Vientos de cambio fuera de los cánones europeos

16 ago. 2014 - extrema (sexo explícito, adictos in- yectándose con jeringas, cantantes satánicos, peleas callejeras, gente sin hogar, prostitución y un largo.
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| Sábado 16 de agoSto de 2014

Navajazo, el film de Ricardo Silva, impactó por su retrato de una Tijuana sumida en el descontrol

Vientos de cambio fuera de los cánones europeos locarno. Las pujantes cinematografías de América latina

y Corea del Sur, ejes de la programación competitiva de este festival Diego Batlle

PARA LA NACION

LOCARNO.– Como todo festival abierto a la nuevas tendencias –y Locarno está a la cabeza de los descubrimientos–, la programación de la 67ª edición, que terminará esta noche con la entrega del Leopardo de Oro y del resto de los premios con el bellísimo marco de la Piazza Grande, fue pletórica en películas de dos orígenes insoslayables en la actualidad: América latina y Corea del Sur. Más allá de las cuatro representantes argentinas ya comentadas en esta sección (La princesa de Francia, de Matías Piñeiro y Dos disparos, de Martín Rejtman, compiten por los galardones oficiales), también se destacaron películas de Brasil (como la bella Ventos de Agosto, de Gabriel Mascaro), México, Colombia y, en menor medida, Uruguay. De México, por ejemplo, impactó Navajazo, ópera prima de Ricardo Silva, que propone una experiencia extrema (sexo explícito, adictos inyectándose con jeringas, cantantes satánicos, peleas callejeras, gente sin hogar, prostitución y un largo etcétera) a la hora de retratar la sórdida y decadente ciudad de Tijuana, en plena zona fronteriza con los Estados Unidos, mientras que el prolífico Nicolás Pereda presentó Los ausentes, un retrato minimalista sobre la cotidianeidad de un septuagenario que vive aislado cerca de una playa en el sur del país, y que –al no tener una escritura– corre el riesgo de perder su precaria casa. Otro de los jóvenes directores muy esperados en Locarno era el

colombiano Oscar Ruiz Navia. Tras su elogiado debut con El vuelco del cangrejo, abandonó el ámbito rural para ofrecer un relato urbano. En este caso, describe el mundo de dos adolescentes que comparten, entre otras cosas, su pasión por el grafiti en la siempre convulsionada ciudad de Cali. Ras, que además se dedica al skate, es negro y casi no tiene comunicación con su madre; Calvin es blanco y está a cargo de su anciana abuela. Lo que el director expone –con belleza, sensibilidad y algún dejo de pintoresquismo– son los códigos de esa amistad, mientras afloran su arte, su politización, sus relaciones con las chicas, sus gustos musicales (ven a varias bandas del under caleño en vivo), sus problemas con la policía en un ambiente marcado por la represión, las diferencias sociales, los apremios económicos, la religiosidad y las manipulaciones desde el poder. Más allá de cierto déjà-vu de estos relatos de iniciación con algo de Gus Van Sant y Larry Clark, se trata de un muy buen segundo paso de

un director de indudable talento. Menos convincente, en cambio, resultó Los enemigos del dolor, debut del uruguayo Arauco Hernández con una tragicomedia de tono apocalíptico. Un joven actor alemán llega a una Montevideo invernal sin plata y casi sin hablar castellano en busca de una mujer que lo abandonó en Berlín sin darle explicaciones. Rude –de él se trata– no tardará en meterse en problemas en una ciudad semivacía en la que abundan los ladrones y marginales. El film arranca con un humor absurdo que remite al cine de Aki Kaurismäki, pero poco a poco el clima se va enturbiando, aunque sin demasiados hallazgos. La oleada coreana Tres films de esa cinematografía siempre sorprendente que es la coreana se vieron en las dos competencias oficiales. En Concorso Internazionale descolló Alive, segundo largometraje de Park Jungbum (The Journals of Musan), que, con una intensidad que recuerda al cine de los

Un festival que dura todo el año LOCARNO.– En las últimas horas pasaron por el festival notables directores como Alexander Sokurov (El arca rusa), el francés Olivier Assayas (presentó Sils Maria, acompañado de Juliette Binoche) y el español Víctor Erice, así como Garrett Brown, inventor de varios implementos fundamentales para la producción de cine como la Steadicam o la SkyCam. Todos ellos –y varios otros profesionales de renombre– dieron masterclasses o charlas públicas porque uno de los fines del festival es formar al público, sobre todo a los jóvenes (hay también una academia de verano para realizadores y talleres para críticos). Locarno dura 11 días, pero su efecto continúa todo el año.

festival de locarno

hermanos Dardenne y una mirada social que lo vincula con el chino Jia Zhang-ke, describe la odisea de Jungchul (interpretado por el propio director), trabajador de una fábrica de pasta de soja en una desoladora zona del norte de Corea. Mientras intenta arreglar su destartalada casa y sostener a su hermana bastante desequilibrada y a su sobrina preadolescente, sufre la presión de su jefe –que le exige cuotas de producción imposibles de cumplir– y de los otros empleados, desesperados por cobrar. La tensión, la sensación casi física, la densidad dramática y el trabajo de los actores se combinan para una narración imponente sobre la marginalidad y el capitalismo salvaje, para un tour-de-force emocional que deja huellas profundas en el espectador. También se destacó en la lucha por el Leopardo de Oro Gyeongju, de Zhang Lu, sobre un profesor universitario nacido en Corea, pero radicado en Pekín (y casado con una china), que regresa a la ciudad del título para el entierro de un colega en un lugar cercano. En ese viaje se reencontrará fugazmente con una ex pareja, pero poco después se obsesionará con la joven dueña de una casa de té en la que había estado siete años antes. Ambos pasarán juntos las siguientes 24 horas, en una apuesta que lo acerca al cine de Hong Sang-soo y a la trilogía de Richard Linklater con Ethan Hawke y Julie Delpy, aunque desemboca en el terreno del melodrama romántico con una sensibilidad, sutileza y exquisitez infrecuentes. Finalmente, en la competencia Cineasti del Presente se exhibió A Fresh Start, ópera prima de Jang Woo-jin que arranca como una típica comedia de enredos universitarios (noche de alcohol, sexo casual), pero luego deriva hacia un tema mucho más denso como el aborto clandestino con un relato que acumula frustraciones al estilo de Después de hora. Una mirada desoladora a la incomunicación, la desprotección y la agresividad hacia los jóvenes que imperan en la sociedad coreana.ß