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Café Tacuba, con caballos salvajes en sus corazones

Milagro Teatro y Carretera 45 Tea- tro. En él se presenta con crudeza a un grupo de .... voz guajira, que repite incansable junto con todo el teatro el estribillo.
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espectáculos | 3

| Martes 18 de septieMbre de 2012

Café Tacuba, con caballos salvajes en sus corazones festival. La banda que lidera Rubén Albarrán cerró el Movistar Free Music

ConCierto

Eliades Ochoa, una leyenda del son cubano buena vista social club presenta a eliades ochoa. teatro ópera . función:

septiembre.

Dolores Moreno LA nACion

La chingadera y un baile uniforme. Sábado a la tarde. Más de quince mil personas al ritmo de un rock/ ska ranchero, de clásicos indiscutidos, de un frontman que nunca para de agitar al resto para que el piso nunca pare de temblar y para liberar los caballos salvajes que residen en los corazones. Esta vez sin álter ego, Rubén contagia desde el escenario su manera de batirle duelo al ritmo, y lo hace con una remera de Kennedy tachado, un chupín rojo y sus rulos violentos acometiendo contra lo que se les cruce. Café Tacuba tiene nuevo material, El objeto antes llamado disco (sale a la venta el mes próximo), que estuvo presentando indirectamente en distintos países de América, pero para cerrar este festival lo deja afuera y echa mano de un batallón de hits, coreografías y un cover inesperado. Durante casi dos horas, los mexicanos tocan sin cansarse en un día primaveral en las inmediaciones palermitanas. Arrancan con esa intro pegadiza “paparapapa eu eo” de “El baile y el salón”, para saludar a un público expectante que quiere bailar y convertir el Planetario en una suerte de pista dance al aire libre (lo que incluye un festín de mosquitos pseudocaníbales y de tierra, no nos olvidemos de la tierra). Siguen con el clásico de Leo Dan, “Como te extraño mi amor”, con el bailecito incluido y los guiños de estos cuatro amigos mexicanotes: todos agachados se esconden en sus instrumentos al terminar la canción. “Qué chingón, esperemos que la pasen de poca madre”, dice Albarrán, en su habitual uso y abuso de modismos del país del tekilazo. La música genera frenesí; es que en estos más de 20 años, Los Cafeta lograron no sólo manejar un playlist potente y festivo, sino transmitir energía desde el escenario al campo. Los hermanos

U

Rubén Albarrán, al frente de Café Tacuba Rangel Arroyo, uno de blanco, el otro de negro, les dan a las cuerdas y no se olvidan de improvisar esos pocos pasos para darle margen a Albarrán. Así suena “ingrata” (“celebrando la energía femenina”, dice Rubén, que no para de hacer alegorías sobre la florcita), antes tocaron “Las flores”, ambos temas de Re –disco de 1994, que algunos críticos pusieron a la altura del Disco blanco de los Beatles–. También hacen las clásicas coreografías en “Déjate caer” y “El puñal y el corazón”, donde los hermanos, el cantante y Meme –el de los teclados– se mueven de manera coordinada y simpática al ritmo de la música. La política aparece. Albarrán está algo rebelde, aprovecha para ir contra todos: la minería, los que gobiernan, los laboratorios, los abo-

Foto: raúl Ferrari/télam

gados, las represas. Reivindica a los mapuches, a los estudiantes mexicanos por el movimiento 132. Los amagos “¿Quieren más?”, agita Rubén, pregunta que repite durante casi una hora, el tiempo que duran los bises. Para eso, las condiciones: “un abrazo colectivo y cariñoso, y que bailen pues”. Entonces, suena “La chica banda” con un invitado especial, Gustavo Santaolalla, el productor de sus discos. El escenario se convierte en una fiesta, el ganador del oscar baila mientras toca la guitarra. Se van y vuelven con tema nuevo (“De este lado del camino”), y después de varias canciones de yapa (entre ellas, “Eres”), el final. Para eso, nada mejor que un cover en homenaje a Cerati. “Jue-

Foto: neil becerra

Mirada, inquietante recorrido por el universo iberoamericano encuentro en santos. Asistieron varios montajes de México, país invitado, y un espectáculo local del director Fernando Rubio

PARA LA nACion

SAnToS, Brasil.– organizado por el Servicio Social de Comercio (un emprendimiento que, desde la década del 50, contiene a través de diversas actividades a todos los trabajadores de Brasil), se llevó a cabo en esta ciudad portuaria, la segunda edición del Festival iberoamericano de Artes Escénicas, Mirada. En 2010, la muestra tuvo como país invitado a la Argentina. En esta ocasión, el territorio destacado es México. Así, la delegación de este último país estuvo conformada por siete producciones que expusieron un eje común: divulgar aspectos muy crudos de la realidad social del país. En verdad, ésta es la apuesta que guía el carácter curatorial del encuentro. Durante el día, la ciudad de Santos tiene un ritmo normal y durante la noche, el teatro que propone el festival parece inquietarla. Un grupo grande de adultos y jóvenes concurre a las diferentes funciones.

★★★★

muy bueno

La compañía española Els Joglar recuperó su pieza El Nacional

Carlos Pacheco

Viernes 14 de

clasificación :

Al finalizar cada representación aplauden, de pie, con un fervor inusitado. Los actores se sorprenden ante tal manifestación de afecto. Dos trabajos mexicanos, por estos días, han dado cuenta de una historia actual por demás llamativa. Uno de ellos fue Amarillo (ya comentado) y el otro Los asesinos, de David olguín, interpretado por El Milagro Teatro y Carretera 45 Teatro. En él se presenta con crudeza a un grupo de personas cuya estrategia es ligarse con organizaciones que promueven la violencia, en la seguridad de que de así podrán llevar una vida mejor. Pero el crimen, la pobreza y la desilusión se tornan moneda corriente a la hora de lo cotidiano. Si a eso sumamos el lamento por los que caen injustamente y el riesgo de una muerte segura, la vida se convierte en un caldo de cultivo que sólo manejarán algunos poderosos. De la Argentina llegó Íntimo Teatro itinerante, el grupo que dirige Fernando Rubio, con su performance Pueden dejar lo que quie-

ran. En un pequeño espacio (10 por 10 metros), plagado de ropa, en el que un hombre intenta reconstruir a través de telas de diferentes texturas la historia de su familia muerta en un accidente, se respiró un clima de mucho agobio, y eso despertó una profunda conmoción. La representación como forma de exorcizar algunas cuestiones del pasado tomó cuerpo en Chaika, del grupo Complot (Uruguay), dirigido por Mariana Percovich. Una potente relectura de La gaviota, de Chéjov, mostró a un grupo de actores exiliados durante la dictadura recuperando su espacio de trabajo, una antigua sala casi en ruinas, mientras una nueva generación trata de imponer sus discursos. El Hamlet de los Andes, del grupo Teatro de los Andes (Bolivia), dirigido por Diego Aramburu, presentó una muy singular versión de la pieza de Shakespeare en la que, la realidad boliviana y la de la compañía se mezclan en ese derrotero por montar la historia de un hombre

gos de seducción” es el elegido, con el que los mexicanos hacen elevar el polvo y las voces, y se marchan dejando un Planetario iluminado y un clima melancólico y festivo. Antes, Carlinhos Brown, primero con un turbante y luego con plumas blancas, le puso su ritmo de carnaval a la jornada. Con temas como “A namorada” y “La bamba”, animó a los concurrentes, que se sumaron a la alegría brasileña sin chistar. Brown tocó durante una hora, se infiltró entre la gente, a la que dirigió de izquierda a derecha; y aprovechó para homenajear a su mentor néstor Madrid, a quien hizo subir al escenario. También participaron del festival onda Vaga y el sueco-argentino José González, quien hizo un show íntimo puertas adentro del Planetario.ß

que busca develar la hipocresía de un poder que no se modifica al cabo de los siglos. Hamlet aparece detenido en el tiempo y ya no está seguro de poder moverse para llegar a la verdad. De Colombia, la compañía La Maldita Vanidad presentó una trilogía de espectáculos (“sobre algunos asuntos familiares”) muy apoyados en la dramaturgia de actor. El más interesante, Cómo querer que te quiera. Mientras la familia ensaya la fiesta que ofrecerá a su hija para sus 15 años, se van percibiendo los lazos que los padres tienen con el narcotráfico. En El olivo, que presentó el grupo El niño Proletario (Chile), asomó una metáfora de país que pareciera aislar a hombres y mujeres en un territorio dominado por la desesperanza. Su cotidianeidad transcurre en un bar; allí beben, se aman, se desprecian, sin más aspiraciones de que alguien venga a salvarlos. Unos repasos por la historia para reconocer mejor este presente asomaron en las propuestas del grupo Hara Teatro (Paraguay) y Yuyachkani (Perú). El primero mostró la dolorosa sobrevivencia de una mujer en tiempos de la guerra de la Triple Alianza; el segundo, a modo de una visita a un museo, expuso un friso histórico entre 1879 y 2000. Brasil mostró un amplio espectro de su producción. Desde Antunes Filho, con su experiencia Lamartine Babo hasta nuevos trabajos de creadores destacados como el grupo Galpao (exquisita su reposición de Romeo y Julieta para la calle), la Companhia Brasileira de Teatro o el grupo Piollin. Padres e hijos, de Mundana Companhia de Teatro, es un trabajo a punto de estrenar en San Pablo. Basado en la novela de ivan Turgueniev, aportó una interesante reflexión sobre el enfrentamiento entre generaciones formadas bajo diferentes parámetros. En el cierre, la reconocida compañía española Els Joglar recuperó una pieza estrenada a comienzos de la década del 90, El Nacional. Si entonces asomaba como un fuerte cuestionamiento a las políticas culturales españolas, hoy ese discurso se sobredimensiona para hablar de la crisis social y política que afecta actualmente a ese país. El Festival Mirada obligó a los espectadores a hacer foco en realidades muy desventuradas, por cierto, pero que coexisten en un espacio común: el iberoamericano. ß

n fiestón espontáneo, como en una de esas típicas tardes de música y baile en la Casa de la Trova, se reproduce en el escenario del Teatro Ópera. Llevados por el caliente ritmo cubano, la gente abandona sus lugares y sube a bailar al escenario, sin invitación ni previo aviso. Eliades ochoa es el culpable: ese ritmo del oriente cubano es tan contagioso que nadie se puede quedar sentado. Detrás de la multitud asoma el sombrero y la voz guajira, que repite incansable junto con todo el teatro el estribillo de “El Cuarto de Tula”, uno de los números más populares del Buena Vista Social Club. El sonero cubano ofrece uno de esos regalos difíciles de olvidar al final de su show. no será el único. A lo largo de la noche, el trovador ofrecerá un jugoso repertorio de guarachas, boleros y sones, que rubrican el sello sonero de Eliades ochoa, junto con el Cuarteto Patria, agrupación con la que está celebrando sesenta años de historia, y que incluirá los temas más populares del Buena Vista Social Club. Es verdad que la figura de Eliades ochoa se hizo más visible en el panorama mundial de la música por su participación en el proyecto de Ry Cooder. Pero no hay nada sobredimensionado en su talento. Eliades no es una leyenda por un disco: hace falta escucharlo tocar los primeros acordes, para que rápidamente se entienda por qué fue elegido como una de las estrellas de la música cubana de las últimas décadas; o por qué fue convidado a participar de proyectos como Afrocubismo, donde departe sesiones improvisadas junto con glorias africanas, como Toumani Diabate. A Buenos Aires, el músico cubano llega con toda esa historia y no defrauda. Parece que estuviera pasando por su mejor momento, no sólo como intérprete, sino como

el heredero de una larga escuela de sabiduría popular de la música del oriente cubano, donde nació y desarrolló su sonido. Siendo uno de los más jóvenes del Dream Team cubano, Eliades está entero y empatiza enseguida con el humor del público, a partir de la sencillez de sus palabras y el indómito ritmo de su tres. Sobre el escenario, su rutina (multiplicada a partir del fenómeno Buena Vista) no perdió ni un poco de frescura. Así, piezas clásicas y muy populares de su repertorio como la guajira “El carretero”, o el himno “Chan-chan”, de Compay Segundo (que reproduce con la fidelidad del disco), mantienen su energía y fascinación original. Lo más interesante de Eliades es su versatilidad para tocar el tres cubano y ese talento autodidacta para improvisar, con naturalidad, sobre diferentes ritmos cubanos. El ensamble, que suena con justeza y brillo en su sesión de vientos (aportan el sonido más de orquesta bailable) y el tumbao del piano, le permiten transitar con autoridad por el son de los cuarenta. Pero sus propias composiciones también tienen esa cadencia, sabrosura, humor y el toque de sofisticación necesaria para reactualizar una fórmula musical que tiene más de un siglo de historia, como si fuera un B.B. King de Sierra Maestra. Durante el concierto ofrece todo lo que el público espera escuchar y más, porque el legendario sonero recurre a otros ritmos menos transitados de Cuba como el antiguo changui (otra de sus especialidades) y el merengue, al que le aporta una letra lisérgica y ecológica, “A la Luna yo me voy”. La picardía y naturalidad que tienen muchas letras del son cubano son la excusa para hacer bailar a la gente: incluso cuando suenan los boleros la gente baila al fondo del teatro. Ése es el verdadero objetivo de Eliades ochoa. “Se está armando un lindo ambiente, familia”, se entusiasma a mitad del show. Después ni la seguridad podrá frenar al público, bajo los efectos embriagadores del son de ochoa.ß Gabriel Plaza