antonio de la maza vsquez y el 30 de mayo de 1961 - Diario Libre

27 may. 2009 - 1960, cuando regresaban de Puerto Plata después de haber visitado a Manolo ..... Pero no por esto se cruzaba de brazos, ya él había tomado ...
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ANTONIO DE LA MAZA VÁSQUEZ Y EL 30 DE MAYO DE 1961

El tema de la conferencia de esta noche es “Antonio de la Maza Vásquez y el 30 de mayo de 1961. Se ha hablado mucho del 30 de mayo, pero a mi juicio no lo suficiente para concientizar a las nuevas generaciones de lo que representó la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo Molina para el pueblo dominicano. Hablar de “Antonio de la Maza y el 30 de mayo de 1961”, implica necesariamente hablar de los hermanos de la Maza, de sus padres, de su entorno familiar y de Moca. ¿Por qué opino yo eso? Por quien era Antonio de la Maza, por la relación que sostenía con sus hermanos y su padre, y por los demás mocanos implicados en el magnicidio, como se verá más adelante. Antonio de la Maza nació en Moca, el 24 de mayo de 1912. Era el segundo de los doce hijos procreados por Vicente de la Maza y Ernestina Vásquez, de donde proviene la sangre de una casta de valientes que corría por las venas de Antonio. Vicente era un hombre extraordinariamente guapo y de coraje inconmensurable. Muy joven, junto a su hermano Blas, Ramón Cáceres, Horacio Vásquez, Jacobo de Lara, y otros valientes mocanos, participó en el ajusticiamiento del otrora cruel dictador Ulises Hereaux, el 26 de julio de 1899, demostrando así su oposición a cualquier forma de régimen opresor que tratara de privar a este pueblo de sus derechos y libertades.

Vicente

fue general y asistente militar del Presidente Ramón Cáceres, junto a quien partió hacia Cuba, como exiliado político. Ernestina, aunque sumamente

tímida, fue una mujer de gran valentía. Era sobrina de Horacio Vásquez, más, sin embargo, hay que aclarar que Vicente no fue Horacista, fue Cacerista. Los valores morales, el amor a la libertad y a la patria que inculcaron Vicente y Ernestina a sus hijos, se traducen más tarde en el deseo de Antonio y sus hermanos de liberar a la patria del verdugo que la oprimía y que mantenía a sus hijos en zozobra. Los hermanos de la Maza nacieron y crecieron en la bucólica villa de Moca, poblado del que se sentían orgullosos, pues allí estaba enraizada la estirpe familiar de hombres valientes y de tiranicidas. Siendo Mario el mayor, se fue a terminar sus estudios a Santiago a la Academia Santa Ana. Antonio quedó junto a los demás hermanos y su relación creció y se fortaleció cada vez más, tornándose este grupo familiar en un núcleo de poder, respeto y de acción, admirado por la comunidad mocana.

Donde

uno tenía un problema, allí estaban los demás para apoyarlo y ayudarlo. Antonio tenía plena confianza en sus hermanos y sabía que podía contar con ellos para cualquier empresa, como en efecto sucedió cuando los integró a su proyecto. Antonio de la Maza fue un joven rebelde de carácter fuerte, de conciencia familiar orgullosa y de recios valores. Era hombre de llamativa personalidad, trabajador, de pocas palabras, franco, valiente y decidido en sus acciones. Aunque no era de estatura alta, era de contextura física fuerte. Antonio, que no sabía lo que era el miedo, podía enfrentar tanto a una persona como a un grupo de personas si ese era el caso. Antonio fue un hombre sencillo, y a pesar de su carácter introvertido era hombre de muchos amigos. Era un extraordinario familiar. Sus mejores

amigos eran sus hermanos y siempre velaba por sus hermanas, a quienes protegía, apoyaba y ayudaba continuamente. Cuando Trujillo llegó al poder en 1930 ya tenía totalmente controlado el ejército y había eliminado o sacado de circulación a todos aquellos que se le oponían, y consciente de que tenía que seguir muy de cerca los pasos a los seguidores y allegados de Horacio Vásquez, siempre se mantuvo pendiente de la familia de la Maza. Trujillo conocía el valor extraordinario de Antonio de la Maza y de sus hermanos, y lo que representaba Vicente de la Maza para su comunidad. En los primeros años de la dictadura, la familia de la Maza se vio acosada por los guardias del ejercito trujillista que rondaban la casa familiar constantemente. En una ocasión dispararon contra ella, pasando una de las balas por el centro de la sala. Ernestina se enfrentó con el militar encargado de la dotación y lo responsabilizó de lo ocurrido y de lo que pudiera pasar. En otra ocasión, a Vicente lo fueron a buscar calieses y adeptos al régimen, Vicente se preparó para enfrentarlos con sus hijos Ernesto y Octavio, niños aún, diciendo “A mi no me van a matar como hicieron con Mainardi”. Su hija Dulce, que estaba todo el tiempo al lado de su padre, agarró con tanta fuerza la puerta frontal de la casa para impedir que los militares entraran, que sus uñas se les desgarraron y los agresores optaron por retirarse. La persecución era tal, que Vicente tuvo que esconderse en Santo Domingo, en la casa de Estela Michel, prima de Ernestina, y le ordenó a su familia que se escondieran donde su leal y buen amigo Miguel Joaquín, quien, para proteger a la familia de la Maza, dispuso rodear su finca con peones armados de machetes y ordenó no se dejara entrar a nadie sin su autorización.

Antonio de la Maza desde muy joven rechazó la forma de Trujillo hacerse del poder y cuando el terror trujillista se había implantado en todo el territorio dominicano, su inconformidad se manifestó a través de diferentes hechos de valor que demuestran que sus ideales marchaban en sentido contrario a la opresión que la dictadura iba sembrando en todo el país. En una ocasión, calzando los zapatos de su hermana Idalia, que era la que tenía los pies más grandes, a escondidas, fue a unirse a Desiderio Arias, quien después de haberse aliado a Trujillo, se sublevó contra éste en las montañas del noroeste. Este intento liberador fue frustrado por su padre Vicente, que lo fue a buscar tan pronto le informaron del paradero de Antonio. En otra ocasión, se enfrenta a militares que en forma violenta y arbitraria querían arrebatarle un revolver que portaba y con el cual había disparado unos cuantos tiros al aire. Este hecho ocurrió frente a la casa del General Eduardo García, padre de los hermanos Antonio, Ramón y Bienvenido García Vásquez. Don Eduardo, personaje sui generis de Moca, que estaba viendo lo que sucedía, le decía enfáticamente a Antonio, “No se lo des Antonio, no se lo des”, refiriéndose al revolver. Sin embargo, el Capitán Pedro Andujar, que se encontraba presente persuadió a Antonio de que entregara el arma, para verse inmediatamente agredido por éste a patadas y con el arma que acababa de entregar. Andujar le pegó tan fuerte en la boca y la nariz, que quedó con una lesión que más tarde tuvo que operar. Junto a Arcadio Domínguez, otro valiente mocano que más tarde fue asesinado, ambos, montados en sendos caballos, al grito de abajo Trujillo se enfrentaron a tiros a una patrulla de soldados del ejercito trujillista, y

después de obligar a algunos de ellos gritar “abajo Trujillo”, se dirigió a Guanábano, donde permaneció escondido por varios días en la casa de un buen amigo de su padre. Más tarde se escondió donde Marino Cáceres y posteriormente donde Doña Estela Michel, prima hermana de su madre. Ante el temor de que ultimaran a Antonio por sus constantes enfrentamientos con las fuerzas trujillistas, su padre Vicente y Doña Estela, hablaron con el General Piro Estrella (padre de Salvador Estrella Sahdalá), muy amigo de ambos, para que interviniera con el fin de salvar la vida de Antonio. Piro intervino y presentó a Antonio de la Maza a Trujillo quien al verlo exclamó riéndose al medir a su opositor, “ ¿Y éste es el joven que estaba complotando contra mí?” Luego de conversar con él y preguntarle qué le gustaba, le ofreció enviarlo estudiar mecánica a Alemania, Pero Antonio le contestó que no quería salir de su país. Trujillo lo nombró en el Cuerpo de Ayudantes Militares. Entró como cadete y varios años más tarde terminó sus días en el ejército como Segundo Teniente. Conociendo la trayectoria de la familia de la Maza, Trujillo siempre estuvo pendiente de ella. Un ejemplo que ilustra la forma de Trujillo operar es su visita sorpresiva a Don Vicente, por el año 1939, a su casa de campo ubicada en el Caimito, Moca, donde lo acusó de estar complotando contra él. Don Vicente, con cerca de 60 años, quien estaba trabajando en ropas de faena, le contestó: “ Como voy yo a estar complotando, usted no ve como es que yo vivo, trabajando en mi tierra”. Pero Trujillo, no conforme con esto, le dijo: “Prepárese, para que se vaya mañana como Gobernador de Dajabón”. Este nombramiento no era con el fin de alagar a Don Vicente, era una artimaña para alejarlo de un territorio donde Don Vicente tenía

muchos amigos y poder, lo cual resultaba muy peligroso para un hombre como Trujillo. Yo creo en el destino, y siempre he sostenido que el destino de Trujillo era morir a manos de Antonio de la Maza, y así lo he manifestado en el trabajo titulado “El destino de Trujillo era morir a manos de Antonio de la Maza”. ¿Por qué esta suposición? Es una analogía que se remonta a la relación del presidente Horacio Vásquez con el General Trujillo. Aunque Horacio Vásquez sabía de los planes de Trujillo de apoderarse del poder, no actuó en contra de éste con la mano fuerte que la situación ameritaba, por el contrario, mantuvo al General Trujillo en su posición, lo que más adelante le costaría la Presidencia de la República.

Podríamos conjeturar que la

debilidad de Horacio Vásquez, (tío-abuelo de Antonio de la Maza) hacia Trujillo, se traduce luego, en lo que podría interpretarse como una debilidad de Trujillo hacia Antonio de la Maza. Enfocado desde el punto de vista psicológico, podríamos plantear que un hombre con una personalidad sicópata como, sin lugar a dudas era la de Trujillo, lo que buscaba era un límite, un competidor, alguien con la fuerza y el valor para enfrentarlo. Y ese hombre fue Antonio de la Maza. Después de dejar el ejército, en el transcurso de los años, Antonio de la Maza ocupó la posición de gobernador de Moca y de San Juan de la Maguana. Su vida transcurrió entre su natal Moca, Restauración, donde trabajaba en su aserradero y Santo Domingo. El sentimiento adverso de Antonio hacia Trujillo se mantuvo durante toda su vida y en la intimidad de su hogar, mucho antes del asesinato de su

hermano Octavio (Tavito), expresaba su disconformidad con el régimen y su disgusto por la forma de Trujillo gobernar. Sin embargo, el estrepitoso estruendo que hizo que el león despertara de su letargo lo constituyó el vil asesinato de su hermano Octavio de la Maza- Tavito, como lo llamaban cariñosamente sus familiares y amigos. Para ello, tuvo que suceder en 1956 el rapto y muerte de Jesús de Galíndez, profesor de la Universidad de Columbia, Nueva York, delegado del Gobierno Vasco en el exilio ante Estados Unidos, y quien había escrito su tesis doctoral en contra de Trujillo y el asesinato de Gerald Murphy, joven piloto norteamericano que trajo a Galíndez al país, quien fue incorporado a trabajar en la Compañía Dominicana de Aviación, quizás con la intención de mantenerlo bajo control, hechos que llevaron al asesinato de Octavio, el querido hermano de Antonio, a quien se quiso inculpar de la muerte de Murphy. Tavito, hombre de fuerte contextura, alto, buen mozo, galante, jovial, y de acciones carentes de temor, puso su dignidad y honor por encima de todo y se negó hasta morir a asumir la responsabilidad por un hecho que no cometió. A Tavito lo sacrificaron sin piedad, simulando un suicidio por ahorcamiento. En horas de la madrugada del 7 de enero de 1957, después de 21 días en prisión, dejaron su cadáver abandonado en la galería de su casa. El cuerpo de Tavito fue trasladado desde la capital a su pueblo natal, Moca, donde fue enterrado ante la impotencia e indignación de sus hermanos y hermanas y de su esposa Maruxa Rúa, quienes derramaban lágrimas de dolor por la partida de su ser querido. Este crimen injustificable contra Tavito, perpetrado cruelmente por la tiranía de Trujillo para quitarse de encima la seria acusación y la

investigación que con motivo de la muerte del piloto Gerald Murphy, hacía el gobierno de los Estados Unidos, tuvo un gran impacto en la decisión de Antonio de la Maza, pero este hecho, sin la valentía y los ideales liberales de Antonio de la Maza, que se habían manifestado siendo él muy joven, no hubiera sido suficiente para él emprender este gran proyecto. No sólo conmovió la muerte de Tavito a Antonio, sino a todos sus hermanos y a su padre, Vicente, estando todos dispuestos a participar en la exterminación de ese monstruo que era Trujillo. A la muerte de Tavito hay que agregarle las crueles torturas y ejecución de los valientes y gloriosos expedicionarios de junio del 1959, las bárbaras agresiones en contra de la iglesia católica, el asesinato de Don Antonio Rúa, suegro de Octavio, que murió el 25 de Julio de 1960 en uno de los tantos “accidentes” provocados por los esbirros de Trujillo, y otros horrendos crímenes. Más, es el cobarde asesinato de las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal y su chofer, Rufino de la Cruz, el 25 de noviembre de 1960, cuando regresaban de Puerto Plata después de haber visitado a Manolo Tavares y Leandro Guzmán, lo que acelera y marca definitivamente el punto de partida del complot final que culminaría con el ajusticiamiento del dictador, pues, fue cuando Antonio de la Maza leyó en la prensa sobre el asesinato de estas hermanas que, conmocionado y con los ojos anegados en lágrimas, descargó su rabia dando tres fuertes puñetazos en la mesa, diciendo: “Carajo, este hombre no se aguanta más, hay que matarlo ya”. Todos estos horrendos hechos llevaron a Antonio de la Maza a considerar la liberación del pueblo dominicano como una cruzada y a convertirse en el motor y alma de la gesta heroica del 30 de mayo de 1961.

Recién asesinado Tavito, el “mea culpa” de Trujillo se hizo sentir cuando mandó a buscar a Antonio de la Maza para “darle el pésame” y le informó que ordenaría una investigación del crimen de su hermano Octavio y que los culpables pagarían por ese hecho. ¡Y nunca tuvo tanta razón! A partir de este hecho, para halagarlo y tenerlo controlado, Trujillo lo llamaba continuamente y le concedió ventajosas contratas de construcción de carreteras y cuarteles. Trujillo, en maniobra de la más fina estrategia, suministró el dinero que la familia de la Maza tuvo que pagar como indemnización a la familia de Gerald Murphy, entregando, a través de su deformado lenguaje, un mensaje y una constancia más de que había sido su decisión y no la de nadie más, la muerte de Octavio. Con ello, Trujillo logró calmar a los desesperados padres de Gerald Murphy y creyó que con ello lograría apaciguar la furia de los hermanos de la Maza. La amargura por la muerte de su hermano, que Antonio pensó no podía ser mayor cuando se enteró que acusaban a Octavio de asesinar a Murphy, se hizo insoportable al tener que aceptar los halagos de Trujillo, y todo ese dinero que quemaba sus manos, que no podía rechazar por la seguridad de sus familiares, lo tiraba para arriba diciendo que ese dinero estaba sucio de sangre.

Después de este trágico hecho, la vida de Antonio de la Maza cambió radicalmente. Vivía en constante zozobra y acecho, al extremo que se veía obligado a dormir con su pistola debajo de la almohada y a viajar de noche a altas velocidades con la pistola sobada. Trujillo sabía de todos y cada uno de sus pasos, información que le era suministrada por los “caliés” y adeptos al régimen. Prueba de este hecho es que unos meses antes, precisamente en el mes de marzo, el gobernador de Santiago, Sr. José Antonio Hungría, por medio de una carta dirigida al jefe

del servicio de inteligencia militar, Coronel Roberto Figueroa Carrión, solicitó se investigara sobre un anónimo donde le informaban de la existencia de varios grupos complotando en contra de Trujillo, y se alerta para que se vigilara particularmente los pasos de Antonio de la Maza, recomendando al mismo tiempo su eliminación. Aún teniendo conocimiento de todo esto, Trujillo se limitó a mandarlo a buscar en varias ocasiones para cuestionarlo

maquiavélicamente

sobre

un

complot

supuestamente

organizado, no por él, sino por sus hermanos. Esta era una forma de dejarle saber a Antonio que estaba enterado de cada uno de sus movimientos y de amenazarlo con lo que más le dolía, sin dejar de recordarle y provocarle con la muerte de Octavio. Fue ésta, una época de sufrimientos, de vivir al acecho, hasta que entrado el año 1961, el proyecto se perfila y se comienza a actuar aceleradamente. Antonio sumó a su propósito el coraje de toda su familia, sus hermanos, que de forma incondicional le brindaban su apoyo, y su padre, que a pesar de quebrantos de salud y su avanzada edad, comprendió la justicia de sus intenciones y lejos de desalentarlo le ofreció su apoyo incondicional. Don Vicente ve como después de 60 años la historia debe repetirse para devolverle la dignidad y libertad, no a su familia solamente, sino a su pueblo, ultrajado y humillado por el cruel chacal de San Cristóbal. Para lograr su objetivo, contaba Antonio con sus hermanos, Mario y Ernesto, que debían estar con él. El primero, para mantenerse al lado de Luís Amiama Tió y procurar al General José René Román (Pupo) desde que se supiera que el hecho en la avenida estaba consumado para proceder con la ejecución del plan político; el segundo debía estar junto a él y participar en

la emboscada cuando fueran a ultimar a Trujillo a la avenida. Los dos estuvieron en los intentos fallidos que se llevaron a cabo el 17 y el 24 del mismo mes de mayo, También Bolívar, su hermano de padre y habilidoso mecánico, le brindó su apoyo al arreglar el motor de uno de sus automóviles que iba a ser usado en la persecución de Trujillo en la avenida. Contaba también Antonio con su concuñado Antonio García Vásquez, quien, además de ser una pieza clave y hombre de su confianza, tenía la misión de elaborar una proclama anunciando al pueblo dominicano el comienzo de un nuevo gobierno democrático y que las cadenas de la opresión con que había estado sometido a una férrea tiranía, habían sido rotas como consecuencia del atentado que había puesto fin a la vida del tirano, ajusticiado por un grupo de valientes. Las reuniones de los dos Antonios fueron frecuentes y continuas. Se juntaban ya sea en la casa de Antonio de la Maza, de Ernesto y posteriormente en la de Juan Tomás Díaz. En sus viajes a la capital, en su guagüita Opel, Antonio García procuraba siempre a Ernesto, ya sea en su casa de la Vega o en su finca en Jima. En diversas ocasiones se les unía Mario de la Maza, que había dejado su trabajo en Moca para dedicarse por completo al proyecto y poder viajar a la capital sin levantar sospechas. Antonio integró al benjamín del grupo, vinculado por lazos familiares, Luis Manuel Cáceres. Tunti, como cariñosamente le llamaban, era sobrino de Aída, por tanto, sobrino político de Antonio. Antonio lo quería como a un hijo y pasaban largas temporadas juntos. Tunti era un joven caballeroso, querido por la juventud de Moca, valiente, nieto de Ramón Cáceres, únicamente con la ambición de alcanzar un lugar en la historia de su pueblo por su aporte decisivo a la lucha por la libertad, quizás con la intención de emular a su abuelo, que había participado en el

ajusticiamiento de Lilis. Se destacaba por ser joven decidido, diestro y temerario ante el volante. Antonio confiaba en él para cualquier tarea riesgosa, como la que tenían por delante. Debía conducir uno de los vehículos en que iban a emboscar a Trujillo y llegó a ir a la avenida en uno de los intentos frustrados. El grupo de Moca lo componían en su mayoría familiares y relacionados de Antonio de la Maza: los hermanos de Antonio de la Maza y Tunti Cáceres;

Antonio García casado con Rosa Michel, hermana de

Aída, la esposa de Antonio de la Maza; Bienvenido García, hermano de Antonio García, casado con Marianela Díaz, hija de Juan Tomás Díaz. Este último, a su vez, era entrañable amigo de Antonio de la Maza. A propósito, Rafael de la Maza, hermano de Antonio, el único de los hermanos de la Maza Vásquez que sobrevivió, no participó en el complot, y no porque le faltara valor, sino porque se encontraba en Nueva York, pues hubo que sacarlo del país por temor a que pudiera delatar el plan, debido a que por su carácter vehemente, cada vez que se tomaba unos tragos, perdía el control y profería palabras en contra del régimen y del “generalísimo” sin importar quien estuviera presente. A raíz de la ejecución de los expedicionarios de junio de 1959, hecho que fue rechazado por Juan Tomás y que le costó el puesto de comandante militar en la Vega, Juan Tomás, que desde hacía algún tiempo ya venía rechazando las acciones de Trujillo, externaba su preocupación por la situación del país y exteriorizaba la necesidad de salir de Trujillo. En una ocasión le dijo a Antonio García: “No quiero morir sin vivir en libertad, sin ver la libertad de mi pueblo”. Antonio García aprovechó esta clara confesión y se dirigió inmediatamente a decirle a Antonio de la Maza la

posición y deseo de Juan Tomás. Esa misma noche, los dos partieron hacia la Vega a visitar a Juan Tomás para conversar sobre el proyecto común, la necesidad de poner fin a la situación de opresión que vivía el pueblo dominicano y la liquidación inminente del dictador. Para cumplir con su proyecto, después de integrar el aporte en recursos humanos de Moca, y a Juan Tomás Díaz, que vivía en la Vega para ese entonces, Antonio de la Maza entendió que se necesitaban más recursos humanos para culminar al proyecto, y se dio a la tarea de hacer los contactos de lugar para integrar a un grupo de conjurados para, unidos todos, perseguir el noble propósito. Así, se unió a otros valientes que como él, habían despertado y comprendido que al país tenía que ser liberado de la horrenda tiranía que lo mantenía oprimido por más de 30 años. Antonio de la Maza y Salvador Estrella eran buenos amigos. Esta amistad se cultivó en los años de juventud cuando Antonio pasaba temporadas con Piro Estrella el padre de Salvador. A mediados del año 1960, Antonio de la Maza visitó a Salvador, de quien había estado distanciado por algún tiempo. Antonio le habla de su proyecto, sabiendo que Salvador tenía también el mismo interés. Junto a Salvador, se integró al grupo Amado García Guerrero. La integración de estos amigos fortalece el grupo y Antonio, quien se puso muy contento por la fuerza que iba cogiendo el proyecto, llegó a decir: “Ahora si estamos bien, contamos con unos cuantos más, hasta un militar se nos unió”. Para finales del 1960, además del grupo de mocanos, de Juan Tomás Díaz, Salvador Estrella y Amado García Guerrero, se habían integrado Miguel Ángel Báez Díaz, Manuel de Ovin Filpo y Pedro Livio Cedeño.

Bienvenido García Vásquez, casado con Marianela la hija de Juan Tomás, aunque no tenía ninguna función específica, estuvo enterado del complot desde el principio y participó en las reuniones que frecuentemente se celebraban en la casa de Juan Tomás y Chana. El 30 de mayo, junto al Dr. Marcelino Vélez Santana, le tocó la delicada y riesgosa misión de llevar a Pedro Livio Cedeño a la clínica Internacional pues necesitaba atención médica urgente a causa de una herida de bala infligida en los eventos de la avenida. A este grupo se le une a principios del año 1961 Modesto Díaz, hermano de Juan Tomás, y los jóvenes ingenieros Huáscar Tejeda y Roberto Pastoriza. También se integró al grupo a principios de 1961, Antonio Imbert Barreras, quien desde hacía varios meses conversaba con su buen amigo, Salvador, sobre la necesidad de terminar con la cruenta tiranía. A su vez, se había hecho contacto con Ángel Severo Cabral quien, a través de los americanos, logró conseguir tres viejos fusiles M-1 Garand, que fueron usados por los conjurados la noche del 30 de mayo. Otro integrante del grupo de conjurados lo fue Miguel Ángel Bissié, español, técnico en metalurgia, que llegó al país a comienzos del 1957, para impartir clases a los alumnos del Instituto Salesiano. Por su confraternidad con otro español, Venancio Alzaga, casado éste último con Margot Michel, hermana de Aída la esposa de Antonio de la Maza, conoció a este valiente mocano, que en palabras propias de Miguel, “fue el hombre que cambió mi destino”. Este español, hombre de valor espartano, de sentido del honor, discreto y fiel hasta casi morir, fue merecedor de la confianza de Antonio de la Maza, y por sus instrucciones, tenía el encargo de confeccionar dos juegos de placas de automóvil, por si en algún momento se necesitaban, y de

recortar el cañón de las dos escopetas que se usarían la noche del 30 de mayo de 1961, quedando encargado de su custodia, además de varias armas y municiones que serían usadas en el tiranicidio, a la vez que debía suministrarlas cuantas veces fueran requeridas. Las reuniones de planificación se realizaban casi siempre en la casa de Juan Tomás Díaz, pero Antonio de la Maza, no dejaba pasar una oportunidad sin conversar sobre el proyecto con sus hermanos Mario y Ernesto, con Antonio García y con Alberto Rincón, casado con Idalia, hermana de Antonio. Entrado el 1961, la voluntad de acabar con Trujillo estaba claramente manifiesta y la mayoría de los integrantes estaban conscientes de que ya no había vuelta atrás. Además, la paranoia del dictador en los últimos meses se hacía cada vez más evidente, y se corría el riesgo de que el complot fuera descubierto, pues en diversas ocasiones, algunos de los conjurados, que no podían aguantar más la situación, habían expresado sin precaución alguna, que al dictador había que matarlo pues el pueblo no aguantaba más. Antonio de la Maza estaba más decidido que nunca. En las reuniones se discutían, proponían, ensayaban y rechazaban diferentes formas para liquidar de una vez por todas al sátrapa. Se contempló la posibilidad de alcanzar al dictador durante un acto público, o de fabricar una bomba con gasolina o granadas, o sorprenderlo o interceptarlo en una de las visitas que hacía a alguna de sus tantas amantes. Finalmente coincidieron todos en que el más seguro de los planes era el propuesto por Amado García, que consistía en interceptar en la Ave. George Washington el carro de Trujillo en uno de sus frecuentes viajes a San Cristóbal que eran rutinariamente los miércoles.

Antonio confiaba en el plan, y contaba con el concurso de los demás amigos que apoyaban el proyecto. Pero no por esto se cruzaba de brazos, ya él había tomado una decisión y estaba dispuesto a ejecutarla por encima de todo. Una noche, comentando sobre el tema en la casa de Don Vicente, su padre, expresó: “Estoy esperando la ayuda de los amigos de la capital, pero si la ayuda no se materializa, si no cuaja, si no llega a tiempo, esto no me va a detener. “El Jefe” viene para Moca, en visita que está haciendo a todas las ciudades y pueblos de la República. Cuando venga a Moca habrá un desfile frente al Palacio del Ayuntamiento. Yo voy a participar en el desfile y en el momento que esté pasando frente a la tribuna, me le voy a tirar encima y le voy a abrir fuego”. La visita de Trujillo estaba programada para el 2 de Junio. Este plan parece descabellado y probablemente no hubiera acabado bien, pero el mismo denota la determinación de Antonio. Era una cita con la gloria, una cita para rescatar el derecho de todos los dominicanos a ser libres. Por su determinación de poner fin al régimen de opresión que gobernaba el país desde hacía más de 30 años, Antonio de la Maza se convirtió en el eje principal de la conjura, en el coordinador, y el que inyectaba el valor necesario al momento de actuar. A diferencia de otros, él conocía y era el vínculo con los demás conjurados. Era la persona a quien había que contactar cuando se sabía que el “jefe” iba para San Cristóbal y el que disponía cuándo y dónde se interceptaría a Trujillo. Era el que cuando el desaliento cundía, inyectaba a los demás el aliento y valor para que no se sintieran fracasados. Fue, quien, mientras esperaban a Trujillo el 30 de Mayo de 1961 cerca de las 10 de la noche, apaciguó a los conjurados que sumergidos en la agonía de la espera interminable, en algún momento

consideraron abortar el plan de esa noche. Fue el que infundó valor cuando enfrentaron al tirano más allá de la feria y el que trazó la estrategia del ataque, fue el que viendo como se alejaba rápidamente el carro de Trujillo le dijo a Antonio Imbert, que conducía el automóvil de los conjurados, “Vamos, vamos, acelera”, fue el que al emparejar con el carro de Trujillo apoyó la escopeta que portaba sobre el marco de la ventana del automóvil y, apuntando a la ventanilla trasera donde se suponía venía Trujillo, apretó el gatillo y al unísono con el estruendoso sonido salió disparado un cartucho cargado con municiones especialmente preparadas, fue el que con un fuerte “párate carajo, párate” le indicó a Antonio Imbert que por la alta velocidad habían rebasado y dejado atrás el carro de Trujillo, fue el que le dijo al grupo que iba en su automóvil, “Yo voy a cruzar para agarrarlo. Tocayo, vamos a cruzar, usted por delante y yo por detrás del carro, a Amadito y Salvador que nos cubran”. Sobre Antonio de la Maza, me voy a permitir citar al autor Bernard Diederich, quien en su obra “Trujillo- la muerte del dictador” dice: “Antonio de la Maza tenía agallas. Podía matar con pasión, en lo candente del momento propicio, … Matar en solitaria venganza era contrario a su naturaleza de hombre de sangre ardorosa. Ni siquiera cuando Trujillo lo invitaba a los bailes y lo atormentaba hablándole de la causa de la muerte de su hermano, él no se sentía tentado a matar. El sólo se aferraba a sus pensamientos. Pero los acontecimientos de la República y del extranjero se encaminaban sin desvío hacia la liquidación del dictador, acontecimientos que avivarían e inflamarían el dolor y el rencor de Antonio hasta que la palabra se convirtió en acción, y la acción era el ajusticiamiento del déspota” (p. 25).

Antonio de la Maza y un selecto grupo de valientes, cercenaron finalmente la vida del tirano el 30 de Mayo de 1961, librando al país del monstruo que durante 31 años mantuvo en vilo al pueblo dominicano. Estos hombres abrieron paso al fin de los abusos y al terror implantado, no sólo por el tirano, sino también por los incondicionales criminales, aduladores y oportunistas que constantemente le rodeaban y que fueron también responsables de tantas vidas y sueños truncados. Las cosas no salieron como habían sido planeadas, pero el principal objetivo se logró, y en algún momento Antonio lamentó que sus hermanos no hubieran podido estar presentes el día del ajusticiamiento, pues al no responder Pupo Román, su plan – quizás suicida- era asaltar el Palacio Nacional. Antonio de la Maza, hombre de extraordinaria determinación, quizás el más dispuesto del grupo, aportó el sacrificio de su vida, las vidas de sus hermanos, Mario, Ernesto, Bolívar y Pirolo, y la de Tunti Cáceres, y lo hizo con la satisfacción de haber convertido en realidad sus sueños, de ver liberada a su patria de las garras del dictador. Después de permanecer escondido por 4 días en la casa del Dr. Robert Reid, y sabiendo el peligro que su permanencia en esta residencia representaba para el doctor y su esposa, decidió, junto a los que se encontraban con él, salir a hacerle frente a la situación. Antonio de la Maza es una de las más grandes figuras del ajusticiamiento de Trujillo. Su perseverancia, coraje, entrega sin reservas a la misión de plasmar sus objetivos liberadores y nacionalistas, lo ubican en un sitial de honor junto a los grandes prohombres de la patria.

Antonio muere el 4 de junio de 1961, junto a su gran amigo Juan Tomás batiéndose a tiros contra un grupo de esbirros que los superaban en número, frente a la Ferretería Read, en la Ave. Bolívar de la ciudad de Santo Domingo.

ISABEL CRISTIANA ROSARIO DE LA MAZA ACADEMIA DE LA HISTORIA 27 DE MAYO DE 2009