Introducción Nos toca hoy introducirnos er

Gamurrini, descubriera en un convento de Arezzo un manuscrito, originario de Monte Casino, que contenía un texto latino desconocido, desgraciadamente muy ...
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Etheria Un Viaje por las Tierras Bíblicas

I.- Introducción Nos toca hoy referirnos a un texto del siglo IV (llamado unas veces, Peregrinación a los lugares santos, y otras, Diario de Viaje o Itinerario) que relata el viaje de una noble dama que vive en ese siglo, por las tierras de la Biblia. No tenemos muchos datos de su persona, pero su diario de viaje resulta sumamente interesante, porque nos descubre los lugares bíblicos y nos da noticias importantes sobre la liturgia de la Iglesia en esa época. Esta circunstancia hubiera sido desconocida si no fuera porque en 1884, un erudito italiano, J. E. Gamurrini, descubriera en un convento de Arezzo un manuscrito, originario de Monte Casino, que contenía un texto latino desconocido, desgraciadamente muy mutilado. Como lo hemos dicho era el relato que una piadosa dama hacía de su viaje por la Tierra de la Biblia, dirigido a sus hermanas, probablemente, de congregación. El relato abarca el peregrinaje que esa dama, cuyo nombre probable era Etheria, hiciera por las rutas de Egipto, Palestina y Mesopotamia en su afán de visitar los lugares santos donde había tenido origen la vida de la Iglesia cristiana. Ella cuenta sus largas jornadas de viaje, su encuentro con 1os monjes que allí habitaban, sus conversaciones con los Obispos de las ciudades que visitaba y las bellas ceremonias a las cuales había asistido en Jerusalén. Este pequeño libro, no tendrá más de 130 páginas de un libro común (el códice actual tiene 74 páginas de 262x171 mm), ha sido comentado por numerosos eruditos, ya que él permite acercarse a las condiciones histórico - geográficas existentes en el siglo IV en la zona del Medio Oriente, como así también a los datos de cómo se celebraban las principales fiestas cristianas en Jerusalén, por ejemplo, la Semana Santa. Nosotros sin afán de introducir ningún novedoso estudio, vamos a seguir el trabajo de crítica realizado en la colección Sources Chretiénnes, por la Doctora en letras Héléne Pétré, titulado Etherie. Journal de Voyage, París, 1971. II.- Fecha del Viaje Esta cuestión ha sido muy debatida en numerosos trabajos, no estando todos de acuerdo. Sin embargo, hay una fecha extrema que se puede ubicar a través del relato en el capítulo 20, punto 12 (de ahora en más citaremos 20,12): "Todavía le requerí al Obispo de aquel lugar, en Caldea, dónde habían habitado al comienzo, Teraj y los suyos. Entonces el santo Obispo me ha, dicho: 'El lugar del que preguntas, mi hija, está en la décima etapa desde aquí, en el interior de Persia. De aquí hasta. Nísibe, hay cinco etapas y desde allá hasta Ur, ciudad de los

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Caldeos, otras cinco etapas; pero ahora los Romanos no tienen allí acceso, toda esta región está ocupada por los Persas. Esta provincia se designa especialmente provincia de Oriente, estando en el confín de los territorios romanos y de los territorios persas y caldeos". Como Nísibe fue entregada por Joviano a los Persas en el 363, tenemos una fecha, anterior a la cual no ha podido realizarse el viaje. Por otra parte, Etheria describe, cuando visita el Sinaí, un monasterio y una iglesia que no son los que incluyen las reformas de Justiniano, realizadas entre el 527 y el 557. Estos trabajos, que están descriptos por cronistas de la época (Procope y Eutychius), cerraron con muros el monasterio y proveyeron a la iglesia de 12 columnas, circunstancia que no podía escapar a nuestra viajera. Este otro extremo queda confirmado por el hecho de que Etheria se aloja en Antioquía, necesariamente antes de su destrucción por Cosroes (rey de Persia) que data de la primavera del 540, de otra forma, si el hecho ya hubiera ocurrido, habría alguna mención al respecto. Tenemos, entonces, dos extremos, los años 363 y 540, y, a pesar de que hay especialistas que ubican el viaje entre el 534 y 539 (ver C. Meister, De itinerario Aetheriae abbatissae perperam nomim S. Silviae addicto, en Rheinisches Museum für Philologie, (Frankfurt, 1909), se ha preferido, tradicionalmente, fijarlo a fines del siglo IV (en este sentido, Agustín Arce, Itinerario de la virgen Egeria, Madrid, 1980, sostiene: años 381-384; y H. Pétré, ob. cit., lo fecha alrededor del 395 a 400) lo que estaría apoyado por ciertas alusiones en una carta de San Jerónimo (Ep., 133, 4,3). III.- La Autora Como hemos visto, el relato no tiene fecha cierta que lo permita situar en el tiempo, y la mutilación del manuscrito nos ha privado, también, de conocer certeramente a su autora (que es mujer, la que escribe, se deduce de las expresiones de los que conversan con ella), ya que no tenemos ni el comienzo ni el final del códice. Sin embargo, se puede intentar conocer algunos datos sobre ella extrayéndolos del propio relato. En primer lugar, las condiciones en que realiza el viaje nos llevan a pensar que la viajera debe haber sido una dama importante, teniendo, probablemente, algún lazo de parentesco o amistad con la corte imperial. Se observa que todos están atentos a sus deseos, aunque evidentemente, éstos eran de tipo piadoso y podíamos decir de santa curiosidad. J. E. Gamurrini cree ver en ella a Silvia o Silvania, una dama de la Galia, hermana (o cuñada) de Rufino de Aquitania, de la cual habla Palladio en su Historia Lausíaca (LV,1). Las analogías entre los dos personajes son tantas que la identificación fue generalmente aceptada, sobre todo en los primeros estudios que se hicieron del texto. Así durante 20 años fue aceptado el nombre de Silvia, y bajo esta autoría salieron las diferentes ediciones. Todo hubiera terminado aquí, si no fuera porque en 1903, un benedictino, Dom Férotin, descubre una coincidencia sorprendente entre el viaje de la pretendida Silvia y los viajes de una santa mujer, de la cual un monje que vive en el siglo VII, Valerius, hace el elogio, en una carta (ver H. Pétré, ob. cit., Apéndice) dirigida a sus hermanos, haciéndoles notar el admirable ejemplo de coraje e intrepidez de esta viajera, de gran corazón, a la que no asustaron las mas alejadas rutas del mundo. Valerius resume en grandes rasgos sus peregrinaciones a través de las regiones de Egipto, el desierto del Sinaí y todas las santas montañas que conservan recuerdos del Nuevo y Antiguo Testamento. Dom M. Férotin en su artículo Le veritable auteur de la "Peregrinatio Silviae". La vierge espagnole Aetheria, en la Revue des Questions historiques, t. LXXIV, 1903, hace un estudio exhaustivo de la carta y concluye: "No solamente el acuerdo es completo entre la fecha, el punto de partida, las diversas etapas, la extensión del peregrinaje, sino que el estilo mismo de Valerius, su inspiración, el aire noble que anima su escrito, además de sus expresiones, manifiestan claramente la única fuente que él ha tenido". ¿Qué nos dice de nuevo la carta de Valerius? No hay detalles precisos pero nos puede conducir al nombre de la dama peregrina. Sin embargo, aún luego del estudio de Dom Férotin la cuestión no ha quedado zanjada. Esto ocurre porque la tradición manuscrita de la carta de Valerius, por otra parte muy pobre, nos conduce a resultados bastante divergentes, y el nombre toma las formas siguientes: Egeria, Eucheria, Etheria, Heteria, Aetheria y Eitheria.

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Dom Férotin desecha el nombre de Egeria, explicando que hay allí reminiscencias de la ninfa clásica, probablemente, salido de la pluma de un copista más erudito que 1os demás. Resuelve adoptar el nombre de Etheria que responde al español Celeste. Otros autores han preferido Eucheria y el mismo Egeria, dado que este último aparece en dos cartas en España, y si bien raro, no imposible. En resumen el tema no está terminado, pero la mayoría, se vuelca a favor del latín Aetheria, que podemos traducir Etheria. Para descubrir la patria de nuestra peregrina debemos rastrear en los mismos documentos. Gamurrini al hacerla hermana de Rufino de Aquitania y llamarla Silvia, le asignará su origen en la Galia. Esto estaría apoyado por las propias expresiones de la autora en 18,1-2: “De este modo, en nombre de Cristo nuestro Dios, partí de Antioquía para entrar en la Mesopotamia, pasando por muchas etapas o ciudades de la provincia de Siria Coele, que es aquella de Antioquía; y de allí, entrando en el territorio de la provincia Augustofratensis, llegué a la ciudad de Hierápolis, capital de esta provincia. Como esta ciudad era muy bella y rica, y en la que hay abundancia de todo, he debido hacer un alto allí mismo; de esta ciudad no está muy lejos del territorio de Mesopotamia. Así, partiendo de Hierápolis, en la décima quinta milla he arribado, en el nombre de Dios, al río Éufrates del cual dice muy justamente la Escritura que es 'el gran río Éufrates'; es enorme y verdaderamente terrible, porque tiene una corriente tan impetuosa como la del Ródano con esta diferencia, que el Éufrates es todavía mas grande”. De estas expresiones deducen que era de nacionalidad gala de la región del Ródano. Sin embargo, la impetuosidad del Ródano era célebre y servía de punto de referencia, por lo tanto, la reputación de este río podía ser conocida en España y otros lugares de occidente. En este sentido Dom Férotin, rastreando en la carta de Valerius, encuentra algunas expresiones, si bien muy vagas, que lo llevan a Galicia, en la designación de la época, como patria de nuestra viajera. Otros autores insisten en el origen galo, y si bien la cuestión no está terminada, nosotros adoptaremos lo que sostienen los mejores estudios: su patria era Galicia. Podemos todavía rastrear dos datos más de nuestra desconocida: su condición religiosa y su carácter. Lo primero se puede deducir de la carta de Valerius que la presenta como virgen en el sentido de pertenecer a una congregación religiosa. La pregunta es si era una simple religiosa o una abadesa, dadas las atenciones que recibe en su peregrinaje. A este respecto hay un catálogo de la Abadía de San Marcial, en Limoges, que nombra un texto como Itinerarium Egerie abbatisse, de aquí se concluiría que era abadesa. Pero esto bien puede ser una adición posterior, como lo quieren varios críticos, ya que por otro lado el documento al que se hace referencia está perdido. En oposición, otros han marcado la forma en que se dirige a sus compañeras y la circunstancia de que ella manifiesta poca preocupación por el hecho de pasar largo tiempo lejos de su convento, y van a sostener que se trataba de una simple religiosa. Aceptado esto último, causa sorpresa lo costoso de sus desplazamientos y la consideración con que la tratan no sólo los obispos y los monjes, sino los representantes de la administración imperial. Esto nos hace suponer que ella debió ser una dama importante de la época y fue justamente esto lo que avalaba considerarla la hermana de Rufino de Aquitania. Sin precisar tanto, Dom Férotin, sugiere que Etheria podría ser hija de un "defensor civitates" de España, ligado a Teodosio por parentesco o amistad. Como sabemos, Teodosio era originario de Galicia y, una vez emperador, hizo ir a su familia española a Constantinopla. Lo cierto es que nuestra viajera debió ser una dama importante, si bien su parentesco es casi imposible de dilucidar. En cuanto a su carácter, Dom G. Morin en su artículo, Un passage énigmatique de saint Jérôme contre le pèlerine espagnole Eucheria; en Revue bénédictine (l9l3), nos da, con cierto humor, un retrato, consecuencia de sus estudios, y la representa viajando “como cualquier señorita inglesa de nuestros días, a pesar de los muchos prejuicios, sobre lo que es la costumbre y el modo de viajar, que la opinión pública quiere de ordinario imponer a su sexo”. Esta libertad, sin embargo, no sobrepasa los justos límites y se acompaña de una insaciable curiosidad que la lleva a tratar de ver todo lo posible. En su viaje a Tesbis, patria del profeta Elías, nos va a relatar (16,2-3):

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“Después, en camino sobre esta ruta, hemos visto sobre nuestra izquierda un valle; este valle, muy hermoso, envía al Jordán, un torrente enorme; allí, en el valle, hemos visto la ermita de un hermano que vivía como monje. Entonces yo, curiosa como soy, he pedido que me explicaran que era ese valle donde un santo monje se había construido una ermita, porque pensé que esto no sucedía sin razón. Entonces los santos que me acompañaban en la ruta y que conocían los lugares, nos dijeron: ‘Este es el valle de Corrá (Querit), donde vino a establecerse san Elías el Tesbita, en los tiempos del rey Ajab, cuando pasaban hambre y, a la orden de Dios, un cuervo le llevaba comida y él bebía del agua del torrente. Porque este torrente que veis correr del valle al Jordán es el de Corrá (Querit)”. ¿Qué importa la fatiga ante estos recuerdos? No se siente, nos lo va a decir, cuando uno alcanza lo que desea. Evidentemente, muestra un coraje casi sin límites y no se preocupa por los obstáculos. Además de esto tiene la facultad enorme de maravillarse: “¡Yo no he visto jamás montañas tan altas como el Sinaí, y más bello país que el de las tierras de Gosén! ¡He tenido una oportunidad increíble de encontrarme con todos los monjes de la Mesopotamia!” Por otro lado, aparece lo suficientemente crédula para aceptar sin crítica los comentarios e indicaciones de sus guías, pero se ve que siente placer por constatar con sus propios ojos eso que ha esperado encontrar en las regiones de la Biblia. Ella es una conocedora de las Sagradas Escrituras, principalmente del Antiguo Testamento, mostrando una viva devoción, pero deja entrever que no es una artista y le parece poco necesaria la cultura profana.

IV.- Los peregrinajes en el siglo IV y cómo se viajaba Cabe la pregunta: ¿nuestra dama es una peregrina aislada en la fecha que realiza su viaje? Sabemos que luego de la paz otorgada a la Iglesia por Constantino, se produjo un movimiento de toda la cristiandad hacia el Oriente; sobre todo, esto se incrementó un siglo más tarde. ¿Cual es el origen del poderoso atractivo que tenían esas rutas para los piadosos peregrinos, a pesar de las dificultades y fatigas que presuponía recorrerlas? Lo podemos discernir a través de las propias expresiones en los relatos que nos han quedado y del mismo texto que estamos considerando. Sin duda, el primer impulso está dado por el deseo de visitar los lugares que santificó la presencia del Salvador y sobre todo aquellos que se relacionan con su Pasión y su Muerte. Diversos testimonios nos muestran que, desde los orígenes, el Cenáculo, el Calvario y el Santo Sepulcro fueron objeto de culto y meta de los peregrinos. Pero es indudable que a partir del 326, fecha en la que la emperatriz Elena, madre de Constantino, hizo el viaje a Jerusalén (al cual se atribuye en la tradición la "Invención de la Santa Cruz" ), aumentan los peregrinos, atraídos además, por las numerosas construcciones que pueblan la Ciudad Santa. Evidentemente, hay detrás de cada peregrino el deseo piadoso de ver los lugares Santos, pero también se une una curiosidad menos piadosa en el sentido de ver la construcciones religiosas que hacían de Jerusalén una ciudad poblada de iglesias. En el 335 se inaugura la iglesia del Santo Sepulcro construida por orden de Constantino y en el reinado de Constancio, poco después, se construyen numerosas iglesias y capillas. Todas ellas eran sede de las celebraciones religiosas cuando Etheria visita Jerusalén y si bien no nos ha descripto los edificios, ella nos habla de la belleza de las ceremonias y de la riqueza de la ornamentación: tapices y bordados con brocado en oro, vasos sagrados incrustados en piedras preciosas, candelabros y lámparas en número infinito que llenan de luz el ambiente, incensarios que expanden su perfume, etc.. Pero si bien Jerusalén, y Palestina toda, eran el principal centro de atracción de los peregrinos, otros lugares, citados en la Biblia, también atraían la atención por los recuerdos que despertaban. Así todos aquellos que se referían al Antiguo Testamento y en especial Egipto, esa "segunda tierra santa" como lo llama un escritor (Mons. Duchesne).

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Está claro que la piedad y las preocupaciones más humanas de la simple curiosidad se unen aquí, así como los deseo de ver las fuentes de la historia y de la exégesis que pueden animar a cualquier especialista. Ninguna fatiga parece demasiado grande, ninguna desviación demasiado larga, cuando ellas nos llevan a la meta de alcanzar algunos de los lugares mencionados en la Santa Escritura. Pero, además de los lugares santos del Antiguo Testamento, se hallan en esa zona los lugares donde reposan los restos de los santos del Nuevo Testamento y nace también el deseo de visitarlos y orar en ellos. En general, en el lugar de la sepultura de los mártires, principales testigos de la fe perseguida en siglos anteriores, se erigen santuarios que nuestro texto los designa como "martyria". Tal era, por ejemplo, el deseo que muchas veces señala nuestra viajera; nos dirá en 17,1-3: "Así, pues, en el nombre de Dios, al cabo de un cierto tiempo, como ya hacia tres años completos que yo había llegado a Jerusalén, habiendo visto todos los lugares santos donde yo me he postrado a orar, y teniendo por consecuencia la intención de volver a mi patria, he querido todavía, según la voluntad de Dios, viajar a Mesopotamia de Siria para ver los santos monjes que se decía que eran tan numerosos en esa región y de una vida admirable más allá de toda expresión. Quería llegar también para orar en el martyrium del apóstol Santo Tomás donde está depositado su cuerpo entero, en Edesa; este santo es el que debía ir rápidamente allí, luego de subir a los cielos Jesús Nuestro Señor, según El lo había prometido en la carta que envió al rey Abgar (o Abgaro) por el correo Ananías y que está conservada con gran respeto en la ciudad de Edesa donde se encuentra este martyrium. Que vuestra Caridad vea bien de creerme, no hay un cristiano que no se acerque para orar, entre aquellos que han venido a los lugares santos de Jerusalén; está a partir de Jerusalén en la vigésima quinta etapa". En este trozo está, además de la referencia al tiempo que duró el viaje, otro de los motivos que tenían los peregrinos para ir a Oriente: el renombre de los monjes orientales que se había expandido en Occidente. Muchos cristianos querían ver con sus ojos el maravilloso fervor y la austeridad de esas comunidades o de aquellos otros solitarios. Es cierto que había que buscarlos en lugares desolados desde el desierto de Nitria en Egipto hasta el desierto de Cálcida en el otro extremo, pero valía la pena. Es solamente después de haber visitado Egipto que San Honorato de Arlés funda su monasterio en Lerins, y los usos que Casiano introducirá en los dos monasterios de Marsella, los toma de los Padres del desierto con los cuales ha mantenido piadosas entrevistas. Probablemente todos los lectores contemporáneos de los relatos hayan pensado en ponerse en camino para buscar recuerdos y ejemplos, pero Gregorio de Nisa (Ep. 2; P. G. 46,1009-1016) puede decir de la inutilidad de estos peregrinajes, a veces realizados más por curiosidad que por piedad. A pesar de todo el peregrinar no perdía su atractivo. Estos largos y fatigosos viajes ¿en que condiciones se realizaban? Algunas indicaciones de Etheria nos permiten tener una idea, pero aquí no podernos olvidar que su condición de gran dama era algo excepcional . Parece probable que llevara un "diploma", suerte de pasaporte oficial que le permitía pedir el "cursus publicus", es decir, la colaboración del correo imperial organizado para atender las necesidades del Estado, pero puesto por favor especial al servicio de simples particulares. San Gregorio de Nisa nos cuenta que él hizo en esta forma un viaje a Jerusalén (ob. cit., 46,1013). En estas condiciones el viajero tenía la posibilidad de usar los albergues existentes para uso del correo, eran una suerte de hospedajes donde se proveían de monturas, vehículos y provisiones para la ruta. Etheria sigue estas rutas e indica, a veces, las distancias entre ellas nombrándolas como "mansiones" (postas); nos dirá en 7,l2: "Es cierto, yo conocía ya la tierra de Gesén: es por allí que, la primera vez, he llegado a Egipto. Por lo tanto quise ver bien todos los alrededores donde los hijos de Israel, después de su partida de Ramsés, han pasado, hasta que ellos llegaron al mar Rojo, este pasaje hoy en día, a causa del fuerte que allí se encuentra, se llama Clysma; yo deseaba que nosotros partiéramos de Clysma a la tierra de Gesén, y luego hasta la población que se llama Arabia y está en la tierra de Gesén. Por eso es que se llama a este territorio: tierra de Arabia, tierra de Gesén. Es una parte de Egipto, mucho mejor que todo el resto de Egipto. Hay desde Clysma, en otra forma dicho, desde el mar Rojo hasta la población de Arabia, cuatro etapas a través del desierto. La zona es bien

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desértica, pero, sin embargo, en cada etapa hay postas que tienen recintos fortificados, con soldados y oficiales que nos escoltaron siempre de un fuerte al otro. Sobre el camino, los santos hombres que nos acompañaban, clérigos y monjes, nos mostraban todos los lugares que yo buscaba siempre, siguiendo la Escritura: estaban tanto a derecha, tanto a izquierda de nuestro camino, a veces lejos de la ruta, otros cercanos". También Etheria nos cuenta las diversas monturas que utiliza: caballos donde es posible, asnos para subir las pendientes montañosas, camellos para el desierto, y donde no hay otra posibilidad, a pie. Tales son las ventajas de usar el "cursus publicus", pero hay también otras posibilidades: usar de la complaciente hospitalidad de los obispos, sacerdotes y monjes que ella encuentra en el camino. Los deberes de la hospitalidad tenían en esa época, dentro de la práctica de la caridad cristiana, un lugar muy importante. Así en las vecindades de las iglesias y de los martyria, en las entradas de las comunidades de monjes, se construían hospederías donde era recibido el viajero. Según la costumbre, se le da, al descender, la paz, se le lava los pies y se le ofrece todo lo necesario para cubrir sus necesidades materiales. También las necesidades espirituales quedan cubiertas, es admitido a participar de la oración, de la salmodia y de la misa. Esto que es normal para cualquier peregrino, Etheria lo ha recibido en abundancia ya que los obispos y monjes le ofrecían la mejor acogida, incluso le servían de guías respondiendo a sus menores preguntas. V.- El Texto del Relato El texto, que tenemos hoy bajo consideración se divide netamente en dos partes bien diferenciadas: a) la primera (capítulos 1 al 23) es el relato de un viaje; b) la segunda (capítulos 24 al 49), una descripción de la liturgia en Jerusalén. Haremos un breve comentario dividido en dos partes: A.- La lengua, el estilo y tradición diplomática; B.- Comentario del texto. A.- La lengua, el estilo y tradición diplomática Nuestro texto es un documento importante para la historia del latín tardío. Algunos han intentado encontrar galicismos y españolismos en su redacción, pero estos bien pueden ser atribuidos al estado de la lengua en la fecha en la que se escribe el texto . Los especialistas ven en sus expresiones lo que podríamos llamar el "latín vulgar", a condición de no confundirlo con la lengua popular, y sí verlo como lengua libre y descuidada, en oposición a la lengua artística. En este sentido el latín de nuestro texto puede decirse que es "vulgar". La autora no parece pertenecer a las clases bajas de la sociedad, es más probable que sea una dama importante, por lo tanto se debe expresar en un latín que no es el del pueblo común. Otro detalle que aparece es que el texto muestra una total ausencia de cultura literaria, no hay menciones a otros autores, de esos que son la base de una cultura profana. Tampoco tiene mucha riqueza en las expresiones, a menudo repite los mismos términos: impresionante, muy grande, muy bello, etc. Probablemente nuestra autora tiene otro tipo de cultura, la que podríamos llamar "cultura bíblica". Finalmente digamos que los especialistas ven las frases de Etheria como desprovistas de todo valor artístico. Muy largas repeticiones, pleonasmos, ligaciones demasiado apoyadas, anacolutos; sin embargo, a pesar de todos estos defectos, no puede dejar de encontrarse algún valor a esta prosa con la que la amable dama nos cuenta su viaje. Nuestro texto se conserva en un solo manuscrito (datado en el siglo XI) y fue publicado por la primera vez en 1887 por Gamurrini que lo había descubierto en 1884. Luego se han hecho numerosas ediciones que han aportado al texto anterior algunas correcciones; la más importante es la realizada por P. Greyer en el vol. 39 del Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum de Viena (1898). El texto de esta edición es el mejor y es el que normalmente se sigue en la traducción que hemos consultado. Ha sido traducido a varias lenguas, ruso, italiano, inglés, alemán, español y francés, ya que el interés que suscitado ha hecho necesario ponerlo al alcance de la mayor cantidad de lectores.

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B.- Comentario del texto Haremos un breve recorrido por las dos divisiones del texto, dividiéndolas, a su vez, como sigue: a) Diario de viaje 1) Peregrinaje al Sinaí con retorno a Jerusalén por la tierra de Gesén (caps. 1-9) 2) Peregrinaje al monte Nebó (caps. 10-12) 3) Peregrinaje al país de Job (caps. 13-15) 4) Peregrinaje a Mesopotamia y retorno a Constantinopla (caps.16-23) b) Los datos litúrgicos y eclesiásticos. Liturgia de Jerusalén (caps. 24-49) 1) Iglesias de Jerusalén y sus cercanías 2) El año litúrgico, las fiestas 3) La jornada litúrgica, los oficios 4) La catequesis y el ayuno 5) La jerarquía eclesiástica a) Diario de viaje En primer lugar corresponde considerar cuales han sido las fuentes de Etheria, para ubicar los datos topográficos que nos suministra. Nuestra viajera utiliza primariamente, sin duda, sus recuerdos, probablemente tomados como notas durante el peregrinaje; pero, en segundo lugar, usa denominaciones de otros libros que parecen haberle servido de guía. Luego de estudiar esta circunstancia surge que, por las numerosas citas que transcribe, debió usar la Biblia y por los nombres que da a los lugares, aparece como complemento el Onomasticon de Eusebio, traducido por San Jerónimo, traducción realizada en 390; ante esta fecha, es bueno recordar que si aceptamos la opinión de A. Arce, para la realización del viaje (años 381-384), la hipótesis sería improbable. Los estudios realizados por los especialistas nos remiten a esos dos textos, pero cabe preguntarse que versión de la Biblia, que ella leía en cada lugar, era la que usaba. Los indicios parecen llevar a la Vetus Latina ya que está más cerca de la versión de los Setenta que de la Vulgata. Sin embargo, los mejores estudios de J. Ziegler no han conseguido identificarla con ninguna de las versiones que hoy conocemos. En cuanto al Onomasticon hay concordancias sorprendentes con la traducción latina de San Jerónimo, no sólo en la forma de indicar los nombres propios de los libros bíblicos, sino incluso en algunos detalles agregados por el Santo traductor. Sobre este punto están de acuerdo casi todos los especialistas, en especial el ya mencionado J. Ziegler en su artículo Die Peregrinatio Aetherias und das Onomastikon des Eusebius, en Bíblica, 1931. ¿Existe alguna posibilidad de que haya usado otros textos? Aquí no hay que olvidar los datos que ella misma ha obtenido en los lugares que visitaba, es decir, la tradición oral allí conservada; pero, podemos decir que no está demostrada la referencia a otros libros. Por todo esto, el Diario de Viaje de Etheria es una fuente inapreciable para hacernos conocer detalles sobre la tradición oral, ya que ella sirve para confirmar o refutar las hipótesis de los historiadores y arqueólogos. 1) El peregrinaje al Sinaí con retorno a Jerusalén por la tierra de Gosén El manuscrito que poseemos nos presenta a Etheria llegando a un valle al fondo del cual se levanta el Sinaí. La primera parte del relato se ha perdido. Sin embargo, de las indicaciones que ella nos da y por la comparación con la carta de Valerius, que ya hemos citado, se puede suponer que nuestra monja ha hecho jornada en Palestina y luego visitado Egipto y más particularmente la Tebaida poblada de monjes solitarios.

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El objeto de este viaje era, evidentemente, seguir sobre el mismo terreno la marcha de los israelitas, desde su salida de Egipto hasta la santa montaña donde Dios ha entregado la Ley, el monte Sinaí. La Biblia, en los libros del Pentateuco, nos señala las principales etapas, y nuestro texto, muestra algunas de ellas en el retorno de Etheria desde el Sinaí a Gosén (o Gesén). En este comentario prestaremos atención a tres regiones la del Sinaí, la del pasaje del mar Rojo y las primeras etapas señaladas en el Éxodo. De acuerdo a nuestro texto; ¿dónde situar el Sinaí? Evidentemente hay que descartar las ubicaciones no tradicionales, como aquellas que lo sitúan al Norte de la península sinaítica, en los alrededores del oasis de Cades, o que lo sitúan cerca de la región de Petra, o en el golfo de Acaba, en la Arabia septentrional. La tradición que nos muestra Etheria es la de los cristianos de los primeros siglos que sitúan el Sinaí en el macizo central de la península, pero ciertos testimonios divergentes, existentes antes del descubrimiento de nuestro manuscrito, llevan a cierta incertidumbre en su ubicación precisa. Dos cimas, en particular, parecen tener los mejores títulos para la ubicación del monte Sinaí: el gebel Serbâl (2060 m.), en la región de Farán, y el gebel Musâ (2244 m.), situado más al sudeste en pleno corazón de la península. La dificultad proviene, en parte, de la circunstancia de que el texto bíblico menciona dos montañas, al Sinaí y al Horeb, como la montaña de Dios. Los mejores estudios, ya desde San Jerónimo, han coincidido en hacer una aquellas dos, es decir, la montaña de la visión de Moisés, la de la zarza ardiente, y la otra de la promulgación de la Ley. Pero además, también en los textos bíblicos, se menciona "la roca de Horeb" (Ex 17,6) a la que Moisés golpea, por orden de Dios, para. hacer salir agua, cuando el pueblo acampaba en Rafidim, que probablemente esté cerca de Farán. Así se ha intentado ubicar el Horeb-Sinai en esta última región, entonces el Serbâl sería la montaña de Dios. Cosme Indicopleustes (cfr. Nº 47, de esta colección) va a hacer suya esta opinión. Pero es casi seguro que esta no era la tradición cuando viaja Etheria, un siglo y medio antes que Cosme. El relato de nuestra viajera parece indicar que se señalaba con el nombre de Sinaí al macizo montañoso en general y en particular a la montaña donde Dios dio la Ley a Moisés. En este macizo está el gebel Musâ y la descripción topográfica de Etheria coincide con esta ubicación. El relato, además, anota otra cima con el nombre de Horeb, se trata de una eminencia del macizo de 2097 m., que, en nuestros días, conserva dos capillas contiguas dedicadas a Moisés y Elías y en el cual se encontraría la gruta donde estuvo este último. Etheria nos describirá la montaña y el valle, y nos contará las dificultades para arribar a la cima, lo que harán a pie, ella y su comitiva. Nos describirá, también, el panorama que se alcanza a ver, la posterior visita al Horeb, cima que toca el Sinaí, y su posterior descenso, Luego visitarán el lugar de la zarza ardiente, donde hay ermitas y una iglesia, delante de la cual hay un jardín donde se encuentra la zarza que simboliza la de Moisés. Finalmente visitarán otros lugares bíblicos y volverán a Farán y desde allí a través del desierto hasta el lugar del cruce del mar Rojo, realizado por el pueblo de Israel en las jornadas del Éxodo. Este punto, donde los israelitas cruzaron, está ubicado en Clesma o Clysma, del que ya hemos leído, en el cap. 7, su mención expresada por "este pasaje hoy en día, a causa del puerto que allí se encuentra, se lo llama Clysma". Clysma por su situación corresponde al Suez de nuestros días en el extremo del golfo del mismo nombre. Los estudios sobre el recorrido que realizaron los hijos de Israel durante el Éxodo han dado lugar a opiniones muy diversas, pero, en general, no marcan este punto como el lugar de cruce del mar Rojo; una de las soluciones modernas (que parece la más probable) lo ubica un poco más al norte, en los actuales Lagos Amargos. Probablemente, en la época del Éxodo (en cronología baja siglo XIII a. C. y en cronología alta siglo XV a. C.), el mar Rojo se extendía más hacia el norte y los Lagos Amargos habrían estado unidos al golfo y sufrirían las oscilaciones propias de las mareas del mar; por esto Etheria trata de ubicar el cruce en las condiciones topográficas del siglo IV, cuando el golfo estaba ya separado por tierra firme de los lagos, por lo tanto, hubiera sido difícil que no lo ubicara allí. Posteriormente Etheria seguirá viajando por la margen oeste de los lagos encontrando a Magdalum, Epaleum, Belsefón y finalmente Etam, la que podemos hacer coincidir con el bíblico del mismo nombre. Resta por comentar las tres primeras etapas del viaje de los israelitas: Ramsés, Sucot y Etam. Siguiendo su ruta hacia el norte ella encuentra Etam, que como el Onomasticon, lo llama Oton, del cual sólo nos dice que

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está situado en el desierto. Es probable que Etam sea la fortaleza de Serapeum, nudo importante de rutas comerciales que salen y llegan a Egipto en aquella época, por allí pasaba la ruta que comunicaba Palestina a Egipto. En cambio el Sucot bíblico era, en tiempo de los israelitas, más una región que una villa. Veamos lo que dice en 7, 5-9: "Se nos ha mostrado igualmente Oton que está a la vera del desierto, como está escrito, y también Sucot. Sucot era un pequeño montículo en el medio de un valle; es cerca de esa colina que los hijos de Israel establecieron su campamento; allí está el lugar donde fue recibida la Ley de la Pascua. En cuanto a la ciudad de Pitom que edificaron los hijos de Israel, se nos la indicó también sobre el camino, en el lugar donde entramos en territorio de Egipto, alejándonos del país de los sarracenos. Esta ciudad de Pitom es ahora un fuerte, Heroópolis, que era una ciudad antiguamente, cuando José arriba delante de su padre Jacob, como está escrito en el libro del Génesis, es hoy en día una aldea; pero una bastante grande, lo que nosotros llamamos un pueblo. Este pueblo tiene una iglesia, martyria, y un gran número de ermitas de santos monjes; para ver todo esto hemos descendido en este lugar, según la costumbre a la que nos habíamos hecho. Este pueblo se llama hoy Hero, y está a dieciséis millas de la tierra de Gesén sobre el territorio de Egipto. Es un lugar muy agradable porque un brazo del Nilo corre por allí. Alejándonos de Hero hemos arribado a una ciudad que se llama Arabia y que se encuentra en la tierra de Gesén. Es por lo cual está escrito que el Faraón dijo a José: 'Establece a tu padre y a tus hermanos en la mejor tierra de Egipto, en la tierra de Gesén, la tierra de Arabia". Sobre este camino de Arabia les muestran a los peregrinos aquello que resta de Ramsés. No hay más que ruinas, pero ellas dejan entrever lo grande que fue. Los arqueólogos modernos no se ponen de acuerdo sobre 1a localización de esta ciudad, así que no tenemos la certeza de que Etheria haya alcanzado a ver las ruinas verdaderas. Luego de Arabia entran en la tierra de Gesén (o Gosén) y alcanzan a Tanis. Recordemos que la ciudad romana de Arabia es la antigua Kesem, de la que el Texto Masorético, del Antiguo Testamento, hace Gosén y la traducción de los Setenta, Gesén. Estos nombres se extendieron después a la zona, la que es muy fértil y se extiende al oeste del delta del Nilo. Para Etheria y sus compañeros ésta era la tierra donde estuvieron instalados los israelitas y desde la cual salieron de Egipto. Luego de llegar a Tanis y hacer escala, siguieron por la ruta de las caravanas hasta Jerusalén. 2) Peregrinaje al monte Nebó La segunda excursión que se relata en lo que nos queda del Diario de Etheria, es la que la conduce de Jerusalén al monte Nebó, o Nabau como ella lo cita en latín. Desde allí va a poder contemplar, como Moisés lo hizo por orden de Dios, antes de morir, la tierra prometida. Viajan desde Jerusalén al río Jordán, el cual atraviesan y llegan a la ciudad de Livias, la antigua Beth-Haram, que debía a Herodes Antipas su nuevo nombre, su prosperidad e importancia. La región está llena de recuerdos de Moisés. Camino al monte Nebó, dejando al lado la ruta, hay un grupo de fuentes de las cuales la principal lleva el nombre de Ayun-Musa. Los monjes han construido una iglesia y han establecido, por ese tiempo, su morada. Dicen ellos, que es allí donde Moisés ha hecho brotar agua de la roca para los hijos de Israel. Después de un alto en esta zona, nuestros peregrinos siguen al monte Nebó, al que ascienden, primero en asno y luego a pie. Visitan el santuario construido en la cima y veneran la tumba de Moisés para luego observar el hermoso panorama que desde allí se divisa. Tres cuestiones se nos plantean: ¿Cuál es el monte Nebó al que llega Etheria? ¿Cómo interpretar el texto relativo a la tumba de Moisés? ¿Dónde se ubicaba, en esa época, el país de Sodoma? A la primera pregunta, los estudios nos llevan a responder que es el Siyágha, una de las cimas que constituyen el macizo de los montes Abarim y que corresponden al Pisgá o Pesga bíblico. En realidad la montaña que correspondería al Nebó bíblico es el ∪ebel Nebá, distante de aquél 4 Km. y más elevado en 125 m.. Recordemos que el texto bíblico (Deut 34,1) dice: "la cima del Pisgá" que correspondería al más elevado. La tradición ha elegido, probablemente, el Siyágha porque desde él se aprecia mejor 1a visión de la Tierra Santa, como dice Deut 34,1-2: "Y Yahveh le mostró toda 1a tierra desde Galaad hasta Dan, todo Neftalí,

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la tierra de Efraím y Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar Occidental, el Negueb, el distrito del valle de Jericó, la ciudad de las palmas hasta Segor". Esta circunstancia ocurre por el hecho de que el Siyágha se encuentra más cerca de la Tierra Prometida y por lo tanto se aprecia una mayor superficie del mar Muerto y del valle del Jordán. Sobre la cima del Siyágha se encontraba el santuario visitado por Etheria, del cual en 1933 se han estudiado las ruinas (ver J. Saller, L'église du Mont Nebó, en Revue Biblique, 1934). Estas excavaciones han permitido descubrir que delante de la construcción había un porche de piedra que permitía a los visitantes inspeccionar el horizonte. En cuanto a la tumba de Moisés, no es sorprendente que allí se halla conservado este recuerdo. Etheria nos cuenta en 12,1-3: "Nosotros hemos llegado finalmente a la cima de esta montaña; hay ahora una iglesia, no muy grande, sobre esta cima del monte Nebó. En el interior de esta iglesia, en el lugar donde se encuentra el púlpito, he visto un lugar un poco más elevado, cuyas dimensiones eran las que ordinariamente se dan a las tumbas. Entonces he preguntado a aquellos santos que era eso y me han respondido: 'Es aquí que San Moisés ha sido depositado por los ángeles, puesto que, como está. escrito, 'ningún hombre conoce su sepultura'; porque es seguro que él ha sido sepultado por los ángeles. Puesto que la tumba, donde él ha sido depositado, no se nos muestra hasta hoy en día; en efecto son los antepasados, que han morado aquí, los que nos han enseñado donde él ha sido depositado, y asimismo nosotros os lo mostramos, y estos ancianos, ellos mismos, decían 'que ellos tenían esta tradición de aquellos mas ancianos que ellos' . Por tanto, hemos realizado a continuación una plegaria; y todo aquello que, sucesivamente, en cada uno de los lugares santos, teníamos la costumbre de hacer, lo hemos hecho así; después hemos salido de la iglesia". Aquí aparece una contradicción, se menciona Deut 34,6; "Yahveh lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-Peor, y nadie hasta hoy conoce su tumba" (a título informativo recordemos que el texto hebreo, T.M., admite dos posibles traducciones: a) ".. y lo sepultó..."; b) "... y lo sepultaron..."; en este último caso el sujeto de la oración sería "ellos" (¿los acompañantes?); además, por otra parte, se habla del lugar de la tumba de Moisés. ¿Cómo explicarlo? Se conoce que por el 430 corría la historia de que un pastor había tenido la visión del lugar donde estaba la tumba de Moisés, tal sería el origen del santuario. En tiempos de Etheria no podemos saber si esta tradición existía, pero, por otro lado, del contexto se deduce que los monjes se contentan con afirmar que no hacen sino transmitir una tradición antigua, ligada, probablemente, a una creencia judía muy anciana de que el cuerpo de Moisés ha sido llevado por los ángeles. De estas circunstancias concordantes resulta que el lugar de la tumba sería el sitio donde reposaron los restos de Moisés antes de ser llevados por los ángeles. Al salir del santuario los peregrinos admiran el paisaje que corresponde claramente a aquel que figura en el texto del Deuteronomio, con la condición de que ciertas regiones sólo se pueden señalar por la cita de la dirección en que se encuentran y no por su visión directa. Así ocurre con algunas ciudades y regiones que cita Etheria. Pero, como dijimos, el problema que plantea esta descripción es la ubicación de Sodoma. Para algunos apoya la tesis de que se hallaba en el norte del mar Muerto, para otros, confirma la tradición que las sitúa al sur. La descripción no es clara y puede llevar a ambas soluciones, si bien la mejor probada parece ser la que sitúa Sodoma, al sur. 2) Peregrinaje al país de Job Con relación al país de Job existen dos tradiciones: una, situándolo en Idumea, al sur de Palestina en el límite con Arabia; otra, que lo sitúa al noreste de Palestina en la Traconítide, próximo al reino de Edom, en el noroeste de Arabia. En realidad la Escritura en Job 1,1 dice: "Había en el país de Hus, un hombre llamado Job". ¿Dónde está, ubicada la .tierra de Hus? La traducción de los Setenta nos la ubica: "sobre los confines de la Idumea y la Arabia", además otros textos donde figura (Jer 25,20; Lam 4,21) también sugerirían el sur de Palestina, próximo a Idumea. Sin embargo, existe otra tradición judía, luego bizantina, que probablemente tiene su origen en la confusión entre Job y Jobab, rey de los Edomitas (Gen 16,32). El reino de Edom tenía por capital

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a Dennaba y ha sido identificada con la Danaba del país de Haurán, por lo tanto, cerca de allí estaba la ciudad de Job y esto nos lleva al noreste de Palestina, aunque el lugar preciso pudo cambiar con el tiempo. En tiempo de Etheria debió pesar más la tradición edomita, ya que ella se dirige a Carneas, si bien deja traslucir la existencia de las dos tradiciones. Nos dirá (13,1-2 ): "Enseguida, luego de cierto tiempo, he querido todavía ir al país de Ausitis (Hus), para visitar la tumba del santo Job a fin de ofrecer allí una plegaria;... "Siguiendo la ruta de Jerusalén a Carneas se pasa por ocho etapas. Carneas es el nombre actual de la ciudad de Job, la cual antiguamente se llamaba Dennaba,, en la tierra de Ausitis, en el límite de Idumea y Arabia". Vemos la contradicción liga Edom con Idumea y Arabia región. En esta parte del viaje, Etheria visita los recuerdos que se conservan de otros personajes bíblicos: Melquisedec, Juan Bautista, Elías, Jefté. Con relación al primero hay cierta confusión en la ubicación de Salem, el país del rey Melquisedec. Camino de Carneas, cerca de Siquem relata nuestra viajera (13,4): "Viendo un lugar agradable, he preguntado que significaba este lugar tan bonito. Entonces me han dicho: 'Es la ciudad del rey Melquisedec, que era llamada antiguamente Salem, de donde, por una deformación de la palabra, el nombre de Sedima que lleva actualmente el pueblo..." Como sabemos Salem ha sido considerado, en los mejores estudios, como otro nombre de Jerusalén; pero, hay que señalar que el Onomasticon ubica Salem como Siquem. Etheria no ve a Salem en ninguna de estas dos ubicaciones, sino cerca de Ainón donde bautizaba Juan el Bautista, es decir, toma Salim como Salem. Esto está ubicado aproximadamente a siete millas de Scythopolis, sobre el río Jordán. La verdad que es difícil ubicar este lugar que visitan los peregrinos, ya que para algunos el Sedima puede ser una corrupción de Siquem. Quizás lo más importante sea registrar que Etheria nos cuenta una tradición que ubica Salem fuera de Jerusalén. Finalmente remontan el valle del Jordán, dejan atrás el lago Tiberíades y hacia el oeste alcanzan la ciudad de Carneas donde visitan la tumba de Job. Esta tumba, según relata Etheria, fue encontrada gracias a la revelación hecha a un monje de que excavara en cierto lugar; realizadas las excavaciones apareció una piedra con el nombre de Job, sobre este lugar se construye una iglesia, en la cual Etheria y sus compañeros celebrarán la Eucaristía. 4) Peregrinaje a Mesopotamia y retorno a Constantinopla Ya hemos leído en 17,1-2 el comienzo de este retorno a Constantinopla. Es en este viaje que Etheria pasa por Antioquía de Siria y desde allí decide ir a Mesopotamia. Dos razones la mueven: el deseo de ver a los monjes de la región e ir a Edesa para rezar en la tumba de Santo Tomás. Las dos detenciones mas importantes serán Edesa y Charra (Jarán). Vuelta a Antioquía emprenderá el camino de Constantinopla y se detendrá dos veces más: en Seleucia de Isauria y en Calcedonia. Los datos más interesantes contenidos en esta parte del relato conciernen, desde el punto de visto histórico, a las divisiones administrativas del imperio romano en la región de Oriente, y, desde otra mirada, a los monumentos y tradiciones religiosas de la ciudad de Edesa y la localización de distintos recuerdos bíblicos que se relacionan con Abraham y Jacob. Para nuestra presentación los hechos históricos, muy sugerentes en sí, no presentan interés especial; en cuanto a los religiosos los resumiremos brevemente. En Edesa, Etheria, además de admirar los dos palacios reales, visita la tumba del rey Abgaro (o Abgar) y su familia. De este rey, se comunica a la viajera que existe una tradición en el sentido que ha mantenido correspondencia con Nuestro Señor Jesucristo. Ella visita las estatuas monumentales de los reyes y los varios martyria que hay cercanos a ellas por ser el lugar donde se ejecutaban a los mártires. La parte que ha suscitado

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mayor discusión entre los eruditos es lo relativo a la visita "a la iglesia y al martyria de Santo Tomas", la pregunta que cabe es si se refiere a un solo lugar o a dos lugares. La solución de este problema permitiría datar más correctamente el texto, ya que hasta el 394 los restos de Santo Tomás no estaban en la iglesia principal. Sin embargo, los autores no están de acuerdo y nos queda un pasaje algo oscuro por el significado de la preposición "y". Desde Edesa, nuestra peregrina, va hacia el sur hasta Charrán o Charris, la antigua Jarán (o Harán), ciudad de la Mesopotamia donde ha vivido la familia de Abraham, luego de su partida de Ur de Caldea. Allí ha muerto Teraj, el padre de Abraham; también allí su servidor Eliazer ha buscado a la que será la mujer de Isaac, Rebeca. Es allí, en fin, el lugar donde Jacob ha buscado refugio. Todos estos recuerdos eran bien vivos para Etheria que visitó, en las afueras de la ciudad, la iglesia construida, se decía, sobre las piedras de la mansión de Abraham, también visitará los pozos de Rebeca y de Jacob y el santuario, construido en su honor, a seis millas de Charrán. Finalmente, algo más lejos, la tumba de Labán en el pueblo de Fadana. Jarán o Charris era entonces un importante centro comercial por el cruce de rutas y su importancia militar, en la lucha con los persas, no era menor; hoy en día es una aldea. En este contexto se encuentra el relato que hemos leído (18,1-2) donde se menciona al Éufrates y el correspondiente sobre el acceso a Ur de Caldea (20,12). Nos resta mencionar que Charrán (Charra o Charris o sea Harán) tenía un martyrium célebre en la región, el del monje Helpidio, cuya fiesta anual era motivo para que se congregaran todos los monjes de la Mesopotamia. Este mártir, poco conocido, era un santo indígena, víctima de las persecuciones de Sapor II. Su culto se asociaba al de Abraham en la iglesia que ya hemos mencionado. A1 retorno hacia Antioquía prepara los tramos finales de su viaje que la llevará a Cilicia donde visita, entre otras ciudades, a Tarso. También hace un alto en Seleucia para visitar, a pocos kilómetros, el célebre martyrium de Santa Tecla, rodeado de varios monasterios. Capadocia, Galacia, Bitinia y Calcedonia son las últimas etapas del viaje que la llevan a Constantinopla. b) Los datos litúrgicos y eclesiásticos. La liturgia de Jerusalén Como ya mencionamos, no es menos importante, el relato que estamos considerando, como fuente de información para las ceremonias litúrgicas y las funciones eclesiásticas en Palestina. Para entender claramente los datos litúrgicos debemos detenernos, previamente, en mostrar cuales eran las iglesias de Jerusalén y sus alrededores. 1) Iglesias de Jerusalén y de sus alrededores Debemos considerar aquí los principales santuarios de la ciudad, que bajo el impulso del emperador Constantino se convirtieron en magníficos monumentos. Si bien es cierto que luego de la destrucción de los años 70 y 135, el emperador Adriano había hecho construir una ciudad romana que se llamará Aelia Capitolina, cuyo foro y capitolio cubrían la zona del Gólgota, la comunidad cristiana había conservado los recuerdos de los lugares santos. Por consiguiente, desde la paz religiosa, otorgada por Constantino, comenzaron a recuperarse construyendo santuarios, los que para el siglo IV estaban en su esplendor. Los nombraremos y describiremos brevemente. *

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*La Basílica del Santo Sepulcro es la construcción descripta por Eusebio en su Vida de Constantino (III,23-40) y que coincide con los detalles que nos suministra Etheria. Estaba constituida por tres partes esenciales: la Anastasis, el Calvario y el Martyrium. - La Anástasis, situada al oeste, era una rotonda coronada por una majestuosa cúpula y recubría la tumba de Cristo. Esta gruta estaba aislada de los muros, en el centro. Allí se celebraban los oficios cotidianos y numerosas ceremonias; se solía entrar en procesión en la celebración de los oficios y allí mismo se instruía a los neófitos durante la Semana Santa.

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- El Calvario es un montículo rocoso, en cuya parte superior había una Cruz conmemorativa. De aquí el nombre de "Crux" que le asigna Etheria. Estaba separado de la Anastasis por un gran atrio cubierto que ocupaba el ángulo sudeste y que está designado por "Ante Crucem". Servía de cierta suerte de iglesia del Calvario. Del costado de oriente, pegado a la Crux había una capilla denominada "post Crucem". Allí se celebraba la eucaristía del Jueves Santo y la adoración de la Cruz del Viernes Santo. - El Martirio era la iglesia mayor. Consistía en una basílica suntuosa y ocupaba todo el lado este de la construcción. Propiamente no recubría al Calvario, sino principalmente la cripta de la Invención de la Santa Cruz, conteniendo la cisterna donde había sido encontrado el instrumento de la Pasión. Sus dimensiones eran de 45 m. por 26 m., con cinco naves, el ábside estaba ornamentado con doce columnas en honor de los doce Apóstoles. Era la iglesia parroquial de Jerusalén. *

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* El Santuario del Cenáculo estaba situado en el monte Sión y del mismo, Etheria, nos da pocos detalles. Sabemos que a la pequeña iglesia de la sala alta, donde los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo, se le había agregado, entre los años 335 y 347, una basílica donde se celebraba el: oficio litúrgico los miércoles y los viernes durante todo el año, el Domingo de Pascua y el domingo siguiente, como así también en Pentecostés. *

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*En el Monte de los Olivos existían, en el época de Etheria, tres santuarios: el Imbomon, la iglesia de la Eleona, y la iglesia de Getsemaní. - Al este de la ciudad de Jerusalén, sobre la cima del Monte de los Olivos, se encontraba una iglesia llamada Imbomon, deformación, del griego "en bomo" (probablemente "iglesia de la cima"), que marcaba el lugar donde Jesús se ha elevado al cielo. Era de forma octogonal y tenía una disposición análoga a la de la Anástasis. En el centro había una pequeña construcción recubriendo las marcas de los pies de Cristo y cubriendo todo, una cúpula abierta en el centro, soportada por columnas. Normalmente se llegaba allí en procesión, la noche del Jueves Santo y el día de Pentecostés, para leer los pasajes de los Evangelios concernientes a la Ascensión. - Hacia la ciudad y un poco más abajo en la ladera se encontraba otra iglesia, célebre y más antigua, la Eleona, a menudo mencionada en nuestro texto y que las excavaciones de 1910-1911 han permitido descubrir como era su planta (ver H. Vincent, L'église de l'Éléona, en Revue biblique, 1911). Ella recubría una gruta venerada, lo mismo que aquella de Belén y del Santo Sepulcro. Se pensaba que allí Jesús había pasado las noches del lunes, martes y miércoles que habían precedido a su Pasión. Allí, la tarde del martes, Él había enseñado a sus Apóstoles los misterios del fin de los tiempos. Etheria sugiere que una parte de la cena del Jueves Santo se ha desarrollado en ese lugar. En esta iglesia se celebraban importantes oficios el Domingo de Ramos, el Jueves Santo, el cuarto día de la octava de Epifanía y la octava de Pascua. - En la pendiente inferior del monte de los Olivos, hacia el oeste, al borde del torrente Cedrón, se extendía la zona designada por Getsemaní. Nuestro texto, un poco confuso, parece reservar este nombre al lugar donde Judas entregó al Señor; cercano al sitio donde el Señor oró el Jueves Santo; siguiendo el texto, este lugar estaba señalado por una iglesia elegante. Esta iglesia, probablemente, se terminó de construir entre el 380 y el 390, y, según las modernas excavaciones, su eje no coincide con el actual, medía 35 m. por 17 m. y tenía tres naves. Se llegaba allí en procesión la noche del Jueves al Viernes Santo. *

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* Cerca de: Jerusalén y relacionadas con los actos litúrgicos más importantes, se encontraban las iglesias de Belén y Betania. - La más importante de las iglesias fuera de Jerusalén era la de Belén, que contenía la "gruta donde nació el Señor". Sus dimensiones y características eran similares al Martyrium del Gólgota, 45 m. por 26 m. y cinco naves; su existencia está señalada de por lo menos a partir del 333. M. de Vogué ha descripto detalladamente la

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basílica actual y piensa que es el único edificio conservado desde la época constantiniana; un estudio arqueológico posterior ha mostrado que en realidad, la basílica original fue parcialmente modificada en el siglo VI bajo Justiniano, con la adición de un nártex y ábsides laterales, dando a la iglesia un plan cruciforme. En época de nuestro relato, allí se celebraba una parte del oficio de Epifanía y, cosa curiosa, el oficio del día 40° después de Pascua (la Ascensión del Señor). - Betania está situada a alrededor de 4 Km. de Jerusalén y en esta zona, nuestro texto, nos da a conocer dos iglesias: el Lazarium, iglesia que recuerda a Lázaro, y sobre el camino, a cuatrocientos metros, otra que recuerda el encuentro de Jesús con María, la hermana de Lázaro. Se visitaba Betania, seis días antes de Pascua, la vigilia del Domingo de Ramos, algunas veces designado como sábado de Lázaro . 2) El año litúrgico. Las fiestas Comienza la segunda parte del texto de Etheria con la descripción de las jornadas litúrgicas, donde nos muestra la importancia que tiene la oración diaria en Jerusalén. Pero a fin de ordenar este análisis estimamos conveniente ver antes las fiestas litúrgicas que se celebraban en Tierra Santa. Nuestra peregrina relata cuáles eran las grandes fiestas del año litúrgico, lo que nos permite apreciar las notas propias de la liturgia jerosolimitana. El calendario se desarrolla. como sigue: Epifanía, de la cual todavía no se ha separado la fiesta de Navidad; Presentación en el Templo; Cuaresma, con su liturgia especial que culmina en "la Gran Semana", relatada minuciosamente; Pascua y su octava; tiempo Pascual, en el cual el día 40° se marca por un oficio en el que no se aprecia bien si se recuerda la Ascensión; también, a los 50 días, se celebra la fiesta en la cual se asocia la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y el misterio de Cristo ascendiendo a los cielos; finalmente la fiesta "Encaenis" (de las "Encenias", dedicación), fiesta local muy solemne, en la que se celebra el aniversario de la dedicación de la iglesia del Santo Sepulcro y del Gólgota. En el transcurso del relato nos habla de la catequesis y del ayuno y cuando está hablando de la fiesta "Encaenis", el manuscrito se interrumpe faltando las últimas hojas. En este punto, Héléne Pétré, ob. cit., realiza el siguiente comentario: "La característica dominante de esta liturgia, lo que la distingue de las liturgias más antiguas y de las liturgias occidentales, es su carácter histórico. Este hecho ha sido puesto claramente de relieve por todos aquellos que se han ocupado de liturgias comparadas, A. Baumstark (Liturgie comparée, conferencias realizadas en el Priorato de Amay, 1940), por ejemplo. En el origen el culto cristiano celebra de algún modo una fiesta única, aquella del misterio de la salvación, misterio de muerte y de resurrección que se cumple en Cristo y en nosotros por Cristo. Pero, mientras que las fiestas de la cristiandad antigua eran, sobre todo, 'fiestas de ideas', es decir, la expresión de los grandes misterios religiosos, Encarnación, Redención, la liturgia palestinense es sobre todo una reconstitución histórica, la conmemoración de tal o cual episodio de la historia sagrada. Esta diferencia es tan manifiesta que Etheria no cesa de subrayarla, remarcando que todos los textos litúrgicos están exactamente adaptados al tiempo y al lugar (25,10; 29, 2 y 5; 31,1; etc.)" (págs. 64-65). Para apreciar claramente esta exposición, paréceme prudente transcribir expresiones del Padre M. Righetti: "La liturgia cristiana nació esencialmente de la última cena del Señor, renovada por mandato suyo y enriquecida por su servicio eucológico de origen judío. "La Coena Dominica o Fractio Panis, desde los primeros días de la Iglesia, se mostró como el rito característico del nuevo culto, el sacrificio de la nueva Ley, que no tenía nada en común con los antiguos ritos sacrificiales del templo. Precisamente por ser original, presenta una línea de admirable simplicidad. Si le precedía algunas veces un convite en común (ágape), se colocaban sobre la mesa del convite el pan y el vino; el presidente de la asamblea recitaba sobre ellos una eulogia o fórmula eucarística del tipo de la pronunciada por Jesús, se partía el pan y se distribuía a los presentes. Este es el cuadro litúrgico que trazan los Hechos y san Pablo de la Misa primitiva. No existen todavía determinados formularios, sólo importan el pensamiento y las palabras de Jesús, que recogieron y transmitieron los Apóstoles, que se tradujeron en fórmulas análogas, libres, improvisadas, seguidas por los asistentes y subrayadas por su adhesión con la aclamación amén": (Historia de la Liturgia, t. 1, ed. española preparada por D. Cornelio Urtasun, Madrid, 1955, pág. 101).

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Por otro lado, es de "notar que la Misa o Cena del Señor es a la vez inseparablemente: Sacrificio, Memorial, Banquete. "Tres aspectos que pertenecen por tanto a un único Misterio y que deben considerarse íntimamente unidos, para una mejor captación del mismo. "...." "El Memorial que Jesús deja a su Iglesia es lo que señala su sentido pleno a la Cena y a la Cruz, y consecuentemente a la Eucaristía cristiana. "El hecho de la Pascua, la Hora de la Salvación que ha tenido lugar 'una sola vez y para siempre' con el Sacrificio del Señor de la Cena y de la Cruz, podrá actualizarse permanentemente en su Iglesia porque el Memorial garantiza, en la celebración, la presencia de aquel Hecho delante de Dios, como la obra salvadora cumplida y realizada. Es decir que el Memorial es prenda de la eficacia salvadora de ese Hecho en los ritos que lo presencializan". (Marta Villamayor, La Eucaristía, Misterio de Fe, ed. F.I.T., La Plata, 1980). De lo transcripto se puede decir que la liturgia, sobre todo la eucarística, es esencialmente de carácter histórico y, esta característica, es aplicable a la liturgia de la Iglesia primitiva, como lo hemos visto en la descripción del Memorial. Por ello podemos estimar que las consideraciones de H. Pétré son desafortunadas, y por lo tanto podemos decir que la liturgia de Jerusalén sólo agrega, al Hecho Pascual, la conmemoración explicativa de algún acontecimiento particular de ese Hecho. La liturgia "de ideas" podrá aparecer cuando agrega a aquel Hecho histórico alguna conmemoración de otros valores teológicos que se relacionan con él, pero que no reflejan un momento histórico particular. Es de señalar que esencialmente el cristianismo se basa en la realidad histórica de aquel acontecimiento fundante: la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, no hay que exagerar estas diferencias, todas las fiestas de Jerusalén conservan su carácter teológico, podríamos decir. Como dirá San Cirilo de Jerusalén: "nuestra religión no separa los misterios". Sin duda que es conveniente elevar, en el Gólgota, un templo que recuerde los sufrimientos de Cristo y en Belén recordar el nacimiento del Salvador; pero no es menos conveniente recordar la Cruz de Cristo en el lugar donde ha descendido el Espíritu Santo, o de celebrar la Ascensión en Belén. Esto es lo que se aprecia, a pesar de sus localizaciones, en la liturgia jerosolimitana. Por ejemplo, el 40° día después de Pascua, se pensaría, lo mejor, celebrar la Ascensión en una iglesia del monte de los Olivos, sin embargo, es en Belén, en la iglesia de la Natividad, donde se celebra. Esta fiesta se celebra el día 50° al mismo tiempo que Pentecostés. La fiesta de Pentecostés nos ofrece el doble carácter de una conmemoración localizada y de una fiesta que no deja de rememorar la totalidad del Misterio. Una parte del oficio de la mañana se celebra en Sión, en la iglesia levantada en el Cenáculo, y se tiene gran cuidado de llegar a la tercera hora (9 hs.), de manera de poder leer, en el lugar y a la misma hora donde habían ocurrido estos acontecimientos, el texto de los Hechos de los Apóstoles, relatando el descenso del Espíritu Santo. Pero después del mediodía es en la iglesia de Imbomon, en la cima del monte de los Olivos, donde se reúnen para leer los textos de los Evangelios y de los Hechos relativos a la Ascensión. Tal ceremonia debió realizarse diez días antes. Pero Pentecostés fue desde el comienzo el cierre de las solemnidades pascuales, ya que la liturgia celebrada ese día recuerda el perfeccionamiento de toda la Economía de la Salvación. Los dos misterios, la Ascensión y Pentecostés, son inseparables, porque ellos significan el retorno de Jesús al Padre lo que procura a los suyos la realización de su promesa y el don del Espíritu Santo. En otras fiestas predomina el sentido de localización histórica: en la Epifanía la celebración se realiza en la iglesia de Belén donde está la gruta en la que nació Jesucristo; en la "Gran Semana" (Semana Santa) los oficios son celebrados en el lugar y en el día en que ocurrieron (así está escrito en Jn 12,1: "Jesús fue a Betania seis días antes de la Pascua...", de acuerdo a esto se celebra en la iglesia de Lázaro, en Betamia, a la que concurren los fieles de Jerusalén, para celebrar los oficios correspondientes a ese mismo día. Es pues cierto que hay allí la intención de hacer revivir a los fieles la realidad de la localización histórica de la vida de Cristo, más que el Hecho histórico global. Pero, es bueno señalar que los usos de Jerusalén, a causa de su prestigio y de las peregrinaciones a Tierra Santa, han ejercido una gran influencia, no sólo en Oriente, sino también en Occidente. Así la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, de conmemoración local, se extenderá a toda la Iglesia. También la procesión actual del Domingo de Ramos no es sino una transposición de

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aquella que se desarrollaba en el monte de los Olivos; lo mismo la adoración de la Cruz, que Etheria nos describe como teniendo lugar en el mismo emplazamiento del Calvario, ha penetrado en todo el Occidente y constituye hoy en día una parte importante del oficio del Viernes Santo. Ciertamente podemos decir que esta liturgia jerosolomitana contribuyó a la transformación litúrgica que marca el fin del siglo IVº. 3) La jornada litúrgica; los oficios La descripción que hace Etheria de las jornadas litúrgicas, nos muestra la importancia que tenía la oración pública en la vida cotidiana, aún para los simples laicos. He aquí los puntos importantes que podemos extraer de nuestro texto. En primer lugar señalemos que la presencia de los laicos no era imprescindible para mantener la regularidad de los oficios de cada día, ésta estaba asegurada por la existencia de monjes y de vírgenes (religiosas) en la ciudad y por la participación de algunos miembros del clero; sin embargo, el contexto de nuestro relato deja suponer que los oficios eran frecuentados asiduamente por un buen número de fieles y de catecúmenos. Cada día se realizaban los siguientes oficios. La primera reunión tenía lugar desde el primer canto del gallo hasta el alba (horas variables según la estación del año) y comprendía dos partes: la vigilia propiamente dicha, y al amanecer, los himnos matutinos. La segunda y tercera reunión, más cortas, tienen lugar a la sexta y novena hora (mediodía y 15 hs.). En Cuaresma las precede una reunión suplementaria a la tercera hora (9 hs.). La última reunión que es la del lucernario (actualmente, vísperas), comienza a la décima hora (16 hs) y se prolonga hasta la caída de la noche. En este programa diario, el texto que estamos considerando, no menciona expresamente la celebración de la Eucaristía; pero se puede concluir, por ciertos pasajes, que fuera de la Cuaresma ella tenía lugar los días de ayuno. Al contrario, durante la Cuaresma no se realizaba esos días, o sea, miércoles y viernes. Durante todo el año se celebraba la Eucaristía en domingo y en Cuaresma se agregaba el sábado y se permanecía en la iglesia desde el lucernario del viernes hasta el alba del sábado. Durante todos los días de Cuaresma también eran instruidos 1os catecúmenos, a los que se agregaban numerosos fieles. El obispo realizaba esta catequesis, de costumbre, en la mañana entre la primera y tercera Hora. El programa del domingo incluye algunas modificaciones. Antes de la apertura de la Anástasis, lo que ocurre a la hora del canto del gallo, el pueblo cristiano se reúne en el atrio que separa la Anástasis del Martyrium, comenzando la plegaria colectiva con una especie de oficio improvisado que precede a la vigilia. Ésta es obligatoria para todos y se celebra una vez abierta las puertas de la iglesia, en el interior, y termina delante de la Cruz. Luego una parte de la asistencia vuelve a entrar en la Anástasis para prolongar la oración con los monjes hasta que se hace de día. Hacia las 8 o 9 horas los fieles se reúnen de nuevo en la iglesia mayor (Martyrium) para la sinaxis litúrgica, la que nuestro texto no describe en detalle. Evidentemente se trata de la Misa, de la cual, la primera parte hasta la despedida de los catecúmenos, se desarrolla en aquella iglesia. Luego se pasa a la Anástasis para el fin de la Eucaristía, a la cual son sólo admitidos los fieles bautizados. Hacia las once o mediodía han terminado estos oficios. Las oraciones de sexta y nona se suprimen, pero el lucernario se celebra como todos los días. Los días de fiesta, a estos oficios regulares, se agregan las ceremonias particulares que tienen el carácter que ya hemos señalado de esencialmente conmemorativas. Consisten principalmente en procesiones y estaciones en diversos lugares santos cargados de recuerdos. Tales jornadas dejan apenas tiempo a los fieles para atender sus asuntos personales; Etheria usa la frase latina "maximus labor" para indicar la constancia que exigen estos oficios. Sin embargo, el pueblo seguía atentamente todo el desarrollo de las fiestas. Así, por ejemplo, durante la Semana Santa, los últimos días, las ceremonias absorben casi la totalidad del tiempo, desde el Jueves Santo se realizan casi ininterrumpidamente hasta el Domingo. Después del oficio del jueves a la tarde, sigue la vigilia de la noche en el monte de los Olivos, después la jornada del Viernes, ocupada piadosamente en el Gólgota y finalmente el oficio del Sábado Santo. Otra jornada fatigosa era la de la fiesta de Pentecostés: el oficio de la mañana comienza en la iglesia mayor (Martyrium) y prosigue en la iglesia de Sión; en la tarde, la primera ceremonia se realiza en el Imbomon, luego

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lucernario en la Eleona, larga procesión hasta el Gólgota con triple estación: en el Martyrium, en la Anástasis y en la Cruz; finalmente nueva procesión a la iglesia de Sión y un último oficio allí mismo, que retiene a los fieles hasta la medianoche. Podría seguirse comentando esta liturgia desde varios enfoques, pero la extensión de este trabajo nos exime de ello. Sin embargo no podemos sustraernos a remarcar dos hechos. El primero es comentar que esta sucesión de oficios y celebraciones alimentaba al pueblo fiel en su vida religiosa. La Sagrada Escritura está siempre presente y su comentario obligado les enseñaba los grandes misterios. Etheria nos dirá que los fieles son capaces de "seguir las Escrituras cuando ellas son leídas en la iglesia". Además las explicaciones del texto Sagrado se completaban con oraciones que marcaban a los fieles las aplicaciones a la vida de todo lo que habían leído y comentado. El segundo, es el sorprendente lugar que estos cristianos daban en su vida a la oración comunitaria. Tiempo que hoy nos puede parecer considerable, sujetos como estamos a una civilización donde los negocios y las diversiones toman una gran parte de nuestra vida. Levantarse de madrugada, para luego pasar largas horas en la iglesia, y volver luego a ella tres o cuatro veces durante la jornada, que hacían del Domingo verdaderamente el Día del Señor: he aquí el cuadro que nos presenta la vida cristiana en Jerusalén. Conviene notar que debemos tener cuenta que en la ciudad había gran cantidad de peregrinos, para los que la asistencia a los oficios era su único trabajo; y, también, hay que considerar la influencia ejercida, en la extensión de la vida de oración, la existencia de gran cantidad de monjes en Jerusalén. 4) La catequesis y el ayuno Las enseñanzas suministradas por Etheria sobre la instrucción de los nuevos cristianos completan felizmente aquellos otros textos casi contemporáneos, en particular las "Catequesis" de Cirilo de Jerusalén, pronunciadas en la misma ciudad en el año 348. Los candidatos a recibir el bautismo (los catecúmenos) en Jerusalén debían cumplir los siguientes procedimientos. Primero: la vigilia del primer domingo de Cuaresma los candidatos al bautismo (competentes) daban su nombre. A1 día siguiente, tenía lugar la ceremonia solemne de la inscripción, precedida por un interrogatorio público por el cual el Obispo se aseguraba de las disposiciones morales de cada uno; en esta oportunidad eran presentados, los hombres, por su padre o padrino y las mujeres, por su madre o madrina. Segundo: para aquellos que eran aceptados, el día siguiente, comenzaban los exorcismos y la catequesis. Las cinco primeras semanas estaban consagradas a la explicación de las Sagradas Escrituras, de la resurrección y de la fe. Tercero: pasadas esas semanas, los candidatos recibían el Símbolo de la Fe (traditio symboli), que quince días mas tarde debían recitar de memoria, no teniendo derecho a escribirlo según nos hace saber San Cirilo. Durante estas dos semanas se les comentaba el Símbolo, así como, también, las Escrituras, en su sentido literal y espiritual. La recitación del Símbolo tenía lugar, solemnemente, en la iglesia mayor (Martyrium), después de lo cual el Obispo dirigía a los candidatos un pequeño discurso donde les anuncia la catequesis mistagógica reservada a los nuevos bautizados, introduciéndolos en los misterios de los tres Sacramentos que van a recibir la noche de Pascua: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Cuarto: durante la Semana Santa, todos los días, tenía lugar la explicación más detallada de aquellos tres Sacramentos. Se realizaba después del oficio de la mañana. San Cirilo de Jerusalén en las Catequesis Mistagógicas, que le son atribuidas, nos ha dejado un ejemplo de esta instrucción. Quinto: el día de Pascua, recibían los tres Sacramentos. Etheria nos va a comentar las instrucciones durante la Semana Santa, las que se realizaban en la Anástasis y por ello nos enteramos que se hacían en lengua griega, habiendo un sacerdote que las traducía al sirio y para aquellos que no sabían sino latín, había intérpretes que les daban las explicaciones en esa lengua. Sobre las ceremonias de los Sacramentos, Etheria, guarda silencio, probablemente, por la razón de que ellas no eran diferentes a las de su patria. Acerca de la disciplina del ayuno nuestro texto nos da algunas precisiones.

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Todo el año, salvo Pascua y Pentecostés, el ayuno se practicaba ciertos días, en particular el miércoles y el viernes, pero nunca el sábado y el domingo. Un ayuno especial de 40 días preparaba a los fieles y a los catecúmenos a la fiesta de la Pascua. En Jerusalén, nos dice Etheria, este ayuno alcanzaba a ocho semanas; ya que a los cincuenta y seis días hay que descontar ocho domingos y siete sábados (el Sábado Santo se ayunaba), nos remarca que restan cuarenta y un días de ayuno. Es de hacer notar que las modalidades del ayuno y sus días variaban de un lugar a otro. En Jerusalén había varios modos de hacer ayuno. Estaban los que ayunaban toda la semana, es decir, desde después de la misa del domingo (11 horas o mediodía) hasta el sábado siguiente; los que lo hacen se reclutan entre los ápotactitae (apotactitas), hombres y mujeres, que todo el año (salvo Pascua y Pentecostés) no toman sino una comida diaria, cuando comen. Si alguno no puede cumplir con esta vida rigurosa, lo hace según puede, así, también, estaban los que dividían la semana en dos partes o ayunaban cada dos días, o algunos que sólo tomaban una comida al día. Etheria habla de lo que consistía esta comida: agua y una masa de harina. Ayuno por cierto muy riguroso, que probablemente no sería el de los cristianos en general. 5) La jerarquía eclesiástica El texto que estamos considerando hace referencia, extrayéndola a lo largo del relato, de cómo estaba compuesta la jerarquía de la Iglesia y el pueblo cristiano. El pueblo, propiamente dicho, estaba compuesto por los fieles y los catecúmenos, gobernados por los Obispos y su clero, designados en forma general por clérigos. Los Obispos eran numerosos, así Etheria menciona a muchos de ellos durante su viaje. La cantidad era tanta que se reunían para la gran fiesta de la "Encenias", por lo menos, cincuenta obispos. La descripción de la liturgia de Jerusalén nos permite ver la importancia que tenía el Obispo en la celebración del culto, ya que concurren a casi todas las ceremonias. Si bien puede no asistir, cada día, a la totalidad de los oficios, a lo menos va a las plegarias finales de laudes, de sexta y de nona y su presencia en el lucernario alcanza a la totalidad de la ceremonia. E1 domingo, desde el primer canto del gallo, se dirige a la Anástasis para allí leer, él mismo, el Evangelio de la Resurrección. En el oficio de la tarde él ora y ofrece la oblación, función que le es probablemente reservada en los lugares donde él se encuentra. Los días de fiesta su presencia nos es permanentemente señalada en todas las largas ceremonias, procesiones y estaciones en los diferentes santuarios. Notemos el rol que le cabe durante el Domingo de Ramos, desciende desde el Imbomon a Jerusalén montado sobre un asno y precedido del pueblo, él representa a Jesús haciendo su entrada en la ciudad santa. Probablemente su presencia fortalecía paternalmente a los fieles para sostenerlos en las largas y fatigosas jornadas. Además del culto, la función del Obispo era la de instruir pueblo cristiano, sea por la predicación del domingo o de los días de fiesta, sea por la catequesis a los catecúmenos. Gracias a nuestro texto nos damos cuenta de las condiciones en que fueron pronunciadas las homilías y sermones que nos han llegado de los grandes Obispos. En cuanto a los sacerdotes sus atribuciones son similares a las de los obispos, cuando no están éstos. Etheria nos cuenta que ellos ofrecen la misa cuando no está el obispo. En Jerusalén su presencia es requerida para ayudar en la realización de las ceremonias. Participan igualmente de la función de enseñar del Obispo, pueda ser que en Jerusalén más que en otros lugares, puesto que, según lo señala Etheria, en el oficio del domingo a la mañana todos los sacerdotes que así lo desean, toman la palabra antes de que el Obispo comience con su enseñanza. Los diáconos son también mencionados a menudo: su rol importante los distingue de los otros "clerici". Tienen dos funciones principales. Con los sacerdotes colaboran en la dirección de ciertos oficios, sobre todo en las vigilias; pero la más importante función era la asistencia al Obispo en las reuniones más solemnes. Es un diácono el que hace en el lucernario la conmemoración de los fieles; es un diácono el que hace inclinar las cabezas de aquellos que van a ser bendecidos; son los diáconos los que están alrededor del Obispo el Domingo de Ramos. En cuanto al archidiácono, título reciente en esa época, tiene sobre todo funciones honoríficas,

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además, tiene el privilegio de convocar al pueblo a las reuniones extraordinarias y solemnes, entre otras, el sábado de Lázaro, el Domingo de Ramos, el Jueves Santo y el día de Pentecostés. Los otros grados de la jerarquía eclesiástica no son designados mas que: por el nombre de "clerici" y son todos aquellos ministros que realizan funciones secundarias. Una clase especial del pueblo cristiano lo constituyen los monjes, de los cuales Etheria nos da abundantes referencias. Ya sabemos del desarrollo del monaquismo en el siglo IV y nuestro texto contribuye a conocer mejor esta circunstancia. A los monjes, nuestra viajera, los ha encontrado en todas partes: en el Sinaí, en Egipto, en Siria y en Mesopotamia. Los monjes de los cuales ella nos habla, habitan sobre todo en regiones solitarias, de preferencia en aquellas que existen recuerdos bíblicos. Son numerosos en el Sinaí y en Palestina ocupan casi todos los lugares que recuerdan algún acontecimiento bíblico: en el monte Nebó, en Ainon donde bautizaba Juan, en el valle de Querit (donde vivió Elías), en la tumba de Job y en los pozos de Jacob. Sus "monasteria" eran una suerte de ermitas, generalmente agrupadas alrededor de una iglesia que atiende un sacerdote. Los monjes de regiones diversas, Etheria los designa como "monachi", sobre todo en la primera parte de su relato, a la que agrega el de "ascitis" para aquellos que viven en la soledad. En la segunda parte del relato, concerniente a Jerusalén, aparecen dos términos que parecen designar una institución un poco diferente: los "monazontes" y "parthenae"; los cuales juegan un papel importante en la plegaria de la ciudad de Jerusalén. Probablemente vivían en comunidad y su ocupación principal era el canto del oficio. A veces se confunden con los que hacen ayuno. Sea como fuere, tenían las características primarias del monacato, dedicados a una vida de plegaria y de penitencia, sin estar separados totalmente del mundo. VI.- Conclusión Hemos llegado aquí al final de este viaje por el que nos condujera de la mano Etheria, monja y peregrina. Para terminar parece conveniente resumir los grandes rasgos del texto descubierto por J. E. Gamurrini en 1884. Es un documento importante por los datos históricos, religiosos y geográficos que nos suministra de una zona muy visitada en todos los tiempos. Los históricos nos muestran el estado de la lengua latina en el siglo IV, la descripción de las costumbres y las divisiones administrativas del imperio Romano en Oriente. Los religiosos: la ubicación de lugares con recuerdos bíblicos, la descripción de costumbres cristianas en el siglo, la descripción de la liturgia en Jerusalén, notas de la Jerarquía eclesiástica y, finalmente, detalles de las tradiciones en los mismos lugares bíblicos. Los geográficos: la situación y ubicación de las distintas regiones. Nuestra viajera es, como más probable, oriunda de Galicia y tiene buenos conocimientos sobre la Sagrada Escritura y considera poco necesaria la cultura profana. Esto la mueve a una santa curiosidad por ver todo aquello que se relacionado con los orígenes de su fe y se va a mostrar simple y falta de crítica para aceptar todas las explicaciones e historias que le cuentan y que ella se preocupa en volcar al escrito. No parece tener condiciones de artista, pero su prosa tiene el valor de la naturalidad y transmite el entusiasmo de un alma piadosa. Pareciera que el resumen de todo esto está en el comienzo de la carta de Valerius, haciendo su elogio: "Yo os ruego, hermanos santos y amigos de Dios, que consideréis con un corazón atento como con la práctica de obras diversas se obtiene la recompensa del reino de los cielos. Si nos referimos a los actos de virtud de hombres que han sido héroes y santos, la fragilidad de una mujer llama más todavía nuestra admiración por la eficacia misma de su virtud: así, se puede decir de la bienaventurada Etheria que sobrepasa en coraje a todos los hombres de su siglo, como lo cuenta su maravillosa historia". Antonino G. Cordero.

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