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pegada a la roca y con un teja- do prácticamente testimonial de aproximadamente un metro de saliente. Todas sus habita- ciones aprovechan la concavi-.
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Hay que salvar el palacio de Inestrillas Texto y Fotos: José-Ángel Lalinde González

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nestrillas deriva del latín medieval «finestriellas», es decir, «ventanillas», seguramente haciendo referencia a las cuevas, viviendas rupestres que fueron el hábitat típico de la zona. Ya nadie vive en cuevas en Inestrillas, pero habría que salvar para las generaciones futuras, al menos, una de esas viviendas trogloditas y qué mejor ejemplo que el llamado «Palacio de Inestrillas».

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En el recóndito valle del Alhama se encuentra Inestrillas: en el municipio de Aguilar del Río Alhama, que, con casi 100 kilómetros de distancia resulta ser el más alejado de la capital de La Rioja. Quizás esa lejanía provoque en su población la sensación de cierta ignorancia y abandono por lo que significa Logroño como capital política y administrativa de la Comunidad. Inestrillas, el «Finestriellas» medieval, se levanta en sus orígenes al abrigo del farallón rocoso de más de 500 metros que van desde el puente de «Tres Ojos», sobre el río Alhama, hasta sobrepasar la pintoresca iglesia parroquial de la Natividad adosada a la montaña. En este tramo se abren gran cantidad de cuevas rupestres, excavadas en la roca caliza del farallón, que fueron visitadas por el catedrático de la Universidad de Murcia Antonino González Blanco en busca de vestigios históricos que investigar para descubrir y conocer un poco más de la historia oculta de nuestra Comunidad ocurrida en una época oscura por desvelar. A lo largo de este espacio, colgados del muro que corre paralelo a la carretera de acceso al pueblo descubrimos el castillo, gran cantidad de cuevas «talladas y revocadas con mucho cariño», un templo parroquial –una de cuyas paredes coincide con la roca del farallón–, y un denominado «palacio», que estuvo habitado hasta tiempos muy recientes y que puede ser ejemplo de cómo se realizaron otras construcciones del pueblo, aprovechando las cuevas que luego se cubrirían con obra de albañilería. La pervivencia de este original y pobre palacio suscita un gran interés que todavía no se viene reflejado en medidas de conservación y puesta en valor. Estamos ante un edificio singular. Solamente se puede contemplar una fachada orientada hacia el sur, casi totalmente pegada a la roca y con un tejado prácticamente testimonial de aproximadamente un metro de saliente. Todas sus habitaciones aprovechan la concavidad de la roca o han sido excavadas en ella.

La fachada, tosca, está construida a base de mampostería que abre algunos huecos, como ventanas, y muestra también algunas aspilleras. Sus dimensiones aproximadas son de unos doce metros de ancho por unos veinte de altura. El interior consta de una planta baja, dedicada a cuadras; una primera planta, donde se localiza la cocina y habitación; y un piso superior, totalmente excavado en la roca y abierto al exterior por una gran oquedad, en el que se encontraban una cambra, columbarios y el palomar. El aspecto de abandono actual no impide reproducir fácilmente la disposición de la casa, habitada hasta los años sesenta del pasado siglo XX, de tal manera que surge inmediatamente la propuesta de reconstruirla, con el fin de que pueda ser mostrada a los visitantes a modo de un pequeño museo etnográfico, algo que resultaría sumamente fácil y seguramente no muy costoso. La propiedad era del matrimonio formado por Francisco Sáinz y Eladia López, que eran padres de nueve hijos, dos de los cuales fueron los últimos moradores de esta vivienda. Permitir que el abandono y el deterioro avance sólo servirá para que desaparezca en pocos años y terminemos, como tantas veces,

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lamentando no haber mantenido un patrimonio rico desde los puntos de vista etnográfico, histórico y artístico, a pesar de su pobre aspecto. A pocos metros, en dirección a la iglesia de la Natividad, pueden observarse algunas de las típicas cuevas de Inestrillas y, en una de ellas, resquicios de cómo sujetaban las vigas a la pared para cubrir otras viviendas de manera asimilar a como ocurre en el caso del «palacio». Es por eso que conservar este edificio en su integridad nos puede ayudar a comprender los sistemas constructivos utilizados en este rincón del Alhama y, seguramente, la funcionalidad de las cuevas que se observan en las inmediaciones. Su construcción es testigo fiel de otras que debieron existir a lo largo de este farallón y que prácticamente se ha perdido, o, cuando menos, es la vivienda rupestre de Inestrillas, que mantiene fielmente su estructura original. Todavía existen otras viviendas en las inmediaciones, pero ésta que nos ocupa es la más completa. Otras como la cárcel, o el castillo, muestran un gran interés, pero la del «palacío» requiere una atención especial y hasta urgente. El interés del edificio y su conveniencia de conservación no necesita muchos argumentos, pero hay que añadir el de los columbarios existentes en la planta alta. Un buen número de ellos está excavado directamente en la roca del farallón, pero otro grupo importante ha sido perfectamente construido y alineado en el interior, sobre la fachada de la vivienda. Tanto estos columbarios como los existentes en otras cuevas de este mismo farallón han movido el interés del investigador Antonino González Blanco, al que llamaron poderosamente la atención; columbarios que, en su teoría, guardaron restos óseos y reliquias de monjes medievales que hicieron vida eremítica en estos parajes y que tanto abundan en los valles del Cidacos, del Iregua y en la localidad de los Fallos, próxima a Tarazona. Sea como fuere, lo cierto es que merece ser apoyado cualquier proceso investigador que permitan aflorar la historia que se encierra en estas cuevas. El deterioro constante que está sufriendo el «palacio» hace que se deban adoptar algunas

medidas de urgencia, al menos en cuanto a su protección, clausura y prohibición de su visita, ya que algunas grietas y la separación de vigas y techos del soporte de la roca madre deberían hacer reflexionar sobre su conveniencia de declaración de ruina y la necesidad de clausurarlo, evitando las visitas y la peligrosidad consecuente. En otras cuevas de Inestrillas se pueden apreciar varias inscripciones no descifradas, cruces labradas en la roca y otros grafitis que habrá que estudiar con detenimiento. Todo ello, es expresión del tipo de vida que se desarrolló en este «Finestriellas» y que podría aportar un mayor conocimiento de nuestra historia colectiva. Algunos de estos espacios sugirieren a González Blanco la presencia de pequeñas iglesias ajustadas al tipo de vida de aquellos posibles eremitas que las trabajaron con esfuerzo y cariño para un estilo de vida austero y apartado de los peligros del valle. El escenario que nos ofrece Inestrillas es el de un campo ignorado por la inexistencia de información documental, pero apasionante, que debe ser objeto de investigación y, sin duda, resultará útil a la oferta cultural y turística del valle del Alhama-Linares, además de profundizar en la necesaria concienciación de que este patrimonio ha de ser mimado por los propios del lugar con intervención activa de las autoridades locales y regionales. El propio aspecto actual evoca las «ventanillas», significado del

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término «Finestriellas» que dio nombre a la villa de Raquel Meller. También se asocia el topónimo «Inestrillas» a un lugar que está al final de algo, como si del «Finisterre riojano» se tratara. Lo cierto es que, a pesar de la distancia, la pereza no puede ni debe impedir que este rincón entrañable de La Rioja desconocida sea conocido cada día más por todos, estudiado por los investigadores y disfrutado especialmente por quienes consideran una suerte vivir en este pequeño paraíso de tranquilidad y de belleza natural. Cada vez que nuestra gente quiere expresar que algo es muy antiguo dice que «esto es de los moros». La antigüedad de esta villa, la de su «palacio», cuevas y castillo va más allá de los moros, aunque su presencia entre nosotros tuvo una gran importancia hasta convertirla en leyenda. En Inestrillas la leyenda apunta a la historia; la historia se hace misterio y el misterio nos suscita el deseo de descubrir los secretos que ocultan el castillo, el palacio, la iglesia, las cuevas y tantos y tantos retazos de vida que nuestros antepasados escribieron en el aire. *José-Ángel Lalinde, profesor y cronista de las tierras y gentes del Alhama.