a la vez, revolucionario. Empecé dando clases de teología en la universidad hasta que un día, por casualidad, escuché hablar a unas alumnas y alumnos de su trabajo en el barranco. Y ellos, en reciprocidad de enseñanza, guiaron mis pasos por otros caminos diferentes. Me enseñaron el camino del barranco. Aún recuerdo mi primera impresión. Me parecía increíble que en el corazón de la capital se pudiese dar ese submundo: unas colmenas de gentes llegadas de todos los rincones del país que luchaban por sobrevivir. Basura, desagües, roedores de todas clases, perros, niñas, niños y covachas se disputaban el poco espacio que había, prácticamente, sin lugar para moverse. Allí acompañé especialmente a mujeres indígenas campesinas que venían del interior del país buscando un futuro mejor y vivían en situaciones infrahumanas en los barrancos de la capital. Marginadas por ser mujeres, por pobres y por indígenas. Recuerdo especialmente a Doña Antonia, kiché, y su fortaleza para sacar adelante a sus seis hijos; despojada de su historia, de su compañero, de su traje indígena, de su identidad… ¡Cuántas mujeres en esa misma situación! Ante mis ojos se desplegaba la resistencia de la fragilidad. Ellas me empujaron y cuando ya casi estaba desechada yo me metía de lleno en la Teología de la Liberación y, sobre todo, en su método. A todo ello se unió el formar parte de un grupo de mujeres que reflexionaban y vivían a Dios desde su ser mujer: el Núcleo Mujeres y Teología de Guatemala. Unían teoría y práctica desde la perspectiva de género. Todo lo aprendido se me volvió a dar la vuelta otra vez… y a recomponer de nuevo. La teología oficial no reconoce apellidos pero yo me unía a una corriente que sí tiene. Optaba por la Teología Feminista de la Liberación. Poco a poco iba reencontrado la otra ausencia con la que me topé en las aulas de estudio: las mujeres. Las mujeres, individualmente y como colectivo, y en concreto las mujeres en situación de vulnerabilidad y exclusión, son las que nos ayudan a discernir el camino de la justicia social. Las pobres son millones de mujeres en todo el mundo y son “las pobres entre los pobres”: las que sufren la violencia de los violentados, las que dan de comer sin haber comido, las que llevan en el regazo los cuerpos inertes de las criaturas que antes llevaron en su vientre, las que cargan sobre sus hombros dobles y triples jornadas de trabajo… Desde sus necesidades e 208

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inquietudes ha de forjarse una nueva articulación de la ciudadanía y de la sociedad e, incluso, una nueva articulación de nuestras Iglesias. Y mi opción por los pobres, especialmente, por las mujeres pobres, fue tomando cuerpo a través del feminismo. El feminismo es un movimiento social formado fundamentalmente por mujeres que toman conciencia de una situación de discriminación sin otra razón que pertenecer a un sexo. El primer paso es ese, tomar conciencia. Imposible solucionar un problema si antes éste no se reconoce. El feminismo es un discurso político que se basa en la justicia. Es una teoría y práctica política articulada por mujeres y algunos varones que, tras analizar la realidad en la que viven, toman conciencia de las discriminaciones que sufren por la única razón de ser mujeres y deciden organizarse para acabar con ellas, para cambiar la sociedad. El feminismo conlleva una ética, una forma de estar en el mundo. La toma de conciencia feminista cambia, inevitablemente, la vida de cada una de las mujeres o de los hombres que se acercan a él. Como dice Viviana Erazo2: “Para millones de mujeres el feminismo ha sido una conmoción intransferible desde la propia biografía y circunstancias, y para la humanidad, la más grande contribución colectiva de las mujeres. Removió conciencias, replanteó individualidades y revolucionó, sobre todo en ellas, una manera de estar en el mundo”. Dentro del feminismo, la teología feminista puede ser considerada como la parte de la búsqueda de la justicia, que pretende el feminismo en sí, que tiene que ver con el análisis crítico y recuperación liberadora de las tradiciones religiosas. No toda teología hecha por mujeres es teología feminista. Hay mujeres que la hacen pero no plantean ninguna crítica a la teología tradicional, ni descubren ni denuncian en ella esquemas y tratamientos androcéntricos que hayan contribuido a la marginación u opresión de las mujeres en cuanto tales. Todo esto me llevó a una nueva experiencia de Dios desde mi ser mujer o, mejor, la nueva experiencia de Dios que estaba viviendo me llevó a todo esto. No lo tengo claro. Lo cierto es que, desde los márgenes, atisbamos con luminosa claridad una verdad antigua e incuestionable: Dios ama a las mujeres y desea apasionadamente su pleno desarrollo. Cuando se hace violencia a las mujeres, a su cuerpo o a su espíritu, es un insulto a la gloria divina. Cuando se hacen avances liberadores que vencen los prejuicios y promueven la dignidad de las mujeres, es una victoria para el Reino de Dios. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos: Gloria Dei, vivens femina, efectivamente, la gloria de Dios es que la mujer viva y viva con dignidad.

2.  V. ERAZO, “Feminismos fin de siglo, una herencia sin testamento”, Fempress.

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Luchando por afirmar nuestra dignidad humana en todos los niveles, las mujeres encontramos al Dios de la vida caminando junto a nosotras y apoyando nuestros esfuerzos, porque quien liberó a los esclavos de Egipto y resucitó a Jesús de entre los muertos está, obstinadamente, al lado de quienes han sido privadas de plenitud de vida. Desde esta experiencia, estamos llamadas con urgencia a ser mujeres con una profunda vida interior. Esta vida interior nos abre al don de Dios, nos ofrece ir hasta las fuentes que nos renuevan; nos hace fuertes en Dios cuando integramos nuestra realidad. La vida interior pasa por asumir las propias sombras, es decir, aquello que nos gustaría no encontrar cuando somos llevadas hasta las profundidades. De Guatemala volví a cruzar el charco, a la tierra de origen, Ciudad Real. Allí trabajé como educadora en la Casa Siloé, en el Programa de Droga de Cáritas. El objetivo del Programa es proporcionar acogida y acompañamiento a personas con problemas de drogodependencia que sufren los mismos como consecuencia de un proceso más amplio de exclusión social. Se acompaña a personas a las que nadie quiere, en todos los lugares sobran. No son “buena gente” a los ojos de la sociedad y son culpabilizadas por su situación. El Programa se inscribe dentro de lo que se llama “la reducción del daño”, es decir, que el objetivo no es tanto el no consumo sino mejorar su calidad de vida, promover su reconstrucción personal, devolver el protagonismo de su historia, es decir, afirmar dignidades y reducir las consecuencias negativas del consumo de sustancias tóxicas. Por eso, desde el equipo valoramos que lo importante es estar. Y estar con propuesta educativa, creyendo en cada persona, en sus potencialidades, en lo que hay de positivo y de posibilidad de cambio, queriendo a cada una de las personas que acompañamos a pesar de que no cambien. Y tienen rostros concretos, con sus nombres: Julio, Conce, Enrique, Juan Carlos, Yolanda, Mª José, Casimira, Manuel, Adolfo… Siloé sigue acompañando las vidas de los chicos y chicas incluso cuando terminan en la cárcel. Para ellas y ellos quiero tener una palabra especial y traerlos a la memoria porque en la cárcel se encuentran los pobres entre los pobres de este mundo rico: los más olvidados, los más excluidos, los más temidos… Por eso, no nos gustan las cárceles y estoy convencida que a Dios tampoco. Esta institución refleja como ninguna otra lo enferma que está nuestra sociedad, refleja la violencia que acompaña a la existencia humana: la que los presos y presas han ejercido sobre sus víctimas pero también la de un sistema más preocupado por castigar y controlar que por facilitar procesos de sanación. No vamos a la cárcel por simple altruismo sino porque Cristo está en la cárcel. Él mismo nos lo ha dicho de modo claro y contundente: estuve en la cárcel y me visitasteis o, al contrario, no quisisteis saber nada de mí. Es más, Cristo está en 210

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la cárcel porque la cárcel es una gran cruz. La cárcel es sacramento de la cruz de Cristo… Y de esta cruz quiero recordar especialmente a Sandra. “Sandra, sé que no me oyes pero te queremos y te reconocemos en toda tu dignidad”. Y junto a toda esta vida acompaño grupos de mujeres que nos reunimos para compartir nuestro ser de mujeres creyentes y feministas. Son los grupos de Mujeres y Teología de Ciudad Real. Son grupos de reflexión, de formación, de oración, de compartir la vida… Con encuentros profundos, repletos de experiencia de Dios, destiladores de sentido del humor, cargados de vida… Y somos feministas porque creemos en la necesidad de restablecer a las mujeres como sujetos y agentes de pleno derecho en todos los ámbitos de la existencia, ello implica desvelar los patrones de conducta que discriminan a las mujeres, así como proponer un nuevo modelo de sociedad e Iglesia más justo e incluyente. De estos grupos me admiran especialmente Caty y Rosa. Dos mujeres con sus vidas ya hechas pero que siguen en búsqueda y tienen el coraje de superar su propio miedo por lo que van descubriendo en esa búsqueda y son capaces de asumir el precio que tienen que ir pagando. También publicamos una pequeña revista bimensual, se llama Sororidad. “Sororidad” expresa la hermandad de las mujeres entre las mujeres y entre los hombres. Somos hermanas y hermanos, eso nos sentimos y así lo queremos vivir y expresar. No es un término excluyente, al contrario, es un término incluyente de mujeres y hombres iguales en dignidad, hijas e hijos de Dios y convocadas y convocados a la construcción de su Reino. Sororidad es un concepto que, como indica su raíz etimológica “sor”, hace alusión a la hermana, a la hermandad de las mujeres en la conciencia y el rechazo del papel que les ha tocado jugar en el sistema patriarcal. Se deriva de la conciencia de las mujeres al percibirse como iguales que pueden aliarse, compartir y, sobre todo, cambiar su realidad debido a que todas, de diversas maneras, han experimentado la opresión. De esta forma, el feminismo propone que este concepto vaya más allá de la solidaridad. La diferencia radica en que la solidaridad tiene que ver con un intercambio que mantiene las condiciones como están; mientras que la sororidad tiene implícita la modificación de esas condiciones y, especialmente, las relaciones establecidas. El hilo conductor de todas las etapas es el acompañamiento. Ser compañera implica que se comparte lo que nos nutre y, a la vez, que se está dispuesta a quebrarse. Se está dispuesta a partirse para entregarse porque existe mucho dolor, porque muchas veces no se sabe qué hacer, porque acompañar conlleva romper tus propios esquemas. Es necesario tener plena conciencia de que ser compañera lleva en sí mismo el romperse ante la frustración de procesos, romperse al oír tanto sufrimiento, por la impotencia… Corintios XIII nº 135

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Por tanto, quien acompaña se embarca en la tarea de desvivirse, de quebrarse, dándose. Un gran acompañante dijo que compañera o compañero es quien “no te deja morir” sino que te hacer vivir3… No deja morir el cuerpo, las ilusiones, la dignidad… Por eso, traigo a la memoria personas que se nos han ido pero que no queremos dejarlas morir: José Antonio, Manuela, Mario, Cristina, Rafael, Claudio… porque el primer objetivo que debe tener un acompañamiento es “hacer existir a la persona”4. Este hacer existir a la persona se vive entre el fracaso y la muerte que siempre aparece en contextos de marginación como presencia o como amenaza. Se renuncia a jugar con las mismas cartas que la sociedad “normalizada” y esto siempre o casi siempre es perder. Por no rendir culto al ídolo “eficacia” se experimentan lentitudes casi desesperantes. Por respetar el derecho de la otra a ser otra o del otro a ser otro, se experimenta el misterio de la alteridad no manipulable. El respeto profundo al dolor de las otras personas hace que entremos en dinámicas de solidaridad muy poco eficaces, muy poco relevantes, muy lentas en cuanto a resultados operativos porque nos mueve no la eficacia sino la compasión, el dolor en las entrañas. Por eso, el acompañamiento en los márgenes nos educa en la gratuidad y nos aleja de relaciones jerárquicas de poder como puede ser “ayudadora-ayudada”, situándonos en la horizontalidad de “sanadora herida a sanadora herida”. La compasión es también el ejercicio de la “obediencia debida”. Lo formulo de forma provocativa sabiendo que la obediencia está desacreditada en nombre de la libertad. Pues bien, la compasión es obediencia porque hay una autoridad que puede exigirla, es “la autoridad de las víctimas”. Y de ahí que también la libertad tenga que ser redefinida. Una autoridad que no reside en su poder sino en su impotencia, en que son sujetos del sufrimiento. Es la autoridad del “huérfano y de la viuda”, a la que remite el profeta. Una autoridad que nada tiene que ver con la fuerza o el dominio sino con la verdad. La verdad del mundo, del sistema, se conoce desde sus límites, desde sus márgenes. Nuestro mundo está montado como un gigantesco mecanismo de ocultación y olvido de los “desechos” que él mismo produce. La astucia de los que dominan y sus potentes medios hacen que aparezca como simple efecto colateral. Sin embargo, la presencia de los márgenes viene a romper esa imagen triunfal y nos revela la verdad de lo que existe, el cáncer que se esconde y todos los ganglios

3.  CABARRUS C.R., Cuaderno de Bitácora, para acompañar caminantes. Desclée De Brouwer, Bilbao 2000. 61. 4.  GOUVERNAIRE J., “Lettre à un pére spirituel”, Christus, nº 153, febrero 1992. 75.

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infectados que tiene el sistema.Y desde la autoridad de las víctimas y la verdad que encierran, los márgenes se convierten en lugares de profecía donde no sólo denuncian la enfermedad del sistema sino que también anuncian un ideal alternativo de humanidad sana y de humanización sanante que merece ser escuchado. De ahí, la invitación a convertirnos en disidentes del sistema, en no proporcionarle más ciclos de quimioterapia, no más cuidados paliativos y la invitación a desmarcarse y a vivir desde otro “lugar” diferente. Y ese lugar termina revelándose como lugar de sanación. Los márgenes son espacios sanadores porque nos aportan un horizonte diferente a la vida, una dimensión más profunda, una verdad más esencial. Las vidas de los expulsados a los márgenes son una llamada a vivir la existencia desde su raíz última. El contacto con ellas y ellos saca lo mejor de nosotras y nos invitan a desprendernos de posturas rutinarias y postizas; nos liberan de engaños, miedos y egoísmos que paralizan nuestra vida; nos introducen algo tan decisivo como es la alegría de vivir, nos abren a la compasión más profunda, al trabajo incansable por un mundo más justo…; nos ayudan a superar la rigidez, a quitarnos las máscaras, a romper barreras y a utilizar todos nuestros sentidos para sentir y para expresar lo que sentimos. Es más, desde una lectura creyente de la realidad contemplamos que las personas marginadas revelan la ternura y debilidad de Dios. De esta manera se constituyen en misterio y sacramento de Dios, son una privilegiada zarza ardiente. Son personas totalmente irrelevantes en nuestra vida social. Sin embargo, Dios se ha valido de ellas para darse a nosotras. Aunque sus nombres sean desconocidos en las esferas públicas de la sociedad, son los nombres que Dios ha escogido para que le reconozcamos. Son los nombres y los rostros de Dios que nos salvan. La persona marginada es sacramento visible del Dios invisible. Los márgenes son vestíbulo de la casa de Dios. La debilidad del excluido muestra la debilidad de Dios, que resulta más poderosa que nuestras presuntas fuerzas. La fuerza de Dios es el amor y el amor, aun en su debilidad, es el pilar que acaba mostrándose más resistente que el persistente odio humano. La persona marginada tiene la llave que abre el santuario, la casa de Dios, porque al santuario de la salud, de la plena humanidad no se entra por la ancha puerta de la fuerza, sino por la estrecha puerta de la debilidad. La puerta de la debili­dad conduce a la vida y ahí reside su fuerza. Por eso, la salvación y curación de nuestra sociedad pasa, necesariamente, por esa salida “afuera”, a los márgenes, por ese encuentro con las otras y otros diferentes. La sanación no es unidireccional, sino bidireccional, del centro a los márgenes y de los márgenes al centro. Este salir es la dinámica que nos ofrece la Escritura. Hay que salir para encontrarse con Dios que está fuera del campamento desde el mismo principio de la historia de Israel: “ Tomó Moisés la tienda y la plantó a cierta distancia fuera del campamento; la llamó Tienda de Reunión. De modo que todo Corintios XIII nº 135

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el que tenía que consultar a Yahveh salía hacia la Tienda de la Reunión, que estaba fuera del campamento” (Ex 33,7). Y desde el nacimiento en Belén de Judea, entre pastores, hasta su muerte en cruz, fuera de las murallas de la Ciudad Santa entre malhechores, la vida de Jesús muestra el rostro de un Dios que transita por los márgenes cargando con el dolor de los más pequeños. Esto nos lo enseñó Jesús, el poeta de la compasión de Dios, que hablaba con parábolas pero también con hechos. Jesús nos invita siempre a pasar al otro lado, a vincularnos a las víctimas allí donde se encuentren, a traspasar límites. Los leprosos, endemoniados, paralíticos, ciegos y mujeres con flujo de sangre estaban excluidos de la vida social y religiosa, condenados a una existencia al margen de su círculo familiar, relacional, laboral y religioso. Jesús, por su parte, se mueve constantemente hacia esos lados que transgreden el límite. Llegaban a la otra orilla del mar (Mc 6,53), abandonaban los lugares social, cultural y religiosamente correctos para ir a los últimos lugares, a los basureros sociales. “Vamos a otra parte, –decía– a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues a esto he venido” (Mc 1,38). Nos reencontramos, por tanto, con el mundo de la periferia como el lugar donde se realiza la salvación, el encuentro con Dios que nos abre a la plenitud de su reinado. La salvación acontece fuera de los muros de la ciudad, en el margen; allá a lo lejos donde se vislumbran los perfiles de las crucificadas y crucificados. Por eso, la carta a los Hebreos nos invita a que “salgamos, también nosotros fuera del campamento para ir hacia él…” (Heb 13,12-13). La terapia que pone en marcha Jesús es su propia persona: su amor apasionado a la vida, su acogida entrañable a cada persona, su fuerza para regenerar a la persona desde sus raíces, su capacidad de contagiar su fe en la bondad de Dios, su poder para despertar energías desconocidas en el ser humano… El mismo nos aseguró que su “medicación” no tiene efectos secundarios ni fecha de caducidad. Se puede adquirir sin receta médica. Es gratuita. Por su parte, en el evangelio de Mateo se recoge un relato impresionante, la llamada “parábola del juicio final” (Mt 25,31-46), donde se habla de la compasión como el criterio que decidirá la suerte final del ser humano. Es una narración en la que se combina una descripción grandiosa del juicio de “todas las naciones” reunidas ante su rey y una sencilla escena pastoril que se repetía todos los días al atardecer cuando los pastores recogían sus rebaños. Allí están gentes de todas las razas y pueblos, de todas las culturas y religiones, generaciones de todos los tiempos. Se va a escuchar el veredicto final que lo esclarecerá todo. Dos grupos van emergiendo de aquella muchedumbre. Unos son llamados a recibir la bendición de Dios para heredar su Reino; a otros se les invita a apartarse. Cada grupo se dirige hacia el lugar que ellos mismos han escogido. 214

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La escena expresa de manera inequívoca la “gran revolución religiosa” llevada a cabo por Jesús, que no es otra que haber abierto otra vía de acceso a Dios distinta de lo sagrado. Abre la vía de la compasión con las personas tiradas en los márgenes de los caminos de la historia: los que tienen hambre, sed, están en la cárcel… como camino de encuentro con Dios. La religión, por tanto, no tiene el monopolio de la salvación; el camino más acertado es el tránsito por la exclusión5. Pero el trigo y la cizaña crecen juntos, por eso, es bueno tener en cuenta qué dos elementos nos continuaremos encontrando en el camino hacia los márgenes: la necesidad de cambiar el sistema y la conflictividad. No se trata de reintegrar a la persona marginada en la sociedad que previamente la expulsó; se trata más bien de crear un nuevo orden social donde excluido y excluidor, excluida y excluidora, con todas las variaciones posibles, se encuentren en la igualdad de oportunidades y de valorización de la diferencia. Sin duda, si no se realizan transformaciones estructurales con el fin de ir gestando un sistema más saludable que progresivamente vaya generando menos marginación, las mejoras en este terreno no pasarán de ser parches temporales. Y, desgraciadamente, el conflicto llegará. No tiene por qué llegar necesaria­mente, pero suele surgir cuando alguien se propone criticar seriamente las injusticias del sistema vigente y empieza a gestar mecanismos de transformación. El conflicto puede llegar desde la sociedad o desde el interior de la Iglesia misma. Hay que estar preparadas para ello porque no es raro que, con dolor, sientas cómo parte de tu propia Iglesia también te envía a los márgenes, también excluye cuando no te pliegas a los dictámenes de la oficialidad. Y, finalmente, reconocer que es verdad, no se puede ser acompañante si no eres, a la vez, acompañada, por eso, junto a estos nombres que he ido evocando quiero traer otros de mujeres que me han acompañado, a mí misma, por estos senderos marginales; las que me renuevan la energía y me alumbran el camino cuando éste se hace oscuro. Las que ejercen el Ministerio de Cuidadoras de la Vida en los Márgenes: Auxi, Cristina, Carmen, Lucía, Presen, Paqui… gracias COMPAÑERAS.

5.  PAGOLA J.A., Jesús. Aproximación histórica. PPC. Madrid 2007.194.

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10. Jesús, esperanza y salvación de los excluidos Gabriel Leal Salazar Vicario Episcopal de Acción Caritativa y Social. Diócesis de Málaga. Profesor de Nuevo Testamento del Seminario Diocesano, ISCR S. Pablo.

Resumen El núcleo central de la predicación de Jesús es el anuncio del reinado de Dios, que se ha acercado definitivamente a nuestro mundo en la persona y en la obra de Jesús. Él ha venido a dar esta buena noticia, especialmente, a los pobres y pecadores, a los excluidos de su tiempo. La evangelización de los pobres avala la credibilidad de Jesús y revela su identidad como Mesías. Uno de los aspectos más singulares y sorprendentes es el modo en que Jesús ha llevado a cabo su misión: compartiendo las condiciones de vida de los pobres y acercándose a los pecadores. Él no le ha ofrecido su salvación desde lejos o desde arriba, marcando las distancias, sino acogiéndolos, sentándose a su mesa en un gesto de comunión de vida, y por ello arriesgando su credibilidad como enviado de Dios y su buena fama. Este modo de realizar la misión necesita ser actualizado hoy en el servicio a los excluidos: acogiéndolos, amándolos como el Señor los ama, defendiendo su dignidad, confiando en sus posibilidades, sirviendo sus esperanzas y ofreciéndoles la mejor de las noticias: 216

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la dicha de saber que Dios les ama como a sus hijos y que están invitados a formar parte de su familia Palabras clave: Anuncio del reinado de Dios, evangelización, comunión de vida. Abstract The central core of Jesus’ preaching is the announcement of the kingdom of God, which has finally approached our world in the person and work of Jesus. He has come to give this good news, especially to the poor and sinners: the excluded of His time. The evangelising of the poor supports Jesus’ credibility and reveals His identity as the Messiah. One of the most unusual and surprising aspects is how Jesus undertook his mission: by sharing the living conditions of the poor and reaching out to sinners. He does not offer them salvation from afar or from above, from a distance, but by sheltering them, sitting down at their table in a gesture of communion of life, thereby risking both his credibility as God’s messenger and his good name. This way of approaching the mission needs to be updated today in service of the excluded: by reaching out to them, loving them as the Lord loves them, defending their dignity, trusting in their potential, serving their aspirations and offering them the best of news: the joy of knowing that God loves them as his children and that they are invited to join his family. Key words: Announcement of the kingdom of God, evangelising, communion of life.

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1. Introducción Estamos viviendo momentos de profundos cambios, en los que no faltan discursos oficiales en favor de los empobrecidos. No parece que los discursos estén acompañados de las decisiones políticas pertinentes para cambiar la suerte de millones de personas que viven en la pobreza. Siempre hay alguna coyuntura –ahora la crisis económica mundial– que se presta a dejar para una ocasión más propicia la toma de decisiones necesarias. Más aún, a los pobres les toca siempre sufrir las consecuencias más duras de una crisis que ciertamente ellos no han provocado. También en nuestro país muchos se ven avocados a la pobreza como consecuencia de la crisis, dejan de contar y, a lo más, cuentan como “usuarios” a los que se les ayuda no siempre con las migajas que quedan, sin la cercanía y el calor humano necesario. En este contexto, volver a contemplar la relación de Jesús, el Señor, con los empobrecidos de su tiempo, puede resultarnos profético y comprometedor, puede convertirse en un estímulo creativo que nos ayude a ponernos lúcidamente junto a los más pobres y de su parte. En nuestra reflexión nos ocupamos, primero, de visibilizar quienes eran los grupos sometidos a la exclusión social en tiempos de Jesús, para ver algunos rasgos de la relación de Jesús con ellos y cómo su misión, el anuncio del Reino, se dirige especialmente a ser buena noticia para los pobres. Pero hay algo más, Jesús no les ha evangelizado desde fuera y marcando las distancias, sino desde dentro, compartiendo las condiciones de vida de la gente sencilla y arriesgando su fama por mezclarse con ellos. De ahí que los discípulos, llamados a continuar la misión de Jesús y a su estilo, estemos llamados a ser buena noticia para los excluidos de hoy, desde un estilo de vida evangélico, cercano a los más pobres y comprometido con ellos.

2. Los excluidos en el contexto social de Jesús El término “pobre”, entendido en su dimensión social, aparece frecuentemente en la tradición bíblica. Entre los pobres hay que distinguir dos grupos: los que ganaban su sustento con el trabajo, entre los que estaban los esclavos y los jornaleros, y los que vivían, en parte o totalmente de las ayudas recibidas. Estos

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aparecen, ante todo, como aquellos en relación con los cuales se define el deber de la limosna.1 Se puede sintetizar la investigación bíblica sobre la terminología del “pobre” así:  “el que está privado de los bienes esenciales para vivir, tener dignidad y libertad. La base económica y social no debe hacer perder de vista que el acento está puesto en la dimensión humana de la pobreza”.2

3. La misión de Jesús: evangelizar a los pobres 3.1. El anuncio de la llegada del Reino de Dios El Evangelio de Marcos nos presenta a Jesús como el Evangelizador que proclama la llegada del Reino de Dios: “Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: 'El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.'” (Mc 1,14s.). En este anuncio sintetizan los tres primeros evangelistas el contenido de su mensaje (Mc 1,15; Mt 4,23; 9,35; Lc 4,43; 8,1; cf. Lc 9,2.60). Jesús ha proclamado el reinado de Dios como realidad que ha irrumpido en nuestra historia.3 La frecuencia con que aparecen las expresiones “reinado de Dios” y “reino de los cielos” en los evangelios, en contraste con el número relativamente escaso de ejemplos que encontramos en el judaísmo contemporáneo y en el resto del Nuevo Testamento (N.T.), indican que el anuncio de la llegada del Reino de Dios es el núcleo central de la predicación de Jesús. A esto se añade el que la expresión reaparece en los más diversos géneros literarios y en los más dispares contextos.4 1.  Cf. Mc 10,21; 14,5.7; Mt 19,21; 26,9.11; Lc 16,20-22; 18,22; 19,8; Jn 12,5.6.8; 13,29. Cf. J. DUPONT, “Poveri e povertà nei vangelii e negli atti”, en J. DUPONT-A. GEORGE-S. LEGASE-B. RIGAUX-PH. SEIDENSTICKER, La povertá evangelica (Quaderni di Vita religiosa 12), Queriniana, 1973, pág. 36s. 2.  R. FABRIS, “La opción por los pobres en la prospectiva bíblica”, en V. LIBERTI (ed.), Ricchezza e povertà nella Bibbia, Dehoniane, Roma 1991, pág. 2. 3.  Cf. J. JEREMÍAS, Teología del Nuevo Testamento I (Biblioteca de Estudios Bíblicos 2), Sígueme, Salamanca 1974, págs. 119-26. 4.  Este pertenece a la predicación hecha por Jesús antes de la pascua.Y esto principalmente por dos razones: 1) Jesús es “el único judío antiguo, conocido por nosotros”, que anunció “que el tiempo nuevo de la salvación había comenzado ya”; 2) no se corresponde con el anuncio de los primeros misioneros cristianos, quienes predicaban que Jesús, el crucificado y resucitado, es el Cristo. Cf. P. VISENTIN,

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La expresión “Reino de Dios”, en labios de Jesús, no es un concepto espacial sino un concepto dinámico. Designa la soberanía real de Dios ejerciéndose en acto. La característica principal de este Reino es que Dios realizará definitivamente el ideal del rey justo que, según las concepciones de los pueblos del oriente y de Israel, consiste primordialmente en la protección de los desvalidos, de los débiles y los pobres, de las viudas y los huérfanos, de los que no tienen derechos, y no en emitir un veredicto “imparcial”. En las palabras de Jesús, el «reinado» de Dios se entiende siempre en sentido escatológico, designa el tiempo definitivo de salvación, la consumación del mundo. Cuando Jesús anuncia, y hace que sus discípulos anuncien, la cercanía del Reino de Dios (Mc 1,15 par. Mt 4,17; 10,7; Lc 10,9.11) está anunciando que la hora definitiva de Dios, la victoria de Dios, la consumación del mundo está muy cerca: el tiempo de la espera ha terminado, con Jesús se ha acercado irreversiblemente el tiempo del cumplimiento.

3.2. El Reino ofrecido a los pobres 3.2.1.  Jesús en la sinagoga de Nazaret Jesús explicita la finalidad de su misión en su visita a la sinagoga de Nazaret, primera actuación concreta de Jesús que refiere el evangelio de Lucas (cf. Lc 4,1630).5 Jesús va a la sinagoga, toma la iniciativa, se levanta para hacer la lectura y recibe el libro en el que encuentra el pasaje de Isaías: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (vv. 18-19). El texto es “Povertà e Regno di Dio nel Nuovo Testamento”, en SEGRETARIATO ATTIVITÀ ECUMENICHA, Atto della XV Sessione di Formazione ecuménica organizzata deal Segretarairato Attività Ecumeniche (S.A.E.) La Mendola (Trento), 30 luglio – agosto 1977 , Elle di ci, Leumann (Torino) 1978, pág. 48. 5.  La comparación de las tres redacciones que nos ofrecen los evangelios (Mt 13,54-58; Mc 6,1-6a; Lc 4,16-30) nos permite deducir que estamos ante el recuerdo de un mismo hecho histórico. La redacción de Lucas difiere mucho de la que nos ofrecen Mateo y Marcos: los versículos 17-21, 23 y 25-30 de Lucas no tienen paralelo en los otros dos evangelios sinópticos. En cuanto al lugar que ocupa en cada una de las redacciones evangélicas, Marcos lo sitúa cuando el ministerio de Jesús está ya avanzado, que es el momento más natural y lógico desde el punto de vista histórico. El mismo relato de Lucas revela la incongruencia del sitio que el evangelista le asigna en su narración: los nazaretanos exigen que Jesús haga los mismos milagros que ha hecho en Cafarnaún (Lc 4,23), cuando Lucas todavía no ha referido ningún milagro realizado por Jesús. Lucas ha colocado deliberadamente este episodio al principio de su relato del ministerio público, para darle carácter programático.

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una cita parcial de Is 61,1-3,6 al que añade la expresión “a poner los oprimidos en libertad”(Is 58,6)7. Las palabras que el evangelio pone en labios de Jesús indican con claridad los destinatarios de su misión: En primer lugar, la Buena Noticia se anuncia a los pobres (cf. 6,20; 14,13.21). La primera bienaventuranza de Lucas (6,20) pone inmediatamente en guardia contra una interpretación meramente espiritual de la pobreza. Para Lucas, como para Isaías (61,1), a los pobres les falta lo necesario para sobrevivir, una situación que los expone a las injusticias de los ricos, ante cuyo poder se encuentran indefensos. Los segundos destinatarios son los prisioneros, a quienes Jesús trae la amnistía (Is 61,1) prescrita para el año jubilar. Estos son los mismos pobres obligados a vivir en condiciones de esclavitud, dada la imposibilidad que tienen de saldar sus propias deudas. El tercer grupo son los ciegos, a los que viene enviado para anunciar y realizar la curación de la vista. Los ciegos no sólo están excluidos de la sociedad, sino que también lo están del ámbito religioso y cultual del templo y de los sacrificios.8 Finalmente, los oprimidos, como los prisioneros, son, ante todo, aquellos que no pueden liberarse del peso económico, por lo que esperan del Señor la liberación definitiva con ocasión del año de gracia.9 La buena noticia que anuncia el texto del profeta Isaías culmina en la proclamación del “año de gracia del Señor”, una expresión que en el Antiguo Testamento (A.T.) se utiliza para designar la promulgación del año jubilar (Lev 25,8-13), en el que se debían condonar las deudas, restituir las tierras a sus antiguos propietarios y, sobre todo, liberar a quienes habían caído en esclavitud a causa de su pobreza. 6.  El texto de Isaías se refiere al año jubilar, cf. Lv 25; Dt 15,1-18; Is 61,1-3; Jr 34,8-22; Ez 46,16-18. La cita de Lucas sigue el texto de los LXX, omitiendo dos expresiones del mismo: "para curar los corazones afligidos" (Is 61,1) y "el día de venganza de nuestro Dios" (Is 61,2). 7.  En Is 58,6, la liberación de los oprimidos es considerada como una de las obras auténticas del ayuno que agrada al Señor. 8.  Cf. infra nota nº 16. 9.  Lucas refiere otras situaciones de opresión de las que libera Jesús a los hombres: Jesús libera de Satanás (Lc 4,31-37; 8,26-39; 9,37-43), lo que significa la liberación del mal desde su raíz, de la enfermedad (Lc 5,17-26; 6,6-11; 8,40-48; 13,10-17; 14,1-6; 17,11-19; 18,35-43), de la muerte (Lc 7,11-17; 8,49-56) y del pecado (Lc 7,36-50).

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La afirmación de Jesús, «esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy» (v. 21), indica que la salvación anunciada por Isaías ha dejado de ser una esperanza reservada para el futuro: se está realizando en el mismo hecho de la proclamación, en la persona y en la obra de Jesús. Además, presenta implícitamente a Jesús como el profeta anunciado por Isaías; él es el Ungido, el Mesías del Señor, sobre el que ha descendido el Espíritu (3,22) y con cuya fuerza regresó a Galilea (4,14) para proclamar el año de gracia del Señor. La redacción que hace Lucas de esta tradición y el hecho de que el evangelista la haya situado artificialmente como pórtico del ministerio de Jesús le da un carácter programático, dando un significado mesiánico y liberador a todo el ministerio de Jesús. Con el ministerio de Jesús se ha hecho definitivamente presente el “año de gracia del Señor” que es salvación para todos los hombres, especialmente para los pobres y oprimidos.

3.2.2.  La embajada del Bautista Comparando la imagen que nos presentan los evangelios de Juan el Bautista (Mt 3; Lc 3,1-21) con el modo de llevar a cabo la misión de Jesús, no es de extrañar que Juan enviase a sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”. Jesús comienza a responderles con hechos, antes que con palabras: “en aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos”. Sólo después de su actuación, les responde verbalmente invitándoles a ir y contar a Juan “lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!” (Lc 7, 18-24). Jesús cumple las promesas anunciadas para la era mesiánica. El último signo, el más específico y decisivo, el que constituye el rasgo característico de su misión se refiere a Isaías (61,1): “A los pobres se les anuncia la ‘buena nueva’”. El acento recae sobre esta afirmación, no sólo por el hecho de estar colocada al final, sino también por la palabra que le sigue: “¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!” (Mt 11,6 par. Lc 7,23). Es la oferta de salvación que Jesús hace a los pobres lo que resulta sumamente escandaloso, porque en la práctica nadie se iba a escandalizar de que los ciegos vieran, los cojos pudieran caminar, los leprosos quedaran limpios, los sordos pudieran oír y los muertos resucitasen. A estas primeras cinco frases no se puede referir el escándalo. 222

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Evangelizando a los pobres Jesús da la garantía más segura que permite reconocerlo como enviado de Dios.10 Este anuncio es el criterio que avala a Jesús como Mesías. Su relación con los pobres define su persona y su obra, “en y por su relación con los pobres”, Jesús revela “lo que él es y lo que debe hacer, como quiere ser entendido, conocido y acogido”.11 Las imágenes que utiliza el texto, luz para los ciegos, oído para los sordos, júbilo para los pobres, etc., designan el tiempo de redención, en el cual no habrá ya sufrimiento, ni lamentos, ni dolor. La mención por parte de Jesús de los leprosos y los muertos, ausentes en el texto de Isaías, indica que el cumplimiento supera con mucho a todas las promesas, esperanzas y expectativas. La novedad del mensaje de Jesús no consiste en la certeza de que estaba cerca la llegada del reinado de Dios, porque esta certeza la compartió Jesús con muchos de sus contemporáneos, especialmente con Juan el Bautista. La novedad evangélica radica en la promesa que Jesús hace a los pobres: el Reino de Dios les pertenece. En el corazón del discurso de Jesús sobre el Reino, está precisamente el anuncio de Jesús a los pobres: el Reino de Dios es para ellos.12 Jesús promete a los pobres y pecadores la intervención salvadora de Dios. Para ellos, se manifiesta, se realiza y se actualiza ya desde ahora el tiempo de la salvación. Para expresar que en la buena nueva lo que sucede es la remisión de las deudas, el perdón de los pecados (Mc 2,1-12 par.; Lc 7,36-50), Jesús utiliza metáforas y parábolas que son descripciones plásticas del perdón y del restablecimiento de la comunión con Dios: las parábolas de ambos deudores (Lc 7,41-43), del siervo sin entrañas (Mt 18,23-35), de la oveja perdida (Lc 15,5) y de la moneda perdida (Lc 15,9), del padre que tenía dos hijos (Lc 15, 11-32). Lo mismo pone de relieve la oración del fariseo y del publicano (Lc 18,10-15), que culmina con la afirmación de que el publicano bajó justificado y el fariseo no. En todas estas imágenes se halla la realidad que denominamos “perdón”.

3.2.3.  Motivos de la opción preferencial de Jesús por los pobres Jesús justifica su opción a favor de los pobres en una oración en la que, en forma de alabanza, interpreta la actuación de Dios: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las 10.  J. DUPONT, “Poveri e povertà”, 46.v. 11.  P. VISENTIN, “Povertà e Regno di Dio”, 54s. 12.  J. JEREMÍAS, Teología, 144-48.

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has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito” (Mt 11,25-26; cf Lc 10,21-22). El término griego que usa y que la Biblia de Jerusalén traduce por “beneplácito” no indica sólo la benignidad de Dios, sino la decisión y elección libre y gratuita de Dios. Los pobres, en contraposición a los sabios y entendidos, son elegidos por Dios. Y esto únicamente porque él es “bueno” y vierte gratuitamente sus dones sobre quien tiene necesidad.13 La justificación decisiva que da Jesús es la alusión, casi monótona, a la esencia de Dios. Dios es infinitamente bondadoso (Mc 20,1-15) y se regocija cuando encuentra su oveja, “la perdida” (Lc 15, 4-10). Dios escucha los clamores de los desgraciados, de manera muy distinta a como lo hizo el juez, que “ni temía a Dios ni respetaba a los hombres” (Lc 18,1-8). Dios concede la petición del publicano desesperanzado (Lc 18,9-14). Se parece al padre que corre al encuentro del hijo perdido, a quien besa y no recibe como criado sino que instaura en la dignidad y libertad propia de los hijos (vestido de gala, anillo y sandalias) (Lc 15,11-31) (Lc 15, 19.21). Así es Dios. El hecho de que Jesús para justificar su propia compasión hacia los pecadores invoque la misericordia de Dios con los pecadores permite deducir una importante consecuencia: Jesús, con su conducta, que suscita escándalo, pretende hacer realidad el amor de Dios, actuando como representante suyo. En su misión Jesús hace visible y actualiza el amor de Dios hacia los pobres. En otras palabras, Jesús declara bienaventurados a los pobres no porque son pobres, afligidos, hambrientos o perseguidos, o porque tengan algún tipo de derechos o méritos especiales, sino porque Dios es el rey justo y fiel que defiende y protege a los pobres y los últimos de la escala social. Sobre este punto hoy hay un acuerdo de todos los estudiosos.

4. Los pobres y pecadores acogen el anuncio del Reino Joaquín Jeremías ha puesto de relieve que los seguidores de Jesús vienen designados en los evangelios como “publicanos y pecadores” (Mc 2,16 par.; Mt 11,19 par.; Lc 15, 1) o “publicanos y rameras” (Mt 21,32) o, sencillamente, “pecadores”.14 Unas expresiones probablemente acuñadas por los adversarios de Jesús y que manifiestan un profundo desprecio, como indica la crítica de estos al Maestro: “Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores” (Mt 11,19 par). 13.  R. Fabris, “La opción por los pobres”, 6s. 14.  J. JEREMÍAS, Teología, 133-38.

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En el contexto social y religioso de Jesús, el concepto de “pecador” abarcaba a los que menospreciaban la voluntad de Dios o la transgredían y a quienes ejercían profesiones despreciadas (cf. Mt 21,31; Lc 18,11). Estas, en opinión general, conducían a la inmoralidad, principalmente a la falta de honradez. A estas profesiones pertenecían, entre otros, los jugadores de juegos de azar, los usureros, los recaudadores de impuestos, los publicanos y los pastores.15 En los evangelios, el prototipo de los “pecadores” son los publicanos: recaudadores de impuestos y derechos de aduana. Los recaudadores de impuestos eran funcionarios estatales encargados de cobrar los impuestos directos. Su misión era repartir los impuestos entre los ciudadanos que estaban obligados a pagarlos, y respondían del cobro de las tasas con su fortuna personal. Estos subastaban al mejor postor para que recaudase los derechos de aduana y consumo de un distrito. Por tanto, los recaudadores de derechos aduaneros no eran funcionarios estatales sino subarrendatarios de los recaudadores. Estos estaban muchísimo más expuestos a la tentación de hacer trampas, porque tenían que sacar el canon de arrendamiento más una ganancia adicional. Para conseguirlo explotaban la ignorancia que el público tenía de las tarifas aduaneras y, durante el tiempo del arriendo, procuraban aumentar sus ganancias sin escrúpulo alguno (Lc 3,12 s). Esto permite comprender el desprecio popular contra los publicanos o recaudadores de aduanas y sus familias. A los publicanos se les negaban los derechos civiles: no se les conferían cargos honrosos y no se les permitía actuar como testigos ante los tribunales. Si antes de ocupar su cargo habían pertenecido a alguna comunidad de fariseos, se les expulsaba. Entre los seguidores de Jesús se encontraban un numeroso grupo de pobres, como afirma especialmente Lucas. En los evangelios no hay duda que cuando se refiere a los pobres se trata de pobres reales en sentido sociológico (cf. Lc 7,22). Esto viene confirmado por la llamada que hace Jesús a invitar a quienes no puedan corresponder, “pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos”, para encontrar la recompensa “en la resurrección de los justos” (Lc 14,12-14; cf. Lc 14,21). Jesús se dirige también a otros sectores excluidos de la sociedad y del culto, como son los ciegos y los cojos, a quienes se les prohíbe entrar en el templo.16 15.  De los pastores se sospechaba que conducían los rebaños a campos ajenos y que sustraían de los productos del rebaño. 16.  “Todos están obligados a comparecer delante de Dios, excluidos el sordo, el idiota, el niño, el impotente, las mujeres, los esclavos, los cojos, los ciegos, los enfermos, los ancianos y aquellos que no pueden caminar”: Hagiga (M.1.1.), citado por J. BONSIRVEN, Textes Rabbiniques des deus premiers siècles chrétiens pour servir à l’intelligence du N. Testament, Roma 1954, nº 1093, pág. 277; cf. Berakot, nº 450, pág. 106. Para una comparación más amplia entre los datos evangélicos y los de aquel ambiente, cf. H.L. STRACK-P. BILLERBECK, Kommentar zum N. Testament aus Talmud und Midrash, 4 vol., Munich 31963).

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Otra categoría similar es la de la mujer que, al contrario de los hombres, no podía ir a donde quisiera. Habitualmente estaba encerrada en la casa, y era norma que en público no se pudiese hablar con una mujer, ni siquiera con la propia.17 Naturalmente no era admitida en la escuela18 y, en el ámbito religioso, ni siquiera obligada a decir las oraciones de la mañana y de la tarde. Con frecuencia, se designa también a los seguidores de Jesús como “los pequeños” (Mc 9,42; Mt 10,42; 18,10.14) o bien “los más pequeños” (Mt 25,40.45) o “los sencillos” (Mt 11,25). Esta expresión designa a los discípulos de Jesús como personas con poca formación religiosa, y como ésta era prácticamente la única formación que existía, como personas incultas. Pero no debemos hacernos la idea falsa de que todos los partidarios de Jesús eran únicamente los llamados “pecadores” y los pobres.19 Resumiendo, los seguidores de Jesús eran predominantemente personas que gozaban de baja reputación y estima: los pobres, publicanos y pecadores, mujeres: “los pequeños”, como probablemente gustaba de llamarles el mismo Jesús.

5. El estilo de relación de Jesús con los pobres: modelo de evangelización El modo como Jesús realizó su misión debió resultar, en aquel contexto, sorprendente, al menos, cuando no escandaloso. Porque Jesús, como veremos no ha evangelizado marcando las distancias respecto a los excluidos, sino desde la cercanía más entrañable, arriesgando incluso su fama, hasta el punto de llegar a decir de él sus adversarios no sólo que era un “comilón y un borracho amigo de publicanos y pecadores” (11,19) sino que estaba “poseído por Beelzebul” (Mc 3,22).

5.1.  Jesús acoge y dignifica a los pobres Jesús hace presente el reinado de Dios con hechos y palabras que se iluminan mutuamente. Él no se ha limitado a predicar, como si hubiese venido simple17.  Cf .STRACK-BILLERBECK, Kommentar zum N. Testament, v. II, 438 (sobre Jn 4,27). 18.  J. BONSIRVEN, Textes Rabbiniques, 418, n.1588, y 227, n. 911; cf. P. VISENTIN, “Povertà e Regno di Dio”, 58. 19.  Cf. infra pág. 11.

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mente a concienciar sobre el problema de los pobres: ha venido a estar con ellos y a liberarlos. Jesús cura a los enfermos, más allá de las prescripciones rituales o de las leyes del descanso sabático, resucita a los muertos, expulsa a los demonios, perdona a los pecadores. Como ya hemos dicho, los destinatarios de su obra son también las mujeres pecadoras, los recaudadores de impuestos y los marginados por la ley. La forma de proclamación de perdón por parte de Jesús que más debió impresionar fue el hecho de que Jesús compartiera la mesa con los pecadores, la comunión de mesa con ellos.20 Jesús los acoge en su casa (Lc 15,2) y en un banquete de fiesta se sienta a la mesa con ellos (Mc 2,15s par.). Además de las comidas con publicanos y pecadores, Jesús empleó otros medios para proclamar por medio de acciones el perdón. Lo hace haciéndose invitar públicamente por Zaqueo, el principal jefe de los publicanos en Jericó (Lc 19,5), o bien llamando a Leví, el publicano, para que le siga como discípulo (Mc 2,14; Mt 9,9; 10,3; Lc 5,27-28). Para darnos cuenta del alcance de esta acción debemos saber que en oriente acoger a una persona e invitarla a la propia mesa es una muestra de respeto. Y significa una oferta de paz, de confianza, de fraternidad y de perdón; en una palabra, la comunión de mesa es comunión de vida.21 Más aún, en el judaísmo, la comunión de mesa significa comunión ante los ojos de Dios, porque todo comensal, al comer uno de los trozos del pan que se ha partido, participa en las palabras de alabanza que el dueño de la casa ha pronunciado sobre el pan antes de partirlo. Por eso, las comidas de Jesús con publicanos y pecadores no son mera expresión de la extraordinaria humanidad de Jesús, de su generosidad, de su simpatía íntima y solidaridad con los despreciados. La significación de estas comidas es más profunda: son expresión de la misión y del mensaje de Jesús (Mc 2,17), celebraciones anticipadas del banquete salvífico del fin de los tiempos (Mt 8,11 par.) Por otro lado, el modo de relacionarse de Jesús con las mujeres sorprende si lo comparamos con las costumbres de la época, donde ni siquiera estaba permitido dirigirse a ellas en público.22 Por el contrario, Jesús habla con la Samaritana, suscitando la extrañeza de los discípulos (cf. Jn 4,27); cultiva la amistad con Marta y María, a quien encontramos dos veces a los pies de Jesús escuchando su palabra, actitud típica del discípulo (cf. Lc 10,38-42; Jn 11,32); se deja tocar por una mujer juzgada como pecadora (Lc 7,36-39) y por la hemorroisa considerada impura, a pesar de que sólo busca sacar provecho de Jesús (Mc 5,25-34). Jesús no tiene miedo de acogerlas en el círculo de los más íntimos (cf Lc 8,1-3). 20.  J. Jeremías, Teología, 140-44. 21.  Cf. 2 Re 25,27-30; Jer 52,31-34. 22.  Cf. supra pág. 11.

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Este modo de llevar a cabo Jesús su misión creó un verdadero escándalo durante su vida pública y suscitó la incomprensión y contestación, sobre todo, de los fariseos. Los evangelios muestran toda una gama de rechazo que va desde la incomprensión (Lc 15,29s) e indignación (15,2; 19,7; Mt 20,11), pasando por las injurias (Mt 11,19 par. Lc 7,24) y la acusación de blasfemo (Mc 2,7), hasta la incitación a los discípulos para que se separen del Maestro (Mc 2,16). Una reacción que, en aquel contexto, no debía sorprender porque la actuación de Jesús parecía contradecir todas las reglas de la piedad judía que pedían marcar distancias respecto a los pecadores.23 Es verdad que el judaísmo sabe que Dios es misericordioso y capaz de perdonar, pero sólo a los justos; para los pecadores está destinado el juicio. El pecador sólo puede alcanzar la misericordia y el perdón después de que haya demostrado la seriedad de su arrepentimiento por medio de la reparación y del cambio de su conducta. Entonces, y sólo entonces, el pecador podía ser objeto del amor de Dios. La actitud de Jesús en su relación con los pobres podemos sintetizarla en los siguientes rasgos: Jesús los ha amado y por ello los ha acogido como Dios los acoge y los ha mirado como Dios los mira: por lo que son y no sólo por sus carencias. Él ha visto en ellos no sólo ni principalmente sus carencias, sino a los destinatarios del Reino por voluntad del Padre (Lc 10,21).24 Como ya hemos indicado, Jesús los ha acogido desde la cercanía que posibilita la amistad y convivialidad con los excluidos y ha antepuesto sus intereses a los propios. Un buen ejemplo de esto nos relata el evangelio de Marcos. Jesús, después de la vuelta de los discípulos de la misión, los invita a ir a parte “a un lugar solitario, para descansar un poco” porque eran tantos los que iban y venían que “no les quedaba tiempo ni para comer”. Un proyecto que queda pospuesto, cuando Jesús, al desembarcar, “vió mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6,30-44). El amor de Jesús se traduce en com-pasión, que lleva a compartir el sufrimiento de los otros y desarrolla la reciprocidad 23.  En Qumrán, la comunión de mesa estaba abierta únicamente para los puros, para los miembros con pleno derecho. Para el fariseo, el trato con los pecadores pone en peligro la pureza del justo, su pertenencia al ámbito de lo santo y de lo divino. Un fariseo ni se hospeda como invitado en casa de un pecador ni lo acoge en su casa, sin que este se cambie vestiduras. Tienen prohibido compadecerse de quien no tiene conocimiento: “Esa gente que no conoce la Ley son unos malditos” (Jn 7,49). Cf. M. PÉREZ TENDERO, “Para enriquecernos con su pobreza”, en Reseña Bíblica 29 (2001) 31. 24.  Cf. A. Bravo, “La causa de los pobres, reto para una Iglesia evangelizadora”, en Cáritas Diocesana de Málaga (ed.), Congreso Los desafíos de la pobreza a la acción evangelizadora de la Iglesia, en la Diócesis de Málaga (Material de trabajo 3), Cáritas Diocesana, Málaga 1997, págs. 106-113.

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La ayuda de Jesús no les resulta humillante porque él defiende su dignidad: lo hizo con la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,3-11) y con la pecadora que se desvivía en gestos de gratitud a Jesús mientras que su anfitrión, el fariseo, no fue delicado en su recibimiento (Lc 7,36-49). Él les da nuevas oportunidades que culminan en la invitación a no pecar más e incluso a que le sigan; y esto sin suplantar su responsabilidad sino apoyándoles para que puedan ejercerla. Jesús siempre parte de sus necesidades y en diálogo con ellos les abre nuevos horizontes y posibilidades (Jn 4,1-30). Jesús confía en los pobres, a quienes acoge como personas, con quienes dialoga, a quienes considera sujetos y no meros objetos de su ayuda. Quizá el ejemplo más notable de esto sea la renovación de su llamada a los discípulos después de la resurrección; el vuelve a confiarles la misión a pesar de que a la hora de la verdad le habían abandonado. Jesús ha servido esperanzas de los pobres y sus posibilidades. Y lo ha hecho descubriendo sus esperanzas a partir de sus expectativas, muchas veces a ras de tierra y tan condicionados por el sufrimiento. Ellos acudían con sus expectativas humanas concretas, a través de las cuales mostraban su confianza en Jesús y sus esperanzas y él respondía a sus expectativas y les abría a los horizonte de la fe (Mc 9,23s.; Mt 15,28). En una palabra, Jesús les ha ofrecido ser protagonistas de su destino abriéndoles unos horizontes insospechados, que les invitaba pasar de sus expectativas iniciales a la acogida de su invitación a ser partícipes del Reino y alcanzar la vida eterna.

5.2. Jesús ha compartido la condición social de los pobres El autor de Hebreos fundamenta la compasión y misericordia del Señor en el hecho de que Jesús ha sido semejante en todo a nosotros, ha participado de nuestra “carne” y “sangre”, es decir, de nuestra condición humana frágil y limitada (cf. Hb 2,14.17). Más aún, él puede “compadecerse de nuestras flaquezas” porque ha “probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15; cf. 2,18). La cercanía y compasión de Jesús hacia los pobres y pecadores hunde su raíz en el misterio mismo de la encarnación. El evangelio de San Juan expresa bellamente el misterio de la encarnación: "La Palabra se hizo carne” (Jn 1,14); no le bastó hacerse hombre, sino que se hizo débil, limitado y caduco como indica el término carne. Como dice San Pablo “se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos” Corintios XIII nº 135

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(Flp 2,6-7). Para vislumbrar lo que significa este abajamiento basta contemplar lo que de la Palabra se afirma en el prólogo del Evangelio de Juan: estaba en Dios (Jn 1,1), era la luz (Jn 1,4) y la Palabra creadora “mediante la cual se ha hecho todo” (Jn 1,3). Hebreos nos dirá que es la Palabra por la que "había creado el mundo y las edades" (Hb 1,2), es decir, la que conduce la historia. La Palabra salvadora anunciada por los profetas, se ha hecho carne, ha asumido una condición humana concreta, histórica y por tanto limitada y caduca. El Hijo único de Dios se ha insertado en la historia de un pueblo y de la humanidad (Lc 3,23-38), no exenta de sombras,25 y ha compartido la situación social de los pobres. Es difícil afirmar con precisión cuál fue la situación económica de Jesús y su lugar en la escala socioeconómica de su tiempo, porque los evangelios nos dan pocos datos a este respecto. Los relatos de la infancia nos permiten deducir que Jesús nació en una familia de ambiente sencillo, pero no mísero, así nos lo indica que María tuviese parientes pertenecientes a las familias sacerdotales (Lc 1,5) y que José sea de la estirpe de David (Lc 1,27). La impresión que da el lugar de su nacimiento no es de una pobreza extrema (cf. Lc 2,7.12; Mt 2,11). A lo mimo apunta la ofrenda de María, un par de tórtolas o dos pichones (Lc 2,24). Jesús creció en Nazaret, un pueblo pequeño de la Baja Galilea, desconocido totalmente para el A.T., fuera de las vías de comunicación importantes de su tiempo y de no muy buena fama (Jn 1,46). Jesús tiene el oficio de carpintero (Mc 6,3), es decir, es un «manitas», un trabajador manual capaz de realizar todo tipo de chapuzas. Es verdad que no parece pertenecer al ambiente social de los miserables y desheredados, muy numerosos en su tiempo, pero tampoco al entorno de las grandes familias que vivían en las ciudades importantes de Galilea, ni a la de las ricas familias sacerdotales de Jerusalén. Para nuestro nivel de vida Jesús sería pobre, pero no viviría en la miseria. Como misionero itinerante no tiene lugar fijo de residencia (Mt 8,20; Lc 9,58). Pero algunos textos dan a entender que Jesús dispone de una casa (Mc 9,28), un lugar de residencia habitual (Jn 1,38s), al parecer en Cafarnaúm (Mc 2,1s; 9,33), probablemente la casa de Simón (Mc 1,29-35). En torno a Jesús se formó un grupo de discípulos. Algunos de ellos tenían un oficio de cierta solvencia, como Leví, recaudador de impuestos (Mc 2,13s). Otros, como la familia de los Zebedeo, tenían barca propia y hasta jornaleros (Mc 1,19s). Simón Pedro, como parecen demostrar las excavaciones de Cafarnaúm, poseía una casa de piedra y no todos vivían así en aquel tiempo. El grupo de Jesús tenía 25.  Entre sus antepasados hay patriarcas opulentos, esclavos en Egipto, pastor llegado a rey (David), carpintero (José), dos prostitutas Tamar (Gn 38,6-26) y Rajab (Jos 2,1), la extranjera Rut, una adúltera «la de Urías» (2 Sm 11,4).

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cierta organización económica: Judas se encargaba de administrar el dinero (Jn 12,6; 13,29). Incluso hacían limosnas dedicando cierta cantidad a los pobres (Jn 12,5; 13,29). Algunas mujeres se encargaban de proveer lo necesario para el grupo (Mc 15,41; Lc 8,3). Por otro lado, algunos amigos de Jesús no dan impresión de mucha pobreza, como Marta, María y Lázaro (Lc 10,38-42; Jn 11; 12,1ss). Lo mismo podemos decir de José de Arimatea y Nicodemo, que intervinieron en la sepultura de Jesús (Jn 19,38-42; Mc 15, 42-47).26 En una palabra, para sus parientes y vecinos, Jesús fue uno más del pueblo, plenamente identificado con ellos, de ahí su reacción de extrañeza durante la visita de Jesús a la sinagoga de Nazaret (Lc 4,22); algo también nos da a entender la reflexión de Mateo (13,53-58) y de Marcos en el texto paralelo (6,1-7): Jesús es un hombre como los demás, formando parte de lo cotidiano, que compromete su credibilidad, su mensaje, por su identidad humana. Era tan hombre que eso hace que los nazarenos lo rechacen. Juan, por su parte (7,1-18) nota que los que rechazan a Jesús son la gente de su familia, sus primos. El motivo del rechazo en Juan también es porque Jesús es un hombre, sencillamente un hombre como los demás. Es de origen modesto, no puede pretender entrar en la historia, no se puede creer en él si sale de Nazaret.

5.3. Jesús se ha identificado con los pobres (Mt 25,31-46) La escena del juicio final es impresionante: El Hijo del Hombre vendrá glorioso, rodeado con todos sus ángeles, y se sentará sobre el trono de su gloria. Todos los pueblos, toda la humanidad será reunida ante él. Inmediatamente, asumirá funciones que el pastor realiza al caer de la tarde: separar las ovejas de las cabras. Él separará a los unos de los otros, poniendo las ovejas a “su” derecha y las cabras a “la” izquierda. La acción se desarrolla en silencio. Este inicio del juicio muestra que no se trata, en primer lugar, de acoger una exhortación al amor al prójimo, sino de disponerse a la contemplación de Cristo que se revela y actúa al fin de los tiempos, poniéndonos ante la manifestación más plena de su identidad. El que ha sido presentado como Hijo del Hombre glorioso y ha asumido la función de pastor, ahora como Rey, llama benditos de su Padre a los de su derecha

26.  M. PÉREZ TENDERO, “Para enriquecernos”, 28-29.

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Jesús, esperanza y salvación de los excluidos

y les invita a heredar el Reino preparado para ellos desde la creación del mundo (vv. 40.45). Y esto porque han practicado la misericordia. Esta declaración del juez provoca una reacción de estupor y sorpresa: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos; sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te alojamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" (Mt 25,37-39). La sorpresa surge de la novedad de la identificación efectuada por el Rey: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40); porque el encuentro con los necesitados es considerado directamente un encuentro con el Hijo del Hombre-Rey-Juez. En la hora del juicio se revela el tesoro escondido en las relaciones personales tejidas o no con los indigentes. Ellas constituyen una auténtica relación con el Señor: El Hijo del Hombre es amado, de una manera concreta y real, aunque misteriosa, en cada uno de los necesitados. La reacción de sorpresa de los justos y de los rechazados pone de relieve la gratuidad del servicio. El texto no dice que hayan olvidado lo que han hecho, sino que ignoran haberlo hecho al mismo Hijo del Hombre. El sentido pleno de sus actos no se les revela más que en la última hora. Al mismo tiempo resalta que ellos les prestaron su ayuda exclusivamente por su condición de necesitados, al margen de las disposiciones subjetivas que estos pudieran tener. De esta manera, el texto invita a amar al otro por sí mismo, porque es persona y porque es último. Los pequeños no son servidos para servir en ellos al Señor. ¡No! Son servidos por su situación de indigencia, sin que esta ayuda aparezca ordenada a ningún otro fin. Y sólo así es servido el Señor en ellos. Esta identificación con los pobres que anuncia Jesús es paradójica. Reconocer a Cristo sufriente y muriente en los propios necesitados parece obvio. Pero que el Hijo del Hombre –Rey sentado sobre el trono de su gloria– se identifique con los necesitados es sorprendente. ¡Cristo el Hijo del Hombre glorioso, el Pastor, Rey y Señor, se identifica escandalosamente con los indigentes! “En los necesitados aparece la gloria de Cristo”.27

6.  Conclusión La relación de Jesús con los pobres, su actitud y compromiso, es para todos sus discípulos una llamada al compromiso, una invitación a optar decididamente 27.  J. GNILKA, Il vangelo di Matteo II, (Commentario teologico del Nuovo Testamento 23) Paideia, Brescia 1991, pág. 553.

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por los excluidos y concretar ese compromiso al estilo de Jesús. Este compromiso debe tener su raíz y fuente en el amor de Dios, que impide vivir indiferentes ante las necesidades de los demás, nos invita a salir de nosotros mismos y suscita la compasión que nos hace samaritanos y compañeros de camino. No cualquier modo de acercamiento y servicio a los pobres es adecuado para los discípulos de Jesús, sino el que nos permita acogerlos como hermanos, por lo que son y no sólo por sus carencias, desde la mayor cercanía posible. Un tipo de acogida que exprese nuestra confianza inquebrantable en sus personas y posibilidades, que respete y defienda su dignidad, que permita hacerlos protagonistas de su destino y abrirlos a la esperanza definitiva: saberse amados incondicionalmente por Dios e invitados a vivir como hijos suyos y hermanos de todos los hombres. Dado que la injusticia es la principal causa de la pobreza y no la mera escasez de recursos, el compromiso no puede limitarse a atender a los excluidos, a paliar las consecuencias de la injusticia que se ceba en ellos, sino que, ante todo, tiene que empeñarse en la transformación de la sociedad, desde la lucha por la justicia, para que ésta deje de ser excluyente y se haga accesible a los más desfavorecidos. Como afirmaba Juan Pablo II, “es la hora de un nueva ‘imaginación de la caridad’, que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno” Es necesario un modelo de actuación que permita “que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como ‘en su casa’”28 Ojalá que este modo de actuar permitiera apropiarnos las palabras de San Pablo: “¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios.Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios” (1 Cor 1,26-29).

28.  JUAN PABLO II, Novo Millennio ineunte, n. 50.

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Grandes testigos de la caridad

Monseñor Óscar Romero

Emilio Martínez Navarro y José Manuel Mira Ros Profesores Universidad de Murcia. Comité Óscar Romero

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Resumen: A través de diez relatos, el artículo desarrolla en detalle los principales acontecimientos que tuvieron lugar en la vida de monseñor Romero, para comprender cómo se produjo su evolución desde una vivencia de la caridad como asistencialismo hacia una vivencia profética de la caridad. Una caridad que fue despertando en él de manera paulatina a medida que fue siendo cada vez más consciente de la gravedad de la situación de injusticia que se había instalado desde hacía muchos años en su pequeño país centroamericano. Esta forma de comprender la caridad como denuncia de los abusos y de las estructuras socio-económicas que amparan y mantienen impune la injusticia fue la causa de su muerte. Palabras clave: mártir, caridad solidaria y profética, pueblo crucificado. Abstract: Through ten stories, the paper explores in detail the main events in the life of Monsignor Romero, in order to understand how it evolved from an experience of charity as aid towards a prophetic experience of charity. A charity that awoke in him gradually as he became increasingly aware of the degree of injustice that for many years had been installed in his small Central American country. This way of understanding charity as the denouncing of abuse and the socio-economic structures that protect and maintain injustice would be the cause of his death. Key words: martyr, charity of solidarity and prophecy, people crucified.

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Monseñor Óscar Romero

1. Mártir por la caridad solidaria y profética con el pueblo masacrado ¿Por qué alguien de las altas esferas del poder de El Salvador envió sicarios que asesinaron a monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, mientras celebraba la eucaristía en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, en San Salvador, el 24 de marzo de 1980? ¿Por qué este hombre, bueno y santo como pocos, acabó sus días tiroteado ante el altar a los 62 años de edad? ¿Qué pudo haber hecho este pastor de la Iglesia salvadoreña para merecer tanto odio de parte de ciertos sectores políticos de su país, de manera que estos ordenaran su muerte? El martirio de monseñor Romero nos hace rememorar el pasaje evangélico de Juan 15, 13: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Porque en efecto, vistas las cosas con la perspectiva que da el tiempo y los testimonios de quienes le conocieron, lo que ocurrió ese 24 de marzo de 1980 fue precisamente que nuestro hermano Romero culminó su entrega de amor a todos, especialmente a los masacrados y desaparecidos de su tierra. Dio la vida por defender pacíficamente los derechos humanos elementales de millones de campesinos y obreros anónimos, cuya sangre clamaba a diario ante la conciencia cristiana del arzobispo y de todas las personas de buena voluntad. Él había asumido su previsible destino desde meses atrás, cuando pronunció la frase “… y si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”. El martirio de monseñor Romero fue la consecuencia indeseable de su caridad sincera y profunda hacia las víctimas de un nuevo holocausto que se estaba produciendo en su país a finales de la década de los setenta del siglo XX. Una caridad que fue despertando en él de manera paulatina a medida que fue siendo cada vez más consciente de la gravedad de la situación de clamorosa injusticia que se había instalado desde hacía muchos años en su pequeño país centroamericano. Hubo, en efecto, un proceso de conversión de la persona de Óscar Romero, que evolucionó desde una cierta concepción de la caridad como asistencialismo, como ayuda paternalista que pone vendas en las heridas sin cuestionar el sistema que provoca dichas heridas, hacia una nueva concepción de la caridad como actitud profética, como denuncia de los abusos y de las estructuras socio-económicas que amparan y mantienen impune la injusticia. Y por eso lo mataron. Porque llegó a ser una voz profética que se hizo insoportable para los poderes establecidos en el país. Pero veamos con algo más detalle cuáles fueron los principales acontecimientos que tuvieron lugar en la vida de monseñor Romero, puesto que así entenderemos mejor cómo se produjo semejante evolución desde una vivencia de la caridad como asistencialismo hacia una vivencia profética de la caridad. 236

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2. El padre Romero: un hijo del pueblo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero y Galdámez nació en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, en El Salvador, el día 15 de agosto de 1917. Fue el segundo de la familia de ocho hermanos que tuvo el matrimonio formado por el telegrafista Santos Romero y su esposa Guadalupe Galdámez. En su infancia fue aprendiz de carpintero, estudioso y rezador, de salud muy frágil y temperamento introvertido. Ingresó en el Seminario Menor de la ciudad de San Miguel a los trece años de edad, y prosiguió sus estudios eclesiásticos en San Salvador y en Roma, ciudad en la que vivió desde 1937 a 1943, de modo que gran parte de la Segunda Guerra Mundial la vivió en Italia. En esa etapa fue alumno de monseñor Montini, que posteriormente llegaría a ser el Papa Pablo VI. Fue ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942 y regresó a El Salvador en 1943. De 1944 a 1967 fue párroco en la ciudad de San Miguel. Los testimonios de esta etapa de su vida apuntan a que Romero se comportaba como un buen cura de la época: presidía las misas y rosarios, se mantenía en el confesionario durante largas jornadas atendiendo a los feligreses y se preocupaba al mismo tiempo de dar cobijo a transeúntes que no tenían dónde dormir y de dar limosnas a los pobres: “… el montón de mendigos se ponía a hacer fila a la orilla del muro de la iglesia, seguros de que a cada uno le iba a caer su peseta, la cuarta parte de un colón, porque el padre Romerito nunca les decía que no y siempre andaba monedas en la bolsa de su sotanón negro. Y buscaban cómo estarse quietos en la fila, callados. Y recibían. […] Y al día siguiente volvían y repetían la misma fila, crecida. Y otros que llegaban después les tocaba almuerzo o cena o el hospedaje para la dormida. Y si aparecían campesinos les daba para el pasaje de regreso. Y también recogía borrachos en su convento. Y ancianitos y lustradores. Romero era tipo San Vicente de Paúl, el pobrerío andaba detrás de él. Claro que con su mentalidad: le sacaba limosna a los ricos para dársela a los pobres. Así a los pobres les alivianaba sus problemas y a los ricos su conciencia. (Testimonio de Rutilio Sánchez)”1. En efecto, durante los años que ejerce de párroco en San Miguel, trabaja incansablemente en la labor pastoral, vive austeramente, y manifiesta su caridad en la atención cotidiana a los necesitados que se acercan a la casa parroquial. Mantiene amistades en los ricos cafetaleros de los que obtiene limosnas para atender las necesidades de los pobres. Se relaciona con borrachos y prostitutas y da cobijo a los 1.  María López Vigil: Monseñor Romero. Piezas para un retrato. http://www.sicsal.net/romero/PiezasParaUnRetrato/PiezasParaUnRetrato.pdf , p. 10.

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transeúntes en los locales de la iglesia. Ejerce su labor pastoral y asistencial desde una posición conservadora: “¿El padre Romero? Amigo de pobres y amigo de ricos. A los ricos les decía: amen a los pobres. Y a nosotros los pobres nos dijo: amen a Dios, que él sabe lo que hace poniéndolos a ustedes los últimos en la fila, ya después tendrán el cielo. Y a ese cielo que nos predicaba él, irían los ricos que dieran limosna y los pobres que no diéramos guerra. (Testimonio de María Varona)”2. Por otra parte, ya desde esa época los testimonios son unánimes en cuanto a que el padre Romero ama intensamente a la Iglesia y al papa, estudia sus documentos y mantiene un diálogo permanente con Dios a través de la oración. En ese periodo histórico el país vive sometido al poder oligárquico de unas pocas familias terratenientes cafetaleras, que oprimen a la población campesina con salarios de miseria, por lo que la situación social es cada vez más conflictiva. El pueblo se está organizando en asociaciones que resisten contra ese poder y determinados sectores de la iglesia se muestran muy activos en apoyo de dicha organización. Pero el padre Romero se queda al margen de todo ese proceso y se siente personalmente violentado, porque opina que la Iglesia debe quedar al margen de toda controversia social y que ha de dedicarse exclusivamente a sus labores pastorales y asistenciales. Sin embargo, en el ambiente eclesial se está produciendo la renovación que impulsó la Segunda Asamblea General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Medellín (Colombia) en agosto de 1968.

3.  Traslado a la capital y primeros años como obispo: miedo a los cambios y lento descubrimiento de la injusticia y la persecución (1967-1974) En 1967 fue trasladado a San Salvador y nombrado secretario de la Conferencia Episcopal. Poco después, a mediados de 1970, el papa Pablo VI le nombra Obispo Auxiliar de la archidiócesis de San Salvador, cargo en el que permaneció hasta 1974. En esta etapa de su vida se le recuerda como una persona muy poco sociable, asustado por los aires de reforma introducidos por el Concilio Vaticano II y por los documentos de Medellín, hasta el punto de enfrentarse abiertamente 2.  Ob. cit., p. 15.

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a muchos sacerdotes y comunidades porque no aceptaba que se cuestionase la versión dada por el gobierno de turno en muchos incidentes graves que ocurrieron en el país, como el fraude electoral de 1972 y el inmediato desalojo violento de la Universidad Nacional. Como director del semanario diocesano Orientación, impulsó una línea ideológica hostil a los jesuitas, a las comunidades de base y a cualquier iniciativa que tuviese implicaciones de denuncia de la injusticia, con la excusa de que ese tipo de iniciativas supuestamente se alejaban del Magisterio de la Iglesia y se acercaban peligrosamente a la sociología marxista. Sin embargo, algunos testimonios indican que ya hubo algunos sucesos en esta etapa que comenzaron a minar su confianza en el régimen militar corrupto que gobernaba el país: por un lado, comenzó a recibir noticias fidedignas de torturas y asesinatos perpetrados por las fuerzas armadas contra campesinos indefensos, como el que le relata el seminarista Miguel Ventura a su regreso de un poblado del municipio de San Miguel, en marzo de 1972; por otro lado, el propio monseñor Romero fue detenido junto al sacerdote Inocencio Alas cuando acompañaba a éste de regreso a su parroquia, en la localidad de Suchitoto. En todo caso, quienes le conocieron en esta etapa aseguran que siempre fue una persona honesta, que jugaba limpio conforme a lo que le dictaba su conciencia.

4. Obispo de la diócesis Santiago de María (1974-1977): caridad solidaria y mayor conciencia de la injusticia En 1974 lo nombran obispo de Santiago de María. En los casi tres años que permanece al frente de esta diócesis cafetalera y algodonera, se vuelve a topar con la miseria de los campesinos, que ya había conocido en su niñez y en su etapa de párroco en San Miguel, pero en esta ocasión las condiciones sociales han empeorado. El gobierno plantea una reforma agraria, que Romero ve con esperanza, pero que finalmente es abortada por las oligarquías y da lugar a una fuerte represión. El nuevo obispo se encuentra en Santiago de María con el sudor y la sangre de las víctimas, se reencuentra con sus orígenes humildes y tiene la enorme suerte de encontrarse también con un pueblo y con unos sacerdotes que, con respeto, pero también de forma inequívoca, no vacilan en enfrentarlo con la verdad de la dura “realidad nacional”, que resuena y recibe ecos a través de los documentos de Medellín, y con sus propias contradicciones. Corintios XIII nº 135

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En esta etapa el obispo Romero sigue practicando la caridad asistencial con cierta sensibilidad respecto a las necesidades básicas de las personas, como muestra el siguiente testimonio: “Santiago de María está a mil metros sobre el nivel del mar. Los meses de cosecha del café son muy fríos y en las noches hace hielo. El primer año él no se había fijado, pero el segundo ya se dio cuenta que los campesinos que llegaban para las cortas de café en las haciendas maldormían en las aceras, regados por la plaza, tilintes por el frío. –¿Qué se puede hacer? –dice un día. –Monseñor, usted tiene la solución. Mire esa casona que fue colegio y que está cerrada. ¡Abra eso! La abrió. Allí cabían hasta trescientos. Abrió también una salita donde las hacíamos reuniones del clero, allá entraban otros treinta. Así se le fue dando a bastante gente la dormida bajo techo.  –Y me les sirven algo caliente por la noche, un vaso de leche o de atol –esa orden le dio él a los de Cáritas.  Mientras bebían aquello y entraban en calor, Romero se iba a platicar con los campesinos y pasaba escuchándolos su buen rato. Así fue entendiendo que no eran cuenteretes los problemas de los que tanto le habíamos hablado. (Testimonio de Juan Macho)”3. En efecto, a través de la escucha atenta de las experiencias y opiniones de los campesinos pobres, monseñor Romero comenzó a tener una visión más atinada de la realidad del país, y particularmente de la situación de postración y abandono en que se hallaban los campesinos de su diócesis. Veamos otro ejemplo de dichas experiencias: –Padre –me sale un día–, ¿qué es eso del sistema de las ayudas? –¡Eso es un grandísimo abuso, monseñor! Mire cómo es: los capataces, igual los de haciendas de café que de algodón, inscriben un equis número de trabajadores en la plantilla, pero siempre menos de los que necesitan. ¿Qué hacen después? Aceptan a todo el resto que llega, pero como ayudantes. Y a éstos sólo les pagan por lo que pesa la lata de café o el costal 3.  Ob. cit., p. 37.

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de algodón que cosechan, pero ni les dan nada de comida ni les pagan el día séptimo.  –¿Y por qué hacen eso?  –Porque así se ahorran un montón de plata, les sale una buena cantidad de mano de obra más barata. Siempre aparecen campesinos necesitados y siempre hay cosecha que recoger. Así que ¡negocio redondo! –Pero, ¿cómo es posible que gente tan cristiana consienta estas cosas? –¡Pues consienten más! ¿Sabe usted cómo reparan estos cristianos tan amigos suyos tamaña zanganada? Pues con un regalito de Navidad. En tal hacienda, donde son íntimos amigos suyos, ¿sabe qué le regalaron a cada trabajador que corta algodón chicharroneándose el lomo bajo esos solazos? Un calzoncillo que vale tres pesos. ¡Y tres pesos es lo que les han quitado diario dejándolos sin comer durante todo el día!  –No es posible, padre…  Más le contaba, más se apesaraba él.  –Monseñor, ¿por qué no va usted a la finca de ese otro amigo suyo y va a ver cómo en la pizarra se anuncia sin ninguna vergüenza que el jornal diario es de 1.75 colones, completamente por debajo de lo legal?  –¿Pero el mínimo que marca la ley no es 2.50? – Lo es.  – ¿Y qué dicen de esto los inspectores de Trabajo?  – Esos no dicen nada, se callan con una mordida que les dan los capataces.  – No puede ser…  – No me crea a mí, compruébelo usted mismo.  Se fue a la finca a comprobarlo.  – Tenía razón, padre –me dice a la vuelta–. Pero, ¿cómo es posible tanta injusticia?  Corintios XIII nº 135

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– Monseñor, fue de todo ese mundazo de injusticias de lo que se habló en Medellín.  – Medellín, Medellín… (Testimonio de Juan Macho)4. Las reticencias que el obispo Romero había tenido con respecto a los documentos de Medellín se fueron diluyendo en la medida en que su corazón se iba abriendo a la compasión amorosa por las víctimas de la explotación, el abuso y la crueldad.

5. Nombramiento de arzobispo de San Salvador y asesinato de Rutilio Grande (1977): ¿Cómo amar a quienes nos matan? En febrero de 1977 monseñor Romero fue nombrado arzobispo de San Salvador, en sustitución de monseñor Luis Chávez González, que se jubilaba, tras haber estado al frente de la arquidiócesis durante 38 años. Por esas mismas fechas se llevaron a cabo en el país las enésimas elecciones generales fraudulentas, en las que accedió al poder el general Carlos Humberto Romero. El 27 de febrero, el ejército disparó contra una concentración de manifestantes que protestaban en una plaza de la capital por el fraude electoral y hubo cientos de víctimas mortales. Pocos días después, el 12 de marzo de 1977, el padre Rutilio Grande, párroco de Aguilares y amigo personal de monseñor Romero, fue asesinado a tiros en su coche, junto con dos personas que le acompañaban en sus labores pastorales. monseñor Romero quedó fuertemente impresionado por este terrible suceso. En la noche del mismo día del asesinato, monseñor Romero se presentó en Aguilares para el velatorio y presidió una primera eucaristía a las cuatro de la madrugada, en la que, según los testimonios, su visión de la realidad indicaba un cambio de actitud con respecto a la que había mantenido en los años anteriores. Dos días después envió una carta al presidente de la nación en la que exigía una investigación sobre los hechos y la aplicación de la ley a los culpables. En la misma carta anunciaba que “la Iglesia está dispuesta a no participar en ningún acto oficial del gobierno mientras éste no ponga todo su empeño en hacer brillar la justicia sobre este inaudito sacrilegio que ha consternado a toda la Iglesia y probado en todo el país una nueva 4.  Ob. cit., p. 38.

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ola de repudio a la violencia”5. María López Vigil comenta que Monseñor Romero cumplió su palabra y jamás volvió a participar en ningún acto oficial6. Con el asesinato del jesuita Rutilio Grande se plantea la idea de la Misa Única para el domingo 20 de marzo de 1977: una misa en catedral que sustituya a todas las misas de ese día. Era un acto de protesta ante tanta represión, un símbolo, una provocación para el gobierno y una situación muy embarazosa para la diplomacia vaticana. El debate fue largo y las argumentaciones encontradas.Tomada la decisión, no exenta de dudas, las presiones fueron enormes. El nuncio le conmina a suspenderla. Romero vacila. El padre Alas le dice “¿por qué no va y habla con el Señor y deciden entre los dos qué es lo que hay que hacer?”. Romero se retira a la capilla y al cabo de una hora regresa despacito… “¿Ya hablaron?”, le pregunta el padre. “Sí, Chencho, ya hablamos. Él también está de acuerdo”7. La Misa Única reunió a más de cien mil personas en una plaza de San Salvador, y fue concelebrada por casi todos los presbíteros de la archidiócesis, reunidos en torno a monseñor Romero. La respuesta que se quiso dar ante los asesinos y sus cómplices fue la de unidad de la Iglesia en torno a la eucaristía, celebración del amor y de la memoria de Jesucristo, abierta a todo el que quisiera participar. Fue un momento decisivo en la vida de monseñor Romero, según los testimonios, y con la perspectiva que proporciona el paso del tiempo, fue sin duda un momento de maduración para él en cuanto a su manera de ver su tarea pastoral y en cuanto a su concepción de la caridad cristiana. En efecto, no sólo cambió en esos días su perspectiva respecto al modo en que debe comportarse el buen pastor en relación con su pueblo, pasando de una relación distanciada y burocrática a una relación de cercanía y solidaridad plena, sino que también se puso a prueba su concepto de la caridad cristiana al tener que afrontar los terribles episodios en los que la propia Iglesia empezaba a ser perseguida por enemigos feroces, asesinos de religiosos y de laicos a quienes monseñor Romero consideraba hermanos: ¿Cómo amar a quienes nos persiguen de forma violenta y sanguinaria? ¿Qué nos pide el ejercicio de la caridad cristiana en situaciones tan excepcionales? La respuesta la fue encontrando monseñor Romero desde esos primeros días de arzobispo hasta el momento mismo de su muerte de mártir: la caridad cristiana, ante el enemigo que nos mata, nos compromete a dar testimonio de unidad en la denuncia no violenta de la injusticia, poniéndonos del lado de las víctimas, acompañando a quienes sufren la persecución y resistiendo a la violencia con la palabra de Dios y la práctica de la oración.

5.  Carta enviada al presidente en funciones, Coronel Molina, el 14 de marzo de 1977. Citada por James R. Brockman en La palabra queda. Vida de monseñor Óscar Romero, UCA Editores, 1985. 6.  María López Vigil: Monseñor Romero. Piezas para un retrato, cit., p. 58, nota 1. 7.  Ob. cit., p. 64.

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Con respecto a su cambio de actitud hacia los pobres, monseñor Ricardo Urioste8 refiere que en una ocasión monseñor Romero le decía: “Es sorprendente que Jesús, en sus enseñanzas, siempre tuviera presentes a los pobres de una manera preferente. En dos de sus discursos, el del sermón de la montaña y en Nazaret, se refiere a los pobres y a los que sufren”. Subrayamos el hecho de que parece sorprenderse por detalles del evangelio que conocía perfectamente desde muy joven. Sin duda su sorpresa se refiere mucho más al corazón que al intelecto: se está produciendo una transformación profunda en su concepción de la caridad y en la experiencia de la misma enraizada en el diálogo con Dios. En cuanto a la oración, monseñor Romero dijo: “Dentro del corazón de cada hombre hay algo así como una celda íntima a la que Dios desciende para una conversación privada. Es allí donde el hombre decide su propio destino, su papel en el mundo. Vivimos demasiado fuera de nosotros mismos. Muy poca gente examina su interior, y por eso hay tantos problemas. Si todos lo que estamos cargados por tantos problemas entráramos ahora mismo en esa pequeña celda y desde allí oyéramos la voz del Señor hablándonos en nuestra conciencia, ¿cuánto podría cada uno de nosotros hacer para mejorar el medio ambiente, la sociedad y la familia en que vivimos?” (Homilía del 10 de julio de 1977) 9. Y no se trataba sólo de un discurso bien sonante. Respondía a una práctica consolidada en monseñor Romero desde niño. En una ocasión, en diciembre de 1979, se ausentó de una reunión en la que departía con un cardenal y un alto cargo del gobierno, y como pasaba el tiempo y no volvía, su secretario monseñor Urioste fue a buscarlo. Lo encontró en la capilla. “Monseñor, esos señores lo están esperando”. “Sí, voy enseguida”, dijo. Piensa Urioste que había ido ante Dios para consultarle cómo responder a esos señores10. Los que le conocieron de cerca dicen que Romero era un hombre tímido que se transformaba en las homilías. Durante la semana se reunía varias horas con un equipo de curas y de laicos para reflexionar sobre la situación del país, para ayudarse a preparar sus homilías. El grupo era de sensibilidad plural. Romero cuidaba ese aspecto. Cuando todos se marchaban Romero se sentaba a organizar sus ideas

8.  Ricardo Urioste: “Óscar Romero: un santo para el siglo XXI”, conferencia disponible en: http:// www.sicsal.net/articulos/node/257 (consultado el 13 de febrero de 2010). 9.  Las homilías de monseñor Romero están disponibles en diversas ediciones y también en: http:// www.sicsal.net/homilias.php 10.  Ricardo Urioste, ob. cit. (consultado el 13 de febrero de 2010).

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y a orar. “Soy testigo de haberlo visto más de una vez en su cuarto, de rodillas, desde las diez de la noche del sábado hasta las cuatro de la mañana del domingo. Preparando su homilía. Dormía un rato y a las ocho ya estaba en Catedral […] quien no le conoció dice que a monseñor Romero le hacían las homilías. De hacérselas alguien, ¡se las hacía el Espíritu Santo!” 11. Ya desde antes del asesinato del jesuita Rutilio Grande, El Salvador está sumido en una espiral de represión contra los campesinos considerados “subversivos” y contra los sacerdotes y religiosos a quienes el gobierno considera instigadores de la subversión. Muchos sacerdotes extranjeros fueron expulsados del país o se les prohibió la entrada al regreso de algún viaje al extranjero. La principal excusa del gobierno para llevar a cabo detenciones ilegales, torturas, asesinatos y “desapariciones” es la existencia de grupos guerrilleros que en algunos momentos atentan contra personas y propiedades de los poderes fácticos del país. Sin embargo, es preciso aclarar que la Iglesia salvadoreña en general, y monseñor Romero en particular, rechazó la violencia como medio legítimo para resolver los conflictos, pero manteniendo la denuncia de las injusticias y reclamando el derecho de los pobres a organizarse en asociaciones y sindicatos. Pero esta actitud de “opción preferencial por los pobres” irritaba a los grandes terratenientes y empresarios, que con ayuda de las fuerzas armadas y de los medios de comunicación no dejaron de hostigar a los movimientos sociales con toda clase de atentados y calumnias. En pocas semanas desde su nombramiento como arzobispo, monseñor Romero pasó de ser considerado un aliado por los sectores dominantes, a ser visto como un traidor, un subversivo y un comunista. Pero, en realidad, monseñor Romero no abandonó en esos días la fe cristiana para convertirse en un seguidor de Marx y Lenin, ni nada por el estilo. ¿Qué había pasado entonces? En este punto merece la pena comentar que el trabajo pastoral que llevaban a cabo los sacerdotes como Rutilio y tantos otros que fueron asesinados como él en aquellos días no fue una tarea distinta de la estrictamente evangelizadora. En la homilía de la Misa Única del funeral de Rutilio Grande, Romero lo explica así: “La liberación que el padre Grande predicaba es inspirada por la fe, una fe que nos habla de una vida eterna, una fe que ahora él con su rostro levantado al cielo, acompañado de dos campesinos, la ofrece en su totalidad, en su perfección, la liberación que termina en la felicidad en Dios; la liberación que arranca del arrepentimiento del pecado, la liberación que apoya en Cristo la única fuerza salvadora; ésta es la liberación que Rutilio Grande ha predicado, y por eso ha vivido el mensaje de la Iglesia. Nos da 11.  María López Vigil, ob. cit., pp. 210-211.

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hombres liberadores con una inspiración de fe, y junto a esa inspiración de fe. En segundo lugar, hombres que ponen a la base de su prudencia y de su existencia una doctrina: la doctrina social de la Iglesia. La doctrina social de la Iglesia que les dice a los hombres que la religión cristiana no es un sentido solamente vertical, espiritualista, olvidándose de la miseria que los rodea. Es un mirar a Dios, y desde Dios mirar al prójimo como hermano y sentir que todo lo que hiciereis a uno de estos a mí me lo hicisteis”. (14 de marzo de 1977). En otras palabras: el arzobispo comprende ahora de lleno, ante el martirio de su amigo, que lo que hacían aquellos sacerdotes y religiosos perseguidos de un modo ilegal y tiránico era dar cumplimiento al precepto evangélico del amor, de la caridad cristiana correctamente entendida como compromiso con las necesidades del prójimo que sufre, como compromiso con el prójimo como Cristo viviente que necesita la ayuda de sus hermanos. Desde esta perspectiva, la puesta en práctica de la doctrina social de la Iglesia puede parecer subversiva e irritante para quienes detentan privilegios, riquezas y poderes que proceden de una injusta distribución de los bienes materiales, pero el hecho de que tales grupos privilegiados se sintieran amenazados por las reclamaciones de justicia social de las comunidades cristianas que animaban aquellos sacerdotes y religiosos no es suficiente razón para considerar que éstos hubieran abandonado la fe, sino que, por el contrario, lo que estaban haciendo era, precisamente, poner en práctica la fe en el Dios Amor. El propio Romero reconoció posteriormente que el asesinato del padre Grande significó un cambio en su manera de ver las cosas, una comprensión nueva, de corazón, de los principios del Vaticano II y a los mensajes de Medellín que insistían en la opción preferencial por los pobres. De ahí que podamos señalar que se produce en esos momentos un cambio definitivo en su modo de entender la caridad cristiana que se venía gestando desde años atrás, desde una concepción meramente asistencialista y espiritualista del amor cristiano a una visión profética que, sin descuidar las tareas asistenciales, añade ahora la denuncia de las estructuras injustas que mantienen el sufrimiento de los débiles y marginados. Esta nueva visión de la caridad conlleva los riesgos que acabarán con su vida en el martirio, como suele ocurrir con los auténticos profetas de Dios: nadie tiene mayor amor que el da la vida por quienes ama.

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6. Caridad profética en tiempos de persecución mortal a los campesinos y a la Iglesia comprometida con ellos (1977-1980) Entramos ya en el relato de la última fase de la vida de monseñor Romero, en la que podríamos destacar algunos aspectos importantes para comprender esa caridad cristiana de carácter profético de que venimos hablando: por una parte, el compromiso asistencial se manifestó especialmente en el Socorro Jurídico, un servicio del Arzobispado de San Salvador para investigar, verificar y denunciar las violaciones concretas de los derechos humanos y prestar todo tipo de ayuda jurídica a los afectados por las distintas formas de represión; por otra parte, la denuncia ejercida por monseñor Romero a través de diversos medios, pero muy especialmente a través de sus homilías de la misa dominical, que llegaron a convertirse en un fenómeno mediático de gran magnitud, sobre todo entre los campesinos pobres y los habitantes de los barrios marginales, que vieron que la voz del arzobispo era la única que se alzaba con valentía para reclamar el cese de la terrible represión que cada día se cobraba nuevas víctimas. En estos tres años de intensa vida pública sus homilías eran mucho más que un comentario al Evangelio seguido de algunos consejos a los feligreses. La misa dominical en Catedral (sin artículo, como a él le gustaba) se convertía en un espacio vibrante en el que Romero proclamaba la palabra de Dios encarnada en la realidad del sufrimiento y la muerte del pueblo salvadoreño. Romero, que había llegado a arzobispo con el apoyo de los poderosos, fue ganándose la confianza y el cariño del pueblo pobre, reprimido y masacrado, porque sus homilías eran la voz de la verdad, la “voz de los sin voz”, la voz de aquellos que, con sus múltiples aplausos durante las mismas, manifestaban la identificación con su arzobispo. Se trasmitían por radio, dentro y fuera del país y eran escuchadas por amigos y enemigos; por visitantes extranjeros, periodistas, políticos, etc., que conocían de esa manera lo que realmente estaba sucediendo en esos días y escuchaban en los labios de Romero una palabra para denunciar la violencia del lado que fuera, para consolar, para llamar al arrepentimiento, para vincular la palabra del evangelio con el sufrimiento del pueblo; contaba Romero para ello con el equipo del Socorro Jurídico. En ocasiones, ante los sabotajes realizados a la emisora del arzobispado hubo de utilizarse un teléfono conectado a una emisora que emitía por onda corta desde Costa Rica. Como dice Jon Sobrino, “Con la palabra de Dios en las manos y sus ojos clavados en los rostros concretos de los pobres, su palabra cobraba la fuerza de los antiguos profetas de Israel y de Jesús”. Corintios XIII nº 135

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En los siguientes apartados vamos a ir describiendo las características más destacadas del mensaje que Romero trasmite con su palabra y su vida. Él era consciente de que su opción preferencial por los pobres entrañaba serios riesgos para sí y para los demás (en una ocasión descubrieron una carga de dinamita en Catedral). “Pero yo no temo a nada. ¿Y sabe por qué? Porque yo me atengo a decir solamente lo que a la luz de la oración yo percibo que Cristo y mi Dios me dicen qué debo decir”12.

7. El pueblo es mi profeta Para la misa de madrugada ante el cadáver de Rutilio Grande, Óscar Romero eligió el texto del evangelio de san Juan: “Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por sus amigos”. Jon Sobrino, que estaba presente describe el proceso de transformación producido en Romero del siguiente modo: “Creo que ante el cadáver de Rutilio, a monseñor se le cayó la venda de los ojos: Rutilio tenía razón. El tipo de pastoral, de Iglesia y de fe que promovió Rutilio eran las verdaderas. Más hondamente aún, si Rutilio murió como Jesús, si mostró el mayor amor de entregar su vida por los hermanos, es que también su vida y su misión habían sido como las de Jesús; Rutilio había sido un insignificante seguidor de Jesús. En resumen, no era Rutilio Grande, sino él el equivocado; no era Rutilio quien debiera haber cambiado, sino él, Óscar Romero”13. Con palabras diferentes, pero en el mismo sentido, se manifiesta monseñor Rivera y Damas, que a la muerte de Óscar Romero fue nombrado administrador apostólico de la archidiócesis de San Salvador hasta que, en 1983, fue confirmado como arzobispo. “Un mártir dio vida a otro mártir. Delante del cadáver del padre Rutilio Grande, monseñor Romero en su vigésimo día de arzobispo, sintió el llamado de Cristo para vencer su natural timidez humana y llenarse de la intrepidez del apóstol. Desde aquel momento, monseñor Romero dejó las tierras paganas de Tiro y Sidón, y marchó libremente hacia Jerusalén”14. 12.  Citado por Jesús Delgado en Oscar A. Romero: biografía. UCA editores, 1990, p. 128. 13.  Martin Maier: Monseñor Romero, maestro de espiritualidad, UCA Editores, 2005, p. 100. 14.  Ibid.

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El mismo Romero refiere el cambio que se obró en él –nunca aceptó el término conversión– en una conversación con el padre César Jerez, con ocasión de ser llamado a Roma en marzo de 1977. La cita es larga pero muy significativa: “Caminábamos por la Via della Conciliazione. Al fondo, la cúpula del Vaticano. Ya era muy noche. Yo sentí que aquel hielito, lo oscuro, el silencio, favorecían las confidencias. Me atreví a hacerlo hablar. – Monseñor, usted ha cambiado, eso se nota en todo… ¿Qué pasó? Yo al grano, como el chompipe. Aventado. – ¿Por qué cambió usted, monseñor? – Vea, padre Jerez, yo también me hago esa misma pregunta en la oración –se paró y se quedó callado–. – ¿Y halla alguna respuesta, monseñor? – Alguna, sí. Es que uno tiene raíces… Yo nací en una familia muy pobre. Yo he aguantado hambre, sé lo que es trabajar desde cipote. Cuando me voy al seminario y le entro a mis estudios y me mandan a terminarlos aquí a Roma, paso años y años metido entre libros y me voy olvidando de mis orígenes. Me fui haciendo otro mundo. Después, regreso a El Salvador y me dan la responsabilidad de secretario del obispo de San Miguel. Veintitrés años de párroco allá, también muy sumido entre papeles. Y cuando ya me traen a San Salvador de obispo auxiliar, ¡caigo en manos del Opus Dei! y ahí quedo… Caminábamos despacio, me parecía que Romero tenía ganas de seguir hablando. – Me mandan después a Santiago de María y allí sí me vuelvo a topar con la miseria. Con aquellos niños que se morían nomás por el agua que bebían, con aquellos campesinos malmatados en las cortas de café. Ya sabe, padre, carbón que ha sido brasa, con nada que sople prende. Y no fue poco lo que nos pasó al llegar al arzobispado, lo del padre Grande. Usted sabe que mucho lo apreciaba yo. Cuando yo lo miré a Rutilio muerto, pensé: si lo mataron por hacer lo que hacía, me toca a mí andar por su mismo camino. Cambié, sí, pero también es que volví de regreso”15.

15.  María López Vigil, ob. cit., pág. 91.

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En muchos otros testimonios sobre monseñor Romero y en sus propias palabras se encuentran evidencias de que el “pueblo crucificado”, como más tarde lo llamaría él mismo, está en la base de ese proceso de transformación. Los pobres, y su capacidad para relacionar la palabra de la Biblia con la realidad, fueron quienes abrieron los ojos a Romero para hacer una lectura diferente del Evangelio. En una ocasión, refiere María Vigil en su libro, tras escuchar a los campesinos un comentario de la Biblia, durante toda una hora, los ojos se le llenaron de lágrimas a Mons. Romero y dijo “Yo creía que conocía el evangelio, pero estoy aprendiendo a leerlo de otra manera”. En varias ocasiones monseñor Romero reflejó estas experiencias en frases que han quedado como expresiones lapidarias, en la memoria y en el corazón, no sólo del pueblo salvadoreño, sino de muchas personas en el mundo entero. “El pueblo es mi profeta” (Homilía 8 de Julio de 1979). “Yo tengo que escuchar qué dice el Espíritu por medio de su pueblo” (Homilía 30 de septiembre de 1979). “Con este pueblo no cuesta ser buen pastor. Es un pueblo que empuja a su servicio a quienes hemos sido llamados para defender sus derechos y para ser su voz” (Homilía 18 de noviembre de 1979). No se trata de palabras bellas o biensonantes. Su fuerza está en la coherencia que se da en Romero entre la palabra, la vida y la muerte, en fidelidad a la causa del Reino, que es la causa de los pobres, como se nos muestra en el Evangelio en la parábola del buen samaritano, en el pasaje sobre el Juicio Final y también en las declaraciones de Medellín y Puebla. En una escucha honesta es imposible la neutralidad. Romero era plenamente consciente de ello. “Mientras la Iglesia predique una salvación eterna y sin comprometerse en los problemas reales de nuestro mundo, la iglesia es respetada y alabada, y hasta se le conceden privilegios. Pero si la Iglesia es fiel a su misión de denunciar el pecado que lleva a muchos a la miseria, y si anuncia la esperanza de un mundo más justo y humano, entonces se la persigue y calumnia, tildándola de subversiva y comunista”. (Segunda carta pastoral). La persecución es para Romero un signo de autenticidad de la Iglesia y, a los dos años del asesinato de Rutilio, lo señalaba en una homilía de cuaresma: “Si a mi me persiguieron –dijo Jesús–, también a vosotros os perseguirán. Yo quiero decirle a las comunidades de Aguilares […] ¡que no tengan miedo!, que la persecución es una nota característica de la autenticidad de la Iglesia; que una Iglesia que no sufre persecución, sino que está disfrutando los privilegios y el apoyo de las cosas de la tierra, ¡tenga miedo!; no es la verdadera Iglesia de Jesucristo”. (Homilía 11 de marzo de 1979). Por eso se alegra de que “nuestra Iglesia sea perseguida, precisamente por su opción preferencial por los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres” (Homilía 15 de julio de 1979). “Sería triste que en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente, no contáramos entre las víctimas también 250

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a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas de su pueblo”. (Homilía 30 de junio de 1979). Y no sólo los sacerdotes, miles de personas fueron capturadas, torturadas y asesinadas por su fidelidad al Evangelio y al pueblo.

8. Sentir con la Iglesia No es fácil ser fiel al lema “Sentir con la Iglesia” adoptado por Óscar Romero en su consagración episcopal en 1970. Él mismo lo señala en una carta que escribió el 24 de junio de 1978 al cardenal Baggio, entonces Prefecto de la Congregación de los obispos en Roma: “He intentado proclamar la fe sin separarla de la vida, ofrecer el rico tesoro de la Iglesia en su totalidad a todos, y mantener firmemente la unidad de la Iglesia. Durante muchos años mi lema ha sido ‘ser uno con la Iglesia’, ‘sentir con la Iglesia’, y siempre será así. Con frecuencia me he dicho a mí mismo: Qué duro es tratar de ser totalmente fiel a lo que la Iglesia proclama en su magisterio y qué fácil, por otra parte, olvidar o dejar de lado ciertos aspectos. Lo primero trae consigo mucho sufrimiento; lo segundo produce gran seguridad, paz y ausencia de problemas” 16. Óscar Romero se refiere siempre a la Iglesia, con mayúsculas y en términos de universalidad, aunque evidentemente no está hablando en nombre del conjunto de los que se declaran cristianos, ni siquiera de aquellos que además son salvadoreños. Esto puede a primera vista llamar la atención; pero para Romero Iglesia es el pueblo de Dios, sobre cuyo significado volvemos posteriormente y que le permite hablar de esa manera. De hecho, la palabra en las homilías y las opciones de vida de Romero despertaban rechazos en los sectores que detentaban el poder político, el poder económico o ambos. “En esa misa tuve el desagrado de encontrarme con una señora que dijo que yo no era el mismo de antes y que les había defraudado. No quise comentar absolutamente nada. Y comprendo que esta calumnia es generalizada en todos aquellos que no quisieran que la Iglesia tocara sus mezquinos intereses”. (Diario, 21 agosto 1979)17. 16.  Citado por moneñor Ricardo Urioste en “Óscar Romero: un santo para el siglo XXI”, http:// www.sicsal.net/articulos/node/257 (consultado el 8 de abril de 2010). 17.  En los últimos años de su vida, monseñor Romero llevó un diario mediante grabaciones magnetofónicas, que posteriormente fueron transcritas literalmente. El texto puede descargarse en: http:// www.sicsal.net/romero/DiarioRomero/DiarioRomero.htm.

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Romero mantuvo durante toda su vida una lealtad absoluta al Papa y al magisterio de la Iglesia. Pero sus relaciones con el nuncio y algunos obispos salvadoreños no fueron fáciles: en Romero veían más que un profeta de Dios que denunciaba la violencia y la injusticia estructural a alguien que, deseando servir, extraviaba el camino y se situaba fuera de la prudencia y la ley. Para monseñor Romero estas situaciones le producían enorme dolor. Pero se sentía confortado con el apoyo expresado por otros obispos y cardenales, por el general de los jesuitas y por el propio Pablo VI quien, cuando lo mandaron llamar a Roma a evacuar consultas, le manifestó su apoyo diciendo, “usted es el que manda, ¡así que ánimo!”. En 1978 cuando volvió a visitar la Santa Sede, Romero “descubrió en Roma muchas intrigas contra su persona y contra su obra; muchas maquinaciones, aún por parte de algunos clérigos y amigos de El Salvador. Se percató de que muchos documentos de índole confidencial habían sido sustraídos, andaban rodando de mano en mano y estaban en poder de quienes no debían tenerlos”. Pero de nuevo el Pablo VI le dio su apoyo, “¡Ánimo!, no todos comprenden, pero no desfallezca; sea portador de unidad; yo mismo me ofrezco para que vuelva la unidad entre ustedes; acompañe al pueblo en sus justas reivindicaciones y predique el amor”18. Sobrino y Marcouiller han escrito un librito sobre El sentir con la Iglesia de monseñor Romero. Como se dice en el prólogo, es un tema que tiene una enorme actualidad, pues siendo algo connatural a la fe, puede ser comprendido y exigido de tal manera que se convierte en pura adhesión, acatamiento, obediencia, a veces servil, a la Iglesia jerárquica. Para Romero sentir con la Iglesia, concluye el final del extenso prólogo, “fue dejarse afectar por el sufrimiento y la esperanza de un pueblo crucificado, sacramento de Cristo y presencia de Dios en la historia. Fue vivir y desvivirse por ese pueblo, sufrir y gozar con él, morir con él y resucitar en él. Este sentir mayor fue acompañado de otros sentires a la jerarquía, el magisterio, la doctrina social de la Iglesia. Pero aquel es el que daba sentido a éstos y no a la inversa” 19. En el testimonio de Jesús y en la oración busca Romero las pistas para orientar su sentir, su palabra y su vida. “Hermanos, ¿quieren saber si su cristianismo es auténtico? Aquí está la piedra de toque. ¿Con quiénes estás bien? ¿Quiénes te critican? ¿Quiénes no te admiten? ¿Quiénes te halagan? Conoce allí que Cristo dijo un día: No he venido a traer la paz sino la división, y habrá división hasta en la misma familia, porque unos quieren vivir más cómodamente, según los principios del mundo, del poder y del dinero, y otros, en cambio, han 18.  Jesús Delgado: Oscar A. Romero: biografía. UCA editores, 1990, p. 118. 19.  Douglas Marcouiller y Jon Sobrino: El sentir con la Iglesia de Monseñor Romero. UCA, 2004.

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comprendido el llamamiento de Cristo y tienen que rechazar todo lo que no puede ser justo en el mundo”. (Homilía 13 noviembre de 1977). Y ante los ataques de haberse hecho marxista o haber traspasado los límites de su tarea Romero responde “Siempre se persigue a la Iglesia cuando intenta hacer realidad su misión evangelizadora, cuando saca conclusiones prácticas de su mensaje, o como aquí y ahora, de los acuerdos del Concilio y de Medellín”. Para Romero la fidelidad al Evangelio, a la Iglesia (en particular a su doctrina social) y al papa marcan el norte de su actividad como obispo. Esto ha quedado absolutamente claro durante el proceso de canonización cuyos trámites se iniciaron el 12 de mayo de 1993 ante el arzobispo monseñor Rivera y Damas quien nombró un Tribunal Eclesiástico, del que forman parte monseñor Urioste como presidente y monseñor Delgado, como Perito en Historia y primer biógrafo de monseñor Romero, para instruir la causa y presentarla en el Vaticano. En un acto en la UCA organizado por la Fundación Romero el pasado 21 de marzo de 2010 en el que en el que estuvimos presentes, estas dos personas dijeron claramente que habían sido respondidas (y aceptadas las respuestas por el Vaticano) todas las preguntas relativas a la estricta ortodoxia del candidato requeridas en el proceso en relación con la fidelidad al Evangelio, a la tradición y a la doctrina social de la Iglesia. Actualmente se está a la espera de un dictamen definitivo del Vaticano, que Juan Pablo II quería acelerar, pero que el, así llamado por los conferenciantes, cardenal LT se ocupó de frenar una y otra vez. Ya en Puebla el cardenal LT era el representante de los obispos que deseaban conseguir la condena de la teología de la liberación y el debilitamiento de la opción preferencial por los pobres establecido en Medellín.

9. La gloria de Dios es el pobre que vive Unos días antes de su asesinato Óscar Romero recibió el doctorado honoris causa de la Universidad de Lovaina20. La disertación que realizó en esa ocasión es considerada como una suerte de testamento de su palabra y su vida. En el relativamente breve discurso afloran los elementos clave de su pensamiento que pasamos a exponer.

20.  El discurso de recepción del doctorado honoris causa por la Universidad de Lovaina tuvo lugar el 2 de febrero de 1980. Anteriormente había recibido el doctorado honoris causa por la Universidad de Georgetown, Estados Unidos, el 14 de febrero de 1978. En 1979 fue nominado al Premio Nobel de la Paz, que fue concedido a la Madre Teresa de Calcuta, para quien “El pobre es Cristo disfrazado de mendigo”.

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Una de las ideas que aparece en su discurso es la de pueblo crucificado. A decir de Martin Maier21 “la espiritualidad de Romero alcanza su máxima profundidad, cuando aprende a ver en el sufrimiento de los pobres al siervo sufriente del profeta Isaías y a la cruz de Cristo. Califica de ‘pueblo crucificado’ al pueblo oprimido y vejado de El Salvador”. La primera asociación explícita de la pasión del pueblo salvadoreño con el siervo sufriente de Dios y el Cristo crucificado aparece en su homilía de 19 de junio de 1977 en Aguilares, “Ustedes son la imagen del Divino Traspasado”, y en las homilías de la Semana Santa de 1978 va desarrollando la imagen: “Sentimos en el Cristo de la Semana Santa con su cruz a cuestas, que es el pueblo que va cargando también su cruz. Sentimos en el Cristo de los brazos abiertos y crucificados, al pueblo crucificado pero que desde Cristo, un pueblo que crucificado y humillado, encuentra su esperanza”. (Homilía 19 de marzo de 1978). “Es nuestro pueblo torturado, es nuestro pueblo crucificado, escupido, humillado al que representa Jesucristo Nuestro Señor para darle a nuestra situación tan difícil un sentido de redención”. (Homilía de 24 de marzo de 1978). Y Romero vuelve a hablar de esta identificación del pueblo martirizado, del siervo sufriente de Dios y el Cristo crucificado en su discurso de Lovaina: “La verdadera persecución se ha dirigido al pueblo pobre, que es hoy el cuerpo de Cristo en la historia. Ellos son el pueblo crucificado, como Jesús, el pueblo perseguido como el Siervo de Yahvé. Ellos son los que completan en su cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo”. En la sociedad laica en que vivimos el término “pecado” está claramente desprestigiado por el uso que de él se hace desde determinadas instancias clericales, hasta el punto de llegar a ser, cuando menos, irrelevante y obsoleto. En el discurso de Lovaina, el significado está claramente definido y mantiene su fuerza revulsiva para las personas, tanto para creyentes como para no creyentes empeñadas en la construcción de otro mundo necesario y posible: “En primer lugar ahora sabemos mejor lo que es el pecado. Sabemos que la ofensa a Dios es la muerte del hombre. Sabemos que el pecado es verdaderamente mortal; pero no sólo por la muerte interna de quien

21.  Martin Maier: Monseñor Romero: maestro de espiritualidad, UCA editores 2005, pag. 134ss.

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lo comete, sino por la muerte real y objetiva que produce. Recordamos de esa forma el dato profundo de nuestra fe cristiana. Pecado es aquello que dio muerte al Hijo de Dios, y pecado sigue siendo aquello que da muerte a los hijos de Dios. […] No se puede ofender a Dios sin ofender al hermano.Y la peor ofensa a Dios, el peor de los secularismos es, como ha dicho uno de nuestros teólogos [Ignacio Ellacuría], el convertir a los hijos de Dios, a los templos del Espíritu Santo, al Cuerpo histórico de Cristo en víctimas de la opresión y de la injusticia, en esclavos de apetencias económicas, en piltrafas de la represión política”. También son clarificadoras las palabras de monseñor Romero sobre el significado de la encarnación: “Sabemos ahora mejor qué significa la encarnación, qué significa que Jesús tomó carne realmente humana y que se hizo solidario de sus hermanos en el sufrimiento, en los llantos y quejidos, en la entrega. Sabemos que no se trata directamente de una encarnación universal, que es imposible, sino de una encarnación preferencial y parcial; una encarnación en el mundo de los pobres. Desde ellos podrá la Iglesia ser para todos, podrá también prestar un servicio a los poderosos a través de una pastoral de conversión; pero no a la inversa, como tantas veces ha ocurrido. […] la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación”. A modo de síntesis Romero concluye “Los antiguos cristianos decían: “Gloria Dei, vivens homo”: la gloria de Dios es el hombre que vive. Nosotros podríamos concretar esto diciendo: “Gloria Dei, vivens pauper”: la gloria de Dios es el pobre que vive”. Pero unos minutos antes había dicho en esa misma disertación, “Para dar vida a los pobres hay que dar de la propia vida y aún la propia vida. La mayor muestra de la fe en un Dios de vida es el testimonio de quien está dispuesto a dar su vida. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por el hermano” (Jn 15,13)”. Cincuenta días después Monseñor Romero daba su vida para gloria de Dios y en fidelidad a su palabra.

10. “Resucitaré en el pueblo” En repetidas ocasiones Romero recibió anónimos amenazándolo de muerte. Cínicamente el gobierno salvadoreño, que de forma directa o indirecta fue el responsable del 80% de las violaciones de los DD.HH., como más tarde estableció la Corintios XIII nº 135

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Comisión de la Verdad, ofreció a Romero protección personal. El pastor la rechazó para no ser diferente de sus ovejas. En una entrevista concedida al periodista mexicano José Calderón Salazar, corresponsal del Diario Excelsior, dos semanas antes de su muerte Romero dijo: “He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decirles que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Se lo digo sin ninguna jactancia, con la más grande humildad. Como pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse las amenazas, desde ya ofrezco a Dios mi sangre por la redención y resurrección de El Salvador. El martirio es una gracia que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro”. Pero monseñor Romero se quedó corto, como señalaba el 24 de marzo de 2010 monseñor Samuel Ruíz, Obispo emérito de Chiapas, en la Cripta de la Catedral de San Salvador, quien, al igual que ocurría con las de Romero fue interrumpido varias veces por los aplausos de las personas presentes en su homilía. “Desde hace tres décadas monseñor Romero es un ser universal, pertenece a toda la humanidad, no es propiedad de un grupo o de una asociación; su palabra y su obra han rebasado todas las fronteras humanas. Dios mismo, al aceptar su sacrificio, nos lo ha dado como testimonio de esperanza y de liberación para todas las mujeres y hombres que luchan por esos mismos ideales que, finalmente, están inspirados en el seguimiento y en el proseguimiento de Jesús en la construcción del Reino”22. Hemos visto a miles de personas, la mayor parte de ellas muy jóvenes, y muchas llegadas desde lejanas tierras, gritando “Romero vive, la lucha sigue”, “Queremos obispos al lado de los pobres” y consignas similares en la tradicional “Procesión de los farolitos” desde la plaza del Salvador de Mundo hasta Catedral. Ignacio Ellacuría, otro mártir por la causa del Reino, sintetizó el significado de la palabra y la vida de Romero con la conocida frase “con monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”. Y como Jesús, no hay duda, Romero ha resucitado. Lo testimonian multitud de grupos que en el mundo entero de forma explícita se vinculan al seguimiento de sus huellas; nuestra propia experiencia en el contacto 22.  Homilía en el XXX Aniversario del Martirio de monseñor Romero Samuel Ruiz García, Obispo Emérito de S. Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. Disponible en: http://sicsal.net/articulos/ node/1335 (consultado el 8 de abril de 2010).

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directo con personas, creyentes o no, para las que Romero es una figura respetada y un ejemplo de vida y compromiso en la construcción de otro mundo necesario y posible; el testimonio de personas sencillas, como el de la campesina humilde23 que un Domingo de Pascua, en un campamento de refugiados salvadoreños, decía que cuando mataron a Romero ella cayó en una profunda depresión, pero al cabo de unos días empezó a darse cuenta de que en medio de sus dificultades el recuerdo de Romero la animaba y le daba esperanza en su condición de refugiada, en medio del dolor por la pérdida de seres queridos a causa de la represión. “Así debió ser como les pasó a los apóstoles” concluía la campesina, “y así también me ayudó monseñor Romero a mi para que la resurrección del Señor me diera esperanza entre tanto dolor”. Varias situaciones personales, relacionadas con Romero, nos han permitido vivenciar esa idea que, con diferentes formulaciones, expresa la contradicción y el escándalo de que la victoria del Resucitado se asienta sobre el fracaso de la Cruz. Una victoria definitiva, la que se manifiesta en frutos inequívocos, solo puede estar asentada sobre el amor y no hay mayor amor que dar la vida por los amigos. Esa es la violencia del amor que señala Romero: “Jamás hemos predicado violencia, solamente la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros. Esa violencia no es la de la espada, la del odio; es la violencia del amor, la de la fraternidad, la que quiere convertir las armas en hoces para el trabajo”. (Homilía 27 noviembre 1977) Finalizamos con una cita de Pedro Casaldáliga, presidente honorario de SICSAL (Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América Latina “Monseñor Óscar Romero”24), escrito con ocasión del XXX Aniversario del martirio de San Romero, como él lo llama, y con él, muchas personas más en el mundo entero: “San Romero nos enseña y nos ‘cobra’ que vivamos una espiritualidad integral, una santidad tan mística como política. En la vida diaria y en los procesos mayores de la justicia y la paz, ‘con los pobres de la tierra’, en la familia, en la calle, en el trabajo, en el movimiento popular y en la pastoral encarnada. Él nos espera en la lucha diaria contra esa especie de mara

23.  José M.Tojeira: “monseñor Romero un mártir de hoy y para hoy” en Sal Terrae, Noviembre 2004, pp. 743-752. 24.  Véase http://www.sicsal.net/

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monstruosa que es el capitalismo neoliberal, contra el mercado omnímodo, contra el consumismo desenfrenado […] Respondiendo a aquellos que, en la sociedad y en la Iglesia, intentan desmoralizar la Teología de la Liberación, el caminar de los pobres en comunidad, ese nuevo modo de ser Iglesia, nuestro pastor y mártir replicaba: ‘hay un ateísmo más cercano y más peligroso para nuestra Iglesia: el ateísmo del capitalismo cuando los bienes materiales se erigen en ídolos y sustituyen a Dios’. Fieles a los signos de los tiempos, como Romero, actualizando los rostros de los pobres y las urgencias sociales y pastorales, debemos subrayar en este jubileo causas mayores25 […] Siempre y cada vez más, cuando mayores sean los desafíos, viviremos la opción por los pobres, la esperanza ‘contra toda esperanza’. En el seguimiento de Jesús, Reino adentro. Nuestra coherencia será la mejor canonización de ‘San Romero de América, Pastor y Mártir”. 26

25.  Casaldáliga va señalando en su artículo algunas de ellas y Samuel Ruíz también desgrana otros pecados y violencias de nuestra realidad actual en su homilía del 24 de marzo de 2010 (http://sicsal. net/articulos/node/1335). 26. 

http://www.sicsal.net/romero/30Aniversario/Romero30AnyosDespues.pdf, p. 16.

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9,00

 Retos

y caminos de actuación ante la problemática social de la España actual. XI Concurso de Formación de Doctrina Social de la Iglesia (Enero-marzo 2002) Nº 101 .................................................................................................................................

9,00

 Inmigrantes: Vivencias,

reflexión y experiencias. XII Jornadas sobre Teología de la Caridad (Abril-junio 2002) Nº 102 .................................................................................................................................

9,00

 Migraciones,

pluralismo social e interculturalidad. Retos para la Doctrina Social de la Iglesia (Enero-marzo 2002) Nº 103-104 ......................................................................................................................

9,00

260

261

EUROS  Coordinación

de la acción caritativa y social de la Iglesia. Encuentro Nacional de delegados episcopales y responsables de la acción caritativa en la diócesis (Enero-marzo 2003) Nº 105 .................................................................................................................................

10,82

 Una

nueva imaginación de la caridad (Abril-junio 2003) Nº 106 .................................................................................................................................

10,82

 Desarrollo

de los pueblos y caridad (Julio-diciembre 2003) Nº 107-108 ......................................................................................................................

14,40

 Modelo

de vida: consumo, consumismo y caridad (Enero-marzo 2004) Nº 109 .................................................................................................................................

10,82

 Cultura

de la solidaridad y caridad política (Abril-junio 2004) Nº 110 .................................................................................................................................

10,82

 La

Iglesia en Europa desde la Exhortación Apostólica de Juan Pablo II (Julio-septiembre 2004) Nº 111 .................................................................................................................................

10,82

 ¿Hacia

dónde va el Estado de Bienestar? Debate sobre el bien común y sus mediaciones. XIII Curso de Formación de Doctrina Social de la Iglesia (Octubre 2004-marzo 2005) Nº 112-113 ......................................................................................................................

10,82

 Mediación-reconcialiación

“por una pastoral de justicia penitenciaria” (Abril-septiembre 2005) Nº 114-115 ......................................................................................................................

10,82

 “La

presencia de la Iglesia en una sociedad plural”. XIV Curso de formación de Doctrina Social de la Iglesia (Octubre-diciembre 2005) Nº 116 .................................................................................................................................

10,82

 De

Camino hacia “Deus caritas est” (Enero-junio 2006) Nº 117-118 ......................................................................................................................

11,50

 El

compartir fraterno (Julio-septiembre 2006) Nº 119 .................................................................................................................................

11,50

EUROS  “El

amor como propuesta cristiana a la sociedad de hoy”. Reflexiones a partir de la Encíclica Deus caritas est. XV Curso de formación de Doctrina Social de la Iglesia (Octubre-diciembre 2006) Nº 120 .................................................................................................................................

11,50

 Testigos

de la dignidad del pobre en un nuevo mundo (Eneromarzo 2007) Nº 121 .................................................................................................................................

11,50

 La

actual situación democrática en España. Su base moral (Abriljunio 2007) Nº 122 .................................................................................................................................

 La

caridad crece por el amor (Julio-septiembre 2007) Nº 123 .................................................................................................................................

11,50 11,50

 Ecumenismo

unidad en la caridad (Octubre 2007) Nº 124 .................................................................................................................................

11,50

 Esperanza

y Salvación. Lectura de la encíclica Spe Salvi (Eneromarzo 2008) Nº 125 .................................................................................................................................

11,50

 El

desarrollo de los pueblos (Abril-junio 2008) Nº 126 .................................................................................................................................

11,50

 V

Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (Julio-diciembre 2008) Nº 127-128 ......................................................................................................................

16,00

 San

Pablo, testigo de la caridad (Enero-marzo 2009) Nº 129 .................................................................................................................................

12,50

 Conciencia

individual y conciencia pública ante la situación social y política (Abril-junio 2009) Nº 130 .................................................................................................................................

12,50

 Acogida

y solidaridad con el migrante (Julio-septiembre 2009) Nº 131 .................................................................................................................................

12,50

 Caritas in veritate: una propuesta humanista (Octubre-diciembre 2009)

Nº 132 .................................................................................................................................

12,50

262

263

EUROS  Construir

un nuevo modelo social: provocación y respuesta cristiana (Enero-marzo 2010) Nº 133 .................................................................................................................................

12,50

 La crisis, un desafío cultural y ético (Abril-junio 2010)

Nº 134 .................................................................................................................................

12,50

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Con ocasión de la celebración en 2010 del “Año europeo contra la pobreza y la exclusión social”, y ante el impacto que la actual crisis está teniendo en la población más vulnerable, Corintios XIII ha querido realizar una aportación propia que complemente y complete las diferentes investigaciones realizadas por Cáritas Española como han sido el VI Informe Foessa, “análisis provisional a partir de las Encuestas Foessa 2007-2009” y los informes del Observatorio de la Realidad de Cáritas Española. A los análisis económicos y sociales hemos de añadir una reflexión teológica y pastoral que asegure una amplia comprensión de la pobreza y exclusión social no como constante estadística en los efectos de un sistema injusto sino como una auténtica interpelación, desde el amor, sobre dónde quedan las personas, si son en realidad el centro de los desvelos, estudios, propuestas y decisiones de estos meses. En el número encontraremos una perspectiva actualizada de la exclusión social, Pastoral e Iglesia ante la exclusión social, misión de Cáritas y las comunidades cristianas, varios artículos que desvelan el lugar y el rostro olvidado de la pobreza, las aportaciones de la Doctrina Social de la Iglesia en contextos de exclusión social, así como un artículo sobre monseñor Óscar Romero como testigo de la caridad.

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