A la altura de una campaña exitosa —Bogotá

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6 | TURISMO

| Domingo 2 De noviembre De 2014

NOTA DE TAPA

A la altura de una campaña exitosa —Bogotá

puestos callejeros que, por unos 20 centavos de dólar el minuto, alquilan sus celulares para hacer llamadas públicas. Cerca de la sede de la presidencia también hay policías y militares, porque están de custodia. Fuera de este dato, prácticamente no se ven miembros del ejército por las calles de la ciudad. El edificio emblemático es la catedral, pero el nuevo Palacio de Justicia, en el costado derecho del templo, es un bloque moderno con una historia reciente que impacta: en 1985. guerrilleros del M-19 asaltaron los juzgados y tomaron cientos de rehenes. El posterior ataque del ejército dejó medio centenar de muertos (entre ellos, 11 magistrados), 11 desaparecidos y el edificio reducido a escombros. A pocas cuadras, el Museo Botero (que funciona en una enorme casa colonial) exhibe la colección personal del artista colombiano Fernando Botero, que incluye obras de Renoir, Monet y Picasso, sin mencionar los cuerpos redondos del mismo Botero. Otro must see del centro histórico –y de todo Bogotá– es el Museo del Oro, que custodia la colección de orfebrería prehispánica más grande del mundo, y cuya restauración duró 10 años (reabrió en 2008). Una de las piezas estrella es La Balsa Muisca, una figura de 24 quilates que recrea el ritual de la leyenda de El Dorado. La Ofrenda es un salón circular donde justamente se puede experimentar, a través de efectos visuales y sonoros, esta ceremonia.

colombia. Crecimiento, más seguridad, intensa

vida cultural y el clima de rumba de siempre... La capital del país andino revalida sus credenciales de gran anfitrión

B

OGOTÁ.– Fue un éxito de esos que quedarán en los anales de las campañas de turismo. El eslogan Colombia, el único riesgo es que te quieras quedar se atrevió a jugar con una palabra tabú como riesgo, pero con un giro positivo. Es decir, habló sin vueltas de la inseguridad, para dejar en claro a los potenciales visitantes que Colombia ya no era peligrosa. Eso fue a comienzos de 2007 y la nación se sacudía las duras décadas de plomo de encima. Siete años después, los problemas de imagen no sólo quedaron atrás (el eslogan incluso se reemplazó por el más fresco Colombia es realismo mágico), sino que el país exhibe niveles récord de crecimiento económico. En 2013 incluso fue destacado por la Foreign Direct Investment Association como el segundo destino más atractivo del mundo para invertir, detrás de la ciudad inglesa de Birmingham. Bogotá es la parada ineludible para apreciar la transformación que llegó de la mano del tándem seguridad + inversión. La ciudad que fue una de las más violentas de la región hoy es un despliegue de nuevos bares, shoppings, oficinas, tiendas de diseño, lofts reciclados, galerías de arte (incluso la plaza de toros La Santamaría acaba de ser reconvertida en espacio cultural), torres y más torres. “Acá viven Shakira y Juanes”, señala el chofer al pasar por Peñas Blancas, un complejo de departamentos estilo Miami que se alza en el barrio de Rosales, el del metro más caro de Bogotá, donde los edificios de ladrillos cuelgan de las montañas que marcan la geografía de la ciudad. “Es tan exclusivo que hasta tiene sala de estar para guardaespaldas”, agrega el conductor, casi con orgullo. Lógicamente, Rosales es estrato seis. Este curioso sistema de castas clasifica a la población colombiana según el lugar donde vive (para fijar tarifas diferenciadas en los servicios públicos), siendo el 5 y 6 el nivel socioeconómico más alto (concentrado en el norte de la ciudad), y el 1 y 2 el más bajo (zona sur). Estrato 6 también es la animada zona Rosa, corazón de la movida chic, de la rumba, de los centros comerciales y de las marcas de moda. Aquí conviven locales como La Madriguera del Conejo, una librería independiente con espacio para escritores anónimos, y Andrés Carne de Res, el famosísimo y loquísimo restaurante/discoteca donde los comensales –desde turistas hasta políticos y actrices– terminan bailando sobre las mesas. Abrió hace cuatro años en Bogotá (la sede original está en Chía, en las afueras de la ciudad) y no hay noche en que haya una mesa vacía. Y eso que tiene cuatro niveles: infierno, tierra, purgatorio y cielo. Dentro de la zona Rosa está la zona T, un pasaje peatonal con forma de... T. Más adelante en el abecedario, la zona G (de gastronomía) reúne en un puñado de cuadras algunos de los mejores restaurantes de Bogotá: Astrid y Gastón, El Cielo (molecular), La Table de Michel (cocina francesa), La Famiglia (de sello italiano)... Para comer bogotano-bogotano, eso sí, hay que ir a Club Colombia. No forma parte de ninguna zona (G o T), sino que el restaurante funciona en una casona antigua en el barrio de Chapineros. Se dice que allí sirven el mejor ajiaco (sopa a base de papa, maíz y pollo), y que también es el lugar ideal para tomar en copa la cerveza Club Colombia (creada en 1949 y elegida en 2008 como la mejor del mundo). La zona C Con 8 millones de habitantes, la ciudad que los españoles fundaron a 2600 metros de altura, en la cordillera central del país, es inmensa. Y como cualquier gran ciudad, el tráfico suele ser endemoniado. Por eso rige el sistema de pico y placa, la restricción de circulación según la terminación de la patente. Y al transmilenio, elogiado como sistema de transporte modelo (se inauguró en 2000), los bogotanos lo llaman transmilleno: estos ómnibus articulados, con capacidad para 160 personas cada uno, cargan hasta 300 pasajeros en horas pico. Del subte no hay noticias: hace 60 años se viene anunciando su construcción, pero por ahora se reduce a eso, a un anuncio.

Textos Teresa Bausili | Fotos Fernando Dvoskin /Lugares

Así y todo, a Bogotá la llaman la Amsterdam latinoamericana por su extensa red de bicisendas, o ciclorrutas para los locales. Desde 1975, cada domingo, los ciclistas disfrutan del cierre temporal de carriles en las principales avenidas. Que aquí se llaman carreras, corren de norte a sur y están numeradas. También las calles, que corren de este a oeste, obedecen al mismo sistema cartesiano de numeración. El barrio antiguo, La Candelaria (zona C), vendría a ser el único que

tiene calles con nombre: calle de La Cajita de Agua (porque alguna vez allí funcionó una fuente), calle de la Agonía (debido a su empinada cuesta), calle de las Culebras (porque por allí cruzaban riachuelos y abundaban las víboras), calle de la Esperanza, de la Rosa, de la Parra... El corazón de la vieja ciudad colonial es la plaza Bolívar, donde coinciden manifestaciones y protestas con heladeros, estudiantes, jugadores de ajedrez, enjambres de palomas, ¡llamas! y hasta vendedores de minutos:

La catedral, en el corazón de la ciudad (izq.), fue reconstruida varias veces entre 1538 y 1823; abajo, La Balsa Muisca, pieza estrella del Museo del Oro

Más cerca de las estrellas Toda ciudad de altura cuenta con un mirador. El de Bogotá se llama Monserrate (así, sin t y con e al final) y está a 3152 metros. Se suele subir en funicular, aunque hay quienes lo hacen a pie (una hora en promedio; el récord es de 18 minutos). En la cima, la basílica del Señor de Monserrate oficia misa diariamente y siempre esta concurridísima. Y en Semana Santa explota: el último Viernes Santo la visitaron 70 mil personas. Desde lo alto del cerro se divisa el estadio Campín (donde juegan de local los dos equipos grandes, Millonarios y Santa Fe), los techos de tejas rojas de La Candelaria, el edificio más alto de la ciudad (el banco Colpatria, de 196 metros y 48 pisos, aunque la torre BD Bacatá, actualmente en construcción, le arrebatará el podio: tendrá 214 metros y 65 pisos) y el pulmón verde de la ciudad, el parque Simón Bolívar. Entre los puestos de artesanías y llamitas en miniatura no faltan los vendedores de hojas de coca, cuya infusión ayuda a paliar el mal de altura. Pero los colombianos, rápidos en estrategias publicitarias, también lograron dar vuelta la percepción de una ciudad fría, lluviosa y sobre todo alta (2600 metros sobre el nivel del mar). Así acuñaron otro eslogan para la posteridad: Bogotá, 2600 metros más cerca de las estrellas.ß COLOMBIA

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ca mentira, con este rudimentario método lograron que la laguna descendiera unos 3 metros, llevándose miles de kilos de oro. Cuarenta años más tarde, otro español, Antonio de Sepúlveda, se embarcó en la faraónica obra de cortar una gran muesca en el borde del lago (nuevamente, gracias a esclavos armados de picos y palas). Tras los españoles llegarían los ingleses y más tarde, los propios colombianos (el último intento de drenaje se hizo en 1912). Hace 20 años, los locales venían a lavar sus autos a la laguna y, de paso, traían un piquito para ver si encontraban algún tesoro. Hoy, estas aguas y el bosque húmedo que la rodean son zona protegida, y parte de la “Reserva Forestal Protectora-Productora de la Laguna del Cacique Guatavita y Cuchilla de Peña Blanca”. Un nombre largo para una reserva tan pequeña.

De la sal al oro, dos visitas de leyenda Salir de Bogotá lleva su tiempo. Hay que sortear los atascos de mañana y las angostas rutas de montaña para llegar, 70 km al norte, al lugar más buscado durante siglos por los conquistadores. A 3000 metros de altura y encerrada en un cráter de montaña, la laguna de Guatavita despertó la fiebre de oro de los españoles, que impulsaron numerosas expediciones para encontrar el lugar de las riquezas sin fin. La leyenda de El Dorado se convirtió en realidad en 1537, cuando Gonzalo Jiménez de Quesada descubrió la laguna en cuyas aguas verdes, durante las ceremonias de entronización de los nuevos caciques, se arrojaban fabulosos tesoros. Ni lerdos ni perezosos, los conquistadores enviaron a sus esclavos a bajar el nivel del agua a la gallega, con vasijas. Aunque parez-

UNA DE SAL Más allá de las arbitrariedades de los rankings, la Catedral de Sal (a 50 km de Bogotá e inaugurada en 1995) fue votada recientemente por los colombianos como la maravilla número 1 del país. Tallada en el interior de una mina de sal de la localidad de Zipaquirá, a 180 metros bajo tierra, es mucho más que una catedral: es una ciudad subterránea que se va abriendo entre pasillos, túneles, socavones, imágenes y galerías. El paseo arranca con las 14 estaciones del Vía Crucis, todas de sal tallada y pulida, e iluminadas gracias a un juego de Leds en tonos azules. Suena la música sacra de fondo, cosa que cuando se llega hasta la gran nave central, de proporciones descomunales, es imposible no sobrecogerse. Eso sí: cualquier rastro de emoción desaparece al pasar por el gift shop o galería comercial, estratégicamente ubicada antes de la salida, donde se venden joyas con esmeraldas y recuerdos religiosos tallados en sal.ß

250 km

DaTos úTiLes cómo llegar ◗ LAN tiene 28 vuelos semanales a Bogotá: 14 vía Lima, 7 vía Santiago, 7 vía San Pablo, desde $ 7230; 08109999-526; www.lan.com

Dónde comer ◗ Andrés Carne de Res: la especialidad son los platos al carbón, pero muchos van por el ambiente de fiesta, la decoración barroca/kitsch y la buena música. Eso sí: el gasto promedio es de US$ 50 por persona; www.andrescarnederes.com ◗ Nolita: abierto hace dos años, su cocina es mediterránea y su decoración remite a los años 50. Está en la zona Rosa; www.nolita.com.co ◗ El Cielo: de cocina molecular y original de Medellín, acaba de abrir nueva sede en la zona G; www. elcielococinacreativa.com/cielo/ elcielo-bogota

Excursiones ◗ Guatavita: son unas dos horas en auto desde Bogotá, y la entrada es de 14 mil pesos (unos US$ 7). Vale la pena detenerse en el pueblo de Guatavita, con casas blancas y techos de tejas, estilo andaluz. Fue reconstruido en 1967 luego de que la villa original quedara bajo las aguas del embalse de Tominé. ◗ Catedral de Sal: abre todos los días, de 9 a 17.30; la entrada es de $ 23 mil (US$ 11). Se puede llegar desde Bogotá en el Tren de la Sabana, que es con vapor y tarda unas dos horas (el pasaje se compra en la misma estación, sale unos 20 dólares).

En internet ◗ www.colombia.travel