Contra la corrupción, China ensaya cambios en su sistema judicial

18 ene. 2015 - Zhang Xinhua, el administrador de la Corporación Industrial y de. Agricultura Baiyun de Guangzhou, fue condenado esta semana a pena.
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| Domingo 18 De enero De 2015

ideas en marcha

Mercedes Krause, clases sociales y vida cotidiana Edad: 29 años Perfil: socióloga, magíster en Investigación en Ciencias Sociales, becaria del Instituto Gino Germani y docente de la UBA Su tema: clases sociales y vida cotidiana

Los grandes números pueden dejar en segundo plano las vidas cotidianas y las mil y una maneras en que las personas “traducen” conceptos como los de clase social, reproducción o ascenso social. Mercedes Krause se dedica a explorar la presencia de los atributos de clase en la vida cotidiana y los modos en que esa clase se reproduce a nivel de la familia. Para su tesis de maestría trabajó con familias de clase media y ahora, para la de doctorado –que cursa en la UBA–, está en pleno trabajo de

campo con familias de clase trabajadora, siempre en la ciudad de Buenos Aires y el área metropolitana, con la idea de completar un trabajo comparativo. “Hago entrevistas biográficas con familias que tengan una historia de reproducción en la misma clase, para ver cómo se transmite esa cultura de clase a nivel de prácticas cotidianas”, cuenta. “Por ejemplo, qué decisiones se toman con respecto a la educación de los hijos y el cuidado de la salud, las ideas sobre el futuro, los valores, los modales y las percepciones so-

bre el mundo del trabajo”, enumera. La idea es explorar esos símbolos y valores de la cultura de clase, que se hacen visibles, por ejemplo, cuando se pregunta a los padres por el futuro de sus hijos, se mira la organización de la vida familiar, cómo se deciden los gastos y quién cuida a los más chicos y a los mayores de la casa. ¿Cómo aparece la idea del ascenso social en este marco? “Hay siempre una trayectoria personal deseada y una factible –dice Krause–. Uno se autoubica en una clase diferenciándose para arriba y para abajo en la estructura social. La clase media, en particular, tiene aspiraciones, pero también miedos al descenso.”ß Raquel San Martín

publicaciones

Formas de control político Título: Destierro y exilio en América latina Autor: Luis Roniger Editorial: Eudeba

Una mirada sociológica e histórica para analizar el destierro (el exilio forzado y la expatriación) como práctica institucionalizada de control político y de la esfera pública en los países de la región, como un factor transnacional de impacto social e individual.

Desigualdad y ciencias sociales Título: De prácticas y discursos Editorial: Centro de Estudios Sociales de la UNNE

El nuevo número de la revista (www.depracticasydiscursos.unne.edu.ar/Revista3/index.html) incluye un dossier sobre desigualdades sociales persistentes en la Argentina: las deudas de la última década, las expectativas de la clase media y la escuela secundaria.

el mundo

Obras a escala épica que empequeñecen a la Gran Muralla Para instalarse como potencia comercial y constructora, China se arriesga a proyectos de infraestructura ambiciosos y millonarios David Barboza

THE NEW YoRK TIMES

e Xi Jinping, el líder que está transformando el sistema sin cambiar el poder

Contra la corrupción, China ensaya cambios en su sistema judicial La política del presidente Xi Jinping contra sobornos y fraudes no sólo busca rédito de imagen global, sino que intenta una nueva alianza con las clases medias Mariano Turzi PARA LA NACIoN

d

os años después de asumir, el presidente chino Xi Jinping, sigue firme en su determinación de combatir la corrupción. Hay más de sesenta funcionarios de rango ministerial o superior que han sido destituidos y enjuiciados. El año 2015 se abrió con la destitución del ministro asistente de Relaciones Internacionales, Zhang Kunsheng, que estaba a cargo de América latina y el Caribe en la cancillería, quien está siendo investigado por “sospechas de violación disciplinaria”, eufemismo del Partido Comunista Chino (PCCh) para posibles prácticas corruptas. Los casos más sonados fueron los de Bo Xilai –el jefe del PCCh de Chonqing– y más recientemente el del ex ministro de Seguridad Zhou Yongkang. Éstos han sido los mayores “tigres” (altos funcionarios), pero también se ha detenido, enjuiciado y expulsado a miles de “moscas”. Entre estos últimos –burócratas de menor rango entre los que hay investigados más de 300.000– están desde el administrador de la compañía de aguas de Qinhuangdao, en la provincia de Hebei, que fue apresado con 37 kilos de oro escondidos en su casa, hasta 41 expulsados del Partido en la provin-

cia de Yunnan por drogadictos. Todas las semanas se recuperan millones de cuentas de funcionarios que han desviado fondos, cobrado sobornos o hecho negocios fraudulentos con propiedad pública. Zhang Xinhua, el administrador de la Corporación Industrial y de Agricultura Baiyun de Guangzhou, fue condenado esta semana a pena de muerte, una condena que el 73% de la población china apoya en casos de corrupción. Más coyunturalmente, el oportunismo político de esta cruzada por la transparencia no es ingenuo. Sin credenciales revolucionarias, esta bandera legitima la autoridad de Xi previo al cambio de rumbo en la economía china, que está pasando de una fase de alto crecimiento a una de crecimiento sostenible y desarrollo inclusivo. En la práctica ello implica un rebalanceo económico que requiere una recentralización política. La cruzada anticorrupción fortalece la credibilidad del Partido y consolida el apoyo de la clase media para implementar un ambicioso plan de reformas. Y en esa ambición está el riesgo: Xi está cambiando el contrato social entre el Estado y la sociedad. Ya no alcanza solamente con la promesa cuantitativa de altos beneficios económicos, sino que comienza la fase cualitativa de la gobernanza. Cambio estructural Pero lo que está ocurriendo es una transformación de orden estructural. La campaña anticorrupción tiene tres componentes. El primero es la investigación, la detención y la sanción firme. Xi dijo expresamente que habría “tolerancia cero” hacia la corrupción y los abusos de poder, lo que implica castigos estrictos y efectivos: remoción del cargo, recuperación de los activos en manos del detenido o de toda su familia, expulsión del PCCh y prisión o pena de muerte. El segundo es la prevención. En principio, a través de castigos ejemplarizantes que desincenti-

ven por aumentar los costos de la malversación. Además, Xi busca fomentar la “moralización administrativa” a través de la creación de mecanismos de denuncia ciudadana. El anonimato y el formato online están siendo utilizados por el gobierno chino para canalizar las denuncias; esto genera una alianza más que una oposición de intereses entre Estado y sociedad. Pero ¿es la corrupción un asunto de manzanas podridas? ¿Qué pasa si es el sistema el que pudre las manzanas? En sus Discursos, Maquiavelo advierte que cuando los hombres se acostumbran a convivir con la corrupción, no pueden ser restringidos por ningún método, ya que son capaces de ver la ruina de su Estado con tal de satisfacer sus deseos e intereses privados. El tercer y más riesgoso componente de la campaña de Xi es la reforma del sistema de gobernanza de China. En su libro aparecido en noviembre La gobernación y administración de China, Xi no deja dudas: el poder debe ser enjaulado por el sistema. ¿Cómo se está llevando a cabo este objetivo? Internacionalmente, China está fortaleciendo los convenios de información, extradición y repatriación de activos para cerrar el camino de salida a los funcionarios y sus fondos mal habidos. Internamente, se está dando mayor autonomía al Poder Judicial, construyendo en el proceso el camino hacia un mayor imperio de la ley y un Estado de Derecho, aunque “con características chinas”. China está llevando a cabo otro

Los dilemas internos de Xi hoy tendrán eco intelectual y práctico en el mundo en los años venideros

ED JONES/NYT

de sus experimentos sin precedente en el mundo, esta vez en el campo legal y judicial. Las categorías más elementales de la gobernabilidad y la representación están siendo repensadas. Así como hizo Deng Xiaoping con el comunismo y la economía de mercado, Xi está reescribiendo las categorías intelectuales de la política. Por eso, interpretar lo que está ocurriendo como una mera táctica para centralizar autoridad y purgar opositores sería inexacto. Parte de la intencionalidad puede ser ésa, así como la apertura económica en el año 1978 fortaleció las bases de poder de Deng. Pero sería más acertado pensarlo como una conceptualización alternativa a la de James Madison y el sistema de frenos y contrapesos. El sistema político norteamericano resolvió sus dilemas con la distribución del poder con ambición frenando ambición, dilemas propios del contexto al que los federalistas se enfrentaban. Como en el camino los Estados Unidos fueron construyendo su ascenso a la primacía global, su sistema fue adoptado e imitado. Cuando la potencia ascendente elige como prioridad la reforma de la gobernanza, los efectos de ese proceso tienen efectos y reverberaciones de escala planetaria. Los dilemas internos de Xi hoy tendrán eco intelectual y práctico en el mundo en los años venideros. Nadie puede saber el resultado final de este proceso: reforma, revolución o restauración. Globalmente, vivimos hoy una era de heterodoxia y experimentación pragmática. Las fronteras entre Estado y mercado, entre doméstico-interno e internacional se vuelven difusas y confusas. Ya lo sabemos en el campo económico. Les toca ahora a la administración pública y de lo público, a la naturaleza, funciones, alcances y competencias de las instituciones y funcionarios del Estado. Las respuestas de las democracias liberales de los siglos XIX y XX no son las de Pekín en el siglo XXI. Son estructuraciones esencialmente innovadoras, y la sociedad china lo percibe claramente. Es peligroso para los países latinoamericanos caer en la complacencia de descartar las reformas del presidente Xi como el retorno a viejas recetas con nuevas tecnologías. Lo aceptemos o no, China está obligando a occidente a replantear sus propias categorías, esta vez de gobierno.ß El autor es especialista en relaciones internacionales y profesor de la Universidad Di Tella

DALIAN

l plan parece algo alocado: un túnel de US$ 36.000 millones que tendría el doble de largo del que pasa por debajo del Canal de la Mancha y se hundiría en lo profundo de una de las zonas activas de terremotos de Asia. Sería el túnel submarino más largo del mundo, y crearía un vínculo ferroviario entre dos ciudades portuarias del Norte. En toda China ya están en marcha proyectos igualmente ambiciosos por muchos miles de millones de dólares. El mayor puente del mundo. El aeropuerto más grande. El gasoducto más largo. Un emprendimiento de US$ 80.000 millones para derivar agua del sur del país, donde abunda, a una zona seca del Norte, cubriendo una ruta de más de 2400 kilómetros. Los proyectos de infraestructura enormes como éstos son una tradición china. Desde la Gran Muralla, pasando por el Gran Canal hasta la Presa de las Tres Gargantas, este país ha usado desde hace siglos proyectos de obras públicas colosales para mostrar su prodigio en materia de ingeniería y proyectar su poderío económico. Ahora, al aparecer dudas respecto del boom del país, que lleva tres décadas, los líderes chinos están actuando de modo aún más agresivo, concentrándose en la megainfraestructura. En noviembre, por ejemplo, la poderosa Comisión Nacional para el Desarrollo y la Reforma aprobó gastos por casi US$ 115.000 millones para 21 proyectos de infraestructura de tamaño enorme, incluyendo nuevos aeropuertos y líneas férreas de alta velocidad. “China siempre tuvo esta historia de megaproyectos”, dice Huang Yukon, economista e investigador en el Instituto Carnegie para la Paz Internacional, un centro de estudios con sede en Washington. “Es parte de la sangre, la cultura, la naturaleza de su sociedad. Para que tengan impacto en el país tienen que ser grandes”, aclara. Que China realmente necesite tanta infraestructura –o que pueda costearla– es un asunto que está en debate. Estos planes van en contra del compromiso de Pekín de reducir su dependencia de la inversión impulsada por el Estado para alimentar el crecimiento. Y a algunos economistas les preocupa que el país pueda quedar empantanado en una enorme deuda. De hecho, según la oficina de Auditoría Nacional china, la deuda sólo de los gobiernos municipales alcanzó los US$ 3,1 billones en 2013, más de un tercio de la economía. El alto nivel de endeudamiento podría trabar el crecimiento por mucho tiempo. “La gente debe preocuparse porque pocos de estos proyectos generan ganancias”, dice Victor Shih, especialista en China y profesor en la Universidad de California, San Diego. Shanghai es considerada un modelo, una metrópolis espectacularmente rica de 25 millones de habitantes, con un rompecabezas de obras de infraestructura enorme: aeropuertos inmensos, líneas de subte, sistemas de cloacas y plantas de energía. En el próspero centro financiero de la ciudad, se están dando los toques finales a la

Torre de Shanghai, un rascacielos de US$ 2400 millones, que con sus 630 metros será el segundo edificio más alto del mundo después del Burj Khalifa, en Dubai, con 827 metros. Más al Este, se construye el mayor parque de diversiones del mundo, el Shanghai Disney Resort, que estará rodeado por un parque al estilo de Magic Kingdom de un kilómetro cuadrado, lo que se prevé que costará US$ 5000 millones. Claroscuros en el país Shanghai puede costearlo. Pero otras ciudades no necesariamente tienen los recursos para hacerlo. Tianjin, unos 116 kilómetros al sudeste de Pekín, se ha endeudado mucho para crear lo que algunos llaman una réplica de la ciudad de Nueva York, con complejos que copian el Rockefeller Center y el Lincoln Center. Pero hoy la zona es virtualmente un pueblo fantasma: docenas de torres de oficinas y casas de lujo están vacías, a medio completar. Y aquí en Dalian, una ciudad de seis millones de habitantes en el Nordeste, el túnel ferroviario submarino a Yantai es sólo una pieza del plan maestro, que incluye un sistema de tránsito urbano de 260 kilómetros. También están encaminados los trabajos de lo que la ciudad dice será el mayor aeropuerto offshore del mundo, un proyecto de US$ 4300 millones en una isla artificial creada con relleno de tierras, de más de 12,8 kilómetros cuadrados. “Tiene sentido acelerar el gasto en infraestructura en una baja de la economía, cuando el capital y la mano de obra están subutilizados”, explica David Dollar, ex director en China del Banco Mundial y ahora miembro de la Brookings Institution en Washington. Pero “si se apuntala la tasa de crecimiento con la construcción de infraestructura innecesaria, podría haber una fuerte desaceleración que revele que la infraestructura no se necesitaba”, alerta. otros proyectos buscan apuntalar a China como potencia manufacturera y comercial. En noviembre, el gobierno inauguró su línea de carga ferroviaria entre China occidental y España, que permite llevar productos a ese país en poco más de 20 días. Es la línea ferroviaria más larga del mundo, y supera en mucho al famoso tren Transiberiano. Es ése el tipo de dominio de la ingeniería que el gobierno quiere que exporten sus empresas públicas, como ya está sucediendo en Boston, la Argentina, Paquistán y Rusia. El mes pasado, equipos de construcción chinos comenzaron a trabajar en un ambicioso canal a través de Nicaragua, que algún día podría rivalizar con el de Panamá. Al hacerlo, China está expandiendo las fronteras de la construcción de infraestructura con propuestas cada vez más audaces. La última idea es construir un “ferrocarril internacional” que una a China con Estados Unidos, cavando un túnel entre Rusia y Alaska por debajo del estrecho de Bering. “Ya existe la tecnología”, dice Wang Mengshu, miembro de la Academia de Ingeniería China y asesor en la propuesta del túnel de Dalian. “Piénselo. Si pudiéramos construir un ferrocarril al Polo Norte, sería conveniente ir al Polo Norte.”ß Traducción de Gabriel Zadunaisky