CÓMO VENCER EL TEMOR A EVANGELIZAR Por Dr. Gerardo Laursen Pensar en compartir nuestra fe con otros, causa una reacción que varía entre nerviosismo y pánico. Hay maneras de eliminar el pánico. Pero un poco de nerviosismo es bueno. Nos mantiene alerta. ¿Se acuerda, hermano, de la primera vez que predicó en la iglesia? ¿Un sentir de medio-pánico? Pero descubrió que predicando cada domingo, el pánico desaparece. En mi experiencia, aun después de muchos años, todavía tengo algo de nerviosismos al subir al púlpito. Pero en un par de minutos, estoy bien. Tengo la misma sensación evangelizando de casa en casa. Al tocar la primera casa en una tarde, estoy un poco nervioso. Pero después de hablar un par de minutos, estoy bien, inclusive con todas las casas que siguen el mismo día. El punto es no dejar que el nerviosismo nos controle de tal forma que no evangelicemos. Evangelizar es agradable y difícil a la vez. Es un privilegio y una obligación. “Las personas más felices y más maduras son aquellas a las que les gusta hacer lo que tienen que hacer” (Sisson, 33). [Mi libro favorito sobre evangelismo es: Richard Sisson, Prepárese para Evangelizar, Casa Bautista, 1984.] No es cuestión de escoger entre la voluntad de Dios y nuestra propia felicidad. Si el temor nos impide hacer la voluntad de Dios, es pecado. ¿Hay un temor que le detiene a evangelizar? Temores comunes y cómo vencerlos: 1. El temor al rechazo. Nuestro Cristo fue rechazado. ¿En primer lugar, cuál es la “gran cosa” si somos rechazados? Es poco sacrificio. Pero si un desconocido rebota la puerta en nuestra cara, obviamente no es cosa personal. No nos está rechazando a nosotros, sino a Cristo y el mensaje. No es necesario tomarlo personalmente. Así nos dice Cristo, en Jn. 15:20-21. 2. El temor a no saber qué decir. A lo mínimo, uno puede dar su testimonio personal. Pero es importante tener algo de orientación: clases o seminarios o leer un buen libro del tema. En el inicio, vale memorizar un plan de presentación, como el tratado “Las Cuatro Leyes” por La Cruzada Estudiantil. 3. El temor a lo desconocido. Eso incluye no saber cómo va a reaccionar la otra persona, cómo llegar al sitio en cuestión, si habrá perros sueltos en la calle, cómo proceder, etc. El secreto aquí es simplemente establecer una rutina. Aparte una hora particular o una tarde o un día por semana y seleccione un tipo de ministerio, como visitar a pacientes en el hospital o ir de casa en casa alrededor de su iglesia, etc. Después de unas semanas lo desconocido será conocido. Además, los pacientes y la gente en la puerta generalmente son corteses. 5. El temor de no ser digno de compartir el evangelio. Ya es tiempo de reconocer que sólo somos dignos del infierno. Gracias a Dios, somos salvos. ¿Expresamos nuestra gratitud a Dios? Ahora bien, si un creyente lleva una vida inmoral, claro no debe estar evangelizando todavía. Es hipócrita. Es tiempo de arrepentirse y confesar su pecado para ser limpio, 1 Jn. 1:9. De allí Dios no nos pide la perfección antes de evangelizar. Antes de compartir nuestra fe, todos debemos examinar nuestra vida para confesar pecados conocidos. Así se califica. Hay más recursos. Podemos aprovechar fuentes de impulsos que vencen temores: a. El amor de Cristo, 2 Co. 4:14-15.
b. Nuestra dedicación al Señor, 1 P. 3:15. c. La confianza en nuestra medicina divina, Ro. 1:16-17; Hch. 3:4-6. d. El gozo de ser obediente, 2 Ti. 2:4. f. Nuestra comprensión del mundo moderno. Todos van rumbo al infierno y podemos ser un instrumento en cambiar su destino. g. El estado de ánimo determina en gran parte la victoria. h. Confesar pecado, porque nos quita el valor. i. Hacer frente a aquello que más tememos. j. La oración para denuedo, Hch. 4:29; Sal. 34:4. El temor de evangelizar disminuye con la preparación y con la práctica frecuente. No hay excusa. Y la práctica del evangelismo nos da un enorme gozo. Qué seamos fieles evangelizando. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.