Adictos a las cirugías: la peligrosa obsesión del eterno “retoque”

30 nov. 2013 - tein, cirujano plástico consultor y miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica–. Fort vino al consultorio en algunas ocasiones.
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SÁBADO

| Sábado 30 de noviembre de 2013

Estética

Adictos a las cirugías: la peligrosa obsesión del eterno “retoque” La Argentina está entre los países con mayor cantidad de operaciones de ese tipo que se realizan por año; la exuberancia es el nuevo modelo Viene de tapa

“Ricardo Fort, como muchos otros, nunca se encontró cómodo en su cuerpo. Son pacientes que tienen una expectativa que supera la realidad y jamás van a quedar conformes –explica el doctor Marcelo Bernstein, cirujano plástico consultor y miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica–. Fort vino al consultorio en algunas ocasiones y yo le sugerí que no debía seguir operándose. Pero, lamentablemente, existen profesionales sin criterio estético ni ético que acceden a estos pedidos imposibles de satisfacer.” En la mayoría de los casos sucede siempre lo mismo. “El resultado inmediato suele ser muy satisfactorio. El paciente está feliz con el cambio, pero al poco tiempo comienza a rechazar su nuevo esquema y vuelve a operarse. A veces busca corregir alguna cirugía anterior, en otras ocasiones se trata de un nuevo retoque. Pero lo que hay que saber es que cuando un paciente vuelve al consultorio a menos de un año de haberse operado estamos frente a un adicto. Y debe hacer una terapia”, indica la doctora Mónica Milito, especialista en cirugía plástica. Paradigmas locales Luciana Salazar es uno de los paradigmas locales del cambio de imagen. En diez años, su transformación fue radical. Y casi nada en su cuerpo quedó fuera de la magia del bisturí. El año pasado llegó Charlotte Caniggia, que causó revuelo con su participación en Bailando por un sueño, y desde que su cirujano plástico reveló públicamente algunos secretos, Charlotte se convirtió en el máximo referente mediático de esta tendencia entre las adolescentes. Porque la adicción a las cirugías, como tantas otras patologías, reclutan víctimas cada vez más jóvenes. En los tres últimos años, las chicas de entre 15 y 19 años representan más del 15 por ciento de las pacientes que los especialistas reciben en sus consultorios. Y no sólo están disconformes con su nariz o quieren un implante mamario (dos de las operaciones más clásicas que hoy ya son casi un trámite en el camino de la transformación

estética), sino que recurren a técnicas como el Bótox y los rellenos con ácido hialurónico. El lema de “lo más natural posible” también dejó de ser una prioridad, sobre todo en los pacientes “adictos”. Según Berenstein, ahora quieren que se note. Lucir un poco “retocadas”. Para graficar la situación, detalla que, en 1992, el tamaño promedio de una prótesis de silicona era de 200 cm3 y, actualmente, se usa entre 300 y 400 cm3. “Gustan los pechos hiperdesarrollados, los labios pronunciados, los pómulos y el mentón bien proyectados o la cintura extremadamente marcada. Como si fuera la imagen del blister de un medicamento, con curvas y zonas planas bien diferenciadas. Muchas pacientes me dicen Bueno doctor, es que ya que me opera quiero que se me note. Y ahí está la obligación del médico en explicarle que un resultado óptimo es aquel en el que prima el equilibrio y la armonía estética. No la exuberancia.” En términos más académicos, los doctores Raúl Banegas y Agustín Alí, miembros de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora, explican que la dismorfofobia es “una alteración severa de la imagen corporal, y las cirugías repetidas, en lugar de mejorar su estado, tienden a aumentar la insatisfacción. Son aquellos pacientes que teniendo rasgos y formas armónicas ven frente al espejo una imagen distorsionada de ellos mismos. Recurren al cirujano para mejorar narices que son bellas, aumentar mamas que son grandes e incrementar el volumen de los labios en forma hasta grotesca”. Banegas agrega: “Hay estudios de la Sociedad Americana de Cirugía Plástica que dicen que el 30 por ciento de las personas tienen algún grado de dismorfofobia. No existen datos locales, pero si trasladamos esos números a nuestro país, yo creo que estamos bastante cerca”. Otros datos estadísticos señalan que la Argentina es uno de los líderes en el mundo en cantidad de tratamientos estéticos. Según un informe del trigésimo Congreso Internacional de Medicina y Cirugía Cosmética, cuyos resultados se co-

nocieron el año pasado, se realizan en el país unas 300.000 intervenciones anuales, cifra que supera a Francia, Canadá y Gran Bretaña. Se estima que, sólo en 2010, se colocaron 60.000 implantes mamarios, cifra que ubicaría al país en el cuarto país del ranking mundial. Y, según coinciden los expertos locales, las intervenciones en el país crecen a un ritmo del 25 por ciento anual. Pedidos “mágicos” Después de haberse realizado todas las operaciones “de base”, los pacientes adictos a las cirugías llegan con los pedidos “mágicos”, como dicen los especialistas. “Fort pudo crecer unos tres centímetros gracias a unas prótesis en los talones, una especie de plantilla interna. Una intervención muy dolorosa y con cierto riesgo”, cuenta Mónica Milito, que confiesa otros de los clásicos ruegos de las mujeres. “No se pueden afinar los tobillos ni achicar las rodillas. Las partes blandas se pueden lipoaspirar, pero no la estructura ósea”. Sin embargo, las pantorrillas muy finas tienen solución con una prótesis de silicona. “Cada vez son más casos, y funcionan muy bien”, dice Milito. Muchos de estos trastornos psicopatológicos se desencadenan luego de un suceso emocional fuerte, como la pérdida de un ser querido, el divorcio, el maltrato, el abandono o la frustración. “Esos pacientes no están en condiciones de operarse”, afirma Milito. “Primero, hay que trabajar sobre el trauma, y la cirugía estética nunca es la solución. Por eso después aparecen las “arrepentidas”, las que se extralimitaron en la cantidad de tratamientos y después quieren volver atrás. A veces, es imposible. La silicona está prohibida, y la siguen usando. Esas bocas hinchadas no tienen solución”, agrega Berenstein. “Hay un chiste de Maitena [la humorista gráfica argentina] que para mí resume muy bien esta trágica realidad –concluye–: hay una señora sentada en la camilla del consultorio del cirujano plástico, que dice Discúpeme doctor, pero ¿dónde se inyecta el colágeno para llenar el vacío existencial?”ß

Michael Jackson, Ricardo Fort, Luciana Salazar y Charlotte Caniggia, una misma obsesión por su archivo imagen y el repetido ingreso en el quirófano

Una solución fallida cuando la depresión acecha o el amor falta opinión Any Krieger PARA LA NACION

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ay un nuevo paradigma social, donde hay que pensar al cuerpo como un nuevo dios. Nuestra época esta centrada en lo ilimitado, en la falta de prohibiciones. Y las peores consecuencias están saliendo a la luz. La crisis de la autoridad, la caída del lugar del padre que encarnaba dicha autoridad conlleva a la violencia y a las adicciones como nuevos síntomas sociales. Asistimos a una verdadera adicción generalizada, porque ya no son sólo los tóxicos y el alcohol, sino que contamos con los adictos al celular, a la televisión, a Internet, al juego, a la comida, al sexo, al trabajo y a las cirugías plásticas, como una nueva modalidad de convivir en la sociedad de consumo. El mercado nos bombardea, el consumo sobrevuela todos los aspectos de la vida y la oferta diaria

que deambula por la TV vende la ilusión del cuerpo perfecto, donde subyace la idea de la felicidad. El sujeto compra, entrega su cuerpo una y otra vez, y acude al quirófano con la fantasía de que, al fin esta vez, encontrará allí la imagen completa que anhela. Y el sufrimiento cesará. Pero el objetivo deseado, y la supuesta plenitud, dura poco, se diluye, falla. Y entonces llega un nuevo intento, un nuevo encuentro prometedor con el bisturí. Hoy, el concepto de belleza contemporánea se asocia con cuerpos y rostros intervenidos por el Bótox y las intervenciones quirúrgicas. Y a esto se lo llama “belleza responsable”, que se enfrenta a la belleza natural que traemos desde el nacimiento. Aquellos individuos que hacen un pacto con el bisturí se sienten obligados a ser bellos. Son personas que desconocen los riesgos en su frenética búsqueda de una imagen imposible, ya que se encuentran afectados por una dictadura de la imagen, que será siempre inalcan-

zable. Como la metáfora del burro con la zanahoria delante... El bisturí es una solución fallida cuando la depresión acecha o cuando el amor se ausenta. El individuo de la era global está desamparado por la pérdida de las representaciones de la autoridad que, a su vez, lo empujan a una infantilización generalizada que trata de conseguir la juventud eterna. La inquietud comienza en la adolescencia, cuando las quinceañeras piden pasar por el bisturí como un ritual, antes de ir a Disney. Demás está decir que no sólo las mujeres padecen de esta tortura, puesto que todos los días se agrega el sexo masculino al fatídico conjunto. La terapia psicoanalítica es una herramienta fundamental para el cirujano, que debe trabajar con un gabinete psicológico, detectar el trastorno y ayudar al paciente.ß La autora es miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y coautora del libro Nuevas adicciones

escenas urbanas Emiliano Lasalvia

Corby O’Neil, Natasha Elliot, Scott Coleman, María Jesús Donoso y Francisco Posse, el sábado pasado, en el Abierto de Polo de Palermo

pequeños grandes temas Miguel Espeche

Cómo escapar a la tiranía del sexo

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oy el sexo ha pasado a ser una exigencia más, en vez de un espacio amable y gozoso. A partir de una lucha encarnizada contra la vieja pacatería, la oscura represión y el miedo patológicamente culposo a disfrutar libremente del cuerpo, hemos construido un nuevo imperativo que, tal como vemos

a diario en los consultorios psicoterapéuticos, genera gran angustia y presión en personas de todas las edades. Ocurre que lo que se ha generado es una suerte de tiranía sexual que condena al exilio a quienes no se subordinan a ella. Como bien dice Sophie Fonta-

nel, editora de la versión francesa de la revista Elle en su libro The art of sleeping alone (El arte de dormir sola), salirse un poco de esta tiranía ideológica sobre la sexualidad es “la peor insubordinación en esta sociedad hipersexual”. La autora, que en su libro relata la experiencia de haber vivido largos años prescindiendo del sexo por clara elección y no por algún tipo de imposibilidad, no es más que una de las caras visibles de una “movida” que habita en muchos que no desean cambiar una exigencia por otra. Recordemos que la vida, incluso con sus dificultades, es erotismo, sensualidad, abundancia y libertad, y es habitual que, desde esa sintonía, surja una linda y poderosa sexualidad. Pero atención, vivir la vida eróticamente no es, sin embargo, sinónimo de tener sexo

de manera constante. Lo erótico es, sobre todo, una actitud plena y encantada ante la vida que genera ganas y deleites. La presión ideológica y social de la tiranía del sexo hace que hoy muchos jóvenes se vean arrojados a una sexualidad a las apuradas, sin noción de goce, sino de cumplimiento, con conductas sexuales estereotipadas que nada tienen que ver con el genuino deseo de pasarlo bien en el marco de una experiencia compartida. Como señaló un autor años atrás, hoy los chicos pueden tener “satisfacción sexual”, pero no tanto “felicidad sexual”. Por eso, sería bueno que en los textos de literatura sobre sexo aparezca un renglón que diga algo así como: “Haga lo que usted quiera, no hace falta que tenga siempre relaciones sexuales, o que, si las tiene, sienta profunda y tórrida-

mente cada encuentro; no es imprescindible que tenga orgasmos múltiples, o que tenga récords de resistencia y, menos aún, una estadística semanal descollante para no ser un perdedor en el terreno de la sexualidad”. Gran alivio generaría que algo así se escriba, y, paradójicamente, una sexualidad con esas premisas sería, sin dudas, mucho más divertida que la que se rija por el manual sexual de moda. Un ejemplo de estos imperativos es una norma no escrita que dice que en la tercera cita hay que tener sexo. Lo que podría parecer una tontera es, sin embargo, motivo de preocupaciones profundas entre los solteros cuando llegan a esa instancia y… no tienen ganas, más allá de que siguen queriendo salir con ese otro que, se supone, tiene expectativas sexuales para esa noche. En el paisaje de los encuentros entre

las personas, este tipo de presiones marcan la cancha no siempre de linda manera. “Cuando el cuerpo quiere sentir la piel de otra persona, sabe perfectamente cómo comportarse”, dice Sophie Fontanel en su libro. A lo que luego la autora agregó en un reportaje: “Ser libre es tener la posibilidad de seguir la música interior”. La revolución sexual pecó de rigidez y sentido imperativo. Por suerte, el sexo no es revolucionario, sino un territorio para desplegar el deseo propio, dejando para otros la tarea de hacer “lo que se debe”, según pautas que, aunque se disfracen de liberadoras, son tan asfixiantes como aquellas viejas moralinas que tanto dolor produjeron décadas atrás.ß El autor es psicólogo y psicoterapeuta @MiguelEspeche