Espectáculos
Página 6/Sección 4/LA NACION
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Viernes 8 de junio de 2007
Festivales Musicales
Alexandre Tharaud toca Ravel El músico francés interpretará la integral de la obra para piano del compositor
FEDERICO GUASTAVINO
El pianista sueco Johan Ullén tocó en el Gran Rex
Programa ecléctico para el mediodía Bueno
✩✩✩ Recital del pianista Johan Ullén. Programa: Tres piezas de Musica ricercata, de Gyorgy Ligeti; Sonata Nº 23, en Fa menor, Op. 57 Appassionata, de Ludwig van Beethoven, y Reminiscences de Norma de Bellini, de Franz Liszt. Ciclo Concierto del Mediodía. Gran Rex.
El pianista John Ullén, nacido en Estocolmo y de promisorio futuro, es además compositor de óperas de cámara, canciones y –curiosamente– arreglador de tangos y de un Concert tango para piano y orquesta de cuerdas. Precisamente en el final de su presentación y frente al generoso aplauso, agregó una sobria improvisación sobre Melodía de arrabal, de Carlos Gardel, con acertado criterio estilístico y gran refinamiento. Como la ovación fue grande y justificada, sumó el tema de la cantata religiosa Ven ahora Salvador de los gentiles, de Johann Sebastian Bach, en arreglo de Ferruccio Busoni, conmovedora joya de la música universal, expresada con la misma delicadeza y sobriedad. Ullén había comenzado el programa, realmente ecléctico e interesante, con tres piezas del húngaro Ligeti, uno de los mayores creadores de la música contemporánea, aquí con un bello ejemplo de su creación inicial cuando todavía estaba influenciado por Stravinski y Bartok, Musica ricercata que es una obra conformada por once pequeñas piezas. Y las elegidas fueron ejecutadas con gran
seguridad mecánica, pero con cierta tendencia al sonido excesivo y un tanto percutido. A renglón seguido, dando muestras de gran ductilidad, se escuchó una sobria versión de la famosa Appassionata, de Beethoven, obra fundamental del repertorio pianístico que por sí sola es más que suficiente para conocer todas las posibilidades del ejecutante. Aquí Ullén demostró refinamiento pero asimismo poca profundidad expresiva. Como desde el punto de vista técnico, su ejecución no fue totalmente precisa, se recibió la sensación de estar frente a un músico con gran formación intelectual para otros temas de la música.
Una joya de Bellini Cerró el músico sueco el programa con el virtuosismo romántico de Liszt, sobrecargado y contundente, cuando se trata de sus famosas paráfrasis y transcripciones de óperas famosas, una inclinación del eminente y revolucionario creador que despliega sobre el teclado una catarata de dificultades, ideales para una demostración de destreza, pero que aunque se trate, como en este caso, de una joya lírica como Norma, de Vincenzo Bellini, nos resulta de una hueca superficialidad musical. Por fortuna Ullén transitó por ese mar de notas con solvencia y delicadeza, motivo que generó el sostenido aplauso que justificó las dos obras comentadas.
Juan Carlos Montero
Muchas de las más prestigiosas instituciones musicales invierten gran parte de sus esfuerzos en dos pilares de la actividad. Uno de ellos es la programación. El otro, la difusión. Pero ¿por qué destacarlo, si todas las instituciones programan y difunden? Porque la diferencia está en el qué y en el cómo, en los objetivos y en la inteligencia puesta en ese trabajo. De tal manera que programar no es cubrir una grilla sin un plan con finalidad artística, ni difundir es sólo enviar gacetillas de prensa. La programación de esas instituciones líderes se basa en una concepción dramatúrgica (en el sentido alemán del término, que implica planificar sobre una infraestructura de información), mediante la cual se elaboran ciclos en función de factores interrelacionados. La difusión, en consecuencia, está relacionada con esa concepción y con un proyecto de imagen institucional. El comentario enmarca una saludable bienvenida a la propuesta de Festivales Musicales, cuya temporada presenta rasgos en esa dirección. Actualmente la mira está puesta en un atractivo plan de integrales (por ejemplo, los Nocturnos de Chopin con Lavandera, y el Oratorio de Navidad de Bach, con Videla), que se proyecta como oferta distintiva para un público exigente. En este marco es que se podrá apreciar la valiosa integral para piano de Maurice Ravel, en dos recitales a cargo de Alexandre Tharaud, intérprete excelso del repertorio francés, conocido como uno de los más elegantes y sofisticados representantes de la joven generación de grandes pianistas. Desde París, Alexandre dialogó con LA NACION. –¿Cuáles son, a su parecer, los rasgos de la musicalidad francesa? –La música francesa, como concepto, es muy extensa porque cubre varios siglos, escuelas, épocas y sensibilidades diversas. Pero el repertorio que ejecuto se remite a una gran familia de compositores que comienza con Couperin y Rameau (los abuelos), continúa con Chabrier (el padre), sigue con Debussy, Satie y Ravel (los hijos) y termina con el Grupo de los Seis (los nietos), es decir, Poulenc, Milhaud... Todos estos compositores representan una alianza. Ravel escribió un homenaje a Couperin; Debussy escribió el suyo a Rameau... Todos le han rendido su tributo a la música barroca francesa y hay elementos comunes en ellos: una gran línea, una claridad y aparente facilidad de discurso y, detrás de todo, una enormidad de detalles. Para comprender a estos compositores es necesario también cierto savoir-vivre, lo contrario de
El pianista parisiense Alexandre Tharaud PARA AGENDAR
■ Alexandre Tharaud, integral de la obra para piano de Ravel. Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125. Hoy y el lunes, a las 20.30. Informes, 43824870 (Festivales Musicales).
la austeridad. A Ravel le encantaba salir de noche; a Chabrier le gustaba el buen vino... No hay que olvidarse de que eran gente que tenían una fuerte actitud hacia la vida. –¿Es verdad que no tiene piano en su casa? ¿Qué refleja esa actitud? –Que me separé físicamente de él. Lo vendí porque me pasaba el día divirtiéndome y no lograba concentrarme. Decidí vivir sin piano y trabajar la música en la cabeza. Tengo una
gran cantidad de amigos a cuyas casas puedo ir a estudiar cuando ellos no están, así trabajo en soledad y es una solución porque estar en un universo que no es mío me resulta bueno para la concentración. –Una preparación muy intelectualizada... –La práctica en el instrumento no es más que una pequeña parte del trabajo del pianista porque detrás de la ejecución está lo más importante: la reflexión y el trabajo interno. La ejecución en sí es lo más simple. –Ofrecer una integral implica un riesgo en cuanto a la atención del público. ¿Por qué vale la pena? –Yo hago esta integral en dos conciertos y eso da la posibilidad de respirar y descansar. Creo que no es para nada aburrida sino que, por el contra-
rio, contiene muchísima información y obras muy diferentes. Cada vez que Ravel componía, buscaba hacer algo nuevo; así, su obra es rica y diversificada. Es verdaderamente interesante porque son todas obras maestras, algo no habitual en todos los compositores. Por ejemplo, en Chopin encontramos algunas obras menores, pero en Ravel no hay obras de segunda categoría. Todo es genial. –¿Qué criterio utiliza para ordenar una obra tan variada? –Hago una mezcla en la que las piezas no están presentadas en orden cronológico, sino en una sucesión que posibilita conciertos equilibrados con cambios y sorpresas. –Con tanta diversidad, ¿en qué se funda el estilo de Ravel? –Desde la primera obra se reconoce un estilo Ravel, salvo en una pieza inédita, la Parade, que parece Chabrier o Satie. Entre las constantes de Ravel, hay una pequeña voz infantil, que es él de niño. Ravel estaba muy ligado a su madre y cuando murió fue una catástrofe en su vida. Prácticamente en todas sus obras hay algún pasaje donde se descubre esa voz que pide por su madre. La infancia es una constante en el espíritu de Ravel. Otra es la cultura del detalle, la gran línea, y detrás de ella una increíble multiplicidad. –Tomemos la Pavane pour une infante défunte: está la línea, una danza como estructura y la nostalgia. ¿Dónde está la diversidad? –Ravel siempre toma como punto de partida un cuadro estricto, pero al ser un compositor “de contrarios” consigue efectos muy especiales: cuando está contento, al mismo tiempo está triste. Su magia reside en esa ambigüedad por la cual, cuando uno cree haberlo atrapado, ya ha partido en otra dirección. En este ejemplo de la Pavane... parte de una danza lenta y logra un desarrollo lejano, pero, a pesar de la niña difunta, no le gustaba que la tocaran demasiado triste. –Se ha dicho que su Ravel “toca el corazón”... –Creo que Ravel forma parte de ese círculo de músicos que, como Schubert, tocan nuestro interior de manera profunda e inmediata. Cuando escucho Schubert, tengo la impresión de que me está hablando a mí solo y a nadie más. Sucede algo similar con Ravel. Tengo la impresión de que Ravel me comprende. No sé si mi interpretación toca el corazón de los demás. Sí sé que su música es un mundo fascinante que llega a las zonas más profundas del ser.
Cecilia Scalisi
Celsa Mel Gowland
Canciones con marca propia En un ciclo, la cantante presentará su nuevo trabajo El jazz es un género incluyente; nada parece serle ajeno, de ahí que sea bienvenida en términos estilísticos la propuesta de la cantante Celsa Mel Gowland, una artista que hizo una carrera desde el coro con Luis Alberto Spinetta, Soda Stereo, Virus y Diego Torres. Mientras que su música tiene una frescura revitalizante, su estilo parece haber tomado del soul su compromiso. Mel Gowland presentará hoy, a las 21, su disco Como si nadie estuviera escuchando, con su grupo Nu Jaazz, con Gustavo Ridilenir en saxo y flauta, Osvaldo Suárez en guitarra, Sebastián Fucci en teclados, Pablo Salzman en bajo, Jorge Pemoff en percusión, Claudio Fabricio en batería y Loli Alvarez en coros. Mel Gowland divide su tiempo entre su propuesta y el entrenamiento vocal. Dejó por el momento sus trabajos en los coros, que le permitieron desarrollar una importante experiencia profesional. “Compartí grabaciones y escenarios con músicos que influyeron mucho en mí y que me ayudaron a crecer”, señaló esta bióloga que sólo ejerció un año en La Plata. Precisamente fue en la Facultad de Biología donde se despertó su vocación artística. “Mientras estudiaba conocí a Fabián Palmada [quien hoy es su marido], que tenía un grupo de rock al que me acerqué y con el que empecé a hacer coros. Me dijo que tenía muy buena voz y me dio el apoyo necesario para que algo que siempre había hecho medio en secreto saliese a la luz. Comencé a estudiar canto y a conectarme con músicos”, recordó la cantante que trabajó diez años con Diego Torres, proyecto que dejó en 2003 para poder trabajar full time con su propuesta. De aquellos encuentros, en los primeros años de la década del ochenta, surgió la posibilidad de hacer coros con Suéter, de Miguel Zavaleta, con quien formó, además, un proyecto paralelo llamado Inquilinato. Pero fue en diciembre de 1981, al cumplirse el primer año del asesinato de John Lennon, que debutó profesionalmente, con Fabiana Cantilo como compañera de coros. Luego vendría Metrópoli, con otra cantante, Isabel de Sebastián, Ulises Butrón y Richard Coleman.
La intérprete Celsa Mel Gowland FABIAN MARELLI
PARA AGENDAR
■ Celsa Mel Gowland. Presentará Como si nadie estuviera escuchando. Vaca Profana. Lavalle 3683. Hoy y todos los viernes de este mes, a las 21.
“Mientras trabajaba en este proyecto también hacía coros con Virus y para el disco Signo, de Soda. Convengamos que era una época en la cual los coros femeninos eran muy importantes. De alguna manera los Talking Heads habían impuesto este concepto musical. Sting y otros músicos de la primera línea utilizaban coros y esto, en la Argentina, no pasó inadvertido”, señaló la cantante. Alejada de Metrópoli, Mel Gowland formó, con Coleman, Fricción. Eran los tiempos en que acompañaba al dúo de Celeste Carballo y Sandra Mihanovich, a Spinetta en Privé y a Fito Páez en Tercer Mundo; luego llegaron las Soul Fingers, con Laura Baylac y Nélida Saporiti, grupo que “teloneó” a Simply Red y a Al Di Meola, entre otros. Su otro mundo es el del entrenamiento vocal. Algo que difiere de la enseñanza del canto, ya que más bien apunta a extraer los puntos fuertes de las voces. Discípula de Lucía Maranca, Mel Gowland
comenzó sin proponérselo en este plan. “Estaba en el estudio cuando Fabi Cantilo empezó a grabar su disco Algo mejor y le di algunas sugerencias que le vinieron bien en términos vocales, y Fito, que era el productor, me contrató. Ahí comencé mi carrera como entrenadora vocal.” Sobre su disco señaló que tardó cuatro años en concebirlo. “Con tantos buenos músicos al lado me volví perfeccionista. El trabajo tiene seis temas que son versiones y cuatro composiciones originales. Está «Song for You», de Leon Russell, en el que hay un juego de octavas; a «Walk on the Wild Side», de Lou Reed, lo llevamos hacia el hip-hop. Incluí «Jardín de gente», de Spinetta, a raíz de la tragedia de Cromagnon. Cuando vi toda esa gente desparramada y herida por la calle me acordé de su letra «Alguien debió conservar este jardín de gente» y lo grabé, pero en tonalidad menor (la original está en mayor). A Luis le gustó y agregamos su voz sampleada al final de la grabación.” Mel Gowland es una cantante que acerca la frescura del pop y el soul desde una mirada abierta, propia del espíritu jazzístico.
César Pradines