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apologetica/pdf/El sindrome de Shakespeare


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EL SÍNDROME DE SHAKESPEARE Por Gustavo Sánchez (Rosario / Argentina)) Una mujer estaba agonizando. De pronto, tuvo la sensación de que era llevada al cielo y presentada ante un tribunal. ¿Quién eres? Dijo una voz. "Soy la mujer del intendente", respondió ella. Te pregunté quién eras, no con quién estas casada. Soy la madre de cuatro hijos. Te pregunté quién eres, no cuantos hijos tienes."Soy una maestra de escuela. Te pregunté quién eres, no cual es tu profesión". Y así sucesivamente. Respondiera lo que respondiera, no parecía dar con una respuesta apropiada. ¿Quién eres? "Soy cristiana". Te pregunté quién eres, no cual es tu religión. "Soy una persona que iba todos los días a la iglesia, ayudaba a los pobres y a los necesitados”. Te pregunté quién eres, no lo que hacías. Evidentemente, no consiguió pasar el examen, porque fue enviada de nuevo a la tierra. Cuando se recuperó de su enfermedad, tomó la determinación de averiguar quién era. Y todo fue diferente. Antony de Mello LA ORACIÓN DE LA RANA "Ser un cristiano es una forma de vivir, jugarse por Cristo, luchando hasta morir. No es sólo ir a la iglesia, no es solamente cantar, no es vivir amargado, es tener felicidad. Ser un cristiano es pensar en los demás, llorar con el que sufre, brindándole amistad. Si digo que soy cristiano, a Jesús debo llevar, él debe ser mi existencia, en él debo yo confiar. Ser un cristiano es amar, es perdonar, es dar lo que no me sobra, es compartir la verdad, hablarles a todos de Cristo, mostrando al mundo la luz, contarles a todos que en Cristo hallarán la libertad". Aunque larga, esta antigua canción pareciera pretender describir "que es un cristiano", de hecho comienza "Ser un cristiano es..." y a continuación describe prácticas de quién es cristiano. Son acertadas las acciones. Pero nos permitimos objetar, ¿es eso ser cristiano? ¿No describe más bien lo que DEBE HACER un cristiano, como consecuencia de serlo? Resulta difícil hacer definiciones ontológicas porque la mente se inclina siempre a describir acciones; pensamos en verbos más que en sustantivos. Si hiciéramos una encuesta y preguntáramos a las personas acerca de lo que significa ser cristiano, seguramente obtendríamos este tipo de respuestas. Una buena parte de la gente homologa el término "cristiano" con "ser humano", como quedó plasmado, por ejemplo, en el Martín Fierro donde cristiano es lo opuesto a los animales. Otros pensarían que el término se explica desde la religión o la cultura occidental. La pregunta sigue sin responderse. La etimología aporta poco semánticamente. El sufijo de cristiano indica "uno que sigue", un "discípulo" de Cristo, como "herodiano" designa a los partidarios de Herodes. Si bien es cierto que este concepto entraña significados sublimes, otra vez estamos en el terreno de las acciones. Cuenta Lothar Coenen que la multitud de Hechos 11:26 quien denominó por primera vez a "los del camino" como "cristianos". Optaron por este sustantivo (que luego sería tan despectivo) influenciada por la similitud y consonancia con CRESTOS (bueno, manso, bondadoso), apelando a la virtud que más fácilmente se veía en ellos. No queremos restarle valor a la verdad bíblica y constante de mostrar con hechos la condición de cristiano. De ninguna manera. La vida cristiana es eso, una forma de vida. No es una religión, ni una especulación filosófica, ni una materia discursiva. Es eminentemente práctica. Pero no nos hace cristianos nuestra conducta, sino que ésta debe ser consecuencia de lo que somos. "La fe justifica al hombre, las obras a la fe". Este refrán resume algo muy cierto. Así hallamos la concordia entre gracia y obras. Entre Pablo y su doctrina de la salvación sin obras, y Santiago y su apología de ellas.

En el huerto del Edén había dos árboles; el de la vida, y el que el hombre creado por Dios no podía comer, el de la ciencia del bien y del mal. El hombre transgrede la ley de Dios. Comió y conoció la diferencia entre el bien y el mal. A partir de ahí el hombre ha transcurrido su historia haciendo el bien y haciendo el mal. Pero el revelador mensaje de este árbol es que trajo muerte. Aunque haga el bien o haga el mal, el hombre quedó privado de la vida, la cual es una provisión de Dios. El mayor problema del ser humano no está entre el bien y el mal, sino en qué árbol está su vida. En 1924, emigrado en Francia y, como lo describiera él mismo "preso de una fiebre espiritual", Miguel de Unamuno decía: "la cualidad de ser cristiano es la de ser Cristo", y no se equivocaba un ápice. Descubrimos, entonces, un principio bíblico. Primero ser, luego hacer. Efesios 2 nos habla de que somos salvos por gracia (v. 2) para luego llegar al v. 10 y hablar de las obras; las que Dios preparó para que anduviésemos en ellas para que la gloria sea para él. Watchman Nee lo resumía así: "Mejor andamos, cuando mejor estamos sentados", priorizando la posición en lugares celestiales como previo al devenir de la acción, de la vida. Lo mismo sucede con el planteo de Romanos 6. Desde el momento mismo de nuestra conversión comienza un proceso de identificación con Cristo, de unión con él, que tiene como objetivo formar a Cristo en nosotros. Alguien ha dicho: "Dios nos ama, pero nos ama demasiado para dejarnos así". Él está empeñado en formar a su Hijo en nosotros. La salvación es sólo el primer paso de una transformación, una metamorfosis, como lo plantea Pablo en 2 Corintios 3:18; Filipenses 1:6; Efesios 4:13; etc. Escribiéndoles a los gálatas usa una frase muy explícita cuya meditación nos eleva de manera excelsa. Dice: "sufro dolores de parto, HASTA QUE CRISTO SEA FORMADO EN USTEDES" (Gá. 4:19). El propósito del plan urdido por Dios Trino es ser como Cristo, pensar como él, sentir como él. Es el proyecto de restauración más grande que se halla concebido alguna vez. El bautismo cristiano, descrito en Romanos 6, nos coloca en una posición de morir con él, y resucitar con él A UNA NUEVA VIDA, la que está en el creyente por su unión con Cristo. El apóstol es enfático al afirmar que el que se une al Señor, un espíritu es con él (1 Co. 6:17). Nuestro espíritu se une, se mezcla indivisiblemente, se amalgama con su naturaleza. Por esta razón, Pedro llega a decir que somos COMULGANTES de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4). Esta unión con Cristo nos hace nueva creación. Ya no somos meramente el hombre adámico. Segunda Corintios 5:17 no deja lugar a dudas. El que está EN CRISTO, NUEVA CRIATURA ES. Se trata de crucificar todo lo que soy (o era) en un sacrificio renovador (Ro. 12:1) que crucifica todo el yo (Gá. 2:20). Un cristiano es paradójicamente alguien que ha muerto, pero identificado con Cristo y con el poder de su resurrección (Fil. 3), vive bajo el influjo y el poder transformador de su Espíritu, llegando a fructificar espiritualmente. El grano de trigo tiene que morir porque sólo así la vida divina fluye hacia fuera. No se trata de un concepto místico. Un cristiano no es un santulón, con alguna aureola sobre su cabeza y que no toca el piso en su andar. Es un pecador que ha aceptado el plan transformador de Dios a la imagen de Cristo. Es alguien caído que se arrepiente y crucifica su carne (su yo) (Gá. 5:24) para ser poseído por Cristo resucitado, que es el Espíritu vivificador (1 Co. 15). El evangelio de Juan, en el capitulo 15, expone en boca del Señor una de las más augustas descripciones de lo que es un cristiano y lo relaciona directamente con el tema de fructificar. Este párrafo daría letra para extensos comentarios, que me inhibo esbozar porque su profundidad supera

mi razonamiento. Sugiero su devota lectura y meditación. Por lo pronto, se habla de una vid que es Cristo, verdadero árbol de la vida. También se menciona a los pámpanos; figura de los creyentes unidos a él, alimentándose de él. Y es un proceso que consiste en llevar fruto, en una fisiología espiritual que reproduce a Cristo en nosotros. Llevar fruto es mucho más que traer otros al evangelio. Un fruto reproduce genéticamente a la planta. El gran maestro Horacio Alonso, no podía decirlo mejor: "El fruto no tiene que ver con actividad, sino con el carácter. El carácter es más importante que el trabajó. Lo que tenemos que SER es más importante que lo que tenemos que HACER”. Este proceso incluye disciplina, pero no es nuestro tema. Desde comienzos de 1600, Hamlet, el príncipe de Dinamarca, viene repitiendo en cada representación su monólogo más famoso, el de la escena 4: "Ser o no ser, esa es la cuestión" dirá, creyéndose solo, mientras Ofelia lo escucha desde un rincón. Creo que es hora de preguntarse lo mismo. Ser o no ser, sigue siendo la vieja cuestión. Así de diametral sin puntos medios, sin tonos grises. Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar Usado con permiso ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.