conversación entre israel galvan y pedro g. romero - Mercat de les flors

de hablar, en mi caso, además, una forma de hablar que me sacaba de una locución torpe, atropellada. Ahora bailo con más claridad y hablo con más claridad.
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CONVERSACIÓN ENTRE ISRAEL GALVAN Y PEDRO G. ROMERO, SU DIRECTOR ARTÍSTICO HABITUAL Y COLABORADOR EN LA DRAMATURGIA MUSICAL, SOBRE

«LO REAL / LE RÉEL / THE REAL»

Pedro G. Romero: En fin, Israel, en esta nueva experiencia, eso que los flamencos llaman el no va más, has descubierto sin embargo un estadio nuevo. Ya no se trata de las listas de éxito ni de los premios ni de la competencia. No hay agonía en el sentido propio de la palabra. Israel Galván: Así es. Eso parece, si. Tengo conciencia que bailar no puede ser sólo una competición o un entrenamiento. No se trata de ser el mejor. Se trata de que bailar ha supuesto para mí una experiencia de conocer cosas, de conocerme a mí mismo. Una experiencia de conocimiento. Siempre dicen eso de que se trata de una forma de hablar, en mi caso, además, una forma de hablar que me sacaba de una locución torpe, atropellada. Ahora bailo con más claridad y hablo con más claridad. Estoy más perdido, seguramente. Metido en un lugar imposible, en la imposibilidad misma de bailar, pero alrededor de mi cuerpo, en mi propio cuerpo hay cierta claridad. Esto es una contradicción, verdad. Cuantas contradicciones. Pedro G. Romero: Esa experiencia de la que hablas pertenece a este trabajo, pero es fruto de un largo camino. Recuerdo que al plantear este nuevo escenario volvías una y otra vez sobre las mismas obsesiones. Llegar a Lo Real, a este borde del precipicio, tiene algo de lógica, de asumir ciertos gestos propios, de ser consecuente. Israel Galván: Tú lo sabes bien. La búsqueda, todo esto que llega conmigo a Lo Real, tiene que ser una cosa lógica, algo que tenía que hacer inexorablemente. Una especie de obligación. Cuando digo tantas veces que yo bailo por obligación, obligao, no sólo me refiero anecdóticamente a la disciplina férrea que me impuso mi padre. Es que yo siento que cuando bailo tengo obligaciones. Cosas que hacer. Lugares en los que meterme. Lugares de los que no sé nada pero que me atraen. Mi trabajo pasa por bailar lo imposible, bailar y hacer flamenco aquellos gestos, experiencias, historias, emociones y experimentos que me son ajenos. Cuando exploramos la locura de Félix Fernández, el bailaor, apodado el Loco, que colaboró con Massine en su farruca. Cuando en La Metamorfosis me identifiqué con Gregorio Samsa e intenté que bailara lo inmóvil. ¿Te acuerdas de aquel trabajo, esa pasión entomóloga que me entró? Me llevó a identificar a mis bailaores, mis maestros, con insectos y otros artrópodos: Mario Maya como el saltamontes, Enrique el Cojo como el escarabajo pelotero, Vicente Escudero como el insecto palo… ¡ah! y Farruco, el alacrán. Para esto me ha servido mucho lo que soy, un bailaor de flamenco. Cuando se trata de eso, de bailar lo que no se puede bailar, pues en el flamenco encuentro los huecos, las formas, los ritmos de mi cuerpo. Es por eso que me arriesgo. Es por eso que quizás tenga sentido que siga bailando. Pedro G. Romero: Cuando nuestro querido Georges Didi-Huberman te dijo, desafiante: “Israel, bailar lo real es bailar lo imposible”, tú ya llevabas un camino andando hacía ese trecho. En Galvánicas estaba la Farruca del 11 de septiembre. En Arena, aunque en principio fuese un espectáculo sobre los toros, la seguiriya remitía directamente a los campos de Chabra y Satila, a los campos de concentración nazis. El final de este estado de cosas, en torno a tu lectura del Apocalipsis de Juan en Patmos, ya entraba en materia. Había ya muchas referencias a la encarnación histórica del

final, a la guerra, al totalitarismo. Creo que Didi-Huberman señalaba también en ese bailar tuyo, la posibilidad de superar esa prohibición implícita que hay sobre las representaciones de la shoah. Tú te enfrentas a una persecución algo más secularizada, la de los gitanos. Pero, a lo que voy, en ese intento de bailar lo prohibido por la ley, hay mucho de tu poesía, de tu punto de partida a la hora de bailar flamenco. Israel Galván: Yo me crié con mi abuela gitana. Por la parte de mi madre, yo soy gitano. También su credo religioso, la toma de conciencia de mi madre y mi padre ante Jehová llevó a los suyos a la persecución nazi, por la objeción de conciencia. Me llamo Israel, hay nombres que te marcan como una piedra. Pueden ser un lastre y una honda a la vez. Por muchas razones, hablar del genocidio, de la persecución nazi ha formado parte de mi educación. No había vergüenza. Había que hablar del genocidio, de nuestra persecución. No había nada que esconder. De alguna forma, ese hablar censurado se convirtió para mí en un estigma. Lo que se hablaba en mi casa parecía molestar fuera. Este es mi caso. Bailar lo im-bailable, lo imposible de bailar, es quizás mi caso. Mi respuesta a todo eso. El proceso ha sido lento. No me he dado cuenta de pronto, ha sido gradualmente. Poco a poco mi cuerpo iba transformándose con el propio bailar. Cuando bailaba solo, cuando bailaba con objetos. Bailar, ahora, tan cerca de los otros. Apenas he bailado con gente como ahora. No sólo tengo parejas de baile, ahora me acerco más a ellas, en una idea humana de todo lo que me rodea. Bailar con objetos me ha servido, aunque parezca contradictorio, para darme cuenta de que vivía rodeado de otras y de otros. Todo esto ha sido como una enfermedad. El baile este mío es como un veneno que te marca para siempre y me va llevando y me ha traído hasta aquí. Tengo más ganas de bailar ahora, más ganas que nunca. Y sí, me enfrento a cada paso con la sensación segura del fracaso. Bailar lo real es como bailar lo imposible. Es terrible bailar tan contento algo tan doloroso, pero así es. Yo noto la muerte más cerca de mi cuerpo, las fuerzas que sé me van a faltar, las voy gastando. Bailar siempre ha significado para mi muerte y resurrección. Bailar como el último día, siempre. Bailar ya sin fuerzas, sacando la energía de aquí mismo, de la falta de fuerzas. Todo esto me lo está dando Lo Real. Bailar cada vez me es más necesario. Me doy cuenta que bailar, en estos días, es muy importante para todos.