Confesiones de un Santo, la vida de San Agustín El dolor de la

"Muero porque no muero", dice otra de sus poesías. Antes de expirar, en Alba de Tormes, un. 15 de octubre de 1582, la santa se sentó y exclamó: "¡Oh, Señor,.
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Pág. 5 Agosto de 2014

Santo del Mes

Confesiones de un Santo, la vida de San Agustín Por Cruz-Teresa Rosero

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Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti", dice San Agustín en su libro "Confesiones". Esta frase define al hombre que buscó por años llenar el vacío de su corazón con las satisfacciones del mundo y con doctrinas religiosas erradas, hasta que por fin su corazón se rindió a la voz de Dios y a los insistentes ruegos de Santa Mónica, la madre que oró por su conversión durante 30 años. San Agustín nació el 13 de noviembre del año 354 en el norte de África, de madre cristiana y padre pagano, se convirtió al catolicismo a los 33 años. Hasta entonces había respondido a la llamada de Dios a la conversión con un

"mañana". Se bautizó y se entregó a una vida de oración y penitencia. "Tarde te amé, Dios mío, hermosura tan antigua y tan nueva, Tú estabas dentro de mi alma y yo distraído fuera", escribiría más tarde recordando su adolescencia y juventud en las que como él mismo confiesa, "me dejaba llevar de mis apetitos." Producto de esta juventud inquieta, se unió a una mujer con la cual nunca estableció una relación formal, pero que le dejó un hijo el cual moriría siendo joven. Su espíritu inquieto, su alma vacía y su gran inteligencia lo llevaran a estudiar Retórica y Filosofía y a compartir la corriente del Maniqueísmo, la cual sostiene que el espíritu es

El dolor de la separación Por Cruz-Teresa Rosero

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Siempre dices que regresas y te demoras tanto en regresar", me reprochó mi hermana la noche antes de morir. ¿Qué quiso decirme? La respuesta que llega a mi corazón me parte el alma. Es la realidad de todos los que hemos dejado nuestra tierra en búsqueda de un sueño y nos despedimos de nuestros seres queridos con la promesa de un "volveré pronto". Cómo me duele no haber estado más cerca de mi hermana y haber establecido una relación más profunda con ella. El dolor de saber que ya no está, los remordimientos de no haber hecho más por ella se juntan y me hacen sentir impotente ante una realidad que ya no puedo cambiar. El tiempo de hablarnos, de amarnos, de pasar tiempo juntas se acabó. Gracias a Dios me queda el consuelo de haber compartido con ella no sólo sus últimas semanas, sino también de ayudarla a aliviar sus dolores y sobretodo, de acompañarla y sostener su mano mientras pasaba de esta vida a la otra. He pensado mucho en mis

hermanos inmigrantes que no sólo sufren el dolor de perder el ser querido en otra tierra, sino que lamentablemente muchos no tienen el consuelo de poder viajar a darles un último adiós y acompañarlos a su última morada. He pensado en los niños que pierden sus madres o las madres que entierran sus hijos. Me dicen que el dolor no se pasa nunca, que se aprende a vivir con él. ¿Cómo integrar el dolor en nuestras vidas sin que nos haga daño? ¿Cómo lograr que una anciana de 94 años, como mi madre, salga de la depresión en la que se ha sumido después de la muerte de su hija? ¿Cómo consolar a la madre que dejó a su bebé para salir a buscar nuevos caminos y el tiempo implacable le robó no sólo la relación que pudo haber cultivado con él, sino que también un día le llega la noticia que su hijo, ya todo un joven, ha perdido la vida? El dolor es único para cada persona; pero hay guías generales, aplicables a todos. Yo

el principio de todo bien y la materia, el principio de todo mal. En su continua búsqueda termina abandonando este pensamiento. Viajó a Milán, donde obtuvo la Cátedra de Retórica y donde estableció contacto con San Ambrosio, el Obispo de la ciudad. Al escuchar sus sermones, cambió la opinión que tenía acerca de la Iglesia, de la fe y de la imagen de Dios. Se hizo monje y deseoso de ser útil a la Iglesia, regresó a África. En el año 391 fue ordenado sacerdote y cinco años más tarde fue consagrado Obispo de Hipona, África. Instruyó sus feligreses a través de sermones y escritos, con los que también combatió los errores de su tiempo. Convirtió su casa en un monasterio en el que estableció reglas austeras. Vivió sirviendo a Dios con el ayuno, la oración y las buenas obras. Ayudó mucho a los pobres; inclusive llegó a fundir los vasos sagrados para rescatar a los cautivos. Durante los 34 años que fue Obispo, defendió con celo y eficacia la fe católica contra las herejías. Escribió más de 60 obras muy importantes para la Iglesia como “Confesiones” y “La Ciudad de Dios”. estoy en camino de implementar estas guías. El fallecido Padre Néstor Bayona aconsejaba que se debe llorar cuanto haga falta. He experimentado que cuando el dolor es profundo ni las lágrimas salen. Además, en ocasiones estamos tan ocupados fortaleciendo a otros que no nos permitimos llorar. He descubierto que oramos solamente por el ser querido que se nos fue y se nos olvida que los que quedamos también sufrimos el purgatorio del dolor y que necesitamos que oren por nosotros. Cuando yo consuelo a mi madre diciéndole que mi hermana ya no sufre, me responde "ella sí; pero, y ¿nosotros?" El consejo de San Pablo de 2 Corintios 1,3-4, nos viene bien: "Él nos conforta en toda prueba, para que también nosotros seamos capaces de confortar a los que están en cualquier dificultad". Es decir, hay que buscar la fuerza y el consuelo en la oración, no sólo para ayudarnos a nosotros, sino también para ayudar a otros. He experimentado que necesito de alguien que me acompañe en la pena, que me escuche sin juzgarme y sin predicarme. Como dice el Padre Henri Nouwen, "el amigo que puede estar en silencio con nosotros, en un momento de angustia o confusión, que puede estar con nosotros en un

Por su legado influyente del pensamiento filosóficoteológico ha sido proclamado Doctor y Padre de la Iglesia. Por su respuesta a la gracia de Dios, "Dios, que te creó sin ti, no puede salvarte sin ti", la Iglesia lo proclamó Santo. San Agustín murió en el año 430 a los 76 años. "Quien ama a Cristo, no puede tener miedo de encontrarse con Él", escribió cuando se dio cuenta que había llegado el final de su vida. Que nosotros también podamos llegar al final de nuestras vidas con tal confianza, con tan gran amor.

"Nunca decimos adiós. Lo que uno hace es cambiar la relación de una conexión física a espiritual" momento de dolor y duelo, que puede tolerar el no saber, el no sanar y enfrentar con nosotros la realidad de nuestra debilidad, ése es un verdadero amigo". ¿Cómo llenar el vacío que siento por la ausencia de mi hermana? "La muerte termina una vida, pero no la relación", explica Susan Cox. Flyn, el fundador y director del Center for Living, en Nueva Jersey, dice, "nunca decimos adiós. Lo que uno hace es cambiar la relación de una conexión física a espiritual". El mayor consuelo nos lo da Jesús en San Juan 11, 25: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá". Con lágrimas en mis ojos, pero con el corazón lleno de esperanza, te digo, "hasta pronto, mi hermana bonita. Un día nos encontraremos de nuevo".

Cruz Teresa es maestra de teología de adultos hispanos en el Instituto de Formación Pastoral de la Diócesis de Brooklyn. Es miembro del Comité Hispano de Servicio Nacional y colabora con el Movimiento Carismático de Renovación, impartiendo charlas en su diócesis y a nivel nacional. En su parroquia, San Nicolás de Tolentino, en Jamaica, Queens, es miembro del Concejo Pastoral y enseña clases bíblicas en español, a la vez que coordina las labores del Equipo Hispano de Evangelización. Cruz fue columnista en el periódico católico “El Amanecer”. Actualmente escribe para The Tablet, Nuestra Voz y el portal oficial del Comité Nacional Carismático Hispano.

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Pág. 5 Octubre de 2014 Catholic News Service

Santo del Mes

Santa Teresa de Jesús Por Cruz-Teresa Rosero

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anta Teresa es una de las mujeres más grandes y admirables de la historia. Es además una de las tres doctoras de la Iglesia, junto a Santa Catalina de Siena y Santa Teresita del Niño Jesús. A esta santa la conocemos también como Santa Teresa de Ávila, porque nació en esta ciudad el 28 de marzo de 1515. Su vocación nació desde niña. Con su hermano Rodrigo, casi de su misma edad, salieron de su casa a escondidas, para ir al país de los moros dispuestos a dar sus vidas por Cristo. Su tío los encontró en el camino y los devolvió a su angustiada madre. Por su autobiografía sabemos que a los catorce años perdió a su madre y que, muy triste, le rogó a la Virgen que la tomase como hija suya. Relata también que a esta edad, empezó a interesarse por "todas las vanidades del mundo"; por la moda y por las novelas de caballerías, muy populares en aquel entonces, las cuales leía con su hermano. Su padre, preocupado, la

envió a los quince años al convento de las Agustinas de Ávila, pero se enfermó y tuvo que regresar a su casa. Leyendo las Cartas de San Jerónimo sintió el llamado a la vida religiosa y a los veinte años decidió, con dolor, dejar su casa y entrar al convento de las Carmelitas de la Encarnación, en Ávila: "Recuerdo que, al abandonar mi casa, pensaba que la tortura de la agonía y de la muerte no podía ser peor a la que experimentaba en aquel momento. El amor de Dios no era suficiente para ahogar en mí el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos". Ya de religiosa, experimentó fuertes luchas en la oración. Luego de admitir que le gustaba más entretenerse en charlas que estar en la quietud de la oración, empezó a experimentar profundamente la presencia de Dios a través de visiones y comunicaciones interiores: "El Espíritu Santo como fuerte huracán hace adelantar más en una hora

Los milagros del Santo Rosario Por Cruz-Teresa Rosero

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l día que mi hermana sintió que ya se iba al encuentro con el Padre Eterno, recostada en su cama, mirando hacia el techo repetía: "¡La Virgen, la Virgen!", a la vez que nos pedía insistentemente a las personas que estábamos con ella: “Recen"…ahora y en la hora de nuestra muerte". Igualmente, los días y noches anteriores, en medio de su debilidad y casi sin energía para hablar, nos pedía también que rezáramos el Santo Rosario, buscando alivio para los terribles dolores que tenía como resultado del cáncer que había invadido todo su cuerpo. Efectivamente, mientras escuchaba el rezo del Santo Rosario, se quedaba muy tranquila y parecía dormirse. Cuando parábamos porque creíamos que se había dormido, abría sus ojos y nos decía: "No, no me he dormido, sigan rezando". El Santo Rosario, que había aprendido desde niña y que

rezó diariamente toda su vida, inclusive con su esposo, cuando él todavía vivía, le concedió el milagro de que la Virgen la ayudara a través de las luchas diarias y de su vida, y la acompañara a enfrentar y luchar con paz y entereza su enfermedad de catorce años. Finalmente, la Virgen la ayudó a tener una muerte digna, llena de paz, invocando el nombre de Jesús, rodeada de todos sus seres queridos, con tiempo para dar la bendición a cada uno de sus hijos y para recibir la de nuestra mamita, de cuya mano se sostuvo en sus últimos momentos. Mi hermana Pepita y yo crecimos juntas. Recuerdo muy bien que las monjitas, las maestras de nuestra escuela, nos inculcaron un profundo amor a María y nos enseñaron que Dios contesta las peticiones que hagamos a través del rezo del Santo Rosario y que de premio nos concedería además

la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas fuerzas". Después de veinticinco años en el convento, impulsada por la voz de Dios y con la aprobación de la jerarquía eclesiástica, decidió salir y fundar una comunidad que renovara los ideales evangélicos, en estricta clausura y absoluta pobreza. Por usar sandalias en vez de zapatos se las llamó "descalzas". Enfrentando dificultades y persecuciones de muchos lados, Teresa siguió realizando fundaciones, inclusive conventos para hombres, encomendados a San Juan de la Cruz. Buscando apoyo acudió al entonces rey Felipe II, quien, para evitar más conflictos, solicitó la separación de carmelitas calzados y descalzados. Tenía Teresa entonces 65 años y con su salud ya muy debilitada, fundó dos conventos más, haciendo un total de diecisiete. "Teresa, sin la Gracia de Dios, es una pobre mujer, con la Gracia de Dios, una fuerza", se describió a sí misma. Su vida y sus escritos son para nosotros, llamados también a la santidad, un método de aprendizaje. En "Las moradas" o "Castillo Interior", describe nuestra alma como un castillo de cristal donde hay

Amó y fue amada del Amado. muchos aposentos, a los que se entra y se avanza sólo con la oración y la purificación, para encontrarse con Dios en el aposento del medio y de allí entrar al misticismo. En su libro de oraciones, se encontró el poema: "Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta: sólo Dios basta". Amó y fue amada del Amado. "Muero porque no muero", dice otra de sus poesías. Antes de expirar, en Alba de Tormes, un 15 de octubre de 1582, la santa se sentó y exclamó: "¡Oh, Señor, por fin ha llegado la hora de vernos cara a cara!".

Los milagros de conversión, recuperación y buena muerte, por el rezo del Santo Rosario, son incontables ... una buena muerte a nosotros y a todos por los que pidiéramos. Desde entonces, empecé a pedir mucho por mi papá, pues me preocupaba que si moría sin convertirse y sin tiempo para arrepentirse, no iría al cielo. La Madre me concedió el milagro. Mi papá no murió del infarto al corazón que tuvo siendo todavía joven. Dios permitió que después del diagnóstico del cáncer agresivo viviera un año y medio más, tiempo que él aprovechó para poner su vida en regla, pedir perdón, reconciliarse con Dios y con los demás. Cuando mi sobrina cayó en coma y con un pronóstico posible de muerte súbita, amigos y familiares nos apresuramos a rezar de rodillas el Rosario, en cadena de oración. Ha pasado más de un año, todavía no despierta, pero sigue con vida y cada día mejora. Seguimos, en oración, confiados en el amparo

de la Madre y de su Hijo Jesús. Los milagros de conversión, recuperación y buena muerte, por el rezo del Santo Rosario, son incontables en nuestra historia personal, de familias, de grupos y aún a nivel mundial. Nuestro mundo latino está convencido de esta realidad. Por eso hay parroquias que han hecho el compromiso con la Virgen de llevar el Rosario a las casas diariamente durante este mes de octubre. Hay otras que lo llevan a las casas a través del año como medio de evangelización. Es la oración preferida en todos los velorios. Muchos grupos carismáticos empiezan el grupo de oración con el rezo del Santo Rosario. Los hermanos de la Legión de María se dedican a rezarlo y propagarlo. ¿Cuál es tu milagro del rezo Santo Rosario? Compártelo y transmítelo a las nuevas generaciones.

Cruz Teresa es maestra de teología de adultos hispanos en el Instituto de Formación Pastoral de la Diócesis de Brooklyn. Es miembro del Comité Hispano de Servicio Nacional y colabora con el Movimiento Carismático de Renovación, impartiendo charlas en su diócesis y a nivel nacional. En su parroquia, San Nicolás de Tolentino, en Jamaica, Queens, es miembro del Concejo Pastoral y enseña clases bíblicas en español, a la vez que coordina las labores del Equipo Hispano de Evangelización. Cruz fue columnista en el periódico católico “El Amanecer”. Actualmente escribe para The Tablet, Nuestra Voz y el portal oficial del Comité Nacional Carismático Hispano.

¿Te gusta y eres bueno para las ventas? Nuestra Voz busca un Ejecutivo de Cuenta para encargarse de las ventas publicitarias del periódico. No dejes pasar esta gran oportunidad de trabajo y envíanos tu Résumé a nuestravoz@ desalesmediaorg www.nuestra-voz.org

Pág. 5 - Diciembre de 2014 Catholic News Service

Santo del Mes

El llanto de los Santos Inocentes Por Cruz-Teresa Rosero

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scuchar el llanto fuerte y continuo de un niño puede ser perturbador e inquietante. Para lidiar con él, uno puede decidir ignorarlo, aguantarlo o remediarlo. La madre tiene la habilidad de identificar lo que le pasa a su hijo por el tono del llanto, capacitándola para remediar su necesidad con un abrazo, un poco de comida o el cambio del pañal. ¿Cómo harían las madres de los niños de Belén, masacrados por orden de Herodes, al escuchar los gritos desgarradores de sus hijos cuando eran arrancados de sus pechos? San Mateo 2, 13-18, nos narra en esta historia de dolor que ya el profeta Jeremías la había anunciado: “En Ramá se ha escuchado un grito, se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya están muertos.” (Jeremías

31,15). A estos infantes, nuestra Iglesia les dedica el 28 de diciembre, durante el período navideño, indicando que estos niños son compañeritos del Niño de Belén, a quien Herodes perseguía para matarlo. El sacerdote y teólogo español José María Cabodevilla nos explica: “En los días consecutivos al nacimiento, celebramos la memoria de los compañeros de Cristo: Esteban, mártir en el deseo y en la realidad; Juan, mártir en el deseo pero no en la realidad; los Santos Inocentes, mártires en la realidad, pero no en el deseo. No sólo forman el más inmediato cortejo del  Cordero  degollado, sino que son sus cooperadores en la eficacia victimal” . La historia de la humanidad ha escuchado durante milenios el llanto desgarrador de otros niños inocentes, en diferentes tonos y diferentes escenarios.

Madre del Adviento, madre de la espera Por Cruz-Teresa Rosero

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ste año ha sido muy difícil para toda mi familia, especialmente para mi madre de 94 años. Sus días y sus noches han estado marcados por una constante espera, a veces angustiante, a veces llena de esperanza. Cuando le dieron la noticia de que a mi hermana le quedaba poco tiempo de vida, ella esperó días y noches por un milagro. A menos de cinco meses de la muerte de su hija, recibe la noticia de que otro hijo, diagnosticado con cáncer, también le queda poco tiempo de vida. Mi madre, debilitada por el tiempo, pero fortalecida por el amor a su hijo, saca fuerzas para bendecirlo y con el rosario en sus envejecidas y temblorosas manos, se sienta quietecita a orar y esperar. La Virgen la acompaña en esta espera porque ella es el ejemplo de cómo se debe esperar tanto las noticias malas como las buenas. María, durante nueve meses esperó con fe y alegría al hijo que se movía en sus entrañas. En el nacimiento y niñez de Jesús, ante eventos que la sorprenden, que no entiende, espera y

“medita todo en su corazón” (Lucas 2,19). Cuando finalmente Jesús empieza su misión ella sigue esperando. Observa y escucha extasiada las prédicas y milagros de su hijo. No sabe lo que va a pasar, pero sigue confiada, esperando. Durante la Pasión y Muerte de Jesús, lo acompaña paso a paso y allí se queda al pie de la cruz, dejándose bañar por las gotas de la sangre de su hijo. Sigue sin entender, sin preguntar por qué. Sigue esperando. Y esperando, en compañía de los discípulos de su hijo, el Espíritu Santo se derrama en ella y en todos los que allí en el Cenáculo están esperando con fe y paciencia el cumplimiento de la promesa. Durante el Adviento, se nos presenta a María en dos advocaciones: La Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, y la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre. Las dos encarnan la espera del Salvador. Las dos se aparecen a personajes de clases económicas y sociales necesitadas de esperanza. Las dos se definieron a ellas mismas en dos apariciones

Todos estos niños son compañeritos de Jesús, el Niño de Belén, compañeros en el sufrimiento y en el dolor. Hoy sentimos y percibimos el llanto silencioso de millones de niños a los que sus propias madres han decidido callar en sus vientres. Sabemos de niños cuyo llanto se va haciendo más débil a medida que el hambre los va matando, escuchamos las historias de niños abusados, marcados con heridas profundas para el resto de sus vidas; somos testigos de niños del otro lado de las fronteras, que claman por un abrazo de sus padres deportados; vemos en las noticias y leemos en los periódicos las imágenes dolorosas de niños víctimas de guerras y violencia.

Todos estos niños son compañeritos de Jesús, el Niño de Belén, compañeros en el sufrimiento y en el dolor. Su Madre María es la compañera de las madres que lloran con y por sus pequeños. Oremos para que Dios convierta los corazones de los Herodes de hoy. Postrémonos ante el Niño de Belén reconociéndolo como nuestro verdadero Rey. Entreguémosle a nuestros niños para que caminen con y para Él. Permitámosle que use nuestras manos y nuestros pies para ayudar a calmar el llanto de sus compañeritos de infancia. ¡Niño Jesús, Niño de Belén, inunda esta tierra de Tu Amor y de Tu Paz!

La Virgen Inmaculada y la Virgen de Guadalupe, nos acompañan en tantas esperas de nuestras vidas, tristes o alegres. Ellas nos enseñan cómo esperar y encarnar en nuestros corazones al Niño Emmanuel en cada Navidad. y dos escenarios diferentes. La Inmaculada se le aparece a Bernardita, una pastorcita pobre, en 1858, y le dice que su nombre es Inmaculada Concepción, confirmando lo que el Papa Pío IX, en el año 1854 había definido como dogma, el cual afirma que la Virgen María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, fue preservada inmune de toda mancha original desde el primer instante de su concepción en atención a los méritos de Cristo Jesús. Nuestra Señora de Guadalupe se aparece a Juan Diego en un momento de dolor y opresión para el pueblo indígena del tiempo de la conquista española de México. Ella, la Madre, adopta el color moreno, los rasgos mestizos, y la lengua de ellos. A través de “su hijo, el más pequeño” les comunica su mensaje de amor y

esperanza. Con las palabras “¿No sabes que soy tu madre?” restaura en ellos su autoestima caída y su dignidad de hijos de Dios. Las dos advocaciones del Adviento: la Virgen Inmaculada y la Virgen de Guadalupe, nos acompañan en tantas esperas de nuestras vidas, tristes o alegres. Ellas nos enseñan cómo esperar y encarnar en nuestros corazones al Niño Emmanuel en cada Navidad. El Hijo es la razón de la alegría de la espera. Así lo afirma el profeta: “La Virgen está encinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel” (Isaías 7,14). Así lo repetimos y creemos nosotros. Emmanuel, Dios con nosotros, nos mira, nos invita desde el regazo de su madre. Nos promete paz, alegría y esperanza. ¡Feliz Navidad a todos!

Cruz Teresa es maestra de teología de adultos hispanos en el Instituto de Formación Pastoral de la Diócesis de Brooklyn. Es miembro del Comité Hispano de Servicio Nacional y colabora con el Movimiento Carismático de Renovación, impartiendo charlas en su diócesis y a nivel nacional. En su parroquia, San Nicolás de Tolentino, en Jamaica, Queens, es miembro del Concejo Pastoral y enseña clases bíblicas en español, a la vez que coordina las labores del Equipo Hispano de Evangelización. Cruz fue columnista en el periódico católico “El Amanecer”. Actualmente escribe para The Tablet, Nuestra Voz y el portal oficial del Comité Nacional Carismático Hispano.

Para reportar cualquier forma de abuso sexual cometido por un miembro del clero, llame al número de asistencia y denuncia de la Diócesis de Brooklyn, una línea gratuita y confidencial:

888-634-4499