Arte. Cruda y voraz

26 sept. 2014 - El historiador francés Georges Didi-Huber- man considera que un retrato humano asume cierta dimensión política cuando implica un.
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16 | ADN CULTURA | Viernes 26 de septiembre de 2014

En El combate perpetuo, la imagen de un manifestante se proyecta sobre la pared fotos: martín felipe/afv

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Arte. Cruda y voraz Graciela Sacco en el Hotel de Inmigrantes. Por primera vez el centenario edificio aloja una muestra individual de una artista argentina. Organizada por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, Nada está donde se cree… reúne intervenciones que abordan la memoria, la fugacidad y el conflicto Diana Fernández Irusta | la nacion

raciela Sacco utiliza en sus obras la heliografía, técnica nacida a principios del siglo XIX: suerte de ancestro de la fotografía, creadora de imágenes de textura porosa, difusas para la visión actual, repentinamente sutiles. Por sobre todo, imágenes logradas a partir de productos que ya no se fabrican: materiales en extinción como la propia técnica a la que alguna vez sirvieron. Quizás por eso las intervenciones –ella las llama “interferencias”– que la artista ha realizado en el Hotel de Inmigrantes dialogan tan bien con las enormes estancias, los azulejos blancos, pasillos, piletones y escaleras de mármol de un lugar donde todo parece hablar de las vidas que ya no están pero dejan, como un poso –¿la huella de una imagen en negativo?–, la intuición de su paso por este mundo. Nada está donde se cree… se llama esta muestra, exposición antológica curada por Diana B. Weschler, cuyo nombre alude, precisamente, a uno de los temas recurrentes en las creaciones de Sacco: la idea del tránsito, la fugacidad, el conflicto. Y la necesaria ambigüedad de un universo donde nada permanece estanco. Al inicio del recorrido, suspendidos en la recepción o adosados a los escalones, los cientos de ojos de Entre nosotros interrogan la mirada de los visitantes. Se trata de ojos sin cuerpo ni rostro: la pura fuerza de la mirada, esa capacidad de tajear el espacio y transmitir la identidad de un modo que, muchas veces, las mejores palabras apenas podrían esbozar. Esos ojos de una comunidad que quizás nos incluya ya han aparecido en otras intervenciones de la artista. Son, junto con el virtuosismo técnico, los juegos ópticos y el trabajo con la descomposición del movimiento, una de las marcas distintivas de esta autora. En la obra Espiando a los bárbaros se redobla la apuesta. Los pares de ojos ahora asoman entre tablones, su inquietante potencia de repente sesgada por una especie de paredón que multiplica las asociaciones: ¿son miradas de curiosidad, de alerta o de miedo? Y la inevitable sospecha: ¿quién espía a quién? ¿Quién está libre de ser considerado bárbaro o, por el contrario, de convertir en “bárbaros” a quienes no son más que “otros”? El historiador francés Georges Didi-Huberman considera que un retrato humano asume cierta dimensión política cuando implica un registro de lo singular que, al mismo tiempo, permite aludir a lo histórico y colectivo. En las miradas sin rostro de Graciela Sacco –individuales y universales al mismo tiempo– algo de esta operación se pone en juego. También en sus imágenes de migrantes: cuerpos en movimiento, tan difusos y certeros como el registro –tomado en contrapicado– de sus pies: tacones firmes, punzantes, anónimos pero también capaces de no serlo en absoluto. Aquel gozoso fluir de fronteras e identidades que alguna vez prometió la globalización se estrella hoy con la realidad de los niños migrantes, la desesperación de quienes se arrojan al Mediterráneo, el horror de las