Abrazando a María en fe, familia y comunidad

Abrazando a María en fe, familia y comunidad. Al danzar junto a sus padres, niños matachines fortalecen caminos hacia la devoción mariana.
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Abrazando a María en fe, familia y comunidad Al danzar junto a sus padres, niños matachines fortalecen caminos hacia la devoción mariana.

FOTOS ESPECIAL PARA RC/BEN TORRES

Por Violeta Rocha

ESPECIAL PARA REVISTA CATÓLICA

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ARLAND—Desde que estaba en el vientre de su madre, Mateo López aprendió a reconocer el sonido del tambor y los movimientos que distinguen la danza de matachines. Su mamá es miembro de la Danza Perseverantes de la parroquia de El Buen Pastor de Garland, y pasó buena REVISTA CATÓLICA • DICIEMBRE 2016

parte del embarazo practicando coreografías y danzando para la Virgen Morena. Su papá toca el tambor, y su hermana Andrea de 10 años, también danza. Mientras ellos ensayan, la hermana mayor, Sofía, cuida a Belén, la bebé de la familia, que apenas tiene cinco meses, pero no se pierde los ensayos. Al cumplir tres años Mateo le dijo a su mamá que él también quería danzarle “a Mamá María”.

“Como padres verlo danzar nos hace grande el corazón y pienso que no estamos tirando los primeros pasos de Mateo en vano, porque se los estamos ofreciendo a la Madre de Dios, para que lo cuide y acompañe”.

“No sé cómo se animó”, dijo Guadalupe Sánchez sobre su hijo. “Todos los días quiere danzar…me pide que le ponga el traje y me dice que necesita su penacho”, comentó emocionada. Cuando baila, Mateo sostiene una jara en la mano derecha y apoya en la espalda su mano izquierda donde lleva un arco. El niño practica con peculiar habilidad, sin molestarle la cabeza inclinada y marcando con fuerza cada paso. En sus pies luce unos sencillos huaraches de matachín. “Como padres verlo danzar nos hace

grande el corazón y pienso que no estamos tirando los primeros pasos de Mateo en vano, porque se los estamos ofreciendo a la Madre de Dios, para que lo cuide y acompañe”. Aunque, Mateo comenzó a practicar hace un mes, ha sorprendido por la entrega que muestra en cada rosario familiar o evento parroquial.

DANZAR ES ORAR El caso de la familia de Mateo López no es una rareza entre la Danza Perseverantes,

donde de 40 danzantes, por lo menos 20 están por debajo de los 14 años de edad. Cada miércoles por la tarde a partir del mes de agosto, niños y adultos se reúnen para practicar coreografías y coordinar movimientos que no serán vistos por el público hasta entrado el mes de noviembre, en el marco de la novena a la Virgen de Guadalupe y la Fiesta del 12 de diciembre. “Cuando bailo me siento como si la Virgen me estuviera llamando a servir”, dijo Andrea López. “Debo ser responsable con mis tareas en la escuela y en la casa, y REVISTA CATÓLICA • DICIEMBRE 2016

aunque a veces siento cansancio, siempre es una bendición danzarle a Ella”. “En la danza se siente una fraternidad que nos une, me gusta mucho danzarle a la Virgen”, dijo Yareli Rosales de 10 años. Carlos Salazar danzó por primera vez en 2015 y este año ya esperaba con ansia que llegaran las practicas, porque “es un orgullo poder danzarle a la Virgen”. El jovencito de 11 años, tomó inspiración de su catequista que es la actual directora de la danza. “Como danzante y como catequista les explico que la danza es también una forma de orar”, dijo Matilde Meza, oriunda de Durango, México, donde comenzó a danzar con los matachines desde los 5 años de edad. “Le explico a los niños y jóvenes que las oraciones nos enseñan a vivir nuestra fe, a REVISTA CATÓLICA • DICIEMBRE 2016

ponerla en práctica; siento que con la danza ellos entienden eso muy bien, porque danzar es también hacer oración”. Previo al ingreso de cualquier niño a la Danza Perseverantes, Meza sostiene una conversación con cada miembro potencial para asegurarse de que “quieren bailar porque aman a la Virgen y le tienen devoción”. Si la catequista y también fundadora del grupo percibe que los niños se sienten forzados, o que aún no entienden que se baila por fe, sugiere a los padres esperar más tiempo y evitar que el niño vea la practica como un esfuerzo tedioso. “Les explico que la danza es una expresión de fe y de amor a la Virgen María, que de ninguna forma es hacer ejercicio o diversión, y que el traje de matachín debe cuidarse como algo muy grande, pues no es un disfraz”.

Para Lizeth Rosales de 7 años, vestir su traje y penacho es como “empezar una nueva vida, porque la Virgen se alegra de que yo le bailo y ella cada día me hace feliz”. Jaqueline Nuñez de 9 años, comenzó a danzar el año pasado con el apoyo de su mamá. Desde hace tres meses la danza se convirtió en su refugio tras la muerte de su madre. “La Virgen y mi mamá me están mirando desde el cielo. También Dios me ve bailando. Sé que así los hago felices”. “Cuando tengo mi traje de matachín y bailo, se siente muy hermoso porque estoy haciendo algo bueno para Dios y para la Virgen”. Violeta Rocha es colaboradora freelance de Revista Católica Dallas.