Bullying, un drama que crece en silencio

10 abr. 2012 - acoso escolar, o bullying, y el suicidio adolescente. Desde dentro y fuera del sistema educativo bonaerense –aunque el fenómeno, claro está ...
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SOCIEDAD

Martes 10 de abril de 2012

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VIOLENCIA EN LAS AULAS s TRAS EL SUICIDIO DE UN ADOLESCENTE

Bullying, un drama que crece en silencio Los especialistas en el tema del acoso escolar afirman que debe mejorarse la prevención en el aula y capacitar a los profesores

Escollos para realizar un relevamiento

SEBASTIAN LALAURETTE LA NACION LA PLATA.– ¿Qué es lo que llevó al pequeño Víctor Feletto a dispararse un tiro en la sien, la semana pasada, en su casa de Temperley? Su abuelo José tuvo una respuesta inmediata. “Lo mató el colegio”, dijo, furioso, aún con el dolor en carne viva. Los especialistas, en cambio, no creen que sea tan simple hallar una causa única para la tragedia, pero lo cierto es que José puso sobre la mesa dos cuestiones candentes: el acoso escolar, o bullying, y el suicidio adolescente. Desde dentro y fuera del sistema educativo bonaerense –aunque el fenómeno, claro está, tiene un alcance nacional– estudiosos del tema consultados por LA NACION señalan que ni el hostigamiento entre niños ni las raíces de lo que puede derivar en un suicidio adolescente son bien detectados en las escuelas, y que hace falta mayor formación en esos temas específicos. Víctor, de 12 años, se suicidó luego de que la directora de la escuela secundaria donde estudiaba le negó el permiso para dejar de ir a las clases de gimnasia, donde era empujado y golpeado por algunos compañeros. Su abuelo José, dueño del arma con la que el chico se quitó la vida, se quejó amargamente: “Lo obligaban a hacer ejercicio, aunque no quería. Nadie le dio importancia a su problema”. Los expertos coincidieron en que la tragedia de Temperley difícilmente pueda atribuirse a una sola causa, pero también señalaron que estos problemas suelen transcurrir debajo de las narices de padres, docentes y psicólogos, sin que ninguno de ellos los detecte. La psicóloga Adriana Denegri, docente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) e integrante del Centro de Orientación Familiar platense de la Dirección General de Cultura y Educación (DGCE) bonaerense, afirmó que “algunos maestros no fijan tanto la mirada en las situaciones” de violencia entre alumnos. “A veces, hay cierto descuido. No de todos los docentes, claro”, dijo. “Pero no siempre la escuela es capaz de registrar estos fenómenos, a pesar de que es un buen lugar para registrarlos. Sucede que el chico que lo padece lo silencia. Y como se trata de los alumnos más retraídos, los menos ruidosos y conflictivos, son aquéllos de los que menos se ocupan los docentes y los equipos psicológicos”, añadió. El diputado provincial Walter Martello (CC/ARI) coincidió: “El docente suele no advertir la existencia de estos casos porque el contexto general de violencia estandariza cualquier tipo de situaciones. Y los chicos generalmente no lo denuncian, porque la denuncia retroalimenta el círculo de violencia”, dijo. En febrero de este año, Martello presentó dos proyectos de ley destinados a visibilizar y abordar la problemática del bullying en la provincia de Buenos Aires. Uno de ellos propone realizar una encuesta anual sobre acoso escolar en todas las escuelas, ya que en la actualidad “no hay ningún dato como para poder mensurar el nivel de violencia en las aulas bonaerenses”, según el diputado. El otro proyecto busca crear un taller obligatorio para chicos y padres en los dos últimos años de la secundaria, para hablar sobre ese tema.

Un grupo de profesionales quiso trazar un mapa del maltrato, pero varias escuelas no accedieron

Los signos a tener en cuenta El Centro de Investigaciones del Desarrollo Psiconeurológico-Grupo Cidep ofrece una lista de signos en los chicos para que padres y docentes tengan en cuenta.

Para los padres ➔ No querer asistir a clase

➔ Tener insomnio

➔ Desarrollar síntomas físicos el

➔ Perder objetos o dinero para

➔ Aparecer con golpes y moretones

➔ No tener ganas de ver a los

➔ Estar irritable, triste y nervioso

➔ Comenzar con cefaleas

➔ Cambiar el carácter

➔ Sentir dolores abdominales

domingo a la tarde

utilizar en el recreo

injustificados

amigos ni de salir de casa

Para los docentes ➔ Falta con frecuencia

➔ Baja el rendimiento académico

➔ No tiene integración con sus

➔ No entrega los deberes y antes lo

pares

hacía (quizá se los robaron)

Ambas iniciativas están ahora en la Comisión de Educación de la Cámara baja, esperando ser evaluadas para su tratamiento. Fuentes de la DGCE dijeron que no se brindarían detalles sobre el caso particular de Víctor “por precaución”, debido a que hay una investigación administrativa en curso. El hecho de estar alerta para la detección del bullying (término que viene de la palabra en inglés “bull” que significa toro, es decir que se podría traducir como “torear”) es crucial. “Lo primero que hay que hacer es estar atentos, muchas veces los chicos o sus padres denuncian los hechos y no se les da la importancia que se debiera”, afirmó por su

parte Mariana Kelly, integrante del equipo Bullying Cero del Centro de Investigaciones del Desarrollo Psiconeurológico (Cidep). Kelly explicó cuál es la actitud que toma el equipo del Cidep cuando recibe una denuncia: “Siempre hay que actuar con cautela y no exponer a los que denuncian los hechos ante sus pares, porque si la situación es cierta, pueden recibir represalias peores y además se corta la confianza depositada en nosotros”.

El extremo La conclusión visible, terrible y extrema de este problema invisible del acoso escolar a veces es el suicidio. La muerte de Víctor, como la de otros chicos, es el final de un

camino recorrido en soledad, lejos de la mirada de los adultos. Así lo dicen especialistas en la problemática del suicidio infantil y juvenil consultados por LA NACION. “El sistema educativo no está preparado para hacer la lectura de las señales” que da un chico que está considerando suicidarse, dijo el psicólogo y criminólogo Ernesto Páez, autor del libro Suicidio en niños y jóvenes: un encuentro entre salud y educación. “Un caso como el de Temperley es un hecho de alta complejidad y no cualquier profesional puede atenderlo. Los chicos muchas veces dan señales de lo que se disponen a hacer; el problema es quién las decodifica.” Por ello, Páez insiste en la importancia de capacitar a todos los actores para que puedan detectar las señales tempranamente y así poder trabajar para evitar el desenlace fatal. Juan José Fernández, especialista en psiquiatría infantojuvenil del hospital Lucio Meléndez de Adrogué, es uno de los médicos que vienen relevando los intentos de suicidio de niños y jóvenes en distintos distritos del Gran Buenos Aires. Y advierte que la falencia también está en el sistema sanitario. “El peligro es que, si se cura la herida producida por el intento de suicidio, pero no se atiende el porqué, se puede volver a producir, y esta vez con éxito”, explicó. Y añadió que sólo el 20% de los pacientes atendidos por tentativa de suicidio pasan al equipo de salud mental para ser correctamente tratados. “Nosotros llevamos adelante un programa por el que charlamos con todos los actores, especialmente médicos y docentes, para que sepan cómo detectar la ideación suicida de un chico e iniciar la cadena de tratamiento”, explicó el médico.

Es un problema grave, la causa del padecimiento de miles de chicos, la razón por la que no quieren ir al colegio ni participar de actividades sociales con sus compañeros. Los hostigan, los burlan, los martirizan. Sin embargo, esta preocupación, que desvela a miles de padres en todo el mundo, no ha encontrado eco en las autoridades educativas. Un grupo de profesionales y docentes de la Universidad de Flores y del Centro de Investigaciones del Desarrollo Psiconeurológico (Cidep) conformó hace dos años un equipo interdisciplinario para abordar el tema con el nombre de Equipo Bullying Cero. Impulsan una investigación sobre la prevalencia del acoso escolar en sexto y séptimo grados en colegios de la Capital. Se pusieron como meta elaborar un diagnóstico estadístico de la situación. Para ello, relevarían el clima que se vive en 40 escuelas porteñas, 20 de ellas públicas y otras 20, privadas. “Si no hay estadísticas, no hay concientización del problema y no hay herramientas para justificar un plan de capacitación docente en este tema”, explica Flavia Sinigagliesi, coordinadora del Cidep. El problema es que justamente, después de dos años de trabajo, no han conseguido trazar un diagnóstico, ya que sólo nueve de las 40 escuelas accedieron a que los profesionales ingresaran a las aulas y realizaran observaciones en clase. Esto, a pesar de que sería un trabajo en el que se mantendrían en reserva tanto los nombres de los docentes y de los alumnos como de las escuelas involucradas. “Pedimos el aval del Ministerio de Educación y de la Dirección de Educación de Escuelas Privadas; ambas entidades nos apoyaron, pero la decisión de participar es de cada colegio. Lamentablemente, a dos años de iniciada la investigación, sólo logramos tomar las encuestas en nueve escuelas”, lamenta Sinigagliesi.

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“Las escuelas tienen miedo de participar, creen que si se encuentra bullying en la institución habrá sanciones o se las culpará de la situación. Sin embargo, la idea es todo lo contrario: colaborar para que posteriormente se pueda capacitar a los docentes para detectar y prevenir las conductas de hostigamiento en el colegio”, agrega la especialista. El objetivo de la investigación es reunir los elementos necesarios como para trazar un mapa de realidad, para poder luego intervenir. Quieren impulsar una ley para que se trabaje el tema en las escuelas desde la prevención. No se busca establecer castigos ni marcar a las instituciones, sino iniciar un camino para que los propios docentes puedan dar los primeros signos de alerta. “En ocasiones, las autoridades educativas han hecho declaraciones públicas diciendo que no hay casos registrados sobre bullying en nuestro país. Esto es imposible, porque aun en los países con mejores programas antibullying las conductas de hostigamiento en las escuelas están presentes, aunque en menos frecuencia y de menor intensidad. Lo que ocurre es que las autoridades creen que no hay bullying porque no hay ninguna ley que enmarque el abuso entre pares. Los padres no saben cómo hacer la denuncia…”, detalla. “Hay factores ambientales que influyen para que el maltrato se perpetúe: los niños van al colegio más horas; los padres pasan menos tiempo en casa y conversan menos con ellos; los docentes están muy exigidos desde muchos aspectos y no pueden dedicar horas a conversar y observar a sus alumnos. Los niños también están inmersos en un mundo más competitivo donde a veces el poder es a costa del desprestigio del otro. Si el hostigador no tiene espectadores, si no tiene quien lo apoye y lo que hace no es canchero, esa conducta desaparece”, asegura Sinigagliesi.

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OPINION

Es necesaria una ley RICARDO GIL LAVEDRA PARA LA NACION En los últimos tiempos, la prensa ha difundido reiteradamente penosos casos de un fenómeno que en el mundo es denominado bullying, que no es otra cosa que violencia escolar expresada en diversas modalidades, como acoso, asedio, hostigamiento, persecución, amenaza, insultos, golpizas y aun formas más sofisticadas, como campañas insidiosas por vía informática, practicadas por una persona o un grupo de personas contra víctimas indefensas. Estas conductas, de intimidación, tiranización, aislamiento, humillación, que significan un sometimiento abusivo de la víctima, casi siempre se evidencian lejos de los ojos de los adultos. No se trata de un fenómeno nuevo. Es más bien antiguo, sólo que en los últimos años ha cobrado mayor visibilidad, dado que se han incrementado las manifestaciones y denuncias por hechos de esas características y, por ende, se ha ahondado la preocupación por la problemática. A diferencia de otros países, la Argentina, con una añeja y admirada tradición en legislación educativa, no tiene previsiones legales específicas para esta problemática. Chile, Perú, México, Estados Unidos y el Reino Unido, por nombrar algunos,

han elaborado o están en proceso de sanción de una ley antibullying. Una reciente investigación de Unicef y Flacso realizada en la Argentina con alumnos de los tres últimos años del secundario reveló que el 71% de los estudiantes presenció peleas entre sus pares, el 66% fue testigo de humillaciones entre ellos, el 25% vio compañeros con armas blancas en la escuela y el 6% con armas de fuego. Respecto de los docentes, el 15% de los alumnos reconoció que fue objeto de gritos amenazadores, el 7% dijo haber sido humillado públicamente y el 0,9% fue agredido físicamente, mientras que el 1,5% asumió haber agredido físicamente a un docente. Siendo de tal crédito las fuentes, basten estos datos para que en la Argentina se inicie una acción legislativa reparadora y previsora de una problemática que no es endémica y cuya gravedad se manifiesta a través de un grave impacto en términos de rendimiento escolar, deserción, integridad física y daño psicológico del estudiante. Es innegable que la educación es un derecho humano fundamental y que su correlación con el fenómeno del acoso escolar es real y preocupante. Los especialistas destacan que el “acoso escolar” es una forma de violencia que incide en el rendimiento del alumno, provocando ausentismo, bajas notas y abandono de la escuela.

La alta correlación positiva entre el “acoso escolar” y las falencias que actualmente se intentan paliar del sistema educativo argentino indican la necesidad imperiosa de abordar esta problemática. No es posible combatir el bajo rendimiento académico y la deserción ignorando estos hechos de microviolencia o violencia intramuros, como se los denomina. Desde 1884 distintos gobiernos han ido combatiendo las falencias que enfrenta el sistema educativo: ausentismo, rendimiento educativo, condiciones edilicias, capacitación de los maestros, por nombrar algunas. Indudablemente, el bullying se inscribe entre estos desafíos. Más allá de los textos legales nacionales (Constitución Nacional arts. 14 y 75 inc. 19) e internacionales (art. 26 de la Declaración Internacional de los Derechos Humanos y en la Convención Internacional de los Derechos del Niño), ambas de jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22, C .N.) que garantizan el ejercicio del derecho humano fundamental a la educación, los grandes pensadores de la Organización Nacional concibieron la educación como medio insustituible para crear al ciudadano y cimentar una democracia madura. Sarmiento señaló el camino con su lema “Hay que educar al soberano” y con sus múltiples acciones para

fomentar la “educación popular” –como tituló a uno de sus libros–, que habrían de coronarse, ya en sus últimos años, con la sanción de la ley 1420, normativa que le confirió a la Argentina un rasgo distintivo, junto a la integración de los inmigrantes. No obstante esa anticipación para considerar a la educación como factor preponderante del desarrollo como nación, al día de hoy, la Argentina no tiene una ley que brinde un marco institucional integral a la cuestión de la violencia escolar. Tampoco ha desarrollado programas interdisciplinarios capaces de abordar la complejidad del fenómeno. Se trata, claro, de una problemática que no puede esperar. Es imperiosa la necesidad de un tratamiento multidisciplinario que dé respuesta y a la vez prevenga todo tipo de situaciones de acoso escolar. Por eso el bloque de diputados nacionales de la Unión Cívica Radical, junto con otras fuerzas, está trabajando fuertemente en el Congreso de la Nación con el propósito de tratar el proyecto presentado y convertirlo prontamente en ley. Existe un gran desafío por delante, un desafío que la Argentina debe y puede afrontar.

Presidente del bloque de diputados de la Unión Cívica Radical

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